(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 7 de agosto de 2024.)
¿Has notado que, de un tiempo a esta parte,
“post punk” y “dark” -o “darkwave” o “dark-gothic”- han devenido erróneamente
en sinónimos? Antes se decía de Siouxsie Sioux, verbigracia, que era la “reina
del dark-gothic”. Ahora, cada vez que se le menciona por alguna razón, se la
adorna con el título de “reina del post punk”. ¿Ignorancia? ¿Tarupidez? ¿Un
poco de aquí y de allá? Pese a algunos momentos históricos en que ambas
tipologías se tocan, “post punk” y “dark” -o “darkwave” o “dark-gothic”- ni
siquiera llegan a ser sinónimos relativos. “Post punk” alude al período
‘77-‘84, cuando aparecieron alienaciones cuyo único factor común era una
desbordante creatividad para inventar nuevos mundos tras el holocausto punk -género
ni siquiera tomado como avatar a superar. “Dark” y similares, por el contrario,
comparten una fascinación por atmósferas que sólo toleran los apagados fulgores
de unas eléctricas fantasmales/de unos teclados glaciales -y el resto, teñido
de impertérrito negro.
Pasa algo extraño con
El Arte De La
Nigromancia (
InClub Records), estreno del acto huancaíno Zorstka, que toma
su nombre de
la epónima canción de los bielorrusos Nürnberg. A lo largo de este
mini-álbum, no son contados los pasajes en que los juninenses explicitan su
devoción hacia el dark-gothic, en surcos de ligero o pesado tonelaje. “Sovetskiy
Lyubov” y “Bailes Muertos” prueban respectivamente esa afirmación: en clave
pop, el primero explora la agilidad trepidante de unos Skeletal Family,
mientras que las teclas del segundo se tornan algo más densas a fin de
coquetear con la maliciosa crudeza de Southern Death Cult; fugaz protagonista
de la primera asonada darkie en el Reino Unido al que se recuerda únicamente
por habérsele desgajado The Cult -y que se puede conocer in extenso gracias a
la reedición digital cosecha ‘98 que se hizo de la compilación homónima de
1983.
Sin embargo, tan evidente como la veta
dark-gothic de Zorstka, que en “Nigromancia” roza la caricaturización (iba a
decir que la canción suena a unos The Shroud de segunda, pero los The Shroud
mismos son de quinta); es la casi ominosa influencia que sobre el bajo
sintético y programaciones del binomio ejercen Stephen Morris y Peter Hook. Y
no creo gratuito señalar a estos dos integrantes de los míticos Joy Division,
porque fue justamente la banda de Manchester uno de esos pocos episodios -acaso
el más brillante, dejando atrás a gigantes como The Cure y los propios Siouxsie
And The Banshees- en que confluyeron tanto el dark como el post punk. Temas
como “Viaje A Las Estrellas”, “Disco” o “El Último De Los Románticos” acaban
favorecidos por la confluencia de gruesos/nerviosos/indesmayables graves y de
cortantes/secos golpeteos percusivos que hiciera de los mancunianos uno de los
grupos más personales en la historia de la música pop.
No deja de sonar rara la mixtura que (¿cuán
intencionalmente?) se ensaya en
El Arte De La Nigromancia. De todas
formas es claro que requiere de un fogueo bastante más intenso, de una práctica
mucho más recurrente, para que bajo ambas instancias comience el dúo a esbozar
un estilo lo suficientemente identificable como propio. No es ese camino aún
por transitar lo que le resta puntos al mini-LP. Lo que se los quita es un
número como “El Retorno”, de prosa tan atrozmente elemental, que me hizo
preguntarme si no se la habrían encargado a limitados al mango como Páez,
Calamaro o Sabina. Eso, y la voz. A diferencia de lo que sucede en el apartado
instrumental, el vocalista y guitarrista de Zorstka demuestra excesivo apego
por Nosferatu, Rosetta Stone, The Wake (US), Love Like Blood y similares. Más
firmeza y menos impostación, que las voces indiscutidas del dark-gothic se
concentraban en ser teatrales antes que teatreras.
A pesar de señas e indicaciones que le
sindican como extranjero, hace menos de dos meses apareció un extended play
acreditado a cierto unipersonal que es peruano por sus cuatro costados. Verdad
que el nombre del proyecto, La Vie Synthétique, apunta a una ascendencia
francesa. Los orígenes, empero, son inequívocamente locales. Ídem con la
denominación “indie” -más genérica hoy en día, imposible-, que en BandCamp
figura junto a su ciudad de “residencia” (París).
Bueno, LVS es el alias individual creado por
Alonso Almenara para dar curso a una nueva faceta que inaugurar en su
experiencia vital -la de músico. O, en este caso, no-músico. Tarea nada
sencilla, máxime si antes se ha estado mucho tiempo en las graderías de la
crítica y ahora se salta a la arena -en cierto modo, la pesadilla de todo
crítico. No parece ser así para el limeño, que con absoluto desparpajo refiere
fecha de concepción y desarrollo concernientes a los canales adosados a Wrong
Market EP: una escasa semana.
Quienes le conocemos apenas, podemos
especular con que Almenara no busca enfrentarse al pop. Por desgracia, a ello
le constriñen las coartadas estilísticas sonoras por él escogidas. En el
extended se plasman fugaces paisajes cercanos por igual al happening y al post
rock, al ambient y al free jazz, perforados por voces filtradas/tratadas y por fragmentos
muestreados como a la vieja usanza del cut and paste. El resultado es asaz
hosco para quien no ha paladeado antes esos acibarados sabores. Para quien sí, Wrong
Market EP con las justas alcanza a dejar algo de miel en los labios -7
surcos en menos de trece minutos.
La asincopada desconexión del post americano
(“Threads”), el despedazado(r) hibridismo del sound art (las dos partes de
“Sound Waves”), el abrupto automatismo del free y del non-sense (“Drink Coffee,
Dream Faster”, “Alien Procession”), el aislacionismo inherente al ambient de
los 90s en adelante (“Dyson Sphere”)... Todo ello encuentra cabida en un
minúsculo repertorio, que sólo en “Fishes” cede a la tentación del formato
canción -único sístole del breviario en que La Vie Synthétique acaricia el pop
como casi sin quererlo.
Habrá quienes califiquen a Wrong Market
EP de sobrio debut. Lo es, dada su cortedad. El efecto colateral radica en que
esa escueta suficiencia también le provee de un aura artificiosa. Faltó por ahí
impulsar mayor evolución en los tracks, fomentar su crecimiento... Tener más
paciencia, en resumen. Tal cual se ha editado, el extended tiene pinta de
jugada calculadamente adscrita a sonidos blindados por aquello que aún
sobrevive tras el rótulo de “crítica especializada”. No estoy asegurando que
sea así, sino que lo parece -y mi percepción puede errar, naturalmente. Sea o
no el caso, difícilmente podrá Alonso volver a dejarla picando en su siguiente
movimiento.
Hákim de Merv