jueves, 25 de noviembre de 2021

Les Replicants: s l e e p / p a r a l y s i s / d ae m o n 金縛り鬼 // Cualquiera Puede Hacer Esto // Leñadores666: Leñadores666 // Bondage: 2010-2019

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 17 de noviembre del 2021.)

Varias han sido las oportunidades en que me he referido a Les Replicants como una de las propuestas más interesantes aparecidas en la escena peruana independiente de fines de los 10s. La última de estas ocasiones se dio a raíz de Ser/Ver, mini-álbum del 2020 que le dejaba en posición expectante. A éste, no ha tardado gran cosa en sucederle s l e e p / p a r a l y s i s / d ae m o n 金縛り鬼 -un largo que, lejos de corregir los poquísimos defectos de su predecesor y/o aumentar sus muchas virtudes, transmuta dramáticamente el registro de la dupla.

A todo esto, es válido preguntarse si sigue siendo Les Replicants un dúo. Porque en s l e e p / p a r a l y s i s / d ae m o n 金縛り鬼 vuelve a brillar por su ausencia Luz Cáceres a.k.a. Luxsie, y a ocuparse Walter Arellano del íntegro de la chamba. Con dos de dos, encima consecutivas, la pregunta por la ex Taneli Lucis al inicio de este párrafo se justifica plenamente. Cual fuere, la respuesta no implica en sí misma demérito alguno, como tampoco lo comporta el radical giro maniobrado respecto de Ser/Ver.

Tras surcar el elaborado maridaje entre notas etéreas, drone music, ambient de baja fidelidad y lecciones de renovación lisérgica dictadas por Loop, Spacemen 3 y los primigenios Primal Scream; el replicante Arellano reorienta la proa de su nave hacia esa zona liberada que habitan por igual el bliss pop y el post rock. Füxa, A Silver Mt. Zion, Flying Saucer Attack, Windy & Carl... Aún cuando podría argüirse que el grupo/solista pierde al dejar atrás el ácido coctel alquímico de su primera etapa a favor de una aleación menos multiforme, ello no es necesariamente verdad.

Por desgracia, en este esfuerzo de Les Replicants sí que lo es. Cuando s l e e p / p a r a l y s i s... despega de la mano de “3 3 3 3 3 3 3 3 3”, queda en evidencia el casi traumático golpe de timón en el historial de la banda/entidad. Arellano apuesta por una travesía de taciturnos encajes, de elegíacas urdimbres. Las sonoridades que pueblan el tema privilegian por igual la delicadeza y la armonía, la quietud y la duermevela, el retrofuturismo del post rock y las laxas vibraciones elongadas del bliss pop. Hasta ahí, todo bien. 

Las dudas comienzan a surgir cuando agoniza “d i m m e d v i s i o n”. A pesar de su angélica aura de embelesamiento, sientes cierta somnolencia debido a la falta de mayores vueltas que diferencien con claridad cada episodio de la jornada. Cuando ganas la orilla de “l i q u i d i n d u c e d c o m æ”, ya tienes buen rato devanándote los sesos pensando cuánto más va a estirarse un plástico que pudo haberse adecuado al formato del anterior, y que no consigue eludir el tedio y la monotonía que le acaban devorando. Decepcionante este s l e e p / p a r a l y s i s / d ae m o n 金縛り鬼, pero no por ende malo -regularón, nomás. Primer tropezón en la marcha de Les Replicants, todavía se pueden realizar las enmiendas necesarias para remachar el barco.

El más modesto repaso a su nómina, inaugurada en diciembre del 2011 con un four-way CD en el que metían mano Procrastinación 1 Yo 0, Angkor Wat, Juan Sáyago y Sparx; basta para corroborar que LaFlor Records se ha constituido en otra admirable trinchera de resistencia sónica contra la pasteurización de la música pop que el mainstream espolea. Amparada en una monolítica ética de trabajo y de activismo DIY, esta label celebra sus diez años de creación con Cualquiera Puede Hacer Esto, deliciosa recopilación que recorre el espectro global de su oferta.

