jueves, 11 de septiembre de 2025

Elva Cío: Intentos |‘19 – ‘24|

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 3 de septiembre de 2025.)

¿El Vacío existe? Pese a ser filosóficamente cuestión discutible, el consenso sobre su significado inclina a pensar que sí. ¿Y Elva Cío? Eso es mucho más difícil de dilucidar, y no creo que haya prueba concluyente que zanje el debate. A menos, cómo no, que se manifiesten quienes habitan/alguna vez han habitado (en) su interior -empezando por sus visibles instigadores, los jóvenes músicos Angélica Carlos y Javier Panter. Se sabe del primero que es quien lleva las riendas de Rip Off Records, combativa discográfica trujillana que este año paró en seco. De la segunda, que fue partícipe de la existencia de Specto Caligo (‘17-‘20).

Si hago caso al tenor de lo expuesto en la nota de BandCamp, Carlos ¿es?/¿ha sido? la portaestandarte de Elva Cío. ¿Grupo o seudónimo solista? Al parecer ambas cosas, sucesivamente. La info habla de una formación inestable en la que ella -a.k.a. Elva- es la única acreditada en los 11 tracks repescados por Intentos |'19 - '24| (como dato curioso, en la apertura “Amarilla Violencia” apenas si se le oye articular palabras). Le siguen Panter y Mauricio Moquillaza, este último trajinador de las escenas experimentales post pandémicas. Si sumamos el nombre de Luis Vásquez, que en el ‘24 sorprendió como Calefactor a propios y extraños con el ruidoso Desrealizaciones, Elva Cío en fase grupo se insinúa como semillero ¿trunco? de artistas sonoros independientes.

¿En qué momento se transformó Elva Cío, entonces, en identidad de Angélica Carlos? No puedo precisarlo, pero a partir de Primera Secuencia (‘25) de Ballet Mecánico dicha asunción queda confirmada, figurando la cantante acreditada bajo su alias en “La Ciudad De Los Incendios”. Apoyan la hipótesis los números “Glass Of Gold” y “I Play Alone”, tomas en vivo de material inédito de Specto Caligo, así como su fuente de procedencia (el celular personal de la autora).

Muy poco de lo expuesto en Intentos |‘19 – ‘24| califica como no wave. La austeridad de una guitarra de por sí ahogada en ambientes cavernosos no es cualidad exclusiva del apocalipsis neoyorkino, aunque sí su manipulación como si se tratase de un instrumento percusivo (“Sabotage” y sus aires a lo Yndeseables). El indicio más confiable para fijar una conexión es la performance de Carlos, quien se enfunda en la piel de una Lydia Lunch adicta a los lamentos desesperanzado(re)s y a un spoken word con que narrar el ocaso de la civilización (“Materia Informe/Casi Humana/Materia Informe/Me Reduzco A Nada/Aunque Con Miedo/Merezco Salir Un Poco De Este Agujero/Fantaseo Con El Fin/Y También Le Temo”). Más que en Teenage Jesus And The Jerks, no obstante, pienso en algunas canciones de The March Violets, en Malaria!, en el primer Bauhaus...

Del punk, Elva Cío puede haber reflotado el compromiso ético con el “no future” (“Muerte, Fin”). Del post punk, o más propiamente del after punk, la recreación de un grotesco mundo partiendo de las cenizas del pasado -la monocorde distorsión de la Velvet Underground más lóbrega (“Gran Amo”), la sórdida decadencia andrógina del glam rock (“Materia Informe”), et al. Es bastante evidente, empero, que el manantial del que más bebe(n) Angélica (y compañía) es el del dark-gothic rock. Ése cuyo bajo provee del invencible pistón que pecha al resto de la maquinaria para que se mueva (“Tungsteno”, “I Play Alone”). Ése que se eclipsa para permitirle a la eléctrica incendiar los bordes de nuestro campo de visión/audición (“Sabotage”, “Tungsteno 2” y su inevitable parecido inicial con “Christine” de Siouxsie And The Banshees). Ése donde las baquetas de golpe cortante y árido añaden angustia a impenetrables y negras atmósferas de desolación y pesadumbre (“Glass Of Gold”, “KI-NO”, “Amarilla Violencia”).

Punto de arranque o testimonio post mortem, Intentos... suena como si hubiese sido confeccionado aquí en los 80s. Ese acabado, que entiendo no es intencional, le confiere una ambigua antigüedad; hermanándole a través del Tiempo con hitos de esa época como La Banda Del Kadalzo, la saga Salón Dadá/Col Corazón, Masoko Tanga o los ya mencionados Yndeseables. Ello y su nulo uso del Ruido le alejan simultáneamente de contemporáneos relativos como Hongoz En El Zerebro o la hora actual de Bondage. Con todo, no parece Elva Cío acomodarse bien ni lejos de estos últimos ni cerca de los primeros, sino en su propia parcela. Una en la que se arroja al fondo del pozo más oscuro, rodeándose de arabescos ultraterrenos y de fantástica iconografía BDSMera, como la que adorna su BandCamp y de la que se hace eco la epilogal “Erector Set I” (recitando las frases de anhelante sumisión que se cuelan entre foto y foto).

