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jueves, 23 de noviembre de 2023

Sajjra: Serpent Is Present // Miyagi Pitcher: Isolde EP // Rito Verdugo: Kamikaze Boom

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 15 de noviembre de 2023.)

Todavía sigo cavilando si tengo a la mano las palabras justas para redactar algo acerca del más reciente parto de Sajjra. Subráyese “justas”: Serpent Is Present es tan distinto a lo que ha venido publicando Christian Galarreta premunido de ese alias, que son muchas más las dudas que los convencimientos. De hecho, creo que el único de éstos se vincula precisamente a la enérgica transición que comporta Serpent... respecto de su background.

La semilla del nuevo plástico fue sembrada antes de la emergencia sanitaria del COVID-19. Como es sabido en la comunidad avant garde nacional, el ex DiosMeHaViolado tiene un copioso cedulario de grabaciones inéditas e inacabadas, algunas de las cuales han pasado a integrar SIP luego de muchas jornadas de exhaustivo trabajo de mezcla a orillas del mar Egeo en Turquía. Por cierto, el bellísimo arte gráfico nace de una fotografía tomada al peruano bajo aguas anatolias por su pareja, la artista rusa Margarita Milova.

¿Qué escribir, entonces, sobre lo más reciente del individualista rimense? Rompe fuegos “Suena Como Azul Radiante (Oración Del Mediodía)” y en una los cambios empiezan a percibirse. Los silencios calculadamente intempestivos -si bien acaecen cada cuarenta segundos, igual resultan sorpresivos- se intercalan con elongados sets de 3/4 acordes solemnes, otorgando a la pista rasgos procesionales, hierofánticos, elefantiásicos. Extrañamente, la minimal huella psíquica que se imprime en los tímpanos no entra en conflicto con los estímulos que le han generado. El cortocircuito mental, eso sí, no se hace esperar. ¿Califica esto como ambient? ¿Puede ser el ambient a la vez litúrgico y sci fi? ¿No sería mejor hablar de un post pop etéreoangélico, alimentado directamente por el chispeante fervor que mana del subsuelo terrestre? ¿Su infinito final, de aisladas notas vibrafotónicas cual campanazos de diverso tono y cariz perdidos en el firmamento, alcanza a coronar esa suerte de renacimiento ritual?

Parapetada tras ciclicidades rebosante de drones en comandita abierta con el factor dub, “Beso Fin Y Descenso” no aclara el panorama. Cierto que la voz alcanza a hacerse inteligible -dejando apreciar versos de mítica inspiración altoandina como “Y En Mis Alas De Hielo/Acaricio Espejos De Mi Compenetración/Beso Fin Y Descenso/Sin Recuerdos Y Sin Piel”-, pero los trallazos contenidos de la drum machine inclinan a formular la hipótesis de un erosionado lado X del intelligent techno, desracionalizado y excluyentemente intuitivo. Descomponiéndose lentamente en sus códigos elementales, la pieza va tornándose incorpórea hasta verse reducida a una pendular onda eléctrica de retroalimentación sonora. Así repta hasta convertirse en la siguiente parada del trip, suscitando interrogantes equivalentes a los de su predecesora.

Lleno de incertidumbre, llego al tercer y último round de la placa, cuyo título pone de relieve la virtual equivalencia entre los dos sustantivos escogidos para el nombre de ésta. “Serpent” y “present” se escriben usando exactamente las mismas letras, lo que les hace anagramas uno del otro. Pese a los indicios que apuntan a las mismas raíces de que nacen las varias músicas de nuestros Andes, evidentes desde los tres minutos y veinte segundos, cuando bruscamente asume un rol solar-ceremonial; “Srpnt S Prsnt...” es el que más se condice con la obra precedente de Sajjra. Cornos transgalácticos/transdimensionales, mesmerizantes progresiones de resonancias vernáculo-noisicas, cuerdas de sibilantes efectos ambientales, soberbios estallidos de materia roja hecha sonido con que abrir portales hacia cualquier dirección a través del tiempo y de las vastedades sidéreas -arriba, abajo, adelante, atrás, izquierda, derecha; o las seis dimensiones del espacio indostánico. Sedante futurismo andino trasmutado y reelaborado, que hacia el epílogo se transfigura cada vez más y más abstractamente.

Así, pues, ¿qué clase de vuelo comporta Serpent Is Present? Planteando una utopía que probablemente acabe convirtiéndose en ucronía más temprano que tarde, ¿no tiene nada que comunicar a nosotros/as, habitantes de este hoy? Sospecho que su electromagnético mensaje estético todavía permanecerá algún tiempo indescifrable. Algo, no obstante, revela su naturaleza críptica. La Serpiente es el animal que identifica tanto al uku pacha o “mundo subterráneo” en la cosmovisión inca, como a la resistencia artística global más militante en estos deplorables días de consumismo oligofrénico y hipterismo arty -el underground, esa “vieja confiable”. Sea uno u otro el sentido que escojas, proclamar no sólo su supervivencia sino además su completa vigencia, constituye una auténtica declaración de principios para quienes vivimos en permanente disidencia.

Acostumbrado a esperar a que me saque de cuadro cada dos por tres, hace algunas semanas escribía a propósito de Gala EP, de Miyagi Pitcher: “...no es la primera vez que me queda la sensación de que el individualista oroíno tienta volver por sus primigenios fueros. Como tantos otros en el pasado, en este caso lo logra, pero vaya uno/a a saber si será ésa la nueva dirección del siguiente capítulo”. Puesto ya con antelación el parche, paso en consecuencia a comentar el nuevo extended del unipersonal de Chip Musik.

Como sucedía con Gala, Isolde EP se anuncia a modo de antesala para el nuevo largo a acreditar a esta identidad de Alexander Fabián, que responde a la bonita denominación de Petricor. A diferencia de su antecesor, sin embargo, Isolde tiene poco o nada que le posicione rumbo hacia el vaporwave. La obertura “Masquin” se materializa gracias a un evocador ambient inmaculado, que sugiere paisajes inundados de luz y de ese murmullo característico que delata la existencia de rutas de agua corriendo apenas centímetros bajo la superficie. “Cuaderno De Bitácora LO1993” subraya las ramificaciones ruidistas de ese mismo ambient, incrustándole a tal efecto jirones de un bliss pop en plena metamorfosis hacia el harsh noise, incitando así un enésimo vuelco del sonido Pitcher -esta vez hacia los tiempos del inaprensible Ikigai () (‘22).

Dotado de una carcasa que aglomera imaginarios de ciencia-ficción, el subsiguiente “Primer Verdor” se aviene al papel de punto medio entre “Masquin” y “Cuaderno De...”, tomando del primero la “líquida” concepción ambient y del segundo una cierta ausencia de nitidez -dejando en claro, como insinuaba este último, que el principal carburante del viaje es el dreampunk de 2814, Gates Of Siam y similares. Cuando Isolde EP empieza a despedirse con “Fuera Del Tiempo Y El Espacio”, en coordenadas totalmente “tecnológicas”, ya es notoria la filiación del acto al aludido microgénero, que usualmente -y aquí caes en la cuenta de que de lo mismo padece todo el menú- prescinde del menor vestigio de programación y/o secuenciación.

