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jueves, 25 de julio de 2024

Bosón De Higgs: Los Cuentos Espaciales

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 17 de julio de 2024.)

Por esos cortocircuitos sumamente insólitos que rara vez se producen entre interacciones varias online, supe de una banda de cuencanos que decidió debutar el año pasado con artefacto doble: Bosón De Higgs. Ni bien te empapas de info al respecto, las peculiaridades comienzan a saltar -el grupo proviene de Ecuador (país del que no me suelen llegar noticias relacionadas a la música pop contemporánea), su imaginario está profundamente marcado por la ciencia y esa ficción especulativa que ponderaba Harlan Ellison, el estreno tiene todas las trazas de ser un díptico conceptual a la usanza de los 60s y 70s...

Es un poco difícil acceder a Los Cuentos Espaciales. Aparece en Spotify, plataforma que no uso ni usaré nunca, y en YouTube sólo figura bajo la modalidad “playlist”, no “full album”. También se hace complicada su escucha para quienes no tienen los tímpanos encallecidos, ya que los norteños se encomiendan a un manojo de géneros de los cuales el más “joven” es el alternative rock de los 90s. Hard rock, space rock, progre y psicodelia son las otras constantes de que se sirve el output de Bosón De Higgs. Por suerte es el rock alternativo el llamado a revestir todas esas influencias con una pátina de relativa modernidad, como para que el viaje no rezume olor a naftalina, aunque de todos modos es ineludible hablar aquí de revivalismo.

El primer volumen de Los Cuentos Espaciales abre guiñando al clásico de Stanley Kubrick 2001: A Space Odyssey (1968). No puede entenderse de otra manera “Overtura (Así Habló Zaratustra)”, que ni bien finiquita da paso a aplicadas embestidas rock, consecuencia de muchas horas de ensayo; lo que les hace lucir además correctamente cuadradas. Sucede con “Rocket Scientist” (prog que se esfuerza por no parecer prog), con “Las Jaulas De La Ciudad” (denso hard rock bien concluido), con “Bosón De Higgs” (de agilidad elogiable), con “Vía Láctea” y “Agujero Negro” (ambos de ciertos matices oscuros que me hacen dirigir la mirada hacia los 80s). Flexibilidad, soltura y presteza, que no vetan episodios más lentos y/o de medio tiempo -“Supercúmulo De Virgo” y “Aurora Parte 1”, instrumentales los dos.

Para el segundo volumen, el panorama sufre algunas modificaciones. La más notoria es el amago de tour de force que Bosón De Higgs practica a través de sus siete pistas: si bien entretejidas, el entrelazamiento no es tan evidente como pudiera esperarse. Asimismo, los venerables/vetustos géneros a los que se ha aludido antes asoman más perfilados, sin el sesgo “modernista” ya de que el alternativo les nimbaba. El instrumental “Danza De Polvo Estelar”, por ejemplo, se presenta impúdicamente en todo su progresivo vigor. Otro tanto sucede con el heavy blues de “Vistazo A Tierra”. Pero si hay un estilo que destaca por la cantidad de veces que es invocado, ése es el hard rock, sobre todo el del primer Deep Purple -el que no le hacía ascos al space ni a la psicodelia. Su estela asoma bastante obvia en “Cometa Rex” o en “Macrobélico”. También aquí hay lugar para digresiones balsámicas, como “Sálvame” y la insular “Pálido Punto Azul” -no entiendo muy bien qué quisieron hacer los ecuatorianos en esta última, más allá de reciclar el homónimo discurso del recordado divulgador científico Carl Sagan.

