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jueves, 10 de julio de 2025

Ballet Mecánico: Primera Secuencia // Ayarwhaska: Dendritas Oscilantes

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 2 de julio de 2025.)

Luego de un tiempo relativamente alejado de su faceta como músico, estrenó Fernando Pinzás durante el último trimestre del ‘24 Ballet Mecánico, proyecto donde él tiene la última palabra y en el que las colaboraciones son más que bienvenidas. Se establece así una diferencia clave respecto de grupos anteriores en los que participó, como Specto Caligo y los recordados Varsovia. A posteriori de los singles de adelanto “No Cederé” (10/24) y “Testamento” (1/25), BM libera su debut en marzo del presente a través de la discográfica Buh Records.

Mencioné hace un momento las colaboraciones. En esencia, éstas han tenido lugar a la fecha en el rubro de la voz, dándose el caso de tantas vocalistas invitadas -sí, todas ellas mujeres- como de episodios provee el largo, exceptuando la epilogal remezcla de “No Cederé”. La suerte es, en consecuencia, variopinta.

Pinzás ha erigido un opus de synth pop ochentero clásico con debilidad por la decoración Hi-NGR e italo-disco. No siempre es así, por cierto. En canciones como “Fábricas Del Miedo” y “La Memoria Es Un Acto Político”, Ballet Mecánico se enfunda en la piel de la ochentosa electronic body music. Monocordes, cortantes, airadas; las voces escogidas para ambos números -Anabhell y Kat Kathia, respectivamente- calzan de plácemes con la contundencia cuasi industrial y el agresivo synth punk para caderas que ellos encarnan. No es tan simple abordar el resto de Primera Secuencia, sin embargo.

Cuando las programaciones se adelantan un poco a la fecha de origen de su matriz (menos próximas a los 80s que a los 90s), las melodías se hacen más recordables, el delay se aposenta en los lugares correctos, las atmósferas se empañan de melancolía y los teclados se vitrifican hasta traslucirse. Ésa es la mejor performance para las vocales de Luz Cáceres (a) Luxsie (“Mascarilla”), Luminiscencia (“Testamento”) o Noelia Cabrera (“Como La Última Vez”). Emergen efluvios de O.M.D., de Yazoo, de Soft Cell e incluso del primer New Order. Cuando no ocurre tal cosa, sino que se prioriza el esteticismo/efectismo Hi-NRG/italo-disco, aunque los arrestos suenen bien elaborados, carecen de la chispa emotiva de sus pares -y en ese contexto, hacen lo mejor que pueden gentes como Susana Fátima (“No Cederé”) o Laura Rosales (“Rosa Era Inocente”). Por fortuna, esas oportunidades son las menos -para más inri, ubicadas al inicio de la jornada.

El grueso del álbum está, pues, a la altura de las circunstancias. Synth pop contenido de ingente carga emocional tratando simultáneamente de sonar lo más minimal que se pueda, bebiendo a veces del output de El Aviador Dro Y Sus Obreros Especializados (pero no de su divertida retórica). Cuando no, new beat de ecos a lo Front 242 o Neon Judgement, y hasta de unos Nitzer Ebb con las secuencias desmontadas.

El único rato en que se funden todas las variables puestas en juego a lo largo de poco más de 36 minutos es “La Ciudad De Los Incendios”. Su conjunción de Hi-NRG, marcialidad proto-EBM, teclados veleidosos como ellos solos y una voz que se afantasma sin disolverse (Angélica Carlos a.k.a. Elva Cío, camarada de Pinzás en Specto Caligo); le hace merecedor de un espacio insular. No digo que sea la mejor canción del vinilo, sino que es la de sonido como no tiene otra en éste.

Correcto primer paso. Muy artístico y entrañable, también. Para sortear hándicaps y superarse a sí mismo, Fernando debería: 1) equilibrar la balanza en cuanto a estilos de los que se nutre, y 2) pensar en una cantante estable, de registro amplio. Sólo así sacará todo el partido posible de sus potencialidades y conseguirá puntaje perfecto. El de Primera Secuencia va bien para un bergantín que recién zarpa.

