(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 21 de junio del 2023.)
No he obtenido mayores señas de Arian,
solista que ha saltado a la cancha hace poco más de dos meses. Ignoro si es ése
su alias artístico o si su nombre civil. La cuenta de Instagram que se consigna como referencia ha caducado, y desconozco si el músico posee cuentas en
Facebook o en Twitter. Así que, descontando su nacionalidad peruano-usamericana,
no manejo otras pistas personales. Me centro, por ende, en el reciente estreno.
Ateniéndome a un punto de vista formal, Stranger Than Fiction es un fruto abundante en estos tiempos -el registro se queda a
medio camino entre el EP y el mini-álbum, aunque hay más argumentos para
posicionarlo dentro de esta última categoría. Presumiblemente realizada en Estados
Unidos, la producción de la placa es notable, pues confiere al debut una enorme
potencia adicional, además de magnificar esa espacialidad que mana de sus ocho
composiciones.
Respecto del esférico, es viable trazarle cierto
paralelismo con lo que hizo tres años atrás la norconeña Dafne Castañeda en su
alucinado y primerísimo Posguerra. Avalan esta comparación no sólo la
brevedad de ambos trabajos, sino la coartada de trasladar la técnica del glitch
-recurso fundamentado en el Error, nacido en los vericuetos del avant garde más
escarpado durante los 90s- a coordenadas estilísticas millas distantes de la
experimentación. La única diferencia en relación a Castañeda es que ella
escogió moverse dentro de los límites del trip hop, mientras que Arian ha
elegido los del rhythm’n’blues y del soul. Éste es, desde mi perspectiva, el
principal hándicap que lastra el mini-LP.
Aunque pueda sonar levemente racista, en mi
opinión, salvo muy contadas excepciones (la más notoria de ellas es la de la difunta
Amy Winehouse), el r’n’b y el soul no-negros suenan a impostación, a copia
lamentable, a plástico, a facsímil insustancial. Empezando por el desabrido de
Michael Bolton y el insulso de Kenny G, y terminando por esos ídolos de barro
que vende el mainstream -Christina Aguilera, J-Lo, Meghan Trainor, Dua Lipa,
siguen nombres... La voz de Arian carece de autodominio, no tiene sobriedad, y
eso hace que caiga constantemente en disfuerzos similares a los espetados por
los antes aludidos. Cuando no es el caso, la performance que despliega es
decente y punto.
Stranger Than Fiction está íntegramente elaborado
bajo estándares electrónicos en el formato del medio tiempo. Por suerte, lo
último no se traduce en un producto completamente pasteurizado. A veces, es el
hip hop el que toma el control de las bases, como en “Sour”. A veces, Arian
prefiere el ludismo al lucimiento, caso “Luckycharms” y “Odetous”. A veces, el individualista
se permite explorar -tímidamente, eso sí- el arte del sampleo, como el murmullo
del agua entre “Odetous” y “Theendfornow”. Sin ser perfectos, el antedicho
track y “Trip” enfatizan las direcciones en las que creo debe profundizarse de
cara al futuro. El chico tiene groove, vamos. Lo animo a que persista: este STF
puede haber fallado a mis oídos, pero es pronto para tirar la toalla.
Estupenda portada.
Haciendo un paréntesis en el normal discurrir de su discografía, Miguel Ángel Burga subió a fines de septiembre del ‘22 en su cuenta BandCamp un single virtual homenajeando a una artista que hoy es
recordada más por su participación en el histórico debut absoluto de The Velvet Underground que por su obra firmada a título personal -Nico. Desde la carátula
(fotograma del film experimental galo La Cicatrice Intérieure, para el que
la nacida Christa Päffgen actúa y compone el soundtrack) y el bautizo que
recibe (parte de la lírica de “König”), Lass Dich Leiten 7’’ declara sus
intenciones de rendir tributo a la seminal cantante germana. Lo curioso, y de
ahí la necesidad de hablar de un paréntesis, es que Burga parece haberse
contraído sobre sí mismo para modelar sendas relecturas (“The Falconer” y la ya
mencionada “König”) atravesándolas con todos los géneros que el peruano ha
practicado alguna vez -exceptuando el stoner y el noise rock/shoegazing. Revestidas
de una solemnidad reluctante, cavernosa, casi espectral; en las minimalistas reinterpretaciones
se dejan escuchar ecos de la psicodelia primordial, de la kosmische musik, del
space rock, del ambient, del post rock de tintes sublunares, de la drone music
de nuestros días.
