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jueves, 10 de julio de 2025

Ballet Mecánico: Primera Secuencia // Ayarwhaska: Dendritas Oscilantes

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 2 de julio de 2025.)

Luego de un tiempo relativamente alejado de su faceta como músico, estrenó Fernando Pinzás durante el último trimestre del ‘24 Ballet Mecánico, proyecto donde él tiene la última palabra y en el que las colaboraciones son más que bienvenidas. Se establece así una diferencia clave respecto de grupos anteriores en los que participó, como Specto Caligo y los recordados Varsovia. A posteriori de los singles de adelanto “No Cederé” (10/24) y “Testamento” (1/25), BM libera su debut en marzo del presente a través de la discográfica Buh Records.

Mencioné hace un momento las colaboraciones. En esencia, éstas han tenido lugar a la fecha en el rubro de la voz, dándose el caso de tantas vocalistas invitadas -sí, todas ellas mujeres- como de episodios provee el largo, exceptuando la epilogal remezcla de “No Cederé”. La suerte es, en consecuencia, variopinta.

Pinzás ha erigido un opus de synth pop ochentero clásico con debilidad por la decoración Hi-NGR e italo-disco. No siempre es así, por cierto. En canciones como “Fábricas Del Miedo” y “La Memoria Es Un Acto Político”, Ballet Mecánico se enfunda en la piel de la ochentosa electronic body music. Monocordes, cortantes, airadas; las voces escogidas para ambos números -Anabhell y Kat Kathia, respectivamente- calzan de plácemes con la contundencia cuasi industrial y el agresivo synth punk para caderas que ellos encarnan. No es tan simple abordar el resto de Primera Secuencia, sin embargo.

Cuando las programaciones se adelantan un poco a la fecha de origen de su matriz (menos próximas a los 80s que a los 90s), las melodías se hacen más recordables, el delay se aposenta en los lugares correctos, las atmósferas se empañan de melancolía y los teclados se vitrifican hasta traslucirse. Ésa es la mejor performance para las vocales de Luz Cáceres (a) Luxsie (“Mascarilla”), Luminiscencia (“Testamento”) o Noelia Cabrera (“Como La Última Vez”). Emergen efluvios de O.M.D., de Yazoo, de Soft Cell e incluso del primer New Order. Cuando no ocurre tal cosa, sino que se prioriza el esteticismo/efectismo Hi-NRG/italo-disco, aunque los arrestos suenen bien elaborados, carecen de la chispa emotiva de sus pares -y en ese contexto, hacen lo mejor que pueden gentes como Susana Fátima (“No Cederé”) o Laura Rosales (“Rosa Era Inocente”). Por fortuna, esas oportunidades son las menos -para más inri, ubicadas al inicio de la jornada.

El grueso del álbum está, pues, a la altura de las circunstancias. Synth pop contenido de ingente carga emocional tratando simultáneamente de sonar lo más minimal que se pueda, bebiendo a veces del output de El Aviador Dro Y Sus Obreros Especializados (pero no de su divertida retórica). Cuando no, new beat de ecos a lo Front 242 o Neon Judgement, y hasta de unos Nitzer Ebb con las secuencias desmontadas.

El único rato en que se funden todas las variables puestas en juego a lo largo de poco más de 36 minutos es “La Ciudad De Los Incendios”. Su conjunción de Hi-NRG, marcialidad proto-EBM, teclados veleidosos como ellos solos y una voz que se afantasma sin disolverse (Angélica Carlos a.k.a. Elva Cío, camarada de Pinzás en Specto Caligo); le hace merecedor de un espacio insular. No digo que sea la mejor canción del vinilo, sino que es la de sonido como no tiene otra en éste.

Correcto primer paso. Muy artístico y entrañable, también. Para sortear hándicaps y superarse a sí mismo, Fernando debería: 1) equilibrar la balanza en cuanto a estilos de los que se nutre, y 2) pensar en una cantante estable, de registro amplio. Sólo así sacará todo el partido posible de sus potencialidades y conseguirá puntaje perfecto. El de Primera Secuencia va bien para un bergantín que recién zarpa.

Aún no tengo el gusto de conocer a Valentín Causillas. A riesgo de equivocarme, lo alucino alguien todavía con el pellejo verde, coetáneo de Nicolás Prado, de la tropa Haiti Bon Aire o de la mancha de Antibióticos. De todos ellos algo tiene su escueta primera entrega Dendritas Oscilantes, de apenas 26 minutos más sencillo, embebida en desparpajada conchudez con la cual rondar tendencias aglutinadas alrededor de dos cepas entrelazadas: el ruido fecundado por la actitud punk y la fascinación por la distorsión ominosa.

Comienza a sonar “XXX Rated Speed Grindcore” y piensas automáticamente en Leonardo Bacteria, fallecido frontman de Insumisión. No porque Ayarwhaska -alias de Causillas- sea un facsímil del u-ni-per-so-nal de Leo, sino porque la inspiración es clarísima. Mezcla de grindcore y gabber a velocidad supersónica, “XXX...” navega los mismos mares encrespados que el digital hardcore de Insumisión a partir de La Frustración Lo Cubre Todo (2000). Como éste hay varios surcos en la decena que integra el repertorio del cassette, si bien dotados de intros diversas: “Torturados Serán Los Alzados” (cuyo pistoletazo de salida parodia los viejos programas de variedades setenteros), “El Harsh Es Lo Único Que Me Excita” (que de harsh no tiene nada, con sus bpms fuera de control), “Desasosiego” (su engañoso preludio de rock grave y solemne experimenta un quiebre para aplastarte despachando avalanchas de drum’n’bass deforme), “Matas El Pueblo Por El Que Luchas” (sampleos de La Boca Del Lobo y del cleptócrata oriental Fujimori, colándose por en medio de frecuencias que colapsan ante la voluminosa carga que soportan).

Por contraste, hay otros tantos cortes que asoman bastante más convencionales, pese a que Ayarwhaska se las arregla para preñarles de elementos bizarros con que tender vasos comunicantes hacia sus similares del párrafo anterior. El primer ejemplo de ello es “En Colono”, que suena a punk noise de sucio ruido ascendente. Por la misma trocha se desplazan “Memorias Gwiyomi Nyan Cat”, egg punk de desprolijidad absoluta que muta hacia el final en webcore (y cuyo bajo modélico es lo único que sostiene su caótica naturaleza), el inusualmente dilatado “Tres Gallos” (noise rock desestructurado de guitarra aporreada), el cierre “Psykodemia!! (Asko)” (que más parece una unión a la mala de distintos retazos).

