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jueves, 1 de mayo de 2025

Brujo Mayor: Medication 1 EP // Gelatina Magma: Liminales

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 23 de abril de 2025.)

Macerada en sustancias non-sanctas, una voz rasposa y aguardentosa te lee la cartilla del blues callejero y faltoso, ése que siempre te dirá que cuando no tienes ni dónde caerte muerto/a, todavía te quedará el blues. Así comienza Medication 1 EP, el estreno en corto de Brujo Mayor, power trío limeño nacido un año atrás y constituido por Ricardo Rodríguez (voz y eléctrica), Julio César Araujo (batería) y Fernando Acosta (bajo). Dos de ellos acreditan en su haber bandas de cierto renombre en las escenas nacionales adscritas al stoner rock, Rifle (Araujo) y Stonearth (Rodríguez), mientras que el tercero es compa del baterista desde hace muchos almanaques.

El extended play ha sido grabado en directo, emulando las arrabaleras condiciones lo fi de grabación en una 4-track, tal cual se hacía entre fines de los 60s y principios de los 70s. La idea era dotar de este acabado a M1 EP, objetivo logrado con creces gracias no sólo a ese proceso, sino también a las particularidades intrínsecas de la música que performa el trinomio. Sucio blues rock de tiempos farragosos/pesados, de guitarra psicodélica hasta la médula, de voz deliberadamente ininteligible. La impresión final es, por ende, la de estar escuchando algún combo perdido de época -y antepasado directo del stoner, a la vez.

Por supuesto, a ello suma asimismo que tres de los cuatro surcos que integran el EP sean versiones de clásicos en todo el sentido de la palabra. Abre la jornada “More Light”: único número firmado por Brujo Mayor, es un interminable jammeo que rebasa la barrera de los 14 minutos y medio, en el que la guitarra intercala trallazos inalterables con encendidos solos de efusión lisérgica, y que las baquetas rematan multiplicándose en el epílogo. De allí en más, desfilan las relecturas de gemas de la talla de “Fruit And Iceburgs” de los usamericanos Blue Cheer (sindicados como el primer line up heavy metal de la Historia), “Reberveration” de The 13th Floor Elevators (extraído de su brillante debut, 1966) y “A Storyless Junkie” de nuestros Pax (de su unigénito May God And Your Will Land You And Your Soul Miles Away From Evil, 1972).

Largas secciones instrumentales, cuerdas desbordantes de fuzz descosiéndose en enérgicos y penetrantes riffs de ADN setentero, teba de locomoción lenta -por momentos, también densa-, bajo distorsionado que titubea entre ocupar el discreto lugar que siempre ha tenido en la dialéctica rock y coger la antorcha para liderar la acometida. Todas características propias del stoner, reunidas en torno a un proyecto que curiosamente resuella más próximo al blues rock de Hendrix o The Fabulous Thunderbirds. Ello no ha impedido que BM se codee con compañeros de armas de robusta stonura como Satánicos Marihuanos o Reptil. Y es que la terna se muestra lo bastante permeable como para asimilar heavy metal, hard rock y hasta resabios de doom. Cómo se acomodan aquellas improntas en esta mancha de veteranos, para esclarecer algo más su ascendencia, se verá con la salida de su primer largo (programado para la segunda mitad del año).

Si lo tuyo es el blues de Eric Clapton o de Savoy Brown, la gruesa película de Baja Fidelidad que envuelve esta placa no tardará mucho en desanimarte. Por el contrario, si militas en la orilla opuesta, allí está.

Hacía buen rato que no se sabía nada de Gelatina Magma. Lo último de lo que se tuvo noticias fue Zapatos Ardientes EP, allá por el ‘21. Desde entonces, el dúo ha estado inmerso en un hiato del que nadie tiene certeza sobre si alguna vez terminará -por haber tomado residencia Ángela Ruesta fuera del país, y orientado todos sus esfuerzos Giancarlo Samamé a su propia aventura personal, Polvos Azules. Hoy, que existen medios para componer a cuatro manos o más estando en lugares del globo muy separados, vaya uno/a a saber qué conmina al tándem a permanecer en la congeladora por tiempo indefinido.

No ha regresado al Perú Ruesta, ni Samamé le ha dado el encuentro, entonces. Lo que ha visto la luz entre el 10 y el 11 de marzo últimos es un mini-álbum que ¿compila? ¿recopila? primeras tomas, demos y ensayos de tracks que no me queda claro si han salido antes o no, salvo por “El Río”. Estuve repasando tanto lo publicado bajo los alias de Gelatina Magma y de Polvos Azules, como lo editado por El Paso y por Soma, sin encontrar pistas que se correspondan con lo liberado en Liminales. Debo deducir, pues, que se trata de una pequeña colección de canales inéditos (descontando la excepción antedicha).

Con repertorio de ese cariz, Liminales no podía llevar mejor nombre. El mismo hecho de describirle conformado por maquetas, rehearsals y primeras tomas indica que éstas son pasos conducentes a versiones definitivas que acaso todavía no se concretan. El “tránsito” sugerido en ese concepto, y además en la portada, es identificable con la función de aquellos espacios físicos que sólo sirven para movilizarse de un lugar a otro: pasillos, escaleras, zaguanes, halls, etc. Es decir, liminales. Ergo, es imperativo sopesar este puñado de temas como dibujos inacabados de canciones futuras, que quién sabe cuándo se harán realidad.

En su cortedad, Liminales tiene de todo un poco, y no siempre en modo convergente con el background de Gelatina Magma. “Telúrica”, por ejemplo, es una inusual mezcolanza de dark ambient y post rock. Sin antecedentes en la historia de la dupla, su atípico semblante abstracto-espectral le posiciona traumáticamente alejada de los melodiosos paisajes pop de Así De Simple (‘15) o de Una Nueva Era (‘18). El mismo sino sigue “Corazones De Papel (Demo)”, sólo que sin el epatante pulso oscuro de “Telúrica” -pero con un tic-tac a inicio y final de sus más de cuatro minutos. Ídem “Recuerdos (Demo)”, sobreabundante en dub y dotado de un reloj -éste sí presente a toda hora- que dicta tempos aún más pausados. Lástima que aquí la voz de Ángela no llegue a las notas altas por más que se esfuerza.

Del post pop en plan electrónica trippy de “El Río”, que utiliza patrones vocales de Ruesta remuestreados, no hay mucho más que decir. Para más señas, repasar Lisergias (‘24), opus de Polvos Azules donde se le incluye originalmente. Sí hay algo más de chicha en “A Puerta Cerrada”, nueva expresión de ese mestizaje del que Gelatina Magma daba señales en rounds como “Oda A Malanga” y “Caminante Nocturno”. “A Puerta...” apela a la fusión de percusión afroperuana y de jazz en el mástil del bajo, matizada por teclados lúdicos y una letra bastante sombría. Como para no guardar muchas expectativas sobre el rejunte de la sociedad Ruesta-Samamé en un futuro inmediato.

Hákim de Merv

jueves, 25 de abril de 2024

Zorzal: Iris

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 17 de abril de 2024.)