El dreampunk es, ergo, la nueva influencia hegemónica en el universo Pitcher. Al menos de momento. Ello supone una nueva circunvolución respecto de andanzas anteriores, pero nada garantiza que Fabián siga ese camino por mucho tiempo. Tampoco, que suceda lo contrario. Después de todo, está visto que el cambio es la única constante de esta historia. Cualquier duda sobre el devenir de MP, así, deberá aguardar hasta la aparición del nuevo larga duración para ser confirmada o desmentida. Colgado para la consabida descarga gratuita, el EP incluye cuatro hermosas postales correspondientes a cada tema y la opción de bajársele en formatos .mp3 y .wav, a criterio del/de la escucha.

Mandando al tacho una pausa de cinco años en lo tocante a LPs -el Post-Primatus EP apareció el 14/6/20 en modalidad free download, durante la temporada dura de la pandemia-, Rito Verdugo cuelga en BandCamp al sucesor de Cosmos (‘18), su estruendoso debut. A diferencia de éste, grabado en directo en el mítico y hoy desaparecido Hensley Bar de Monterrico, el nuevo volumen se ha concebido en los estudios de Quarter Note y ha pasado meticulosamente por las fases de mezcla y masterización -como lo demuestra la descomunal fuerza/energía que de su repertorio emana.

No es sólo eso, empero. La propuesta del cuarteto, cuya alineación sigue siendo la misma, ha madurado mucho desde las épocas de Cosmos. Si antes podía hablarse de una psicodelia garagera que había conseguido asimilar sin despeinarse punzocortantes riffeos metálicos, hoy es más apropiado alegar un heavy psych erizado de filosas espadas aceradas, cuyas empuñaduras se han labrado en lonsdaleíta. Esto es, un lisérgico output stoner al que poco le falta para acceder a la categoría sludge. Y lo más interesante es que el ensanchamiento de tal reciedumbre no ha implicado aumentar el tonelaje del soporte rítmico que comparten Carlos Del Castillo (bajo) y Luis Rodríguez Chávez (batería) -lucen éstos igual de ligeros, aunque mucho más aplastantes que en sus primeros tiempos como miembros de la misma unidad táctica.

De facto, si bien los niveles de brutalidad aural exhibidos por Kamikaze Boom no son uniformes, únicamente en la primera mitad de “Ritual Por La Eternidad” descienden del rojo. El pie no le da tregua al acelerador (“Ataque Shimpu”), mientras la performance instrumental de Rito Verdugo se desarrolla exponencialmente, deteniéndose antes de cruzar los límites del abigarramiento y de la profusión (“Vagabundo”, “Viento Divino”). La membruda bataca de Rodríguez asoma sumergida en methadrine, imparable (“Kamikaze Boom”, “Apocalyptus” y su coda nintendistoide), seguida fielmente por el reptante bajo stoneado de Del Castillo (“El Despertar”, “Aplastando A Las Ratas”).

También hay que resaltar lo mucho que ha crecido Rodrigo Chávez Garcés en su rol de cantante. Acreditado en KB como compositor de todos los tracks, sus vocales han adquirido mayores presencia y relieve, cualitativamente hablando. No ha sucedido lo propio con las guitarras de la banda, que empuñan tanto él como Álvaro Gonzales, hoy dosificadas -si bien para nada opacadas, e incluso protagonizando algunos semi-solos vistosos a la par que jugueteando con arabescos. Magnífico esfuerzo a ponderar en el segundo año consecutivo que el stoner patrio se toma de descanso sabático.

Hákim de Merv

sábado, 15 de octubre de 2022

Time Traveler: Dystopian Future / Micelio

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 5 de octubre del 2022.)

Faltaría a la verdad si dijese que guardaba en mis neuronas recuerdos de la que hasta hace poco debía considerarse la unigénita referencia de Time Traveler, unipersonal afiliado a Chip Musik y apertrechado del más impenetrable anonimato. La salida de dos nuevos registros, con cerca de tres meses de separación entre ambos, obliga a la consabida modificación en el status de Unidad (2011); así como a una breve reevaluación de sus pistas, de cara al análisis del material estrenado. Era ese primer paso, ergo, un conciso artefacto acunado por la desafección del ruido digital en su variante más carda. Tal peculiaridad dificultaba su dimensionamiento incluso entre lo más virulento de Chip -primero, porque la crujiente estridencia de sus aproximadamente 30 minutos le pintaba harto intratable como para estándares harsh, y segundo, porque cada tanto su atmósfera ionizada de huraña aspereza condescendía a dejarse permear por infinitesimales esquirlas susceptibles de catalogarse como “melódicas”.

Con esas inasibles cartas en mesa, la falta de continuidad del proyecto lo condujo rápido hacia el arcón de los olvidados, salvo entre aquellos/as de nosotros/as más memoriosos/as. De ahí que la conciencia agitase levemente una campanilla desde el fondo de la amplísima nómina de la independiente oroíno-limeña, cuando se anunció la aparición de un mini-LP once años después de Unidad. Ya que este último todavía se halla disponible para free download desde el BandCamp de Chip Musik -buscar entre los quince números de catálogo más antiguos-, es fácil volver a prestarle atención, corroborando de paso que el Viajero Del Tiempo ha evolucionado a partir de la radicalización de su primigenia propuesta.

Dystopian Future, en efecto, se ciñe al noise vertebrado utilizando digitalismos mil. Prácticamente, hasta el punto de no-retorno. Su capacidad de fuego no es 100% abrasiva, pero se queda a milímetros de esa línea. Tomando cuidadosa nota de los logros concluyentes que la escena experimental perucha rubricó entre fines de los 90s e inicios de los 00s, el ignoto individualista se zurra en las advertencias que penden sobre la trasposición de los límites permisibles máximos del umbral auditivo humano. Es, así, una venenosa/patológica definición del Ruido la que DF desarrolla a lo largo de cuatro canales.

No es piedad, sin embargo, lo que inhibe a Time Traveler de quemar todos los puentes tras de sí en dirección a la abrasión total. Si en “Dystopia” y en “Plastic Ocean” lo hace, bordeando las fronteras del ruido rosa, nada lo obstaculiza para obrar igual en “Micelio” o en “Wormhole”; cacofonías que podrían haberse incorporado con presteza en su asalto de hace casi un docenio. Nada, excepto tal vez cierto grado de oxidación perfectamente comprensible, razonable al sopesarse la larga estadía en los cuarteles de invierno. Es sólo una hipótesis, basada en la pura especulación, que con todo recibe inquietante confirmación cuando se presta oídos al recientísimo Micelio (26/9/22). A través suyo se comprueba, asimismo, que la inmersión del elusivo no-músico es irreversible; sin media chance de poder volverse atrás.

