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jueves, 17 de julio de 2025

Alcaloidë: ∞ EP // Contusión Cerebral: Pensamiento Programado

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 9 de julio de 2025.)

Cuando hace casi dos meses tomé conocimiento de EP, nueva entrega de Alcaloidë, acababa de retornar de unas breves vacaciones en las alturas de Huaraz. Lo primero que se me ocurrió es que había ingresado inadvertidamente en una realidad alternativa. Supuse después que me había equivocado al momento de seleccionar la descarga, facilitada gentilmente por el músico y co-fundador de Chip Musik. En última instancia, pensé que al descomprimir el .rar inadvertidamente debía haber abierto otro archivo.

Vanas conjeturas. El extended, valgan verdades, dista mucho de las composiciones más recientes que publicase el autor oroíno. El golpe de timón que propina es más bien un martillazo, en modo alguno ubicable próximo a su último largo Wichq’ana Ch’askancha (‘21) o a su tumultuosamente ruidosa colaboración en Paradigmas Frecuenciales II (‘23). Tampoco “Tesla”, cedida para el lado B de Philodina (‘25) y donde Alcaloidë se acerca tangencialmente al shoegazing, guarda mucho en común con el EP subido a inicios de mayo pasado.

Se desgajan los primeros sonidos de “Frecuencias De Kénosis” y la metamorfosis se evidencia. Aunque la música de Alexander Fabián bajo esta faceta proporciona con el paso de los minutos las dosis de peculiar rugosidad y de esos glitcheos que dan consistencia a sus fondos sonoros, ahora su preeminencia es menor ante la adopción de una línea melódica de conducción ambient que no necesita descollar para modificar sustancialmente el cariz del alias. Mantener el perfil discreto le basta.

Mientras empieza a declinar “Frecuencias...”, fantaseo con un Brian Eno que hubiese empezado carrera solista en este siglo en vez del anterior. La quimera se evapora al arrancar “XTO” acentuando ritmo y melodía, transformándose de a pocos en una jungla simétrica de pulsos. Aunque proliferan los autechrismos, sus reverberaciones y un sublimado exotismo étnico me hacen sentirle más a gusto en los predios de The Future Sound Of London que en los de la dupla formada por Sean Booth y Rob Brown. No acontece otro tanto con “Godwave V_1.1”, que subraya la multiplicación de secuencias pero no la tonalidad eurítmica. Pese a que “Godwave...” se ceba en los límites del drum’n’bass, su impronta digital está lo suficientemente borroneada para impedirle cruzar esas lindes.

Sorprendente giro el de EP, entonces, con sólo tres canales y menos de un cuarto de hora. Como se usa decir en estos bytes, queda la incógnita sobre si es una transformación pasajera o si será algo más permanente, que modificará por completo la naturaleza misma de Alcaloidë.

Descubrí hace poco las bondades -por así decirlo- de Contusión Cerebral. Se trata de un seudónimo aparentemente individual tras el que se acomoda el huancaíno Harold Heinz. Su labor artística despega en el Año de la Pandemia a través del álbum La Doble Singularidad, y continúa en el siguiente con Variación Cuántica. Pistas en este último como “Navegando Por Una Galaxia Holográfica” o “Reiniciando El Simulador De Sonidos Monogravitacionales” me inclinaban a especular sobre una electrónica deudora de la tradición sci-fi.

Nada más lejos de la realidad. Luego de una buena cantidad de singles y algunos EPs, el tercer volumen de Contusión Cerebral aparece a fines de febrero. Con Pensamiento Programado, Heinz finalmente se decide por géneros más delineados que el nebuloso esteticismo post punk del debut. El darkwave, la coldwave, el synth punk e incluso la electronic body music trashuman este disco de melodías inmutables y oscuras, de ritmos cortantes y angulares, de febriles arrebatos y vocales tan escasas como lúgubres -que esconden de este modo sus limitaciones, todo sea dicho.

El genoma mitocondrial de CC guarda una enorme herencia materna de dark rock. Ello es más que notorio al escuchar canciones como “La Muerte Me Espera”, “El Planeta De Los Genocidas” (acreditado como cover de unos tales Rüe Morgue 131) o “Las Flores Del Mal” (bien Lima 13). Ocasionalmente, es el darkwave inclinado hacia el synth punk el que se pasea en “Madre, He Probado La Muerte” o en “Nativos Digitales”. Algunas esquirlas de esta aleación expanden el output hacia desarrollos cobijados por la proverbial frialdad de la coldwave, caso “Frío Destino ♡”, la ágil “Presagio Fúnebre” (aquí la voz emula la de Javier Benavente, de los legendarios Parálisis Permanente) o la aún más virulenta “Baila Como Ian Curtis” (original de unos aún más ignotos Octubre).

Angustia nihilista envasada en alienantes programaciones de hierática gelidez. Sí. El problema es que, salvo “Suicidio Moral”, que arriesga un poco más empujando a Harold hacia maquinaciones filo-EBM; no encuentro muchos intentos por trascender o superar el manual de estilo, y sí bastante complacencia genérica. Aún cuando no tengo ningún reparo en torno a las etiquetas utilizadas, no me he sentido especialmente movido por Contusión Cerebral. Su agitación synth, su quejumbrosa calígine a lo Seventeen Seconds circa “At Night” o “In Your House”, su paso correlón y rabioso; todo ello me gusta y entretiene, sin lograr calarme de veras.

Todavía se le siente crudo, pues, al acto altoandino. Paciencia, me digo, que el muchacho no ha hecho sino empezar. Mi espíritu se serena ante esa perspectiva.

Hákim de Merv

jueves, 10 de julio de 2025

Ballet Mecánico: Primera Secuencia // Ayarwhaska: Dendritas Oscilantes

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 2 de julio de 2025.)

Luego de un tiempo relativamente alejado de su faceta como músico, estrenó Fernando Pinzás durante el último trimestre del ‘24 Ballet Mecánico, proyecto donde él tiene la última palabra y en el que las colaboraciones son más que bienvenidas. Se establece así una diferencia clave respecto de grupos anteriores en los que participó, como Specto Caligo y los recordados Varsovia. A posteriori de los singles de adelanto “No Cederé” (10/24) y “Testamento” (1/25), BM libera su debut en marzo del presente a través de la discográfica Buh Records.

Mencioné hace un momento las colaboraciones. En esencia, éstas han tenido lugar a la fecha en el rubro de la voz, dándose el caso de tantas vocalistas invitadas -sí, todas ellas mujeres- como de episodios provee el largo, exceptuando la epilogal remezcla de “No Cederé”. La suerte es, en consecuencia, variopinta.