Sintomáticamente, el procedimiento es el
mismo para Geografías Geométricas Vol. 1, eyectado usufructuando los
bytes de la alemana Midira Records a comienzos de abril último. Se puede
hablar, en efecto, de una metafísica idéntica; con la discrepancia de tener
este volumen, primero de tres anunciados, un norte estético específico y
preponderante -el de la iteración drónica. Dos largas suites divididas en dos
partes (“El Ascenso I”, “El Ascenso II”, “La Ascensión I”, “La Ascensión II”), que
en esencia bien pueden ensamblarse en un único tema de proporciones titanescas.
De ahí la impresión de fades in y out algo arbitrarios, porque la música dispuesta
aquí no parece haber tenido nacimiento ni llegar en el futuro a cesar.
Pese a que la repetitividad es la norma en GGV.
1, la percepción que genera se condice con muchas de las teorías
maximalistas puestas en ejecución por Peter Kember. Cada vez que he decidido
recorrer el disco, he experimentado sensaciones similares a la que describiera
Eno cuando afrontó el episodio post-accidente vehicular que le inspiró para inventar
el ambient. Sin ruidos externos que me interrumpiesen, era como si la rodaja
abriera sus fauces para engullirme, mientras que el desaforado torrente circular
de resonancias sísmicas iba creando el uniforme paisaje tectónico sobre el que
avanzaba. Uniforme, y sin embargo de vez en cuando alguna vibración volcánica
hacía vacilar las magnitudes ilimitadas/dimensiones colosales de ese paisajismo
en serie del que se nutre el drone. Tal y como los icebergs que visionaba el genial
ex Roxy Music, surgiendo en medio de un continuum de ruido ambiental -cláxones
y sonidos de otros ingenios humanos, voces, trinos, el rugido ocasional del
aire, el canto acuoso...
Hace ya un tiempo que Burga se ha retirado a
vivir en el corazón del Valle Sagrado, en Cuzco. Es posible que su larga
estadía en medio de la naturaleza, rodeado de cumbres y de gargantas, del verdor
por el que suspiramos en las ciudades y del constante rumor cristalino del
agua, de espíritus de raigambre contrastante y de multitud de otras formas de
vida; depurase las ideas que hicieron al fin combustión en este viaje. Lo que
me queda claro es que eso es sólo la mitad del ticket. El otro 50% es cosecha
del alma de Miguel Ángel -de las convulsas connotaciones telúricas de su
proceso creativo, de la disciplinada contención introspectiva que ahora observa,
de los febriles espirales horizontales con que acompaña la mecánica celeste que
gobierna la Tierra en su incesante viaje siguiendo al Sol.
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 14 de junio del 2023.)
A propósito de Los 5000, empecé a indagar acerca
de la vida y obra de Juan Pablo Cacciuttolo, empresa en la que todavía ando
metido. No existe, desafortunadamente, un site en Internet donde puedas
encontrar sus principales señas; de modo que empaparse de su música ha sido una
elusiva búsqueda del tesoro. Lo poco que existe disponible corona al chileno
como uno de los principales referentes de la escena independiente mapocha posterior
al cambio de siglo, con un puñado de producciones y colaboraciones de lo más
dispersas. Allí está su participación electro-analógica teñida de dub para Los Retoños (‘19), segundo largo de Las Mairinas, grupo paralelo de Walter Roblero
(Congelador). También, la alianza con su tocayo de apellido Abalo, concretada
en una hermosa jornada ambient de nombre Quietud (‘21). Y una placa que
roza la categoría de capital para las subescenas sureñas que miran
constantemente hacia el horizonte -La Yesera (‘18).
El año pasado, Cacciuttolo se portó con un esférico
armado de temas compuestos entre el ‘20 y el ‘22. Desde el título escogido, Puestos Varios es muy revelador de las distintas facetas que cultiva el santiaguino
como músico experimental, bien a través de sus colaboraciones, bien en plan
solista. En esa dirección, no es descabellado asignarle sitial de descendiente en
la estirpe de un Jim O’Rourke o de un Mark Clifford. En efecto, tan pronto Juan
Pablo se deja arrullar por el ensueño electrónico de los primeros 90s, como se
arroja a los brazos del intelligent techno de rostro más arisco. En medio de
estos dominio y rango, el individualista no cesa de explorar las gradaciones y
cortocircuitos que la alquimia de su talento le permite.