La estruendosa semilla que germinase en Dystopian... se ramifica y extiende en Micelio, que por lo demás incluye nuevas mezclas de todos los surcos del mini-álbum, además de recursos ¿sonoros? adicionados a cada una de ellas. Si bien la puesta de largo de TT atraviesa diversos estadios -golpes secos y cafres, punciones aniquiladoras, encontronazos a escala geológica-, no se comete yerro al aseverar que el Ruido aquí es siempre chisporroteante y caníbal. Desolador.

Metamorfoseado ya en un acto a lo Kevin Drumm o Masami Akita a.k.a. Merzbow (vg. una genialmente bautizada “Neural Rewiring”), el de ChM ovilla y superpone cientos de capas de información que convierten en vana cualquier tentativa de siquiera arañar la superficie del disco. Éste secreta constantemente malas vibras en un sentido Event Horizon, entre la ciencia ficción y el terror ominoso: pérfidos vendavales de distorsivas crepitaciones (“Sumaya”, la nueva toma de una “Micelio” ya absorbida por el Lado Oscuro), brutales colisiones de huaycos que acaban repercutiendo en intimidantes implosiones tectónicas (“Paradox”, una renovada “Plastic Ocean”), sólidos mazazos que practican una de-evolución zen contra los conceptos más básicos de música y armonía (los remozados mixes de “Dystopia” y “Wormhole”)...

Diría, tras esta resurrección, que Time Traveler corre solo en el panorama actual de underground experimental peruano. Ello sería pecar de inexacto: aunque la inmensa mayoría de artistas que integran esa movida no llega a los mismos dañinos niveles de audición irritable/vejatoria, producto de una hiperbólica sobresaturación de frecuencias, sí existe por lo menos uno que puede parangonarse al solista limense -ante la desaparición del tarapotino The Shego. Reside en Arequipa y se encuentra en plena forma: NRA Ruido. Como sucede al acercarse al output de la identidad mistiana, recomiendo extremar precauciones al escuchar lo nuevo de TT. Ambos episodios son materialmente INAGUANTABLES.

Hákim de Merv

jueves, 16 de diciembre de 2021

Diego Hernández: Radiofonía // Mesetas: Materiales Y Minerales // The Slow Voyage: Soul's Whisper // Esqueleto · Decálogo De Errores: Selección De 2007 A 2021

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 8 de diciembre del 2021.)

#AguanteChile.

Diego Hernández, líder del ¿colectivo? ¿quinteto? La Banda’s -Discogs consigna además a Martín Kaulen, Álvaro Daguer, Rodrigo Astaburuaga y Francisco Cabala; pero la foto de su apartado en esa página incluye a más de diez-, ha optado por iniciar su carrera solista en este 2021 que ya fenece. Lo hace a través de la plataforma coquimbana Nonlocal Research, utilizando un lenguaje harto divergente del que frecuentasen La Banda’s o cualquiera de sus encarnaciones/emanaciones -el de la electrónica estrapada por un ambient que mora en los límites del convencionalismo y de la condescendencia.

No cabe esperar de su mano, entonces, armoniosos colores y/o cálidas texturas. No ahora, al menos. Desde “Brevedad Y Sencillez”, Radiofonía proclama su devota entrega a cacofonías articuladas en torno a reluctantes y siniestros soundscapes. Con la discutible excepción de “Limbo Electromagnético”, que pinta para certero ajuste de clavijas, la artillería de espectrales estructuras disonantes arropadas por un aura sórdidamente nocturnal hinca el diente en todos los canales de la cinta. Ejemplos de esa supremacía: los ecos pantanosos de Ruido en la chapoteante “La Orquesta Fantasma”, el irrespirable score de crispantes variaciones electrostáticas que responde al significativo nombre de “La Marcha Termoiónica” (a lo largo de cuyos siete minutos vagabundea una voz femenina como alma en pena), la chirriante manipulación de frecuencias azules en “Apagón Analógico”, las retorcidas vibraciones de las cuerdas tratadas/intervenidas -violín, piano- en “Caja Faraday” (que guiña al fenómeno de nulificación del campo electromagnético de un conductor)...

No deja de sorprender que Radiofonía sea resultado del avezado procesamiento (¿hertziano?) de cintas analógicas, de videos colgados en YouTube, de transmisiones am/fm y de reproducciones en servicios de streaming. Un tratamiento de todas estas muestras que hace pensar en una locomoción circulatoria antes que en dinámicas asaz menos flexibles. Ésta y las demás peculiaridades antes descritas confluyen en “Modulación De Frecuencia”, la suite final de casi doce minutos, suerte de inevitable escalada que Hernández encara hacia la abstracción total -y conspicua evidencia de la posibilidades que ofrece el Ruido para liberar zonas/espacios aún en un contexto caníbal como el del urbanismo contemporáneo.

Otrosí, el confuso inicio de la historia del ¿quinteto? ¿colectivo? La Banda’s ubica a un grupo de chilenos en el Valle del Cauca -Popayán (Colombia)-, hacia 1995. Su epónimo primer paso, sin embargo, se difiere hasta el 2007. Desde entonces y utilizando diversos seudónimos (Los Knock Knock's y Jesus Freaks, entre ellos), esta asociación ha tenido un andar lo bastante nutrido como para que una sola discográfica le tome el pulso. Bajo diversas identidades, en efecto, sus referencias se hayan esparcidas entre Hueso Records (Procrastinación de Los Knock Knock's, 2017), Pastabase (el estreno del ’07), ETC Records (los dos trabajos de Jesus Freaks y el Digital Garage Days de Los Knock Knock’s, 2015), el sello propio (Las Band's Records) y Cosmovisión Registros Andinos (La Libertad Guiando Al Pueblo? y MySpace Virtual Days de La Banda’s, respectivamente en el 2017 y el 2019). Precisamente es MySpace..., recopilación de jams fechados entre el 2009 y el 2011, el único de sus títulos al que he podido acceder hasta hoy. Paulatinamente, La Banda’s se ha ido desgajando en otras pieles más, como The Psychedelic Schafferson, La Hell Gang, Non Local Society y A Full Cosmic Sound -ente este último que llegó a presentarse en el Perú durante la tercera edición del Festival Integraciones (cf. el Live In Perú 2013 publicado en enero del 2017).

Menos escarpado descuella el mini-álbum con que Mesetas se ha presentado en sociedad en octubre último. Se trata del tándem integrado por Rodrigo Mardones, de Música Casual, y Luis Venegas, de Argades. De Música Casual, he escrito lo suficiente como para que no sea un seudónimo ajeno a los lectores que me siguen. A Argades lo he mencionado alguna vez, pero la verdad es que se halla lejos de ir a la saga de Mardones. Su ópera prima, Vía (2018), corre al albur de transfigurarse constantemente -de la IDM de enfoque étnico al avant garde de rugosidades mil, y viceversa.

