(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 20 de diciembre del 2017.)
Otra historia del
pasado que llega a su feliz concreción en el presente.
Al promediar la
primera mitad de los 00s, el circuito independiente limeño comenzó lentamente a
bullir con nuevos protagonistas -pero también con propuestas que, no siendo ya nuevas,
pocas veces o nunca habían encontrado cabida en el mapa sonoro de la escena.
Entre éstas, figura la de Qondor, combo constituido en el 2003 por José Antonio
Flores (a) Dolmo, Aldo Castillejos y Miguel Ángel Burga. Al público promedio
actual de la movida, estos tres nombres le deberían resultar familiares al
primer golpe de vista. Miguel Ángel Burga empezó en Ácidos Acme, tres/cuatro
años antes de integrar Espira, banda perteneciente al colectivo Crisálida
Sónica y en la que coincidiría con Aldo. Posteriormente, dio origen a La Ira De Dios, 3AM, Necromongo La Garúa y Ande. Antes de Espira, Aldo Castillejos militó
en Abraxas y DiosMeHaViolado. Para el 2004, cosecharía notoriedad junto a Carlos
Mariño (Girálea), Dolmo (quien reemplazaría a Mariño), Renato Gómez y Félix
Dextre; como Serpentina Satélite. Hoy conforma con Sandra Villareal el
brillante dúo Registros Akásicos. Dolmo arrancó este calendario asociado a Gómez,
a Dextre y a Arturo Quispe (Cholo Visceral, Rapa Nui), en el ensamble de rock
desértico No Mightier Creatures.
La primera vida de Burga/Castillejos/Dolmo
estuvo marcada por el albur. Existen testimonios de esa época, cedidos a la fundacional
compilación Vamos A Ser Felices (2004,
orquestada por Buh Records) y al triple Mixtape!
(2004, gestionado por la desaparecida Internerds Recors). Hay que citar además
el documento visual Mixtape! (también
2004), distribuido en formato VCD, que capta una performance del trío en el distrito
de Breña -con el concurso del guitarrista Christian Abugatás. Estos
“incunables”, amén de otros (“Master Cobra Y Los Turbodélicos Pt I”, “Místiko”), repescados de las excéntricas
sesiones de improvisación de entonces; apuntaban en su tosquedad a rescatar una
mezcla intratable de space rock, psicodelia y kraut rock -sobre todo esto
último: “Dorado” (del Vamos...) tiene partes que suenan a lo lejos a Ash Ra Temple, pero más aún
al primer Popol Vuh, mientras que “Sesión 1/2” (del Mixtape!) invierte el peso de dichas
influencias. Qondor pasaría a mejor vida a renglón seguido (2005), pero en este
2017 que ya se desvanece, los astros volvieron a ocupar su justa posición en
los cielos -lo que ha permitido la resurrección del terceto, con la formación
original y rebautizado como Culto Al Qondor. La edición virtual de este Templos se llevó a cabo el pasado 8 de
diciembre, en tanto que la edición física aparecerá durante las próximas
semanas.
Ateniéndonos a los
pergaminos de cada músico, detallados en el primer párrafo, la docena de años transcurrida
desde la desactivación de Qondor les ha reportado a los triates experiencias
sumamente enriquecedoras. Muchísimo más curtidos que en los días de Qondor, ello
ha posibilitado que Culto Al Qondor descerraje un trabajo cuyas formas fluyen
sin sobresaltos o radicales golpes de timón. En su integridad, Templos es una sesión tripperaza de lisérgico
jammeo. Pero, aunque grabado en directo en Hensley, EL búnker de la movida
stoner local; el disco no llega a pertenecer del todo al género de Wolfmother y
Mondo Generator. Es más, suena muy poco stoner. CAQ es fiel a su concepción
space/psicodelia/kraut. Su metodología alcanza un fino balance entre la
improvisación embravecida y el drone. Como ningún otro título peruano del año, las
humeantes resonancias cósmicas de Templos
destacan nítidas, a pesar de que la calidad del registro no es de las mejores
-único punto en contra.
Hay persistentes
remezones proporcionados por la batería y el bajo, sacudones que no agobian,
que más bien alientan la levitación en horizontal -creo que “terremotos
astrales” resume mejor las impresiones que estoy tratando de comunicar. El
sinuoso delay de la eléctrica, los minimales riffs, los beats mesmerizantes;
inducen alucinaciones allí donde podrían plasmarse pesadillas. Es que a Culto
Al Qondor lo gobierna una mística muy distinta de la de sus impares stoner
coterráneos. El sonido majestuoso/espiritual de Templos, suerte de primordial space drone, retrocede en el Tiempo
hasta momentos después del Big Bang, crea a partir de él, se asombra de la
propia obra; en un caso de expansión de la conciencia que ya hubiese querido
padecer Eddie Jessup (larga vida a Altered States).
Podría decirse, pues,
que lo de CAQ es principista. No porque música e imaginario se rijan por
determinados principios, sino porque ambas instancias parecen enfocarse en El
Principio -“Aquí recogeremos la declaración, la manifestación, la aclaración de
lo que estaba escondido, de lo que fue iluminado por los Constructores, los
Formadores, los Procreadores, los Engendradores; sus nombres: Maestro Mago del
Alba, Maestro Mago del Día, Gran Tapir del Alba, Dominadores, Poderosos del
Cielo, Espíritus de los Lagos, Espíritus del Mar, Los de la Verde Jadeita, Los
de la Verde Copa; así decíase” (Popol Vuh, el libro), “Con treinta y dos
senderos místicos de Sabiduría grabó Yah, el Señor de los Ejércitos, el Dios de
Israel, Elhoim vivo, Rey del universo, El Shaddai Misericordioso y Clemente,
Elevado y Exaltado, que mora en la Eternidad cuyo nombre es Santo- El es su
sublime y santo-. Y creó Su universo con tres libros (Sepharim), con texto
(Sepher), con número (Sephar) y con comunicación (Sippur)” (Sepher Yetzirah), “Nuestras
máquinas tienen alma/Y nuestras almas tienen músculos/Nuestras ideas tienen
dientes/Y alas... muchas alas en nuestras mentes” (“Antiguos Dioses Sobre
Chilca”).
(Ya, ya, no te
rasgues las vestiduras, que todo lo que lograrás es darme gusto de sólo
imaginarlo.)
Hákim de Merv