Aún no tengo el gusto de conocer a Valentín Causillas. A riesgo de equivocarme, lo alucino alguien todavía con el pellejo verde, coetáneo de Nicolás Prado, de la tropa Haiti Bon Aire o de la mancha de Antibióticos. De todos ellos algo tiene su escueta primera entrega Dendritas Oscilantes, de apenas 26 minutos más sencillo, embebida en desparpajada conchudez con la cual rondar tendencias aglutinadas alrededor de dos cepas entrelazadas: el ruido fecundado por la actitud punk y la fascinación por la distorsión ominosa.

Comienza a sonar “XXX Rated Speed Grindcore” y piensas automáticamente en Leonardo Bacteria, fallecido frontman de Insumisión. No porque Ayarwhaska -alias de Causillas- sea un facsímil del u-ni-per-so-nal de Leo, sino porque la inspiración es clarísima. Mezcla de grindcore y gabber a velocidad supersónica, “XXX...” navega los mismos mares encrespados que el digital hardcore de Insumisión a partir de La Frustración Lo Cubre Todo (2000). Como éste hay varios surcos en la decena que integra el repertorio del cassette, si bien dotados de intros diversas: “Torturados Serán Los Alzados” (cuyo pistoletazo de salida parodia los viejos programas de variedades setenteros), “El Harsh Es Lo Único Que Me Excita” (que de harsh no tiene nada, con sus bpms fuera de control), “Desasosiego” (su engañoso preludio de rock grave y solemne experimenta un quiebre para aplastarte despachando avalanchas de drum’n’bass deforme), “Matas El Pueblo Por El Que Luchas” (sampleos de La Boca Del Lobo y del cleptócrata oriental Fujimori, colándose por en medio de frecuencias que colapsan ante la voluminosa carga que soportan).

Por contraste, hay otros tantos cortes que asoman bastante más convencionales, pese a que Ayarwhaska se las arregla para preñarles de elementos bizarros con que tender vasos comunicantes hacia sus similares del párrafo anterior. El primer ejemplo de ello es “En Colono”, que suena a punk noise de sucio ruido ascendente. Por la misma trocha se desplazan “Memorias Gwiyomi Nyan Cat”, egg punk de desprolijidad absoluta que muta hacia el final en webcore (y cuyo bajo modélico es lo único que sostiene su caótica naturaleza), el inusualmente dilatado “Tres Gallos” (noise rock desestructurado de guitarra aporreada), el cierre “Psykodemia!! (Asko)” (que más parece una unión a la mala de distintos retazos).

Punk + noise + distorsión + gabber, entonces. Tal es la consigna hecha lema por el joven Valentín. Lema que, como suele suceder, no tiende a la uniformidad -y que tiene en Dendritas Oscilantes una excepción para confirmar la regla. Ésta es “Puti Jazz”, pista diminuta que así y todo se da maña para hacer sonar saxos ¿andinos? ¿afroperuanos?, por entre masas asesinas de abyecto noise. La exceptuación -a duras penas- de una experiencia frikeante que pone a prueba, una vez más, tu capacidad de aguante en relación a formas no convencionales de crear música/no-música. Como sucede con Ballet Mecánico, se porta asimismo Buh con la manufactura de la cinta.

Hákim de Merv

jueves, 18 de abril de 2024

C3ntell4: 5avory

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 10 de abril de 2024.)

Constituida durante la segunda mitad del ‘16, Medio Oriente es una discográfica algo autárquica con la que recién tomo contacto. La sede social queda en Santiago de Chile, si bien su radio de acción asoma extendido por todo el país, como lo demuestra la edición en julio pasado de 5avory, debut del viñamarino C3ntell4. Tampoco parece haber fronteras estilísticas (pese a definirse como “sello independiente de música experimental”), ya que la escudería acaba de publicar Plan Obsesivo de Arboretum, en las antípodas de lo que mostrase el individualista afincado en Gran Valparaíso.

La única referencia disponible sobre el background de C3ntell4 alude a un tal Team Yingo, colectivo del que no he podido encontrar la menor seña. Ni falta que hace, ya que 5avory habla por sí solo. Es éste un opus fundado en bpms de velocidades entre maníacas y furibundas, con cuyos efectos “nocivos” Medio Oriente ha deslindado cualquier responsabilidad. La sobreexposición de/a tales zarabandas rítmicas revela casi de inmediato las tradiciones digitales de las que el porteño se alimenta, todas ellas noventeras: el drum’n’bass, su variante caricaturesca conocida como happy hardcore, una relectura demencialmente galopante de lo que se difundió en la región como techno trax centroeuropeo (“909db”), e incluso el gabber tremendista de Angerfist o de Rotterdam Terror Cops.