Seleccionados en primera instancia de un fecundo archivo de grabaciones, los siete tracks finalistas de Materiales Y Minerales fueron escogidos por Venegas, Mardones y Manuel Knwell. Colaborador estrecho de Venegas desde las jornadas de Vía, que masterizó y co-editó, Knwell repite el plato aquí -ya que también edita y masteriza el debut motivo de estas líneas. Un debut que verifica lo que ya gritaba a voz en cuello el background de los santiaguinos: la adscripción de Mesetas en el circuito de escenas electrónicas independientes de Chile.

Los movimientos iniciales del primerísimo “Levantando El Vuelo” ya hablan de poéticas catarsis que oscilan entre la demencia y la ingenuidad. Esa esquizofrenia evita que el magma eyectado e intervenido/moldeado por Mardones-Venegas avance con parsimonia, aunque su timing rítmico esté dominado por la inconstancia -desaparece a ratos- y la irregularidad -muta de un tiempo a otro-. Pese a que esta descripción permite amparar una filiación intelligent techno, la verdad es que el dúo se acomoda mejor bajo la etiqueta del ambient, que así y todo tampoco le describe a plenitud.

Porque en números como “Estratósfera”, “Montes Australes” o “Exploración”, se percibe una cierta tensión que desintegra la predictibilidad de patrones meramente ornamentales; tensión que favorece el surgimiento de un sonido cáustico y urente, tormentoso y desestructurado, chirriante y borrascoso. Es, pues, un impulso en continuo angst el que parece empujar a Mesetas entre el ambient, la IDM y una versión minimal/descarnada del illbient neoyorkino. El fragmentario/oblicuo registro que resulta de esta presurizada rigidez se propaga a veces hacia coordenadas distantes, como cuando absorbe la cósmica iteración de los primeros Experimental Audio Research -presente en “Micro Universo” y “Procesión”. Acaso sea este último el lunar de Materiales Y Minerales, pieza que parte de una melodía introspectiva para cabalgar hacia las habituales viñetas de sideralismo no-narrativo abundantes durante los 24 minutos del disco. Sólido y conciso.

No ha sido un año especialmente fértil para los riffs duros, sean éstos de ascendencia hard, heavy, psicodélica, metal, prog, space o stoner. De modo que un retorno como el del cuarteto biobiense The Slow Voyage, tras cuatro años de mutis en lo tocante a lanzamientos, es más que bienvenido. Diferenciar entre una sustancial evolución con respecto de Time Lapse (2017) y el entusiasmo que genera el robusto reentré que supone Soul’s Whisper, no obstante, tomará algo más de tiempo.

En realidad, hay un poco de esto y otro poco de aquello. Por un lado, lo dicho: ni los géneros aludidos ni otros convergentes -como el blues, el grunge, el sludge o el garage-, ni tampoco sus descendientes -el heavy psych, el hard prog, la neopsicodelia o el stoner doom-, han visto reverdecer demasiados laureles en este 2021. Por otro lado, es innegable el progreso que ha logrado el combo desde las épocas de la puesta de largo. Dos circunstancias a tomar en cuenta. Una: el cambio de baterista en la alineación -al abrigo de la bifronte entidad formada por los guitarristas vocalistas Rodrigo Salamanca y Freddy Lepe, Demian Soto ha reemplazado a Mauricio Pinilla, mientras que Camila “Milila” Muñoz sigue inamovible en el bajo.

Dos: si bien podría especularse sobre si el material encapsulado en Soul’s Whisper es de la misma procedencia que el de su antecesor, es decir un gigantesco cúmulo de disipados ejercicios improvisatorios, lo que pone de relieve el nuevo opus es que TSV ha decidido darle protagonismo apabullante a un discurso enteogénico no por duro menos caleidoscópico. A pesar de todavía poder distinguirse matices -el vigoroso asalto stoner que se abre paso entre la tupida mixtura psicodélica de “Explosion”, la vibrante intensidad de “Recover” (cuya genial acometida hard/stoner/space nace y muere en la dosis precisa y el tiempo justo)-, es una corpulenta psicodelia de sofocante lisergia la que toma las riendas del largo.

El uso a discreción que de los arabescos hacen las eléctricas en pistas como la oriental “Exotic Mirror” o la desértica “The Conquest” abrillanta algunos de los imponentes medios tiempos que enhebra el conjunto. Éste es el formato que más dominan los angelinos -el single de adelanto “Sunset”, “Primavera De Octubre”-, el que más retumba mientras la aguja recorre el acetato, consagrando así a éste como un delectable trip pletórico en placidez sensorial y asimismo trascendental. Rédito final: una perdurable sensación similar a la que en la India llaman “amsara”.

El insólito dub-reggae psicotrópico de “Slow Down”, que con su isócrono deambular devuelve a la normalidad las pulsaciones del/de la escucha, es el encargado de dar por concluido el excelente vuelo al que Soul’s Whisper invita. De su producción física se ha encargado la independiente penquista SurPop Records, tanto en vinilo amarillo de 180 gramos y formato gatefold como en CD (100 ejemplares para cada tirada).

En medio de la avalancha de referencias que me llegan diariamente en forma de notificaciones, en una oportunidad me topé con algunas que remitían a Infinito Audio, label mapocha orientada hacia las distintas encarnaciones que la música electrónica adoptase de mediados de los 90s en adelante. Los descubrimientos que me reservó aquella ocasión fueron Bipolar y Esqueleto, primeras publicaciones de una nómina que hoy supera las 70 entradas.

Entonces no sabía que Esqueleto era el a.k.a. individual de Ottavio Berbacow, miembro fundador del seminal dueto LEM. Sin salir de mi ignorancia, escuché la recopilación que la escudería había colgado en su BandCamp: bajo la reveladora denominación de Mini Album + Microsaurio EP (2017), el cassette recogía en el lado A el fugaz LP del 2001, así como el extended del 2004 en el lado B. Masterizados ambos por Christian Heyne (Shogún, Tormenta), la propuesta del Berbacow solista frisaba esa microscópica digital de rigurosa observancia abstracta, que aún así se las arreglaba para disponer ígneas parcelas donde cada quien podía volcar los propios pensamientos y/o las propias emociones. A despecho de la excluyente frialdad que con proverbial mala leche se le atribuye a la electrónica, Esqueleto es un otro ejemplo de las atmosféricas armonías etereosónicas susceptibles de ser conjuradas incluso al amparo de hielos imperecederos.

Lanzada en septiembre a través de EMA Records, discográfica impulsada por LEM, Decálogo De Errores: Selección De 2007 A 2021 es una nueva recopilación de Esqueleto. El repertorio se compone de temas inéditos facturados a lo largo de casi tres lustros -y, contrariamente a lo que señala el texto en BandCamp, se trata de composiciones lo bastante homogéneas como para inducir excéntricas alucinaciones localizadas en fascinantes lugares abiertos (reales o imaginarios). El apolíneo ambient digital se diluye para mejor asumir/adoptar diversos rostros según cada corte: el del glitch en “El Ambient Del Gásfiter” y en “Espeleología De La Memoria”, el del bliss pop en “Sin Nada Que Ofrecer”, el de la IDM en “Contra Todo Evento”, el del post rock en el pareado “E1”-“E2” (concebidos como profilaxis propedéutica contra las dañinas madrugadas insomnes)...