Gracias al compa Elvis López Aroni, natural de Huancayo que formara en Ayacucho el trío Post Galazer y que a principios de mes regresó a la añorada querencia, me entero de la salida en marzo de Iris. Se trata del disco debut de Zorzal, cuarteto juninense del que apenas sé ya cuenta seis años de existencia. Dada la identificación de las escenas independientes centroandinas con determinados géneros como el dark-gothic o la EBM, el heterodoxo output de la banda me habría agarrado desprevenido, si no fuera por las compilaciones Underground Junín que produjese el colectivo Arte Sonoro -y que han revelado más de una veta a cultivarse en los circuitos pop de esa determinada región.

No es Iris un álbum inaprensible. La escucha se hace fluida y afectuosa toda vez que casi el íntegro de su menú se halla tenuemente entrelazado, pero sobre todo debido a que éste irradia a través de su musicalidad unas ciertas energía y espiritualidad, albas ambas. Es en el terreno de las improntas que la cosa se vuelve imprecisa. Porque, pese a lo escrito hace unos momentos, no he encontrado rastro de las connotaciones psicotrópicas que reivindica el grupo -algún fan ha aludido incluso al alcaloide triptamínico de la psilocibina, en sesgado e in extremis críptico comentario. Aunque algunas letras parecen hacerse eco de los issues lisérgicos que eran moneda corriente durante los días de esplendor de la psicodelia, la música de Zorzal fatiga coordenadas muy distintas.

La primera parte del largo, que va de “Somnolencia” a “Octubre Eterno”, está dominada por el lado más ortodoxamente rock de los huancaínos. Tan es así, que transcurrido el primer minuto ya se evidencia el magma que pinta hegemónico en esta jornada -el de la añosa big music ochentera. Temas como “Aún No Dejes De Respirar”, “Octubre...”, el instrumental semiacústico “Alba” o “Mariposas Blancas” lucen genéricos en grados próximos al superlativo, si bien ello no oblitera su enraizada fibra emocional ni impide disfrutarles. Sucede así porque las capacidades expresivas de Zorzal son lo bastante recias como para sobreponerse a los clichés con que a veces esta gente trastabilla -sampleos canoros pseudo new age en “Alba”, por ejemplo-, al punto de relativizar el matiz rockero mismo (convirtiéndole en prácticamente incidental).

Destaca un lunar en este primer segmento, y ése es “Éter”. Llamó mucho mi atención la coda de inicio, cuando repiqueteó lo que pregona ser un cajón afroperuano durante dos cincuentenas de segundos, antes de mutar alternando el pop/rock de rounds precedentes con el diapasón identitario del reggae y muy ocasionales reentrés del antedicho instrumento de percusión. El mismo ejercicio de rítmica se manifiesta, sin plasmarse del todo, en “Octubre Eterno”; lo que ya indica el cambio de dirección en el segundo tramo de Iris. Allí encuentra mucho más espacio el mestizaje que también proclama Zorzal, en melodías de aires tanto menos solemnes. De entrada nomás, los climas festivos del track epónimo dan la bienvenida al charango, que imprime rasgos altoandinos multiplicados hacia el ocaso de sus siete minutos mientras la voz femenina le entra brevemente al spoken word. Una colorida y más reposada prolongación del fervor de “Iris” toma forma en “Cedrón” y más especialmente en “Mantita Multicolor”, rematada con una briosa y alegrona fuga de huaylarsh. El pop/rock se inmiscuye en “Petricor”, prefiriendo llevar la fiesta en paz, eclipsando progresiva y sólo parcialmente las tonalidades vernaculares que prioriza durante estos episodios el combo.

Remata Zorzal su primer esfuerzo con “Tranquila Mente”, que es cuando regresa a la palestra la big music del arranque, sólo que ahora sin huella alguna de baquetas (o de síncopa, más allá de la que proporciona el bajo). Dos guitarras, si no me equivoco, entretejen el arrullo de cuna en que deviene el cierre de Iris. Como dije hace un rato, CD algo complicado de resumir en pocas palabras, ya que su cromática pop es harto indefinida -como lo es asimismo la de una etiqueta de cualidades tan indeterminadas como la de “big music”. La emotividad puesta en juego mitiga en buena cuenta algunos defectos -un trascendentalismo medio trucho, entre ellos-, y probablemente contribuye a hacer más fácil de asimilar el repertorio con que se estrenan Paola, Anderson, Antony y el esotérico Espectro Fractal. Para la próxima, el grado de exigencia será mayor.

Hákim de Merv

jueves, 8 de febrero de 2024

Paradigmas Frecuenciales (I) // Pay: Apariencias EP // Fiorella16: Thanatology For Young Ladies // Novalima: La Danza (Pt. 1) / La Danza (Pt. 2)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 31 de enero de 2024.)

LOS DISCOS PERUANOS DE 2023 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (I)

En cortísimo lapso de tiempo (básicamente el último trimestre), Chip Musik estrenó el año pasado nueva línea de lanzamientos que aditar a la de ‘Transmisores’ y a la ya clásica de ‘Legos’. ‘Paradigmas Frecuenciales’ es la denominación que recibe la bisoña ristra, armada un poco sobre la marcha, o al menos así luce dadas las inusuales características formales que a día de hoy la definen.

Etiquetada como single, la primera entrega irrumpe el 12 de octubre. Leyendo la nota interna de BandCamp, la independiente le presenta como split, lo que es confirmado por las participaciones de Ionaxs, Trampaluz y Miyagi Pitcher. Pongo en entredicho hablar de un split single o un three-way single, empero, ya que Paradigmas Frecuenciales (I) sobrepuja la cota de los 20 minutos.

¿Cómo categorizar, pues, este título colgado por Chip para libre descarga? Hago a un lado esa discusión, enfocándome de lleno en el contenido. Éste empieza a revelarse vía “Cortando El Lazo En Paz” de Trampaluz, acto santiaguino que previamente ha brindado muchas demostraciones de un solvente post rock expansivo hacia comarcas colindantes como la electrónica de avanzada, el bliss pop/out y la drone music. La melodía de “Cortando...” florece entre bullentes secuencias aleatorias de nervioso movimiento, prontamente opacada por el pulso seco e intransigente de una percusión artificial. Acaba ésta por mimetizarse, redituando la sensación general de estar observando el avance de flujos de lava a través de lentes microscópicos (si tal cosa es posible).

Sin el peso/anclaje que suponen las texturas envolventes asociadas al campo de la experimentación sonora, “Meissa” de Miyagi Pitcher prescinde igualmente de cualquier patrón rítmico evidente. Su utópica arquitectura ambient se despliega indesmayable, lo mismo que la campaneante reverberación de su sinuosamente circular leit-motiv, evocando (¿mejores?) mundos post humanos de ciencia-ficción y erigiéndose como el exacto reverso de “Cortando El Lazo En Paz”. Tan es así, que por momentos me hizo recordar las fábulas futuristas soñadas por The Future Sound Of London en los pasajes más atmosféricos de su monumental doble Lifeforms (1994).

