LOS DISCOS PERUANOS
DEL 2018 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (I)
Que tres
muchachones de Villa El Salvador (cono sur de Lima), declarados admiradores de
Einstürzende Neubauten, del hip hop -del bueno, espero-, del amado Nick Cave y
del Ruido sobre todo asociado a la distorsión; hayan escogido como alias el
apellido del servil politólogo estadounidense de ascendencia nipona funcional a
los designios del malévolo George H. W. Bush, es para mí a simple vista un
misterio, que supongo algún día me será develado. Mientras llega la hora, toca
hacer la disección del urgente EP homónimo con que se presentasen en sociedad a
fines de diciembre último Kenny (guitarra), Juan Pablo (también guitarra) y Gonzalo
(batería). El bajo en las sesiones de grabación estuvo a cargo de un tal Dr.
Benway. Secuencias, producción, mezcla y demás florituras; consignan la firma
de otro tal Martín.

Este EP de largada se
desparrama anegado de fragor. Aunque cuadraditos para la ejecución de un
post-grunge que ilusiona enfilando -todavía tímidamente- hacia el
audioextremismo, a estos desparpajados chicos les gana la soltura, la angurria
decibélica y la sinvergüencería típicas de quienes debutan sin temor a la
noviciada -finalmente, nada tienen que perder, y sí mucho que ganar. Es lo
mínimo que siempre espero de quienes saltan a la cancha dispuestos a fatigarla
de punta a punta.

El único resabio sobreviviente
del EP se relega a los turbios filtros que se ceban en las voces. La música de
Laikamorí suena ahora límpida, numinosa, con un acercamiento pop que convierte cada
parada en un salto de agua; sea éste largo o minúsculo, tumultuoso o pacífico.
Preciosista y ensoñador, no sé decidir si Persōna
(2018) brilla o palpita. O ambas cosas intercalándose. O al mismo tiempo.

Precisamente
“Anonyma” entroniza junto a “100110” el lado electrónico sobre el que montan en
gran medida los temas de este volumen, y empuja los niveles de
velocidad/contundencia; si bien este viraje hacia el final no desdibuja en
absoluto las inmaculadas cúspides que el dueto ha conquistado. Sobre todo
cuando éste baja el telón con el cósmico “Endlos”, cuyo entramado de
sintetizadores remembra a los Padres de la electrónica en la era pop
-Kraftwerk.
Grabado en Lima y
masterizado en Buenos Aires, Persōna
ha sido producido por el gran Mario Silvania, quien ha cerrado un año
inolvidable en estas lides -también se ocupó de producir el sensacional In Event Of Moon Disaster, de Blue
Velvet, y anda voceado para hacer lo mismo con lo nuevo de los pasqueños
Felyno.
¡Maravilla! (2013) fue hasta hace poco lo último que
editase el quinteto capitalino. Me refiero a material de estudio. Aún no me he
agenciado la recopilación 20 Monstruos!
2007-2015 (2015), curada por el sello griego Green Cookie Records, y por
ende no estoy seguro sobre si cobija algún inédito (como en ocasiones se estila
hacer).
Ahora el breve sumario.
Los Protones emergen de las cenizas de los recordadísimos Manganzoides, banda
que encendió en tierras peruanas la flama del revival garage surf a fines del
siglo pasado, premunida de ínfulas psicodélicas que encumbraron a un desmadrado
vocalista picapedrero como Rafo Komodo. En sus días de gloria, Manganzoides
llegó a cosechar los mayores elogios de la prensa independiente internacional
-hasta ahora se recuerda que la Rolling Stone les recomendó en su sección web
“MP3 Del Día”. Cuando en el 2007 Manganzoides se separa tras 11 años de agitada
existencia, todos sus integrantes salvo Komodo se reagruparon como Los Protones,
iniciando un nuevo capítulo en los anales del revival líneas atrás señalado.

El título de Misión OA4 (2018) guiña a ciertos
códigos usados por radioaficionados para identificarse. Lo más interesante viene
acomodado en la primera mitad, donde ese swing latino y sabrosón insinuado en
“Chichasurf” se hace un tanto más visible: “Infiernillo”, “Cráckula”, “Punta
Pánico”, “La Mancada”... Incluso en “Sal De Mi Huaca”, los ex-Manganzoides se
atreven un poco a incursionar en el mestizaje, incorporando para ello
instrumentos autóctonos como el charango.
El punto de
inflexión llega de la mano de la sorprendentemente melancólica “Presagio”. A partir
de allí, y con la excepción del cierre, que también participa de ese calenturiento
saborcillo antes descrito (“Olas Anómalas”); el resto de Misión OA4 se ubica en las mismas coordenadas que ya han visitado
Los Protones en esfuerzos precedentes. Frenético -pero ya levemente
extemporáneo- surf rock instrumental con debilidad por acabados vintage,
siempre persiguiendo ese paraíso (perdido) que fue la capital peruana a
mediados/fines de los 60s.
Apenas estrenado
noviembre pasado, salió el segundo episodio de Gelatina Magma. Algunos camaradas
podrán discutir sobre si en realidad es su segundo episodio, ya que el primero
tiene más de demo que de LP propiamente dicho. Algo de razón les asiste. Así De Simple (2015) es un primer
esfuerzo menos de canciones plenamente definidas que de bocetos. Más que en
resultados, el talento reside allí en potencia.
No tardarían, sin
embargo, Giancarlo Samamé y Ángela Ruesta en invertir aquella polaridad. Triada EP, lanzado en el 2017, otorga
carta blanca para hablar del excelente dominio de un electropop bailable lo
bastante elástico para asimilar arreglos que aparentan ir en sentido contrario;
lo mismo que de un clarísimo crecimiento de Ruesta en técnica y protagonismo
-se le siente mucho más cómoda en el extended.

Opus a la altura de
una Lætitia Sadier o de un Tim Gane nacidos en
Latinoamérica, Una Nueva Era cierra
con el remix de “Reflejos” en clave drum’n’bass, a cargo del infaltable Luján
(recuperado del 3R3MIX3S EP, 2018).
Hákim de Merv
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