Incluso el rostro harsh noise paladeado en “Fuego Amigo” participa de la metafísica que postula Berbacow a la base de su input sonoro -una que convierte a toda estética en efusiva, resplandeciente, eufónica, distendida, acuosa, llena de litio y de saudade. Colabora en la guitarra, que aparece de cuando en vez, Óscar Burotto (su partner en LEM).

Hákim de Merv

miércoles, 9 de junio de 2021

Anthology Of Experimental Music From Mexico // Anthology Of Experimental Music From Peru

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 2 de junio del 2021.)

Incontables son los lazos que hacen de México y de Perú pueblos tan parecidos. Los estados contemporáneos que les representan en el orden mundial vigente pertenecen a organizaciones como la Alianza Del Pacífico y la Comunidad De Estados Latinoamericanos Y Caribeños, entre otras más. Los paralelismos con nuestros hermanos mexicanos, empero, no son ni mucho menos recientes. Los territorios que conforman a ambos países fueron, durante el dilatado período prehispánico, centros de civilizaciones antiquísimas y cabezas de vastos imperios. Idénticamente, muchas derrotas y muchas estériles victorias han moldeado nuestras idiosincrasias, convergentes desde sus particulares rasgos culturales.

No siendo un experto en la materia, en lo tocante a México, sospecho que asimismo las dos naciones cobijan sendas tradiciones de música experimental -tan vinculadas una y otra al pop como a las esferas académicas, y en ambos casos, aún por revalorar/reivindicar. En efecto, a pesar de los plausibles esfuerzos hasta ahora realizados, buena parte de las obras concebidas por los francotiradores del ayer en tierras aztecas -Carlos Alvarado, Vía Láctea, Manuel Enríquez, Hilozoizmo, Duda Mata, Oxomaxoma, Alquimia, Sergio Luque, Flüght- y en tierras incas -Luis David Aguilar, Edgardo Valcárcel, Sergio Zevallos, César Bolaños, Arturo Ruiz Del Pozo, Francisco Pulgar Vidal, Miguel Flores, Alejandro Núñez Allauca- todavía espera paciente su adecuada recuperación y/o restauración.

El hoy no es menos importante, sin embargo. Unexplained Sounds, la renombrada independiente napolitana dirigida por Raffaele Pezzella y especializada en avant garde/dark ambient/drone music/música concreta/electrónica experimental/et.al., tiene la mirada puesta en el aquí y en el ahora. Sus célebres compendios de música experimental proveniente de diversas latitudes entornaron hace poco la mirada hacia el Nuevo Mundo por algunos meses, entre fines del 2020 y principios del 2021 -para luego enrumbar hacia el Lejano Oriente (Anthology Of Experimental Music From China, 7 de mayo). Testimonian este vistazo dos nuevos títulos de la serie: Anthology Of Experimental Music From Mexico (noviembre) y Anthology Of Experimental Music From Peru (marzo).

A la excelente compilación mexicana se le siente más cómoda encuadrada en el seno de un sello como Unexplained Sounds. Esto se debe a que los charros continúan sosteniendo un largo prontuario de vanguardismo auditivo modelado por una teratológica variabilidad timbral las más de las veces improvisatoria, de colores oscuros/apagados, atmósferas y texturas con visibilidad computable en cero. Caravanas interminables de frecuencias crepitantes e incordiantes, graves que parecen no estar realmente allí. Ruido telepático epatado desde el corazón de las tinieblas. Estas características son todas intrínsecas al grueso del catálogo de la itálica label.

En esas líneas se aposentan “Amydrós” de Heraldos Negros y “NoirLand” de iN FORMALDEHYDE, lo mismo que “Topologías Del Deseo” de Interspecifics. También “17º48’N” de Juan José Rivas, “Escandinavia Por Ala Delta” de Roberto Romero Molina, “Et Voici La Fièvre” de Rodrigo Ambriz y “Totaua” del pionero multidisciplinario Israel Martínez. Estos cuatro últimos números vienen no obstante matizados respectivamente por aproximaciones al rollo industrial (“17...”), brillo fantasmal de sintetizadores y sampleos que remiten de inmediato a los films fantásticos de la edad dorada del cine mexicano (“Escandinavia...”), una furiosa iteración verborréica que resurge a posteriori disgregada en deformes voces ralentizadas (“Et Voici...”), y la manipulación de cintas que injertan grabaciones de sonidos naturales (“Totaua”, durante la segunda mitad).

Resalto, debido a que superan el puntaje promedio, las participaciones de Tecuexe Band (único acto del lanzamiento que aparece dos veces, siempre recreando música tribal en clave abstracta), de Mito Del Desierto (“Larva Ella Que Trastorna” es lo más parecido a un surreal script sonoro que he escuchado en mucho tiempo), de Rogelio Sosa (la ominosa concrete music en cascada de “La Noche Del Nahual” rompe los fuegos) y de la dupla contrapuesta de “Revelación” (Simonel, bliss pop crispado) e “Invasión” (Concepción Huerta, inquietante reverso de “Revelación”). Respecto del disco físico, la descarga paga incluye cinco pistas adicionales, de las que me quedo con “No Sólo Es Dolor” de Gibrán Androide, cercana a la dialéctica Einstürzende Neubauten, y la refrescante “Los Días De Antes” de Sebastián Fuentes.

Acaso por conocer de primera mano la escena peruana -obviamente, el menú de todas maneras me resulta más familiar-, encuentro mayor diversidad de acercamientos ilustrada en Anthology Of Experimental Music From Peru, diversidad que no agota la amplia gama de posibilidades manejadas por nuestros créditos. Algunos de ellos están plenamente identificados con los circuitos avant nacionales, como CAO, José A. Rodríguez, Brageiki, Wilder Gonzales Agreda o Fiorella16. A otros tantos sólo los he oído de pasada, como Árbol, Qsn10-97, Ivanka Cotrina, Ian Duclos o Paola Torres Núñez Del Prado. Con los demás nombres se trata de la primera vez que me cruzo, si bien ya escuchados calzan de maravilla en el perfil que postula el panorámico.

Dada su naturaleza vanguardista, éste apuntala nexos que le vinculan no sólo a sus pares mexicanos, sino por extensión a los del resto del mundo. La austeridad minimalista-maximalista, la devoción por la tecnología pichicateada, la aleatoriedad en que se esconde el concierto de los mundos interiores, la oscilante metafísica de la improvisación. La alteración de la Percepción a través de interminables olas de distorsión sonámbula... Sí. El detalle es que mis compatriotas aquí reunidos persiguen menos al dark ambient que a aquello que en “XXXX XXXX XXX XXX” de #DMTh5 se define como “ruidismo etéreo”. El sólido corpus de noise producido, por ende, es un medio expresivo antes que un objetivo estético con que cumplir.