Pinzás ha erigido un opus de synth pop ochentero clásico con debilidad por la decoración Hi-NGR e italo-disco. No siempre es así, por cierto. En canciones como “Fábricas Del Miedo” y “La Memoria Es Un Acto Político”, Ballet Mecánico se enfunda en la piel de la ochentosa electronic body music. Monocordes, cortantes, airadas; las voces escogidas para ambos números -Anabhell y Kat Kathia, respectivamente- calzan de plácemes con la contundencia cuasi industrial y el agresivo synth punk para caderas que ellos encarnan. No es tan simple abordar el resto de Primera Secuencia, sin embargo.

Cuando las programaciones se adelantan un poco a la fecha de origen de su matriz (menos próximas a los 80s que a los 90s), las melodías se hacen más recordables, el delay se aposenta en los lugares correctos, las atmósferas se empañan de melancolía y los teclados se vitrifican hasta traslucirse. Ésa es la mejor performance para las vocales de Luz Cáceres (a) Luxsie (“Mascarilla”), Luminiscencia (“Testamento”) o Noelia Cabrera (“Como La Última Vez”). Emergen efluvios de O.M.D., de Yazoo, de Soft Cell e incluso del primer New Order. Cuando no ocurre tal cosa, sino que se prioriza el esteticismo/efectismo Hi-NRG/italo-disco, aunque los arrestos suenen bien elaborados, carecen de la chispa emotiva de sus pares -y en ese contexto, hacen lo mejor que pueden gentes como Susana Fátima (“No Cederé”) o Laura Rosales (“Rosa Era Inocente”). Por fortuna, esas oportunidades son las menos -para más inri, ubicadas al inicio de la jornada.

El grueso del álbum está, pues, a la altura de las circunstancias. Synth pop contenido de ingente carga emocional tratando simultáneamente de sonar lo más minimal que se pueda, bebiendo a veces del output de El Aviador Dro Y Sus Obreros Especializados (pero no de su divertida retórica). Cuando no, new beat de ecos a lo Front 242 o Neon Judgement, y hasta de unos Nitzer Ebb con las secuencias desmontadas.

El único rato en que se funden todas las variables puestas en juego a lo largo de poco más de 36 minutos es “La Ciudad De Los Incendios”. Su conjunción de Hi-NRG, marcialidad proto-EBM, teclados veleidosos como ellos solos y una voz que se afantasma sin disolverse (Angélica Carlos a.k.a. Elva Cío, camarada de Pinzás en Specto Caligo); le hace merecedor de un espacio insular. No digo que sea la mejor canción del vinilo, sino que es la de sonido como no tiene otra en éste.

Correcto primer paso. Muy artístico y entrañable, también. Para sortear hándicaps y superarse a sí mismo, Fernando debería: 1) equilibrar la balanza en cuanto a estilos de los que se nutre, y 2) pensar en una cantante estable, de registro amplio. Sólo así sacará todo el partido posible de sus potencialidades y conseguirá puntaje perfecto. El de Primera Secuencia va bien para un bergantín que recién zarpa.

Aún no tengo el gusto de conocer a Valentín Causillas. A riesgo de equivocarme, lo alucino alguien todavía con el pellejo verde, coetáneo de Nicolás Prado, de la tropa Haiti Bon Aire o de la mancha de Antibióticos. De todos ellos algo tiene su escueta primera entrega Dendritas Oscilantes, de apenas 26 minutos más sencillo, embebida en desparpajada conchudez con la cual rondar tendencias aglutinadas alrededor de dos cepas entrelazadas: el ruido fecundado por la actitud punk y la fascinación por la distorsión ominosa.

Comienza a sonar “XXX Rated Speed Grindcore” y piensas automáticamente en Leonardo Bacteria, fallecido frontman de Insumisión. No porque Ayarwhaska -alias de Causillas- sea un facsímil del u-ni-per-so-nal de Leo, sino porque la inspiración es clarísima. Mezcla de grindcore y gabber a velocidad supersónica, “XXX...” navega los mismos mares encrespados que el digital hardcore de Insumisión a partir de La Frustración Lo Cubre Todo (2000). Como éste hay varios surcos en la decena que integra el repertorio del cassette, si bien dotados de intros diversas: “Torturados Serán Los Alzados” (cuyo pistoletazo de salida parodia los viejos programas de variedades setenteros), “El Harsh Es Lo Único Que Me Excita” (que de harsh no tiene nada, con sus bpms fuera de control), “Desasosiego” (su engañoso preludio de rock grave y solemne experimenta un quiebre para aplastarte despachando avalanchas de drum’n’bass deforme), “Matas El Pueblo Por El Que Luchas” (sampleos de La Boca Del Lobo y del cleptócrata oriental Fujimori, colándose por en medio de frecuencias que colapsan ante la voluminosa carga que soportan).

Por contraste, hay otros tantos cortes que asoman bastante más convencionales, pese a que Ayarwhaska se las arregla para preñarles de elementos bizarros con que tender vasos comunicantes hacia sus similares del párrafo anterior. El primer ejemplo de ello es “En Colono”, que suena a punk noise de sucio ruido ascendente. Por la misma trocha se desplazan “Memorias Gwiyomi Nyan Cat”, egg punk de desprolijidad absoluta que muta hacia el final en webcore (y cuyo bajo modélico es lo único que sostiene su caótica naturaleza), el inusualmente dilatado “Tres Gallos” (noise rock desestructurado de guitarra aporreada), el cierre “Psykodemia!! (Asko)” (que más parece una unión a la mala de distintos retazos).

Punk + noise + distorsión + gabber, entonces. Tal es la consigna hecha lema por el joven Valentín. Lema que, como suele suceder, no tiende a la uniformidad -y que tiene en Dendritas Oscilantes una excepción para confirmar la regla. Ésta es “Puti Jazz”, pista diminuta que así y todo se da maña para hacer sonar saxos ¿andinos? ¿afroperuanos?, por entre masas asesinas de abyecto noise. La exceptuación -a duras penas- de una experiencia frikeante que pone a prueba, una vez más, tu capacidad de aguante en relación a formas no convencionales de crear música/no-música. Como sucede con Ballet Mecánico, se porta asimismo Buh con la manufactura de la cinta.

Hákim de Merv

miércoles, 26 de febrero de 2025

Rolo Gallardo & Tribilín Sound: Zambo Urbano // El Jefazo: Colisión Brutal // Fiorella16: Mas(a)Océano // Haiti Bon Aire: 9 Amenidades (अनमास्टर्ड) //Miguel Uza: 20|22

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 19 de febrero de 2025.)