Austeridad timbral y riqueza percusiva no
tienen por qué moverse utilizando senderos divergentes. Ello es algo que demuestran
las seis pistas de Puestos Varios, cuatro de ellas registradas de una
sola toma. Modificando artefactos y gadgets varios, sometiendo las sonoridades
resultantes a tratamientos escherianos y manipulaciones hipnóticas, el autor se
adentra -iluminado por espíritu asaz libertario- en las espesuras de un
ambient a punto de mutar hacia el IDM sincopado y lacónico de Locust o de ese
híbrido maravilloso que fue alguna vez Seefeel, cumplimentando el trasvase
respectivo a medida que va afianzándose/intensificándose. “Infracrítica” y
sobre todo “Tiempos Modernos” son evidencia palmaria de esa sostenida
metamorfosis.
Por otro lado, piezas como “Tralkán” y “Mam”
son ejemplos de música hosca, a un paso de transfigurarse en ruido digital -pura
texturología con opción al sampleo, caso el gorjear de aves en “Mam”. Ya sea en
corto (“Tralkán”) o en largo (“Mam”), Cacciuttolo genera motivos sencillos que
loopea con el fin de ganar volumen y masa para sus instrumentales. Curiosamente
dos de ellos, los finales “Desnudar La Espera” y “Enfilaciones”, devienen en
pruebas irrefutables de sus exploraciones intuitivas -o cómo el tech-house se
transforma naturalmente en ambient-techno, pródigo y más suelto/desencorsetado
que el de sus pares, supeditando las guitarras a procesos de filtración empleando
el software, sugiriendo viñetas de dream pop e induciendo a través suyo
imágenes oníricas de mundos más allá de todo lo conjeturable.
Un seco, Juan Pablo.
Ha transcurrido algún tiempo desde la última oportunidad
en que me senté a escribir sobre Vago Sagrado, ese combo de gallos debutantes
que teloneó a Yajaira la noche en que el buque insignia del stoner chileno
festejó dos décadas de vida (’16), en El Bar De René. Cuatro años, en los que
han pasado algunas cosas relevantes para el devenir de la banda -como que la
medida bienal entre álbum y álbum de sus tres primeras entregas quedó en offside
sin afectar el promedio editorial (cinco en dos lustros), o que VS resignó su
condición de power trio para convertirse en cuarteto, sin renunciar a aquello
de power.
El cambio más notorio, sin embargo, se da en
las esferas por las que ahora su música deambula. Podría afirmarse que esta
conversión cobra impulso con Made Out Of Sound, su referencia del año
pasado, si no fuera porque el propio grupo señala que los temas del nuevo disco
provienen de una vespertina sesión de improvisación abierta registrada en el ‘20,
durante los meses más duros de la pandemia. Detalle harto relevante es el circunscrito
a los participantes de la sesión, que ya entonces eran cuatro, considerando que
Made Out Of Sound todavía se acredita al trío de siempre -Nick Vayolence
(batería), Alberto Parra y Carlos González Lihn (ambos dupleteando en guitarra
y voz). Made Out... queda, así, como un trabajo concebido todavía más
atrás; pero que necesitó mayor cantidad de tiempo para alcanzar su forma
definitiva antes de hacerse público.
La constante tersura enteogénica, el indeclinable
vigor, el aura de una experiencia religiosa; son rasgos que siempre han identificado
a Vago Sagrado. También están presentes en Mundo Tal, ahora con Ricardo
Guzmán sombreando el terciopelo desde un bajo de sutil distorsión gravitatoria,
pero la evolución que iniciase Vol. III (‘19) y que continuase con Made
Out... ha transformado el talante de los capitalinos. De momento, al menos.
No existen ya los niveles de tóxica densidad
que en un principio hicieron pasto del grupo, como tampoco los rangos de lúcida
iteración que le acercaban a géneros como el stoner o el post punk de ribetes
lisérgicos. Sí sobrevive, en cambio, cierto matiz dionisíaco; como en “Entre
Sombras” (relectura de “Deep Into The Shadows, inserto en el CD anterior) o en
algunos pasajes de los diecinueve minutazos de “Ahora, Siempre”. La regla, no
obstante, es la que ya prefiguraba Vol. III: un sonido volátil,
apolíneo, de tempos atemperados y una guitarra que sobrevuela incesante sin
acometer, encabritarse o echarse clavados -cómo ocurría de continuo antaño.