La doble jornada de Los Cuentos Espaciales cierra persianas con el hard prog de “Aurora Parte 2 (Final)”, en registro raudo y contundente. Bautizo ambicioso. Muy lejos de naufragar, tampoco es del todo logrado. Tratándose de una puesta de largo, tiene un nivel aceptable. Y, cómo no, cosas por enmendar. En contadas ocasiones, el hándicap de la laaaaaaarga duración de un CD puede contrarrestarse/revertirse a favor del combo. Éste podría ser el caso, ya que si decidimos meter todos los tracks en una sola rodaja, espacio  no  va  a  faltar. Su separación  en  dos  partes,  por  contraste,  parece  confirmar  la teoría de díptico conceptual -el vasto universo que nos circunda, sus visiones ensoñadoras, sus escenarios dantescos. Ningún esférico recibe nombre específico, sin embargo, como se estilaba antaño. En fin, estreno a tomar en cuenta para futuras referencias, lleno de elementos armónicos y melódicos; el del quinteto integrado por los hermanos Danny (bajo, voces) y Paul Galán (guitarra, voces), Fernando Marín (batería, percusiones varias), Esteban Cañizares (guitarra, voz principal) y Jorge Pezantes (su intensa performance en teclados lo hace el más interesante a seguir).

Hákim de Merv

jueves, 21 de diciembre de 2023

Les Replicants: Buy, Get Sick & Buy, Then Die // Chino Burga: Geografías Geométricas Vol. 2 / Down In The Valley EP // Wilder Gonzales Agreda: Anti Argolla Peruana

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de diciembre de 2023.)

Con el reloj a galope tendido rumbo a 2024, van quedando en limpio algunas certezas relativas a determinados grupos y álbums de los circuitos peruanos independientes. Una de ellas va asida al presente de Les Replicants, que ha decidido abandonar quién-sabe-si-definitivamente el psicodelismo eterdrónico de su primera fase, en favor del trayecto iniciado a tropezones por el excesivamente plano s l e e p / p a r a l y s i s / d ae m o n 金縛り鬼 (‘21).

Conforme dictamina la info disponible en BandCamp, Buy, Get Sick & Buy, Then Die es un LP grabado el año pasado. Su osamenta se nutre de un corpus de grabaciones de campo que el individualista Walter Arellano realizara desde el ‘21, durante los largos viajes que implican atravesar de un extremo al otro la megalópolis monstruosa que hoy es Lima. Perpetuados en cinta, estos registros se han deformado/sublimado para convertirles en arcilla a modelar/mezclar con un input expelido desde Korgs, sintes ARP y guitarras tratadas. Respecto de estas últimas fuentes, todas cosidas al esteticismo drone y al onirismo que favorecen el post rock y el bliss pop.

Salvo por el empleo de la materia prima que comportan los cassettes, hasta aquí no existen mayores diferencias entre este Buy, Get Sick... y su antecesor. Es decir, si bien ha habido una conmutación de procedimientos, ésta no se traduce en sonoridades total o parcialmente distintas. De hecho, si no tienes un oído lo bastante fino/entrenado, no consigues distinguir del resto los sonidos proporcionados por las “field recordings”. En cristiano, si estás desinformado/a, ni te enteras de los alegados “cambios en los procesos” -y es éste el talón de Aquiles que más difícil se les hace fortalecer a proyectos y artistas empecinados en enarbolar la bandera de la “vanguardia del Sonido” (tanto más complicado si pertenecen éstos al Tercer Mundo).

Éste, no obstante, es un esférico más logrado que s l e e p / p a r a l y s i s / d ae m o n 金縛り鬼. Esencialmente, Buy, Get Sick & Buy, Then Die es un único tema dividido en cuatro secciones no equitativas. Cuando la apertura “I - Buy” comienza a rasgar el aire que te circunda, el ambiente es inundado por una correntada de ruido magmático, esparcido alrededor de un rango determinado de notas con variaciones infinitesimales. Consecuentemente, mientras que en “III - & Buy” el caudal se torna asaz tumultuoso, en “II - Get Sick” la riada es bañada por matices más vívidos e incluso celestiales, aunque también ocasionalmente melancólicos; y sólo rompe los armónicos cuando intenta hacer vibrar la propia atmósfera.

Súmese a ello lo redondo del canal de cierre, “IV - Then Die”, cuya decena de minutos obra como síntesis intensificada de lo expuesto en los tres anteriores: bliss, post, harsh... Sobre todo éter, mucho éter. Esto último se evidencia en lo llevadera que se hace la jornada, de sólo cuatro pistas y perduración equivalente a la del precedente capítulo -lo que comporta una extensión promedio mucho más alta por track, y a despecho de ello una narrativa sonora más atinada y ágil. De este modo, el aislacionismo asistólico de Buy, Get Sick... concede nuevo crédito a Les Replicants en su actual discurrir. Por ahora.