Finaliza “Cianotipia” esta primera muestra de ‘Paradigmas Frecuenciales’, a modo de práctica síntesis. Para ello, Ionaxs se encumbra hacia las armonías volátiles del shoegazing y del bliss pop, como ha hecho en sus trabajos personales liberados durante el ’23 (Antotipia EP y Portrait In The Postcard), atravesando densos bancos de neblinoso éter gracias a la delicada orfebrería electrónica que enhebra intermitentes esquirlas de nutrido miniaturismo noise y silencios que no pasan por tales. Curioso diseño para una composición que alude a la vieja técnica artística de obtener negativos fotográficos en gama azul prusiano.

La segunda entrega de ‘Paradigmas Frecuenciales’, publicada el 14 de diciembre, en otra oportunidad.

Existe un punto común entre las circunstancias bajo las que conocí a Panoptia y a Pay, a partir del cual ocurre cierto paralelismo en sendas historias. A la obra del primero llegué a fines del ‘22 (no recuerdo por medio de qué cortocircuito), y a la del segundo a fines del ‘23. Esta última ocasión se da gracias a Julio Guillén Serrano, responsable de Panoptia y miembro de Pay. Tras revisar grosso modo las hojas de vida de ambos alias, tomo consciencia de sus respectivas longevidades: Pay chunta el epónimo debut en septiembre del ‘04, mientras que lo propio hace Panoptia en junio del ‘16. Es decir, no son neófitos. Hasta aquí nomás, por desgracia, las correspondencias.

Si bien no me hallo tan familiarizado con la discografía de Pay como con la del unipersonal de Guillén Serrano, sí le he dado varias vueltas a Apariencias EP, y debo decir que no me ha resultado atractivo en lo más mínimo -a diferencia de la ejemplar andadura de Panoptia. Sin el apremio de aludir a evolución alguna, cosa que como acabo de dejar sentado no me consta, la música de Pay es de lo más básica y superficial. El pop rock que elige cultivar sólo tiene de ello la piel. Cero riesgo, cero actitud, cero crudeza. Al menos aquí, la dupla integrada por Daniel Casave -voz y coros, guitarra, teclado- y Julio -teba, teclado, guitarra, voz y coros-, secundada por Rolando Del Carpio en bajo y eléctrica (el “Rula” de Los Resortes); no muestra ni el instinto ni mucho el alma que cabría esperar de una agrupación devota a esas coordenadas.

Y no es que no sepan tocar. Sucede que las canciones de Apariencias EP son de una construcción demasiado elemental. No encuentro en todo el extended el menor intento por arriesgar más allá del estereotipo extractado al sonido escogido. Esto habla de un dúo/trío que no sabe qué hacer con las habilidades que tiene, y opta por ir siempre a lo seguro. Quizá se plantean salir (apenas) del molde en “Sueños Cuervos” y en “Para James”, pero aún cuando se puede ser indulgente con el primero, el segundo no pasa de amago punk empeñado en quemar amplificadores (otra cosa es que lo logren), hasta que sueltan la pachotada “Dispuestos A Morir/Pero De Risa”. Si vas a ser así de primario/a, lo menos que se te puede exigir es que ardas en cuerpo y espíritu con cada martillazo que descerrajes.

En cuanto a letras, releo la nota de prensa y no sé si soy yo el que no ha podido sintonizar (por viejo), o si es que esta gente vive en una realidad alterna. De líneas muy discretas como las de “Estoy Jodido” y “Ninguna Por Ti”, Pay pasa a estrellarse contra el piso garrapateando textos que me retrotraen a los disfuerzos noventeros de los sobrevivientes mainstream del decenio anterior (“Apariencias”). Un nivel francamente pobre.

No soy muy partidario de demoler una banda hasta los cimientos, pero aquí no veo/escucho por dónde salvar lo mostrado. Zancada en recontrafalso, la de Pay, en el mejor de los casos -ahora mismo me allano a devorar sus referencias precedentes, para confirmar o desechar mis dudas.

Cuando se extinguía noviembre último, arribaron noticias de un nuevo álbum acreditado a Fiorella16. No figuraba éste en el BandCamp del individualista arequipeño José María Málaga, sino en el de la escudería canadiense We, Here And Now! -que se define como especializada en sonidos de rizoma doom, psych y audioexperimental. No es esto, sin embargo, lo que más llamaba la atención. La info provista por la rodaja indicaba que el material de que ésta se componía fechaba entre el ‘14 y el ‘21, razón por la que terminaba algo mermada su condición de “brand new”.

Corroboro la veracidad de lo anotado por Málaga en cuanto a la vetustez de algunas partes de este mosaico. “Gloomy Sunday”, uno de los dos temas no firmados por el mistiano (el otro es “Canción De Cuna Para Abortos”, de los mexicanos La Función De Repulsa), me fue enviado por el músico hará cosa de una década atrás. Lo he conservado en mi PC hasta que verifiqué que era el mismo número incluido en Thanatology For Young Ladies, tras de lo cual acabó en la papelera de reciclaje. Rubrico aquí constancia, por ende, de la exactitud del intervalo señalado en lo tocante a su límite más lejano.

Me remito a Tales In Deep Noise Saturation (‘20, editado también en Norteamérica), último Fiorella16 que escuché (no sabía del Inertrice EP sino hasta el preciso minuto en que tipeo estas palabras), para confrontar Thanatology For Young Ladies. Un plástico bastante más corto que el de hace cuatro años (apenas 40 minutos vs. los más de 80 de Tales...). Es, asimismo, más copioso (16 canales contra los 6 del ...Noise Saturation). De ello se infiere que muchos de los cortes de Thanatology... son, si cabe, algo más que fracciones/pedazos/cachos: tres de ellos no superan el minuto de extensión, y sólo dos se arriesgan más allá de los cuatro.

Ergo, ¿qué decir del CD? Sus colores son los que, de un tiempo a esta parte, conserva siempre a la mano José María en la paleta: noise analógico-binario, ambient en su acepción más arisca/indócil/insociable, drone zombificado, lo que de terrorífico surrealismo puede ofrecer aún la psicodelia... Aunque ello es una (re)afirmación de intenciones respecto de Tales In Deep Noise Saturation, también puede interpretarse como negación definitiva de aquello que asumo no volverá a entrar en el horizonte del seudónimo. Qué lectura es la correcta, o si lo son las dos, sólo el futuro lo dirá.

En cuanto a su metafísica, el acento se ha recargado en las cualidades ungidas por las últimas vanguardias del siglo XX. A despecho de un Ruido que tiende a transfigurarse/exhibirse poliédrico (“Calle Panteón”), éste es esencialmente monocorde, duro, sólido. Pese a que algunos ecos resultantes de los espacios cerrados dibujados por la música de TFYL hablan de oscuridad no fúnebre (“Bardo”), ejemplos de lo contrario pululan a todo lo ancho del volumen, llegando a ratos a estratos macabros y bastante creepies (“El Boohoo”). No necesariamente un defecto, la tosquedad en el acabado acústico de las viñetas refuerza la percepción y la sensación de iteración (“I Shall Be Late”), de un primitivismo aplastantemente dionisíaco (“Las Willis”), si acaso dos o tres veces apolíneo (“...Y Todo Para No Encontrarte”, “Última Letanía”). En resumen, experiencia poco recomendable si nunca te has atrevido a merodear los auténticos extramuros de la música pop contemporánea.

