jueves, 3 de julio de 2025

ARQ.M.M.O.: Ocaso EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 25 de junio de 2025.)

Revisando a mansalva posteos en grupos varios, me encontré hace meses con referencias de un proyecto etiquetado bajo las siglas ARQ.M.M.O., de nacionalidad chilena. Lo que alcancé a leer daba cuenta de una naturaleza electrónica, así como de la profesión de su animador, arquitectura. La confluencia de ambas variables fue lo que me decidió a audicionar el material colgado, de cara a una oportunidad a mediano plazo para reseñarle -oportunidad que acaba de llegar.

Para empezar, ARQ.M.M.O. es el unipersonal de Marco Muñoz Ortiz. No me es posible asegurar que dicho alias siga funcionando en la práctica: en un video de su canal en YouTube, el arquitecto habla de su faceta de músico electrónico como algo que pertenece a un pasado no tan cercano. Por ende, no tengo certeza de que su producción discográfica sea fresca -quizá es parte de un copioso archivo, que el autor está develando paulatinamente. De cualquier modo, en lo que sí se puede confiar es en que estos trabajos están viendo la luz por vez primera.

Muñoz Ortiz cumple 48 años en septiembre próximo. Ingresó a los 90s, pues, siendo adolescente; en un país bastante más adelantado que el mío por aquel entonces. No es nada improbable que haya estado expuesto a las vanguardias digitales menos crípticas de la época, aunque parece que su cepa de origen es de vieja escuela (fecha inicio de operaciones en el ‘91). Al menos así lo entiendo tras degustar Paisajes Sonoros, subido a YouTube en septiembre del ‘24, con extensión que rebasa los 80 minutos de un CD. Diez de sus doce rounds son instrumentales, para más señas identificados como tales por el propio santiaguino, y en ellos se mueve un espíritu embriagado por el aroma del vetusto synth ochentero. Éste, empero, no se concreta sino acrisolado a subgéneros como sus variantes minimal y dungeon (esto último presumiblemente en viñetas como “Plegaria” o “Requiem”), y a géneros como el intelligent techno (“Bailemos”) o el drum’n’bass (“Vuelo”, “Vacío”).

Muy poco después (noviembre) aparece Solticio EP (sic), ya en vectores IDM de fisionomía asequible y complexión sencilla, acaso resuelto a aproximarse lo más posible al oyente valiéndose para ello asimismo del abstract techno y del ambient. En esa misma ruta encontramos Ocaso, EP subido en marzo del ‘25.

Como en el extended precedente, a Ocaso EP lo demarcan cuatro temas. También se repite la misma tasa de cortes instrumentales (tres) y el mismo exceso de minutaje respecto del formato escogido -mientras que Solticio... (sic) sobrepuja los dos tercios de hora, Ocaso... traspasa sin problemas los treinta minutos de extensión. Las diferencias tampoco son tan abismales. Abre el extended “Horizontes”, de notorio parecido con lo mostrado por su predecesor. Pulsante y desprolija fusión de IDM y minimal techno enfocada en el Ritmo, de largos desarrollos en torno a una progresión pedal, el track de apertura cede la posta a “Tempestad” -con el que comparte la misma naturaleza. En “Renacer”, por el contrario, la base la pone un elemental synth pop sobre el que Marco ensaya algunos rasgueos de guitarra a la par que canta. Como ya se dijo, es de los pocos números no instrumentales “desclasificados” hasta ahora dentro del repertorio de ARQ.M.M.O.

Cierra Ocaso EP una pista que se sale por completo de lo previsto. “Relajo Fin De Jornada” es una larguísima improvisación al piano que no guarda mucho en común con lo mostrado por el individualista. De inspiración neoclásica (pensemos en Satie, en Tiersen, en Einaudi), por desgracia las únicas características que le asocian al resto están marcadas por sus defectos. No tanto en lo concerniente a la composición o a la ejecución, sino a la grabación. Casi la totalidad de lo editado en estos tres títulos del acto sureño corresponde a registros toscos, que rápido viran de la fidelidad pobre al brillo chillón, de fades-in y sobre todo fades-out un tanto arbitrarios, con baches notorios consecuencia de la sobresaturación de frecuencias no correctamente micradas; todo lo cual le baja varios puntos en presentación. Estas imperfecciones eran habituales décadas atrás, lo que refuerza la hipótesis concerniente a su antigüedad.

Hasta hace unos días, Ocaso EP era lo último que había recibido luz verde en el canal de Muñoz Ortiz. Acaba de salir Invierno EP, con mayor cantidad de temas y la duración igualmente dilatada. Pero ésa es ya otra historia, que tal vez algún día se cuente.

Hákim de Merv

miércoles, 11 de junio de 2025

Cigarettes After Sex: X's

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 4 de junio de 2025.)

Arriba a su cuarto episodio vinílico de largo aliento Cigarettes After Sex, banda texana que sin despeinarse se encuentra ya a tiro de piedra de cumplir dos décadas de existencia (lo hará en el ‘28). Con debut de enfervorizada ascendencia   shoegazing   y   de  vivaz  espíritu   indie   en modalidad “promocional” -Cigarettes After Sex (Romans 13:9)-, laqueado de Baja Fidelidad in extremis, en los subsiguientes Cigarettes After Sex (‘17) y Cry (‘19) condujeron su propuesta hacia uno de los dialectos más agrestes e imponentes del rock independiente usamericano -el slowcore. Reorientación apuntalada por magníficos EPs como I. (‘12) y Affection (‘15), que les ha granjeado la reputación de line up renovador de ese viejo género noventero, al parecer hoy pintando canas de una segunda madurez (que lo diga Duster, si no).

Aparecido hacia la quincena de julio del ‘24, en X’s el grupo ha optado por seguir depurando su laxo sonido característico, navegando para ello hacia aguas comparativamente algo menos turbulentas. No sería correcto afirmar que CAS se ha reblandecido o que ha liado bártulos y dejado atrás la meditativa calma minimal del slowcore, pero sí que éste luce parcialmente menos adusto/lánguido/añorante a través suyo. La mitad del menú que postula el CD cobija esa animosidad de mayor calidez y menor abatimiento, entremezclada a una otra mitad que prioriza las ambientaciones introspectivas y el folk estadounidense de instintivas emociones francas e incontenidas, como para dejar en claro que los músicos de El Paso ya han hecho su elección de por vida y morirán abrazados a ella.