Punk + noise + distorsión + gabber, entonces. Tal es la consigna hecha lema por el joven Valentín. Lema que, como suele suceder, no tiende a la uniformidad -y que tiene en Dendritas Oscilantes una excepción para confirmar la regla. Ésta es “Puti Jazz”, pista diminuta que así y todo se da maña para hacer sonar saxos ¿andinos? ¿afroperuanos?, por entre masas asesinas de abyecto noise. La exceptuación -a duras penas- de una experiencia frikeante que pone a prueba, una vez más, tu capacidad de aguante en relación a formas no convencionales de crear música/no-música. Como sucede con Ballet Mecánico, se porta asimismo Buh con la manufactura de la cinta.

Hákim de Merv

jueves, 1 de septiembre de 2022

Rafael Cheuquelaf: Camino Interior // Juan Desordenado: Visiones

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 24 de agosto del 2022.)

Aún siendo EP una de ellas, tres entregas concienzudamente chambeadas en cuatro años es muy buena media para cualquier carrera solista cuya andadura no implique desatenciones hacia el grupo matriz (que también alumbrase nueva placa en paralelo). Que éste, más bien, haya servido de modelo para que lo nuevo del unipersonal sea simultáneamente audio y video; no hace sino sacar brillo a ese promedio. Y que una moderada inquietud oriente las evoluciones de aquel íngrimo trajinar, viene a ser algo así como la (temporal) guinda del pastel.

Quince meses después de su habilidosa reinvención synth en Austronáutica, a través de Camino Interior postula Rafael Cheuquelaf una reconversión levemente trip hop. Contemplativa, serena, casi estoica. Cierto que ayuda la reducida extensión del registro, que apenas si excede la media hora, pero también el adoptar narrativas atemporales tramadas desde la propia experiencia vital forjada por una de las geografías más agrestes de la Tierra. Si es éste un rasgo que jamás ha obviado la música del magallánico, ya con Lluvia Ácida o por cuenta propia, aquí gana ¿alturas? ¿simas? antes inéditas.

Lejos de ser una exageración aquello de la filiación Bristol, tras anunciarla algo dubitativamente en “Rumbo Al Horizonte”, ésta queda sentada en “Seres De La Estepa”. Dicha constante sólo cede en “Los Que No Volvieron”, en favor del output electrónico que cultivasen Jarre y sobre todo Vangelis. El crescendo de flautas al declinar las opacidades de “La Guerra Que No Fue”, la críptica densidad de “Habitantes De La Ausencia”, la impresionante soledad ruidosa/ruinosa de “La Sombra De Un Bosque”; sondean el distintivo patrón rítmico del trip hop para dar peso y volumen a una estética que abraza el aislamiento y el abandono de parajes deshabitados, y la melancolía y desolación que de ellos manan.

Al aludir a “Los Que No Volvieron”, decía que no bebe de las mismas aguas que casi todo el repertorio. Su perspectiva, sin embargo, no discuerda de la que siempre proyecta Camino Interior en torno suyo. Ni ese surco, ni los teclados asaltados por arrestos Hi-NRG de “La Sombra...”, ni los momentos finales de “Habitantes...”. El álbum luce tan coherente consigo mismo como el mediometraje homónimo que le acompaña: una lograda sucesión de fotografías realizadas por el propio Cheuquelaf, tanto a color como en blanco y negro. El movimiento de la cámara va de izquierda a derecha y viceversa, de arriba a abajo y viceversa, en zooms in y out; sin despojarse de esa sensación de naturaleza muerta que exhala cada toma.

Camino Interior ha sido cincelado en poco tiempo, prácticamente en semanas. La antigüedad del material de que se compone, en cambio, llega a los días más álgidos de la pandemia. El desaliento que ella infundió en nuestra especie, así como el temor y la incertidumbre, han marcado indefectiblemente la mirada que ahora echamos sobre nuestros hábitats; incluso después de haber logrado controlar la virulencia de la plaga. Esa misma mirada, aturdida, compleja, desasosegada; a fin de cuentas muy humana, que el puntarenense transmite en esta nueva parada sónica. Edita Pueblo Nuevo.

Al ingresar el año a su recta final, como que se hace muy difícil sintonizar todas las estaciones al mismo tiempo, por más que uno/a lo intente de veras. Inevitablemente, algo se ha de escurrir entre tus manos. Estas omisiones involuntarias no son graves si se trata de combos allende las fronteras, salvo que éstos hayan dado pie en bola a sorpresas más que encomiables. Mea culpa, entonces.

Juan Desordenado es el nom de guerre de Juan Pablo Órdenes, músico a cargo de la eléctrica en las bandas Columpios Al Suelo y Maifersoni, así como sesionista/apoyo de María José Ayarza (a) Chini.png (quien colaborase con Adelaida en Animita, actualmente el último opus de los valpeños). Según entiendo, su debut Visiones aparece al promediar noviembre del ’21, y es la diana que escondía bajo la manga el sello Fisura.

Órdenes menciona entre sus referentes al fenecido cellista Arthur Russell, a Sonic Boom y a Ryuichi Sakamoto (Yellow Magic Orchestra). Se queda corto, si puedo emitir opinión al respecto. Sí, hay suficientes pasajes de Visiones embebidos de noise rock como para hablar de dream pop e incluso de shoegazing. Empero, en el disco se percibe al santiaguino menos influenciado por estos géneros que por el indie de los 90s y de principios de la siguiente década. Esa ascendencia es tan apabullante e incombustible, que envuelve al CD en jirones radiantes. A ello coadyuva una admirable maleabilidad en la performance interpretada desde el madero de las seis cuerdas -ejecución llena de grácil delicadeza como en “Arrebol” o en “Vuelo Nocturno” (copada de esa saudade antifolk que el colectivo Elephant 6 convirtiera en marca asociada), lúcidamente festiva como en “Debajo, En La Cueva” (de exultante vivacidad), o impetuosa y potente como en “Corta El Pasto”.

