jueves, 26 de marzo de 2020

Habø

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 18 de marzo del 2020.)

Todavía hoy, con el torrente de músicas de todas las décadas fluyendo sin pausa en Internet y a un click de distancia, es factible ocasionalmente exponerse a audiciones que comporten no un descubrimiento para quienes ya llevamos tiempo en esto, sino para quienes las protagonizan. Siendo así, ¿guarda ello alguna relevancia para nosotros/as? Mucha: nos recuerda que en cierto momento de nuestras vidas fuimos jóvenes con ganas de forzar las fauces para engullirnos el mundo, ansiosos/as de andar por nuestra cuenta caminos ya recorridos por quienes nos precedieron -sin que nos importase lo que ellos/as pensaran. Nadie nació sabiendo, ¿verdad? ¿Por qué sentir rubor, entonces, al descubrir e identificarnos con el shoegazing o con la movida 2-Tone, no perteneciendo nosotros/as a sus respectivas épocas de esplendor?

Le he dado vueltas a esa idea tras la primera vez que oí la música de Alberto Carbajal. No le conozco en persona. Sé que estudia arquitectura en la UNI, que es un joven músico de 27 abriles y que reside en el Cono Norte. Luego, la única manera que tengo a mi alcance para evaluar su creatividad es a través de su obra. Desde la sensatez obtenida gracias a un cuarto de siglo escribiendo sobre el que considero el arte por excelencia, la encuentro profundamente sincera.

Los pininos de Carbajal como Habø son bastante recientes. De hecho, un primer boceto del homónimo demo con que ha debutado vistiendo las sedas de SuperSpace Records ya existía en septiembre del 2019. No he reproducido esa versión online, pero sí la Maqueta De Ensayos Caseros Underground EP, colgada el 31 de enero. Tres improvisaciones -“[0]”, “Under[Data]”, “[Drone]Sequence[Do#]”- que ilustran algunas de las improntas con que el coneño se ha familiarizado: dislocaciones sonoras que evocan el vacilante proto synth de The Future (primera encarnación de lo que luego sería The Human League), frecuencias chirriantes/crujientes que reflejan el lado más dionisíaco del mejor Klaus Schulze, desprolija actitud punk... Estos elementos repiten en Maqueta..., amplificado, el plato que ya paladeaban en la versión SSR de Habø -subida el 18 de enero.

El mini-álbum de estreno se ve cubierto de un sonido bastante opaco, de hechura casera e indisociable de la ética/estética do it yourself. No es el único vestigio punk del que hace gala el limeño allí: en la mayoría de temas, rastreo una rítmica enjuta sutilmente fracturada, medio revoltosa. El desparpajo y la subversión que cuajan en varios pasajes del disco califican asimismo como remanentes cosecha ’77, aunque también traen a la memoria ciertas performances de otra referencia estelar. Quien haya escuchado acuciosamente la producción de El Aviador Dro Y Sus Obreros Especializados entre 1979 y 1986 encontrará en el accionar de Habø insólitas convergencias con el lado B/freak del inolvidable grupo español -los teclados marcianos de “Hal 9000”, las regurgitaciones sintéticas de “Rusos S.A.”, la nerviosa ominosidad que salpican “El Laberinto Del Nuevo Minotauro” o “El Retorno De Godzilla”.

Carbajal puede no haber escuchado EADYSOE. Aún en el caso de que lo hubiera hecho, le embargan el entusiasmo y la autenticidad puros de quien niega el pasado para crear a partir del mismo. Pasa con el buen Aviador, pero además con Grauzone y Suicide, pistas esenciales para desenmarañar el pathos de Habø. Recuérdese que tanto el quinteto suizo como el tándem gringo coludieron el electro pop al punk -y mientras a los europeos se les considera el primer grupo minimal synth de la Historia, el de los usamericanos es un nombre ineludible en la escena punk neoyorkina 1975-1979. Son, de hecho, Martin Rev y Alan Vega quienes más influencian a Habø: ese sonido minimal, repetitivo y turbio siempre subyace a todos los surcos del mini-LP -incluso a la luminosa “Synth Room” y a la cuasi-acústica “(Pétalos E Incienzo) Years”.