Se ha escrito mucho en estos meses sobre el escaso riesgo que ha asumido en X’s el trío formado por Greg Gonzalez (voz y guitarra), Jacob Tomsky (batería) y Randall Miller (bajo). Es cierto. Ni por asomo, el combo abandona la ruta trazada desde los días de su epónimo episodio, hace ya un ochenio. A cambio, ha entregado un álbum de belleza tan elemental como desarmante, que no se marchita ninguna de las veces que es reproducido (y van...). Desde la tenue delicadeza de la trilogía de apertura “X’s”-“Tejano Blue”-“Silver Sable”, generosa en una melancolía tan dulce como cansina, hasta la de cierre “Hot”-“Dreams From Bunker Hill”-“Ambien Slide”, profusa en visos imperturbables y tonalidades apagadas que penetran y abrasan al estilo del mejor slowcore; X’s es la placa que saca lustre a todo lo ofrecido por la alineación durante sus primeros quince años de flemática actividad.

En el interín, es notorio, canciones que basculan entre el anónimo confort que dispensa la impasibilidad gregaria y el implacable desaliento emocional. Cerca de lo primero, la síncopa briosa de “Baby Blue Movie” y el pop aquiescente de “Holding You, Holding Me”. Próximo a lo segundo, la lacerante sobriedad de “Dark Vacay” y el susurrante minimalismo de “Hideaway”, hundiéndose ambas dolorosamente cual verduguillos en el corazón -mientras la voz de Gonzalez tiende a angostarse hasta rozar el silencio, provista de letras en la más pura tradición de Bluetile Lounge o los históricos Low. Para muestra, un par de ellas: “Right Now It’s Only The Light From The Closet/And The Radio’s Just Playing Soft Hits/Need That Atmosphere/I Need That Sweet Life With Its Decadent Ways” (“Silver Sable”), “Do You Wanna Make It Forever?/Do You Wanna Be My Only One?/Because Now I Really Miss The Way It Was/When Everything Was Beautiful With Us” (“Dreams From Bunker Hill”).

“...When Everything Was Beautiful With Us”... Maldito Gonzales. Extrañamente, he llegado a estimar más X’s en lo que va del ‘25 que cuando alcanzó mis tímpanos. Suele pasar que determinado tipo de música es más adecuadamente apreciado cuando el espíritu está en el mood exacto que permite la sincronía absoluta, como me sucedió con Elisa Tokeshi (tuve que irme un poco/bastante a la mierda para conectar con Mi Peor Accidente, su EP de este año). Celebro que Cigarettes After Sex haya editado sus extraordinarias rodajas antes de ser casi una persona normal, y que sólo a punto de finalizar este período haya entregado otro de sus enternecedoramente abrumadores breviarios.

Hákim de Merv

jueves, 5 de junio de 2025

Fiorella16: Pathetic Live Recordings

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 28 de mayo de 2025.)

No bien le bajase la persiana al año pasado con Mas(a)Océano (Primaveras Digitales), José María Málaga cedió a la chilena ETCS Records un registro que recopilaba fragmentos de la gira ‘Loopermantrautoviolencia’, que llevara a Fiorella16 a presentarse en dieciséis ciudades entre Perú, Argentina, Chile y Uruguay; de junio del ‘23 a enero del ‘24. Inusualmente largo para un proyecto peruano independiente consagrado a la experimentación sonora sin concesiones, el tour diseminó por doquier performances que atestiguan el actual momento que viene atravesando el acto arequipeño, irisadas de brillos radioactivos y ruido arisco/insociable.

Publicados hacia fines de enero, los 47 minutos de Pathetic Live Recordings se dividen en tres suites y el “extracto” de una improvisación que ya había sido revelada por entero en el precedente Mas(a)Océano (“Montevideo 2 Tatami Registros - Uruguay”). Aquella vez era la norma en la segunda mitad de la jornada, mientras que ahora se erige como la excepción a la regla. De aquí se deduce que esos tres números con que hace mancha le son marcadamente distintos. En efecto, apenas hay algo más que asomo de voces en estos sueños informes, de atmósferas espectrales e inquietante sacralidad. Las envolventes masas de noise crujiente evocan la imagen de un bliss out atezado, que sin embargo relampaguea cada tanto.

Da la bienvenida “La Plata - Alihuen Espacio Cultural”, impro efectuada en el marco del ciclo “Ruidismo De Barrio”, organizado por el colectivo Circuito Expreso. El ambient facetado, inscrito en la tradición de dronismo ritualista que F16 observa desde hace tiempo atrás, remite a las compactas formaciones megalíticas del meta metal de Khanate o de los célebres Sunn O))). En ese exacto filón también puede ubicarse “Arica - Casa Túpac”, canal lleno de contaminación sónica cuyo ruidismo atronador y omnipresente parece engullirte sin masticar. Es el único tramo de la cinta en que nos es dado escuchar los murmullos de la asistencia (mapocha), prontamente invisibilizados por el bullicio de pedaleras loopeadas.

Solitario ocupante del lado B, “Buenos Aires - Mun Discos” enciende motores ensayando una suerte de génesis del Ruido, guiada por una solitaria vocalización de ultratumba que hace levitar los guijarros con que Málaga construye macabros e ignotos accesos. ¿Hacia dónde? Hacia el interior de este dolmen preternatural dedicado a dioses de quienes no sabemos nada, ni siquiera su apariencia. La ciclópea sillería del conjunto acaba erosionada tras más de 23 minutos de ininterrumpida tormenta noisica, sin derrumbarse. Así concluye Pathetic Live Recordings. Difícil que pueda considerársele un directo de Fiorella16 a la antigua usanza de los discos-concierto, ya que no repasa temas señeros o de hinchada numerosa. Tampoco es ésa su intención, pero si lo fuera, ¿a fin de cuentas importa eso?

Hákim de Merv

jueves, 29 de mayo de 2025

R181: 霧 Niebla // Lesión: Más Allá Del Fin

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 21 de mayo de 2025.)

Me queda sin despejar una gran incógnita a propósito de R181, nuevo proyecto de Miguel Ángel Elescano, quien hace poco también se ha estrenado como Un Día En Venus. En relación a este último alias, tengo claros el dominio y el rango que cubre, haciéndoseme por ende sencillo asignarle una identidad más o menos delineada. No ocurre otro tanto con R181: lo mostrado en su primera referencia es, por un lado, demasiado disperso; y por otro, casi enteramente repasado al amparo de algunos de sus muchos marbetes.

Niebla es un artefacto de minutaje recortado (17 minutos y monedas), editado por Dorog Records en la quincena de enero de este año. Consta de cinco canciones, todas ellas producto de cruzas entre sonoridades como el industrial, el trip hop y sobre todo el techno; hibridajes realizados usando un enfoque experimental de abrasiva flexibilidad. O al menos ésa es la intención, manifiesta en las notas de BandCamp. El detalle es que todos esos códigos, como decía, ya han sido revisitados por Elescano usando preexistentes noms de guerre. ¿Para qué, entonces, uno más?