La abrumadora mayoría del repertorio que dispone aquí C3ntell4 habla de una obsesión enfermiza por la celeridad, no importando si para ello tiene que echar mano de sampleos cotizados a la baja -“Mr. Vain” en “I N33d You”, “Gangnam Style” en “Jorge Wants To Be Hardcore But His Own Mom Won't Let Him​!​!”- o servirse de subgéneros de dudosa reputación como el eurobeat. Eso, por un lado. Por el otro, el unipersonal satura frecuencias y estrangula pistas vocales para redondear el pathos festivo de su música. Bien en concentraciones de frikis y/o gamers, bien en discotecas retro de electrónica mainstream, 5avory cae como pedrada en ojo tuerto -aunque niveles de ruido y distorsión sean demasiado para oídos sin curtir.

En atención al concepto ofrecido por Nicolás Prado, se me ocurre que lo de C3ntell4 no se planta lejos del webcore. Temas como “Jumping Between Cl00uds” o “City Of Nothing” podrían reclamar la etiqueta sin sonrojos. Hay otras composiciones, sin embargo, que no se adhieren al marbete; indicando tránsitos diametralmente opuestos. Una de ellas es “Etherd034”, bastante más pausada que sus pares aunque igual de acerada. La otra es “Night Of Cumbia Dreams”, suerte de cumbia ¿perreada? contundida por astillas de chirriante noise digital. Digresiones que subrayan una saludable ausencia de prejuicios cuando de testear caudales sonoros se trata. Otra cosa, eso sí, es que me cuadre el material escogido -al menos no en el segundo caso mencionado.

El contrapunto perfecto para “Night Of Cumbia Dreams”, propuesto por el propio ex TY: “Sometimes You Just Have To Drink Bolifruta And Keep Going”, que samplea el “drip drip drip drip drip drip” de The Cure en “10.15 Saturday Night” (¿o metasamplea el muestreo super deformed que de éstos hace Massive Attack en “Man Next Door”?).

Hákim de Merv

jueves, 22 de febrero de 2024

Ruri: Ruri Demo (EP) // Troek: Intitulado // Prado: Overload EP // Sofia Kourtesis: Madres

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 14 de febrero de 2024.)

LOS DISCOS PERUANOS DE 2023 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (III)

Un tanto elusivos -cuando no tímidos- los chicos de Ruri. Formada en el ‘22 la banda, que se define a sí misma como “post pandémica”, ésta sólo condesciende a una cuenta en Instagram que provee de muy limitada información. Hay un poco más de chicha en la cuenta BandCamp, básicamente referida a los géneros que le sustentan, por lo que habrá que seguir acreditando a los integrantes usando sus nombres de pila: Rodrigo (primera guitarra), Yamile (Olivas, voz y segunda guitarra), José (baquetas) y David (Acuña, bajo).

Da la impresión de que Ruri -“desde adentro” o “del interior”, en quechua- últimamente se ha venido fogueando mucho en directo, habida cuenta de los recientes comentarios entusiastas que ha captado el radar. No he tenido todavía ese placer, aunque sí les he escuchado su primera publicación (29/12), que responde al escueto nombre de Ruri Demo (EP). Son en total cuatro cortes, compuestos y grabados por el grupo, que respiran entre el noise rock de los segundos 80s y el cajón de sastre alternativo de los primeros 90s. Obvio, se permiten un par de veces traspasar los propios límites.

La prueba palmaria de esa inquietud por probar otros sabores es “Héroes Muertos”, apertura del registro. En ésta su principal carta de presentación, el cuarteto le hinca el diente al primigenio dark rock con una performance espléndida. Yamile imposta su voz como emulando a la de Siouxsie Sioux para entonar bonitas figuras literarias del tipo “Santos Que Emergen En El Aire” y “Templos De Naipes Que Crecen Destrozados”, mientras el resto del line up luce contundente. Igual de formidable es “La Bomba”, si bien aquí el lúgubre input se disuelve adicionando guitarras más noventeras -la curiosa conjunción me hizo pensar durante breves instantes en el Porno For Pyros del debut (o en el unigénito mini-álbum de Psi Com).