Cuánto tiempo se tomó Novalima para dar lugar a su séptima placa, que ha tenido a bien presentar en insólito formato bipartito. La Danza (Pt. 1) se hizo pública en junio, en tanto La Danza (Pt. 2) se colgó a fines de octubre. A santo de qué se produjo esta segmentación, la alineación no ha dicho ni pío. A mí me recordó, por analogía, los dos tramos en que se ‘estrenaban’ hace años las nuevas temporadas de The Walking Dead, mediando entre ellos la famosa pausa de “mid-season”. Tampoco a esa jugada le encontraba justificación, déjame decirte.

A propósito de Ch’usay (2018), cerraba un corto comentario mío indicando que quizá Novalima se encontraba en una encrucijada: “...enrielarse definitivamente hacia el afro, acometiendo para ello un importante salto evolutivo que le(s) transforme, o hacerlo mutar a través del componente electrónico”. Luego de un lustro, se verifica lo segundo. Si en ambas secciones de La Danza se han encartado sampleos de música afroperuana tradicional, éstos son infinitesimales, y por ende accesorios del todo. El repertorio de once piezas asoma completamente nuevo, aupado por colaboraciones como las de La Dame Blanche, Pablo Watusi o Hit La Rosa.

Es notorio que el sexteto ha realizado un esfuerzo constante por permanecer permeable a diversas influencias convergentes al gen afroperuano, manteniendo a éste como la fuerza preponderante alrededor de la que se vertebran los procesos creativos. Preponderante, no omnipresente: no siempre son el golpe de cajón o el rechinar de la quijada de burro los que acaparan primeros planos, sino que cumplen más la misión de cohesionar las distintas fusiones maniobradas por Novalima en cada canción.

La primera escucha de “El Tiempo”, verbigracia, casi me produce un soponcio. La segunda, en cambio, reveló que se trataba de un brioso y grácil dancehall antes que de un funesto reggaetón. La sección conformada por “Palenque”, “Canto Del Agua”, “Amanecer” y “Aquí Y Ahora” es todavía más reveladora; con exquisitos indicios de un mestizaje abierto: “Palenque” y su notable ejercicio de percusión afrocaribeña, “Canto Del Agua” y su roots reggae estilizado, “Amanecer” y su tenue coqueteo con el sandunguero candombe, “Aquí Y Ahora” y su potente crisol lleno de color.

Otros paradigmas igual de remarcables son el sutil afrobeat de “Pura” -muy en la onda de “Coba Guarango”- o la intersección entre estoque jamaiquino y sublimados bronces centroandinos de “Nación”. Ninguno de ellos, o de los anteriormente aludidos, oblitera las muestras de ¿”purismo”? que válidamente se permiten todavía insertar Pérez Prieto/Del Solar/Morales/Montesinos/Guerrero/Álvarez, como “Hatajo” y “La Danza”. Todos, eso sí, ponen de relieve el tino con que el sendero a transitar fue escogido. El otro, el de centrarse en la afroperuanidad, queda para exponentes como los Ballumbrosio o los tremendos Perkutao.

Hákim de Merv

jueves, 23 de noviembre de 2023

Sajjra: Serpent Is Present // Miyagi Pitcher: Isolde EP // Rito Verdugo: Kamikaze Boom

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 15 de noviembre de 2023.)

Todavía sigo cavilando si tengo a la mano las palabras justas para redactar algo acerca del más reciente parto de Sajjra. Subráyese “justas”: Serpent Is Present es tan distinto a lo que ha venido publicando Christian Galarreta premunido de ese alias, que son muchas más las dudas que los convencimientos. De hecho, creo que el único de éstos se vincula precisamente a la enérgica transición que comporta Serpent... respecto de su background.

La semilla del nuevo plástico fue sembrada antes de la emergencia sanitaria del COVID-19. Como es sabido en la comunidad avant garde nacional, el ex DiosMeHaViolado tiene un copioso cedulario de grabaciones inéditas e inacabadas, algunas de las cuales han pasado a integrar SIP luego de muchas jornadas de exhaustivo trabajo de mezcla a orillas del mar Egeo en Turquía. Por cierto, el bellísimo arte gráfico nace de una fotografía tomada al peruano bajo aguas anatolias por su pareja, la artista rusa Margarita Milova.

¿Qué escribir, entonces, sobre lo más reciente del individualista rimense? Rompe fuegos “Suena Como Azul Radiante (Oración Del Mediodía)” y en una los cambios empiezan a percibirse. Los silencios calculadamente intempestivos -si bien acaecen cada cuarenta segundos, igual resultan sorpresivos- se intercalan con elongados sets de 3/4 acordes solemnes, otorgando a la pista rasgos procesionales, hierofánticos, elefantiásicos. Extrañamente, la minimal huella psíquica que se imprime en los tímpanos no entra en conflicto con los estímulos que le han generado. El cortocircuito mental, eso sí, no se hace esperar. ¿Califica esto como ambient? ¿Puede ser el ambient a la vez litúrgico y sci fi? ¿No sería mejor hablar de un post pop etéreoangélico, alimentado directamente por el chispeante fervor que mana del subsuelo terrestre? ¿Su infinito final, de aisladas notas vibrafotónicas cual campanazos de diverso tono y cariz perdidos en el firmamento, alcanza a coronar esa suerte de renacimiento ritual?

Parapetada tras ciclicidades rebosante de drones en comandita abierta con el factor dub, “Beso Fin Y Descenso” no aclara el panorama. Cierto que la voz alcanza a hacerse inteligible -dejando apreciar versos de mítica inspiración altoandina como “Y En Mis Alas De Hielo/Acaricio Espejos De Mi Compenetración/Beso Fin Y Descenso/Sin Recuerdos Y Sin Piel”-, pero los trallazos contenidos de la drum machine inclinan a formular la hipótesis de un erosionado lado X del intelligent techno, desracionalizado y excluyentemente intuitivo. Descomponiéndose lentamente en sus códigos elementales, la pieza va tornándose incorpórea hasta verse reducida a una pendular onda eléctrica de retroalimentación sonora. Así repta hasta convertirse en la siguiente parada del trip, suscitando interrogantes equivalentes a los de su predecesora.

Lleno de incertidumbre, llego al tercer y último round de la placa, cuyo título pone de relieve la virtual equivalencia entre los dos sustantivos escogidos para el nombre de ésta. “Serpent” y “present” se escriben usando exactamente las mismas letras, lo que les hace anagramas uno del otro. Pese a los indicios que apuntan a las mismas raíces de que nacen las varias músicas de nuestros Andes, evidentes desde los tres minutos y veinte segundos, cuando bruscamente asume un rol solar-ceremonial; “Srpnt S Prsnt...” es el que más se condice con la obra precedente de Sajjra. Cornos transgalácticos/transdimensionales, mesmerizantes progresiones de resonancias vernáculo-noisicas, cuerdas de sibilantes efectos ambientales, soberbios estallidos de materia roja hecha sonido con que abrir portales hacia cualquier dirección a través del tiempo y de las vastedades sidéreas -arriba, abajo, adelante, atrás, izquierda, derecha; o las seis dimensiones del espacio indostánico. Sedante futurismo andino trasmutado y reelaborado, que hacia el epílogo se transfigura cada vez más y más abstractamente.