El único de estos lenguajes sónicos que no ha sido fagocitado anteriormente por el individualista es el mashup. Esta coartada estilística podría conferirle fisionomía a R181, si no encarnase sólo en “Latin Kraftwerk (Featuring José José)” y en “Black Star (Featuring Victoria Santa Cruz)”. Mientras que el primero cuaja en un techno de sabor latinoide, muestreando a capella la voz del dipsómano número 1 del México cebollón, el segundo se sirve de la voz de la cantante afroperuana para dar curso a una extraña pieza dub carente de ritmo mas no de compás, hasta que traspuesto el minuto y cuarenta segundos muta en un round de tech house.

La pieza epónima también consigna un “featuring”, el de la habitual nipona Coppé, pero en este caso se trata de una participación que va más allá del sampleo. “ Niebla” luce como un canal new beat hipervitaminizado o engrosado, aunque finalmente desnudo. Caso distinto al de “Godzilla En Mi Corazón (D.M.R.)”, armado a partir de ruidos/texturas/fragmentos que acaecen como implosionando debido a rayos láser, y en el que recién hacia el epílogo escuchamos el rugido del kaiju más famoso de la Historia -sólo exportado, sin llegar a ser mashup. “Woman”, por su parte, califica como un trip hop poco ortodoxo.

¿Entonces? No encuentro una manera fácil de catalogar el output de R181. Suena a muchas cosas, y esas muchas cosas bien podrían haberse acreditado a Lima Centro Project, Lutero o incluso a Maria Reiche. Lo justo que tiene de distinto no alcanza para acreditar tal o cual cariz, por lo que se hace imperioso esperar más lanzamientos y de mayor extensión, a fin de arriesgar una hipótesis más concreta sobre la constitución del nuevo rostro de Elescano.

Muchos años después de su debut bautizado Vacío (‘19), el terceto Lesión regresa con un álbum cientos de yardas más elaborado y maduro, que desde el nombre anuncia la singular experiencia que envolverá al/a la oyente durante más de cuarenta minutos. No es nada sencillo imaginar y luego expresar a través del arte cómo sería el apocalipsis último de la raza humana, creencias religiosas de por medio o no, pero es bastante más complicado describir lo que sucedería después -el agua corrompida precipitándose sobre los restos inertes de la civilización, en medio de una noche interminable, recordando con cada pluvioso golpe que cualquier esperanza de escape que se abrigue no pasa de ser sólo otra utopía irrealizable más...

Originarios del recóndito distrito chalaco de Mi Perú, Alfredo García (bajo), Renato Rosado (guitarra, voz) y Joao Orosco (batería) habían dado forma en Vacío a un volumen aceptable que no rebasaba estándares ni promedios ya testeados por grupos similares y/o afines de la escena local. Lesión edifica su puesta de largo desde la estética meta-stoner peruana, incidiendo repetidamente en el sludge y en el doom, y ya más ocasionalmente en el black metal. Sin ser mala o reiterativa, sólo le distinguía una cierta inclinación por evoluciones instrumentales más largas de lo acostumbrado -y esto únicamente en apertura (“Vacío”) y cierre (“Hasta Que Llegue La Muerte”). Quizá a ello se deba que el trío consignase como influencias el post rock o el shoegazing, aunque es menester enfatizar que no he encontrado el más mínimo indicio de ninguno de esos géneros.

Pese a habérsele concebido utilizando los mismos genomas, Más Allá Del Fin es notoriamente distinto de su antecesor, al que saca enorme ventaja. Sea por la experiencia ganada en esta media docena de años, sea por estar dotada de un fascinante concepto de fondo enraizado hasta la médula, la placa trasciende la rabiosa turbiedad de Vacío sin desentenderse del sludge. Menos del doom o del black. Lesión forja sus nuevos surcos subrayándoles el carácter instrumental con vocales (casi) imposibles de descifrar, extendiéndoles más allá de la decena de minutos, apelando a polifonías de acordes graves para preñarlas de melodías que evidencien decadencia y desaliento. A despecho de no hallarse Más Allá... exenta de violencia, ésta no es fragorosa, sino cultivada: aunque presta a abrillantar el dantesco escenario revelado, obedece las riendas antes que desbocarse.

La rodaja se compone de cinco actos catalogados así, como si se tratase de una épica obra de dramaturgia entrópica. Estos actos no son iguales unos a otros. “Acto I: Olokhaustos” acaso sea el único de ellos en que la fiereza y la brutalidad logran desbordarse, como para situar a quien se aventure en este fin del mundo en que somos ya un recuerdo, o estamos a punto de serlo. “Acto II: Abismo De Los Lamentos”, en cambio, tiene aires muy líricos a tenor de la monstruosa sinfonía stoner pletórica en imágenes de deterioro y ocaso -tornándose apagado/ahogado su registro tras casi ocho minutos. “Acto III: El Viejo Daño”, único tema de letra audible, es un breve suspiro de reposo ante tanta eléctrica mórbidamente distorsionada y tanto fatigar de un bajo cubierto por engrudo negro -sin declinar su hálito crepuscular.

Es con “Acto IV: Éxodo” y “Acto V: Más Allá Del Fin”, sin embargo, que llegamos al clímax de la trama. Las ambientaciones que evocan recuerdos marchitos, que suscitan alucinaciones horrendas y visiones tormentosas, que auguran la extinción absoluta de toda vida en el planeta; alcanzan niveles de acuciosidad encomiables, permitiéndole refulgir en todo su terrorífico esplendor a esa suerte de oscura energía mística que parece inspirar a la banda y guiar su viaje (cuando menos en la presente jornada). Tras de ello, no queda sino el vacío, la ausencia, el dolor, la muerte. Nada. Pedazo de disco que no se merece menos que verse cristalizado en vinilo. Repite el plato Renato Rosado en el arte de portada.

Hákim de Merv

jueves, 22 de mayo de 2025

El Cómodo Silencio De Los Que Hablan Poco: San (三) // Ciudadano Kane: Laberintos Invisibles

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 14 de mayo de 2025.)

El Cómodo Silencio De Los Que Hablan Poco. Magnífica chapa para una banda que, eyectado su segundo esfuerzo hace ya un septenio (Amanda), recién da luz verde al tercero en el ‘24. Aunque si se sopesa el hecho de haber estado éste en producción desde el ‘22, como que se entiende la meticulosa parsimonia que rige la política grupal -máxime cuando el debut Run-Run (Piloto) data de fines del ‘16, casi doce meses después de la fundación del quinteto.

Desde el inicio de esta historia, el combo santiaguino se ha desenvuelto rampando entre las variables del indie y del post rock del nuevo siglo, así como del post hardcore, del pop y del math rock peligrosamente próximo al “emo” (género del que siempre he desconfiado). Al tempranero himno “Tiempos Bajo El Sol” siguieron los títulos ya enumerados, en que la alineación fue desbastando su sonido reasignando más o menos peso a los elementos que moldean su música -vg, pese a que el post de los 00s fue paulatinamente relegado, nunca ha sido abandonado del todo; si bien es notoria la hegemonía que ostentan en la dialéctica del grupo el indie rock y el math fecundo en imaginarios emo.

