jueves, 22 de febrero de 2024

Ruri: Ruri Demo (EP) // Troek: Intitulado // Prado: Overload EP // Sofia Kourtesis: Madres

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 14 de febrero de 2024.)

LOS DISCOS PERUANOS DE 2023 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (III)

Un tanto elusivos -cuando no tímidos- los chicos de Ruri. Formada en el ‘22 la banda, que se define a sí misma como “post pandémica”, ésta sólo condesciende a una cuenta en Instagram que provee de muy limitada información. Hay un poco más de chicha en la cuenta BandCamp, básicamente referida a los géneros que le sustentan, por lo que habrá que seguir acreditando a los integrantes usando sus nombres de pila: Rodrigo (primera guitarra), Yamile (Olivas, voz y segunda guitarra), José (baquetas) y David (Acuña, bajo).

Da la impresión de que Ruri -“desde adentro” o “del interior”, en quechua- últimamente se ha venido fogueando mucho en directo, habida cuenta de los recientes comentarios entusiastas que ha captado el radar. No he tenido todavía ese placer, aunque sí les he escuchado su primera publicación (29/12), que responde al escueto nombre de Ruri Demo (EP). Son en total cuatro cortes, compuestos y grabados por el grupo, que respiran entre el noise rock de los segundos 80s y el cajón de sastre alternativo de los primeros 90s. Obvio, se permiten un par de veces traspasar los propios límites.

La prueba palmaria de esa inquietud por probar otros sabores es “Héroes Muertos”, apertura del registro. En ésta su principal carta de presentación, el cuarteto le hinca el diente al primigenio dark rock con una performance espléndida. Yamile imposta su voz como emulando a la de Siouxsie Sioux para entonar bonitas figuras literarias del tipo “Santos Que Emergen En El Aire” y “Templos De Naipes Que Crecen Destrozados”, mientras el resto del line up luce contundente. Igual de formidable es “La Bomba”, si bien aquí el lúgubre input se disuelve adicionando guitarras más noventeras -la curiosa conjunción me hizo pensar durante breves instantes en el Porno For Pyros del debut (o en el unigénito mini-álbum de Psi Com).

De otro lado, “And I Try” y “Fucking Teenagers” son demostraciones de lo bien que le sienta a Ruri adherirse al output del modern rock. De hecho, se le percibe más en su medio ambiente natural que cuando recula al decenio anterior. No experimentan ni con la singladura ni con la discografía de la época para practicar ingeniosas vueltas de tuerca, algo perfectamente válido por dos razones: 1) lo suyo no es la experimentación, y 2) la “maqueta” vibra con esa energía característica de quien compensa falta de experiencia con toneladas de lúcidas furia y juventud. Interesante arranque, al que sólo opongo un reparo -el bajo necesita chambear ingentes horas extra.

Bastante peculiar la puesta de largo de Troek, identidad que asocia a Alfonso Noriega (El Otro Infinito, Puna) y a Jorge Rivas (Ionaxs, Philkophillips, Puna), de la que ya habíamos paladeado una muestra de su accionar en el lado B de Seven 7’’. Allí anida “Primer Mensaje Desde La Niebla”, masa noisica en combustión espontánea que se angosta crispada por fantasmales progresiones electrónicas. Existen en el LP muchos indicios de (in)armonías isomorfas, si bien los hay también muy distintos en el curso de sus 30 minutos.

Y es que parece agitarse en Intitulado una urgencia por recalcar los contrastes, por atizar los contrapuntos. En una esquina, son acogidos surcos susceptibles de asimilarse a los rasgos de “Primer Mensaje...” (también incluido aquí), como el número titular, el cegador audioextremismo de “Reminiscencias” y sus programaciones en fase larval, el luminoso éter binario de “Miles De Cuerdas” y sus picapedreras pulsaciones percutantes... En la otra esquina, tracks mucho más despojados de la obsesión por el Volumen, como las lluviosas líneas de feedback de “Un Hoyo De Sombra En El Techo” y su ausencia de secuencias, o la brumosa cajita de música que encarna “Cassette Del Ático”. Cierto, no hay motivos para afirmar proporción equitativa alguna, o al menos un timing reconocible, que fomente esos contrapesos. Éstos igual acaecen, empero.

Encuentro que lo más valioso de disco y proyecto es el acopio de géneros de que se sirven para bordar una obra repleta de ambientaciones contingentes y resonantes landscapes surrealistas, llena de lóbrega arquitectura sónica y de enigmáticos onirismos. Mejor aún, el logro definitivo de Troek radica en la redefinición de estos mismos géneros para terminar siendo fagocitados por dos grandes bolsones de estéticas hegemónicas en la placa: la de un ambient en continua polución/degradación, y la de una suerte de bliss out que se debate entre la hidrólisis y la condensación. La electrónica experimental, el minimalismo, el dark ambient, la drone music: tarde o temprano, estos códigos son forzados a acelerar su cariocinesis para evolucionar y caer bien en un campo, bien en el otro. A veces, en los dos.

No queda mucho más por decir de este Intitulado. Sus voces, sus teclados, sus disonancias; tienen un efecto evanescente. Pese a ello, esta característica se pierde rápido en el horizonte cuando el canal se agita con la distorsión de sus componentes. El CD se conmociona, entonces, bajo el trauma de estos cataclismos continentales que se salen de escala. Con cuadros así de contradictorios, deconstruyendo sin cesar el perfil del binomio, ¿hay algo que quede indemne, de lo cual partir? Sí: la impresión subjetiva del/de la escucha. Para free download, como siempre desde los bytes de Chip Musik.