Así, pues, ¿qué clase de vuelo comporta Serpent Is Present? Planteando una utopía que probablemente acabe convirtiéndose en ucronía más temprano que tarde, ¿no tiene nada que comunicar a nosotros/as, habitantes de este hoy? Sospecho que su electromagnético mensaje estético todavía permanecerá algún tiempo indescifrable. Algo, no obstante, revela su naturaleza críptica. La Serpiente es el animal que identifica tanto al uku pacha o “mundo subterráneo” en la cosmovisión inca, como a la resistencia artística global más militante en estos deplorables días de consumismo oligofrénico y hipterismo arty -el underground, esa “vieja confiable”. Sea uno u otro el sentido que escojas, proclamar no sólo su supervivencia sino además su completa vigencia, constituye una auténtica declaración de principios para quienes vivimos en permanente disidencia.

Acostumbrado a esperar a que me saque de cuadro cada dos por tres, hace algunas semanas escribía a propósito de Gala EP, de Miyagi Pitcher: “...no es la primera vez que me queda la sensación de que el individualista oroíno tienta volver por sus primigenios fueros. Como tantos otros en el pasado, en este caso lo logra, pero vaya uno/a a saber si será ésa la nueva dirección del siguiente capítulo”. Puesto ya con antelación el parche, paso en consecuencia a comentar el nuevo extended del unipersonal de Chip Musik.

Como sucedía con Gala, Isolde EP se anuncia a modo de antesala para el nuevo largo a acreditar a esta identidad de Alexander Fabián, que responde a la bonita denominación de Petricor. A diferencia de su antecesor, sin embargo, Isolde tiene poco o nada que le posicione rumbo hacia el vaporwave. La obertura “Masquin” se materializa gracias a un evocador ambient inmaculado, que sugiere paisajes inundados de luz y de ese murmullo característico que delata la existencia de rutas de agua corriendo apenas centímetros bajo la superficie. “Cuaderno De Bitácora LO1993” subraya las ramificaciones ruidistas de ese mismo ambient, incrustándole a tal efecto jirones de un bliss pop en plena metamorfosis hacia el harsh noise, incitando así un enésimo vuelco del sonido Pitcher -esta vez hacia los tiempos del inaprensible Ikigai () (‘22).

Dotado de una carcasa que aglomera imaginarios de ciencia-ficción, el subsiguiente “Primer Verdor” se aviene al papel de punto medio entre “Masquin” y “Cuaderno De...”, tomando del primero la “líquida” concepción ambient y del segundo una cierta ausencia de nitidez -dejando en claro, como insinuaba este último, que el principal carburante del viaje es el dreampunk de 2814, Gates Of Siam y similares. Cuando Isolde EP empieza a despedirse con “Fuera Del Tiempo Y El Espacio”, en coordenadas totalmente “tecnológicas”, ya es notoria la filiación del acto al aludido microgénero, que usualmente -y aquí caes en la cuenta de que de lo mismo padece todo el menú- prescinde del menor vestigio de programación y/o secuenciación.

El dreampunk es, ergo, la nueva influencia hegemónica en el universo Pitcher. Al menos de momento. Ello supone una nueva circunvolución respecto de andanzas anteriores, pero nada garantiza que Fabián siga ese camino por mucho tiempo. Tampoco, que suceda lo contrario. Después de todo, está visto que el cambio es la única constante de esta historia. Cualquier duda sobre el devenir de MP, así, deberá aguardar hasta la aparición del nuevo larga duración para ser confirmada o desmentida. Colgado para la consabida descarga gratuita, el EP incluye cuatro hermosas postales correspondientes a cada tema y la opción de bajársele en formatos .mp3 y .wav, a criterio del/de la escucha.

Mandando al tacho una pausa de cinco años en lo tocante a LPs -el Post-Primatus EP apareció el 14/6/20 en modalidad free download, durante la temporada dura de la pandemia-, Rito Verdugo cuelga en BandCamp al sucesor de Cosmos (‘18), su estruendoso debut. A diferencia de éste, grabado en directo en el mítico y hoy desaparecido Hensley Bar de Monterrico, el nuevo volumen se ha concebido en los estudios de Quarter Note y ha pasado meticulosamente por las fases de mezcla y masterización -como lo demuestra la descomunal fuerza/energía que de su repertorio emana.

No es sólo eso, empero. La propuesta del cuarteto, cuya alineación sigue siendo la misma, ha madurado mucho desde las épocas de Cosmos. Si antes podía hablarse de una psicodelia garagera que había conseguido asimilar sin despeinarse punzocortantes riffeos metálicos, hoy es más apropiado alegar un heavy psych erizado de filosas espadas aceradas, cuyas empuñaduras se han labrado en lonsdaleíta. Esto es, un lisérgico output stoner al que poco le falta para acceder a la categoría sludge. Y lo más interesante es que el ensanchamiento de tal reciedumbre no ha implicado aumentar el tonelaje del soporte rítmico que comparten Carlos Del Castillo (bajo) y Luis Rodríguez Chávez (batería) -lucen éstos igual de ligeros, aunque mucho más aplastantes que en sus primeros tiempos como miembros de la misma unidad táctica.

De facto, si bien los niveles de brutalidad aural exhibidos por Kamikaze Boom no son uniformes, únicamente en la primera mitad de “Ritual Por La Eternidad” descienden del rojo. El pie no le da tregua al acelerador (“Ataque Shimpu”), mientras la performance instrumental de Rito Verdugo se desarrolla exponencialmente, deteniéndose antes de cruzar los límites del abigarramiento y de la profusión (“Vagabundo”, “Viento Divino”). La membruda bataca de Rodríguez asoma sumergida en methadrine, imparable (“Kamikaze Boom”, “Apocalyptus” y su coda nintendistoide), seguida fielmente por el reptante bajo stoneado de Del Castillo (“El Despertar”, “Aplastando A Las Ratas”).

También hay que resaltar lo mucho que ha crecido Rodrigo Chávez Garcés en su rol de cantante. Acreditado en KB como compositor de todos los tracks, sus vocales han adquirido mayores presencia y relieve, cualitativamente hablando. No ha sucedido lo propio con las guitarras de la banda, que empuñan tanto él como Álvaro Gonzales, hoy dosificadas -si bien para nada opacadas, e incluso protagonizando algunos semi-solos vistosos a la par que jugueteando con arabescos. Magnífico esfuerzo a ponderar en el segundo año consecutivo que el stoner patrio se toma de descanso sabático.

Hákim de Merv

jueves, 8 de julio de 2021

SoDPM: Hechizera EP // Poncho Negro: Poncho Negro

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 30 de junio del 2021.)