San, cuyo nombre ECSDLQHP acompaña del sinograma “”, deja sentada tanto la ascendencia china de su bautizo como su posición numérica ordinal al interior de la discografía del acto (“tres”). Abre la placa la impetuosa “Cómo Voy A Ver” y el despliegue de energía no se detiene hasta culminar la primera mitad de la jornada (“Gatos En La Oscuridad”). Pop independiente de líricas sencillas y punzantes (“Miremos Al Espacio/Sayi”), de alborozado dinamismo (la aludida “Gatos...”), que no tiene reparos en usar a discreción alguno que otro sampleo (“Vamos Muchacho”). Del post a lo Esben And The Witch o Friends Of Dean Martinez, no existen señas ni cuando se aminora un tanto la marcha (“Al Otro Lado Del Canal”).

La segunda mitad de San es, por lejos, bien distinta de su contraparte. Aquí abundan desarrollos instrumentales no sólo de menor octanaje, sino de mayor complejidad compositiva. Basta con prestar oídos al fugaz intro de guitarra acústica que adorna a “Eras” para comprender que las canciones a seguir serán de distinto calado. La propia “Eras” se mueve cerca de formatos baladescos, cosa que también puede decirse de la instrumental “Ikigai”. En tanto, el post rock reaparece a ramalazos en temas de laxo cariz y/o medios tiempos, fundiéndose a un indie entre grácil y apasionado. “Árbol En El Cuello”, el dilatado “Al Otro Lado Del Fuego”, “Tormenta” y “Hace Tanto” son testimonio de ello.

El epílogo es reservado para “Mala Memoria”, melodía que no reedita los niveles de vitalidad mostrados durante las primeras zancadas de San (三), pero que vuelve a orientar la proa del barco hacia la estética emo ornamental de ECSDLQHP. Se cierra de esta guisa una rodaja que, abrevando en aguas no siempre recomendables para mi consumo, resulta sorprendentemente aceptable. Buena muñeca la de Franco Perucca, Javiera Méndez, Matías Grasset, Matías Manríquez y Vladimir Mella. Edita la hace poco resurrecta Joy Boy Records.

A punto de finiquitar noviembre último, los tercios de Ciudadano Kane estrenaron su segundo esfuerzo, sucesor del interesante y reivindicativo Límites Deshabitados (‘22). Nuevamente a través de la señera independiente Crisis Records, los australes dan curso a un exultante manifiesto de synth pop, mucho más depurado y solemne que el enmarcado bajo los bytes de su predecesor. Sugestivo golpe de timón que no deja de ser revelador, ni de provocar cierta extrañeza.

Se acrisolaban en Límites Deshabitados el característico darkwave ochentero y el synth en sus versiones usamericana y anglosajona, cocinándose un opus de electrónica ars poetica arropado por el (neo)romanticismo que germinara hace cuatro décadas en la Rubia Albión. Para Laberintos Invisibles, los chilenos han encarpetado quién-sabe-si-permanentemente el pantone darkwave, desenvolviéndose circunscritos al radio de acción de las performances synth. Y ya en este feudo, acercándose de lleno a la gélida penumbra que exuda la herencia de sus pa(d)res británicos. Incluso en sus momentos comparativamente más cálidos (“Hogar”, “Ícaro”), las nubes nunca llegan a disiparse del todo.

Los futuristas patrones repetitivos de las secuencias, la indeclinable vibra glacial, la melodía pop de tesitura tecnológica... Casi nada escapa del manto de sobria languidez y pesadumbre con que las solemnes vocales acunan el nuevo repertorio de CK. Es una incierta desazón la que nimba los ritmos mecanizados y los sintes de reluctantes ostinatos en episodios como “Ese Río”, “Polvo De Estrellas”, “De Cuando En Cuando” o “Mundos Paralelos”. El aroma a synth pop clásico es, pues, innegable -influencias de Depeche Mode a lo “Shake The Disease” o “Leave In Silence”, del nervio de Ultravox circa “We Came To Dance” o “Visions In Blue”, del O.M.D. del imprescindible Architecture & Morality (‘81).

A despecho de la lobreguez anímica de Laberintos Invisibles, sin embargo, todo lo antes alegado no impide afirmar que el álbum entero está sumergido de lleno en un océano de emotividad. Que éste dé preferencia a viñetas algo desconsoladas, no implica que se apresure a caer en el paradigma de lo crasa y deliberadamente oscuro, y acaso ello explique la ausencia de cualquier huella darkwave. Tampoco implica, por lo demás, que no se hagan esfuerzos por sortear lugares comunes. “Qué Gano Con Volar”, por ejemplo, es un track trotonamente melancólico. “Revolución” transmite una vivacidad que no se condice con su letra levemente distópica. Y “Solstice” es, por default, el canal más luminoso de todo el plástico.

La crepuscular “La Orilla Del Cosmos” le baja el telón a un volumen que muestra cierta evolución en el camino de Ciudadano Kane. No olvidar que Límites Deshabitados aparece muchísimos años después de su concepción. Por esta razón, Laberintos Invisibles es un esférico más representativo del momento presente del trío integrado por Cristián Riquelme, Tonko Yutronic e Iván Guajardo. Disco de impecable factura y aliento desasosegado -que, paradójicamente, funciona como canto de sirena.

Hákim de Merv

miércoles, 7 de mayo de 2025

Oksana Linde: Travesías // El Jardín De Las Matemáticas: El Jardín De Las Matemáticas

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 30 de abril de 2025.)

Segundo volumen que recupera porciones del trabajo registrado entre inicios de los 80s y mediados de los 90s, con Travesías la ucraniana-venezolana Oksana Linde se ha visto -felizmente- libre de la reventadera de cohetes que supuso el precedente Aquatic And Other Worlds, así como de una polémica en la que ella no tomó parte alguna. Esto último, a raíz de ciertos comentarios que menudearon desde la prensa independiente especializada, que desatinadamente la parangonaron a figuras de la talla de Ursula Bogner o White Noise. Al menos ahora, por ende, podemos centrarnos sin más en el contenido del acetato y en su específico contexto.

El período concreto en que se grabaron los números seleccionados para este testimonial Travesías va de 1986 a 1994. Tres de ellos fueron creados por la artista para su participación en el Tercer Encuentro De La Nueva Música Electrónica, realizado en 1991: “Arrecifes Del Espacio”, “Mundos Flotantes” y “Horizontes Lejanos” (nombres todos que apuntan a un imaginario muy Roger Dean). Otros cuatro fechan su forja en los 80s, pensados para sesiones reiki de curación alternativa, a las que Linde se aficionó entonces: “Estrellas I”, “Kerepakupai Vena”, “Luciérnagas En Los Manglares” y “Estrellas II”. “Sahara”, que igualmente debe inscribirse en el intervalo señalado, completa el repertorio de una rodaja más pareja y armoniosa que su diligente antecesora.