LOS DISCOS PERUANOS DE 2024 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (IV)

Colgado en plataformas un mes antes de que finalice el ‘24, dudé prácticamente hasta el último segundo en escuchar o no Zambo Urbano, ¿compilación? que reúne nuevamente a Rolo Gallardo y a Tribilín Sound para homenajear al desaparecido Arturo Cavero, santo patrono en la hagiografía de las músicas afroperuana y criolla. Primero, porque mi afición a las sonoridades de raíces negras no se lleva con mi desprecio hacia el arte decadente de los herederos de la casta “blanca” que ha dominado el país desde su nacimiento y que siempre hipoteca el bienestar general al suyo propio. Y segundo, porque si bien me parece divertida la subversión mashup de Tribilín Sound (pese a que rato ha ya no lo sigo), a Rolo Gallardo en su faceta de hip hoper casi no lo manyo. De sus días en los horripilantes Bareto, mejor no hablar.

A la postre pesaron no sólo el cachondesco sentido del humor de Tribilín Sound, sino también el pull de colaboradores/as invitados/as por la mancuerna, así como un precedente que podía echar luces sobre lo que mostraría Zambo Urbano. Ese precedente es Proyecto Zambo, publicado en el ‘19 y acompañado del artefacto de remixes de ley recién en la víspera de las últimas fiestas patrias. En ambas rodajas, acompañan al tándem nombres como Novalima, Dengue Dengue Dengue, Quechuaboi y Vudufa.

Para mi mala suerte, Zambo Urbano dista mucho de lo que sus antecedentes me hacían pensar. Aunque existen intervenciones sustanciales tanto de Gallardo como de TS, éstas son equivalentes a las de los/as artistas convocados/as para la ocasión. La mayoría de ellos pertenece a predios hip hop, a excepción de uno o dos que se esconden en la tramposa etiqueta “urbano”. “Bueno, lo dice el título del largo. ¿Qué esperabas?”. Esperaba que menudeasen los sampleos de Cavero y que se deconstruyesen con hartos punche e ingenio sus clásicos. Pasa lo primero, no lo segundo.

Jirones del inconfundible vozarrón del “Zambo” aparecen por todo el esférico, recontextualizados según lo destine tal o cual participante. Sin embargo, con la solitaria excepción de “La Abeja” (donde el sampleado finado es protagonista excluyente de una inteligente reversión en dialecto jamaiquino), las letras de sus canciones apenas son entonadas por los/as vocalistas de turno. Éstas, de hecho, son sólo tomadas como breves puntos de partida para lanzar fraseos de inspiración propia. No se trata de modificaciones parciales, sino de líricas -limericks, en este caso- nuevas en un 95% o más.

Definitivamente no es lo que había previsto. La inclusión de Tribilín Sound, que prometía algo varios cuerpos más loco, resulta en el balance engañosa. Zambo Urbano es una colección de piezas hip hop que podría ser piolera/ tomada más en serio si se hubiera explicitado su verdadera naturaleza al presentársele. “Olga” (con DJ Prax y Pounda & Nomodico), “Nuestro Secreto” (Chinono), “Callejón De Un Solo Caño” (Ali Lampoa), “Se Acabó Y Punto” (Psiko-Delia, MC Bomgo & King Buaat)... Ninguna, ni siquiera “La Abeja”, me parece especialmente extraordinaria. Mucho menos esos números en que dicen “aquí estoy” esperpentos como el trap (“Y Se Llama Perú” con Chispa Rap, “Ésta Es Mi Tierra” con Maco) o involuciones peores (el vomitivo reggaetón de Mostradamuz y “Rebeca”).

Siempre campechano, el “Zambo” se lo habría tomado olímpicamente. Yo, nones.

Mentiría si dijese que era consciente del lustro transcurrido entre Simbiosis y Colisión Brutal, nuevo álbum que El Jefazo editó en junio último. Sabía que el trío andaba buen rato sin despachar nada sustantivo, pero no cuán extenso era este hiato. Quizá ello respondía tanto a la salida del directo Tormenta Mental - Live At Woodstaco 2019 en mayo del ‘22 como a los pálidos réditos que éste ofreció. Siendo EJ uno de los combos más interesantes de la escena independiente, puntal indiscutible de la asonada stoner junto a Ancestro, Tormenta Mental... no capturaba ni las dimensiones épicas ni la colosal fortaleza, aún menos el nervio ignífero que anima la música de la sociedad Sánchez/French/Monzón.

Lo primero que cabe decir respecto de Colisión Brutal es que el regreso le ha costado un poco a El Jefazo. Su baterista de toda la vida, Renán Monzón, abandonó la alineación y fue sustituido por Adrián Hinojosa, que también es acreditado como percusionista. Fundamentadas muchas de las virtudes del grupo en el soporte rítmico, Hinojosa no lo hace mal, a despecho de lo cual es claro que requiere de mayor rodaje antes de calzarse los zapatos del ex. Y lo segundo que debe manifestarse es que los sencillos aparecidos -ninguno de los cuales ha sido recuperado en Colisión...- datan del ‘20, y el live fecha en el ‘19, por lo que cuando menos un trienio se ha desvanecido sin que el conjunto produzca ni anuncie nuevo material. Acuartelarse en invierno siempre pasa factura, incluso a los más pintados.

Colisión Brutal da la largada con guiñazo al documental holandés sobre taxistas peruchos, Metaal En Melancholie (1993). Utilizando efectos como el delay o el reverb, “Metal Y Melancolía” rescata las palabras de Jorge Rodríguez Paz, quien cita el poema “A Carmela, La Peruana” de Federico García Lorca para explicar la terrible realidad que le había obligado a mutar de actor a chofer de taxi. El inicio es asaz solemne en medio de sus fastos de vieja escuela, como para que la eléctrica de Bruno Sánchez protagonice una acometida de psychedelic blues ahogada en wah-wah. Más allá de su primera mitad, “Metal...” empieza a calentar motores, sin salirse nunca de los cauces ocupados tras el arranque.

De allí en más, asistimos a una jornada cuya masa muscular han trabajado principalmente el heavy psych y el rock de connotaciones desérticas, y a la que el stoner rock perla pero apenas permea. Salvo “Zarpazo” y algunos momentos en “Colisión Brutal” o en “Delta Acuárida”, Colisión... ostenta un acabado más bien “clásico”: aunque no tienen la tesitura apolínea de unos Deep Jimi And The Zep Creams, a los surcos les cuesta bastante trascender el status de “epigonales”, sin menoscabo de su estupenda factura. Echo en falta el entendimiento espontáneo, el achoramiento rabioso, la combustión liberadora; que hacían de obras precedentes auténticos tratados de rock pesado/stoneado y de pegada soberbia -y que les convertían en un fascinante mal viaje a cual más que el otro.