Ramón Pérez-Prieto ha decidido aprovechar estos meses en que Novalima está tomándose un receso en cuanto a lanzamientos -lo último fue el remix de “Rumbo Libre”, en 2019, al año siguiente de su largo Ch’usay- para dar curso a un proyecto paralelo denominado SoDPM. Paralelo y grupal: aúna fuerzas aquí con Coqui De Tramontana (M.A.S.A.C.R.E.) e Israel Vich (DJ peruano internacionalmente reconocido).

El alias SoDPM ya tenía publicado un extended play vía la label mexicana Cosmic Awakenings, especializada en lo que podría sintetizarse como música electrónica con pretensiones de espiritualidad trascendental. En su nómina, nutrida por actos de todos los rincones de la Tierra, se inscribe Coming Home EP (noviembre del ’20). La terna se exhibe en el artefacto millas alejada de la electrónica mestiza que se deleita en facturar Novalima, yendo más por el lado de una suerte de (in)fusión de downtempo con aristas lounge como las que sobresalían en el epónimo debut del célebre combo de raíces negras (2003, cf. “Nueve Dragones”).

Para Hechizera EP (sic), se han implementado algunos cambios. El primero se relaciona al grado de fisión que ha alcanzado la mezcla, fluyendo ahora de modo perfectamente natural. El segundo, quizás el más importante, tiene que ver con el groove: si en Coming Home EP lucía orgánico pero algo rígido, en Hechizera EP se le percibe mucho más cadencioso y sensual. Un tercer cambio se halla reflejado en la instrumentación: la guitarra es completamente funcional a las composiciones del extended, acompañada ahora por un sigiloso cajón afroperuano.

Tanto “Hechizera” (colabora Juan “Cotito” Medrano) como “Munra Ka Ya Te” (al alimón con Novalima y el artista del oriente peruano Rawa Muñoz) son tracks guiados por una filia inspirada en estéticas étnico-tribales, que complementa/potencia las blueseras secuencias downtempo del trío antes que repelerlas. Un EP agradable al oído, con que relajarse antes de afrontar trips de mayor calado. Edita la alemana Kindisch, donde también ha publicado Vich por cuenta propia (Ayahuasca EP, 2019).

El año pasado tuve la oportunidad de escuchar y comentar el epónimo debut de Dom Dimadoom, joven promesa de la renovada asonada grindcore/fastcore/thrashcore que viene estragando las escenas underground limeñas adscritas a esos géneros. Hoy es el turno de Poncho Negro, grupo que acaso no sea tan zagal como DD, pero que fatiga direcciones bastante similares.

Dúo formado por José Casalino (guitarra, voz) y David Núñez (batería, voz), este último además co-fundador de la interesante escudería LaFlor Records, Poncho Negro cuenta ya con una estela discográfica de tres títulos. Que los dos primeros lleven respectivamente los nombres de Demo (I) (2014) y Demo II (2016) es algo que todavía no logro entender bien: no me parecen susceptibles de ser etiquetados como “demos” o “maquetas”, y tampoco encuentro diferencias significativas entre éstos y lo que podría considerarse su homónimo estreno oficial. En cualquier caso, difícilmente esta uniformidad se transforma en hándicap cuando hablamos del grindcore, del crustcore y afines.

Dada, pues, la extrema concisión de Poncho Negro (apenas 372 segundos); se hace un tanto inútil analizar las canciones por separado. Más apropiado es señalar que, para su entrega de cosecha 2021, la dupla afianza un estilo atiborrado de mugre, velocidad y distorsión magnificadas. Las ansias de despedazar lo que ose ponerse enfrente de su desparpajado terrorismo sonoro se ven frenadas únicamente por la brevedad de los surcos -los más cortos de los cuales frisan los 17 segundos, mientras que los más largos no superan los dos minutos. Difícil prodigarse en más palabras ante semejante huayco de ruido furioso y demencial, que empuja un muro de infame sonido irrespirable sólo para dejártelo caer encima.

Irrespirable y brutal, sí, aunque rara vez denso y/o pesado -tal vez el segundo movimiento de “NN” pueda calificar como stoner-. Por lo demás, el tándem manda al carajo sus eventuales limitaciones técnicas, convirtiéndolas en rasgos distintivos de género y output: las apagadas atmósferas de powerviolence noise, los riff bestiales/rudos/viciosos, la ensangrentada garganta desde la que escapan las vocales, los huracanados blast beats de Núñez a las baquetas... Atronadora “puesta de largo” del binomio, que en directo es asistido por correligionarios de movida como Víctor (LÖRI), Tarik (los desaparecidos Un Viejo Arcoíris) y Frank (Sistemas De Aniquilación).

Hákim de Merv

jueves, 30 de julio de 2020

Anthology Of Contemporary Music From Africa Continent // Anthology Of Contemporary Music From Middle East // Anthology Of Persian Experimental Music

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 22 de julio del 2020.)

A partir del 2019, la hacendosa label napolitana Unexplained Sounds implementó entusiasta no sólo la reorganización tanto del catálogo propio como el de su espectral subsidiaria EighthTower Records, sino además una agresiva política de re-impulso dirigida a aquellos de sus títulos que pasan revista a escenas perpetradoras de un ambient hosco que rebasa lo meramente distópico, diseminadas por todo el planeta. Rusia, Canadá, los Balcanes y Latinoamérica, entre otros; son espacios geográficos que habíanse abordado en anteriores oportunidades. Desde entonces, el sello itálico ha dedicado análogos avatares a regiones como Líbano o Indonesia, insospechadas comarcas fértiles para la experimentación aural.

Amén de los mencionados, la discográfica ha publicado sendos muestrarios sobre músicas contemporánea africana y medio-oriental, siempre posicionadas en rango ambient; lanzando asimismo una nueva versión de su compilatorio de avant garde persa (2016). Pese a sus dispares lugares de procedencia, Anthology Of Contemporary Music From Middle East (2019), Anthology Of Contemporary Music From Africa Continent (2019) y Anthology Of Persian Experimental Music (cosecha ’19) guardan entre sí muchas semejanzas. En ello no influyen únicamente las cepas de pop vanguardista que cultivan los tres: más allá del drone panglobal, la música concreta, el dark ambient, el IDM de avanzada o la improvisación electrónica; la bolsa amniótica sonora que hermana estas costas, aunque suene contradictorio, es ésa que las paletas étnicas preservan.

Cuna de la Humanidad y de sus primeras civilizaciones, la antología del Continente Negro no le ilustra en su totalidad, sino que se enfoca en los puntos cardinales norte -comúnmente conocido como el Magreb- y este -de cara a la península arábiga y el Índico-. En esos territorios específicos, la música africana fue infiltrada respectivamente por las tradiciones de la cuenca mediterránea y por los sonidos que provenían de la cultura árabe, de la India y de la lejana Polinesia. Arabia y el subcontinente indio demarcan en la práctica lo que conocemos como Medio Oriente, motivo central de ...From Middle East. Y las áreas aludidas fueron vecinas próximas -y en un momento del devenir histórico, parte- del antiguo Imperio Persa, interrogado tanto en ...Persian Experimental Music como en el díptico Visions Of Darkness In Iranian Contemporary Music (2017) -en efecto, el actual Irán ocupa el núcleo de la nación persa, que se reconstituyó sucesivamente como imperio parto, imperio sasánida e imperio safávida (ya convertido este último al Islam).

