martes, 6 de junio de 2017

Hasta El Fin: Tributo A Voz Propia

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 7 de diciembre del 2016.)

Pocas, muy pocas son las bandas peruanas del circuito independiente que han obtenido consensos mayoritarios del público ad hoc. Por una u otra razón, éste se cansa después de algunos años o discos -o es la banda la que se desintegra tras una andadura corta, también por una u otra razón. Voz Propia no es de estas últimas, sino de las primeras -pero más de una vez el Destino le puso ad portas de invertir esa figura.


Y es que no llegas a cumplir 30 años de existencia ileso/a, sin arrugas ni cicatrices. A la par de discos, en tres décadas juntas además historias y disyuntivas mil; la última de las cuales fue la dolorosa partida -cinco días después del deceso de David Bowie- de Carlos Magán (a) “Boui”, bajista de VP y uno de los contados miembros originales que seguía arma en ristre desde la formación del combo (fines de 1985). Por su carisma colectivo, por su extraordinario legado dark (plasmado en cuatro maquetas de antología), por su estupenda reinvención pop durante la segunda mitad de los 90s; Voz Propia es un referente histórico en el contexto del rock nacional.

Festejando los treinta calendarios alcanzados, la banda de Miguel Ángel Vidal lanzó en diciembre pasado nuevo trabajo discográfico, Una Vida Feliz. Previamente, y gracias a la cooperación entre Muki Records y  Trilce Discos -sello responsable de un fantástico vinilo recopilatorio de VP-, grupos y artistas varios de la escena confluyeron en la edición de un álbum doble que ha sido ampliamente comentado en medios. Me refiero a Hasta El Fin: Tributo A Voz Propia (2016).

Al ser Voz Propia una de las alineaciones más queridas y respetadas del país, es evidente que todos los conjurados en este tributo han acudido al llamamiento encantados. También es lógico pensar que cada acto ha elegido la canción del repertorio vozpropiano de su preferencia, o en todo caso la segunda en predilección. No puede discutirse, entonces, el cariño y la emoción que cada uno de los convocados ha puesto en su participación para este díptico. Lo que sí puede discutirse, en cambio, son los resultados.

Como pasa por regla general en homenajes de este tipo, hay proyectos que han tomado las versiones originales y no han practicado demasiados cambios, lo cual no es necesariamente un demérito. Asimismo, hay nombres que han adaptado los temas de VP a sus propios códigos, lo cual tampoco es necesariamente un plus, pues tales transmutaciones pueden devenir para mejor o para peor. Y claro, no faltan algunos números que se mueven entre ambas llamémosles “categorías”.

Podemos ubicar en la primera gaveta a Cementerio Club, Irinum, Mar De Copas, La Garganta Del Caimán, Ciudad Gragea, Extraño Deseo, Bajo Sospecha, Dolores Delirio... Sus versiones no trastocan drásticamente el espíritu de las composiciones originales, lo que se hace más palpable en nombres de ascendencia dark -como el de Ilusión Marchita, que no aporta nada al repaso de un clásico de la talla de “Te Voy A Exterminar”. Hay excepciones, no obstante: a pesar de no desviarse del modelo, Verde Luna (“En Mi Mente”) y Moldes (“Noscivo El Aire”) sudan lo suficiente como para hacer amenos sus sobrios covers.

En el primer folio de la segunda gaveta, el de las “adaptaciones para peor”, habitan pocos grupos, pero los hay. No sé hasta qué punto es un problema real de adaptación y hasta qué punto se ha sido incapaz de ejecutar la respectiva vuelta de tuerca a despecho del eventualmente radical contraste sonoro. Y aunque quisiera inclinarme por lo primero, existen en este mismo tributo tracks que me convencen de lo segundo. Para no hacerla más larga, Los Mortero, Barrio Calavera, Inyectores y Demencia fallan en su intento por apropiarse convincentemente de las canciones de Voz Propia.

En el segundo folio está lo más sabroso de Hasta El Fin...: Grupo Miel, Ysabel Omega (nomás too much con el autobombo), Dios Hastío (de Oscar Reátegui y José Morón), Muñeca Rota, Duende Del Hueco (de Manuel Umbert), La Base, Paisaje 3 (de Mauricio Miranda y Raúl Begazo), El Aire (de Jose Javier Castro), Cocaína, Varsovia (de Dante Gonzáles y Fernando Pinzás), Reino Ermitaño... Reemplazando nombres por los respectivos géneros abrazados, encuentro una amplia gama de posibilidades expresivas acometiendo con razonable éxito la tarea de reinterpretar los temas de Voz Propia: electrónica, reggae, crustcore, indie, rock pesado, trip-gaze, doom metal, synth punk; planeando sobre los armazones melódicos de “El Piloto”, “Espejo Quebrado”, “Ellos”, “Las Piedras”, “Ya No Existes”, “Claro De Luna”, “Invisible”, “El Momento” o “El Club De La Pelea”. Matices diversos para celebrar merecidamente a una de las agrupaciones más grandes que han visto estas comarcas. Aquí, por supuesto, esperamos que sean muchos años más juntos.

Felicidades, Voz Propia.

Y llegamos a la encrucijada de rigor. ¿Con qué tema ilustrar las virtudes de este doble, dedicado a los difuntos “Boui” y Leo Bacteria (“quien tuvo este mismo proyecto y no lo pudo concretar”)? Pues con algo que demuestre que puedes asumir la relectura de un clásico como Voz Propia sin entrar en conflicto con tu perfil gritante y rabioso.


Hákim de Merv

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