¿Significa esto que el lado baggy de Juan Desordenado queda en rojo? Para nada. Éste aflora en canales como “El Sol”, donde se deja escuchar la susurrante voz de la Ayarza, y el resultado estimula la imaginación alucinándote con una versión serie B de Fleeting Joys. O en el track epónimo, de tempraneros efluvios shoegazing, lo mismo que la coda. Es notorio, así y todo, que el guitarrista se siente más a gusto imprimiendo una telemetría slacker a las composiciones. Los arcos de feedback en una pista como “La Lluvia Que Cae Sobre Las Ciudades De Neón” no consiguen disimular esa sensación a Red House Painters circa 4AD, por ejemplo. Tampoco la placidez risueña de “Debajo...” oblitera el pastrulo rush epigónico a lo Guided By Voices. Y, sin duda, las inflexiones tributarias de Pedro The Lion o los Arcade Fire de The Suburbs (2010) truenan más fuerte que el noise en “Visiones”.

Una jornada preciosa, puntillista y de acabado lo fi, la de Juan Desordenado. No haber prestado oídos en su momento a esta exquisita reflexión sobre el Sonido sería causal de sobra para hacer penitencia mortificando la carne. Por suerte, ya no vivimos en esas oscuras épocas, y siempre valdrá más el “tarde” que el “nunca”.

Hákim de Merv

jueves, 12 de agosto de 2021

Aeon Wave: Neo Synth And Dance Tracks From Lima’s Underground

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 4 de agosto del 2021.)

A pesar de registrarse en redes el 18 de enero del 2020 como la fecha en que inicia operaciones, se me hace complicado establecer la génesis de la plataforma Bestiario Collective. Probablemente el sello nace algún tiempo antes, y poco más de dos meses después sube a su cuenta oficial de BandCamp la primera referencia de catálogo -el sencillo “CYBERSLAVE2050”, de quien sospecho es el principal animador del proyecto, Benjamín Ubierna (a) Zpectrum. El single, no obstante, es anunciado como tercer lanzamiento; a partir del cual se han publicado básicamente 45s virtuales del antedicho individualista. Las únicas excepciones a esa ‘regla’ son el 7’’ “Uplifter Two” de SAIGG (25 de junio) y la compilación Aeon Wave: Neo Synth And Dance Tracks From Lima’s Underground (12 de febrero).

Las principales bondades de Bestiario son indisolubles de las de esa música electrónica que dominó las escenas más próximas al mainstream durante los primeros 90s: el sonido Detroit, el acid techno como primera reacción tras la llegada del género a las costas británicas, las (posteriores) variaciones minimal y ambient, el estilo Birmingham, un poco de hardcore breakbeat, todavía menos de acid house y new beat... Construcciones esencialmente instrumentales donde bombo, clap y hi hat se hermanan al abrigo de patrones 4/4; surcando tempos que van de los 120 a los 150 BPMs, buscando siempre encontrarse con Jack para elevarse a las alturas habitadas por The Shamen, Utah Saints y otros dioses del mismo panteón.

Si no ha sido ésa su intención explícita, Aeon Wave: Neo Synth And Dance Tracks From Lima’s Underground funge de presentación en sociedad para  la bisoña discográfica.  Lejos  de  enfocarse  en  los músicos que conforman la breve nómina de BC -no repesca ninguno de los tracks previamente difundidos-, la compilación convoca proyectos más o menos convergentes con su propuesta, mismos que ceden composiciones inéditas. Esos alias son Server, Blue Velvet, Theremyn_4 y FEM/BOT: los dos primeros colaboran con dos pistas cada uno, mientras que los dos últimos con una por testa. Esto, en lo referente a la primera mitad del disco -la segunda la integran remixes de los seis primeros canales, salvo en el caso de “¿Eres Tú Señor El Que Se Manifiesta?” de Server, que es remezclado en dos oportunidades.

El esférico lo abre Blue Velvet, es decir Noelia Cabrera (Kusama, Silveria) y Antonio Ballester (Server, Silvania). En “Funeral Dance” y “Space Army”, el synth pop del binomio resigna los rasgos minimales exhibidos en In Event Of Moon Disaster (2018) y se vuelca hacia las atmósferas avasalladas por la coldwave. Esta cualidad, sin embargo, es mitigada gracias al acabado entre reluciente y lujurioso que envuelve a ambas piezas. Tratamiento parecido reciben los dos aportes de Server -parecido, mas no idéntico. Si desde un principio el dúo de Ballester y Andrés Pérez se declaró fan del synth pop, el italo disco y la estética Hi-NRG; en “Gynoid” y “¿Eres Tú Señor El Que Se Manifiesta?” se ve afianzada su devoción por el sonido synth y vaporizado el feeling que le tenía al italo disco. En tanto, la variable de teclados llenos de energía casi chillona se manifiesta sólo a través de la apolínea “Gynoid”, mostrando “¿Eres Tú...?” el inopinado rostro dionisíaco, techno, casi EBM de Server.

Distintos a los anteriores son los caminos que trashuman tanto FEM/BOT como Theremyn_4. El primero, tercera dupla participante en Aeon Wave..., está formado por Oman Morí y la artista del theremin Silvana Tello -quien sorprendiese gratísimamente el año pasado con su estreno Circuito. Con FEM/BOT, que ha debutado hace poco en cassette gracias a Trilce Discos, vuelve la Tello a dejarme patitieso: un menestrón de post punk, no wave, kraut rock, synth, darkwave y gradaciones intermedias; recorridas en la resplandeciente “Bestiario” por algo más de cuatro minutos y medio. El segundo, Theremyn_4, practica un rework de “Chambi”; su clásico incluido en el inicial Fluorescente Verde En El Patio (2000). Fuera de remarcar la ornamentación étnica hasta grados sustantivos, no encuentro en la intervención de José Gallo mayor trascendencia.