Cuando se inició esta transustanciación, auguré
que los cambios tenían toda la pinta de ser para mejor. Cuatro años después, los
efluvios siderales que acoge en cantidades masivas Mundo Tal confirman
que estaba en lo correcto. Con todo, he sentido un poquito de nostalgia respecto
del antiguo output de Vago Sagrado. Pese a haber disfrutado, y mucho, de esta
fantástica demostración de música rock de riffs neblinosos; me ha sido
imposible dejar de extrañar la catártica borrachera de desprolijo heavy psych
que ponía de cabeza el cariz psicotrópico de sus temas. En la senda del
desarrollo se quedan cosas que los/as fans extrañamos, pero que para el artista
o grupo forman parte ya del pasado. De todas maneras un LP muy recomendable, próximo
a ser editado en físico por Volante Discos y la serenense Templo Sagital.
(Elaborado a partir de un posteo publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 24 de abril del 2023.)
Desenredar los innumerables hilos con que se
entreteje una crónica, cualquiera sea su naturaleza, siempre va a ser empresa
ardua -por no decir intrincada. Si lo es teniendo todo a favor, imagínate lo
que es con varios hándicaps encima: relato coral, desinterés de uno/a o más de
los/as protagonistas, legado a auscultar escaso o nulo, acceso parcial/restringido
a documentos de época... Multiplica el factor de dificultad por la cifra
correspondiente a quince biografías, aunque no todas completen la cartilla, y
vas a tener que hacer frente a un proyecto in-men-so. Sin otro apoyo que el de
los/as compas que se compran el pleito. Sin más fondos que los tuyos propios.
Tras dos bienios de exhaustiva investigación
y demandante trabajo de campo, Juan Pablo Villanueva ha editado Saldando
Cuentas Pendientes: Las Bandas Olvidadas Del Underground Peruano 1990 - 2010.
De arranque, el subtítulo establece determinados parámetros, el más notorio de
los cuales es el del período de tiempo. Desde que empezase el boom de la
literatura referida a las músicas peruanas de diversa índole, probablemente sea
éste el primer esfuerzo de largo aliento posicionado de los 90s en adelante. El
detalle es importante, porque las revisiones bibliográficas hasta ahora bocetadas
se han orientado a la fundacional escena peruana instro-garage-surf-beat, que
floreció entre el ‘63 y el ‘75; o en su defecto enfocado en el rock subterráneo
mal llamado “clásico” (80s y principios de los 90s).
La segunda particularidad a resaltar se
vincula al campo específico de acción -los circuitos independientes nacionales.
Hace casi cuarenta años se pretendió consolidar una movida mainstream que,
instantáneamente, quedó fosilizada. Con el tiempo, se incorporó uno que otro
nombre, pero aún hoy esa entelequia sigue siendo propiedad de los mismos
sospechosos de siempre. Para verificar esta afirmación, basta con escuchar por
espacio de media hora la “radio-rock” de tu preferencia, o chequear ese bodrio
fílmico que responde al nombre de Avenida Larco: al risible Pedro Suárez-Vértiz,
los cochambrosos Río, el veintiúnico hit de Jas o los vendidos NoseQuién Y NoseCuántos;
sólo se les deja de lado para poner canciones de conjuntos pusilánimes como Libido
o Mar De Copas.
Con pros y contras, el underground peruano sobrevive
como la suma de territorios todavía vírgenes para audiencias masivas, donde las
ideas se vuelven más avezadas; sin importar la densidad o liviandad de las variopintas
propuestas que dentro de sus linderos grupos y solistas concretan. De todas
ellas, Villanueva ha escogido reivindicar el espectro hardcore punk, salvo
algunas excepciones evidentes ni bien se interroga el índice -Insumisión
(industrial y gabber), Perú No Existe (post punk), Atrofia Cerebral (grindcore)
y Dios Hastío (crustcore). Por sus páginas, en efecto, desfilan gentes como
Paroximia, Autonomía, D(estruye)H(uye y)K(rea), Irreverentes, Morbo, Generación
Perdida, Deskontento y P(ateando)T(u)K(ara). Combos todos ellos comprometidos
con el punk y el hardcore en sus diferentes encarnaciones -destroy, fastcore, d-beat,
punk español, power violence, etc. Por qué asumir la rehabilitación de estas
asociaciones y no la de otras, es algo tan subjetivo como válido -total, bandas
extraviadas en los anales de la historia de la música pop perucha hay para
regalar a manos llenas.