Desde los idus de octubre, se halla disponible para su escucha en Internet el segundo volumen de las Geografías Geométricas que el incansable Miguel Ángel Burga viene cocinando asociado a la germánica Midira Records. Segunda parada de una trinidad a culminar pronto, la placa sucede al gaseoso/fluido post rock formulado en Landing, revelando de paso una templada alternancia entre dos de las facetas cultivadas por el ex Ácidos Acme -adviértase que antes de Geografías Geométricas Vol. 1 aparecía Lass Dich Leiten, 7’’ que homenajeaba en plan space drone a la desaparecida cantautora alemana Nico.

Geografías Geométricas Vol. 2 trepa la misma cuesta que su mayor, esto es, la de drónicos omniacordes cuya pertinaz repetición genera resultados opuestos a los que cabe esperar en circunstancias idénticas. No en vano, la drone music es la heredera más representativa del histórico kraut rock, afirmación con carácter de tautología hace lustros. Premunido de la misma tenacidad que le amparaba en ...Vol. 1, Burga esculpe incorpóreas panorámicas de una vastedad más allá de cualquier cualificación posible: lo bastante uniformes para permanecer dentro de los linderos trazados por el credo drone, y con los suficientes accidentes orográficos para rehuir la planitud o chatura en que resbalan similares empresas mal dirigidas.

Si antes la inspiración provino del apu Arín (2916 m.s.n.m.), ahora la provee el apu Charán (2950 m.s.n.m.). Si en el principio fueron cuatro piezas, ahora son tres -aunque su naturaleza unitaria nunca queda en entredicho, diferenciándose éstas sólo por la numeración otorgada. Sin embarcarse en progresiones específicas, las vibraciones y resonancias de “Templos Y Portales I” plasman sobre el dronismo sobresaturado brochazos de musicalidad, que no es lo mismo que melodiosidad. Con todo, se muestran intactas la fascinación cósmica y la línea orbital dura de la experiencia preliminar. Quizá debido a su “corta” extensión (siete minutos y monedas), “Templos Y Portales II” siembra sospechas sobre si efectivamente no está Miguel Ángel apostándolo todo a una musicalidad iterativa. Esas dudas quedan planteadas a pesar de los retumbantes trece minutos y pico de “Templos Y Portales III”, que no sólo subrayan los rasgos supremos de “...I”, sino que asimismo les magnifican al punto de ofrecer una furibunda y escarpada tempestad de noise drone -suspendida muy arriba de nuestras cabezas, felizmente.

Marzo del ‘24 es el mes previsto para la salida de Geografías Geométricas Vol. 3, a la par de un 8’’ en plan tributo a la artista estadounidense Maryanne Amacher. Hasta entonces, quienes no se sacien con los sísmicos zumbidos de ...Vol. 2 pueden hincarle el diente al aperitivo que supone Down In The Valley EP, breve artefacto con el que el también ex Espira da rienda suelta a su melómana pasión por interrogar otros horizontes estilísticos -concretamente, los que florecen a la sombra del dub.

El mencionado extended consta de dos surcos. El primero es una ácida versión -‘(CC Remix)’- del clásico de Ike & Tina “Proud Mary”, enterrada bajo innumerables telarañas de reverb ecodélico y dotada de una vaporizada eléctrica de ascendencia neopsicotrópica (me imagino que los ex esposos habrán sonreído cómplices al escucharla, donde quiera que estén). El segundo se asume ‘Alternative Dub’ de “N Dub”, originalmente empacado para Landing en toma mucho menos acelerada y tridimensional. Gracias a ambos, Down In The Valley EP se posiciona en un curso mucho más próximo al de Lass Dich Leiten 7’’, pese a que no se asimila completamente a éste.