Reproduciendo el orden en que figuran los seis primeros cortes, desfilan a pie juntillas sus correspondientes remixes, con la excepción de la remezcla extra de “¿Eres Tú Señor El Que Se Manifiesta?” (dispuesta al final a modo de bonus). Este tramo de Aeon Wave... hace hincapié en la supresión de los límites estilísticos que separan  los  subgéneros  electrónicos  cultivados  por la  troupé  de Bestiario Collective,  el  ideal  último  de  esta  mancha.  Así,  Zpectrum  y  Tuff Soul posicionan  sus remixes de “Funeral Dance”  y  “¿ETSEQSM?”  en   aguas  del hard techno,  colmados   de  secuencias  de  cariz  magnetofónico  y  precisión científica -hubieran puntuado más alto sin esos guiños al eurobeat tan popular durante la última década del siglo pasado, que a mí me resulta aún hoy indigesto. Mucho mejor paradas quedan las relecturas de “Bestiario” (Monoperpol, en plan minimal techno), de “Space Army” (Seb, espacioso y ralentizado acid, estilizado y lleno de color/calor) y de “Chambi 2021” (Qosmiqu, en depurada onda global bass).

Punto flojo del artefacto: las dos remezclas de Alejandro Cuestas, sumamente discretas. A “Gynoid” le borra todo lo que le hacía brillar, forzando una sucesión de breaks que pretende ser algo parecido al drum’n’bass pero que se queda lejos de concretar. A “¿ETSEQSM?” le rebaja la oscuridad que le circundaba a estándares de caricatura.

Hákim de Merv

viernes, 18 de diciembre de 2020

Server: Server In Érebo & Éter IV // ÁtomoSynth: Supervoid EP // Marx Factor: Costa Verde

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 21 de octubre del 2020.)

Ateniéndose a las circunstancias fuera de lo común que la pandemia nos obligase a asumir en casi cada actividad humana, la asociación artística peruana Casa Bagre organizó en los primeros meses de cuarentena sanitaria un concierto vía streaming, que reunió a más de 30 artistas visuales, músicos y performers provenientes de siete países. Partícipe del evento, el dúo local Server publicó el registro de su presentación a fines de junio y en modalidad mini-LP.

Dos de las cuatro pistas que abriga Server In Érebo & Éter IV vienen pauteadas en su homónimo extended debut (Buh Records, 2019), “Tecnocacerismo” y “Tecnología Y Trabajo”, aunque este último ostenta aquí el agregado ‘Acid Lima Remix’. El par restante se ejecuta en directo bajo la advertencia explícita de estar aún en proceso de formación: “Italia (’84 Disco Demo)” y “Sexdroid Vs COVID-19 (Demo)”.

Si en Server EP Andrés Pérez y Antonio Ballester inferraban sobre la dialéctica del primer synth pop esa variable Moroder/italodisco henchida de soul futurista y rhythm’n’blues modular, decisiva para el rollo del tándem pero diluida un poquito más de la cuenta, en Server In Érebo... esa estilización retrocede unas cuantas zancadas. Consecuentemente, las bases rítmicas sufren una casi traumática estimulación, equilibrando el synthwave de Turquoise Days o Care y la ígnea marea de pasionales graves que surfean Jackie o el maestro Giovanni Giorgio.

Gracias a una suerte de inesperado efecto colateral, los repasos en vivo de “Tecnocacerismo” y del remix de “Tecnología...” son provistos de texturas más compactas y aplanadoras -incluso diría que punk. En sus pasajes más dulces y naif, “Sexdroid Vs COVID-19...” evoca en la memoria al Dante Gonzáles de Universos Paralelos (2015). Por contraste, en “Italia (’84 Disco Demo)” percibo una mengua del ímpetu que habita ...& Éter IV, al punto de transparentarse éste conforme el track va languideciendo -posiblemente, el cable a tierra de sesión tan intensa.

Se me hacen un tanto indigestos esos fades -in y out- aplicados para separar al canal 1 del 2 y al 3 del 4. Sin necesidad de entender su justificación, son tan evidentes que parecen medio caprichosos.

Compañero de Gonzáles en la disuelta terna El Hangar De Los Mecánicos -sobre la que desafortunadamente nunca escribiré, porque el tercer integrante es un fachoderechista ultraconservador y yo no publicito a esos subnormales-, debería ser el de Alfredo Aliaga un nombre bastante familiar para el consumidor promedio de la escena independiente nacional. Si no por el material que, escondido tras el alias de ÁtomoSynth, ha venido cediendo a compilaciones varias o publicando en CDs de escaso tiraje (y todavía menor difusión); al menos por el prestigio que ha ganado su encomiable chamba como constructor de sintetizadores caseros -al estilo de lo que ha venido haciendo en el campo de los moduladores otro ilustre de los circuitos ajenos al mainstream, Carlos García (a) Zetangas.

Radicado en Lima desde hace ya muchos años, Aliaga inaugura BandCamp propio recuperando el mini-LP AtomSmasher (2018) y estrenando en junio el Supervoid EP. El músico le otorga al último categoría de extended, pese a que sus piezas son lo suficientemente masivas -no bajan de los siete minutos- para que el conjunto bordee los dos tercios de hora. En cualquier caso, ambos títulos confirman lo que sus incursiones en discos colectivos pregonaban con más que diáfana claridad.

Y es que ÁtomoSynth cultiva una especial devoción por el Detroit techno, tan seguidor de los descubrimientos de Cybotron -el usamericano, obviamente- como de las épicas que rubricase Richie Hawtin bajo la piel de Plastikman. Su metafísica relectura del arsenal de beats que generaran los estetas de la Ciudad Motor, su enfoque sistemático/científico, su entusiasta minimalismo dance; convergen en extensos desarrollos de un techno que se ha desembarazado del synth y encuentra mirando al horizonte el amanecer deep house.

Por partida doble, he dejado sentado que los de Supervoid EP son surcos luengos. Esa infrecuente duración, en lugar de cansar, consolida el concepto detrás del extended -se llama “supervacíos” a las vastedades cósmicas entre una y otra galaxia, dentro de los cuales sólo existen el Tiempo, el Espacio, las Partículas, las Leyes Físicas y la Radiación. Son aquellas denominaciones, precisamente, las que volcadas al inglés recibe cada composición de un trip de bagaje viajero, visionario, soñador...