Habrá quienes piensen que “Mon’k Junto A Mí” es en la práctica un rework del vital clasicazo “Ghost Rider”, y que lo de Habø no supera la condición de epigónico o derivativo. No puedo negar que es una posibilidad: habida cuenta de las inevitables comparaciones, al menos formalmente hay argumentos para afirmarlo. Con todo, no es la forma lo más importante en el mundo de la música pop independiente, sino el contenido. He repasado varias veces los dos títulos del capitalino, y he elegido creer en su autenticidad. Sí, es una elección intuitiva, no racional. No obstante, jamás me permito olvidar que la intuición es la razón que el entendimiento no puede penetrar.


Hákim de Merv

jueves, 19 de marzo de 2020

Schmerz: EP // Culto Al Qondor: Tannhäuser Tor

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 11 de marzo del 2020.)

Ateniéndome a cierta consonancia vibratoria, si descontase algunos pasajes del debut de Blue Velvet (In Event Of Moon Disaster, 2018) y algunos otros más del Dante Gonzáles posterior a Diseñar Y Construir (2001), puedo jugármela afirmando que Schmerz debe ser el primer acto peruano cuyo ADN se construye a partir del minimal synth y de la coldwave. No son éstos los únicos componentes que figuran en su genoma sónico, donde tercia el dark-gothic, pero sí son los que más resaltan en cada nucleótido.

Schmerz es el unipersonal de Khrome Hitam Laga -desconozco si ése es su nombre verdadero-, quien canta en alemán e inglés. Para los directos, cuenta con el concurso en las vocales de una tal N (¿de “Nana”?). Enrolado en el batallón de InfraVox Records, el alias ya ha ofrecido unas cuantas tocadas a despecho de ser bastante bisoño -me sorprendería que sobrepasase el año de existencia. Lo interesante es que esto último no le pesa en contra.

Se hermanan en el escuetamente bautizado EP la aparatosidad del gothic a lo The Wake (US, no UK), el pop sintético fundido en gris -cuando no en negro- y la letal albura gélida de la coldwave, encajándose las piezas dentro de una estética que favorece sistemáticamente la constitución de armazones minimalistas. Es gracias a este inteligente subterfugio ornamental que Schmerz evita dejarse apabullar por la raigambre kitsch de su secuencia genética, logrando contenerla y dosificarla. El resultado asalta tus tímpanos nada más empezar “Lies”: un cliché que elude el cliché -ingenioso eso de “minimal dark”.

“Let My Heart Die”, “Mein Schmerz” y la mencionada “Lies” recorren estos senderos de nieve negra y noche eterna plasmados desde una monacal economía de conceptos. También lo hacen “Blindead” y “Shooting Star”, si bien éstos no tienen reparos en olvidarse de las bases synth para intentar -sólo intentar- saltar hacia la electronic body music (aguas que KHL ya ha probado como Monöchrome, junto a Nana Aray). El hecho de que “Blindead” sólo complete media acrobacia, con esa voz que parece entonada por el mismísimo Belial, da pie para hablar de un “baile de los condenados”.

Debut en corto redondo, que hará las delicias de los fans de estos subgéneros y de los seguidores del limeño -insólitamente, europeos en su mayoría.


Sorteando la escisión temporal -el baterista Aldo Castillejos radica desde hace ya algún tiempo en San Francisco (Estados Unidos)-, Culto Al Qondor se las arregló para lanzar en mayo pasado su segunda producción, que consiguiese presea de plata en el recuento anual perucho 2019. No satisfecha con semejante proeza, el 15 de agosto último la banda anunció en su página Facebook la inesperada salida de nuevo material. Indicaba el posteo que se trataba de un mini-álbum, y señalaba rumbos algo distintos a los trajinados tanto en Templos (2017) como en Electricidad (2019). Entonces no se previó que el mini-LP tardaría en aparecer hasta febrero del 2020 vía BandCamp, ni que el vinilo recién se publicase hace menos de un mes.