Probablemente estas imágenes se incluyen en el fanzine que acompaña a la cinta. Como éste no se halla disponible para free download, como sí ocurre con el menú del cassette, no puedo decir ni mu al respecto.

Hákim de Merv

jueves, 4 de septiembre de 2025

The Mugris: Acid Lord (Crust Tapel Vol. 1)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 27 de agosto de 2025.)

A prima facie, debo reconocer que he escuchado poquísimo a The Mugris con anterioridad. El proyecto solista del talcahuino Mauricio Romero, en activo desde   el   ‘13,   ha   sido   bastante generoso   en   cuanto   a   producción sónica -mucha de la cual se halla disponible en Internet. Bien por desconocimiento, bien por falta de tiempo, apenas si la he degustado. Y es que las escenas independientes chilenas destacan tanto por su inclinación a la autarquía como por su copiosidad. Antes de seguir paseando los ojos sobre estas líneas, pues, recomiendo prestar oídos a Gaviota On Acid EP (’18), a Denavi Experience (‘15) y a Permanent Disconnection (‘20): no sólo para tener noción de los territorios en que se ha estado moviendo el autor, sino también para contar con elementos de juicio frente al contraste que implica su placa del ‘25.

Editada como muchas de sus referencias por ETCS Records, Acid Lord (Crust Tape Vol. 1) es un extraño y algo confuso cambio de curso en el derrotero del alias. Confuso para el/la escucha, claro, que le tenía sito en altitudes donde colisionan el ambient experimental y el downtempo de dominio/rango libre. Irrupciones ocasionales de uno/otro/ambos en simultáneo pueden detectarse en el cassette fabricado por la label, pero es notorio que la columna vertebral de éste es -por insólito que parezca- el techno industrial.

No cualquiera, eso sí. Cuando coge viada “A Lo Loco Live” (los 12 segundos de “Intro 1988” son poco para cualquier comentario aparte), quedamos expuestos/as a vendavales de filiación industriosa, aupados a una base programada de nítida tesitura techno. Las resonancias apocalípticas asociadas a experiencias similares, sin embargo, se encuentran muy dosificadas. Se trate de combazos metálicos de alto calado (“Acid Lord”), se trate de imponentes cargas de tonelaje pesado (“Primitive Sounds Of Talcahuano Trashers Club”), las pistas están lejos de inspirar comparaciones con Hartbrand o KMFDM. Pese al uso de vocales filtradas/procesadas (“Laser Gun Melody”, arranca muestreando una sinfonía clásica) o a la invencible contundencia de la caja de ritmos/del secuenciador (“Kasparov VS Blue Deep”, “The Real Amigues Gang”, “Deep Dream”), The Mugris no transmite esos climas de ominosidad irrespirable tan abundantes cuando las máquinas entran en fase tribal urbana post Armagedón.

Cuesta un poco superar el velo alrededor de Acid Lord... No estoy seguro de haberlo logrado, por mucho que ayudasen los digitales gorgojeos estomacales (“Tardígrados Jams”), los ¿albatros? sampleados (“Acid Lord”), los inusuales momentos de paradójico relax (20 segundos de guitarreo ambient como cuña al promediar “La Columna De Durruti”). Ofrezco mi versión de todas maneras: el techno industrial que practica Romero viene matizado por decoraciones propias de la IDM, lo que le confiere una peculiar aura de abstracción. Allí está “Drone Sisters” y su despliegue de electrónica tan líquida como angular. Lo mismo se aplica a “No Te Gusta La Música, Te Gusta Figurar (Anti DJ Musculin)” o a la antedicha “La Columna De Durruti” (que guiña al inolvidable revolucionario anarquista español). Con todo, en realidad estas ornamentaciones pululan a todo lo ancho del álbum. Cuestión de poner atención con detenimiento.

Jornada de vivaces encontronazos entre la venerable asonada industrial, el ritmo de estirpe Detroit y el ambient a dos pelos de trocar en intelligent techno. ¿Posible? Obviamente. Que se manifieste si no desde el más allá el visionario Richard Kirk, que de estas cosas sabía mucho -consultar su irrepetible Digital Lifeforms (‘93), dado a conocer bajo el nom de guerre de Sandoz.

Hákim de Merv

miércoles, 20 de agosto de 2025

Panchiko: Ginkgo

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de agosto de 2025.)

Más que singular la historia que le ha tocado vivir a Panchiko. Nucleado en Nottingham hacia 1997, el cuarteto llegó demasiado tarde a la resaca que afrontó el primer shoegazing, hibridando éste e indie rock merced a dos títulos de índole promocional que no causaron mayor revuelo en aquellos días: D>E>A>T>H>M>E>T>A>L EP (‘00) y Kicking Cars EP (‘01). Muy poco después de la aparición de este último, el grupo se disolvió sin pena ni gloria. Ése parecía ser su sino definitivo hasta el ‘16, año en que un usuario del site de foros 4Chan colgó el primer extended. La fuente era un CD de época que se había degradado, lo que le dio accidentalmente al upload esa textura entre scratcheada y zumbante -como si los micrófonos hubieran sido filtrados por un ventilador de pie.