Esto porque Luis Alvarado de Buh Records, sello nuevamente encargado de la edición, ha aplicado un criterio compilador más uniforme y cohesionado. De la escuela berlinesa que también cultivase la autora en las pistas de Aquatic..., muy poco sobrevive en Travesías (denominación parcialmente reciclada de la que recibiera su presentación en el evento mentado, ‘Travesía Acuastral’). Menos aún del prog electrónico. Aquí el énfasis ha sido puesto en las líneas de teclado de fisionomías serena, dramática y algo nostálgica. Los colores se revelan de idéntica variedad: vivaces, apagados, encendidos, solemnes. Lo interesante es que pese al notorio grosor de algunos de estos trazos (“Mundos Flotantes”), ellos siempre se muestran quebradizos, como para no olvidar su cristalina morfología.

Guían manos y mente de la compositora una new age de sesgo electrónico analógico, lo bastante volátil como para transformarse en dungeon synth cuando aborda ambientes tenues en iluminación (“Horizontes Lejanos”, la breve “Arrecifes Del Espacio”). Súmese a lo enumerado el hecho evidente de haber sido estos temas cocidos a fuego lento, característica perceptible desde la performance distendida y relajada (la apolínea “Sahara” es casi una melodía de cuna), producto del sobrio equilibrio anímico y espiritual de quien ejecuta -sólo se desborda en la melodramática “Luciérnagas En Los Manglares”, así y todo bonita. Ídem desde la vibrante y florida decoración (“Estrellas I”).

Masterizado por Alberto Cendra en Garden Lab Audio, toda vez que sea mesuradamente, por donde se le juzgue es Travesías un artefacto que ilustra con más justicia talento y talante de la joven Oksana. La foto que adorna la carátula está firmada por Elisa Ochoa Linde, y diseño y arte son de Gonzalo De Montreuil.

¿Has escuchado ese viejo adagio según el cual todos/as los/as weirdos y weirdas/frikis/outsiders/locos y locas de una ciudad acaban tarde o temprano conociéndose y compartiendo bando (cuando no banda)? Pues lo mismo vale para las regiones y aún los continentes. Si ello era ya una perogrullada en el siglo pasado, en éste se ha vuelto casi una ley inmutable universal, con redes sociales, plataformas, videochats y salas virtuales.

Hace semanas, el músico chileno Tomás Salvatierra compartió en su muro de Facebook el link hacia el epónimo debut en largo del colectivo El Jardín De Las Matemáticas. He preferido atenerme a la palabra “colectivo” porque, dadas sus peculiaridades en la alineación, no sé si obtenga la continuidad que me facultaría a hablar de “grupo”. Si lo es, EJDLM tiene el insólito mérito de haber juntado en un mismo tiempo y/o espacio (virtual) a descastados que trashuman el espectro de extrañas frecuencias circundantes a lo que alguna vez se definiera como “pop de vanguardia”. Para comprobarlo, basta con una revisión a vuelo de pájaro de los antecedentes con que cuenta cada conjurado.

Salvatierra y su coterráneo Álvaro Daguer vienen de Glorias Navales, asociación oriunda de Viña Del Mar que se mantuvo activa durante el segundo lustro de la década pasada, tocando en vivo una muy particular aleación de polifonías devocionales y algo así como el lado B del pellejo de la música de cámara. Daguer, además, ha estado/está en la celebrada mancha avant psicodélica A Full Cosmic Sound y forma parte de ETCS Records. El tercer integrante es el argentino Pablo Picco. Natural de Córdoba, el salsipuedino acredita ya decenas de lanzamientos pese a haber empezado en el ‘16, utilizando nombre civil, el de Valle De Galgos y el de Bardo Todol. Sus improvisaciones se derivan de una estética fundada sobre el drone, grabaciones de campo, la tape music y un folk de código abierto. Cuarto pero no por ello último, el londinense Mark Harwood también es relativamente nuevo en esto de componer y editar, aunque acaso sea el más avezado de los cuatro. En Offering (‘22), siembra los mismos campos que sus compañeros, con el añadido de recurrir mucho a una técnica cut and paste que genera desarrollos inquietantes.

¿Qué podría resultar, entonces, de la unión de estos cuatro investigadores del Sonido? Pues un disco extrañísimo como El Jardín De Las Matemáticas (‘24), que recorre terrenos de música concreta, parajes dibujados por la psicodelia más minimal que puedas alucinar, soundscapes donde se vulnera a cada paso el concepto contemporáneo de lo que entendemos por “música”, atmósferas de inspiración pretérita, geografías fagocitadas por el zumbido del drone... Todo envuelto en una magnética aura de exotismo pagano, de ritualismo que no sería del todo descaminado calificar de prehispánico, si no fuera porque de aquello raramente posee uno que otro vestigio.

De ”Las Palabras Fueron Sonido” a “Pastoreo De Cabras”, asistimos a una jornada que cualquier fenomenología no vacilaría en tipificar como extraterrestre. Empleando instrumentación poco convencional como el tambor chino, la ocarina o la flauta de búho; pero también gongs, sonajas, cintas y un Korg MS-20; el cuarteto esculpe episodios de un agostamiento abrasivo, donde pululan ruidos eyectados al azar, a veces sobre una tribal percusión embrionaria -y a veces ni eso. En el corte homónimo la percusión aparece cuando su mitad ha quedado bien atrás, por ejemplo, sosteniéndose éste desde el principio gracias a un bajo que tampoco es fácil de etiquetar. Hay canales que comienzan como una mera adición de sonoridades (“Luces De Montaña”), para sólo bastante después perfilarse como música.

El trino monocorde de los pájaros (“El Golem Gordo”), el canto inconfundible del agua (“Pastoreo De Cabras”), incluso una solitaria y tímida voz casi inaudible (“El Problema De Suslin”); reciben tratamientos distintos a los que se acostumbra dárseles, de la misma manera en que instrumentos de cuerda son usados como si lo fueran de percusión, y herramientas como silbatos y cornetillas parecen acabar libradas al azote del viento. Es gracias a esta insular fusión de albur premeditado y metodología improvisacional que El Jardín... se devela como asomándose desde los albores de la civilización humana. Pocos documentos sonoros de reciente data pueden jactarse de ello -cf. la fantástica labor conjunta de nuestros paisanos Ronald Sánchez y Fred Clarke. Se porta Penultimate Press.

Hákim de Merv

jueves, 1 de mayo de 2025

Brujo Mayor: Medication 1 EP // Gelatina Magma: Liminales

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 23 de abril de 2025.)