Confeccionado utilizando controladores MiDi, un sintetizador semi-modular ÁtomoSynth Perceptron y un iPad; me encanta el sonido crudo que Aliaga le saca al hardware en el EP. Amigos en común, no obstante, me confían que en lo sucesivo ÁtomoSynth le dará más peso al software. Mientras ello no conlleve una involución, por mí que grabe en la Luna, si le place.

Grata revelación la de Marx Factor, manejada desde el anonimato más estalinista. Lo único accesible online es su cuenta BandCamp: ello induce a pensar que se trata de un proyecto unipersonal, acaso la nomenclatura que utiliza alguien ya conocido/a para dar curso libre a sonoridades de una faceta bien distinta de la usual. Puede que sí como que no.

En su mini-álbum debut, Costa Verde, este acto limeño se echa un clavado allí donde el post rock original y el indie instrumentalmente más esmerado se difuminan el uno al otro. Algunos/as se apresurarán a decir que fue ésa la bendita fórmula inmortalizada para el post rock de segunda generación, el de Bardo Pond o Explosions In The Sky. Esa afirmación no es del todo falsa en MF, que adosa serenas guitarras acústicas a percusiones vivaces (“Toda La Tarde En El Parque”) y a secuenciaciones de una acrobática austera (“Nadie”), construcciones ambas acreditables a émulos exóticos de unos Sigur Rós.

Sin embargo, las esporádicas intrusiones de una electrónica de perfil bajo, que gusta de mirarse en el espejo de Lali Puna (“Coralia” y su cíclico ‘arpegio xilofonmático’ de intermitente glitcheo); me permiten afirmar que los tiros del combo/solista no van por ahí. El pathos irradiado en los cinco acápites de este trabajo es el de una emocionalidad balsámica, labrada con buen gusto, apertrechada en las dosis exactas de cadenciosos “brasilerismos”. Una vital sensación de cálida placidez sensorial, tan reconfortante como el delicioso cansancio que sientes tras una caminata no muy extenuante o un breve paseo en bicicleta.

El único desacierto está referido a la posición de su número más redondo, el que da nombre a la jornada. El deleitable trote remolón de “Costa Verde”, en sincronía con los momentos más dispersos/distendidos/relajados del primer The Sea And Cake, rompe los fuegos de una travesía a la que bien podría haberle bajado el telón. Exquisito entremés. A partir de ahora, el sónar también registrará ese andar.

Hákim de Merv

jueves, 31 de octubre de 2019

Cholo Visceral: Sutilezas EP // Server: Server EP // Ricardo's Blue Shine: Matrix Cósmica EP // Specto Caligo: Distorsiones Óseas

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 23 de octubre del 2019.)

Extrañísimo el viraje que implementa Cholo Visceral en su más reciente producción en estudio, empezando por la alineación. El Vol. II (2016) fue ejecutado por Israel Tenor (guitarra), Arturo Quispe (guitarras, teclado, voces), Joao Orozco (batería), Manuel Villavicencio (bajo, voces), Max Vega (saxo) y Silvana Tello (theremin, voz, percusión; aguardo paciente el debut tras haberle dado vueltas a las pistas adelantadas en su BandCamp). Para Sutilezas EP (mayo), la formación ha quedado reducida a Quispe (ocupándose de la batería) y Villavicencio, a quienes ahora acompañan el tecladista Beto Cerquera y el guitarrista Kevin Lara -quien co-firmó el homónimo paso inaugural (2013). Nótese, además, que es lo primero de ChV sin vientos y con puesto fijo para los teclados. Una y otra característica coadyuvan al tránsito -¿momentáneo?- del combo por la ruta que recorre este sucinto artefacto.

En el telón arriba de “Amanda”, que dura 32 segundos, el cuarteto necesita apenas los últimos 20 para borronear todo residuo de su distintivo sonido ‘power progresssive’. Sustituyéndole, se escucha un murmullo ininteligible como prólogo a trenzadas grecas eufónicas de origen retro -nunca tanto como para volver vista y oído hacia los 70s. Y si al fan promedio de Cholo Visceral puede no sorprenderle demasiado este fugaz intro, “Eros Vaporwave” de cajón lo pesca desprevenido, con su proclama de inédita síntesis entre el progresivo de raíces jazzy y el vaporwave. De este último recolecta su plástica exuberancia ensoñadora, la intensidad con que evoca apacibles sonoridades de antaño, mientras que del primero repesca el eficaz timing de su compulsa capacidad improvisacional. Altamente improbable, semejante unión deviene real gracias a que ChV potencia el swing tan smooth incubado en el filón muzak del vaporwave.

No tan corto como “Amanda”, lo único que hace “Fm” es rendirle honor a su nombre: el notorio dial salta de notas calcadas de “Eros...” a jirones en colisión de las primeras suites de la banda. El final llega de la mano de “Géminis”, casi ocho minutos donde vuelve a aparecer ese excéntrico balance entre prog jazz y vaporwave -si bien rato después de sobrepasada la mitad, el vaporwave se esfuma del todo, emergiendo el sonido clásico de ChV en un plan más liviano (scratch incluido).

Siento una gran curiosidad por saber si esto es sólo una extravagancia que el grupo se ha permitido, o si será la norma sobre la que trabajarán próximas entregas. Ahora, a aplicarle al acabadito de estrenar Live At Woodstaco (su primer álbum en vivo).


Hace siete días aplaudí la determinante colaboración de Antonio Ballester (Blue Velvet) en el nuevo disco de Culto Al Qondor (Electricidad). Me toca hablar de él otra vez, a propósito de Server y su epónimo EP -aunque, la verdad, el opus se prodiga bastante más que un extended.

Server es el alias que bautiza la asociación entre Ballester y Andrés Pérez. Al concretarse (2017), lo hace con el nombre de Videodrome, en inequívoco homenaje a la extraordinaria película (1983) del esteta canadiense David Cronenberg. Influenciados por la electrónica de viejo cuño, ambos músicos comienzan a grabar demos que desembocarán en un primer tema, rescatado como la apertura de su referencia debut.

Es ésta una curiosa mezcla de synthwave de principios de los 80s, de estética Hi-NRG de mediados de la misma década, y de ese sonido 4/4 anabolizado-con-graves-artificiales tan característico del único mago verdaderamente grande que tuvo la repugnante música disco -el maestro Giorgio Moroder.