De otro lado, “And I Try” y “Fucking Teenagers” son demostraciones de lo bien que le sienta a Ruri adherirse al output del modern rock. De hecho, se le percibe más en su medio ambiente natural que cuando recula al decenio anterior. No experimentan ni con la singladura ni con la discografía de la época para practicar ingeniosas vueltas de tuerca, algo perfectamente válido por dos razones: 1) lo suyo no es la experimentación, y 2) la “maqueta” vibra con esa energía característica de quien compensa falta de experiencia con toneladas de lúcidas furia y juventud. Interesante arranque, al que sólo opongo un reparo -el bajo necesita chambear ingentes horas extra.

Bastante peculiar la puesta de largo de Troek, identidad que asocia a Alfonso Noriega (El Otro Infinito, Puna) y a Jorge Rivas (Ionaxs, Philkophillips, Puna), de la que ya habíamos paladeado una muestra de su accionar en el lado B de Seven 7’’. Allí anida “Primer Mensaje Desde La Niebla”, masa noisica en combustión espontánea que se angosta crispada por fantasmales progresiones electrónicas. Existen en el LP muchos indicios de (in)armonías isomorfas, si bien los hay también muy distintos en el curso de sus 30 minutos.

Y es que parece agitarse en Intitulado una urgencia por recalcar los contrastes, por atizar los contrapuntos. En una esquina, son acogidos surcos susceptibles de asimilarse a los rasgos de “Primer Mensaje...” (también incluido aquí), como el número titular, el cegador audioextremismo de “Reminiscencias” y sus programaciones en fase larval, el luminoso éter binario de “Miles De Cuerdas” y sus picapedreras pulsaciones percutantes... En la otra esquina, tracks mucho más despojados de la obsesión por el Volumen, como las lluviosas líneas de feedback de “Un Hoyo De Sombra En El Techo” y su ausencia de secuencias, o la brumosa cajita de música que encarna “Cassette Del Ático”. Cierto, no hay motivos para afirmar proporción equitativa alguna, o al menos un timing reconocible, que fomente esos contrapesos. Éstos igual acaecen, empero.

Encuentro que lo más valioso de disco y proyecto es el acopio de géneros de que se sirven para bordar una obra repleta de ambientaciones contingentes y resonantes landscapes surrealistas, llena de lóbrega arquitectura sónica y de enigmáticos onirismos. Mejor aún, el logro definitivo de Troek radica en la redefinición de estos mismos géneros para terminar siendo fagocitados por dos grandes bolsones de estéticas hegemónicas en la placa: la de un ambient en continua polución/degradación, y la de una suerte de bliss out que se debate entre la hidrólisis y la condensación. La electrónica experimental, el minimalismo, el dark ambient, la drone music: tarde o temprano, estos códigos son forzados a acelerar su cariocinesis para evolucionar y caer bien en un campo, bien en el otro. A veces, en los dos.

No queda mucho más por decir de este Intitulado. Sus voces, sus teclados, sus disonancias; tienen un efecto evanescente. Pese a ello, esta característica se pierde rápido en el horizonte cuando el canal se agita con la distorsión de sus componentes. El CD se conmociona, entonces, bajo el trauma de estos cataclismos continentales que se salen de escala. Con cuadros así de contradictorios, deconstruyendo sin cesar el perfil del binomio, ¿hay algo que quede indemne, de lo cual partir? Sí: la impresión subjetiva del/de la escucha. Para free download, como siempre desde los bytes de Chip Musik.

Gracias a Machines EP, me topé con la arrebatadoramente insolente música del joven maese Nicolás Prado. Algo tarde, eso sí: en el extended, primera referencia para una escudería de renombre (Buh Records), el avezado retoño de Andrés Prado y Paloma La Hoz se revelaba como paradigmático nativo binario que había absorbido -con prestancia y entusiasta voracidad- las soberbias lecciones impartidas desde las vanguardias electrónicas de fin-de-siècle​.