Macerada en sustancias non-sanctas, una voz rasposa y aguardentosa te lee la cartilla del blues callejero y faltoso, ése que siempre te dirá que cuando no tienes ni dónde caerte muerto/a, todavía te quedará el blues. Así comienza Medication 1 EP, el estreno en corto de Brujo Mayor, power trío limeño nacido un año atrás y constituido por Ricardo Rodríguez (voz y eléctrica), Julio César Araujo (batería) y Fernando Acosta (bajo). Dos de ellos acreditan en su haber bandas de cierto renombre en las escenas nacionales adscritas al stoner rock, Rifle (Araujo) y Stonearth (Rodríguez), mientras que el tercero es compa del baterista desde hace muchos almanaques.

El extended play ha sido grabado en directo, emulando las arrabaleras condiciones lo fi de grabación en una 4-track, tal cual se hacía entre fines de los 60s y principios de los 70s. La idea era dotar de este acabado a M1 EP, objetivo logrado con creces gracias no sólo a ese proceso, sino también a las particularidades intrínsecas de la música que performa el trinomio. Sucio blues rock de tiempos farragosos/pesados, de guitarra psicodélica hasta la médula, de voz deliberadamente ininteligible. La impresión final es, por ende, la de estar escuchando algún combo perdido de época -y antepasado directo del stoner, a la vez.

Por supuesto, a ello suma asimismo que tres de los cuatro surcos que integran el EP sean versiones de clásicos en todo el sentido de la palabra. Abre la jornada “More Light”: único número firmado por Brujo Mayor, es un interminable jammeo que rebasa la barrera de los 14 minutos y medio, en el que la guitarra intercala trallazos inalterables con encendidos solos de efusión lisérgica, y que las baquetas rematan multiplicándose en el epílogo. De allí en más, desfilan las relecturas de gemas de la talla de “Fruit And Iceburgs” de los usamericanos Blue Cheer (sindicados como el primer line up heavy metal de la Historia), “Reberveration” de The 13th Floor Elevators (extraído de su brillante debut, 1966) y “A Storyless Junkie” de nuestros Pax (de su unigénito May God And Your Will Land You And Your Soul Miles Away From Evil, 1972).

Largas secciones instrumentales, cuerdas desbordantes de fuzz descosiéndose en enérgicos y penetrantes riffs de ADN setentero, teba de locomoción lenta -por momentos, también densa-, bajo distorsionado que titubea entre ocupar el discreto lugar que siempre ha tenido en la dialéctica rock y coger la antorcha para liderar la acometida. Todas características propias del stoner, reunidas en torno a un proyecto que curiosamente resuella más próximo al blues rock de Hendrix o The Fabulous Thunderbirds. Ello no ha impedido que BM se codee con compañeros de armas de robusta stonura como Satánicos Marihuanos o Reptil. Y es que la terna se muestra lo bastante permeable como para asimilar heavy metal, hard rock y hasta resabios de doom. Cómo se acomodan aquellas improntas en esta mancha de veteranos, para esclarecer algo más su ascendencia, se verá con la salida de su primer largo (programado para la segunda mitad del año).

Si lo tuyo es el blues de Eric Clapton o de Savoy Brown, la gruesa película de Baja Fidelidad que envuelve esta placa no tardará mucho en desanimarte. Por el contrario, si militas en la orilla opuesta, allí está.

Hacía buen rato que no se sabía nada de Gelatina Magma. Lo último de lo que se tuvo noticias fue Zapatos Ardientes EP, allá por el ‘21. Desde entonces, el dúo ha estado inmerso en un hiato del que nadie tiene certeza sobre si alguna vez terminará -por haber tomado residencia Ángela Ruesta fuera del país, y orientado todos sus esfuerzos Giancarlo Samamé a su propia aventura personal, Polvos Azules. Hoy, que existen medios para componer a cuatro manos o más estando en lugares del globo muy separados, vaya uno/a a saber qué conmina al tándem a permanecer en la congeladora por tiempo indefinido.

No ha regresado al Perú Ruesta, ni Samamé le ha dado el encuentro, entonces. Lo que ha visto la luz entre el 10 y el 11 de marzo últimos es un mini-álbum que ¿compila? ¿recopila? primeras tomas, demos y ensayos de tracks que no me queda claro si han salido antes o no, salvo por “El Río”. Estuve repasando tanto lo publicado bajo los alias de Gelatina Magma y de Polvos Azules, como lo editado por El Paso y por Soma, sin encontrar pistas que se correspondan con lo liberado en Liminales. Debo deducir, pues, que se trata de una pequeña colección de canales inéditos (descontando la excepción antedicha).

Con repertorio de ese cariz, Liminales no podía llevar mejor nombre. El mismo hecho de describirle conformado por maquetas, rehearsals y primeras tomas indica que éstas son pasos conducentes a versiones definitivas que acaso todavía no se concretan. El “tránsito” sugerido en ese concepto, y además en la portada, es identificable con la función de aquellos espacios físicos que sólo sirven para movilizarse de un lugar a otro: pasillos, escaleras, zaguanes, halls, etc. Es decir, liminales. Ergo, es imperativo sopesar este puñado de temas como dibujos inacabados de canciones futuras, que quién sabe cuándo se harán realidad.

En su cortedad, Liminales tiene de todo un poco, y no siempre en modo convergente con el background de Gelatina Magma. “Telúrica”, por ejemplo, es una inusual mezcolanza de dark ambient y post rock. Sin antecedentes en la historia de la dupla, su atípico semblante abstracto-espectral le posiciona traumáticamente alejada de los melodiosos paisajes pop de Así De Simple (‘15) o de Una Nueva Era (‘18). El mismo sino sigue “Corazones De Papel (Demo)”, sólo que sin el epatante pulso oscuro de “Telúrica” -pero con un tic-tac a inicio y final de sus más de cuatro minutos. Ídem “Recuerdos (Demo)”, sobreabundante en dub y dotado de un reloj -éste sí presente a toda hora- que dicta tempos aún más pausados. Lástima que aquí la voz de Ángela no llegue a las notas altas por más que se esfuerza.

Del post pop en plan electrónica trippy de “El Río”, que utiliza patrones vocales de Ruesta remuestreados, no hay mucho más que decir. Para más señas, repasar Lisergias (‘24), opus de Polvos Azules donde se le incluye originalmente. Sí hay algo más de chicha en “A Puerta Cerrada”, nueva expresión de ese mestizaje del que Gelatina Magma daba señales en rounds como “Oda A Malanga” y “Caminante Nocturno”. “A Puerta...” apela a la fusión de percusión afroperuana y de jazz en el mástil del bajo, matizada por teclados lúdicos y una letra bastante sombría. Como para no guardar muchas expectativas sobre el rejunte de la sociedad Ruesta-Samamé en un futuro inmediato.

Hákim de Merv

jueves, 24 de abril de 2025

Philodina // Un Día En Venus: Darkwave EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 16 de mayo de 2025.)