Maquetado como tour de force (entiéndase tracks entrelazados) y modulado en ocho canales, Server EP es un registro de 32 minutos realizado de una sola toma. El extended sublima la herencia del genio italiano utilizando a tal fin sintetizadores que no cesan de implosionar y/o burbujear, sea que eleven los timbres hasta alcanzar notas que de puro chillonas se convierten en kitsch, sea que desciendan hasta bajo cero al revivir el glacial synth de los precursores británicos. De “Quema Todas Tus Cosas” a “Tecnocacerismo”, un desfile constante y triunfal de circuitería electro secuenciada, coloreada por pedaleras de guitarra. Produce Mario Silvania -Antonio se ha integrado a la nueva formación del célebre grupo-, quien se ha desenvuelto para esta jornada con la mano de un japonés: con profusa producción electrónica, le da al EP un acabado marcadamente austero.


Como asimismo Daniel Dávila (Taneli Lucis), Ricardo Agüero pertenece a las nuevas generaciones de músicos/no-músicos peruanos independientes, inscritas en los frentes de avanzada. En su caso particular, por ahora ha consagrado energías al shoegazing, al post rock y al Ruido; según lo paladeado en el estreno de su unipersonal, Ricardo's Blue Shine.

Aparecido en enero, Matrix Cósmica EP se compone de dos movimientos: “Atardecer” y “Puente”. Gestados ambos sobre palios ambarinos e índigos, son todo menos parecidos. En una esquina, “Puente” es un ejercicio de yuxtaposición abstracta entre reverberaciones de una psicodelia fantasmal y ruido punzante de lesiva sobrecarga, que sólo hacia el epílogo adquiere contornos más clementes en su melodiosidad. “Atardecer”, en la otra esquina, asoma como corolario de una mística sesión de ascesis psicosomática a través del Sonido: el dream pop en que encarna se alimenta de los Cocteau Twins circa Blue Bell Knoll (1988), pero debo decir que termina siendo bastante plano, o al menos así lo hace lucir su prolongado minutaje.

Pese a sentirme más cerca de “Atardecer”, prefiero destacar a “Puente”. Tarjeta de presentación con puntaje promedio, nomás. Veremos cómo evoluciona a partir de ahora.


Last but not least, la de Specto Caligo debe contarse entre las puestas de largo más auspiciosas del 2019. Formado hace relativamente poco (fines del 2017), la cara más reconocible del cuarteto es la de Herrmann Hamann, de los músicos más talentosos que habita la escena independiente peruana del nuevo milenio -colaborador del difunto Leo Bacteria en Insumisión, partícipe de las míticas Trigal Sessions, solista, impulsor de Hamann Y La Luna, miembro de los primeros Cinco Esquinas y de Jacko Wacko... Seguro se me pasa más de un nombre. Junto a Hamann, militan en SC Angélica Carlos, Raúl Vega y el ¿ex? Varsovia Fernando Pinzás. El mote del proyecto viene del latín -“vislumbrar la niebla”-.

Pero, honestamente, más que vislumbrarla es sentirla, olerla, penetrarla, adentrarse en ella. Y más que niebla, es oscuridad prácticamente material. De entrada, arte y título de Distorsiones Óseas -para no hablar de su BandCamp oficial, casi se te desprenden las retinas tratando de visualizar con nitidez el contenido del site- conjuran la morbosa sordidez del industrial de fines de los 70s, la apocalíptica malignidad del post industrial de principios de los 80s. No son, sin embargo, las influencias centrales del grupo; más allá de la angustiante apertura homónima del cassette (para la que Hamann y la Carlos acometen percusiones metálicas dignas de Einstürzende Neubauten). La porción mayoritaria en ese sentido la ocupa una exhibición nada pacata de climas tenebrosos, cortesía del dark-gothic ochentero (Fields Of The Nephilim, Bauhaus y -en menor medida- And Also The Trees), sólo que en clave más minimal y vigorosa.

Las simas del Tártaro quedan expuestas ni bien comienza a firuletear el bajo de Pinzás en “La Danza”, sensación subrayada en la perniciosa “Burden” (¿un guiño a The Wolfgang Press, otra banda clásica de aquellos ‘siniestros’ calendarios?). Y aunque luego el diástole de la cinta entra en una calma ominosa con “Sombras” y “Paralysis”, no más ligeras pero sí menos estremecedoras, Specto Caligo retoma la curva hacia el averno en “Séptimo Sello” y en “Camélidos Endemoniados”; broncos diminuendos donde la guitarra de Vega y las escalofriantes vocales de Angélica -preñada de ayes invisibles- acaban por hundirnos en las tinieblas, a merced de un terror ciego. Magnífico.


Hákim de Merv

miércoles, 3 de abril de 2019

Альянс (Alliance)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 27 de marzo del 2019.)

Menos mal que aún hay ocasiones en las que puedes aprender de algo tan ordinario como un meme. O de lo que te presentan como tal. Me refiero a ese video que se viralizó en redes hace menos de medio año, acompañado del socarrón gorro “el grupo soviético de synth pop que Putin y Maduro formaron en los 80s”, y cuya verdadera naturaleza es la de un testimonio histórico -de los contados que existen de su clase, en relación a la desaparecida URSS.


No es exagerado decirlo. Ahora puede parecernos absurdo, pero en aquellos tiempos la censura aplicada a expresiones (contra)culturales occidentales vigente tras la Cortina de Hierro era cuestión de estado para el régimen de Moscú y sus satélites más próximos. Hoy, pertenezcamos al sector zurdo o diestro en materia política, la libre circulación de ideas es considerada piedra insustituible de toda civilización humana. Negarlo es darle la razón a un reaccionario como Hobbes, que en su obra Leviatán (1561) aconsejaba a la monarquía cerrar las fronteras para que usos y costumbres de otros países no contaminasen al propio.