En comparación con el antedicho título (sale en noviembre del ‘22 y lo reseño ocho meses después), ahora pesco más pronto Overload EP (diciembre), de nuevo respaldado por Buh. Con enorme satisfacción, compruebo que lo de Prado se mantiene firme en cruzada mega-distópica y ominosamente cyberpunk hacia la consolidación de lo que él mismo ha catalogado como “webcore” -término bajo el cual el individualista tritura noise digital, ambient emponzoñado, IDM de espectro sórdido y artcore delirantemente maníaco.

Verifico, asimismo, que el énfasis del EP extiende la hegemonía del breakcore que Prado mostrase en el episodio anterior. “Lost Data” es una pista que abreva en el imaginario apocalíptico del intelligent techno más oscuro, y sin embargo no hace falta escarbar gran cosa para encontrar un ritmo roto abriéndose paso por entre su médula. En “Malfunction”, en cambio, no hay rastro de junglismos. Desde “Particle Collision” y hasta que finalice el extended, el drum’n’bass en modalidad bersek no se ausentará ni medio minuto.

El breakbeat disparado a mil por hora de la fugaz “Hysteria” y sobre todo de “Particle Collision” remite ciertamente a los gloriosos días del techstep, cuando su mecánica era descrita como “mitosis del sonido” -y de hecho, los bpms en Overload EP sugieren la velocidad devoradora de una asesina metástasis agresiva. En el epónimo asalto de cierre, por otra parte, volvemos a hacer frente a una mixtura similar a la de “Lost Data”; de proporciones equivalentes, siendo la IDM la más pintada, pero donde el jungle se niega a desaparecer. Epílogo cumplidor para un artefacto bastante más corto que el anterior -apenas 11 minutos y sencillo, mi único reclamo.

Muchas cosas pueden escribirse sobre Sofia Kourtesis, ahora que la peruana residente en Alemania de padre griego ha cosechado mayor reconocimiento a propósito de Madres (‘23). Podría alegarse que no es éste realmente su estreno en 33 rpm, ya que ni Sarita Colonia (‘19) ni Fresia Magdalena (‘21) ni su epónimo registro (‘19) son de corta duración, ni mucho menos llevan incorporada -implícita o explícitamente- la clasificación “EP”.

Podría deliberarse igualmente si lo suyo es el mero diletantismo house, o si abraza el hechizo marca Chicago y derivaciones premunida de auténtica convicción. O si en el revuelo que ha causado tras su aparición (This Is It EP, ‘14), jugó papel no menor su linaje, “exótico” a ojos de la prensa sonora del Primer Mundo. Cualesquiera sean las polémicas desarrolladas a partir de tales preguntas, hay una circunstancia imposible de poner en entredicho: a saber, que Madres se ha editado -lo mismo que el extended homónimo- gracias a los buenos oficios de Ninja Tune, la legendaria plataforma independiente fundada por los Coldcut entregada en cuerpo y alma al evangelio del trip hop y del scratching. Que ello ocurra con una artista como Kourtesis habla a las claras de lo flexible que ha devenido la filosofía de los Atunes Ninja con el correr de los años.

A decir verdad, Madres, y por extensión toda la producción de la DJ disponible en Internet salvo Spotify; me remite al celebrado Café Inkaterra (‘04) de Miki Gonzáles. “¡¡¡¿¿¿CÓMO???!!!”. Sí: no porque la música de Sofia se asemeje a la que vertiese Gonzáles en el volumen con que se ¿“reinventó”? como músico electrónico, sino porque Madres es un plástico resultón. Tiene accesibilidad y pegada, es efectivo en traducir los descubrimientos del house y variantes a formatos netamente pop, sus melodías gestionan con estoicismo los densos estados de ánimo que la autora atravesó durante el período de composición -dominados por el delicado estado de salud de su progenitora, diagnosticada con cáncer cerebral.

Madres es, pues, un disco de puntos medios. Estructura ósea, tendones y cartílagos llevan indeleble el sello del house; mientras que el ADN de su carne, de su sistema linfático y de sus órganos es compatible con el four-on-the-floor que saltó a conquistar el mundo desde la Ciudad de los Vientos. Si “Moving Houses”, por ejemplo, es un lento infestado de scratch y privado del más elemental armazón de beats; “How Music Makes You Feel Better”, “Habla Con Ella” y “Funkhaus” tienen enredadas las genealogías del tech house y del big beat. Si “Madres” y “Si Te Portas Bonito” coquetean con las cepas chill y acid sin renunciar a la mirada pop, en “El Carmen” la peruano-griega se deja seducir por la musicalidad afroperuana, asistida por Miguel Ballumbrosio y “patrocinada” por el sampleo de “Beto Kele (Nosotros Somos)” de Novalima. Si en “Estación Esperanza” el gravoso bombo se revela más funk que nunca (incluyendo a Manu Chao, que aquí está SAMPLEADO, no participando de), en “Cecilia” los golpes uptempo y los claps se sienten más cerca de un cóctel disco-soul.