Aparecieron entre fines de febrero y principios de marzo las dos caras de Philodina, nuevo lanzamiento bifronte de Chip Musik destinado a prolongar la saga inaugurada durante el ‘23 por Seven 7’’. Esta vez no se ha adosado la nomenclatura “single” a la denominación, si bien una de las faces (A) encaja perfectamente dentro de ese concepto. De todas formas, tampoco es que los dos lados de Seven 7’’ se ciñesen a la estricta definición de lo que es un 45 rpm. En lo sí que coinciden ambos títulos es en la figura del 6-way split, al menos formalmente.

En el side A de Philodina (24/2) corre el telón Trampaluz, remixeado en esta oportunidad por Óxido, unipersonales santiaguinos ambos. En “Pulsar - PSR B1919+21”, se hibridan pelágico post rock y picoteante electrónica, aunque para discernir qué tramos corresponden a qué manos es menester pelarle oreja al apenas estrenado Pulsar (18/3) de Fernando Arce. En caso contrario, sin más puedes disfrutar de sus correntadas subterráneas de fluidos binarios, tamizadas por laxas ambientaciones propias del primer post. Le sigue “Patas De Perro”, del también chileno Pande-Dios. Lo de Mauro Rojas va a la vera de un folk de compleja taxonomía, muchas veces emparentado con la veta usamericana más arisca del post original. La concisión no resiente su feeling neopagano de dimensión paralela, ni su coletilla de embrionario ruido blanco.

Baja la persiana de la cara A “Montuno”, composición de Norvasc. Llaman la atención la tromba de noise polucionante y la aleatoriedad de su estética glitchera, ya que Gerardo Flores normalmente boceta viñetas mucho más calmadas y melodiosas. Tras 3 minutos y medio de enturbiada ¿deconstrucción? ¿destrucción?, se elevan desde simas crackeadas el bliss pop y el baggy a que el individualista siempre ha sido afecto. La corrosión, sin embargo, no se desvanece.

Philodina reserva a Ionaxs la apertura de su side B (10/3). Con el sugerente marbete de “Geopolímero”, Jorge Rivas postula una performance de post IDM sobregirado de software y hardware incluso a niveles microscópicos, pese a que las primeras acometidas me hacían pensar en Puna antes que en Ionaxs. A renglón seguido, Alcaloidë presenta “Tesla”, conformada por dos capas de sonido muy distintas entre sí que colisionan para producir azarosas formas de noise camelado divergentes del shoegazing. Una de estas capas se prodiga en la vorágine de un ruidismo digital áspero en exceso, mientras que la otra -prácticamente sepultada por la primera- erupciona a cuentagotas para dar paso al éter mayúsculo del bliss out. Cinco minutos y monedas de insólita convivencia después, matizados por cacofonías binarias que emulan la voz humana, emerge un amago de programación.

Finaliza el lado B “Teletransportador”, de Óxido y Trampaluz. Se propone aquí, siempre y cuando accedas a audicionarle con los ojos cerrados, una experiencia hasta cierto punto inmersiva que despega de manera un tanto confusa. El cúmulo de impresiones metasónicas que reviste los primeros minutos del corte afloja luego  de  buen  rato  ante  divisiones  abrumadas  de  volátil  cosmicidad,  lo  que deja una impresión final de permanente transición -del caos al orden, del desconcierto a la avenencia, del primer chispazo de impulsiva creación al último de veterana precisión.

Me quedo aún con ambos lados de Seven 7’’, que lograban una mejor representación de la nómina Chip, tanto en cantidad (seis participantes claramente diferenciados, en vez de los cinco de Philodina) como en diversidad (¿y el shoegazing dónde recaló?).

A poco de iniciado el año, pudo sondearse en redes un pulso de gran actividad por parte de Miguel Ángel Elescano. Bien con seudónimos nuevos, bien con otros ya conocidos, el músico no ha permanecido quieto; al punto de acreditar a día de hoy suficiente material nuevo para al menos un par de reseñas. Aquí va la primera de ellas.

Elescano debuta bajo el alias de Un Día En Venus el 17 de enero, inaugurando de refilón su propia label discográfica, Nuclear Pop Records. De entrada, el individualista explicita intenciones de volcar la recién bruñida chapa hacia sonidos no antes hollados por su mano, declaración rubricada gracias al título que confiere a la primera producción de UDEV: Darkwave EP. En efecto, en el extended hay un tufo a lo que actualmente se entiende por darkwave -pero también a géneros cercanos, como el dark-gothic, el minimal synth, la coldwave e incluso la electronic body music. Si ello responde a una jugada vintage, retro o de cualquier otra laya, que cada quien lo decida.

Cuatro temas en menos de un cuarto de hora. Comienza el EP con “Elefantes En Mi Habitación”, darkwave al alza de medio tiempo, que a lo primero que me recuerda es a esa bandaza que fue Décima Víctima. Oscuridad que puede sobrellevarse merced a su tesitura pop, a su sencilla estructura lírica, a su dinamismo en el límite de lo tolerable para un estilo tan cargado como lo fuera en su edad dorada el dark rock. A este cumplidor inicio le sigue “La Cocaína Mata A Mis Amigos”, bastante más próximo al electro-gothic de fines de los 80s, ése que naciese del contubernio entre el gothic y la EBM. Aunque reconozco que sobre “La Cocaína...” flota un aura mucho más amenazante, también debo decir que es un surco muy cliché.

“Las Estrellas” se inserta de lleno en la dialéctica de la coldwave francesa, a modo de punto medio entre los extremos que supondrían las dos piezas que le anteceden. Coadyuva en la tarea no sólo su vecindad con grupos como Police Des Moeurs o Martial Canterel, sino el protagonismo concedido a unas glaciales vocales femeninas que no se consignan acreditadas por ningún lado. Salvo por ese detalle, “Por La Cordillera De Los Andes” fatiga idéntico carril. Mohína y evocativa, la voz de Elescano acompaña una melodía de cansinos ardores, de fervorosa gelidez maquinal, de apagados resplandores boreales; mientras erra como alma en pena buscando en andinas serranías a su incógnita musa.

Novísima faceta, la que abarca aquí el limeño. Nada mal para empezar, en el futuro inmediato se ha de exigir un poco más, a fin de renovar el interés por la mixturada propuesta que le atribuye a Un Día En Venus.

Hákim de Merv

viernes, 18 de abril de 2025

Adelaida: Retrovisor // Rafael Cheuquelaf: Tiempo Profundo

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 9 de abril de 2025.)