Hacía buen rato que no audicionaba trabajos recientes de Wilder Gonzales Agreda. El último que degusté, Contracultura (No Al Arte Falso) (11/21), alcanzó a coronar una trilogía que también integraron Rojo (8/21) y Patrocinado Por El Gobierno (4/21). Dicha tríada desvirtuó mi hipótesis inicial -expuesta en la reseña de Patrocinado...- sobre una tetralogía editada durante el primer año y medio de la Pandemia. A la par, la mencionada terna consolidó su formato como la media que viene sosteniendo el experimentado músico/no-músico de Los Olivos por espacio de al menos 36 meses.

El problema no reside en la dificultad para seguir tan vigoroso paso editorial, sin embargo, sino en las ganas para hacerlo. ¿Por qué? Porque desde Terrorista! (‘19) y Real Music For Real People (‘20), comenzaba a ser notorio que Gonzales Agreda necesitaba mesurarse en cuanto a sus lanzamientos de hálito extendido. Descontando la excepción de Patrocinado Por El Gobierno, los últimos títulos del norconeño incluyen dos/tres composiciones logradas y mucho material que 1) necesita más tiempo para fermentar, o 2) se merece hacer efectiva la opción “vaciar la papelera de reciclaje”. Nueve discos en un trienio califica como desaforado despliegue de creatividad, algo que nada tendría de malo si al menos tres cuartas partes de cada uno de ellos fuesen aventajadas exploraciones sónicas más allá de las fronteras habituales -la conditio sine qua non a observar siempre por la música que se asume de avanzada.

Durante el ‘22, Wilder subió a Internet un trío de nuevas entregas: No Me Importa Lo Que Diga La Gente (abril), Volador (mayo) y Perdido (agosto). Ya que Contracultura... me había dejado completamente exánime (en el mal sentido del término), no las escuché, y por eso les concedo el beneficio de la duda. Entonces, a inicios de este ‘23 que ya se muere, oí en calidad de adelanto exclusivo lo nuevo del olivense. “Sirenas” me sonó insólitamente kraftwerkiano, como deslizándose entre el Computer World (1981) y el Electric Cafe (1986), sólo que abstrayendo las secuencias hasta hacerlas resonar en el Vacío. Un soplo de frescura que así y todo no me bastó para adentrarme en los vericuetos del CD estrenado hace ocho meses. Hasta ahora.

Anti Argolla Peruana podría catalogarse como un intento serio de reinvención. El puzzle de “Post Huayno”, que se adhiere al sonido vernacular de la zona central altoandina, acaba sugiriendo por-no-sé-qué-cortocircuitos-mentales conexiones con aquello susceptible de describirse como mutante “post free jazz digital”. Ciertamente una creación insular, si bien el resto del repertorio contiende por sortear todos los lugares comunes en que ha incurrido el otrora Fractal en años posteriores a Paraísos, Revoluciones Y Tú (‘17). Ahí figura “Rave En Mi Alma” y su paulatino engrosamiento IDM, tras un despegue estilizado y mistérico. También “Tenjira”, en la línea del intelligent techno clásico de inicios de los 90s, sesudo sin cruzar el puente hacia intrincamientos gratuitos y contenido a fin de evitar dar el salto a las músicas de aspiraciones pélvicas. Otro tanto podría asegurarse de “Quiero Ser Una Haba”, sólido ambient noise aislacionista que estimula los desarrollos sinápticos consagrados al ocio -los más delectables.

Como es claro, Gonzales Agreda no abandona la liza. Se mantiene en las mismas coordenadas estilísticas que fatiga desde hace decenios. Lo interesante es que se ha afanado en mover su flama a través de éstas, utilizando vectores que dibujan todo un proceso de convección. Hubiera logrado completarlo, dando paso así a una nueva reinvención, sino fuera porque el epílogo de Anti Argolla Peruana le lastra. Y sí, es verdad que “1994” y “En Este País Todo Es Mafia” no empañan la buena performance antes descrita, mas sí le impiden quedar redonda. Y una reinvención, como la de Lima Norte Metamúsica por ejemplo (‘14), no puede ser menos que perfecta.

Se suele confiar en que a cada gran luchador siempre le queda una última pelea dentro. AAP, probablemente el mejor disco del buen Wilder desde el ‘19, me cura del susto y hace que renazcan mis expectativas en que el man todavía tenga música/no-música valiosa que ofrecer como artista avant garde. Que ello suceda después de muchos años de vacas flacas, acaso en el balance sea puramente anecdótico. Pero de todas formas, alguien se lo tenía que decir.