Rodaja resultona, entonces. Funciona tanto para perderse dentro suyo como para utilizarla de soundtrack realizando cualquier labor física. Rescato asimismo las sinceridad y transparencia de Sofia, quien se abre y expone en cada uno de los diez rounds de Madres. Simpático esférico, con no pocos pasajes in extremis radiantes.

Hákim de Merv

jueves, 6 de julio de 2023

Solenoide: Casa De Islandia EP // Prado: Machines EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 28 de junio del 2023.)

Buen rato ha que esperaba ver a Solenoide pisar el ruedo por cuenta propia. Le había escuchado en el segundo tomo del díptico articulado por Telúrica y Magnético, de la nómina Trilce Discos (‘20), pero si hay una label con la que estos muchachos se han hecho más conocidos, ésa es Chip Musik Records. Para corroborarlo, basta revisar las compilaciones Lego 13: El Final De Una Década (“Centinela”) y Lego 15: Pulsos De Bosques (“Cartaescu”, sic), editadas respectivamente el ‘19 y el ‘22.

La puesta en corto del quinteto se da finalmente en mayo del presente, recuperándose para la ocasión algunas de las canciones que ya habían visto la luz -obligando, de paso, a reconsiderar algunos juicios vertidos en comentarios previos. Esto porque, con una producción impecable como la que ha concretado el gran Mario Silvania (con la asistencia de Juan Esquivel a.k.a. Juan Nolag), firme y sobre todo límpida; queda en evidencia que los limeños nunca han pretendido ni adentrarse en las pantanosas aguas de la Baja Fidelidad, ni situarse en un contexto post baggy a fin de tentar acercamientos al cajón de sastre indie.

No. Lo de Solenoide es, sin reservas ni ambages, shoegazing de constitución química impoluta. Después de mucho audicionarle, no consigo distinguir en Casa De Islandia EP tintes de otras gamas. Ese supuesto matiz lo fi de “Centinela” debe, entonces, atribuirse a desfavorables condiciones de grabación -sería interesante chequear una versión más pulida del tema, que no ha sido motivo de repesca aquí. Puede afirmarse, además, que en el extended se siente la banda a sus anchas con el medio tiempo. No es necesario apresurarse -y cuando sí, como en “Tiananman” y su “tempo de pie quebrado”, la estructura del opus no se resiente. Fuelle de sobra el que poseen los capitalinos, consecuencia -me arriesgo a suponerlo- del aplicado estudio de los principales referentes de época: Slowdive en primer lugar, Chapterhouse, Swallow, el Bowery Electric anterior al Beat (‘96)...

La contribución de Mario también pesa a la hora de hacer las cuentas. Sin distinguir inéditos de difundidos, los números del EP han adquirido un agradable fulgor apagado, una cálida incandescencia declinante. Es como estar escuchando a los primeros Fleeting Joys, si el combo de los hermanos Loring hubieran sido más afecto a los dúos vocales y tenido una batería más orgánica/incisiva, como la de Renzo López. Es de ponderar, ergo, el verde cortado al ras y mantenido en excelentes condiciones para que Solenoide ruede el balón como en una pichanga verdaderamente amistosa: eficaces dosis de melancolía calibradas con la precisión de un boticario de antaño (“Cartarescu”), el feedback acidulado que espera con paciente timing el momento justo para descerrajar la puñalada desarmante (“Casa De Islandia”), la dinámica evocación que propician hermosos pasajes instrumentales (“Macabea”).