Ésta germina y se desarrolla principalmente en torno a cuatro vetas: el post hardcore, el indie, el fastcore y el post rock. Por supuesto, existen permutaciones entre estos estilos, una de las cuales es la que más réditos artísticos ha reportado al sello -el indie/post hardcore. Procrastinación 1 Yo 0 (“Dos”), los desbandados Un Viejo Arcoíris (“Lo Hice Sin Pensarlo”) y Fiesta Bizarra (“Oh Summer Summer”), que rompen los fuegos del muestrario; se cuentan entre sus cultores, como asimismo Way 98 (“Dreaming”) y los ma-ra-vi-llo-sos Angkor Wat (“Cómo Construir Un Universo Que No Se Haga Pedazos Dos Días Después”, casi al finalizar la reproducción).

Otra de esas permutaciones es consecuencia del acoplamiento entre el post rock y el indie, permutación de la que menudean ejemplos antologados aquí: Incendios Forestales Del Viejo Continente (“Haru Ora Ora”), Avida (“Modo Dios”), Juan Sáyago (“Las Nubes No Son Del Cielo”), LÖRI (“Luna Roja / La Dicha De Lo Banal”), el cuarteto afincado en Massachusetts Dios Trio (“Japan”, interesante despliegue de urgencia y virtuosismo). Por otro lado, el fastcore se mimetiza con una poca de grindcore y otra de thrashcore en un segmento nítidamente perfilado de Cualquiera Puede..., donde la velocidad maníaca/sobrehumana linda con un tipo de ruido tan pestífero como insanamente sentido. Exponentes de esa puntual barbarie son Poncho Negro (“Algún Día Seremos Imperturbables”), el combo argentino Ostende (“Palabras, Palabritas (A Los Conservadores)”) y Kuroneko (“Cuántas Veces”).

Por todo lo expuesto, es lógico inferir que tal vez sea el indie el mayor protagonista no sólo de esta placa panorámica, sino de las producciones de LaFlor -habida cuenta de ser ésta, junto a la del stoner, la estética que más fácilmente se ha integrado al vocabulario pop contemporáneo. A las fusiones ya revisadas, hay que sumar los vasos comunicantes que tiende el indie hacia el pop, como en “Pigmalion” de POLVOS y en “Es De Lamentar Que La Tradición Sea Utilizada Como Guía Irrefutable Hacia La Belleza Y La Perfección” de Moholo Nagy. También, aditar las expresiones de ascendencia bedroom pop, como “Hueles A Que Me Vas A Romper El Corazón En Un Millón De Pedazos” de (la célebre identidad de Bruno Cuzcano) y “El Amor Real” de Muñeca Globo (donde asimismo Cuzcano participa); y hasta las menos contaminadas, del tipo Cometa A La Deriva (“Rosé”) y Muchacha Punk (“Demi”).

La explosiva “Pando” de Parahelio, en versión actualizada del corte cedido para el three-way CD 7000 Metros Sobre El Nivel Del Mar (2017, con los chilenos Droste y los ecuatorianos Escape From The Machinery), es la única representante del post rock presente en el volumen. Esta situación la hace prácticamente una excepción, como acontece además con “Madrugada” de FM (insólito dark pop) y el surco homónimo de No Somos Lo Que Fuimos. Quien argumente que este último tiene tanto de indie como de hardcore e incluso de punk, debe igualmente admitir que, a diferencia de los primeros nombres mencionados; NSLQF parte del hardcore punk para trasladarse al indie.

Sustancioso artefacto que invita a descubrir y a deleitarse con los testimonios que saca adelante la excelente escudería limeña. Pese a la dificultad de los años pandémicos (los que ya hemos sorteado y los que aún tenemos por delante), espero que esta gente no tire la toalla.