Así se entienden el bliss de codificación binaria de “Región Perpleja” (Árbol), el cósmico y zumbante telón de cierre orlado de motivos vernaculares de “XXXX XXXX XXX XXX” (#DMTh5), los mismos que también se prodigan en la ambigua “Yachag” (Ivanka Cotrina) y en la lujuriosa “Les Jungles Occultes” (CAO), el dulce cruce de post rock y harsh noise en “Río De Sangre Hirviendo” (Rodolfo Ontaneda) y en “Viento En Círculos” (Marcelo Mellado), el sobresaturado output de una recortada “Zuckerzeit” (Wilder Gonzales Agreda) o la improvisación filoacusmática con glitcheos al mayoreo de “Vistiendo A Un Hombre Muerto” (José A. Rodríguez). En tal sentido, el track más acabado es “Venucia (Ciudad Flotante)”, a cargo de Juan Pablo Egúsquiza y Kevin Salkeld -el típico sonido del avant garde perucho que se la juega por Dionisos, martilleado sobre la histórica escasez crónica de herramientas que acunó a las movidas independientes: lleno de salientes, fluctuantes coartadas acústicas, ecos cíclico-siderales...

Tiempo de ponderar la composición que más perfecta suena, así como de señalar la que sale sobrando. Empiezo por esta última. El recurso de Vanessa Valencia Ramos de recrear el audio verité que abunda en los mercados de barrio me parece muy válido, pero su floro en “Plantas Medicinales Contra el Patriarcado” me sabe a consigna estereotipada. Por el contrario, el sobresaliente morphing que se produce durante los cinco minutos y pico de “To Wear Quipus Or Cables”, de Paola Torres Núñez Del Prado acompañada de The People Of Tupicocha; redondea una magnífica intervención de noise acumulativo que erupciona al azar y sonoridades de raíces autóctonas. 10/10. Por algo, la versión digital de Anthology Of Experimental Music From Peru le incluye también en modo video.

Hákim de Merv

jueves, 24 de diciembre de 2020

Norvasc: Norvasc // José A. Rodríguez: Manual De Ornitología

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 18 de noviembre del 2020.)

Ingresado a la cancha a principios de siglo, ocupando desde el saque plaza en diversidad de compilaciones, el de Norvasc ha sido un nombre cuya presencia constante a través de los pliegues más enrevesados de la escena independiente nacional no ha precisado respaldo de obras in extenso. Bien gracias a sus primeras escaramuzas en el triple Mixtape (2004) de Internerds Recors o en el legendario Vamos A Ser Felices (mismo año), bien gracias a su largo historial de contribuciones al catálogo de Chip Musik, Gerardo Flores se las ha arreglado para participar de varias jornadas en las que nuestras vanguardias sonoras han asumido roles estelares -sin mayor requisito que un puñado de piezas dispersas, la totalidad de las cuales hasta el 2009 fue recogida en Norvasc, compendio ¿oficial? para libre descarga que actualmente ya no se encuentra disponible (creo).

Descontando esa suerte de epónimo Ten Rapid..., pues, le ha tomado a Norvasc cerca de veinte años vertebrar el estreno formal. En modo mini-álbum y recurriendo de nuevo a la homonimia, el esfuerzo ha sido editado por la norconeña SuperSpace Records. Atendiendo a la máxima acuñada por el viejo Elvis Costelo (“tienes 20 años para hacer tu primer disco, pero sólo uno para hacer el segundo”), no juzgo necesario aquilatar a este nuevo Norvasc considerando los lustros que lleva el gafete en circulación, sino sus propias cualidades intrínsecas -habida cuenta de lo cual, comienzo diciendo que es éste un excelente debut, epítome de los caminos que el limeño ha trajinado a posteriori de “Tractatus”, su primer tema publicado.

Sobreseo la portada, guiño personal a la cultura grind y al finado Leo Bacteria (de quien Gerardo fue amigo cercano). No guarda ésta relación alguna con el contenido de la placa: ni bien se desgaja “Intro”, rango y dominio de Norvasc quedan demarcados por la devoción al Sonido que cultivan aquellas huestes abroqueladas en derredor del rótulo avant garde tras los 90s. El unipersonal expele un shoegazing de duermevela, ensamblado a partir de recias capas donde la textura es la realidad primera y última. Dichas capas se posicionan unas detrás de otras, en número tal que, antes de regresionar hacia la primera, mejor es disfrutar del ensueño que ese feroz arrullo resuella. La sobrecarga voltaica planteada se encarama sobre osamentas de ascendiente digital para accesar al bagaje bliss pop cuando la coloración del surco lo requiere -luego de la apertura, siempre o casi. Ahí están “Marchas Sanmarquinas” (arrancando con un fantástico timing rockero, termina convirtiéndose en un géiser de éter), “Colofón” (finaliza intratable pese a su despegue cuasi-acústico) o “Post 2” (la conexión con Windy & Carl es inmediata) para corroborar ello (y lo mucho que pesa la chamba en mezcla).

Las dos menciones honrosas en una travesía llena de buenas noticias, cuyo único defecto es ser bastante corta (no trasgrede los 28 minutos), se las llevan “Plaza Bolognesi” y “El Dorado”. Finalizado el rendezvous al Shambhala del bliss que es “Post 2”, “Plaza...” nos devuelve a parajes más rock, ahogados siempre bajo una riada de noise guitarrero que roza niveles de caos impenetrable. Ese mismo caos es menos dramático en “El Dorado”, pero acaso más asfixiante, deformando hasta lo ilegible el aporte vocal de Ángela Ruesta (Soma, Gelatina Magma) apercibido en medio de la tormenta -y a la vez matizando el acceso de neopsicodelia que se hace de la batuta al promediar el track. De los trabajos locales más rotundos firmados en los últimos meses.

Flores ha avisado que se viene nuevo disco antes de que termine el calendario, en registro completamente distinto de lo que ha ofrecido este Norvasc versión 2020. A ver si es verdad tanta belleza.

Apartado sólo temporalmente de su quehacer como Aloysius Acker, que ya anunciase la salida de nueva producción para fines de este año/principios del 2021, el polímata José A. Rodríguez debuta usando denominación civil a través de una colaboración para la plataforma chilena Rata Sorda Rec -especializada en ruido y arte digitales. Habiendo fijado domicilio siempre a la vera de las escenas experimentales peruanas, sin adentrarse nunca tan de lleno en las espesuras visitadas por los colectivos más obsesionados con el Ruido, sorprende constatar la faceta que el músico ha inaugurado en Manual De Ornitología.