En Saldando Cuentas Pendientes..., el
frontman de Fukuyama ha apelado a una estructura mixta. Por un lado, el texto
toma apunte de lo mostrado en Por Favor, Mátame (‘96), esa historia oral
elaborada a partir de declaraciones de los/as principales animadores/as del
estallido punk, hilvanadas por Gillian McCain y Legs McNeil. Por otro lado, y a
diferencia de Por Favor..., el autor ha articulado no sólo las palabras
concedidas ex profeso para su libro por individuos pertenecientes a los varios
estamentos que conforman una escena/subescena; sino también ha rescatado
reseñas y notas periodísticas publicadas durante y después de esos convulsos almanaques.
La argamasa que ha unificado todos esos sintagmas de información ha sido la voz
de Villanueva, no sólo a través de largas introducciones y concatenando
párrafos para darle una dirección a la narrativa de cada capítulo, sino también
con sendos acápites que proveen de contexto al lector/a la lectora según la
década que corresponda y un interesante epílogo de visos historiográficos separado
en dos segmentos -el cuestionamiento de la etiqueta “rock subterráneo” y el
futuro de los remozados circuitos hardcore punk. Afortunadamente, pues, el volumen
no se contenta con ser un mero registro compilador de los anecdóticos decires
de otros/as; como sucede con el dizque “clásico” de McNeil y McCain.
Entonces, ...Las Bandas Olvidadas Del
Underground Peruano 1990 - 2010 merecería una salva unánime de aplausos por
el esfuerzo, profundo y serísimo, puesto en reconstruir lo más objetivamente
posible los caminos -todos ellos accidentados- de quince formaciones que
desempeñaran roles importantes, según criterio del escritor, desde las
trincheras de resistencia que cada una ocupó de cara al mainstream. Lo merecería
aún más, si la intención original de Villanueva se hubiese realizado, ya que el
primigenio esquema contemplaba además a Nada Tuyo, Contracorriente, Muerta
Humanidad, Carnaval Patético y Kaos Endémico. Esto es, ya sentado el músico a
planificar en serio el libro -porque cuando éste era apenas una idea sin contornos
precisos, se pensó asimismo en SFC y en Manganzoides (estos últimos descartados
de plano porque, si bien geniales, fueron todo en su tiempo menos olvidados).
La loable iniciativa de Juan Pablo parece no contar
en absoluto, sin embargo, para un sector de la movida independiente nativa; que
más de un mes antes de colocar la editorial Entes Anómicos en venta el texto vilipendió
a éste y a su padre, enumerando otros tantos alias perdidos con el propósito de
minimizarles. Más grave -de cara a los incitadores, claro- ha sido esgrimir alegatos
relativos a la cuestión de la equidad de género. Sobre lo primero, habría que recordar
que cualquier libro puede escribirse a partir de la idea más pequeña, sin otra justificación
previa que la del gusto. Como es evidente, puedes estar de acuerdo o no con el
criterio de selección del autor -por qué resarcir géneros que en el fondo no
ofrecen ya nada nuevo, o por qué revalorar bandas deplorables como Irreverentes
o Anfo. Lo que no puede hacerse es condenar casi 250 páginas en ese momento inéditas,
de impecable investigación testimonial, sólo por el hecho de colgarles el “sambenito”
del hardcore punk -o porque no ha sido considerado tal o cual grupo.
Y sobre lo segundo, igualmente habría que
recordar que, cuando eliges un tema de tesis; el punto focal sobre el que deben
converger los esfuerzos de documentación y argumentación es precisamente ese tema
-o el jurado que evalúa la tesis comenzará a hacerla añicos. Personaje
histórico de la movida (Atrofia Cerebral, Descarga Nociva, Espirales, Matus,
TRIBU), Richard Nossar ha señalado que la proporción entre hombres y mujeres al
interior de los line-ups surgidos durante los 80s y los 90s era cualquier cosa
menos proporcionada. Es cierto. No menos relevante que esa aseveración es
preguntarse por qué, pero ésa es una interrogante que absolutamente nada tiene
que ver con el corazón de Saldando Cuentas Pendientes... Villanueva seleccionó
una veintena de grupos que considera fueron excelentes y a la vez ninguneados,
de veinte pasaron a ser quince porque cinco lo huevearon hasta que se cansó de
esperarles/de arranque no quisieron saber nada del asunto/estaban completamente
desaparecidos, y de los quince restantes él le dio tribuna a todos/as quienes
quisieron relatar su versión de la historia grupal que estelarizaron. En esa
selección, nada tuvo que ver el género. Allí están, para ejemplo, los
testimonios de las mujeres que participaron en Generación Perdida (Aracelli),
en Ratas Rabiosas (Sandra) y en Perú No Existe (Katty). Incluso es menester considerar
la decisión de no declarar de Rochi (Irreverentes), a pesar de las muchas veces
que Villanueva insistió en ello. Por qué el resto de alineaciones no incluyó
féminas, es una cuestión que los demás integrantes y las propias mujeres que pululaban
en las escenas independientes deben responder, poniéndose así la cuestión sobre
la mesa en otra oportunidad -y que el texto de Villanueva, que lo que está
haciendo es historiar el devenir de esos combos, no tiene por qué absolver.