No es que no haya disfrutado del tercer esfuerzo de El Jefazo. Indiscernible, el bajo de Carlos French se ha prodigado en su papel de indispensable contrapunto tanto a las baquetas de Adrián como a las cuerdas de Sánchez. Brutalidad y dureza no le faltan al volumen, tampoco. El problema es que, pienso, le hubiera disfrutado mucho más de no haber coincidido las circunstancias descritas hace tres párrafos -si hubiese sino una u otra, en lugar de ambas... Asumo es cuestión de que vuelvan a alinearse las estrellas, como aconteciera en la briosa “Zarpazo” y en la primera mitad de “Colisión Brutal”. Confiar más en la intuición que en la razón, para no tener que soplarnos discretos solos a lo Satriani como en “Perro Seco”. Sí, fácil ésa es una máxima a tener como axioma al encarar el próximo proceso creativo. Disco modestamente transicional.

Para Fiorella16, José María Málaga cerró el ‘24 eyectando Mas(a)Océano desde los bytes de la novel escudería cuzqueña Primaveras Digitales, hace poco más de dos meses. Se sostiene así un período inventivo inusualmente dilatado que el arequipeño  todavía  se  encuentra  atravesando,  a  la  par  de una redefinición de conceptos al interior de su alias más reconocible -o, por último, de una traumática sustitución de esas variables que ha manipulado durante gran parte de su trayectoria.

Si en Suni A Través Del Espejo, al alimón con Asteroide, ya se notaba cuán creciente era la relevancia que la influencia de la obra de Sunn O))) ha cobrado durante los últimos tiempos para Fiorella16; en Mas(a)Océano esa relevancia llega a modificar el perfil mismo del proyecto, a saber si temporal o permanentemente. Es cierto que el registro evidencia dos segmentos no opuestos mas sí distintos. Es cierto además que el primero de ellos se compone de tracks bautizados como “Parte 1”, “Parte 2”, etc; acaso subrayando un concepto sólo válido en esta oportunidad. Pero también es cierto que el discurso de Málaga bajo esta faceta sufre una transformación mayúscula, no compartida por las improvisaciones en vivo que vertebran la segunda sección del LP.

Efectivamente, las formas de Fiorella16 son ahora pétreas y negruzcas. Sus atmósferas quedan hechas añicos debido a las subsónicas frecuencias saturadísimas que descerraja, y en su lugar quedan instaurados opresivos climas de oscuridad perpetua. Las espartanas melodías a las que ocasionalmente da pie se eclipsan pronto (“Parte 1”, “Nulle Part”, “Mas(a)Océano”), mientras esotéricos filtros surcan el encrespado mar de texturas distorsivas. El escaso resplandor visible corresponde a violentados destellos de luz que a lo que más se asemejan es a fuegos fatuos (“Parte 2”). Y la voz del mistiano tiende a replicar los gruñidos e inflexiones guturales de los de Seattle. Ése es el estado de cosas ¿actual?/¿de fines del ‘24? que se agita en el universo de F16.

Poco o nada de ese ritualismo drónico florece en la segunda parte de Mas(a)Océano. En ella se asientan tres ejecuciones en directo, a cuyas coordenadas geográficas hacen alusión sus correspondientes nombres. Psicofónicas intervenciones sonoras todas, tienden a parecerse bastante  entre sí, descontando  el  pulso  secuencial  de  cada  una.  “Montevideo  2 Tatami Registros - Uruguay” es comparativamente más relajada, por ejemplo. “Zárate CasaMou - Argentina”, más extrema. Todas ellas, finalmente, pertenecen al pasado inmediato del unipersonal. En beneficio de una experiencia más llevadera y menos incómoda, habría sido atinado prescindir de al menos una -que de tal modo se recortaba el minutaje a menos de una hora. Aunque, claro, Fiorella16 no necesita hacérselo más sencillo a sus habituales escuchas.

Actualmente desbandados y sin posibilidades de reunión a la vista, no sé cuánto tiempo duró la travesía de Haiti Bon Aire. Agradezco, eso sí, que no hayan dado de baja su cuenta en SoundCloud -hasta donde entiendo y junto a una exigua cuenta BandCamp, único lugar en el que puedes escuchar el que es su debut y despedida, aparte de en Spotify: 9 Amenidades (अनमास्टर्ड). Trátase de un puñado de mocosos airados que ni siquiera corre urgido de autoproclamarse heredero del legado del fallecido Leonardo Bacteria, a quien dedican “Leonardo Del Castillo AKA Leo Bacteria Miserito Jungle Conscious Break 11 Caleta”. Basta y sobra con presionar play para corroborar a prima facie ese ascendente.

La de Haiti Bon Aire es una genealogía gabber, como la que consolidase Insumisión entre los años 2000 y 2003. La apertura “Eaf 27sept1969” se dispara a una velocidad inhumana de bpms, tan imposible de descifrar al primer golpe de oído como efímero es su recorrido. De unos cuantos segundos más de extensión es la subsiguiente “‘77 Up”, que añade dosis de drum’n’bass desenfrenado cosecha Atari Teenage Riot (“Deutschland (Has Gotta Die)”) al insoportable digital hardcore que el grupo unge como la médula de su input. Ese huayco de bulla atronadora y demencial no hace sino potenciarse en “La Rubia Tarada . Noche De Karaoke” y en “Pare Y Dolia”.

Recién con “Koupe Tèt Funk”, la casi terrorífica celeridad de HBA consiente en ceder un poco. Es el canal más largo en lo que va de reproducido 9 Amenidades (अनमास्टर्ड). No obstante, su funk ensopado de ruido maniático y de onomatopeyas metálicas a granel nunca termina de metamorfosear la piel. Tampoco lo hace ese banco de pruebas para progresiones rítmicas varias y sampleos a destajo que es “Yo Vago”. Pese a su brevedad (no llega ni al minuto y medio), el auténtico cambio se produce con la enigmáticamente titulada “,”, cuyo reposo a golpe de falsa bossa nova es el primer asalto del repertorio en ponerle el cascabel al gato.