Inspirándose en la estética glitch -que en los 90s dotase al Ruido de una funcionalidad a prueba de balas (la del Error)-, Rodríguez ha pintado dramáticos cuadros de galopante y tuberoso urbanismo, anegados de envenenada entropía neoplásica desde la carátula misma, magnífica instantánea que resume el cariz de aquello que va a acecharte durante poco más de media hora tras presionar play. El pantone timbral de que se premune el capitalino se halla compuesto de software y sintetizadores, sí, pero también de instrumentos de cuerda como el violín o la guitarra, así como de diversos objetos metálicos susceptibles de generar patrones de percusión. Mediante improvisaciones en las que el Azar desempeña papel central, el Manual De Ornitología es más un tratado de aleatoriedad bersek, una colección de viñetas que grafica cómo el Ruido puede ser simultáneamente desestructurado/descompuesto/triturado/reciclado, cual si se le abandonase a inmisericordes condiciones ambientales de corrosión/desgaste (“Endecasílabos”).

El Ruido en Manual... es, ergo, vejación y vejamen; consecuencia de desbocadas simbiosis (“Sedimento Fluvial”) y/o de impúdicas ósmosis (“Óseo”). Las formas que sobreviven a la traumática experiencia, seleccionadas e impuestas por Rodríguez en el proceso de edición, favorecen que ese Ruido trastoque en puro sonido las paredes descascarándose (“Siluetas De Un Jardín Vacío”), los cables retorciéndose epilépticamente (“Thanato Estàtica”), el reflejo del aire azotando los restos inertes de una post-moderna megalópolis fantasma (“Transcom Detritus”, “Vida Social De Una Estatua Rota”)... Es sólo al final, con “Vistiendo A Un Hombre Muerto”, que el autor se permite el uso de un lenguaje más reconocible -¿free jazz? desacelerado e invadido de glitcheos mil, la esquirla que sobra en este menhir erigido a las posibilidades que todavía hoy le quedan al Ruido sin apelar a la sobresaturación de frecuencias.

Mirando esa joyaza de documental que es Memory: The Origins Of Alien (2019), al que puedes acceder desde el excelente site Área Documental, caes en la cuenta de que el paradigmático film incluye un detalle desapercibido para casi todo el mundo por espacio de cuatro décadas: la ininterrumpida presencia de un zumbido de fondo que acompaña todo el metraje hasta muy poco antes del desenlace, zumbido cuya percepción es equiparable a la del hiss del cassette o -mejor aún- a la del ruido rojo.

Lo que no sé decirte es si ese zumbido que noto después de escuchar tantas veces el MDO es una psicofonía inducida por el esférico, o si de veras existe, o si se trata de un psicoacústico efecto colateral, o si...

Hákim de Merv

domingo, 13 de diciembre de 2020

When The Music Is Hotter Than Girls I Am The Kosmos

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 23 de septiembre del 2020.)

Fecha consuetudinaria en que el mundo andino conmemora anualmente el Inti Raymi, se eligió el pasado 24 de junio para subir a la respectiva cuenta BandCamp When The Music Is Hotter Than Girls I Am The Kosmos, desaforada recopilación con que SuperSpace Records celebra las cien primeras referencias de su catálogo. Logro a encomiar por donde se le juzgue, al tratarse de una label autogestionada con el ojo (casi siempre) puesto en las músicas que crecen en lo que aún puede considerarse los extramuros del pop contemporáneo, sean éstas de procedencia nacional o extranjera. 

Para festejar como se debe, Wilder Gonzales Agreda -solitario gestor del sello y músico/no-músico vanguardista enfrascado más de 25 almanaques en tenaz labor francotiradora- ha hecho acopio de cuarenta tracks. A través de este corpus, repasamos la historia de la escudería fundada en el 2003; tanto en sus capítulos más recónditos -los ígneos panorámicos Colorea Tu Alma (2007), Las Estrellas Están Tan Lejos... (2004) y Caminando Sobre Nubes (2006), el split La Vida Futura (de Leni Vor y The Electric Butterflies, 2005) o el 4-Way CD Izados (2006); entre otros- como en sus jornadas más ruidosamente memorables. Estas últimas, justo es puntualizarlo, no son escasas: Tutamanta (2018) de Brageiki Vega, Scala Mega Hertz (2016) del propio Gonzales Agreda, Amarillo EP (2016) de Kyleran, Indiferente (2007) de Pastizal, el muestrario colectivo Fósiles De Futuros Lejanos (2015), Na (2016) de Ishishcha...

No queda en When The Music..., pues, lugar para material inédito. Tampoco hay razón para echarlo en falta. La extensión de esta suerte de box set divisible en cuatro rodajas es tan enorme, que difícilmente el escucha promedio estará familiarizado con cada uno de los temas que le componen. Cien lanzamientos no es moco de pavo, ni siquiera para quienes seguimos de cerca las correrías de la plataforma norconeña -que en este complicado 2020 se ha mantenido más que activa, editando proyectos peruchos de reciente data (DRX, Habø) y actos foráneos de cierto kilometraje (el moscovita Mon, la penquista Lía Nadja, el donostiarra Pablo Casares). Sin coercer la libertad de cada quien de concordar o disentir sobre la disposición de las pistas, y su consecuente fluidez (o falta de ella), la selección de Gonzales Agreda ilustra el universo de variables estéticas fatigadas en el curso de diecisiete años; con la fortaleza de voluntad que cultiva sólo quien ama verdaderamente la Música y los principios que ve reflejarse en ella. 

Arte sonoro experimental que, empachado de neopsicodelia (Pastizal, New Lands, Leche Plus), se purga invocando a Suicide (DRX). Indie eclipsado de post punk (Post Galazer) que se metamorfosea en electrónico autismo dance (Julio Cafarena). Shoegazing a pasos de convertirse en bliss pop (Fractal), evaporado ante el atropello de beats en clave Detroit techno (Kyleran). Post rock vernáculo (Brageiki, Ishishcha), cuyas hélices le impelen hacia el minimalismo glitch (Juan Araneda). Digitalismo aislacionista (WGA) derivado de etéreo lo fi (Jay Rivers)... El compendio araña las cuatro horas de duración sin agotar ni las posibilidades tonales ni los invitados de lujo: Orange Cake Mix, Antártika (o el desaparecido Cocó Ciëlo versioneando el “Pale Blue Eyes” de Lou Reed), Colortone Library, Avrocar, The Failed Nasa Experiment...

Con el arribo al centenar de títulos, los pistones no han dejado de golpear en la factoría de SuperSpace Records. Agrupando en torno suyo a un importante sector de las huestes de avanzada en la escena independiente nacional, todas ellas herederas de las lecciones que impartiese Crisálida Sónica en los 90s, la discográfica mantiene izadas las velas. Ya han visto la luz tras When The Music... los nuevos esféricos de Isocaos y de Paruro, así como el debut en regla de Norvasc, y se anuncia la salida de otros discos en el tramo final del año. Pese al esfuerzo del camino recorrido y a la satisfacción del trabajo realizado -imposible negar que, en conjunto, la nómina ha ofrendado elementos identitarios a la fisionomía del pop contemporáneo nacional que se mueve allende el espurio mainstream peruano-, todavía queda mucho por hacer. Laudos.