Pese a que algunas plumas han calificado el
libro de altamente recomendable (me incluyo), hay un par de instancias que impiden
que ...Las Bandas Olvidadas Del Underground Peruano 1990 - 2010 obtenga
puntaje perfecto. Una de ellas está referida al aspecto formal, mientras que la
otra se relaciona más al enfoque de su contenido. Con relación a la primera,
existen discrepancias entre el índice y el texto a partir del capítulo de
Atrofia Cerebral: éste debería empezar en la página 117 y lo hace en la 119. En
similar situación se hallan todos los capítulos posteriores (Anfo, Irreverentes,
DHK, Paroximia, Morbo, Ratas Rabiosas, Deskontento...).
Con relación a la segunda, durante una de las
presentaciones de Saldando Cuentas Pendientes... la ponente Teresa
Cabrera advirtió que en algunos pasajes de la obra, la única voz agresiva es la
del autor. Observación pertinente. A despecho de sus años en Kill The ‘Zine,
a la pluma de Juan Pablo todavía le falta curtirse y crecer -entender que, así
como todo no es puro academicismo, tampoco todo es pura calle. En la aún corta
tradición de crítica de música pop elaborada en el Perú -escrita, narrada,
audiovisual-, los exponentes más visiblemente reconocidos han demostrado que la
ruta a seguir es la del aristotélico justo medio. Un repaso a los artículos de
Pedro Cornejo correspondientes a la primera mitad de los 90s, al legado de Caleta,
a la primera etapa del hoy inexistente Sigfrido Letal, o a la incansable chamba
del mejor crítico de pop/rock que ha tenido el país, Fidel Gutiérrez (quien
prologa SCP...); es suficiente para caer en la cuenta de ello.
Ambos reparos pueden corregirse en una
segunda edición. Ello, por supuesto, depende de factores ajenos a la (buena) voluntad
de los involucrados en la confección y producción del libro -del que, de otro
modo, bien ya podría hablarse como de paradigma para futuras investigaciones. Cabe
preguntarse cuánto tiempo habrá que esperar para que esfuerzos similares hagan
lo propio con agrupaciones de sesgo dark-gothic (Azules Moros, Danza Rota, La
Devoción, Espergesia, Flagelo Clériga, Terminar, Feudales, Aura, Pompeya,
Ilusión Marchita), indie (La Molicie, Persépolis, Rojos Calientes, Callahan,
Rayobac, Golden Chameleons, Cabezas Descalzas, Mi Jardín Secreto, Cocaína, Moon
Over Soho), avant-garde (Lunik, Yume Station, Tica, Jardín, M.A.R.U.J.A.,
Colores En Espiral, Ozono, Rapapay, L- Ror, StereoKultivoX). Eso, por mencionar
sólo tres estilos en los que nuestros circuitos independientes han sido
generosos en cuanto a producción -y cuya repercusión ha sido magra en lo
concerniente a prensa (incluyendo la independiente, de hecho) y a público.
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 24 de mayo del 2023.)
Antes de sentarme a tipear estas palabras,
fui hasta la gaveta donde guardo las cintas que todavía integran mi colección
de música para verificar la fecha en que se lanzó la unigénita maqueta de
Kyleran. Ésta ha sido por fin colgada en Internet, apertrechada de abundante
material inédito con ocasión de sus veinticinco años. El detalle es que el k-set,
de fosforescente portada entre amarilla y verde, cumple en este 2023 sólo veinticuatro.