Penúltimo round de la placa, “Leonardo Del Castillo...” sube nuevamente el hebefrénico nivel de contaminación sonora, en tributo que debe haberle arrancado una sonrisa a Leo Bacteria donde se encuentre. Pienso que el plástico debió terminar aquí, redondeado en poco más de 18 minutos. Por desgracia, Haiti Bon Aire añade una última creación, “Bater Perna”, que eleva la duración global hasta superar los 25 minutos. Esto habla de un corte que por sí solo roza los 7 minutos de propagación. Dado que es un ejercicio infestado de grind noise en onda electrónica, como que acaba restándole algunos puntos a 9 Amenidades (अनमास्टर्ड) más que sumárselos.

De todas formas, HBA ha sido una de las sorpresas del año que pasó. A pesar de sostener desde sus respectivas trincheras tanto el hardcore punk como el metal sendas cruzadas de músicas agresivas y airadas, se extrañan propuestas así de tóxicas desde terreno electrónico. Me hubiera gustado verles en vivo, aunque quién sabe, por ahí regresan. De cualquier modo, aprecio la oportunidad de haberme vuelto a sacudir con ese bullicio abarrotado de drum’n’bass, grindcore, techno industrial, hardcore digital y gabber. Si su esencia aún persiste, un Bacteria harto satisfecho tendría que haber experimentado lo mismo.

Acabando noviembre del ‘24, el ex Rayobac Miguel Uza lanzó su segundo disco a título personal. Coyunturas curiosas rodearon la aparición de 20|22: entras en el BandCamp del músico y te das de narices con abundante material colgado sobre todo en las postrimerías del ‘21 -dos compilaciones de demos y un álbum entero denominado iPadMorita, que muy probablemente sea el legado inédito del acto del mismo nombre con que Uza editó un sencillo allá por el ‘14 (“Pomabamba 393”). Empero, estos testimonios han sido pauteados tanto antes de su homónimo debut (‘18) como de los singles que a éste preceden, enfatizando un carácter “accesorio” respecto de ellos.

Con 20|22, queda claro que la intención en la anterior jornada no era la de insuflar nueva vida al sonido de los extintos Rayobac. Si bien algunos instrumentales están dotados de bajo y batería (“Sin Título #14”, “Booster Rocker”), la mayoría de ellos no tiene sino tempos sugeridos. El ejemplo de la obertura “Lo Que Hacía Mientras El Mundo Se Estaba Muriendo” es sintomático: las guitarras de Uza no se perciben limitadas por ataduras formales, ni se apegan a género alguno. Carecen de voces que (les) dictaminen los tiempos, a excepción quizá de unas plumillas casi inaudibles. Salvo los casos ya especificados, el resto de viñetas sigue el mismo sino.

Es entonces un disco de estética ambient, el del limeño radicado en la Ciudad Condal. En 20|22, las eléctricas permanecen todo el rato enchufadas, prestas a florecer  improvisando  secciones  profusas  en  decoración  minimal  (“Sachi & Masao”,  “Valentín  San” -¿dedicada a su ex partner en Rayobac, de apellido Yoshimoto?-). No siempre consiguen navegar en medio de espesos cúmulos de albo vapor, ya que por muy ambientales que suenen, las de seis cuerdas van premunidas de timbres grosos/pesados -como ocurre en “20|22”, que parece las tuviera grabadas al revés, o en “Luz De La Mañana”. Así y todo, el estilo que mejor le define es el que se acuñase a partir de los álbums en que abandonó el pop Brian Eno.

Quedaba dicho que las excepciones de 20|22 son “Booster Rocker” y “Sin Título #14”. No son las únicas. A ellas hay que sumar “Terrores Nocturnos”, para completar la terna de composiciones con que Uza impone una interesante digresión hacia el pasado de su ex banda. A su modo, cada una asume la tarea de reinterpretarle. Las adustas y rígidas eléctricas de “Sin Título #14” enfilan hacia estratos más experimentales, sin llegar a los niveles crípticos de otras experiencias. “Booster...” merodea entre el indie, el punk, el slowcore. La más cacofónica de las tres, “Terrores Nocturnos” y sus cíclicos intervalos de ruido y onirismo se aproximan mejor a las performances a veces insoportables que en directo disparaba Rayobac.

Uza no es Archer Prewitt ni Vini Reilly. Mucho menos David Grubbs o Jim O’ Rourke. Con todo, extrañamente suena a inquietante híbrido de esos cuatro tótems. No es lo bastante árido como para entrar en la categoría post rock, si bien sí le evoca. No levita suficientes metros por encima del suelo como para mirarse en el espejo de The Durutti Column, aunque sí le insinúa. Y sus ocasionales  ramalazos  pop  y/o  rock  no  alcanzan  para  conjurar la maestría de un Prewitt o de unos The Sea And Cake. Pero -jódete, otra vez- sí puede pasar por muy aficionado suyo.

Hákim de Merv

jueves, 8 de agosto de 2024

Polvos Azules: Lisergias // Eviterna: Love Is Dead

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 31 de julio de 2024.)

Giancarlo Samamé ha resuelto no sólo blindar el status con que coronase a su unipersonal Polvos Azules La Máquina Astral (‘23), sino además renovarle modernizándolo con una apertura a patrones tímbricos hasta ahora inéditos en lo que a éste se refiere. No recuerdo un plástico suyo que tocase aún de manera leve aristas como la del trip hop, la del drum’n’bass o la del shoegazing. De esta aserción, nótese, no se deriva que el proyecto haya renunciado a las claves dictaminadas por su ADN; sino que busca afianzar su desarrollo intentando asimilar herramientas de harto distintas procedencias.

Segunda colaboración al hilo con su ¿ex partner? en Gelatina Magma, Ángela Ruesta, en modo alguno puede abordarse Lisergias como otra cosa que no sea un disco de Polvos Azules. Incluso en las pistas en que la presencia de Ruesta juega papel importante -cuatro de diez-, queda claro que la batuta en composición sonora se halla en manos de Samamé. El ambient pop de atmósferas relajantes y melodiosas se encuentra a la base del CD, pese a que éstas logren permearse del breakbeat nervioso del jungle (“En La Colmena”), de las texturas resonantes del shoegazing (“Corazones De Papel”), de la electrónica anterior a Kraftwerk (despliegue vocálico aparte, “Cariño Malo” saca chapa de vigoroso update de lo que hiciese Jarre hijo casi medio siglo atrás).

