(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 8 de noviembre del 2017.)
Mano completa la de
Chip Musik para esta semana de noviembre, de las últimas del año en que la
discográfica viene conmemorando (como manda la ocasión) su primera década de existencia
y de laudable-e-intensa actividad sonoro-militante.
La sorpresa inaugural
de este breve posteo la protagoniza Yume Station. Tal es el proyecto unipersonal
de Karen Huacasi, otrora bajista de los arequipeños Ruidósfera (cuyo homónimo debut
aún no tengo la oportunidad de audicionar). Cobijado bajo el cálido regazo de
Chip, se hacía previsible que el alias de la Huacasi estuviera signado por la
electrónica de fines del siglo XX y de principios del subsiguiente. Lo que no podía
sospecharse de antemano era la cantidad de aciertos que la bajista ha logrado concretar
en su primer registro solista.
El primero de ellos:
minimalismo de forma. Broke My Bass EP si acaso dura diez minutos, y todo lo que allí escuchas se ha compuesto usando
nada más que un teléfono móvil. El segundo de estos aciertos: minimalismo de
contenido. Pese a estar el extended enfermo de electrónica ultrasensitiva, ésta
se erige sobre efímeros esbozos de secuencias micrónicas, ambient a
cuentagotas, fugaces y armoniosos clicks’n’cuts... Tercer acierto, inferido de
todo lo antes (d)escrito: Yume Station opera en función de una estética madurada
entre neuronas y glóbulos rojos. Sonará a indietrónica, pero prescindiendo del
componente indie de la ecuación, sintiéndose Karen más cómoda próxima a los
ringtones polifónicos antes que al catálogo de la escudería Morr.
(Recomendación
urgente para Chip Musik: deberían plantearse seriamente avalar una edición
física de este título en formato diskette. En toda la historia de la movida
nacional, sólo recuerdo dos lanzamientos similares, el Single-Disk de Vavas y el Soundvenirs
de Evamuss -este último nunca se puso a la venta, por lo que no cuenta para la
discografía oficial del recordado proyecto de Galarreta-. Razón de sobra para
apostar por un empaque tan inusual y capitalizar el intrínseco valor ‘retro’
del producto-fetiche. Salvo mejor parecer.)
La trayectoria de Alcaloidë
sigue siendo una de las más dispares de entre los créditos nacionales, aún al
interior de las sub-escenas electrónicas experimentales. Sensations (2009) y Sassy Cat
EP (2013) son testimonios de un cumplidor accionar en jornadas de largo aliento
-Sassy Cat EP bordeaba los cuarenta
minutos de duración, por siaca-. Lo malo es que son los ÚNICOS testimonios: el
resto de la obra alcaloidal se reduce a singles esporádicos. En ese sentido, .- EP no mejora el promedio del record
histórico -apenas veintiún minutos de la cara más alienada/alienante de
Alcaloidë.
El primer tema, “i”,
revela un serio cuadro de esquizofrenia multinivel. Oscuro, denso, enrevesado;
no parece haber salido de la misma mente que firmase el Sensations. El track luce tan enmarañado, que algunas voces han
hablado hasta de “post-industrial”. Una impresión diametralmente opuesta a la
que propicia “1.618...”, segundo tema del EP y encargado de recuperar el estilo
característico de antaño, suerte de post IDM glitcheado. Tercer y último tema del
extended, “e” hace las veces de punto medio entre los números que le
precedieron: por un lado, murallas non-sense de atonal ruidismo digital; por el
otro, rugosidad glitch en permanente colisión con el intelligent techno de los
90s.
En cuanto a
cantidad, pues, Alcaloidë sigue en falta.
Aprovecho que acabo
de aludir al intelligent techno para introducir la segunda sorpresa del posteo,
esta vez gracias a El Otro Infinito. Luego de un indesmayable bursting out, que le ha reportado cinco
discos y un EP en apenas cuatro años, Alfonso Noriega opta por un mini-álbum. Conviene
recordar aquí que, en una ocasión anterior, escribí que lo de EOI había sido un
estirón traumático en un momento x de su camino (digamos que en su adolescencia);
y que a partir de ese episodio se había acomedido a refinar muy
satisfactoriamente su técnica.