“El único valor de Oasis es que termina siendo una urgente advertencia sobre los peligros del rock ‘puro’. Ser un autor puro es lo más difícil, ya que su música tiende a ser la más accesible y comercial”. Estas palabras, enunciadas por mi gran amigo Sebastián Pimentel, corresponden a un artículo desmitificador sobre los mancunianos más sobrevalorados de la Historia; redactado en 1998 para una publicación de cuyo nombre no me da la gana de acordarme.

Hoy, los purismos están en franco proceso de acelerada extinción. El dictamen de Pimentel ha terminado siendo profético, si bien por razones distintas a las que su autor consigna. Quién podría imaginar entonces que, veintitrés años después, viviríamos en un mundo totalmente interconectado, sin las vanguardias que impulsaron la evolución de los movimientos culturales y artísticos del siglo XX... abocados los/as creadores/as artísticos/as a experimentar las cruzas en apariencia más improbables.

En todo esto me ha hecho pensar el debut homónimo de Leñadores666, sexteto del que forma parte un animador histórico de la movida nacional, Óscar Reátegui (T.S.M., Dios Hastío). Como ya sospechas, lo de L666 limita con el purismo, punk en este caso. Y he ahí el primer problema que se aparece: donde actualmente las haya, a las nuevas hornadas punk rock no se les ocurre ni por hueveo alentar cierto parecido con sus pa(d)res del estallido ’77. De hecho, plantearse la cuestión está fuera de discusión. Ello es lo que hace, sin embargo, Leñadores666: re-crear lo que ya en 1979 la aguerrida Lydia Lunch definía como “un recalentado acelerado de tópicos riffs de Chuck Berry”.

¿Ser ortodoxamente punk es, ergo, un atavismo en pleno siglo XXI? Pues si un discurso tan manoseado como el gothic viene reverdeciendo laureles gracias a un proceso de desafectación que le ha otorgado nueva vida convertido en minimal goth, no queda responder a esa interrogante sino afirmativamente. Desde que la “Intro” de Leñadores666 apresura las notas de “Frustración”, no suena otra cosa que punk rock (ejem) “clásico”. Esto es, derivativo, añoso in extremis, por espacio de casi una hora. Y ése es el segundo problema que afrontar: los doce primeros números tienen una duración promedio razonable para ser punk, quedándose el decimotercero a segundos de arribar a los ¡¡¡21 minutos!!! ¿Es éste, por ventura, un número que proponga alguna novedad? No: es una colección frankensteiniana, con sonido paupérrimo, de tomas fragmentarias en vivo y ensayos de algunos canales previos -incluye una de las canciones reproducida al revés.

Una postal adjunta al ejemplar que recibí del CD afirma que éste recoge “toda la tradición oral de los trovadores pastrulos de San Martín De Porres”. Supongo que algo de cierto tendrá ese aviso, porque las letras de varias de sus tonadas -“Adicción”, “Sharon Love”, “Frustración”- podrían llegar a ser hasta bizarras si no fueran extremadamente ridículas: “...Frustración, Frustración/Que Me Aplaste Un Camión...”, “...Mientras Cae La Brisa/Ama A Tu Nodriza...”, “...¡Homenaje A La Mujer Maravilla!...” (la peor de todas). Lo que podría resaltarse/rescatarse de la ejecución del conjunto queda empañado por estos abundantes deslices.

Un estreno que deja muchísimo que desear -tal vez puedan salvarse “Todo Llega A Su Fin” y “Sábana Azul”, esencialmente por méritos que atañen a sus respectivas líricas, las únicas que no merecen el vilipendio del resto.

Días después del artículo que escribí el año pasado sobre Rip Off Records, la independiente trujillana enfocada en grind/drum’n’punk/fastcore/electrónica de bulla extrema puso a la venta un cassette recopilatorio de Bondage. Las circunstancias -un cuadro agudo de stress- me impidieron tener noticia de éste y otros trabajos patrocinados por la plataforma de Javier Panter y Mila Celis, y luego la hoja de ruta que seguí me eyectó hacia coordenadas bien distantes de las que frecuenta ROR. Se justifica, así, dedicarle algunas líneas a una producción que lleva más de doce meses circulando -bueno, es un decir: los 30 ejemplares del tape, que venían acompañados de un pin y un fanzine con letras y fotos, hace rato se agotaron.

