Tras algunos meses
arropados por consecutivos singles de adelanto, en marzo recibe luz verde lo
nuevo de Nax, banda con sede bonaerense en un inicio acto unipersonal de
Nicolás Castello. Por la trinchera gaucha han desfilado muchos músicos, lo que
dificulta tener clara la alineación de estos días: Gabriel Hernández, Juan
Marcos Hernández (desconozco si existe parentesco), Pablo Bugueiro Bertier, Jonathan
Sansone, Nicolás Garimano, Christian Bocon... Si debo hacerle caso a la info
consignada en BandCamp, los tres últimos y Castello son quienes actualmente dan
forman al line up.
El hoy cuarteto siempre
se ha tomado su tiempo para publicar. Parece que Nax cobra vida antes del 2009,
siendo 2013 el año en que se da a conocer con Amalgama EP. A partir de allí se suceden espaciadamente
lanzamientos cortos, 45s la mayoría de ellos, hasta arribar a Congelado. Debe considerarse a este
título su puesta de largo oleada y sacramentada, pues Lunas Azules (2016) es en la práctica un extended que apenas rebasa
la barrera de los 16 minutos.
Congelado, además, rescata surcos que llegan a
fecharse tres años atrás -lo cual le ayuda a dar pie en bola. “Celebrar
Aniversarios” y “Noche” rompen fuegos en accesible y correlona clave shoegazing,
empapada de cierta retórica indie (“Ya No
Andas En Patineta/Y No Querés Salir A
Visitar A Tus Amigos/Ya No Festejas
Tus Cumpleaños/Sólo Querés Quedarte
Componiendo Tus Canciones”). La mezcla de estudio premia a las quebradizas
guitarras, cuyos arpegios combustionan encerrados en un iglú. Mas fuera de su
vitalidad, y del hecho de adscribir al romanticismo melódico en forma y
contenido, no queda mucho por decir.
El verdadero inicio
de Congelado es “Haceme Olvidar”, número
más reflexivo y agridulce que sube los rangos noisicos y trastoca en sofocante
la indómita caricia del vendaval. Es éste, de otro lado, el punto de apoyo
sobre el que Nax se aviene a crecer. Verbigracia “Hechos De Agua”, que retoma
la fórmula inicial, sólo que volcándola de lleno hacia la senescente murria de
los días otoñales. Algo similar ocurre con la sucinta “Luna”, mientras que
“Ángeles De Hielo” opta por tempos más serenos.
En el último
segmento del disco, Castello y compañía equilibran todas las variables, desplegándolas
en su justa posición. La sección rítmica por fin emerge a la superficie,
imprimiendo convincente su huella en la psique del/de la escucha. Los giros
melancólicos de las vocales pasan de modo greca a modo viñeta, tal cual lo
consiguiesen en “Hechos De Agua”. Las eléctricas resplandecen en ejecuciones
que recuerdan a The Stargazer Lilies o Dream Suicides. Así, el rush que arranca
con la preciosa “Girasoles” y termina con el canal homónimo de esta entrega
alcanza su culmen en “Kria”, toma corregida y aumentada del lado B que
acompañase la primera versión single de “Celebrar Aniversarios” (2017).
Por su
caleidoscópico talante, los arreglos ambientales remiten veladamente a gente
como Glaare (darkgaze), Nicholas Nicholas (indie) o Catch The Breeze
(postpunkgaze). Lustre para un plástico al que, es justo explicitarlo, debes
darle un par de oportunidades. Por ahora, Nax consigue aprobar con una jornada
ácida... amarga... triste...
Acicateado tal vez
por el redescubrimiento y nuevo boom del minimal synth, el pop underground empieza
a rastrear con desesperación entre subgéneros aparecidos tras la erupción punk,
esperando encontrar vetas que insuflar de nueva vida; con el consiguiente
aumento estadísticamente improbable de aquello que en paleontología se denomina
“lazarus taxon” -en cristiano, especies (estilos) que se desvanecen durante x
intervalos geológicos (eras mediáticas), y bruscamente reaparecen después.
No es curioso que la
del gothic en su cepa noventas sea de las primeras reanimaciones tentadas.
Después de todo, existe un túnel de comunicación entre el territorio synth y el
primigenio dark (matriz de la que surgió el rock gótico): la coldwave. Sí es curioso,
en cambio, que el resucitado haya obtenido gran acogida en aquestos rumbos del
orbe; sobre todo en Colombia (Ferdinand Cärclash, Antiflvx, Cimientos Fecundos)
y en México (Stockhaussen, E N T R E M E N T I R A S, Macedonia, El Ojo Y La Navaja...),
como atestigua la nómina de InfraVox Records (Perú). Del país de las enchiladas es también Das Leiden, individual de Daniel Rossier que debutase en marzo del 2019
con el sencillo “Suffering”.
Wounds (marzo del año en curso) se balancea entre
el EP y el mini-álbum. Dada la naturaleza esencialmente sintética de la
artillería que desdobla el músico, el registro desprende desde su efímera
apertura “Purcell” un sabor similar al del electrodark de The Shroud o The
Electric Hellfire Club. Similar, no idéntico: conforme se suceden composiciones
como “Blood”, “Absinthe Drunk” o “Once Again I Sacrifice”; Das Leiden incorpora
la herencia de ese gothic cosecha 90s que, teniendo como principal referente a
The Sisters Of Mercy, se dejaba seducir por el metal y el industrial.