Lejos de hacerse repelente, el peculiar sonido “intervenido” de Panchiko entusiasmó a las comunidades online, que avocáronse a la tarea de rastrear a los exintegrantes de la banda. De la formación original, dieron con todos excepto con el batero, de quien sólo se sabe el nombre de pila (John): Andy Wright (guitarra, teclado), Owain Davies (guitarra, voz) y Shaun Ferreday (bajista). Resucitada por aclamación popular, la terna reeditó D>E>A>T>H>M>E>T>A>L en versión extendida (‘20), añadiendo tres cortes inéditos de las sesiones del segundo EP e incluyendo como “agradecimiento”/a modo de epílogo los cuatro temas deteriorados por el Tiempo. Luego, Panchiko retoma la escritura de su crónica allí donde la dejara hace cinco lustros, reclutando al guitarrista Rob Harris y al baterista John Schofield.

Ginkgo sucede a la compilación de demos Ferric Oxide (‘20) y al reentré oficial del ahora quinteto Failed At Math(s) (‘23). Si con éste había  quedado  claro  que Panchiko  seguía  empeñándose  en  la  metamorfosis  que  lleva  del  shoegazing al  indie  rock -desarrollo que por lo demás se produjese masiva y naturalmente durante la segunda mitad de los 90s, vg. Slowdive y Mojave 3-, Ginkgo representa la culminación de este proceso tan relegado en el Tiempo. Las cualidades que reconfirmase el acto británico en Failed..., aditando una nueva guitarra y cambiando la teba, aquí ya son tomadas con la tranquilidad de estarse orientando de lleno al formato indie. Aclaro: indie del nuevo siglo y que desciende del baggy. Así principian, de hecho, “Florida” y “Ginkgo”: pop sofisticado, senescente y agridulce; que destella apagados brillos mate de ascesis ethereal noise.

La crítica especializada ha acusado falta de aire en el segmento final del disco, concretamente a partir de “Subtitles”. Más que reiteración, lo que noto es que la alineación incorpora una cubierta muy fina de baja fidelidad. Quizá sea esa película, sumada a composiciones que al pisar el acelerador a lo más que llegan es al medio tiempo con ínfulas de balada, la responsable de juicio tan severo. Un poco exagerado, para mi gusto. Ginkgo no tiene ninguna obligación de ser Failed At Math(s), porque para ello ya existe esa placa. Con ella, refrendó Panchiko ante medio mundo la vigencia de sus capacidades. Ahora es tiempo de echarse a la cama después de haber criado fama. ¿Para qué desesperarse, entonces?

Melodías envueltas en colores semicálidos, que tan pronto se desarman para aproximarse al pop marca Shelflife (“Honeycomb”, “Mac’s Omelette”) como recuperan ramalazos de distorsión para reverdecer sus días más ruidosos (“Chapel Of Salt”). A veces, ambas jugadas al unísono (“Vinegar”). Evoluciones ataviadas de rock pedestre con que soliviantar apenas el timing enfáticamente melancólico de Ginkgo (“Lifestyle Trainers”, “Shelled And Cooked”), sin abandonar nunca el toldo de que provee un sangriento crepúsculo. Voces ahogadas por la emoción, (mal)contenida a la prepo en letras como “I’ve Been The Break, I’ve Been The Cause/An Excuse We All Implore/I’ve Been The Rise, I’ve Been The Fall/You Can Go, But I Want More” (“Rise & Fall”).

Ginkgo tiene toda la pinta de un álbum inacabado adrede, sin la más leve pretensión de mostrarse como lo que no es. Difícil que sus números peguen lo suficiente como para recordárseles por separado, cosa que no sucede con la imagen grosso modo del largo. No se me ocurre alguna estrategia, de producción o de mezcla, que pudiera modificar ¿exitosamente? esta impresión; pero si acaso el cuarto opus de Panchiko quedaba mejor abortando la participación del rapero usamericano Billy Woods -Super Chron Flight Brothers, The Reavers, Armand Hammer- en “Shandy In The Graveyard”. ¡Qué manera de malograr el potencial de una canción!

Hákim de Merv

jueves, 14 de agosto de 2025

Alunaki: Misantropía // Famtaxma: Eternidad

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 6 de agosto de 2025.)

(Sí, me declaro culpable de antemano. Es un texto algo extraño. En mi defensa, alegaré que responde a una coyuntura acorde. Para comprobarlo, basta con leerle.)