Hoy se conocen, gracias a Miguel Ángel Burga, bajista y frontman de CAQ; muchos de los detalles relacionados a Tannhäuser Tor. Se sabe, por ejemplo, que “Part 1” y “Part 2” formaban originalmente un solo gigantesco track de 29 minutos -que acaba dividiéndose fade in/fade out mediante por obra de Joel Álvarez, encargado de grabación y mezcla del Electricidad. Se sabe además que el nombre del esférico, revelado desde el posteo de agosto, fue escogido porque el mismo día que se grabó (19/7) había fallecido el actor Rutger Hauer -quien encarnase al icónico replicante Roy Batty en el legendario film Blade Runner (1982). Lo más importante quizá sea saber que Tannhäuser Tor es consecuencia de un ensayo que quedó a centésimas de ser abortado: el batero de sesión Renato Sauri no pudo llegar a la cita, por lo que Burga y el guitarrista José Antonio Flores a.k.a. Dolmo decidieron abandonarse a improvisar utilizando como micrófono el celular de Miguel Ángel. Media hora después, para reponer fuerzas los implicados hicieron un alto que se extendió durante otros treinta minutos, escuchando lo que se acababa de grabar. El resto es historia.

El disco, entonces, carece de batería. Eso no implica, por otro lado, que sea huérfano de rítmica: hay una chamba de manipulación de frecuencias y, sobre todo, una persistente iteración drónica en la guitarra; rasgos que nimban a ambos números de TT de una aureola de síncopa prácticamente intangible -o al menos lo suficiente para no interferir con la fisionomía convulsa pero también expansiva y disipada de este jam equiparable al viento solar. Climas magnéticos, sedantes, nebulosos; muy en la línea de lo mostrado en Electricidad, que al space rock de los capitalinos inspirado por Agitation Free, UFO o Brainticket integraba la retórica de la Berlin School. La novedad reside ahora en un acercamiento al post rock de los 90s, guiada la dupla Burga/Flores por la heredad de Flying Saucer Attack, A Silver Mt. Zion o Jessamine.

Entremés cósmico y acaso pretérito, como la luz que nos llega desde estrellas del pasado que tal vez ya no existan, Tannhäuser Tor ha sido planchado en vinilo por la recién estrenada Worst Bassist Records. El sello, propiedad de Lulu Neudeck -bajista de los teutones Electric Moon-, se especializa en space, post punk, motorik y drone music.


Hákim de Merv

jueves, 12 de marzo de 2020

Martia Pelepsi: Un Verano Silencioso

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 4 de marzo del 2020.)

#AguanteChile

Rubricando la honrosa tercera posición que viene sosteniendo desde los 90s la escena independiente chilena frente a sus pares latinoamericanas de habla hispana -y ya no es tan descabellado hablar de un segundo puesto, Argentina se ha dejado estar muchísimo tiempo-, hace por lo menos dos lustros se ha cimentado al sur de Arica una estirpe de creadores polifuncionales capaces tanto de articularse a uno o más grupos como de labrar interesantes carreras en solitario componiendo música y letra, acompañándose para los directos de colegas allegados cuando es menester. El inmenso Cristian Heyne -Christianes, Shogún, Tormenta- fue su precursor, cuando se extinguía el siglo pasado, y seguramente también es su figura mayor; lo que no obsta para elogiar otros ejemplos conspicuos de ese linaje, caso Alejandro Zahler o José Tomás Molina (de quienes ya he hablado antes en este espacio).