Es el ‘99, ciertamente, el calendario en que
recordaba haberle adquirido. Entonces chambeaba en Monterrico, y todavía me
daba mis vueltas por Quilca con infalible frecuencia. Si bien puede alegarse
que la memoria es frágil, recurro a los interiores del demo, donde se
especifica que sus temas fueron compuestos entre junio del ‘97 y agosto del ‘98;
consignándose en la última línea de los créditos 1999 como el almanaque de su datación.
Podría ser, claro, que el cassette estuviera listo para venderse en el ‘98, y
que circunstancias imprevistas retrasasen su salida hasta (¿mucho?) después del
día de año nuevo -pero la funda subraya el ‘99 allende toda duda posible.
Hablar de esta recuperación arqueológica, que
ve la luz gracias a la plataforma SuperSpace Records del siempre militante
Wilder Gonzales Agreda, implica por fuerza pasar revista a sus prolegómenos.
Felizmente, es algo que ya hice hacia fines del ‘22, por lo que el
interesado/la interesada debe remitirse al artículo sobre el primer tape
colectivo (1998) que fue bautizado Electroshock -para lo cual ha de clickear
aquí o aquí. Baste resumir que Kyleran, en un inicio DJ Kyleran, es la
identidad sónica de Javier Fernández. Sus primeros años como (inquieto) músico
están ligados a la revolución a cámara lenta que se gestó en Lima con el arribo
de Internet y de la tecnología digital, procesos que fueron cogiendo mayor viada
recién al trasponer el umbral del nuevo milenio. El shot de inicio lo
constituyen los cuatro tracks correspondientes a su participación en el aludido
Electroshock. El siguiente paso sería, justamente, el estreno por cuenta
propia -Habitat.
Habitat (25th Anniversary) se ha premunido de
18 canales, reservándose los siete primeros para el track list primigenio, escrupulosamente
respetado. Puede ensayarse sobre el reissue de SuperSpace, pues, un análisis segmentado
-al menos en dos partes: para el inicio, el demo tal cual, y luego los extras agregados.
Respecto del tramo de arranque, era en Habitat más que evidente y
desconcertante el puente que tendía Kyleran entre predios distintos mas no
opuestos, atravesándolo sin descanso e inyectando esporádicamente sonoridades que
en definitiva se alejaban de aquello que se hacía al interior de las subescenas
electrónicas limeñas old school durante esas épocas. Y si antes el pobre
audio de la maqueta le jugaba en contra, la remasterización que el propio autor
ha realizado saca toda la ventaja posible en contraste con ese precedente.
De los cuatro cortes de Electroshock, para
Habitat tres de ellos son rescatados en tomas relativamente
actualizadas. De ellas, “V/F (Mentiras) (...Que Creas Eso...)” -ahora “V/F
Mentiras”- marida la constante Bristol montándola sobre una secuencia de linaje
breakbeat, precedida de una densa intro a lo Leæther Strip. “Conspiracy
(...Resolución, Introspección, Conspiración...)”, ahora sólo “Conspiracy”, me sugiere
la imagen de unos Robotiko Rejekto volcados en dirección del acid techno. La
oscilante cadencia maníaca de Squarepusher asoma domeñada por la estética
Detroit en “Meridiano Cero (...El Centro Del Mundo...)”, actualmente “Meridiano
Cero”, de los mayores aciertos en la vena alucinada y viajera que desarrolla la
cinta.
En cuanto a los números nuevos que acogía entonces
Habitat, “Piano (...Dónde Hay Un DJ??...)” a.k.a. “Piano” es de los
menos recordables, quizá por el típico gancho techno que decenas de grupos ya habían
convertido antes en lugar común. Mucho mejor ensamblados lucen “Altamira
(...Esta Vez Has Ido Demasiado Lejos...)” (a) “Altamira” y “Fade Away (...Pero
Nunca Cometer un Crimen...)” (a) “Fade Away”. El primero samplea ruidos de
máquinas que aún no se inventaban sobre la cíclica programación percusiva de
ascendencia entre trippera y ácida, mientras que el segundo se apegaba a pulsos
similares a los del “Teardrop” de Massive Attack, injertando guitarras
sampleadas y un galopante industrial tipo Ministry -sólo para regresar hacia el
final a dársenas bristolianas. La muestra más representativa de lo conseguido
por Fernández en el cassette es, sin embargo, “Urbano 8:30 (...Cada Mañana En La
Ciudad...)”/“Urbano 8:30”; cuyas texturosas capas de teclado se entrelazan a la
ultravelocidad de Tom Jenkinson y se contrastan marcadamente con la aquietada
línea general de la pieza.