Pocas semanas atrás, Raúl Begazo anunció en redes la aparición de una nueva placa de su proyecto personal Alunaki, que el propio músico arequipeño cataloga como la tercera de su producción artística. “¿Tercera?”, te preguntarás, fiel lector/a de esta bitácora. “¡Pero si la tercera salió en noviembre del ‘23!”. Efectivamente, en esas fechas, el ex Orquídea colgó en BandCamp un LP epónimo, sucesor de Telescopio (‘20) y Sueño Ameba (‘22).

Misantropía no es otra cosa que un update de la rodaja liberada en aquellos días, entiendo hoy banneada de Internet. Para este update, dicho corpus ha vuelto a pasar por los procesos de producción y de masterización, lo que indica que el autor no había quedado 100% conforme con el (apresurado) primer resultado. Son asimismo evidentes otros cambios, de diversa envergadura: un nuevo orden en el track list, “Recuerdos Olvidados” y “WiGa” han pasado a ser respectivamente “Recuerdos” y “Wiga”, la norconeña Dafne Castañeda protagoniza un dueto con Begazo en “Tu Luz”, la portada ha sido cambiada, el docente Kris Revcam acredita teclados en “Wiga”... De manera inevitable, la sustitución recuerda el caso de Diseñar Y Destruir, póstumo testimonio de Varsovia cuya primera versión se filtró por error, publicándose la definitiva algunas semanas después.

La diferencia es que entre Alunaki y Misantropía ha pasado año y medio. Alunaki, además, no fue consecuencia de un error involuntario. Esencialmente, se trata del mismo repertorio, sólo que con modificaciones cualitativas imprescindibles de acuerdo al criterio de Raúl. La más saltante es el sonido, que ha mejorado buen trecho respecto de la toma “10/23”. En tal sentido, el incremento ofrece una fotografía mucho más limpia, a la par que pone ahora de relieve referentes estéticos antes opacados por otros -en Misantropía, Alunaki me suena más cerca de Ride y de The Boo Radleys, por ejemplo.

Por lo demás, la nueva imagen del repertorio no impugna lo que ya había dejado sentado mi reseña de Alunaki, por supuesto. Ni colores, ni calorías, ni aciertos, ni deficiencias -de hecho, este acabado más rockero enfatiza algunas limitaciones de Begazo como vocalista. Pero ésa es una historia que ya conté. Sólo tienes que hacer click aquí para acceder a ella.

Hace cinco años, finiquitaba mi comentario sobre el homónimo EP debut del cuarteto mistiano Fantaxma subrayando que necesitaba un soberano ajustón de tuercas, de cara a su continuidad vital. Esto, considerando el propósito de avanzar constantemente, que fuera expresado a través de su página en Facebook; así como la llamativa aleación indie dark con que blindase ese primer esfuerzo (de antecedentes rastreables en la chamba de los ¿desaparecidos? Aura).

Hoy es menester aplicarle cuatro o cinco escuchas a la renovación propugnada por Willington/Málaga/Blas/Herrera -imposible de soslayar, y que a la vez no alcanza a ser todo lo sustantiva que debiera. Por vía de la rojinegra Uku Records, Fantaxma ha editado Eternidad, mini-álbum en realidad calificable como maxi-single al estar compuesto por sólo dos surcos inéditos, amén de cuatro relecturas de éstos. Si encima se considera que el track que da nombre a este esférico tiene todas las señas de asumirse como “A-side” de un 45’’ virtual, dejando al otro en la a ratos incómoda situación de ocupar el consabido “lado B”, la cosa se pone más peliaguda.

Abre la jornada “Eternidad”, y desde el vamos es notoria la transformación en el output del grupo. Si sobreviven algunos indicios de ese pasado que coludía al indie rock de este siglo y al darkwave, precisamente son eso: restos, huellas, asomos. A sus hundidas espaldas se aúpa una eléctrica embebida de distorsión todavía ruda, como dejando en claro que la apuesta viene guarnecida de pedaleras. La voz del también guitarrista Lenin Herrera, sin embargo, no tiene intenciones de susurrar. Por eso, prefiero hablar de noise rock antes que de shoegazing. Si acaso, en sus momentos de mayor despliegue punchero consiguen adscribirse a ese marbete, conectándose al primer Resplandor (Sol De Hiel EP, 1998).

¿Y entonces? Pasa que, ya encausada de lleno en el rubro, “Oración” es una pieza muy poco extensa. Cuando parece que va a comenzar a reventar, cae presa del fade out. En conjunto, ocho minutos y sencillo, duración exigua para presentar la metamorfosis sin apuntalarla. Porque las consabidas versiones añadidas -tres de “Oración”, sólo una de “Eternidad- no lidian con el reto. Tampoco les compete hacerlo. Bien sea que “Oración” termine inundada de una sobrecarga tal que la afantasme (Fiorella16), bien que se alargue gracias a la de palo y a una pandereta, bien que le cambies el fusible en las seis cuerdas (Miguel Málaga) por uno más rockero (Raúl Montañez); el saldo no se trastoca.

