martes, 6 de junio de 2017

Kinder: Migraciones

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 16 de noviembre del 2016.)

“-Y para cerrar nuestro set...
-¡¡¡BRAVO!!! ¡¡¡BRAVO!!!
-(¡¡¡¡YA BÁJATE, OE!!!)”

Tristemente, los peruanos aún mantenemos taras que, en otras latitudes, pertenecen a un pasado ya enterrado. Todavía no entendemos que el/los telonero/s merece(n) tanto respeto como los headliners, así éstos se hayan hecho esperar siglos por su aterrizaje en las comarcas de Perusalém. A Kinder, le tocó en suerte abrir para nada menos que The Cure, en abril del 2013. Se sabe que Robert Smith le dio el visto bueno tanto a ellos como a Resplandor (que fue reemplazado por Stereonoiz), pero igual el público que acudió al concierto de los británicos quería que Kinder acabase su presentación de inmediato. Las tres líneas que abren este delirio escrito, si bien aplicables a situaciones similares, se escucharon casi a coro aquella noche -lo que es una lástima, pues con seguridad debe haber sido la mayor audiencia que ha tenido Kinder hasta ahora, la mayor oportunidad de hacerse escuchar de forma masiva. Tontamente desperdiciada por el mismísimo público.

(Aunque no todos, claro. Conozco a seguidores históricos de The Cure que felicitaron a los peruanos a través de las redes -Juan Carlos Santayana, por ejemplo.)

A lo nuestro. Kinder aparece en el 2004, en el seno de la recordada movida Internerds Recors. Después de un inicio del que quizá aún hoy se abochornan (su EP debut los muestra metidos de cabeza en el indie rock tontolón, de letras infantiloides y actitud calculadamente naif), el grupo se somete a una draconiana metamorfosis, cuyo primer resultado es el largo homónimo del 2010. Punto de partida para el nuevo Kinder, el disco está premunido de temas instrumentales con un sonido más maduro, más adulto, sin eliminar el aroma a desprolijidad consustancial al indie. Math rock de patrones rítmicos cuadrados al milímetro, tan cohesionados que no pocas veces remiten a la circularidad del drum'n'bass. Música luminosa, que sabe ser contemplativa y trepidante según sea el deseo de los miembros de la banda: los guitarristas Nicolas Gjivanovic, Esteban Rodríguez, Mariano La Torre; el baterista Rubén Guzmán y el bajista Danny Wilson.

En el 2012, Kinder publica el EP Archipiélago en formato vinílico, a través de Automatic Entertainment. Se trata de un registro pulido hasta dejar en evidencia la devoción que el quinteto le tiene a Sam Prekop y The Sea And Cake. Paisajismo ambient al que se ha llegado después de literalmente “pedalear” muchísimo. Melodías despreocupadas, relajadas en su ensamble -pero vigorosas y hasta trashumantes cuando es necesario.

Kinder volvió en septiembre del 2016 con Migraciones, un trabajo menos evidente en sus raíces, cuyas virtudes lucen abrillantadas, hasta se diría que afiladas. Jammings incesantes, pilerazos, que esta vez ponen en primera fila tanto la ornamentación electrónica a la que recurre el grupo (clarísima en la apertura “El Exilio De Godomar”), como sus colaboraciones con otros músicos de la escena: Cristina Valentina en “Regresar”, Santiago Pillado en “Ballenas”, Sergio Saba en “Oakland”. La encantadora parsimonia de tracks como “La Bonita” o el track epónimo matiza la vitalidad y energía de las texturas pop con que se arropan la mayoría de pistas -“La Caída De Los Once”, la saltarina “Teruel”, la enérgica “Irukandji”, el bateo circular de “Simple 7”.

Los números, pues, vuelven a quedar en azul. El equilibrio entre el indie y el post rock al que ha arribado Kinder lo coloca en un lugar expectante una vez más. El salto definitivo debería caerse de maduro.


Hákim de Merv

No hay comentarios.:

Publicar un comentario