Como se ve, la terna de compilaciones tiene determinadas características en común a sus respectivos fundamentos étnicos, y el ejemplo más claro de esto es el hecho de que algunos artistas -Ahmed Saleh, Nyctalllz- participen en dos de ellas. Esto no significa, empero, que sean exactamente lo mismo. El de Anthology Of Contemporary Music From Africa Continent es un corpus donde el elemento tribal, tan indesligable del África construida en nuestras mentes, mantiene estilizadas su naturaleza funcional (“Hverfa Af Himni Heiðar Stjörnur”, de FRKTL), su orientación al Sonido (“TaP{”, de Healer Oran) y su sacralizada capacidad de comunión espiritual (“Yearnings Complacency” de Abdellah M. Hassak, primera estación del esférico que inserta voz). Eso, sin renunciar a las visiones futuristas (“A Luta Inicia”, de Victor Gama), a la electroacústica de factura contemporánea (“Cascades”, de Eryck Abecassis) y a la acusmática afrocentrista (“Mediterranean”, de Nur). Ciencia-ficción africana para los tímpanos.


Bastante más similares entre sí son la rodaja versada en el Medio Oriente y la que apunta a la antigua Persia. Primero, porque las reivindicaciones autóctonas que blasonan son las mismas, grados más, grados menos. Lógico: no importando los nombres que hoy reciben, tales lugares quedan en Asia y son contiguos. Y segundo, porque en ellas predominan los atributos avant pop tan caros a la escudería de Raffaele Pezzella, por encima de la indeleble marca etnográfica. En Anthology Of Contemporary Music From Middle East, menudean los ecos de música concreta -previsiblemente, agua manante en “Thalassa” (“mar” en griego) de Dimitris Savva y un helicóptero en “Gaza Requiem” de Pharoah Chromium-, la deconstructiva intervención de las grabaciones de campo (Tony Elieh y su pieza ingeniosamente titulada “The Dark That Matters”), la iteración modal (“Nerves” de Yousef Kawar), el énfasis puesto en nerviosas texturas maximalistas (“The Acoustic Synthesizer” de Mazen Kerbaj). Gusheh y drone, dastgah y distorsión, radif y manipulación.


Con todo, no deja de haber diferencias entre uno y otro volumen. Anthology Of Persian Experimental Music es, comparativamente, menos luminoso; pero más enérgico y vívido en la interpretación. Un acuciante sentimiento de derrotista nostalgia te invade nada más comenzar la reproducción, con “Leaving The Planet” de Tehransmission y “Turbulence I” de Umchunga. El triplete llega rápido con “After The Quake” de Idlefon, y de allí en más asistimos a un desfile de tracks bien en la onda de un art déco sónico posterior al fin de los tiempos: sonidos facetados y rectos/austeros (“Lajevard Excerpt 2” de Spectro Duo), simpleza a nivel monumental (“Intuition” de Alphaxone), noise abigarrado (“Opscurus” de Nyctalllz), geometría dark ambient (“Xtraterrestrial” de Xerxes The Dark)... La versión digital ‘19 de ...Persian Experimental Music consigna cuatro surcos adicionales a los que vienen en la edición física, llegando el total a superar los 110 minutos y -más importante- manteniendo la vara en alto. Originalmente, el tema homónimo de Varkâna venía en el CD, pero su lugar ha sido ocupado por “Sound Of Guardians” de Num. De los cuatro extras, “Clouds” de Qwerteest es el más largo, mientras que el más logrado es “Dark City” del iraní Reza Solatipour. La remasterización 2019 dota al artefacto de un sentido de espacialidad 3D.

Interesantes panorámicos los orquestados por Unexplained Sounds -a través de los cuales ensanchamos las fronteras de nuestro conocimiento auditivo, empapándonos de paso en las experiencias artísticas de creadores nacidos y crecidos en culturas harto diferentes a las que sentimos más nuestras.


Hákim de Merv

jueves, 2 de julio de 2020

Nax: Congelado // Das Leiden: Wounds // Sexores: Salamanca

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 24 de junio del 2020.)

Tras algunos meses arropados por consecutivos singles de adelanto, en marzo recibe luz verde lo nuevo de Nax, banda con sede bonaerense en un inicio acto unipersonal de Nicolás Castello. Por la trinchera gaucha han desfilado muchos músicos, lo que dificulta tener clara la alineación de estos días: Gabriel Hernández, Juan Marcos Hernández (desconozco si existe parentesco), Pablo Bugueiro Bertier, Jonathan Sansone, Nicolás Garimano, Christian Bocon... Si debo hacerle caso a la info consignada en BandCamp, los tres últimos y Castello son quienes actualmente dan forman al line up.

El hoy cuarteto siempre se ha tomado su tiempo para publicar. Parece que Nax cobra vida antes del 2009, siendo 2013 el año en que se da a conocer con Amalgama EP. A partir de allí se suceden espaciadamente lanzamientos cortos, 45s la mayoría de ellos, hasta arribar a Congelado. Debe considerarse a este título su puesta de largo oleada y sacramentada, pues Lunas Azules (2016) es en la práctica un extended que apenas rebasa la barrera de los 16 minutos.

Congelado, además, rescata surcos que llegan a fecharse tres años atrás -lo cual le ayuda a dar pie en bola. “Celebrar Aniversarios” y “Noche” rompen fuegos en accesible y correlona clave shoegazing, empapada de cierta retórica indie (“Ya No Andas En Patineta/Y No Querés Salir A Visitar A Tus Amigos/Ya No Festejas Tus Cumpleaños/Sólo Querés Quedarte Componiendo Tus Canciones”). La mezcla de estudio premia a las quebradizas guitarras, cuyos arpegios combustionan encerrados en un iglú. Mas fuera de su vitalidad, y del hecho de adscribir al romanticismo melódico en forma y contenido, no queda mucho por decir.

El verdadero inicio de Congelado es “Haceme Olvidar”, número más reflexivo y agridulce que sube los rangos noisicos y trastoca en sofocante la indómita caricia del vendaval. Es éste, de otro lado, el punto de apoyo sobre el que Nax se aviene a crecer. Verbigracia “Hechos De Agua”, que retoma la fórmula inicial, sólo que volcándola de lleno hacia la senescente murria de los días otoñales. Algo similar ocurre con la sucinta “Luna”, mientras que “Ángeles De Hielo” opta por tempos más serenos.

En el último segmento del disco, Castello y compañía equilibran todas las variables, desplegándolas en su justa posición. La sección rítmica por fin emerge a la superficie, imprimiendo convincente su huella en la psique del/de la escucha. Los giros melancólicos de las vocales pasan de modo greca a modo viñeta, tal cual lo consiguiesen en “Hechos De Agua”. Las eléctricas resplandecen en ejecuciones que recuerdan a The Stargazer Lilies o Dream Suicides. Así, el rush que arranca con la preciosa “Girasoles” y termina con el canal homónimo de esta entrega alcanza su culmen en “Kria”, toma corregida y aumentada del lado B que acompañase la primera versión single de “Celebrar Aniversarios” (2017).