Sigue jugándosela Giancarlo por registros de minutaje moderado, por tracks de extensión recortada. Esa apuesta siempre le ha reportado buenos dividendos al individualista, trátese de sus mejores jornadas o de las más discretas. El plus adicional en Lisergias está determinado por lo bien que se lleva dicho manejo criterioso del tempo con la sofisticación dub del sonido Bristol. Que éste abunda en la placa, dosificado antes que hegemónico, lo confirman “Marañón”, “In The Mouth Of Madness” (¿algo que ver con el homónimo film lovecraftiano de John Carpenter?) y en menor medida la modernosa afroperuanidad de “A Puerta Cerrada”. Sintomáticamente, en los dos últimos asaltos tiene el cajón peruano participación estelar.

Es en la sección epilogal de Lisergias donde más pueden apreciarse las intenciones decorativas del pop que fabrica Polvos Azules. Sin ignorar sus correspondientes matices, “Olas De Tedio”, “Corazones De Papel” o “Recuerdos” son sumergidos en una electrónica indefinida, incorpórea, fantasmal. Es como si de las marañas más tupidas, este segmento fluyera hacia cálidas riberas de impactante minimalismo, y luego hiciese exactamente lo contrario en notorio movimiento pendular. Agrade o no, esa capacidad de metamorfosis es encomiable -de paso, revela un modus operandi desconcertante que mañana podría convertirse en norma. Más allá de preferir el neto acabado pop del resto del programa, aquí se exponen con más desparpajo los recursos con que cuenta el proyecto en esta etapa de su existencia.

Hermana casi gemela de InfraVox Records, InClub Records está por publicar en formato físico Love Is Dead de Eviterna. Es éste un line up fundado en 1989, según la info proporcionada por el propio grupo, pero del que honestamente nunca he escuchado antes ni siquiera el nombre. En todo caso, el título colgado online durante el presente año parece fungir como debut absoluto -diferido en el Tiempo nada menos que 35 almanaques. Posibilidades de que esto ocurra, las hay: Cashiari ya lleva tiempo tocando en diversos eventos, y hasta ahora no ha grabado sino cortes sueltos, incluidos en diversas compilaciones. Otros paradigmas, si bien del pasado: Azules Moros, Perú No Existe...

Lo de Eviterna se alza desde las cavernosidades de ese dark-gothic nacional que viene resucitando sin mucho aspaviento hace su buen número de meses. Como sus pares de latitudes similares, solía éste participar del reciclaje que de actos como Bauhaus o The Sisters Of Mercy hacían presa sus correspondientes epígonos noventeros -considérese, antes que nada, la nómina de la usamericana Cleopatra Records. Por desgracia, esa reutilización pasó prontísimamente del reaprovechamiento al abuso, convirtiendo nombres como los mencionados en clichés insufribles -cuando, en sus días, habían sido todo lo contrario.

Afortunadamente, el dark-gothic que ahora se engendra ha dejado en el camino muchos de los defectos que lastraban estas toscas (re)concepciones. En lo concerniente a Eviterna, el quinteto prefiere elaborar un sonido nacido de la confluencia del synth más oscuro y del dark-gothic clásico del lustro ‘85-‘89. No faltará quien diga, tras escuchar Love Is Dead, que esto no es otra cosa que un recalentado de ese “electro-gothic” que los tributos darkies de los 90s popularizasen tanto -combos que sólo existían para versionear, sin vida propia. Pienso distinto. Aún cuando es evidente que LID no está inventando la pólvora, no es menos cierto que su intención está lejos de querer caricaturizar grupos como los antes señalados.

Existe un molde, sin embargo, y proviene de Países Bajos. Canciones lúgubres como “Melancholy” o “My Death” traen a la memoria al (Clan Of) Xymox de Twist Of Shadows. Divergente de la poesía etéreo-lóbrega de Medusa (‘87) y del epónimo estreno (‘85), cuando todavía militaba en sus filas el crucial Pieter Nooten, pero igualmente estupendo. Esa impronta no es constante, ya que detecto otros tonos de gris -como Décima Víctima en “Perdido” o The Cure en “Funeral”, lo que ayuda a quebrar la uniformidad de estilo que comportan los cincuenta y tantos minutos del esférico.

Éste, no obstante su homogeneidad, no es parejo. En temas como “Midnight” y “Espergesia”, Eviterna incurre en los fementidos clichés góticos. En otros, como “Aislamiento” y “A Prayer For Me”, cotiza a la baja sin siquiera tropezar con la misma piedra. Ello se debe a que su estilo tiende a sobrecargarse y a exagerar justamente por no saber la banda cuándo detenerse. Love Is Dead luciría más si prescindiera de esos capítulos, lo que de paso ayudaría a mitigar la extensión y elevar perceptiblemente sus réditos. Menos mal que de esa sensación, sobre todo palpable durante la segunda mitad de la placa, se libran grupo y obra con un estoque sólido y bien ensamblado como “Tormento”. Recomendable que, en lo sucesivo, cuenten con un productor artístico que sepa orientarles, porque potencial no falta.

Hákim de Merv

jueves, 18 de abril de 2024

C3ntell4: 5avory

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 10 de abril de 2024.)

Constituida durante la segunda mitad del ‘16, Medio Oriente es una discográfica algo autárquica con la que recién tomo contacto. La sede social queda en Santiago de Chile, si bien su radio de acción asoma extendido por todo el país, como lo demuestra la edición en julio pasado de 5avory, debut del viñamarino C3ntell4. Tampoco parece haber fronteras estilísticas (pese a definirse como “sello independiente de música experimental”), ya que la escudería acaba de publicar Plan Obsesivo de Arboretum, en las antípodas de lo que mostrase el individualista afincado en Gran Valparaíso.

La única referencia disponible sobre el background de C3ntell4 alude a un tal Team Yingo, colectivo del que no he podido encontrar la menor seña. Ni falta que hace, ya que 5avory habla por sí solo. Es éste un opus fundado en bpms de velocidades entre maníacas y furibundas, con cuyos efectos “nocivos” Medio Oriente ha deslindado cualquier responsabilidad. La sobreexposición de/a tales zarabandas rítmicas revela casi de inmediato las tradiciones digitales de las que el porteño se alimenta, todas ellas noventeras: el drum’n’bass, su variante caricaturesca conocida como happy hardcore, una relectura demencialmente galopante de lo que se difundió en la región como techno trax centroeuropeo (“909db”), e incluso el gabber tremendista de Angerfist o de Rotterdam Terror Cops.

