(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 29 de junio del 2022.)
Tras el rebautizo que sufriese, al interior de la hoy denominada Universidad Nacional de Música se creó el Laboratorio de Música Electroacústica y Arte Sonoro -apéndice cuya finalidad central es fomentar y difundir el trabajo de las nuevas generaciones de compositores/as electroacústicos/as en el país, esto es aquellos/as que recorren los aleros más distantes de la arquitectónica academicista, casi siempre confluyentes con los extrarradios del pop contemporáneo.
(Breve resumen: en un principio (1955), el pitagórico término que rescataran los franceses Pierre Schaeffer y Jérôme Peignot aludía a composiciones creadas pensando en su difusión a través de altavoces/altoparlantes, descartándose toda ejecución en directo. Dichas composiciones partían de sonidos de ascendencia electroacústica, como los de la música concreta y de la música electrónica anterior al acaecimiento de Kraftwerk. Con el tiempo, el uso de “acusmática” se extendió más allá de las condiciones físicas/ambientales de su reproducción, englobando por igual aquellas sonoridades de las que se servía.)
Descontando su naturaleza insular, cuyo antecedente más inmediato acaso sea la obra de Renzo Filinich (a) Metástasis (peruano ya hace muchos años radicado en Chile), ¿logra Tierra... provocar inquietantes reacciones corporales/tensar un buen rato las neuronas? La verdad, sólo a medias. Toda vez que se cimenta sobre dialécticas próximas al avant garde, la cosecha recogida muestra frutos concebidos en el seno del ruido, bajo el signo de la cacofonía. Ahí nomás, la tarea está hecha al 50%. El problema radica justamente en el otro 50% -porque Tierra..., que algo tiene de arqueología sonora y de re-síntesis, de instrumentación orgánica y de digital, no puede presumir de muchas ni mayores sorpresas.
Cierto, en ningún lado está escrito que cada nueva creación de tal o cual artista deba ser forzosamente una vuelta de tuerca. Aquí, lamentablemente, se trata de un colectivo que debuta en cancha asegurando más que arriesgando. El modo en que Jacqueline Reyes, Naid Cruz o Yemit Ledesma recontextualizan las astillas sónicas seleccionadas, por ejemplo; da lugar a collages donde previsiblemente son priorizados/ensalzados los motivos vernáculos, utilizando fórmulas poco perspicaces. No es que suenen mal o que apelen a una vindicación de sensibilidades altoandinas que ha devenido en lugar común, sino que no percibo en juego una intención de ir más allá. Por suerte lo mismo no ocurre en la segunda mitad de la jornada, con Wendolyne Guerra, y sobre todo con Claudia Sofía Álvarez y Alexandra López Barrionuevo. Más imaginativas, encarando con sagacidad los procesos de tape recording, menos propensas al pintoresquismo tradicionalista; estas féminas arriesgan virulentos -cuando no tétricos- maridajes de músicas electroacústica y concreta, desapacibles improvisaciones donde la tímbrica se entorna con frenesí hacia el Lado Oscuro (notoriamente en “Femenino Urbano” y en “Harawi Arwi”), técnicas como el cut-and-replace o el pitch-bending descalibradas para ensayar-descubrir-y-aprender sobre la marcha (“Danzayar”).
Es ahí donde el contingente de Tierra... tiene que hundir el arado, donde el futuro luce ciertamente promisorio. A no comer ansias: todavía le quedan sus buenas zancadas de trecho por recorrer, antes de alcanzar la ansiada madurez.
En cuanto a especificaciones técnicas, ambos títulos han sido registrados en una Akai GXC-38: cuatro canales, reducción de ruido tipo B, factor de distorsión del 2% -salvo “Dis/Per/So/Ciado”, proveniente de una multitrack TASCAM Porta 03. La diferencia entre ellos reside, pues, en el desarrollo estético. Habiendo dormido [elsilencioeselgrito] el sueño de los justos desde inicios del ’21 (según sumilla colada en BandCamp), y mostrando éste un desenvolvimiento sustancialmente superior al de su antecesor, cabe preguntarse si es correcto afirmar que el alias de Alberto Carbajal no deja de avanzar y/o crecer -cuando aquello que se presenta como nuevo es en realidad anterior a lo que le precede. Queda por alegar, empero, si el disco estrenado este año ha pasado por algún proceso posterior; para validar o descartar la idea de una evolución sostenida. Asevera el capitalino que por allí van los tiros, cuando datea que redondear el largo le tomó poco más de un año.
Paltas cronológicas a un lado, el programa de [elsilencioeselgrito] no sólo consolida las mutaciones que //Textura... aventuraba, sino que diversifica el estilo de Habø superponiendo porfiadas resonancias de psicodelia impresionista marca Spacemen 3 o Loop sobre las enseñanzas de la Berlin school y del synth punk a lo Suicide que el autor norconeño pusiera en práctica. De una evidencia refulgente en el minimalismo iterativo de “Inter.Abismos”, esas huellas también pueden rastrearse en el áspero pulso imperturbable de “Pies A/Tierra” o en el nudoso synth de “Ørquesttta”. La adición de este ingrediente estilístico acaba reconviniendo al acto limense como versión infinitamente más prolija del tándem Vega/Rev, y aún así no menos distópica.
Sigue siendo la de Habø, no obstante, una música totalmente sintética; cariz que “Dis/Per/So/Ciado” y “Oceánico Y Solar” acaban reafirmando. Con ellos, asimismo, despega por completo el éxodo iniciático de Carbajal hacia la Iluminación. Hermana el primero contados pero furibundos riffs de teclado a futuristas frecuencias/secuencias, soliviantando una atmósfera recargada de electricidad a punto de reventar. Hace gala el segundo, en tanto, de ¿sintetizadores? ¿osciladores? abusados hasta el desgaste, para finalmente transfigurarse en una suerte de barroco dronic techno con que zambullirse en la negrura material del espacio exterior.
Si no fuera por algunos errores menores -el canal derecho de la grabación se sobresatura en más de un punto mientras suena “Ørquesttta”, algunos fade-outs están tijereteados a la mala-, gracias a [elsilencioeselgrito] ya podría Habø contarse en la avanzada nü synth de la escena independiente peruana, al lado de Blue Velvet, Juan Nolag o AtomoSynth. En otras palabras, habría trascendido su liga distrital de origen para acceder a torneos de alta competición. Faena casi redonda. De todas formas, es el suyo un álbum a tener en cuenta entre lo mejor que va deparándonos este 2022.
Hákim de Merv
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