jueves, 27 de abril de 2023

Polvos Azules: La Máquina Astral // Maquinaria Mecánica: Somos Máquina

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 19 de abril del 2023.)

Enjundioso ejercicio de acrobacia el que acomete Giancarlo Samamé para el quinto largo de Polvos Azules, lanzado en los idus de enero, apenas cuatro meses después de Ciudadana Inseguridad. Con relación al antedicho, el músico echa por la borda los experimentos de verso y estrofa que atiborraban las líricas de varias de sus canciones. De hecho, para el nuevo álbum regresa el victoriano casi por entero al formato instrumental.

¿Significa este retorno que Polvos Azules vuelve por sus primigenios fueros? La última palabra la tiene el hombre fuerte de Dorog Records, pero si se me permite especular a propósito, yo diría que no. Que lo que La Máquina Astral hace es reutilizar los descubrimientos de las primeras referencias del proyecto, con mayores tino y provecho que los que acreditaba su predecesor. El prístino ambient pop que ha dominado perenne los destinos del unipersonal, ausente sólo en Movimientos (‘17), es reaprovechado ahora con una mesura y una sobriedad inéditas en el background cerúleo.

Pongo a prueba la afirmación anterior. En números como “La Imaginación Nos Vuelve Infinitos”, “Ormus” o “1111”; secuencias, ornamentación digital y estética del muestreo marchan contenidas, sin desbocarse un solo momento. Queda así la sensación de estar frente al disco más esforzado/laborioso de Polvos Azules, donde el ímpetu no oblitera al ejecutante -sino al revés. Un bodegón impresionista, cuyas polícromas atmósferas en 3D se mantienen a niveles humanamente audibles, esquivando tanto el ser ungidas motivos centrales de la música de Samamé como el sumergirse y desaparecer en las profundidades de un abstracto minimalismo ambiental.

Composiciones como “Gallito De Las Rocas”, “Transmutación” o la oscura “Telúrica” van algo a la saga de sus pares del párrafo anterior, por distintas razones. En el caso de las dos primeras, débese a que el capitalino se acuerda de sus tiempos en El Paso, la excelente sociedad que integrara junto a Eduardo Otayza (Tech Vibes). Las programaciones en “Transmutación” y en “Gallito...” guiñan a ese pasado, con notorio sosiego, eso sí. Por otra parte, “Telúrica” acaso no sea del todo oscura, sino más bien opaca y velada. No es ése, sin embargo, el factor determinante para negarme a ubicarla junto a “La Imaginación...” o “1111” (que samplea un fragmento de “Como Una Rosa Roja” en versión de Lucha Reyes, vieja canción del acervo criollo). Éste -el factor- es su total ausencia de síncopa: si “Ormus” es un auto ensamblado y brilloso, “Telúrica” es sólo el chasis -único asalto de LMA con letra, aunque sea en idioma desconocido (entonado por Ángela Ruesta, quien también se deja escuchar musitando ininteligible en “Ormus”).

Viñetas más discretas del nuevo menú: “Lo Que Vendrá En El Futuro” y “El Aprendizaje De La Limpieza”. Con la asistencia del bajista César Gálvez (Arrepentidos De Nada, Dios La Siembra, Antisocial, La Tuya Y Los 1500), “Lo Que Vendrá...” parece armada a partir de un jammeo con los tempos demasiado narcotizados. “El Aprendizaje...”, en tanto, tiene colores más vívidos. Lástima que el autor opte por kraftwerkizarle al acercarse al tercer minuto y dotarle de una coda por completo innecesaria. Se convierte “El Aprendizaje...”, pues, en el único reparo que le opongo a un quinto paso dado con comedimiento y prudente soltura.

Cuando comenté la salida del debut de Putzy, Curses (‘21), recuerdo haber escrito que el regreso de algunos géneros bastante vejancones ya no causaba fastidio o incordio, en el marco de una postmodernidad para la cual una transformación constante de la música pop había dejado de ser requisito indispensable. Si al promediar la primera década del siglo había sido imperioso ponernos al día en comparación con las escenas foráneas, un quindenio después la desaceleración respecto de los 90s y el consecuente incremento de la retromanía han hecho que nos tomemos las cosas con mucha mayor calma.

Ergo, la existencia de una subescena ligada al hardcore techno y similares es hasta saludable, desde un enfoque multivalente y plural -así comparta ésta palestra y look con los festivales que los colectivos BDSM tímidamente comienzan a prodigar en la aún pacata cibdat de Lima (cf. SynthNation Inti Fest y WhipMe). Todavía mejor es que esa subescena produzca discos, lo que implica bandas y procesos creativos en ebullición. A Monöchrome, entonces, se suma en las mismas coordenadas el también dúo Maquinaria Mecánica.

El estreno Somos Máquina es new beat centroeuropeo prensado a más de 700 grados Celsius, como aconseja el manual de estilo: lleno de percusiones cortantes y agresivas, líneas de sintetizador de una densa ominosidad casi sórdida, voz marcialmente apocalíptica y feroces consignas de ascendencia anarquista, casi bakuniana. En síntesis, E(lectronic)B(ody)M(usic) de vieja escuela -ortodoxo, lleno el tanque, atiborrada la bodega de carga con misiles de diverso calibre.

La salva de bpms acerados como hojas de mil espadas, que dan forma a lo que pudiera tildarse de patrón percusivo, es responsabilidad de Henry Robles, quien asimismo se hace cargo de los coros. Las secuencias toscas adrede -al punto de parecer melladas- y las vocales guturales en clave cyberpunk, por otra parte, son cosa de Hitam Laga, a quien supongo además se deben acreditar esos sonidos equivalentes a basslines tenuemente ácidos. Entre los dos, y al amparo de nombres como Digital Poodle, Die Warsau, Leæther Strip, A Split Second, el inevitable binomio Nitzer Ebb-Front 242 y Noise Unit; dan forma a un plástico lleno de mazazos contundentes como el surco epónimo, “Patria”, “Martillos Caminantes” (imagen de inspiración floydiana), “Obreros” o “El Poder”. Verdad que hacia los tres cuartos del CD se nota ya cierta monotonía, por lo demás parcialmente intrínseca al estilo, pero es algo que el dueto corrige en el rush final.

Muchos puntos extras por la coherencia y el equilibrio que Maquinaria Mecánica despliega en las letras, virtudes no siempre frecuentes cuando se hunde el dedo en las varias llagas del sistema de vida occidental. El tutelaje de Bakunin es sólido: por igual se ataca a la minería depredadora (“Martillos...”) y a la izquierda cavernícola (“Incapaz Y Traidor”, diálogos expropiados del depuesto Pedro Castillo), a la enajenación que está haciendo presa de nuestra especie (“Recurso Humano”) y a las divisiones propiciadas por los poderes fácticos entre pueblos hermanos (“Opresión”). El fantástico timing del tándem para los sampleos -un fragmento de la Internacional Socialista, otro de Juan Velasco Alvarado- deja en claro aquello que resume muy bien la estocada de cierre, “El Poder”: Maquinaria Mecánica postula el anarquismo, entendiéndole no como la ausencia de toda forma de gobierno, sino como autogobierno de toda comunidad.

Somos Máquina se concibió el año pasado, pero recién se edita este 2023 a través de la novísima escudería Máquinas Electrónicas, que incorpora al track list “Incapaz Y Traidor” y “El Poder” (aparecidos por primera vez en un EP lanzado en septiembre del ‘22).

Hákim de Merv

No hay comentarios.:

Publicar un comentario