Espíritus afines a la cultura pop venida del Poniente pasaron, pues, las de Caín durante cerca de cuatro décadas al interior de la CCCP. Son bastante reveladoras a este respecto las dos compilaciones sesenteras SurfBeat Behind The Iron Curtain, publicadas en 1997 (Vol. I) y 1999 (Vol. II). Otro tanto puede decirse de lo que se conoce como “bone music”: cuando el primigenio rock’n’roll empezó a invadir el mundo, fue automáticamente prohibido en la Unión Soviética. El mercado negro allende los Urales reventó no de vinilos importados, sino de copias piratas de los mismos, pues los camaradas de a pie descubrieron que LPs y 45s podían literalmente clonarse usando radiografías viejas. Y aunque un “disco” de éstos dejaba de sonar tras un número no muy elevado de reproducciones, igual representaba la manera más rápida y accesible de poder escuchar la música pop que se facturaba en el Oeste.

Salvo por los SurfBeat..., Rusia nunca ocupó muchas parcelas en esa área de mi cerebro que he consagrado a la Música. Claro, me acuerdo del antecedente de Стас Намин (Stas Namin). Acto formado en 1977 de tintes hard, heavy e incluso prog; llegó a Latinoamérica y se presentó en el Perú (1988) cuando ni la Cortina de Hierro ni el Muro de Berlín habían caído todavía. Previsiblemente vetado en su país de origen, como asimismo su anterior encarnación (Цветы/Flowers), Стас Намин tuvo aquí la automática e indulgente repercusión de su exótico pedrigrí. Sin embargo, su rollo era ya viejo para una década que había hecho del post punk, la new wave y el synth pop sus principales puntas de lanza.


Альянс (Alliance) corrió la misma suerte que todos los rockers nacidos en el seno del Imperio Rojo. Revisando biografías, en un link se deja constancia del decreto de época -1984- que proscribe 39 bandas, catalogándolas como “influencia de la ideología burguesa”. El número 1 lo ocupa, justamente, Альянс -quienes tuvieron que presentarse en algunos festivales con el nombre de маги (Magicians) para sortear la censura. El grupo se forma en 1981. Su principal impulsor, el guitarrista Sergei Volodin, se asocia a Igor Zhuravlev (voz y también guitarra), al baterista Vladimir Ryabov y al bajista Andrey Tumanov (de un proyecto que se llamaba Ruby Attack). Hasta aquí los datos fidedignos. Después, todo queda cubierto por un velo de información bastante confusa.

Wikipedia, por ejemplo, menciona los albums Альянс '82 (Alliance ’82) (1982) y Альянс '83/Кукла (Alliance ‘83/Doll) (1983), de los cuales Альянс '84/Я медленно учился жить (Alliance '84/I Slowly Learned To Live) (1984) vendría a ser una reelaboración ulterior. En la cuenta BandCamp oficial del grupo, no obstante, este último es presentado como el debut formal -mientras que Discogs condecora así al disco de 1991, Сделано в белом (Made In White). De igual modo, BandCamp lista al tecladista Oleg Parastaev como único integrante de Альянс, aunque la información proporcionada por otros medios y actualizada a día de hoy señala que es un cuarteto: los históricos Zhuravlev y Tumanov, Parastaev (con quien se grabaron los mejores trabajos entre 1986 y 1988, volvió recién el año pasado), y el baterista Dmitry Zhuravlev (presumo debe ser hermano de Igor). Para evitar contradicciones, me ciño a la fuente en apariencia más autorizada: la cuenta BandCamp.

(Lo que no quiere decir que sea la más verídica, por supuesto. No sabría decir si los LPs pauteados en BandCamp fueron editados en las fechas consignadas, y dudo mucho de que hayan sido tan largos -Сделано в белом, supuestamente lanzado en el ‘91, roza los 80s minutos en tiempos en que el CD-R aún no se masificaba. En fin, a alguna fuente hay que asirse.)

En épocas en que el synth ya había contaminado la principal corriente de la música pop a través de Gary Numan, The Human League, O.M.D., los primeros Depeche Mode o Ultravox; Альянс '84/Я медленно учился жить clava una bandera insólita en el desértico panorama del pop soviético. Honor al mérito de haberlo cristalizado en un medio totalmente adverso, sin duda. Extraído del contexto, es ciertamente un disco genérico y/o derivativo, con un talento regularón para la composición. Tiene su gracia, por supuesto: “Игрушки (Toys, aires a “Me Colé En Una Fiesta” de Mecano), la agilita “Пропустите в очередь меня” (Pass Me In The Queue), la apertura “Я медленно учился жить” (I Slowly Learned To Live); canciones rescatables en las que los ritmos aritméticos cincelados por el sonido polifónico de artificiales/minimales sintetizadores verbalizan una identidad urbano-futurista a la que los rabotniks de la nación eslava no eran del todo ajenos -basta recordar los vestigios de arquitectura brutalista que han sobrevivido en Rusia y llegado hasta nosotros.


Hay una lista considerablemente larga de músicos que han pasado por las filas de Альянс a lo largo de su existencia. Ninguno de ellos estuvo a cargo de instrumentos fuera de lo convencional para una agrupación pop, salvo George Ryabtsev y Pavel Chinyakov, que se encargaron de los tambores respectivamente en 1981 y entre 1982 y 1984. Fueron ellos, entonces, parte del line up que grabó Альянс '84...; al lado de Volodin, Zhuravlev, Ryabov y Tumanov -más el concurso crucial de Ivan Kalinin, responsable de los teclados en esa jornada.

Entre el disco del ’84 y el del ’87, Альянс afronta una serie de reveses. Con seguridad, el más duro es la disolución de 1985. El más importante, el reemplazo de Kalinin por Oleg Parastaev al reformarse la banda en 1986. Tras la partida del fundador Volodin, de los percusionistas Ryabtsev y Chinyakov, y el ingreso de Konstantin Gavrilov en teclados y voz; Альянс da un decidido paso adelante con Альянс '87/Звуки на заре (Alliance '87/Sounds At Dawn) (1987). A los lances synth pop del anterior plástico se suma el impacto que la llegada de la new wave tuvo en estos moscovitas. El ascenso de los teclados a primeras planas, atenuando las aristas secretadas desde la simiente punk, es algo que ya había hecho el synth pop. La new wave estilizará este logro synth, convirtiendo lo bizarro, lo kitsch y lo meramente bailable en su sello de fábrica; hasta llegar a transformarle en un género definido.