La abrumadora mayoría del repertorio que dispone aquí C3ntell4 habla de una obsesión enfermiza por la celeridad, no importando si para ello tiene que echar mano de sampleos cotizados a la baja -“Mr. Vain” en “I N33d You”, “Gangnam Style” en “Jorge Wants To Be Hardcore But His Own Mom Won't Let Him​!​!”- o servirse de subgéneros de dudosa reputación como el eurobeat. Eso, por un lado. Por el otro, el unipersonal satura frecuencias y estrangula pistas vocales para redondear el pathos festivo de su música. Bien en concentraciones de frikis y/o gamers, bien en discotecas retro de electrónica mainstream, 5avory cae como pedrada en ojo tuerto -aunque niveles de ruido y distorsión sean demasiado para oídos sin curtir.

En atención al concepto ofrecido por Nicolás Prado, se me ocurre que lo de C3ntell4 no se planta lejos del webcore. Temas como “Jumping Between Cl00uds” o “City Of Nothing” podrían reclamar la etiqueta sin sonrojos. Hay otras composiciones, sin embargo, que no se adhieren al marbete; indicando tránsitos diametralmente opuestos. Una de ellas es “Etherd034”, bastante más pausada que sus pares aunque igual de acerada. La otra es “Night Of Cumbia Dreams”, suerte de cumbia ¿perreada? contundida por astillas de chirriante noise digital. Digresiones que subrayan una saludable ausencia de prejuicios cuando de testear caudales sonoros se trata. Otra cosa, eso sí, es que me cuadre el material escogido -al menos no en el segundo caso mencionado.

El contrapunto perfecto para “Night Of Cumbia Dreams”, propuesto por el propio ex TY: “Sometimes You Just Have To Drink Bolifruta And Keep Going”, que samplea el “drip drip drip drip drip drip” de The Cure en “10.15 Saturday Night” (¿o metasamplea el muestreo super deformed que de éstos hace Massive Attack en “Man Next Door”?).

Hákim de Merv

jueves, 22 de febrero de 2024

Ruri: Ruri Demo (EP) // Troek: Intitulado // Prado: Overload EP // Sofia Kourtesis: Madres

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 14 de febrero de 2024.)

LOS DISCOS PERUANOS DE 2023 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (III)

Un tanto elusivos -cuando no tímidos- los chicos de Ruri. Formada en el ‘22 la banda, que se define a sí misma como “post pandémica”, ésta sólo condesciende a una cuenta en Instagram que provee de muy limitada información. Hay un poco más de chicha en la cuenta BandCamp, básicamente referida a los géneros que le sustentan, por lo que habrá que seguir acreditando a los integrantes usando sus nombres de pila: Rodrigo (primera guitarra), Yamile (Olivas, voz y segunda guitarra), José (baquetas) y David (Acuña, bajo).

Da la impresión de que Ruri -“desde adentro” o “del interior”, en quechua- últimamente se ha venido fogueando mucho en directo, habida cuenta de los recientes comentarios entusiastas que ha captado el radar. No he tenido todavía ese placer, aunque sí les he escuchado su primera publicación (29/12), que responde al escueto nombre de Ruri Demo (EP). Son en total cuatro cortes, compuestos y grabados por el grupo, que respiran entre el noise rock de los segundos 80s y el cajón de sastre alternativo de los primeros 90s. Obvio, se permiten un par de veces traspasar los propios límites.

La prueba palmaria de esa inquietud por probar otros sabores es “Héroes Muertos”, apertura del registro. En ésta su principal carta de presentación, el cuarteto le hinca el diente al primigenio dark rock con una performance espléndida. Yamile imposta su voz como emulando a la de Siouxsie Sioux para entonar bonitas figuras literarias del tipo “Santos Que Emergen En El Aire” y “Templos De Naipes Que Crecen Destrozados”, mientras el resto del line up luce contundente. Igual de formidable es “La Bomba”, si bien aquí el lúgubre input se disuelve adicionando guitarras más noventeras -la curiosa conjunción me hizo pensar durante breves instantes en el Porno For Pyros del debut (o en el unigénito mini-álbum de Psi Com).

De otro lado, “And I Try” y “Fucking Teenagers” son demostraciones de lo bien que le sienta a Ruri adherirse al output del modern rock. De hecho, se le percibe más en su medio ambiente natural que cuando recula al decenio anterior. No experimentan ni con la singladura ni con la discografía de la época para practicar ingeniosas vueltas de tuerca, algo perfectamente válido por dos razones: 1) lo suyo no es la experimentación, y 2) la “maqueta” vibra con esa energía característica de quien compensa falta de experiencia con toneladas de lúcidas furia y juventud. Interesante arranque, al que sólo opongo un reparo -el bajo necesita chambear ingentes horas extra.

Bastante peculiar la puesta de largo de Troek, identidad que asocia a Alfonso Noriega (El Otro Infinito, Puna) y a Jorge Rivas (Ionaxs, Philkophillips, Puna), de la que ya habíamos paladeado una muestra de su accionar en el lado B de Seven 7’’. Allí anida “Primer Mensaje Desde La Niebla”, masa noisica en combustión espontánea que se angosta crispada por fantasmales progresiones electrónicas. Existen en el LP muchos indicios de (in)armonías isomorfas, si bien los hay también muy distintos en el curso de sus 30 minutos.

Y es que parece agitarse en Intitulado una urgencia por recalcar los contrastes, por atizar los contrapuntos. En una esquina, son acogidos surcos susceptibles de asimilarse a los rasgos de “Primer Mensaje...” (también incluido aquí), como el número titular, el cegador audioextremismo de “Reminiscencias” y sus programaciones en fase larval, el luminoso éter binario de “Miles De Cuerdas” y sus picapedreras pulsaciones percutantes... En la otra esquina, tracks mucho más despojados de la obsesión por el Volumen, como las lluviosas líneas de feedback de “Un Hoyo De Sombra En El Techo” y su ausencia de secuencias, o la brumosa cajita de música que encarna “Cassette Del Ático”. Cierto, no hay motivos para afirmar proporción equitativa alguna, o al menos un timing reconocible, que fomente esos contrapesos. Éstos igual acaecen, empero.

Encuentro que lo más valioso de disco y proyecto es el acopio de géneros de que se sirven para bordar una obra repleta de ambientaciones contingentes y resonantes landscapes surrealistas, llena de lóbrega arquitectura sónica y de enigmáticos onirismos. Mejor aún, el logro definitivo de Troek radica en la redefinición de estos mismos géneros para terminar siendo fagocitados por dos grandes bolsones de estéticas hegemónicas en la placa: la de un ambient en continua polución/degradación, y la de una suerte de bliss out que se debate entre la hidrólisis y la condensación. La electrónica experimental, el minimalismo, el dark ambient, la drone music: tarde o temprano, estos códigos son forzados a acelerar su cariocinesis para evolucionar y caer bien en un campo, bien en el otro. A veces, en los dos.