Y sí, la interpretación ‘Etéreo Drone’ de “Eternidad” suma atmósferas dub, fortaleza y algo de espectral (neo)psicodelia. Estas peculiaridades, no obstante, no me hacen olvidar que es a fin de cuentas una relectura. Que cumple con su cometido, sólo para poner de relieve que Eternidad trae muy poca carne -y no precisamente harto hueso, pero sí unas cuantas capas de grasa, lo que termina generando la misma impresión.

Hákim de Merv

jueves, 7 de agosto de 2025

Bondage: Homoplaxmosis EP // Rifle: Beyond Paranoia

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 30 de julio de 2025.) 

Eyectado en mayo último, Homoplaxmosis EP da cuerpo a una interesante trasmutación en la travesía del acto liberteño Bondage -travesía que ya alcanza 13 largos años de vida. Cierto, una no muy prolífica, puesto que con el extended apenas llega a los cuatro capítulos discográficos. Instancia por lo demás comprensible, dados el talante arisco y los crujidos harto inasequibles del unipersonal de Juan Carlos Paredes Jara. Ello, sin detenernos en las “obscenas” connotaciones de su denominación, que todavía interpela falsos recatos de una sociedad como la nuestra. 

Luego de darse a conocer con la reedición (‘13) de su epónimo estreno (‘12), Bondage ha vagabundeado husmeando insistente en esas zonas francas en que se enyuntan la electrónica analógica y el Ruido en su acepción más cruda e intensa. Con números que van del synth punk menos aquiescente al industrial a un paso de la hipérbole absoluta, el peruano siempre ha batido campanas llamando a la hecatombe de las convenciones, al Armagedón del establishment, a la demolición de las apariencias. Sus trabajos coadyuvan esa cruzada, asimismo, faltos de requisitos “formales” como la alta fidelidad y los modos recurrentes en aquello que todavía entendemos por “canción”. 

No es que Homoplaxmosis EP desande el camino. Lo que hace es mitigar las turbulencias y desbastar las salientes de que se apertrecha de continuo la música de Bondage. ¿Con qué propósito? Con el de permitir la inserción de otros códigos, en frecuencias similares éstos a los que viene empleando desde hace más de una década el individualista norteño. En “Pesadilla”, por ejemplo, la machacona batería y el constante regodeo del bajo me hacen pensar en Chrome. La banda de Damon Edge y Helios Creed es conjurada también en la pista homónima, junto a otras referencias convergentes como la no wave y el primer Neubauten.

El extended, entonces, incorpora tímbricas propias del after punk anglosajón y del post industrial. Esta mixtura cuaja en incendiarios pasajes de un post punk garagero atravesado de dub escabroso y de reverb maligno (“Sacrificios”), en tensos accesos de noisica entropía industrial/post industrial (“M.CV.E”), en fárragos dignos del pandemónium más lacerante que puedas concebir (“Harto Del Reptil” o Public Image Ltd. en mal viaje de merca adulterada). El calicanto que cohesiona y da homogeneidad al EP sin pasteurizarle, como no podía ser de otra manera, lo proporciona el bombeo permanente de una correntada de ruido turbio y perturbador -el mismo del que Paredes Jara ha dado generosas muestras en jornadas anteriores.

Difícil ser aún más ilustrativo acerca de Homoplaxmosis EP, artefacto que logra desafiar incluso las taxonomías más flexibles -a mí me ha hecho reconsiderar el lugar que ocupa en la vasta Meloteca de Babel.

La nueva entrega de Rifle viene antecedida de una historia de desavenencias, pero también de pergaminos en las mezcla y masterización. En cuanto a lo segundo, al mando de la consola estuvo el chileno Ignacio Rodríguez (a) Nes, baterista de ese grupazo que ¿fue?/¿es? La Hell Gang. No creo necesario abundar más acerca de uno de los combos puntales de la movida stoner al sur de Tacna, distinguido por enarbolar el fuzz cosecha psicodelia sesentera como piedra basal de su accionar sónico.

Y en cuanto a los intrilingüis del trío, refiere éste que en el ‘23 el bajista y vocalista Alejandro Suni-Álvarez se mandó mudar a Canadá. Volvería más adelante, sólo para ver cómo el baterista Julio César Araujo (Kurandera, Brujo Mayor) zafaba. Suni-Álvarez y el guitarrista Magno Mendoza consiguieron moldear una versión demo del disco. A punto de ingresar al estudio a darle forma definitiva, regresó Araujo para ocupar su justa posición en el line-up. Completos, grabaron las sesiones de Beyond Paranoia en el estudio Dragón Verde. La crónica se consigna en el BandCamp de Rifle.

Me deja un poco confundido este Beyond Paranoia. Posee un sonido mucho más clásico que el debut Repossessed (‘22), al punto de no quedarme claro si lo suyo ahora es un stoner rock estofado -del verbo estofar, por siaca, cf. la RAE- en heavy psych y blues, o si actualmente optan por abrazar un heavy psych stoneado y bluesero. En ambos escenarios, nótese, el blues es un ingrediente con visos de imprescindible -pero no por ello protagónico, como atestiguan “She Got A Spirit” o la senescente “Inner Whisper”, de pudorosa ascendencia hendrixiana las dos.