¿Y qué era lo alcanzado por el capitalino en
una jornada como Habitat? Todo lo antes referido, construido sobre una
fascinación por el electrofunk futurista de bombo lacónico herencia de la
Ciudad Motor, y que presagiaba una prometedora cuesta ascendente para su
carrera. Digo, ello ya estaba insinuado en Electroshock, que le había reportado
la imagen de un tipo empilado e ingenioso para ayudar a empujar las vacilantes
subescenas electrónicas peruanas hacia el mañana. Porque, mientras creadores
coetáneos suyos adscritos al planeta electro se abalanzaban hacia los discursos
más avezados de la vanguardia digital -post rock, ruidismo, clicks’n’cuts,
glitch, harsh noise-, Fernández se disparaba hacia encarnaciones menos ariscas
pero igualmente contemporáneas a los 90s. En cualquier caso, lo suyo dejaba
atrás ese synth pop del que no salía la mayoría de nuestros créditos nacionales
aventurada a probar suerte con la música electrónica.
Por esas cosas que a veces tiene la Vida, empero,
Kyleran prácticamente desapareció de la palestra. Entre Habitat y Amarillo
EP (‘16, también eyectado desde SuperSpace), es decir en el lapso de diecisiete
años, sólo volvió a aparecer a través de compilaciones -¿Realmente Amas A
Sandra Bullock? Compilatorio De Música Electrónica (‘03) y UnderPop: PopRock En Perú Vol 2.2 (‘15). Tras el extended, se coló una vez más en la saga
del colectivo UnderPop (...Vol 3.2, ‘17), antes de volver a primeros planos
con la reedición que motiva este texto. Sí ha habido en diversos panorámicos, por
el contrario, una presencia pertinaz de Subtoniq; nuevo seudónimo que el músico,
desde hace algunos años radicado con su familia en Canadá, se ha sacado de la
manga; y que en el ‘21 se puso de largo con Spaceship To The North Star.
Hace un rato, postulaba que Habitat (25th
Anniversary) podía dividirse al menos en dos secciones. Podrían ser incluso
tres, si tenemos en cuenta la info del demo del ‘99 -que menciona cuatro
remezclas correspondientes a “V/F Mentiras”, “Conspiracy”, “Piano” y “Fade Away”;
disponibles sólo contactando a Kyleran por correo electrónico. De las
composiciones mentadas, el update del ‘23 incluye sendos remixes de “Fade Away”
y de “Conspiracy”, mientras que de “Piano” se aditan dos. No obstante, no hay
ninguna certeza de que estas remezclas sean las antaño ofrecidas vía e-mail.
Debemos, entonces, ceñirnos a la división del disco en dos porciones.
Coincidentemente, es “Altamar (Kitten Mix)”
el primero de un puñado de bonus que bien podría haberse incluido en el
lanzamiento del ‘99. La reversión posee una intro que guiña a la bossa nova, para
luego de una drástica transformación en convulso drum’n’bass a lo No U-Turn
unificar ambas aristas en un remix mutante de exótico easy listening jungle. “Fade
Away (Full Moon Mix)” tiene la misma vocación hibridante, sólo que aplicada al
trance y al trip hop. De otro lado, asaltos como “7 AM” y “Piano (Headache Mix)”
lucen más convencionales, si bien su manufactura es impecable -artcore de pro a
medio andar entre Ram Trilogy y Omni Trio el primero, techno duro y acerado el
segundo. En tanto, el saldo faltante de adicionales no destaca mucho, acaso por
su excesivo apego al sonsonete trance -que, afortunadamente, nunca se convierte
en goa. “Asunto Personal”, “GPU”, “Conspiracy 303 Mix”, “Portal (Wari Mix)”, “Piano
(Virus Mix)”... Con una mejor producción, tal vez los dos primeros puedan reivindicarse,
atendiendo a sus variopintos matices.
Finaliza este repackage “Starting Point”, punto
de retorno a los días de la maqueta original por su mixtura de casi todas las
estéticas de que ésta se valió, salvo la del drum’n’bass. Queda así codificado Habitat
como lo que en realidad siempre fue -un documento sonoro que pudo abrir con
mayor celeridad la cancha para actos electrónicos peruchos interesados en los
nuevos discursos digitales de los 90s ajenos a la experimentación, si hubiera
contado con más difusión y apoyo. Casi un cuarto de siglo después, el rescate y
su merecida reivindicación son una realidad tangible.