...Звуки на заре posee un mejor registro con respecto a su predecesor y un vuelo creativo más consistente, al punto de no tener que envidiarle nada a los suecos de Secret Service o a la francesa Desireless. Incluso con un poco de más producción podría competir con The Fixx o lo primero de A Flock Of Seagulls. Late una belleza inusitada en melodías como “Фальстарт” (False Start) y “Порабощённые трудом” (Enslaved By Labor), mismas que difieren en la celeridad: mientras la primera puede alinearse junto a “День освобождения” (Liberation Day) o “Падение – взлёт” (Fall - Take Off) como las de dinámica más pilera, la segunda hace causa común con la fantástica “На заре” (At Dawn) y “Дайте огня!” (Give Fire!), cortes un tanto más reposados. La sorpresa definitiva de ...Звуки на заре viene de la mano del maravilloso “Вальс” (Waltz), un ensoñadoramente tintineante 3/4 que le hace honor a su nombre, de angelical voz infantil y con estratos emocionales a los que arribaría Siouxsie And The Banshees cuatro años después con “Drifter”. Hubiera sido el cierre idílico, de no ser porque esa distinción se la roba “Когда печаль пройдёт...” (When The Sorrow Passes...), tema que remite a los proyectos más oscuros de la 4AD clásica.



Si pensásemos en los discos hasta ahora comentados como pasos con los que Альянс paulatinamente comenzase a ponerse al día respecto de las múltiples direcciones que estaba siguiendo el pop contemporáneo en Occidente, podríamos alegar que su siguiente esfuerzo es el final de una trilogía. Una con la que se probó el synth pop (... Я медленно учился жить) y se paladeó la new wave (... Звуки на заре). La impronta a incorporar queda, así, explicitada desde el nombre mismo del nuevo volumen: НРГ (Новая русская группа) - Проснись! (NRG (New Russian Group) - Wake Up!) (1988). El Hi-NRG es un subgénero que toma tanto de la new wave como del synth pop, sólo que influenciado por el pathos de la disco music (aghhhhhhh) y abrazando un groove y una velocidad que lo eyecten hacia las pistas de baile. Reconocido el histórico “I Feel Love” de Donna Summer -produce el maestro Giorgio Moroder- como su punto de partida, el Hi-NRG se mimetizó en los 80s con los géneros de los que bebió, y no pocas veces cosechó éxitos rotundos en los charts -la alemana Sandra y “(I’ll Never Be) Maria Magdalena”, los belgas de Telex con “Moskow Diskow”, Bananarama y “Cruel Summer”, Dead Or Alive con “You Spin Me Round (Like A Record)”...

Para НРГ (Новая русская группа) - Проснись!, la alineación de Альянс es la misma, lo que nos faculta a clasificar este período como el mejor de su historia. La energía de los sintetizadores se sale de las gráficas, el hi hat del set de batería se empequeñece ante el crecimiento del bajo -no olvidar que en los 80s el mástil de cuatro cuerdas reinó soberano-, las melodías beben a partes iguales del synth y del funk. Saltando entre géneros, y a veces dando con nuevos híbridos que venían gestándose en paralelo en este lado de la Cortina de Hierro (vg. el synthwave), Альянс firma otro esférico bastante cumplidor y acorde a los tiempos; cuando la glásnost y la perestroika todavía estaban a medio implementar por Mijaíl Gorbachov, y la reunificación alemana aún era un hecho por consumar. Desde el arranque chillón de “Время зовёт меня” (Time Is Calling Me), asistimos a un update sorprendente, que se afianza con tracks como “Тревожные сны” (Disturbing Dreams), “Двойник мой” (My Double) o la relectura de “Сон” (Sleep, originalmente incluida en la cinta del ‘84), cargada de brillantina. A partir de “Проснись!” (Wake Up!), el nivel sube todavía más, dejando paso a pequeños himnos ochenteros inauditos al interior de la tierra de Lenin y Trotsky (“Мой светлый день” (My Bright Day), “Край белого неба”  (Edge Of The White Sky)). Cierra el largo una versión ligeramente recortada de su clásico “На заре”.


Desafortunadamente, НРГ (Новая русская группа) - Проснись! sería el canto de cisne del mejor Альянс. Para el ‘91, el grupo se ha vuelto casi una orquesta, con la entrada del baterista Yuri Kistenev, del guitarrista Konstantin Baranov, de Vladimir Missarzhevsky en la percusión, de Max Trefan en teclados, y de la vocalista Inna Zhelannaya. Tanta gente para tan poca cosa, porque su disco de ese año se convierte en un TERRIBLE paso en falso. Сделано в белом (Made In White) gira hacia el art rock de los sofisticados Japan o de los Talk Talk posteriores a The Colour Of Spring (1986), lo que en principio no es para nada malo. El problema es que el conjunto termina engullido por una ampulosidad en exceso teatrera, como si las buenas intenciones iniciales hubiesen sido desbancadas a mitad de trayecto, relevadas por el sonido etéreo-gótico de los peores Lycia o de los Human Drama más misios. No falta, de hecho, quien en la Red hable de “paganismo de utilería” para este pretencioso capítulo discográfico.

Un año después de este resbalón, Альянс dejaría de existir por lo menos hasta el 2008, y cesaría en la publicación de discos hasta hace unos meses. Existe una recopilación bautizada pomposamente como el mayor de sus “éxitos”, “На заре”, fechada en el 2000. Pero es recién hacia el 2008 que la banda se reunifica, editando en este 2019 abundante material a través de BandCamp -y cobrando un dineral por cada uno de sus nuevos lances: los sencillos Без тебя(Without You) y Хочу летать!” (Want To Fly!) aparecen por primera vez el 18 de enero, mientras que el single “Иду один” (I’m Going Alone) lo hace dos días después. Los tiempos definitivamente han cambiado, y si antes Альянс apostaba por el crecimiento artístico, ahora tiene trasplantadas las garras del neoliberalismo capitalista: en marzo, ha soltado una reedición doble remasterizada de su disco más redondo, Альянс '87/Звуки на заре, con el track list original puesto patas arriba y muchas tomas sin estrenar de la época. Previo estipendio, obviamente. Como en esta bitácora no creemos en huevadas, te dejamos un link para que descargues gratuitamente las cuatro obras reseñadas de Альянс aquí. Recuerda: se dice el milagro pero no el santo.

¡Na zdorovie!

Hákim de Merv