Por otro lado, y a tono con este cambio de registro, la voz de Alejandro se decanta hacia el susurro. En Repossessed se echaba de menos algo de fuerza y/o vehemencia, que le hiciera estar acorde con la robusta convicción stoner y la avasallante rapidez cuasi metalera exhibidas por sus hermanos de armas. Ahora que la terna templa bríos y atempera ferocidad, la performance de Suni-Álvarez se acomoda mucho mejor (“Beyond Paranoia”), en coincidencia con las enteogénicas composiciones de ácido desert rock susceptibles de prolongarse indefinidamente. Hay excepciones, sí, como el tanque blindado que supone “She Got...”; pero en ningún momento los decibeles suben tanto como para dejar al también bajista en off-side.

Falta agregar unas cuantas palabras acerca de las baquetas. Casi ninguno de los canales arranca desmarcándose de los medios tiempos, circunstancia que nos permite apreciar la pródiga contención a que se aplica Araujo desde la teba (“Break The Voodoo”). Cuando debe soltar amarras, empero, no tiene empacho en redoblar esfuerzos a fin de elevar el pulso (“Gipsy Spell”, “Inner Whisper”). Se le siente concentrado, en armonía con los otros dos tercios de Rifle. Si Repossessed es un sonoro cachetadón de bienvenida que recomendar, Beyond Paranoia no se merece menos -muestra un reverso más mesurado de pesado rock lisérgico, cuyo potencial está en condiciones de difuminar horizontes.

Hákim de Merv

jueves, 31 de julio de 2025

Parasomnia: Cuerpos De Otros EP // A Full Cosmic Sound: El Fénix

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 23 de julio de 2025.)

Un buen día, después de tres años, decidió retornar Parasomnia a la palestra. Convertido nuevamente en trío debido a la salida del bajista Sebastián Gonzáles, quien cumplía función de apoyo en directo, el combo santiaguino ha estrenado nuevo extended hace medio almanaque, mismo que viene a suceder al debut en largo Vigilia. En la práctica, entonces, la agrupación vuelve al formato que grabó el primerísimo Parasomnia EP allá por el ‘20: Francisco Cerda en las baquetas, Franco Reyes en la eléctrica, Mauro Rojas en las vocales y el bajo.

Mediante Vigilia, se adentró el trinomio en las hoscas espesuras del dark rock clásico, balanceándose no pocas veces a la sombra del dark-gothic emergido durante la segunda mitad de los 80s. Lo llevó a cabo, además, ganando peso, agilidad y fuelle; virtudes cuya conjunción le posicionó estéticamente a tiro de piedra de audiencias más extensas que las abroqueladas en torno a nichos darkies (cf. Alcalá Norte). Para Cuerpos De Otros EP, la performance es reeditada, produciendo resultados en la misma frecuencia -e incluso algunos centímetros más adelante.

“Roja Mañana” corre la cortina del extended con renovados ímpetus, desplegando el arsenal del terceto: una ígnea guitarra fantasmal, un drum set bien cuadrado y tenaz, sobre todo un bajo equilibrista. En lo concerniente a este último, se suele decir que cuando mejor lo hace es cuando menos se le nota. Cierto, a menos que hablemos de géneros para los que el mástil de cuatro cuerdas sea arquimédica palanca de apoyo. Tal es la circunstancia: ya consideremos “Gusano” o la densa “Quemar La Realidad”, el bajo del también frontman de Pande-Dios muda en la espina dorsal de las composiciones sitas aquí.

De post punk, entonces, ya nada en la práctica. Apenas un aire al Wire de 154 (‘79) en “Roja Mañana”. El espíritu de Ian Curtis aún se manifiesta en todo su lustre dark (“Quemar...”). Lo mismo puede decirse del Cure siniestro (“Saturno”) o de los olvidados And Also The Trees (“Tal Vez, Alguien”). Franco Reyes resplandece o se apaga según dictamine cada situación, mientras que Francisco Cerda se muestra versátil para los cambios de velocidad de un número a otro. Desde sus respectivas posiciones, ambos ofrecen sendos complementos/contrapuntos a los foscos matices que dispara Mauro.

Siento que las letras no han sido todo lo chambeadas que deberían. En ese sentido, me parece que existe una suerte de involución en relación a Vigilia. Las de Cuerpos De Otros EP se me antojan a media caña, apelando más de la cuenta a la socorrida coartada de la rima. No siempre, es verdad, pero tampoco no nunca.

Nuevo disco de A Full Cosmic Sound, colectivo mapocho que marcha rumbo a sus dos décadas de fundado y cuyas copiosas referencias discográficas se hallan un tanto dispersas/repartidas en la región. De tan vasta cosecha, sólo he podido escuchar La Automatic Flight Control System (‘17) y un live que recupera su presentación en la tercera edición del Festival Integraciones (‘13, realizada en Perú), publicado por SuperSpace Records (label de nuestro músico/no-músico Wilder Gonzales Agreda). Por desgracia, la mayoría de títulos no se encuentra disponible en Internet.

