(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 25 de diciembre de 2024.)
¿Cambios? Sí, muchos, todos en directa relación con la(s) música(s) abordada(s) utilizando la nueva identidad. En cuanto a ésta, LoProfundo ¿fue?/¿es? una suerte de alineación temporal, que debe su ¿fugaz? existencia a las circunstancias. En octubre del ‘22, abrió puertas la asociación cultural Obrador, en la capital de Vizcaya. Semanas antes de la apertura, ambos músicos fueron comisionados para la presentación de aquella tarde/noche. Después del respectivo brainstorming, Fernández y Monzón optaron por la confección de una única pista epónima de 32 minutos, que mutase sin sosiego.
La sobriedad antes que la solemnidad. El acto de repentizar antes que el de “florear”. LoProfundo inicia su ¿unigénito? viaje echando mano de un audio de trazos ambientales, donde ruidos pedestres como el de la lluvia, el de las campanas o el del zumbido del servicio eléctrico son menos notorios que sus correspondientes ecos. Al ingreso de la primera guitarra, emerge una música de incómoda opacidad, como la del post punk de corte clásico. Al de la voz, cierto dramatismo de ribetes post rock, masajeado por percusiones minimales. Éstas se irán apagando al aproximarnos a los 8 minutos.
Escaso, pues, es el detritus sonoro que tienen en común LoProfundo y Visoki Napon. Esta última entidad prefería/prefiere el space rock y los tintes psicodélicos de vieja escuela, además de una inocultable tendencia hacia el noise rock. Acaso sea el post de Labradford o de Windsor For The Derby lo único de lo que ambos integrantes apertrechan una y otra faceta. Por otro lado, y más allá del acentuado rush final, no encuentro mayor parecido entre lo etiquetado como LoProfundo -tremenda proteicidad susceptible de encomio- y lo que se entiende por “evento rave” (quizá en algunos puntos determinados, nunca duraderamente). Produce el vizcaíno Unai Mimenza, quien ya había hecho lo propio con Huitlacoche.
Tantos calendarios se han quemado desde Panza De Burro Thunder Blues (‘13), de La Garúa, que ya se había dejado de esperar sucesor. El entusiasmo por la continuidad de grupo y obra se fue diluyendo con el discurrir del tiempo, no así el recuerdo de su elogiado e inmenso debut. Pero está visto que, en la escena independiente peruana, todavía las cosas se dan cuando lo dictan los condicionantes antes que cuando éstas son planificadas. Para ejemplo, el reciente Motor De Sombras (Mönte Paganö/Tóxico Records): grabados/mezclados/masterizados sus ocho surcos en el ‘18, tuvo que esperar 72 meses para verse por fin editado en físico, añadiéndose para la ocasión dos piezas más -que por ello son descritas como “bonus tracks”.
Si hay que resumir las razones por las que Panza De Burro... es aplaudido hasta ahora, éstas se abroquelan alrededor de dos frentes, el técnico y el sónico. Con respecto al primero, sobran mayores comentarios ante el background de los músicos: Marcos Coifman (Reino Ermitaño, El Cuy, Necromongo), Miguel Ángel Burga (3AM, Espira, Ácidos Acme, Culto Al Qondor, tropecientas mil referencias más) y Alonso Guerrero Camuzzo (Argul). Todos ellos duchos en lo concerniente a géneros pesados entre los que se pueden contar la psicodelia, el heavy psych, el doom metal o el stoner.
Con respecto al segundo frente, PDBTB enhebraba discursos de la misma manera que lo hace Motor De Sombras, casi todos enumerados en el párrafo anterior: secciones enteras de lisergia sesentera/setentera se trenzan con un blues que es simultáneamente pericia y aconchasumadramiento. Tercia un stoner de alta densidad y de construcción monolítica, e incluso ramalazos de un subversivo psych punk garagero. Constreñidos a un mismo espacio bajo presiones dignas del núcleo interno sólido de la Tierra, en Motor... estos ingredientes dan forma a un magma sónico que no sólo reedita los picos de su predecesor, sino que además supera la valla impuesta por éste.
Considerando tanto Panza De Burro Thunder Blues como este Motor De Sombras, creo que ya me puedo arriesgar a afirmar que la íntima razón por la que me engancha La Garúa es su magnífica reinvención de la totalidad del legado de La Ira De Dios. Otro de los proyectos de Burga, LIDD pasó por diferentes etapas entre Hacia El Sol Rojo (‘03) y Perú No Existe (‘12), como testimonian los EPs editados extemporáneamente en el ‘20. Decir que LG las condensa todas es una opinión subjetiva y absolutamente discutible. Como fuere, lo que queda claro es que quienes disfrutaron del primer álbum quedarán ahítos/as con el segundo. Y que, donde esté, al viejo Kowalski le arrancará más de una sonrisa escuchar a estos granujas.
Acrónimo imperfecto de “out of place artifact” (¡ajá!), Oopart (22/11) abandona casi por completo esas zonas francas que el individualista visitase continuamente desde que saltara al ruedo con 0.05 MG (‘03), y que han sido exploradas sin cesar por la escudería Chip a lo largo de sus 17 años de vida: a saber, las electrónicas post IDM y post rave. Que el álbum inicie con “Hipernova”, gaseoso ambient de 60 segundos de extensión, es revelador a este respecto. Durante los siguientes nueve surcos menudearán los intros aquietados de similar ascendencia, rasgo que asoma largamente meditado.
Por supuesto, ello no quiere decir que Ionaxs haya dado luz verde a un disco rebosante de ambient. Lo que sí ocurre es que esa estética se convierte en el compacto estrato sobre el cual cada número es levantado. Tras la obertura, “Anticitera” se ve recargado de programaciones y decorados que guiñan al primer Seefeel (el más volátil), dirección que no llega hasta el final del canal -vira éste hacia un post rock más corpóreo, en sintonía con Sigur Rós o Explosions In The Sky. Los motivos melodiosos e intimistas que libera “Ecopoiesis” en su tramo postrer ven extendida esa estela en la robusta “Numen”, pero ni aquí ni en su precedente son éstos los que dominan las subacuáticas atmósferas, pues ambas composiciones se hallan montadas sobre endoesqueletos de pulcras secuencias downtempo.
Sólo en la dupla de temas “Aetherium” y “Paralaje Estelar”, siento todavía vivito y coleando al viejo Ionaxs -el de armazones brillosos, el de ángulos y rebotes imposibles, el de pulsiones digitales copiosas en color. Si fue un guiño de despedida o no, sólo Jorge puede esclarecerlo. De cualquier modo, el binomio -que debiera tal vez haber quedado en un único tema equivalente a la extensión de ambos- sólo matiza/contrasta este extraño LP de Ionaxs (¡qué manera de exprimir el diccionario a la hora de los bautizos!). Ignoro si es una excepción, y tampoco sé si será a partir de ahora la regla en el universo creativo del limeño. No es mal CD, pero acusa ausencia de una mayor firmeza, o bien de una mayor fermentación. Muchas de las dudas que Oopart planta, se despejarán con la siguiente entrega.
Hákim de Merv