De las cosas que
menos pueden discutirse acercándonos ya al final de la segunda década del siglo
XXI, es el enunciado referido a que, en la era de las fronteras estilísticas borradas
por el sincretismo al que ha accedido la música pop contemporánea; la novedad
viene siendo dictaminada por las permutaciones inéditas entre
géneros/subgéneros pre-existentes. Aún queda pendiente, por donde se mire, el
mapeo pormenorizado de las muchas ramificaciones que el árbol del pop actual
ostenta: chillwave, footwork, vaporcläsh, future funk, tripgaze, seapunk, gazewave,
global bass, witch house...
Y junto con las de
carácter estético, también cayeron las limitaciones de tiempo y espacio, pero esto
ya es una verdad de perogrullo. Actualmente, se sube a la Red un disco en Ulan
Bator, y a los pocos segundos es reproducido en las antípodas. Si ése es el
caso de Mongolia, de Dinamarca ni hablemos.
O mejor, sí,
hablemos. Desde la tierra del desventurado Hamlet y del licor de cereza, hace
poco llegaron noticias sobre el álbum debut de Catch The Breeze. Cualquiera que
posea un conocimiento elemental del shoegazing, sospechará -justificadamente-
que los tiros del trío de Copenhague van por ese lado. La admiración de estos
daneses hacia Slowdive y “Catch The Breeze” -una de las más conocidas canciones
de los dioses del también llamado baggy- es cuestión confesa. Su historia, sin
embargo, no empieza sólo en esas coordenadas.
CTB se forma en la
capital de Dinamarca durante la primera mitad del 2014. Aage Hedensted Kinch (voz,
guitarra) Lars Madsen (bajo) y Andreas Bungaard (batería) venían de tocar en
Yellowish, quinteto que se acababa de disolver en los albores del mismo año y
que alcanzó la nada despreciable edad de 16 calendarios. Lo primero que publica
el recién fundado terceto es un mini-álbum epónimo, con cinco surcos muy
marcados por el viejo post punk ochentero y por el shoegazing. La
compenetración entre ambos códigos es tan profunda, que cabe hablar de un nuevo
(sub)género en relación a este modesto título -postpunkgaze. En una eventual
antología del grupo/(sub)género, debería figurar por lo menos uno de estos tracks:
“Reunite Your Forces” y/o “When The Sparks Fly”.
La banda se ha
tomado su tiempo para regresar al ruedo, pues desde entonces no editó nada sino
hasta este 2018. Adelantándose por los pelos a la aparición de Glow, se lanzaron los singles virtuales
“Paper Lanterns” (enero) y “Fields Of Sunrise” (febrero). Aunque en sus minutos
el aroma del shoegazing es más fuerte, estos sencillos no dejan de incorporar
otros colores -el indie, sobre todo.
Glow (marzo) atenúa y diversifica las
proporciones en que se reparten los ingredientes que componen el sonido Catch
The Breeze. La terna modera levemente el predominio conferido al shoegazing y al
post punk. De este último, sobreviven las melancólicas guitarras atmosféricas y
las enérgicas líneas de bajo; del shoegazing, los landscapes radiantes y la
intensa, cegadora distorsión cortesía de la pedalera. Ramalazos de post rock,
trazos de indie y hasta pequeños pases de new wave son adosados según lo
requiera la ocasión -tal es el principal aporte de Glow en términos de innovación respecto de su pasado. “Paper
Lanterns”, por ejemplo, recuerda en algo a combos como The American Dollar (lástima
que su video, maravillosa viñeta aguamarina de amaneceres/atardeceres, no sea reflejo
cabal de los paisajes que sugiere el corte). En tanto, “The Hill” y la delicada
“Sister Winter” no esconden cierta afinidad con el indie más clásico.
Todo ello no hace
menos cierto, no obstante, que la hegemonía en CTB la detenta el postpunkgaze.
Desde que Glow se apertura con “So
Loud”, quedan en evidencia los principales caminos que parece siempre recorrerán
los triates. En esa misma línea están la briosa “Enemy”, la ya mencionada “The
Hill” y el otro single de la placa, “Fields Of Sunrise” -que guarda dentro de
sí una inquietante, tensa performance de Andreas Bungaard a las baquetas.
Con la mágica
“Sleepwalker”, entras en el segmento epilogal del disco, dominado por
atmósferas mucho más densas, cuando no oscuras; pero no por ello afines al
dark. Todo lo contrario, estas composiciones remiten al hábitat preñado de
nostalgia, de agrupaciones pertenecientes al revival shoegazing del nuevo
milenio (tipo VHS Dream). A esas direcciones señalan tanto “Sleepwalker” como
“Dazed”. Más aún que los del post punk de vieja escuela, son éstos los espacios
donde descuellan las letras que aluden a la insatisfacción propia y lo difíciles
que son las relaciones con los demás. Y si por ahí encontraste vestigios de
ansiedad, todos ellos se difuminan con el cierre, un baladón que responde al
nombre de “Starlight”: solemne sin ser reluctante, es un poderoso medio tiempo
de reverberante sensibilidad líquida -recordatorio feliz de los días en que el dream
pop acaparaba los reflectores de la crítica especializada. El arrullo encantador
con que rubrica Glow su buena
estrella.
PD: El amigo y
colega Fernando Rivera, que hace poco también ha reseñado esta obra sonora, ha
corrido la voz sobre el proyecto paralelo de Hedensted, Mixtune For Cully. Puedes
escucharlo aquí.
Hákim de Merv