No queda mucho más por decir de este Intitulado. Sus voces, sus teclados, sus disonancias; tienen un efecto evanescente. Pese a ello, esta característica se pierde rápido en el horizonte cuando el canal se agita con la distorsión de sus componentes. El CD se conmociona, entonces, bajo el trauma de estos cataclismos continentales que se salen de escala. Con cuadros así de contradictorios, deconstruyendo sin cesar el perfil del binomio, ¿hay algo que quede indemne, de lo cual partir? Sí: la impresión subjetiva del/de la escucha. Para free download, como siempre desde los bytes de Chip Musik.

Gracias a Machines EP, me topé con la arrebatadoramente insolente música del joven maese Nicolás Prado. Algo tarde, eso sí: en el extended, primera referencia para una escudería de renombre (Buh Records), el avezado retoño de Andrés Prado y Paloma La Hoz se revelaba como paradigmático nativo binario que había absorbido -con prestancia y entusiasta voracidad- las soberbias lecciones impartidas desde las vanguardias electrónicas de fin-de-siècle​.

En comparación con el antedicho título (sale en noviembre del ‘22 y lo reseño ocho meses después), ahora pesco más pronto Overload EP (diciembre), de nuevo respaldado por Buh. Con enorme satisfacción, compruebo que lo de Prado se mantiene firme en cruzada mega-distópica y ominosamente cyberpunk hacia la consolidación de lo que él mismo ha catalogado como “webcore” -término bajo el cual el individualista tritura noise digital, ambient emponzoñado, IDM de espectro sórdido y artcore delirantemente maníaco.

Verifico, asimismo, que el énfasis del EP extiende la hegemonía del breakcore que Prado mostrase en el episodio anterior. “Lost Data” es una pista que abreva en el imaginario apocalíptico del intelligent techno más oscuro, y sin embargo no hace falta escarbar gran cosa para encontrar un ritmo roto abriéndose paso por entre su médula. En “Malfunction”, en cambio, no hay rastro de junglismos. Desde “Particle Collision” y hasta que finalice el extended, el drum’n’bass en modalidad bersek no se ausentará ni medio minuto.

El breakbeat disparado a mil por hora de la fugaz “Hysteria” y sobre todo de “Particle Collision” remite ciertamente a los gloriosos días del techstep, cuando su mecánica era descrita como “mitosis del sonido” -y de hecho, los bpms en Overload EP sugieren la velocidad devoradora de una asesina metástasis agresiva. En el epónimo asalto de cierre, por otra parte, volvemos a hacer frente a una mixtura similar a la de “Lost Data”; de proporciones equivalentes, siendo la IDM la más pintada, pero donde el jungle se niega a desaparecer. Epílogo cumplidor para un artefacto bastante más corto que el anterior -apenas 11 minutos y sencillo, mi único reclamo.

Muchas cosas pueden escribirse sobre Sofia Kourtesis, ahora que la peruana residente en Alemania de padre griego ha cosechado mayor reconocimiento a propósito de Madres (‘23). Podría alegarse que no es éste realmente su estreno en 33 rpm, ya que ni Sarita Colonia (‘19) ni Fresia Magdalena (‘21) ni su epónimo registro (‘19) son de corta duración, ni mucho menos llevan incorporada -implícita o explícitamente- la clasificación “EP”.

Podría deliberarse igualmente si lo suyo es el mero diletantismo house, o si abraza el hechizo marca Chicago y derivaciones premunida de auténtica convicción. O si en el revuelo que ha causado tras su aparición (This Is It EP, ‘14), jugó papel no menor su linaje, “exótico” a ojos de la prensa sonora del Primer Mundo. Cualesquiera sean las polémicas desarrolladas a partir de tales preguntas, hay una circunstancia imposible de poner en entredicho: a saber, que Madres se ha editado -lo mismo que el extended homónimo- gracias a los buenos oficios de Ninja Tune, la legendaria plataforma independiente fundada por los Coldcut entregada en cuerpo y alma al evangelio del trip hop y del scratching. Que ello ocurra con una artista como Kourtesis habla a las claras de lo flexible que ha devenido la filosofía de los Atunes Ninja con el correr de los años.

A decir verdad, Madres, y por extensión toda la producción de la DJ disponible en Internet salvo Spotify; me remite al celebrado Café Inkaterra (‘04) de Miki Gonzáles. “¡¡¡¿¿¿CÓMO???!!!”. Sí: no porque la música de Sofia se asemeje a la que vertiese Gonzáles en el volumen con que se ¿“reinventó”? como músico electrónico, sino porque Madres es un plástico resultón. Tiene accesibilidad y pegada, es efectivo en traducir los descubrimientos del house y variantes a formatos netamente pop, sus melodías gestionan con estoicismo los densos estados de ánimo que la autora atravesó durante el período de composición -dominados por el delicado estado de salud de su progenitora, diagnosticada con cáncer cerebral.

Madres es, pues, un disco de puntos medios. Estructura ósea, tendones y cartílagos llevan indeleble el sello del house; mientras que el ADN de su carne, de su sistema linfático y de sus órganos es compatible con el four-on-the-floor que saltó a conquistar el mundo desde la Ciudad de los Vientos. Si “Moving Houses”, por ejemplo, es un lento infestado de scratch y privado del más elemental armazón de beats; “How Music Makes You Feel Better”, “Habla Con Ella” y “Funkhaus” tienen enredadas las genealogías del tech house y del big beat. Si “Madres” y “Si Te Portas Bonito” coquetean con las cepas chill y acid sin renunciar a la mirada pop, en “El Carmen” la peruano-griega se deja seducir por la musicalidad afroperuana, asistida por Miguel Ballumbrosio y “patrocinada” por el sampleo de “Beto Kele (Nosotros Somos)” de Novalima. Si en “Estación Esperanza” el gravoso bombo se revela más funk que nunca (incluyendo a Manu Chao, que aquí está SAMPLEADO, no participando de), en “Cecilia” los golpes uptempo y los claps se sienten más cerca de un cóctel disco-soul.

Rodaja resultona, entonces. Funciona tanto para perderse dentro suyo como para utilizarla de soundtrack realizando cualquier labor física. Rescato asimismo las sinceridad y transparencia de Sofia, quien se abre y expone en cada uno de los diez rounds de Madres. Simpático esférico, con no pocos pasajes in extremis radiantes.

Hákim de Merv