Gracias a Machines EP, me topé con la arrebatadoramente insolente música del joven maese Nicolás Prado. Algo tarde, eso sí: en el extended, primera referencia para una escudería de renombre (Buh Records), el avezado retoño de Andrés Prado y Paloma La Hoz se revelaba como paradigmático nativo binario que había absorbido -con prestancia y entusiasta voracidad- las soberbias lecciones impartidas desde las vanguardias electrónicas de fin-de-siècle​.

En comparación con el antedicho título (sale en noviembre del ‘22 y lo reseño ocho meses después), ahora pesco más pronto Overload EP (diciembre), de nuevo respaldado por Buh. Con enorme satisfacción, compruebo que lo de Prado se mantiene firme en cruzada mega-distópica y ominosamente cyberpunk hacia la consolidación de lo que él mismo ha catalogado como “webcore” -término bajo el cual el individualista tritura noise digital, ambient emponzoñado, IDM de espectro sórdido y artcore delirantemente maníaco.

Verifico, asimismo, que el énfasis del EP extiende la hegemonía del breakcore que Prado mostrase en el episodio anterior. “Lost Data” es una pista que abreva en el imaginario apocalíptico del intelligent techno más oscuro, y sin embargo no hace falta escarbar gran cosa para encontrar un ritmo roto abriéndose paso por entre su médula. En “Malfunction”, en cambio, no hay rastro de junglismos. Desde “Particle Collision” y hasta que finalice el extended, el drum’n’bass en modalidad bersek no se ausentará ni medio minuto.

El breakbeat disparado a mil por hora de la fugaz “Hysteria” y sobre todo de “Particle Collision” remite ciertamente a los gloriosos días del techstep, cuando su mecánica era descrita como “mitosis del sonido” -y de hecho, los bpms en Overload EP sugieren la velocidad devoradora de una asesina metástasis agresiva. En el epónimo asalto de cierre, por otra parte, volvemos a hacer frente a una mixtura similar a la de “Lost Data”; de proporciones equivalentes, siendo la IDM la más pintada, pero donde el jungle se niega a desaparecer. Epílogo cumplidor para un artefacto bastante más corto que el anterior -apenas 11 minutos y sencillo, mi único reclamo.

Muchas cosas pueden escribirse sobre Sofia Kourtesis, ahora que la peruana residente en Alemania de padre griego ha cosechado mayor reconocimiento a propósito de Madres (‘23). Podría alegarse que no es éste realmente su estreno en 33 rpm, ya que ni Sarita Colonia (‘19) ni Fresia Magdalena (‘21) ni su epónimo registro (‘19) son de corta duración, ni mucho menos llevan incorporada -implícita o explícitamente- la clasificación “EP”.

Podría deliberarse igualmente si lo suyo es el mero diletantismo house, o si abraza el hechizo marca Chicago y derivaciones premunida de auténtica convicción. O si en el revuelo que ha causado tras su aparición (This Is It EP, ‘14), jugó papel no menor su linaje, “exótico” a ojos de la prensa sonora del Primer Mundo. Cualesquiera sean las polémicas desarrolladas a partir de tales preguntas, hay una circunstancia imposible de poner en entredicho: a saber, que Madres se ha editado -lo mismo que el extended homónimo- gracias a los buenos oficios de Ninja Tune, la legendaria plataforma independiente fundada por los Coldcut entregada en cuerpo y alma al evangelio del trip hop y del scratching. Que ello ocurra con una artista como Kourtesis habla a las claras de lo flexible que ha devenido la filosofía de los Atunes Ninja con el correr de los años.

A decir verdad, Madres, y por extensión toda la producción de la DJ disponible en Internet salvo Spotify; me remite al celebrado Café Inkaterra (‘04) de Miki Gonzáles. “¡¡¡¿¿¿CÓMO???!!!”. Sí: no porque la música de Sofia se asemeje a la que vertiese Gonzáles en el volumen con que se ¿“reinventó”? como músico electrónico, sino porque Madres es un plástico resultón. Tiene accesibilidad y pegada, es efectivo en traducir los descubrimientos del house y variantes a formatos netamente pop, sus melodías gestionan con estoicismo los densos estados de ánimo que la autora atravesó durante el período de composición -dominados por el delicado estado de salud de su progenitora, diagnosticada con cáncer cerebral.

Madres es, pues, un disco de puntos medios. Estructura ósea, tendones y cartílagos llevan indeleble el sello del house; mientras que el ADN de su carne, de su sistema linfático y de sus órganos es compatible con el four-on-the-floor que saltó a conquistar el mundo desde la Ciudad de los Vientos. Si “Moving Houses”, por ejemplo, es un lento infestado de scratch y privado del más elemental armazón de beats; “How Music Makes You Feel Better”, “Habla Con Ella” y “Funkhaus” tienen enredadas las genealogías del tech house y del big beat. Si “Madres” y “Si Te Portas Bonito” coquetean con las cepas chill y acid sin renunciar a la mirada pop, en “El Carmen” la peruano-griega se deja seducir por la musicalidad afroperuana, asistida por Miguel Ballumbrosio y “patrocinada” por el sampleo de “Beto Kele (Nosotros Somos)” de Novalima. Si en “Estación Esperanza” el gravoso bombo se revela más funk que nunca (incluyendo a Manu Chao, que aquí está SAMPLEADO, no participando de), en “Cecilia” los golpes uptempo y los claps se sienten más cerca de un cóctel disco-soul.

Rodaja resultona, entonces. Funciona tanto para perderse dentro suyo como para utilizarla de soundtrack realizando cualquier labor física. Rescato asimismo las sinceridad y transparencia de Sofia, quien se abre y expone en cada uno de los diez rounds de Madres. Simpático esférico, con no pocos pasajes in extremis radiantes.

Hákim de Merv

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