Hákim de Merv

jueves, 10 de agosto de 2023

U.F.O. 1982: Cyber Noir EP // Búho Ermitaño: Implosiones

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 2 de agosto del 2023.)

Mala suerte la de U.F.O. 1982 al subir a BandCamp su puesta de largo el 22 de febrero del ‘20, pocos días antes de decretarse el inicio de la emergencia sanitaria en el Perú a consecuencia del COVID-19. Por ende, Fantasía pasó completamente desapercibida en medio de la crisis pandémica, que condenó a un olvido algo dilatado el esfuerzo de Janis Monja -principal y única fuerza motriz del proyecto- producido por Esteban Loayza.

Tres traslaciones terrestres después, U.F.O. 1982 lanza un extended play temático con todas sus pistas empalmadas. Cyber Noir EP se centra en la figura del T-800, el ominoso e implacable antagonista de Terminator (‘84), joya del cine B y uno de los mitos contemporáneos más destacados que surgiera de la cultura pop ochentera. La decisión no extraña, ya que desde un principio el alias de la peruana ha dejado en claro la devoción que le suscitan los sonidos electrónicos de los primeros 80s -concretamente la new wave y el synth pop, amén de la prole y cruces que ambas corrientes generasen hasta clausurarse el siglo pasado.

Cyber Noir EP luce más como una gran pieza de casi 18 minutos, antes que un conjunto de cuatro tracks. En gran medida, el tema central que signa Brad Fiedel para la banda sonora del aludido film es el motivo inspirador de esos canales, al punto que el “Intro” del extended es una especie de remodelación/rework de aquel, con parlamento sampleado de alguna(s) de las secuelas de la saga Terminator. Pegadizo synth pop de ciencia ficción y musculatura Hi-NRG que, en la práctica, no se diferencia del de “The Future Is Not Set” más que en la programación -mientras éste la tiene, “Intro” carece de aquella. Queda así la sensación de una fosca reelaboración entre futurista y dance, a partes iguales, de la composición original de Fiedel.

En “Tech Noir”, nombre de la discoteca en que Kyle Reese y el T-800 se enfrentan por primera vez, el equilibrio detallado se sostiene lo mismo que la secuencia rítmica. Sin embargo, los principales rasgos identitarios de la obra de Fiedel se han difuminado. Los arreglos vintage/retrofuturistas de robóticos sintetizadores y cristalinos teclados habrán nacido de su simiente, pero ellos ya no están. Tampoco la explosión Hi-NRG de la primera mitad. Para cuando “Skynet” empieza a sonar, bajándole simultáneamente la persiana al EP, Monja termina por sepultar todo vestigio del soundtrack de Terminator: del synth pop ochentero lleno de fulgor hasta grados chillones no sobrevive nada, pues la música se vuelve más reluctante al acercarse a la tradición del synth usamericano de los primeros 90s (tipo Faith Assembly, Seven Red Seven o Cosmicity).

U.F.O. 1982 se presentó el domingo 6 de agosto en el festival Underground Space, autodenominado “el primer evento de vaporwave peruano”. Pese a que ni en Fantasía ni en Cyber Noir EP he podido encontrar siquiera media nota de hard vapour o de future funk, debido a las inclaudicables reminiscencias en la producción del acto se comprenden las razones para haberle programado junto a otros seudónimos que sí califican como vaporwave -Lost Traveller ロスト, Babefake, Blurred Hologram, S O A R E R.

Las historias de todos los circuitos que conforman directa o indirectamente el mosaico de nuestra escena independiente nacional están atestadas de casos en los que tal o cual grupo no logró superar el reto del segundo álbum, tras agotarse el entusiasmo inicial y sobre todo si su estreno fue tan bueno que acabó convirtiéndose en sambenito y obstáculo. Hasta hace unos meses, a este limbo parecía pertenecer la banda Búho Ermitaño, que en el ‘14 debutase con un LP magnífico como Horizonte, a seis años de haberse fundado.

