(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 14 de febrero de 2024.)
LOS DISCOS PERUANOS DE 2023 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (III)
Da la impresión de que Ruri -“desde adentro” o “del interior”, en quechua- últimamente se ha venido fogueando mucho en directo, habida cuenta de los recientes comentarios entusiastas que ha captado el radar. No he tenido todavía ese placer, aunque sí les he escuchado su primera publicación (29/12), que responde al escueto nombre de Ruri Demo (EP). Son en total cuatro cortes, compuestos y grabados por el grupo, que respiran entre el noise rock de los segundos 80s y el cajón de sastre alternativo de los primeros 90s. Obvio, se permiten un par de veces traspasar los propios límites.
De otro lado, “And I Try” y “Fucking Teenagers” son demostraciones de lo bien que le sienta a Ruri adherirse al output del modern rock. De hecho, se le percibe más en su medio ambiente natural que cuando recula al decenio anterior. No experimentan ni con la singladura ni con la discografía de la época para practicar ingeniosas vueltas de tuerca, algo perfectamente válido por dos razones: 1) lo suyo no es la experimentación, y 2) la “maqueta” vibra con esa energía característica de quien compensa falta de experiencia con toneladas de lúcidas furia y juventud. Interesante arranque, al que sólo opongo un reparo -el bajo necesita chambear ingentes horas extra.
Y es que parece agitarse en Intitulado una urgencia por recalcar los contrastes, por atizar los contrapuntos. En una esquina, son acogidos surcos susceptibles de asimilarse a los rasgos de “Primer Mensaje...” (también incluido aquí), como el número titular, el cegador audioextremismo de “Reminiscencias” y sus programaciones en fase larval, el luminoso éter binario de “Miles De Cuerdas” y sus picapedreras pulsaciones percutantes... En la otra esquina, tracks mucho más despojados de la obsesión por el Volumen, como las lluviosas líneas de feedback de “Un Hoyo De Sombra En El Techo” y su ausencia de secuencias, o la brumosa cajita de música que encarna “Cassette Del Ático”. Cierto, no hay motivos para afirmar proporción equitativa alguna, o al menos un timing reconocible, que fomente esos contrapesos. Éstos igual acaecen, empero.
No queda mucho más por decir de este Intitulado. Sus voces, sus teclados, sus disonancias; tienen un efecto evanescente. Pese a ello, esta característica se pierde rápido en el horizonte cuando el canal se agita con la distorsión de sus componentes. El CD se conmociona, entonces, bajo el trauma de estos cataclismos continentales que se salen de escala. Con cuadros así de contradictorios, deconstruyendo sin cesar el perfil del binomio, ¿hay algo que quede indemne, de lo cual partir? Sí: la impresión subjetiva del/de la escucha. Para free download, como siempre desde los bytes de Chip Musik.
En comparación con el antedicho título (sale en noviembre del ‘22 y lo reseño ocho meses después), ahora pesco más pronto Overload EP (diciembre), de nuevo respaldado por Buh. Con enorme satisfacción, compruebo que lo de Prado se mantiene firme en cruzada mega-distópica y ominosamente cyberpunk hacia la consolidación de lo que él mismo ha catalogado como “webcore” -término bajo el cual el individualista tritura noise digital, ambient emponzoñado, IDM de espectro sórdido y artcore delirantemente maníaco.
El breakbeat disparado a mil por hora de la fugaz “Hysteria” y sobre todo de “Particle Collision” remite ciertamente a los gloriosos días del techstep, cuando su mecánica era descrita como “mitosis del sonido” -y de hecho, los bpms en Overload EP sugieren la velocidad devoradora de una asesina metástasis agresiva. En el epónimo asalto de cierre, por otra parte, volvemos a hacer frente a una mixtura similar a la de “Lost Data”; de proporciones equivalentes, siendo la IDM la más pintada, pero donde el jungle se niega a desaparecer. Epílogo cumplidor para un artefacto bastante más corto que el anterior -apenas 11 minutos y sencillo, mi único reclamo.
Podría deliberarse igualmente si lo suyo es el mero diletantismo house, o si abraza el hechizo marca Chicago y derivaciones premunida de auténtica convicción. O si en el revuelo que ha causado tras su aparición (This Is It EP, ‘14), jugó papel no menor su linaje, “exótico” a ojos de la prensa sonora del Primer Mundo. Cualesquiera sean las polémicas desarrolladas a partir de tales preguntas, hay una circunstancia imposible de poner en entredicho: a saber, que Madres se ha editado -lo mismo que el extended homónimo- gracias a los buenos oficios de Ninja Tune, la legendaria plataforma independiente fundada por los Coldcut entregada en cuerpo y alma al evangelio del trip hop y del scratching. Que ello ocurra con una artista como Kourtesis habla a las claras de lo flexible que ha devenido la filosofía de los Atunes Ninja con el correr de los años.
A decir verdad, Madres, y por extensión toda la producción de la DJ disponible en Internet salvo Spotify; me remite al celebrado Café Inkaterra (‘04) de Miki Gonzáles. “¡¡¡¿¿¿CÓMO???!!!”. Sí: no porque la música de Sofia se asemeje a la que vertiese Gonzáles en el volumen con que se ¿“reinventó”? como músico electrónico, sino porque Madres es un plástico resultón. Tiene accesibilidad y pegada, es efectivo en traducir los descubrimientos del house y variantes a formatos netamente pop, sus melodías gestionan con estoicismo los densos estados de ánimo que la autora atravesó durante el período de composición -dominados por el delicado estado de salud de su progenitora, diagnosticada con cáncer cerebral.
Madres es, pues, un disco de puntos medios. Estructura ósea, tendones y cartílagos llevan indeleble el sello del house; mientras que el ADN de su carne, de su sistema linfático y de sus órganos es compatible con el four-on-the-floor que saltó a conquistar el mundo desde la Ciudad de los Vientos. Si “Moving Houses”, por ejemplo, es un lento infestado de scratch y privado del más elemental armazón de beats; “How Music Makes You Feel Better”, “Habla Con Ella” y “Funkhaus” tienen enredadas las genealogías del tech house y del big beat. Si “Madres” y “Si Te Portas Bonito” coquetean con las cepas chill y acid sin renunciar a la mirada pop, en “El Carmen” la peruano-griega se deja seducir por la musicalidad afroperuana, asistida por Miguel Ballumbrosio y “patrocinada” por el sampleo de “Beto Kele (Nosotros Somos)” de Novalima. Si en “Estación Esperanza” el gravoso bombo se revela más funk que nunca (incluyendo a Manu Chao, que aquí está SAMPLEADO, no participando de), en “Cecilia” los golpes uptempo y los claps se sienten más cerca de un cóctel disco-soul.
Rodaja resultona, entonces. Funciona tanto para perderse dentro suyo como para utilizarla de soundtrack realizando cualquier labor física. Rescato asimismo las sinceridad y transparencia de Sofia, quien se abre y expone en cada uno de los diez rounds de Madres. Simpático esférico, con no pocos pasajes in extremis radiantes.
Hákim de Merv
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