(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 6 de marzo de 2024.)
Retorna a esta palestra uno de los proyectos
más cálidos y queridos que surgiese en los circuitos independientes mapochos afines
a la experimentación sonora con posterioridad al cambio de siglo. Me refiero a
Bahía Mansa, que tras el breve aperitivo de Atavismos (4/23) confeccionó
en esa misma línea el mini-álbum Patagonia, estrenado en la recta final
de diciembre pasado.
Una de las características que ha ribeteado
los esfuerzos del alias de Iván Aguayo, acaso la más identitaria, es su
singular conexión casi devocional con el Agua. A tenor del uso prácticamente
exclusivo de instrumentación digital, la música de BM se las ha ingeniado para
mantener un alto nivel de cohesión en su tersa duermevela, sin renunciar a
lienzos que se dilataban tanto como sus propiedades hipnagógicas. Las cotas de
ionización exhibidas en Botánica Del Olvido o Boyas + Monolitos manteníanse
bajas a despecho de la emotividad que estas obras transmitían, y su capacidad
reactiva era contenida por la líquida densidad de su estética ensoñadora.
Este rasgo distintivo se ve matizado en Patagonia.
El sureño asevera que el principal combustible del trip es su interrelación con
la Naturaleza en los viajes realizados a la Patagonia chilena, leitmotiv análogo
al de Costa Documental (‘22). La fascinación por mares, océanos,
ensenadas, glaciares; se sostiene en el mini-LP, sólo que en cantidades más
mesuradas. “Aves Imaginarias”, por ejemplo, evoluciona en derredor de un
minimal efecto de iterativo goteo tintineante. Algo similar ocurre con
“Bocatoma”, donde la lluvia es más perceptible, entre texturas dub y ecos de reminiscencia
precolombina.
Por contraste, “Efecto Rayleigh”, “Calafate”
y “Muelles” son cifradas manifestaciones de un ambient que tiende a concretarse
mejor al vagabundear sin la prisión que comporta la gravedad. En ese sentido, a
estos surcos y a sus pares se les siente más próximos a un estado gaseoso que a
uno líquido -los blips & clips de “Muelles”, el cardíaco latido de
“Efecto...”. Producto de esta conjunción de elementos, la síntesis de
Patagonia
da vida a una pluviosa electrónica “easy-listening”, tanto por impresión acuosa
como por falta de nitidez -lo último me faculta a mencionar la otra gran constante
sonora devenida aliada de
Bahía Mansa: la Baja Fidelidad.
El título cierra con un díptico que condensa los
descubrimientos centrales de la interacción entre las diversas instancias que
Aguayo cubiletea. Mientras que “Nodal” invisibiliza la síncopa gracias a
atmósferas neblinosas atravesadas por arreglos muy bonitos de
teclados/sintetizadores, “Nodal II” controla el géiser de ruido binario
convirtiéndole en mullido colchón sobre el que contemplar sedantes paisajes de
una irreal sublimidad. Aunque me siga gustando más la fase de Bahía Mansa en
que se creaba a imagen y semejanza del H₂O, esta nueva etapa no deja de lucir,
por distinta, menos prometedora.
Después de algún tiempo, revisito los bytes
de Poxi Records, hogar de actos como
Hablemos Del Alma, Estriba,
Talismán y
Laktik. El aluvión de combos independientes latinoamericanos aparecidos en el
último lustro no me ha permitido darme espacio para revisar la nómina de esta
interesante label santiaguina, y de a pocos son ya varios los calendarios que
llevo sin acopiar noticias suyas.
Las cosas van muy bien para los principales
animadores del catálogo, algunos de los cuales serán objeto de comentario más
adelante. Por ahora, me limito a escribir sobre Laktik, que se tomó un
prudencial sabático entre Isopropyl (‘20) y Magnetismos (‘22),
siendo este último registro acreditado al seudónimo inexistente de Prácticas
Magnéticas y subido efímeramente durante el año de la Pandemia. También es el
cassette en el que Laktik comenzó a metamorfosearse: si antes el rollo del
unipersonal de Lucas Soffia se alimentaba principalmente del synth pop,
dosificándole hasta llegar a drásticos mínimos históricos, a partir de Magnetismos
se patentiza un creciente interés por el ambient pop y por el vaporwave. Ambas
variables, además, se llevan de maravillas con el perfil más asociado a la
factoría Poxi -otra vez, el lo fi.
Liberado en enero, Astra se concibe
dentro de la crisálida que construyera en torno suyo Magnetismos. En cortes
como el excelente “Fantasía” (single adelantado a fines de octubre último con
“Derrumbe” como lado B), “Cuerpo Sintético” o “Restricción Vehicular”,
compruebo que el synth y variantes -synthwave, minimal synth- aún integran
parte considerable de la retórica Laktik. Ésta, sin embargo, se halla inequívocamente
enfilada hacia el ambient de pedestres espirales y cascadas, hacia el
cromatismo glo fi consustancial al vaporwave. “Chant Down Babylon”, “Derrumbes”,
“Hypnotizado” y “Techumbres” son elaboradas muestras de ese muzakcore nebuloso,
de esa radiación infrarroja típica del género que llegó a la mayoría de edad de
la mano de Macintosh Plus.
De otro lado, que en piezas como “Fantasía”, “Restricción
Vehicular”, “Galáktica” y “Cuerpo Sintético” haya un mayor énfasis synth no las
hace inmunes al influjo del omnipresente vaporwave. La bruma brillosa, el
crepúsculo perenne, los ecos fantasmales de otros pasajes de la cinta, los
empantanados tremores semiacústicos; acaban por darle homogeneidad a esta
jornada -si la memoria no me falla, la primera en que Soffia se decide a coger
el micro para ofrecernos las primeras canciones en el repertorio de Laktik, e
igualmente las primeras veces en que utiliza sonidos vocálicos no sintagmáticos
a guisa de fragmentos insertados en números netamente instrumentales.
Muy relevante experiencia del individualista
austral. Parece quebrarle y esparcirle en varias dimensiones más o menos equivalentes
entre sí, pero reunificarle también al hacerle vibrar a una misma intensidad, a
un mismo toque de diana, en un mismo espacio.
Hákim de Merv