jueves, 12 de octubre de 2023

Sounds Of Salomon Jedidias & Space Rock: SIX6SIX // Chino Burga: Landing

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 4 de octubre de 2023.)

Literalmente en las postrimerías de los 00s (12/09), SuperSpace Records concedió luz verde a la que entonces se pensaba sería la ópera prima de Sounds Of Salomon Jedidias & Space Rock, desmesurado alias con que se estrenaba en lides de las escenas experimentales nativas Rafael Díaz Portilla. A la sazón ingeniero de sonido de Leche Plus, el debutante se plegaba entusiasta al pelotón de grupos que hacía de la neopsicodelia el principio fundamental de su accionar: Transparente, Hipnoascención, Pastizal, los mismos Plus et al.

Las cambiantes coyunturas vitales llevaron a Díaz por otros caminos, alejándole de la actividad artística. El segundo LP nunca se llegó a concretar, y el primero permaneció relegado a un link de descarga -felizmente nunca banneado- que le preserva hasta hoy, perteneciente a un blog hace mucho tiempo inactivo. Afortunadamente, SuperSpace ha decidido reeditar el artefacto en cuestión, disponible en BandCamp desde el 27 de junio con el agregado de un corte inédito (rescatado de las sesiones de grabación de la época por Díaz).

Aunque suene a barrabasada, una de las primeras cosas que saltaban a la vista al escuchar SIX6SIX era que, si las delirantes pesadillas cósmicas del célebre H.P. Lovecraft fueran a la discoteca, la de Sounds Of Salomon Jedidias & Space Rock sería la música elegida para contorsionarse en las pistas de baile. Desde los primeros acordes de “Rebel On You Keep Up - Mantente Firme”, la aleación neopsicodélica de este demoledor largo dejaba en claro que ha sido forjada al amparo de los Charlatans, del Aphex house de Selected Ambient Works 85-92 (‘92), de los maravillosos Happy Mondays y de Primal Scream; influencias varias que han sido centrifugadas por el dub más tétrico y la dañina vibra confrontacional de los Suicide.

Cómo estos componentes diversos lograron calzar en el mismo puzzle, quizá lo explique el que el músico ya estaba curtido en jornadas similares. El diseño sonoro en SIX6SIX prioriza ingentes dosis de dub y reverb, lo que confiere a la música una fascinante tridimensionalidad y un groove alienígena -que, cuando se desboca, convierte a varios de los canales pauteados en desmadrados bad trips. A este respecto, el punto culminante es “Mon Ami - Mi Amigo”, subyugado por un bajo retorcido y unos teclados de los que hablaría bien si les tildara de perniciosos. La agobiante densidad de la atmósfera la hace irrespirable, al punto que es casi un alivio cuando el láser reproduce el siguiente track.

Pero la neopsicodelia vitaminizada de SOSJ&SR no tenía sólo colores oscuros, como ya se mencionó líneas arriba. Resabios del Aphex Twin apolíneo aparecen travestidos en la pileraza “Memory Of Universe Elevating - Memorias De Un Universo Elevado”: su rítmica programación, en clave de apacible house, es similar a la de “We Are The Music Makers” del Gemelo. En otros pasajes (“Abba Father - Gracias Padre”, “Suit Is Out - El Asunto Es Fuera”), el acto exprimía las reservas de ácido de The Chemical Brothers y las combinaba con ramalazos de Stone Roses o los aludidos Mondays. Aunque estos matices sean ocasionalmente opacados por otros más lóbregos, su huella aparece codificada en cada cisura de SIX6SIX.

Para la anécdota quedan la correcta versión del clásico de Alpha Stone, “Here It Comes - Aquí Viene” (extraído del algo extemporáneo Life’s A Motorway, 2001) y la recuperada “Solar Radiation - Radiación Solar”. Participa esta última de las virtudes mayores del CD, filia excesiva al ensamble de los hermanos Ryder incluida, pero algo de agua hace la masterización, que no logra repescar la pista vocal del fondo de la mezcla (el resultado es de macilento barnizado).