El esférico se apaga con la recitación de Laura Rosales, bajista y vocalista, de un fragmento de La Hora De La Estrella (‘77), último libro de la célebre literata pernambucana Clarice Lispector. Valga esta acotación para subrayar la poderosa impronta literaria que domina actualmente el proceso creativo del grupo. Cierto, es tentador pensar que la palabra “solenoide” es una variación del neologismo “solineide”, que inventase Támira Basallo (Salón Dadá/Col Corazón) y que fuese convertido en melodía por Cocó Revilla para el primer capítulo vinílico de Silvania (Miel Nube Hiel EP). Sin embargo, “solenoide” no es sólo una palabra que existe, sino que asimismo titula la que se considera la obra cumbre del escritor rumano Mircea Cărtărescu. De ahí la denominación de otro de sus cortes señeros, que ha sido oído por el propio autor europeo y recibido su aprobación. Auspicioso inicio, editado por Catenaria Discos, el de la mancha que completan Óscar Chávez (guitarra), Héctor Espinoza (bajo, voz) y Óscar Contreras (guitarra).

Puesto a considerar la larga travesía sostenida hasta aquí, encuentro curiosa la mezcla de sensaciones que me produce reseñar trabajos de congéneres que vinieran al mundo cuando ya quemaba mi primera juventud. Generaciones que sucediesen a la mía han habido muchas, y de ellas han surgido multitud de artistas que han perfilado propuestas interesantes. Pero la diferencia no era toda una vida. Por un lado, si ya con creativos/as de la talla de Silvana Tello me siento bruscamente envejecido, con gente como Attaraxis o Reducidos ese sentimiento se triplica. Por otro lado, atestiguar esas nuevas experiencias y dar fe de sus aportes al desarrollo de las escenas independientes peruanas, me permite ver el futuro mediato con optimismo: quedan leguas por andar sin sentir todavía el cansancio de quien ya se sabe próximo/a a concluir el viaje.

Casi puedo aseverar que Nicolás Prado aún no llega al cuarto de siglo. Machines EP, su lanzamiento de noviembre del ‘22, lo presenta como un neto nativo digital. Techno, ambient, EBM abstracto, ruido, IDM espástico, drum’n’bass expresionista, et. al; se fusionan con violencia y efectividad durante los 9 canales que delinean el extended -corpus multiforme que no implosiona gracias a la piel tatuada de estética gamer que le recubre, y que el músico ha bautizado con un término terriblemente buenísimo: webcore. Esa elección simboliza mejor que cualquier otra cosa el saludable arrebato y la genial conchudez que aún se puede permitir un mocoso de veintipocos abriles.

No obstante, esto no es un catálogo de taxonomías, sino una reseña de música. Así que bien podemos pasar a examinar esta entrega de Prado, tercera según fuentes fidedignas, para constatar si el ingenio lingüístico tiene correlato auditivo. Y sí, el hijo mayor de Paloma La Hoz (12 Garras, Mitad Humana, Thank You Lord For Satan) y del jazzista Andrés Prado ha debido tener buenos profesores. No lo digo por su formación de guitarrista que ha experimentado con el jazz y con el rock, ya que ello no se nota en Machines EP. Lo digo por esos dieciocho minutos y pico donde el mozalbete salta del avant garde de octanaje promedio (“Unsafe”) al sonido de la ciencia-ficción Z que se precipita hacia el new beat (“Digital Hell”). O de una tierra de nadie entre el IDM a lo lado-B de Plaid y trip hop de beat espacioso (“Collapsed System”), a cepas benignas del virus aislacionista (“Invasión”). O de la opacidad apocalíptica de un jungle a lo Ed Rush o DJ Gunshot (“Virus”), al 2-step (“Hedeache”, sic). Viñetas pequeñas (“Error”), rotundas (“Fuel”), imparables (“Chemical Waste”)... Jodidamente convulsas.

Hay un cierto acento en el extended, que orienta a éste hacia los predios del drum’n’bass -el neurofunk de Grooverider por aquí, el breakcore de Venetian Snares por allá-. Paja, pero de momento prefiero el insano balance que Prado ha sabido conjurar en este episodio, envuelto en una malla que muestrea sampleos al por mayor lo bastante deformados como para hacer tarea complicada su desciframiento. Quienes quieran seguirle la pista al promisorio joven, pueden buscar los EPs anteriores, publicados en Spotify utilizando el seudónimo de Blxzey: Distorted Reality EP (‘21) y Stuck In Space EP (‘21). Como yo no uso ese (misio) servicio de streaming, no tengo ni puta idea de a qué demonios sonarán.

Hákim de Merv