De todas formas, pausas de casi una década suelen ser aquí sinónimos de expiración definitiva. Hasta que se van al tacho, claro. No es ésa la única singularidad que distingue a BE. Cuentan a su favor una existencia que jamás se ha visto interrumpida y la permanencia de los seis individuos que firmasen Horizonte. Estas circunstancias, no obstante, son relegadas a riguroso segundo plano cuando aparece un nuevo documento sonoro a considerar. Y vaya que si el Tiempo no ha transcurrido ni para los capitalinos ni para el novísimo Implosiones.

Editado por Buh Records, el vinilo es mucho más corto que el mazazo de hace nueve calendarios. Pese a ello, la media de sus siete surcos sigue siendo muy elevada, como toca a una alineación que se desliza entre/impregna de todos los subgéneros lisérgicos de vieja escuela -así como de sus coetáneos más próximos, y aún de sus más aplicados descendientes. En la senda de lo mostrado por Horizonte, las nuevas creaciones de Búho Ermitaño se alimentan del espíritu del prog, del delirio del space, de la contundencia del hard, de la turbia viscosidad del heavy, del arrebato del blues, del pasotismo de la psicodelia, del jammeo intuitivo del kraut, del groove tribal de fusión enraizadamente jazzera...

Poco es, entonces, lo que ha cambiado la receta del sexteto en cuanto a ingredientes. Acaso sea el folk el único de éstos del que se ha prescindido. Felizmente, no es correcto utilizar ese adverbio calificativo para describir el aliento que sopla en este puñado de seis instrumentales y un solitario número cantado. Tampoco, para referir la soltura con que ahora los músicos fisionan influencias. O su remarcable desenvolvimiento instrumental, que ha ganado durante todo este tiempo sin editar cotas verdaderamente fabulosas -de inequívoca superioridad a las del primer esfuerzo. Todo esto ha sido posible gracias al disciplinado vigor que ahora ejercen tanto individual como colectivamente: si antes se les podía reclamar a los limeños un poco más de “descontrol”, hoy es evidente que no sólo pueden hacerlo cuando quieran, sino que es consciente decisión propia no abusar de esa coartada.

Así entiendo el milimétrico kraut ácido a lo Guru Guru de “Herbie”, los místicamente laxos efluvios cósmico-uterinos de “Ingravita” y el breve “Preludio”, el ascendente punche ácido de “Explosiones”, las piruetas prog-jazz pro-Birth Control de “Buarabino”, la irrupción de acervos sonoros de la zona altoandina presentes en “Renacer”... También, por supuesto, el indómito crescendo psicodeliblues de orientación space que comporta “Entre Los Cerros” -probablemente, lo más impetuoso/achorado/¿feérico? que han publicado a la fecha Juan Camba (batería, flauta), los hermanos Leo (bajo, guitarra, sintetizadores, theremin) y Diego Pando (bajo, guitarra, voz), Irving Fuentes (charango, bajo, la talk box), Ale Borea (percusión, loops, efectos) y Franz Núñez (guitarra, flauta, sintetizador, bajo). Otra jornada perucha de este 2023 que logra puntaje perfecto -y duro competidor fijo en los recuentos de fin de año.

Hákim de Merv

jueves, 29 de junio de 2023

Arian: Stranger Than Fiction // Chino Burga: Geografías Geométricas Vol. 1

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 21 de junio del 2023.)

No he obtenido mayores señas de Arian, solista que ha saltado a la cancha hace poco más de dos meses. Ignoro si es ése su alias artístico o si su nombre civil. La cuenta de Instagram que se consigna como referencia ha caducado, y desconozco si el músico posee cuentas en Facebook o en Twitter. Así que, descontando su nacionalidad peruano-usamericana, no manejo otras pistas personales. Me centro, por ende, en el reciente estreno.

Ateniéndome a un punto de vista formal, Stranger Than Fiction es un fruto abundante en estos tiempos -el registro se queda a medio camino entre el EP y el mini-álbum, aunque hay más argumentos para posicionarlo dentro de esta última categoría. Presumiblemente realizada en Estados Unidos, la producción de la placa es notable, pues confiere al debut una enorme potencia adicional, además de magnificar esa espacialidad que mana de sus ocho composiciones.