Percibo un cambio
en 21. Creo que Noriega ya no se
encuentra conforme con el equilibrio entre las dos facetas del IDM, y está empezando
a darle mayor peso a una en desmedro de la otra. Los temas del nuevo disco son
bastante concisos considerando las características de discursos sónicos
similares, pero la música es ahora mucho más evocadora que antes, lo que obliga
a su dimensión física a resentir el desbalance: así, “Los Dioses De Arena”
parece el momento en que los bpms no aguantaron más y soltaron los caballos. En
“Moloch”, en “Trakl”, en “Hypnia”; las euritmias se sugieren apenas, se apunta
tímidamente a una pureza del Sonido, a la manera de unos B12. Una nítida pulsión
espacial recorre 21, ideal para
prolongadas pero apacibles vigilias nocturnales. ¿Bedroom glitchcore? de
geométrica magnificencia.
La última sorpresa
del posteo llega de la mano de Xtredan. Hacía tantos años que este proyecto oroíno
brillaba por su ausencia, que muchos ya le dábamos por muerto y enterrado. Una
primera señal de nuestro error la dio Lego 8: LACASAZUL (2017), compilación en la que Xtredan coló su primer tema
nuevo en mucho tiempo ("Abducción" y "Nuctemerom", aparecidos en el Lego 7: Contraction / Expansion, datan del 2014): “Paralelismo”.
Siete años después
de Brain Brian, Xtredan retorna con
un trabajo de proporciones mastodónticas. Conspiración
excede el espacio de un CD común y corriente, alcanzando los 93 minutos de
duración -esto, si no quieres descartar los dos últimos temas, que el músico
mismo cataloga como “bonus tracks”: “El Vuelo De Jr.” y “Danza Ingrávida”. No
es la primera vez que sucede algo así en la nómina Chip (cf. Imagen Celestial, 2011, de Ozono). Seguramente,
tampoco será la última.
La electrónica
post-rave de Dante Izaguirre, de consumo casero y muchas veces
individual(ista), no concentra el menor interés en la dictadura de los bpms. Es
más, la proscribe, aunque no completamente (“Puerto Ártico”). Lo suyo es el
deleite en descuajeringada posición horizontal, el goce de la melancolía
líquida, el trip perpetuo hacia entrevistos mundos inexplorados sin abandonar
el dormitorio. Xtredan adosa melodías sencillas a ritmos que de tan abstractos
ya ni parecen tales, prefiere delirar sobre atmósferas de sosiego/desasosiego, persigue
un chill out no sólo no-narrativo, sino totalmente abierto a cualquier
interpretación. Dígase lo que se diga sobre él, no es techno con que puedas
hacer sangrar la nariz.
Finalmente, Puna prolonga
su doble alianza con Dorog Records (ejemplar físico) y Chip Musik (descarga
virtual gratuita) merced a un disco de rarezas entre las que hay temas descartados
por diversas razones de su primer largo (Au Dial, 2014).
A diferencia de los
cuatro nombres repasados hasta aquí, Puna ha atravesado una etapa en la que el
shoegazing fue el sol alrededor del cual orbitaba. Con muchos puentes tendidos
hacia la música electrónica, es verdad, como corresponde al segundo momento
histórico de la primigenia invasión dream pop; pero al fin y al cabo
shoegazing. Su estética se alimenta del reverb y del delay, sus composiciones
saben a pop oculto bajo recias capas de feedback, su música posee el aroma de
las secuencias programadas.
Rare Tracks tiene estas mismas características. Detalle
importantísimo: separadas. Instrumentales como “Ecoparxia”, “Tuytuy”,
“Astromelia” e “Ígneo”; se hacen eco del lado más ruidoso del colectivo fundado
por Jorge Rivas (Ionaxs, Philkophillips) y José Rodríguez (Aloysius Acker), luciendo
muy cercanos al bliss pop. En tanto, canales como “Qubo”, “Pruvista”, “Illa” y
“Madame Verlaine”; se acercan preñados de pop a las secuencias infinitas que
brinda cualquier arsenal de teclados y sintes. Interesante modo de disponer
ilusiones diez sobre un lado B del sonido Puna -entidad de formación abierta
por la que han desfilado Rolando Apolo, Gerardo Norvasc, Noriega, el
extraterrestre de Alcaloidë, siguen nombres...- que quizá no exista en
realidad. Oído a la versión alterna de “Nula Riviera”, incluida aquí.
Hákim de Merv
Excelente.... a escuchar los discos...
ResponderBorrarPor supuesto. Gracias mil por el comentario.
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