¿Y qué es Bondage? Aparte de la primera y más evidente acepción del sustantivo, ligada a las prácticas BDSM, éste designa al proyecto unipersonal del liberteño Juan Carlos Paredes Jara. Bondage se granjeó cierta repercusión merced a un epónimo mini-LP facturado en físico a través de Discos Invisibles, hace siete años. Con código de catálogo “diso022”, el esférico reeditaba su ópera prima -también epónima, 2012, vía la desaparecida Prison Thatt Records-, y le complementaba estrenando tres composiciones más una versión live interpretando “Ghost Rider” de Suicide. Se habló por aquellos días de un sonido deudor del synth punk, etiqueta que también cultivaran los finiquitados Varsovia en Recursos Inhumanos (2014). Posteriormente liberó Bondage una nueva referencia discográfica (2019), otra vez desde el regazo de Discos Invisibles, que no he podido degustar.

2010-2019 arrambla completo el mini-álbum del 2014 en la primera cara de la cinta, rescatando en la segunda dos cortes no repescados del epónimo del 2012 (“Zombie Hardy Cum”, “My Boy Operated”), otros dos de un “pre-álbum” sin denominación oficial colgado el 29 de mayo del 2013 (“Tu Vida Y Mis Susurros”, “Hustler Blanco”), y dos lados B inéditos hasta el 2020 (“Castigos” y “Atardecer”). En el desván, se quedan por ahora los remanentes: “Contigo”, “Cerebro”, “Soñando Contigo”, “Oraciones Porno” y su single virtual del 2015 “Vendidoh”.

Es verdad que lo de synth punk le cae a Bondage como pedrada en ojo tuerto. Las sistólicas crepitaciones del teclado, las llanas percusiones seriadas, el cavernoso reverb de niveles potencialmente malignos, la terriblemente atroz ausencia de limpidez en sus grabaciones; todo ello remite por igual a los días fundacionales en que los teclados empezaron a adecuarse a la minimal estética DIY diseminada gracias al escupitajo punk. Por asociación de ideas, estas características también remiten a Suicide, el legendario dúo neoyorquino precursor en el uso altamente expresivo -hiriente, dramático, desespera(nza)do- de las nuevas tecnologías que estarían a disposición de músicos y no-músicos conforme avancen los años. No es equivocado alegar que el crujiente pitido de “Tu Vida Y Mis Susurros”, por ejemplo, le convierte en el “Ghost Rider” del individualista norteño.

El output del acto, sin embargo, no queda encorsetado por estas influencias. Paredes Jara experimenta con el noise de garage (“Hustler Blanco”), transforma el synth en proto-industrial del más escarapelante (“Zombie Hardy Cum”), fuerza a este último hasta convertirle en antífona que preludia al Apocalipsis (“Castigos”). Sus viñetas insinúan visiones a cual más pesadillesca del horror que se oculta en la fresona cotidianeidad auspiciada por la mass media y el desfile de imágenes technicolor con que se/nos acuna. Es la de Bondage una música intensa y caótica (“Adentro”), de ofídica performance vocal, sintetizada/recuperada a partir de huaycos anti-rockistas de ruido analógico en permanente colisión (“Algo”), que no defrauda ni cuando acomete formas más o menos convencionales -el rock’n’roll lyncheano de “My Boy Operated”. Puede que sea ésa su mayor fortaleza: un pavor por los lugares comunes, reconvenido en la búsqueda disciplinada de aquello que todavía no identifica pero sí intuye -vg. el harsh grind de “Instrumental” o el psicótico pigfuck de “El Fin De Nuestros Afanes”. Sumamente laudable.

Eso sí, me sigue pareciendo desordenado el cover de Suicide en directo.

Hákim de Merv

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