Sobre el papel, el músico Carlos Torrejón cumple con todos los requisitos conducentes a su adscripción a esta casta. Natural de Concepción, región tradicionalmente considerada cuna del rock chileno, el penquista hoy radicado en Santiago se ha enrolado en muchas bandas de diverso pelaje y duración dispar. De todas ellas -Fosfeno, aM BattOm, Cannguru, Analogic Disorder Attitude, Transistores, Lovecraft-, sólo he podido audicionar material completo de las dos últimas: de ahí, valga la aclaración, mi uso de la muletilla “sobre el papel”. Formaciones ambas oriundas de ‘Conce’, independientemente del género que cada una esgrime (post punk Lovecraft, rock alternativo Transistores), noto en el guitarrista una peculiar sensibilidad garagera -que se ha trasladado corregida y aumentada a su nuevo proyecto.


Martia Pelepsi nace en el 2018. Hacia noviembre de ese mismo año, y por espacio de doce meses, tienen lugar las sesiones de lo que a la larga será su debut en 33. El trío, que completan el baterista Gonzalo Jessen y el bajista Raúl Lorca (respectivamente a izquierda y derecha en la foto), manifiesta en redes practicar un post rock ‘somático’. Quizá justamente por eso, la arquitectura de Un Verano Silencioso (2019) tiene más de sencillo y honesto indie noventero que del post rock 2.0 de Mogwai y compinches. Porque lo de ‘somático’, ni planeado se evidencia mejor: las monocromáticas líneas espiraladas que bosqueja la eléctrica de Torrejón (a) Turk 182, la simplicidad de las formas que sombrea el bajo lorquiano, la descomplicada geometría apolínea que profesan la drum machine y las baquetas de Jessen; cuajan sonoridades profilácticas -cuando no efectivamente curativas- que ayudan a contener el estrés de la vida común y silvestre basculando entre el pop independiente y el de “vanguardia”.

Estas características, presentes en por lo menos cinco de los seis instrumentales que acoge el estreno, son enfatizadas por el registro de las cuerdas con el micrófono de un celular y por la edición de ese input con -digamos- software de bolsillo. A la vez, dicho proceso sitúa al álbum en territorio indie y subraya ese urgente minimalismo expresivo inherente a la poética del garage.

El estallido social que vive Chile desde octubre último no podía menos que dejar su marca en Un Verano Silencioso. Algunos de los temas han nacido producto de la conflictiva cotidianeidad que ahora palpita el hermano país austral, como el cierre “Sanar” -hay títulos que lo dicen todo-, “Hombre Caminando Bajo La Lluvia” o la apertura “Temporada De Luciérnagas”. Otros, como “Se Acerca El Invierno” o “Coma (Umma Song)” (que Carlos dedica a su querendona bull terrier), han obtenido su mezcla definitiva ya en el marco del diario convulsionar mapocho. Todo esto, es evidente, no se traduce en un LP sobrecogedor y doloroso -ni mucho menos. No son el post rock o el indie de los 90s demasiado proclives a la representación dantesca de realidades dramáticas/traumáticas -pero tal vez sí los primeros estilos que se me vienen a la cabeza si se trata de sublimar aquellas terribles experiencias. Gracias a la dilatada extensión de sus tracks y a la ¿“ciclicidad”? de sus motivos y estructuras, UVS le atina al doble cometido de disipar la tensión del Chile urbano sedimentada en la psique y descargarla con ejercicios sonoros de conducción casi zen.

La única excepción del disco: “Billy The Spleen”, corte dedicado a un héroe de juventud (Billy Corgan, de Smashing Pumpkins), único momento equidistante entre el post rock químicamente puro y la pleamar indie de décadas atrás.


Hákim de Merv

domingo, 1 de marzo de 2020

Memorias De Un Continente III

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 19 de febrero del 2020.)