No obstante, es
recién con “Fühlen (Sentir)” y el single ya publicado -rebautizado “The
Suffering (Das Leiden)”- que se consolida el proceso de desafectación que
Rossier pusiese sobre el tapete tras los primeros acordes. El azteca desmonta el
modelo noventero extirpándole esa ampulosidad que terminó devorándolo,
desechando la recargada aparatosidad que lucía, simplificando y dinamizando su
sonido. Para cuando el láser recorre “The Suffering...” y “Fühlen...”, de la
teatralidad inherente al género no quedan ni las virutas.
Estimo que Wounds debe ser de las primeras placas minimal
goth que nos reservan los calendarios venideros. Pese a las incógnitas
penumbras que rasgan las gélidas coreografías maquinales propuestas por Das
Leiden, el camino todavía es largo, de cualquier modo -aún le falta evitar
resbalones como “In The Distance”, cliché a más no poder.
Sólo ha
transcurrido un bienio y Sexores vuelve con nuevo episodio discográfico, quinto
de su caminar si se contabilizan los mini-LPs Amok & Burnout (2011) y Red Rooms (2016). Todavía resuena en estos tímpanos East / West (2018), díptico en formato vinilo que explorase
respectivamente las facetas experimental y pop de la querida agrupación
ecuatoriana afincada en México. Este contraste de perspectivas no desaparece en
Salamanca, pero sí es sublimado
debido a varios factores. El más evidente de éstos es su extensión, pues la
nueva criatura no es doble.
El más trascendental,
inequívocamente, es el bifronte concepto que el dúo ha asumido a consciencia y trabajado
durante muchos meses. En efecto, Emilia Bahamonde (a) 2046 y David Yépez (a) 606
realizan una meticulosa investigación sonora acerca de macabras mitologías paganas,
tanto tradicionales -entiéndase folklóricas- como pop -entiéndase las provistas
por el cine-. Y lo hacen centrándose en el protagonismo que, en torno a estas
historias, recae sobre las brujas.
Otro factor
determinante ha sido el de la tecnología. Sabido es que la dupla siempre se ha
apoyado en ella. En Salamanca, la
aborda empleando software libre, lo que imprime en el largo una técnica más cerca
del ingenio y la creatividad que de la disponibilidad tecnológica de avanzada.
Más punk -una arista que suma al momento de encarar el contenido polisémico de Salamanca, esférico que también acusa
trazas de bipolar.
Sí, porque la
disparidad de temas se sucede sin tregua, pese a estar el viaje dominado por
innegables matices oscuros. La faceta experimental del binomio se materializa
desde el fugaz intro de “Aqueronte” (el más conocido de los ríos que atraviesan
el inframundo helénico), y se robustece en piezas como la pesadillesca “Death
By Burning” (calando la turba que ocasionaba cualquier ajusticiamiento
medieval), “Posism + Tiraclaurism” (retorcida programación sintética que inserta
a modo de coda un fragmento de “El Beso Que Te Di”, del dueto uruguayo Los
Olimareños), la densa “Crapaud” (oscura y monocorde, agregaría) o la canción
titular (un genuino aquelarre babélico).
La faceta digamos
pop -léase la más accesible- de Salamanca
no llega a ser ni tan cacofónica ni tan lúgubre como su contraparte
experimental, si bien sus logros no son menores. La maravillosa “Volantia”
avisa que el dream pop/shoegazing y la electrónica preservan su lugar central
en la dialéctica del tándem. En adelante, éstos y otros códigos serán moldeados
por el timing percusivo: así lo corroboran el medio tiempo de “Hannya”
(participa nuestra compatriota Noelia Cabrera, de Kusama, Blue Velvet e
Isolation Project; guiño de carambola a Onibaba),
el dream pop vigorizado de la veloz “The Depressing Sounds Of The Witch”, la
estupenda semi-balada “Mistress Of The Marble Hill”, el electrogaze de “Nos Lo
Dijo La Serpiente” o la sofisticada “Madre” (delicada melodía al piano con la
distorsión racionada).
La travesía ofrece dos
ocasiones en que ambas facetas se cruzan, produciendo ambientes de tensión
épica. Tanto en “Decretism” como en “Lámpades” (consagrada a las deidades que
acompañaban el séquito de la triforme Hécate), el shoegazing, el dark, la
electrónica y la atonalidad chocan frontalmente. La colisión provoca prodigios:
la luz, lo experimental, el pop, la lobreguez; conviven e interactúan por escasos
minutos. Poesía enajenante ahogada en saudade, que sólo en uno y otro caso
resiste ser filtrada y refractada.
Espero que Salamanca traiga a Sexores otra
vez por estas tierras, y nos permita disfrutar de su consabida presentación en
directo, cuando todo este chongo pandémico sea un mal recuerdo. Siempre es un
placer verles.
Hákim de Merv
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