Casi quince años atrás, Sounds Of Salomon Jedidias & Space Rock tenía la ventaja de “haber salido de último”, luego de los vivificantes ejercicios de Transparente y compañía. Poseía el plus, además, de un ingeniero de sonido que conocía bastante bien su oficio, lo que de paso le permitió adelantar a casi toda la escena local afín de entonces -Pastizal, Hipnoascención. Lamentablemente, y como sucede en predios ligados a la música pop de avanzada -con mayor razón en el caso de Perú-, la suerte no lo ayudó, y la Vida dispuso otra cosa. Hoy que vuelve a estar disponible para nuevos oídos, toca ser más prudente no en lo concerniente a réditos estéticos, sino al futuro del proyecto. Quizás, quizás no.

Habíamos dejado a Miguel Ángel Burga en un registro que conjugaba etéreas travesías siderales e iterativos soundscapes ctónicos (Geografías Geométricas Vol. 1), producto acaso de las ondulaciones astrales que de continuo afronta en su vida cotidiana, arraigada tiempo ha entre las montañas cinceladas por el Vilcanota y el Urubamba. El guarismo hacía presagiar que el limeño seguiría esa elipse hasta completar al menos una segunda entrega. Todavía es posible que lo haga, claro, pero con Landing cambia de fisionomía sónica y decreta una pausa en el camino trazado por aquella parábola. Cuán largo será ese alto, depende exclusivamente de él.

Colgado en su BandCamp al promediar julio, el nuevo álbum del guitarrista recupera el hálito pop a que condescendían estetas insulares de la talla de Windy Weber, Scott Cortez, David Pierce o Kirsty Yates. En efecto, entre el post rock más volátil e ingrávido, el bliss pop antecesor directo del harsh noise y las lecciones de kosmische musik reivindicadas en/volcadas a los 90s; Burga ha moldeado un disco de canciones antes que un documento sonoro a la manera de Main, The Azuza Plane o Spacetime Continuum. Y sin embargo, esta media docena de nuevos temas comparte con estos últimos la naturaleza conceptual, la vocación trasgresora, el trascendentalismo de una tímbrica sublimada...

Pero si hay una impronta que destaca nada más empezar Landing, ésa es la de Seefeel. Concretamente, en tracks como “E”, “@2926” o “Z”. Sea la faceta más transparente y refractaria (“E”), sea la más accesible y rítmica (“N Dub”, “Landing”), sea la más báquica (“Z”); es notorio en el esférico el influjo del combo de Sarah Peacock y Mark Clifford en modalidad Quique (1993) y/o Polyfusia (1994). “¿O sea que Burga ahora copia esas referencias? Tsssssss”. No, huevón/huevona. Lo que estoy diciendo es que el output que los británicos construyeron estrangulando slides a un punto de no-retorno y filtrando efecto e instrumento -la guitarra- hasta límites impensables, con lo que de paso alcanzaron un estadio semilíquido que les permitió transmutarse hacia el ambient o retroceder hacia el post si lo consideraban adecuado, resuena permeando las diversas capas que revisten al vinilo.

Resuena, he escrito. No copa, ni inunda. A través de muchos volúmenes en el curso de varios años ya, Miguel Ángel ha desarrollado un background lo bastante interesante y sustancioso como para sólo mimetizarse. Por el contrario, y lejos de conformarse con ver/sentir/replicar, el eximio capitalino entrecruza/anuda esos ecos a lo Seefeel con/a los suyos propios, cosechados durante luengas estaciones. En esta alquimia es que Landing consigue materializar un repertorio de tórrida belleza noventera e inamovibles bases ciclópeas de enteogénico post rock. Sólo hacia el final, con “Qoylloriti”, el título cambia de coordenadas a velocidad hiperespacial y desciende a la gleba para reencontrarse con esa fuerza telúrica que, al parecer, nunca le será ajena al autor.

Sí, es verdad. Una fina artesanía de estructuras poliédricas, montadas sobre entramados metálicos forjados a fuego lento, y cuyos cristalinos anversos reflejan fidedignamente la luz de las estrellas. Hermosa.

Hákim de Merv

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