Nuevas desde
Coquimbo, tierra de Luminar y Seatemples, de la mano de Santo Suicida. Se trata
del bisoño avatar de un grupo que funcionó hasta el año pasado escudado tras el
alias de Camilo Correa. Información sobre esa primera encarnación, no hay mucha
disponible en Internet: probablemente nucleado en esta década, al cuarteto de
Mario Castro (batería), Camilo Correa (voz y guitarra), Alan Cortéz (bajo y
coros) y Felipe Aburto (guitarra) le alcanzó el aliento del nombre anterior para
publicar dos registros de corta extensión que desde su página en Facebook se
pueden descargar gratuitamente -Sin Sentido EP (2013) y Tramando EP
(2015). El de Camilo Correa (la banda) era un sonido pop/rock de contornos
indies, si bien había numerosos momentos en que se ponía encima la piel del
folk.
Algunos de los temas
consignados en el 'insensato' debut sacro se estrenaron en el 2018 como parte del
repertorio de CC. El dato da para especular sobre las razones del cambio de
denominación. Una de ellas es, definitivamente, la nueva dirección que trashuma
la agrupación. Otra de ellas, no tan concluyente pero de todos modos a tomar en
cuenta, es el reemplazo de Cortéz por Carlos Bello Rivera. De cualquier forma,
a estas alturas Santo Suicida ya se ha puesto de largo, facturando un tiraje
modesto del que quedan muy pocos ejemplares -el combo se trae entre ceja y ceja
una segunda edición.
Realismo Trágico ha servido de transición entre el viejo
sonido de los coquimbanos y el actualmente abrazado. Aunque el credo que ahora
pregonan los cuatro con entusiasmo y delirio es el post hardcore, éste se
materializa esencialmente en el primer tercio del álbum. En efecto, Santo Suicida te recibe con adrenalínicas descargas de tempos veloces y enfático despliegue
de riffs propensos a la iteración, como en “Miradas De Luto”, “Invierno” y la
feroz “Te Dejo Pa’ Que Me Dejes” (sus intempestivas mutaciones de ritmo siguen
resonando en mis yunques).
No obstante,
“Estamos” marca un punto de inflexión en el track list: a partir de allí, el
post hardcore se desvanece, dejando paso a canciones que no se deciden entre números
pop/rock de medios tiempos y semi-baladas -si bien la propensión a este último
formato es bastante menor. Tales son los casos de “Perdido”, “Volando En El
Living”, “Visitando El Miedo” o “Pasa El Tiempo”. En todos aquellos surcos,
palpita aún el hálito de Camilo Correa (la banda), sólo que despojado de
cualquier aditamento folk y encausado con tesón hacia un indie que siempre
recibe alborozado a la Distorsión. Debido a ello, los dos tercios finales de RT me han hecho recordar un poco a formaciones
como Rival Schools o los fabulosos Jawbox, sobre todo cuando la eléctrica
des-engrosa el Ruido y se descose en solos (“Puerto Utopía”).
La voz se sacia por
igual en el desencanto, la adversidad y la furia. Esto podría indicar que en el
futuro los chilenos sumarán todos sus esfuerzos por completar la transformación
grupal volcada hacia el post hardcore, lo que es una opción válida y respetable.
Como lo es también dirigirse hacia esa meta desde las comarcas del indie rock.
La próxima jugada será indiciaria a este respecto. No está mal, aunque pudo
salir algo mejor.
Hákim de Merv
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