jueves, 22 de agosto de 2019

Nueva Música Experimental Arequipeña // Vida En Marte: Los Sonidos De La Adolescencia

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 14 de agosto del 2019.)

Al menos en esta parte del planeta -en España es otra cosa, por ejemplo-, tienes que ser muy valiente o muy ingenuo/a para fijar la salida de tu disco/libro/película un 25 de diciembre. Fecha difícil a tales fines, puesto que la gente está materialmente en otra. Así, mientras medio mundo celebraba la última navidad, la netlabel arequipeña Noxa Recs arriesgó un panorámico que pasó desapercibido -no sólo debido a la coyuntura, sino también a su índole escuezante.

Nueva Música Experimental Arequipeña enarbola desde el título algunas pretensiones válidas, como que existe una tradición de avant garde ‘rojinegro’ que el muestrario viene no necesariamente a sepultar pero sí a refrescar, o que ésta será una travesía de tañidos cuando menos incordiantes. Portada y track list indican, además, un guiño a la fundacional Compilación I (1997) del colectivo capitalino Crisálida Sónica: imposible no señalar que son cuatro los proyectos acogidos por ambos trabajos, que sus nombres aparecen en las respectivas carátulas, que cada uno provee 2 números, y que éstos están separados por cuatro puestos -el primero ocupa las pistas 1 y 5, el segundo las pistas 2 y 6, y así.

Más allá de estas similitudes, coincidencias o auténtico homenaje a aquella jornada legendaria gracias a la cual la música pop peruana saltó hacia el Futuro, NMEA ofrenda cuatro alias oriundos de la Ciudad Blanca avocados al estruendo digital. Según entiendo, THylacinus, Sintonía Muerta y NRA Ruido son debutantes ‘en sociedad’; aunque el último de ellos no lo parece y el penúltimo ya acredita ópera prima. En lo tocante al alias que falta, Yume Station, éste lleva al menos un par de años en actividad (amén de un deslumbrante EP).

Si el disco fuese la gammagrafía de una viral infección noise, las zonas menos afectadas serían las de Sintonía Muerta y Yume Station. SM postula una exploración de las posibilidades punzo-tímbricas que palpitan en los vericuetos más accesibles del Ruido electrónico, o al menos así parece merced a su registro deliberadamente turbio/empañado (“Grabación 7” y “Grabación 3”). Por su parte, al 95% Yume Station es pura microscópica digital melódica y apolínea. El aporte de Karen Huacasi descuella tan armónico en su brevedad como lo mostrado en Broke My Bass EP (2017). “Sekai Isshū (En El Año 3000)” y “Asobu” son efectivamente un dechado de reflexividad naif y dramatismo lúcido, de los que con anterioridad ha brindado prodigiosas pruebas la ex bajista de Ruidósfera.

Las regiones jaloneadas sin clemencia por borrascas binarias son territorio de THylacinus y NRA Ruido. THylacinus desestructura cualquier rastro de patrones rítmicos, pero sin eliminarles, dando pie (¿sin querer?) al resurgimiento de la música industrial como lo han concebido Futuro De Hierro y los subversivos catalanes de la hora actual (“Ymen”) -o, en todo caso, al advenimiento de un nuevo avatar para aquella revolución que ya marca cuatro décadas (“Larry By”). NRA Ruido, finalmente, es quien más honor le hace a su chapa: una barrera impenetrable de bulla exagerada, ampulosa y profundamente agresiva. Corrosivo, sustancial, destructor; NRA Ruido expatria todo atisbo de Silencio, sobresaturando canales de audio hasta la brutalidad máxima. Se recomienda no escuchar ni “PI27” ni “PI28” con los audífonos a todo volumen, a riesgo de contraer un severo cuadro de tinitis.

Bárbaro extremismo aural con que meterle una rotunda desahuevada a los tímpanos en menos de media hora.


En entrevista concedida a la mítica Factory tras la publicación del tremendo I Can Hear The Heart Beating As One (Matador, 1997), Ira Kaplan de Yo La Tengo revelaba que una de las ideas descartadas por el dilecto trío de Hoboken para ese esférico era la referida a que “no hubiese silencios entre tema y tema, y que ‘Return To Hot Chicken’ sonase siempre al acabar una canción”. Algo similar pasa en “El Condenado Final”, penúltimo surco del primer esfuerzo in extenso editado por Vida En Marte, eyectado hacia la exacta mitad del calendario en marcha (30/06). “El Condenado...” cose dos movimientos, empatando el primero con las mismas características que maneja el resto del CD, y correspondiendo el segundo a una construcción sonora más desnuda y huérfana de voz. Entre ambos segmentos, una tonadilla apenas audible, que sirve de puente/vaso comunicante.

No es la única novedad que te depara Los Sonidos De La Adolescencia con respecto de la abundante singladura previa de este unipersonal también arequipeño. Ésta destacaba primordialmente por su fragorosa hechura pop, superponiéndose a otros rasgos igual de importantes para su dialéctica como el lo fi, el indie o el noise rock -todos ellos vasallos del estandarte del bedroom pop ondeando bien en alto. De este jaez eran canciones como “Días, Días, Días Y Más Días”, “Pornografía Nostálgica” o “Hermosa Secuencia”.

Otra de las novedades -quizá la más notoria- que ha implementado Herber Paredes es el recalibrado de la Distorsión (“La Eternidad De Caín”), convertida en sustantiva pese a no estar presente por fuerza en todos los tracks. De hecho, la apertura “Todos Los Días” es de una tesitura pop tan subrayada que fácil podría colarse en programaciones radiales. Por fortuna, el propósito de este aumento imperioso de ruido y decibelios no es pulverizar el encanto de lo pedestre que el ¿ex? Hombre Del Espacio exterioriza con orgullo en su faceta solitaria/marciana, sino complementarlo. Y una tercera novedad viene por el lado de las no pocas inflexiones caóticas que ya antes le había oído a VEM. Para LSDLA lucen más dosificadas y concertadas, irrumpiendo en los momentos precisos (“Mundo Enfermo & Los Tristes”, “Romance Poltergeist”).

Detalle digno de mención honrosa, el piano se deja escuchar en muchos pasajes del disco (“Feria De Absolución”, “Karmalandia”). Éste observa las principales virtudes que definen la esencia del proyecto, a despecho de la media de 150-180 segundos que dilata la mayoría de cortes -su tosca vitalidad, su minimalismo vocal (que no es lo mismo que parquedad, hay un desarrollo más empeñoso de las casi ininteligibles letras), su acústica kitsch y a la vez espartana, su pop sencillo pero repetitivo, su concisión...


Hay algo que le preguntaría y algo que le reclamaría al mistiano. Lo primero es interrogarlo tanto sobre “El Condenado Final” como “Los Sonidos De La Adolescencia”. Son las canciones que bajan el telón y las que más duran -casi 14 minutos sumándolas. ¿Ello y su disposición al final del listado obedecen a algún objetivo práctico?

Lo segundo es lamentar que no haya hecho con la pieza epónima lo mismo que con “El Condenado Final”. Hacia la mitad da la impresión de que lo hará, pero se desvanecen los segundos y nada. Como ha quedado bien en “El Condenado...”, podría el músico considerar ejecutar la idea de Kaplan/Hubley/McNew para la siguiente incursión. Equilibrada puesta de largo, con el añadido de la colaboración de Pablo Pantigozo (Peatón) y del arte interior en formato PDF adjunto en la descarga gratuita. Próximamente, copias físicas en tiraje limitado.


Hákim de Merv

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