Hákim de Merv

jueves, 9 de agosto de 2018

Satélite Menor: Tímidas Formas De Convivencia EP // Club Del Fin Del Mundo: Luna EP // Aloysius Acker: Alba EP // Brageiki: Tutamanta

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 1ero de agosto del 2018.)

(In crescendo...)

Dos de las agrupaciones más prominentes adscritas al colectivo UnderPop, dirigido/coordinado por Josué Vásquez, miembros de Marfilia y de Prealba han dado forma a Satélite Menor. Esta nueva asociación lleva por lo menos medio año de existencia, ya que su tema “Maisaje” aparece en el UnderPop... 4.1 (febrero del 2018), hasta ahora última referencia de la saga de compilaciones publicadas por la mancha pop/rock independiente (aunque eso está por cambiar en breve).

SM, sin embargo, es manejado por otro emprendedor sello de estética equivalente -Catenaria Discos. Hace menos de veinte días, la escudería ha colgado para descarga gratuita el debut, Tímidas Formas De Convivencia EP. Cuatro canciones pedestres, muy directas y dinámicas, de ascendencia pop española cosecha 90s, con ese sabor agridulce de bandas como La Buena Vida (la apertura “Días Nuevos” recuerda su poco a los donostiarras). Bien es cierto que los muchachos se inclinan hacia la melancolía conforme se suceden las pistas, pero el cierre de “Maisaje” elude con gracia la trampa mortal de la soledad, la incomunicación, el eterno duelo entre cerebro y corazón...

El dúo de voces que caracteriza a Satélite Menor lo integran Sofía Araya (Marfilia) y Antonio Espinoza (Prealba, además guitarra acústica). Completan la nutrida alineación Vicente García (Prealba, guitarra eléctrica), Mirko Bailón (bajo), Julio Guillén (Panoptia, teclado) y Jesu Ccopa (batería).


En el contraste, el de Club Del Fin Del Mundo es un registro bastante más eléctrico que el de SM. Compañeros de sello, el cuarteto de San Borja también esgrime un sonido pop/rock noventero, un tanto más cercano al sonido college/alternativo de la primera mitad de década. Riffs con buen timing, ritmos pegadizos, ejecución eficaz, chamba en los arreglos, concisión que se agradece: tales son sus mayores características.

CDFDM debutó asimismo con un EP, Luna, sólo que en octubre del año pasado. La potencia que despliega desde “En Tus Ojos”, lanzado como single de promoción radial, no decrece hasta que “Mi Cuerpo No Responde” baja el telón de la jornada; pero sí se acomoda según el caso. Mientras que el surco epónimo, verbigracia, enrumba hacia espejismos inconscientemente deudores del darkwave; “Mi Cuerpo...” revisita coordenadas en las que eventualmente coincidiría con Marfilia.

Notorio punto en contra: “Juego De Intención”. El track, ejercicio de pop sincopado, es bien llevado hasta que la voz decide incursionar en el spoken word (3.05 en adelante). Errores de noviciado, supongo. Sugiero no vuelvan a incurrir en ellos Hugo Bayona (bajo, coros), Chester Luna (batería), Raúl Bustíos (voz) y Diego Orosco (guitarra). Libre descarga, como en el caso de Satélite Menor.


De mirada radicalmente distinta a los 90s, menos de un año ha necesitado Aloysius Acker para volver a samaquear los predios avant nacionales. Alba EP salió a la luz en mayo, y el cambio que implica con respecto al homónimo mini-álbum debut (junio del 2017) es demasiado marcado como para pasar desapercibido.

El proyecto unipersonal de José Rodríguez maneja en esencia las mismas variables del primer episodio: bliss, shoegazing, post rock, ethereal music... Cada una de las cuatro composiciones del extended bebe de ese fino preciosismo pop que le reportó los mayores elogios al individualista en el lance previo. Pero sólo una, “Aurora”, puede acreditar la tesitura vaporosa/el puntillazo impresionista con que Rodríguez rubricaba meses atrás su revisión de la vanguardia más clásica de fines de los 80s y principios de los 90s.

¿Qué pasa con “Luz De Otoño”, “Pastoruri” y “Madreselva”? Que sus melodiosas figuras, en otras condiciones apreciables a simple audición, están enterradas bajo un erosivo vendaval de distorsión. José ha elegido darle mucho mayor peso al Ruido, lo que resitúa a Aloysius Acker a unos cuantos pasos del harsh noise. No critico su decisión. Alba EP sigue siendo muestra inobjetable de cómo debe encararse la música pop contemporánea para transformarla en Arte. Pero admito que me gustaba más la antigua piel de AA. Free download a través de Bifronte Records (foto: Patricia Saucedo).


Desde la zona centro-sur del país (Ayacucho), Brageiki Vega manda al tacho tres años de silencio con su novísimo Tutamanta, quizá el mejor disco de todos los que se han lanzado en lo que va del año dentro de la escena independiente peruana.

Vega ha llevado su peculiar maridaje de músicas vernacular y electrónica a nuevas alturas. Desarrollo ulterior de lo mostrado tanto en El Espejo De La Iris (2014) como en Wayta EP (2015), en Tutamanta la hibridación que practica Brageiki tiene literalmente vida propia: evita las facetas (“Anqasnina”), las abraza para disgregarse sobre ellas (el lo fi nocturnal de “Luna Nueva Para El Perú”, el folklore novoandino de “Pukaray” y “Purikuq” -tributario de maestros como Raúl García Zárate-), desaparece por completo en favor del componente electrónico de la mezcla (“Infrazul” y “Atardecer Para Una Noche”, ambas en inédita clave IDM), vuelve a aparecer reunificada (“Todo Está Químicamente Planeado”, incluye fragmentos de una conferencia que diese Gustavo Cerati a la comunidad latina en Estados Unidos). De acontecer unas detrás de otras, estas sucesivas transformaciones evocarían/emularían ciclos vitales de la naturaleza -el del agua, sin ir más lejos.

Alguna vez alguien escribió que el folklore andino se metamorfosea según el entorno social en que se desarrolle, pero olvidó decir que el individuo importa también, y mucho; tanto o más que la esfera gregaria en que éste se mueve. Siendo Brageiki uno en quien habitan dos mundos en constante fricción, como igualmente le pasaba al taita Arguedas, la síntesis de su obra es doblemente encomiable. Tutamanta es la consolidación definitiva del bellísimo estilo personal que el limeño de raíces ayacuchanas ha decidido cultivar, para nuestra fortuna -no tengo ni puñetera idea de qué demonios hará luego para superarse a sí mismo. En sus mejores pasajes, me hace pensar en un Robin Rimbaud tercermundista que prescinde de todo muestreo expropiado a la red de telecomunicaciones.

Edita esta gema SuperSpace Records, patria discográfica fundada por el camarada Wilder Gonzales Agreda.


Hákim de Merv