Por su caleidoscópico talante, los arreglos ambientales remiten veladamente a gente como Glaare (darkgaze), Nicholas Nicholas (indie) o Catch The Breeze (postpunkgaze). Lustre para un plástico al que, es justo explicitarlo, debes darle un par de oportunidades. Por ahora, Nax consigue aprobar con una jornada ácida... amarga... triste...


Acicateado tal vez por el redescubrimiento y nuevo boom del minimal synth, el pop underground empieza a rastrear con desesperación entre subgéneros aparecidos tras la erupción punk, esperando encontrar vetas que insuflar de nueva vida; con el consiguiente aumento estadísticamente improbable de aquello que en paleontología se denomina “lazarus taxon” -en cristiano, especies (estilos) que se desvanecen durante x intervalos geológicos (eras mediáticas), y bruscamente reaparecen después.

No es curioso que la del gothic en su cepa noventas sea de las primeras reanimaciones tentadas. Después de todo, existe un túnel de comunicación entre el territorio synth y el primigenio dark (matriz de la que surgió el rock gótico): la coldwave. Sí es curioso, en cambio, que el resucitado haya obtenido gran acogida en aquestos rumbos del orbe; sobre todo en Colombia (Ferdinand Cärclash, Antiflvx, Cimientos Fecundos) y en México (Stockhaussen, E N T R E M E N T I R A S, Macedonia, El Ojo Y La Navaja...), como atestigua la nómina de InfraVox Records (Perú). Del país de las enchiladas es también Das Leiden, individual de Daniel Rossier que debutase en marzo del 2019 con el sencillo “Suffering”.

Wounds (marzo del año en curso) se balancea entre el EP y el mini-álbum. Dada la naturaleza esencialmente sintética de la artillería que desdobla el músico, el registro desprende desde su efímera apertura “Purcell” un sabor similar al del electrodark de The Shroud o The Electric Hellfire Club. Similar, no idéntico: conforme se suceden composiciones como “Blood”, “Absinthe Drunk” o “Once Again I Sacrifice”; Das Leiden incorpora la herencia de ese gothic cosecha 90s que, teniendo como principal referente a The Sisters Of Mercy, se dejaba seducir por el metal y el industrial.

No obstante, es recién con “Fühlen (Sentir)” y el single ya publicado -rebautizado “The Suffering (Das Leiden)”- que se consolida el proceso de desafectación que Rossier pusiese sobre el tapete tras los primeros acordes. El azteca desmonta el modelo noventero extirpándole esa ampulosidad que terminó devorándolo, desechando la recargada aparatosidad que lucía, simplificando y dinamizando su sonido. Para cuando el láser recorre “The Suffering...” y “Fühlen...”, de la teatralidad inherente al género no quedan ni las virutas.

Estimo que Wounds debe ser de las primeras placas minimal goth que nos reservan los calendarios venideros. Pese a las incógnitas penumbras que rasgan las gélidas coreografías maquinales propuestas por Das Leiden, el camino todavía es largo, de cualquier modo -aún le falta evitar resbalones como “In The Distance”, cliché a más no poder.


Sólo ha transcurrido un bienio y Sexores vuelve con nuevo episodio discográfico, quinto de su caminar si se contabilizan los mini-LPs Amok & Burnout (2011) y Red Rooms (2016). Todavía resuena en estos tímpanos East / West (2018), díptico en formato vinilo que explorase respectivamente las facetas experimental y pop de la querida agrupación ecuatoriana afincada en México. Este contraste de perspectivas no desaparece en Salamanca, pero sí es sublimado debido a varios factores. El más evidente de éstos es su extensión, pues la nueva criatura no es doble.

El más trascendental, inequívocamente, es el bifronte concepto que el dúo ha asumido a consciencia y trabajado durante muchos meses. En efecto, Emilia Bahamonde (a) 2046 y David Yépez (a) 606 realizan una meticulosa investigación sonora acerca de macabras mitologías paganas, tanto tradicionales -entiéndase folklóricas- como pop -entiéndase las provistas por el cine-. Y lo hacen centrándose en el protagonismo que, en torno a estas historias, recae sobre las brujas.

Otro factor determinante ha sido el de la tecnología. Sabido es que la dupla siempre se ha apoyado en ella. En Salamanca, la aborda empleando software libre, lo que imprime en el largo una técnica más cerca del ingenio y la creatividad que de la disponibilidad tecnológica de avanzada. Más punk -una arista que suma al momento de encarar el contenido polisémico de Salamanca, esférico que también acusa trazas de bipolar.

Sí, porque la disparidad de temas se sucede sin tregua, pese a estar el viaje dominado por innegables matices oscuros. La faceta experimental del binomio se materializa desde el fugaz intro de “Aqueronte” (el más conocido de los ríos que atraviesan el inframundo helénico), y se robustece en piezas como la pesadillesca “Death By Burning” (calando la turba que ocasionaba cualquier ajusticiamiento medieval), “Posism + Tiraclaurism” (retorcida programación sintética que inserta a modo de coda un fragmento de “El Beso Que Te Di”, del dueto uruguayo Los Olimareños), la densa “Crapaud” (oscura y monocorde, agregaría) o la canción titular (un genuino aquelarre babélico).

La faceta digamos pop -léase la más accesible- de Salamanca no llega a ser ni tan cacofónica ni tan lúgubre como su contraparte experimental, si bien sus logros no son menores. La maravillosa “Volantia” avisa que el dream pop/shoegazing y la electrónica preservan su lugar central en la dialéctica del tándem. En adelante, éstos y otros códigos serán moldeados por el timing percusivo: así lo corroboran el medio tiempo de “Hannya” (participa nuestra compatriota Noelia Cabrera, de Kusama, Blue Velvet e Isolation Project; guiño de carambola a Onibaba), el dream pop vigorizado de la veloz “The Depressing Sounds Of The Witch”, la estupenda semi-balada “Mistress Of The Marble Hill”, el electrogaze de “Nos Lo Dijo La Serpiente” o la sofisticada “Madre” (delicada melodía al piano con la distorsión racionada).

La travesía ofrece dos ocasiones en que ambas facetas se cruzan, produciendo ambientes de tensión épica. Tanto en “Decretism” como en “Lámpades” (consagrada a las deidades que acompañaban el séquito de la triforme Hécate), el shoegazing, el dark, la electrónica y la atonalidad chocan frontalmente. La colisión provoca prodigios: la luz, lo experimental, el pop, la lobreguez; conviven e interactúan por escasos minutos. Poesía enajenante ahogada en saudade, que sólo en uno y otro caso resiste ser filtrada y refractada.

Espero que Salamanca traiga a Sexores otra vez por estas tierras, y nos permita disfrutar de su consabida presentación en directo, cuando todo este chongo pandémico sea un mal recuerdo. Siempre es un placer verles.


Hákim de Merv