El Fénix es un lanzamiento peculiar. Consta de un 12’’ que es el álbum propiamente dicho, y de un 7’’ adicional que hace las veces de bonus disc. Aunque hermanadas bajo una misma etiqueta que no pretende ser conceptual, en la medida en que ambas rodajas guardan más diferencias que semejanzas, las trataré cual volúmenes distintos.

Como suele ocurrir cuando se aborda la figura del colectivo, A Full Cosmic Sound es una entidad abierta a diversidad de influencias, pues cada músico que se asocia temporal o permanentemente adiciona nuevos colores o tonos a la paleta comunal. No obstante, es verdad que los colectivos tienden a perfilarse sobre la base de sus influencias más marcadas. En el caso de la tropa chilena, las constantes son el ambient, la psicodelia minimal, la Baja Fidelidad y la electrónica; entre otras de menor ascendiente. De ello ya habían dado pruebas en La Automática... y en el directo aludido.

No es distinto el tramo 12’’ de El Fénix. Dedicada a Eduardo Streeter Silva, músico de AFCS fallecido tempranamente, la placa principal se apertrecha de dos temas kilométricos. Lejos de ser la única característica en que comulgan, “El Fénix” y “El Tío Pantera” pueden abordarse como lienzos en progreso -embebidos en un ambient apacible salpicado de eléctricas que suenan/reverberan con austeridad. A veces la intensidad se eleva, posibilitando la aparición de tenues devaneos psicotrópicos. A veces, también, aparecen atemperadas secuencias que tienden a agilizar el movimiento de estas esculturas sónicas. Flota encima suyo siempre la certeza de crescendos propios del post rock más folkie, que aditan a su registro visos de ensueño -lo que, por fortuna, no las hace forzosamente “ensoñadoras”.

En cuanto al 7’’ extra, “Corto Vuelo, Era Una Trampa” se impulsa desde el ruidismo cacofónico consecuencia de topetazos entre el free jazz y el noise, nunca desmarcados de la dialéctica inherente a la música rock. Curiosamente, “Corto...” cobija una cadencia marcial, a despecho del caos en que nace. En las mismas coordenadas se mueve una pista bautizada “En Vivo En Perú (Extracto)”, brevísima muestra de su accionar sobre el escenario. Por su parte, “El Mensaje De Roger” carece de baterías o secuencias, si bien su naturaleza es igual de rockera que la de sus predecesores inmediatos. Dispares rostros de una misma inteligencia colectiva.

A Full Cosmic Sound son, en esta ocasión, Gonzalo Muñoz, Jorge Boher, Ignacio Rodríguez, los hermanos Iván y Álvaro Daguer, el finado Eduardo Streeter, Mauricio Dodds y Roger Sierra.

Hákim de Merv

jueves, 24 de julio de 2025

Stalker - Music Inspired By Andrej Tarkowskij's Movie // Music For Alien Temples

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 16 de julio de 2025.)

Cronenberg, Fulci, Argento... No sé si las compilaciones temáticas de Eighth Tower Records consagradas a tamaños cineastas constituyan una línea de lanzamientos como tal. De no ser ésa la situación, sí se han convertido en una saludable costumbre, que espero la independiente napolitana especialista en sonoridades opacas y similares mantenga durante luengos años. Por lo pronto, ya se amplió el radio de acción hacia la literatura, dedicando sendos capítulos a la novela Drácula de Bram Stoker (‘22) y a los cuentos góticos de Edgar Allan Poe (‘23).

En mayo del ‘24 vio la luz Stalker - Music Inspired By Andrej Tarkowskij's Movie. Como indica su nombre, el panorámico homenajea a una de las dos películas inscritas en el género de la ciencia-ficción rodadas por el gigantesco director soviético. Más allá de la (parcial) coincidencia estética, merece destacarse el hecho de haberse enfocado esta vez la discográfica en un artista que poco tiene en común con sus colegas antes enumerados. Y es que cada largometraje de Andrei Tarkovski se convierte en una experiencia única -con más razón Stalker (‘79), de interminables planos contemplativos y texturas inmersivas, (sobre)cargado por igual de simbología y de metafísica.

Acorde con el aliento denso e introspectivo del film, la rodaja se fundamenta en esa aleación que el sello peninsular ha convertido en distintiva piedra de toque -un acrisolamiento de dark ambient y de drone music. Sean electroacústicas o digitales, las performances producen sonidos mistéricos, sombríos, por momentos elefantiásicos (cf. “Everywhere Is A Prison” de Mario Lino Stancati). Músicas mesmerizantes que se debaten entre la homeostasis y la transistasis, como evocando transmisiones al azar de ondas hertzianas, gestando suites ambientales adornadas las menos de las veces por grabaciones que perennizan ruidos naturales abundantes en espacios inertes; sean éstos silvestres o levantados por la mano del Hombre.