Pasó un tiempo más o menos considerable desde que Animita (‘20) hiciese brillar el nombre de Adelaida, tras la insólita gira que el entonces terceto realizó en países de Extremo Oriente. Tiempo que, es verdad, coincide con la fase más severa de la pandemia -cuatro años, nada menos. No fueron sólo las sanitarias, empero, las únicas circunstancias que intervinieron en este prolongado paréntesis. A la luz de lo exhibido en el subsiguiente Retrovisor (‘24), el grupo de Valpo tuvo que afrontar durante ese par de bienios drásticas transformaciones en su configuración, que repercutirían a la postre -si bien no de manera demasiado traumática- en su discurrir sónico.

En efecto, en algún punto entre el ‘21 y el ‘23, Adelaida dejó de ser un trío y reinventóse como cuarteto. El verbo no es exagerado, ya que no sólo se trató de adicionar un nuevo miembro. De Animita a Retrovisor, el alias prescindió tanto de las baquetas de Gabriel Holzapfel como del bajo y de las vocales de Naty Lane. En reemplazo del primero, cogió el relevo Tomás Pérez, mientras que Anke Steinhöfel sustituyó a la segunda en ambas funciones. El ingreso de Joaquín Roa en el puesto de guitarrista divide con Claudio Manríquez (a) Jurel Sónico, que sobrevive como único miembro original del acto, responsabilidades relativas a los desarrollos estelarizados por la eléctrica.

Desde un principio, Adelaida se decantó por las formas de crear/ejecutar música pop fundadas sobre la Distorsión. Con la solitaria excepción del shoegazing, la mayoría de ellas surgidas sobre suelo americano: el noise rock de Dinosaur Jr. y Sonic Youth, el “hype” del alternative rock, el indie rock de Sebadoh y Shellac, el grunge de Mudhoney y Alice In Chains... El balanceo de todos esos ingredientes le dio al combo su identidad constitutiva, de la que despachase sobrados ejemplos en discos del nivel de Paraíso (‘17) o Madre Culebra (‘15). Esos rumbos se ven magnificados en Retrovisor, al punto de poder catalogársele como la placa que refunda a la banda del ex Lisérgico.

Con los primeros acordes del corte homónimo retumbando en los headphones y disparando las guitarras salva tras salva de duras acometidas rockeras, queda en evidencia el anabolizado ascendiente de ruido y distorsión que presidirá de ahora en más el sino de Adelaida. Uno que, sin renunciar del todo a su herencia baggy (“La Montaña”, “12 Días”, “Mi Ventana”), transitará esencialmente por este lado del Atlántico. “Pólvora” es una excelente muestra de ello. Otras igualmente recomendables son “Espirales”, “Girasoles”, la psicodélica relectura de “Brilla” (original de los argentinos Suárez que venía como hidden track en Hora De No Ver), “Resplandor” y el farrellesco colofón de “Desdén”.

Un par de apuntes más acerca de Retrovisor. Por supuesto, tiene su lunar. A “Frutos De Otoño” se le siente muy inicios de los 90s, cosecha neopsicodélica, rasgo que se acentúa cuando al promediar la canción los valpeños rebajan el tempo y gana ésta un groove típico de esos ácidos días. Claro, la toma primigenia ya venía impregnada de esos aromas. Y es que Retrovisor se concede la libertad de reinterpretar algunos números antiguos de Adelaida, todos ellos provenientes de su ópera prima Monolito (‘14), subrayando ese hálito de “segundo debut” del que hablaba hace un momento. Pasa con “Frutos...”, con “Océano Mundial”, con “12 Días”.

Muy pocas jornadas antes de la última Navidad, se subió a la cuenta BandCamp de la escudería independiente Eolo Producciones el último trabajo solista del músico magallánico Rafael Cheuquelaf. Integrante de Lluvia Ácida, dúo que justamente fundase Eolo en el ‘01 y que ha asumido la tarea de relanzarle hace algunos meses, éste es ya el tercer esfuerzo de largo aliento que el buen Rafael saca adelante -y el cuarto lanzamiento alejado de sus trajines junto a Héctor Aguilar. Sin embargo, para la ocasión no ha marcado el autor mucha distancia respecto del curso que navega actualmente la reconocida mancuerna puntarenense.

En Camino Interior (‘22), Cheuquelaf tomaba el sendero del trip hop enyuntándole a una narrativa conceptual proyectada como siempre sobre el fundamento de su experiencia vital, externa e interna. También se encumbra Tiempo Profundo desde un concepto de fondo, pero las sonoridades que le vertebran se hallan más cerca del urgente dark ambient empuñado por el binomio en Puntarenazo (‘24). Y cuando no ocurre de esta guisa, el esférico remite a los días oscuros y nerviosos de Antiviral (‘20), que LlA compusiera durante el periodo hardcore del COVID-19. Esta última conexión no es gratuita, ya que asimismo se cuela aquí una temática científica de por medio.

Ésta corresponde a un residenciado artístico y de investigación que el chileno cursó vía la Universidad de Magallanes. Consistió éste en exploraciones de la zona más austral del país, con el objeto de estudiar/especular-acerca-de una época de la región magallánica anterior a la llegada del Hombre. De ahí la chapa de “Tiempo Profundo”, frase acuñada bajo esos mismos parámetro por James Hutton, geólogo escocés del siglo XVIII. De ahí, también, muchas de las denominaciones utilizadas para bautizar los surcos que agrupa el plástico: “estromatolitos”, “ictiosauria”, “amonite”, “bloques erráticos”, etc (cada una explicada por Rafael en la sumilla de BandCamp).

Sonidos de enjambres binarios (“Amonite”), perfecta síncopa de precisión clínica (“El Ciclo De Las Rocas”, circa el Tecno de Daniel Melero), inexpugnable densidad vítrea (“Manto De Hielo Patagónico”), gélidos strings digitales (“Estromatolitos”), bronco dark ambient inoculado de chillones órganos eclesiásticos de pelaje sintético (“Bloques Erráticos”). Los climas sonoros en Tiempo Profundo recorren con ritmo sostenido comarcas ambientales pletóricas en incertidumbre y suspenso, apertrechándose de un synth completamente deconstruido -algo así como el lado Z de Chris & Cosey. Si hay momentos de reposo, éstos son devorados con celeridad por evoluciones ominosas, casi carpenterianas.

Inicio y epílogo del álbum sortean este modus operandi con desigual destino. Mientras que la pieza titular es una zarabanda de ruidos binarios generados aparentemente al azar, que acaba desbarrancándose hacia preternaturales abismos lovecraftianos (en sintonía con el sutil guiño de la portada), “Primer Fuego En Karukinka” es un tema solemne, que oscila entre crepuscular y angélico. La flama encendida por los primeros seres humanos habitantes del extremo sur en lo que tras cientos de años sería suelo Selk'nam, ciertamente, marca el final de una era y el inicio de otra. Por eso “Primer Fuego...” muta el cariz al aproximarse a sus cuatro minutos para derivar en un panegírico lleno de emotividad y vitalidad. Laudable.

Hákim de Merv