Por diversas razones, nunca se me presentó la oportunidad de comentar un título de la serie Memorias De Un Continente, que cada tanto prepara InfraVox Records. Para quienes no lo ubican, es éste un sello peruano especializado en sonidos electrónicos derivados de los que pululasen a principios de los 80s en el Viejo Mundo. Su catálogo, no es ocioso precisarlo, se nutre de artistas provenientes de Latinoamérica y -en mucha menor medida- del resto del mundo.

Después de editar el primer volumen en el 2016 y el segundo al año siguiente, la discográfica de Jacobo Levy se tomó un tiempo para hacer lo propio con el tercero. Esto aconteció en noviembre del 2019, con lo que queda en entredicho esa afirmación incrustada en las notas de BandCamp de “una compilación por año”. Formalidades aparte, en medio de la desmodernidad que nos ha tocado vivir, donde quedan cada vez menos barreras estilísticas y el purismo es prácticamente inhallable; encuentro recontra válido que exista una plataforma en sintonía con iniciativas de otras latitudes como Peripheral Minimal Records o Atemporal Records -con la notoria diferencia de que InfraVox no se consagra a recuperar los tesoros minimal synth y coldwave escondidos en el ayer, sino a testimoniar los del hoy.

Memorias De Un Continente III se ha maquetado implementando algunos no-tan-ligeros cambios. Lo que se percibe apenas iniciada la reproducción es un tangible golpe de timón hacia el electro-dark e incluso el gothic de los 90s a lo Cleopatra Records. En esta nueva línea, sobresalen formaciones como la mexicana-estadounidense Un Hombre Solo (“Solo”) o la del cuate predilecto de la label, Stockhaussen (acompañado de la rusa Anna Utopian en “Multiverso”). Este acercamiento al Lado Oscuro más artificioso no es la única novedad.

También me parece que el criterio de selección del material ha priorizado una aproximación a la cárdena estética marmoleada que manejase en la última década del siglo pasado October Deutschland, subsidiaria del conglomerado sueco Energy Rekords y casa de proyectos como Esrange, KieTheVez y Children Within. Satis de Chile (“Crvel”) y Antiflvx de Colombia (“Cristal”) pueden servir de ejemplo para plantear-y-defender esta hipótesis. El tuétano electrónico inherente a la nómina IR no se ha visto, pues, traicionado; pero sí ha abandonado (¿momentáneamente?) el blanco níveo para teñirse de teatral negro.


La cuota de diversidad, nunca ausente en ninguno de los episodios de la saga, la acreditan en la presente ocasión dos nombres: el del peruano Dante Gonzáles y el de los brasileros Werther Effekt. El primero se acomoda en el contexto de InfraVox como pedrada en ojo tuerto -pero, dados los recientes ajustes practicados en ...III, el synthwave de su “Colapso Geomagnético” destaca como pisada sobre la arena impoluta. En cuanto a Werther Effekt, a quienes secundan las españolas Aurelia Dinamita y Ana Sita en “Pesadelo E Nada”, la desfachatada impericia entre tontorrona y aterradora de la que hacen gala me recordó, más que a los Residents, a Los Iniciados, el delirante/escarapelante proyecto paralelo de Marta Cervera y Servando Caballar (El Aviador Dro Y Sus Obreros Especializados).


Tiempo de remarcar el innecesario hándicap del muestrario. Esta reseña se ha escrito sobre la base de las pistas colgadas en el BandCamp oficial de la disquera, actualizadas al 19 de febrero del 2020. Recalco la fecha porque en realidad se trata de “previews” de dos minutos de extensión en promedio. Si revisas tanto el Memorias De Un Continente (I) como el ...II, advertirás que los tracks están completos, pero al momento de su primer upload también se componían únicamente de “previews” -lo que encuentro, desde todo punto de vista, harto criticable. Ni siquiera puede justificarse aduciendo fecha de estreno físico: el lacónicamente denominado EP del limeño Schmerz salió el viernes 21, y la totalidad del mismo ya podía ser escuchada online el mismo 19.


Hákim de Merv