Escucho así el discurrir silencioso del agua en “The Stalkers” de Kelados, así como su goteo copioso y el soplo vivaz del viento en “Porcupine Trap” de Tsath. De esa misma expresividad caracoleante también se nutre “Approaching The Room” de Esa Ruoho. El resto de Stalker - Music Inspired By... evoca climas de otredad (“The Zone” de Rapoon), de lugares deshabitados y tomados por la entropía (“The Desire That Has Made You Suffer Most” de Morgen Wurde), anegados en un ambient exiguo y no obstante opresivo (“Puddles And Debris” de Phoanøgramma, “Strefa Poleska” de Zabbaleen). Merced a semejante estimulación auditiva, las sensaciones suscitadas en la materia gris remiten al acto de arrastrarse, escabullirse, reptar...

La excepción de rigor, que rompe los estrictos parámetros del minimalismo al que es afecto Eighth Tower, es doble. Por un lado, el cierre “Anomaly In The Cell” de Glacial Anatomy no renuncia al silencio pero sí a la ausencia de melodía, generando vasos comunicantes con discursos menos agrestes como el bliss out. Por otro lado, “Ominous Hazards” de Mombi Yuleman se descarrila al aproximarse a sus tres minutos hacia programaciones electrónicas embrionarias, dando de lleno en atmósferas consuetudinariamente tenidas por futuristas. Nunca pensé que oiría algo así en la nómina de la label azzurri.

Nada más comenzar, ya en este 2025 la subsidiaria de Unexplained Sounds edita el volumen Music For Alien Temples. Calza también su concepto subyacente dentro de los límites estilísticos de la escudería, proponiendo escenarios que la ficción especulativa se encarga de apuntalar y/o diversificar hasta superlativos grados inimaginables.

Efectivamente, la noción de templos extraterrestres implica civilizaciones -existentes, más probablemente extintas- que han germinado en otros rincones del Universo. Comporta, además, una función concreta que el fenómeno religioso debiera cumplir dentro del tejido social desarrollado por esas entidades inteligentes. Todo ello, en el marco de especies substancialmente distintas a la nuestra,  tanto  desde  el  punto  de  vista  biológico  como  desde  el  cognitivo. Las posibilidades, por ende, son infinitas -vg. formas de vida basadas en el silicio, no en el carbono.

Sugestionado por las variedades que cultiva y suele fomentar Eighth Tower, me gusta pensar que las exploradas aquí son contingencias relacionadas a la llamada “Teoría del Gran Filtro”, que postula que nuestro Universo está lleno de restos de civilizaciones muertas; bien porque cumplieron su ciclo hace mucho tiempo, bien porque enfrentaron eventos de extinción masiva. Por probabilidad estadística, en algún momento llegará nuestro turno, y la Humanidad se desvanecerá irremediablemente, si para entonces aún no logra destetarse de la Tierra y colonizar mundos exteriores habitables allende el Sistema Solar. Los vestigios de carácter religioso que sobrevivan a nuestra desaparición serían, llegado el caso, equivalentes a la idea de templos extraterrestres para quienes vengan después de nosotros/as.

Complejos urbanos avejentados por el hollín y el paso inexorable del Tiempo, erigidos en parajes de una majestad cósmica que causa vértigo. Solemnes megaestructuras atiborradas de la caleidoscópica gradación del color del óxido. Extraños entramados arquitectónicos que constituyen un enigma en sí mismos, al no disponer de mayor información acerca de sus constructor¿es?/¿as? Y en ese hipotético porvenir en el que conseguimos explorar estos sacros lugares desolados, estas olvidadas edificaciones rituales, estos mudos testigos de las cumbres que alcanzaron quienes vivieron mucho antes que nosotros/as; se acopla de maravillas la banda sonora que supone este desmesurado Music For Alien Temples, que sobrepasa con facilidad los 90 minutos.

Ambient que huele a oquedad y antigüedad (“Ashen Icons” de The Black Monolith), armónicos masivos de carácter reverberante (“Observation Of Ceremonial Or Ritual Occurrence” de Insectarium), tonos antinaturalmente deformados (“Dormant Atmosphere” de Kokum retuerce con saña el simplón sonsonete de Close Encounters Of The Third Kind), drone megalítico (“Space Temples Caving” de Bjørn Jenkins), atribulado(r) dark ambient de ribetes titánicos (“The Syvronesis Temple” de Plamen Večnosti). Música perfecta con que explorar reliquias de mundos olvidados, la de Music For Alien Temples deviene en un trabajo sólido, que no claudica en su intención de aventurarse a través de las ventanas espacio-temporales que provee el Sonido hacia esas lejanas huellas pétreas. Sin embargo, sí cede en su visión sombría de estas zonas en “Extraterrestrial Superiority” de Taphephobia, y más aún en los casi 15 minutos de “Dark Spire” de Joe Mathews -melancólicos, deprimentes, tristes. Humanos.

Hákim de Merv