Respecto del esférico, es viable trazarle cierto paralelismo con lo que hizo tres años atrás la norconeña Dafne Castañeda en su alucinado y primerísimo Posguerra. Avalan esta comparación no sólo la brevedad de ambos trabajos, sino la coartada de trasladar la técnica del glitch -recurso fundamentado en el Error, nacido en los vericuetos del avant garde más escarpado durante los 90s- a coordenadas estilísticas millas distantes de la experimentación. La única diferencia en relación a Castañeda es que ella escogió moverse dentro de los límites del trip hop, mientras que Arian ha elegido los del rhythm’n’blues y del soul. Éste es, desde mi perspectiva, el principal hándicap que lastra el mini-LP.

Aunque pueda sonar levemente racista, en mi opinión, salvo muy contadas excepciones (la más notoria de ellas es la de la difunta Amy Winehouse), el r’n’b y el soul no-negros suenan a impostación, a copia lamentable, a plástico, a facsímil insustancial. Empezando por el desabrido de Michael Bolton y el insulso de Kenny G, y terminando por esos ídolos de barro que vende el mainstream -Christina Aguilera, J-Lo, Meghan Trainor, Dua Lipa, siguen nombres... La voz de Arian carece de autodominio, no tiene sobriedad, y eso hace que caiga constantemente en disfuerzos similares a los espetados por los antes aludidos. Cuando no es el caso, la performance que despliega es decente y punto.

Stranger Than Fiction está íntegramente elaborado bajo estándares electrónicos en el formato del medio tiempo. Por suerte, lo último no se traduce en un producto completamente pasteurizado. A veces, es el hip hop el que toma el control de las bases, como en “Sour”. A veces, Arian prefiere el ludismo al lucimiento, caso “Luckycharms” y “Odetous”. A veces, el individualista se permite explorar -tímidamente, eso sí- el arte del sampleo, como el murmullo del agua entre “Odetous” y “Theendfornow”. Sin ser perfectos, el antedicho track y “Trip” enfatizan las direcciones en las que creo debe profundizarse de cara al futuro. El chico tiene groove, vamos. Lo animo a que persista: este STF puede haber fallado a mis oídos, pero es pronto para tirar la toalla.

Estupenda portada.

Haciendo un paréntesis en el normal discurrir de su discografía, Miguel Ángel Burga subió a fines de septiembre del ‘22 en su cuenta BandCamp un single virtual homenajeando a una artista que hoy es recordada más por su participación en el histórico debut absoluto de The Velvet Underground que por su obra firmada a título personal -Nico. Desde la carátula (fotograma del film experimental galo La Cicatrice Intérieure, para el que la nacida Christa Päffgen actúa y compone el soundtrack) y el bautizo que recibe (parte de la lírica de “König”), Lass Dich Leiten 7’’ declara sus intenciones de rendir tributo a la seminal cantante germana. Lo curioso, y de ahí la necesidad de hablar de un paréntesis, es que Burga parece haberse contraído sobre sí mismo para modelar sendas relecturas (“The Falconer” y la ya mencionada “König”) atravesándolas con todos los géneros que el peruano ha practicado alguna vez -exceptuando el stoner y el noise rock/shoegazing. Revestidas de una solemnidad reluctante, cavernosa, casi espectral; en las minimalistas reinterpretaciones se dejan escuchar ecos de la psicodelia primordial, de la kosmische musik, del space rock, del ambient, del post rock de tintes sublunares, de la drone music de nuestros días.

Sintomáticamente, el procedimiento es el mismo para Geografías Geométricas Vol. 1, eyectado usufructuando los bytes de la alemana Midira Records a comienzos de abril último. Se puede hablar, en efecto, de una metafísica idéntica; con la discrepancia de tener este volumen, primero de tres anunciados, un norte estético específico y preponderante -el de la iteración drónica. Dos largas suites divididas en dos partes (“El Ascenso I”, “El Ascenso II”, “La Ascensión I”, “La Ascensión II”), que en esencia bien pueden ensamblarse en un único tema de proporciones titanescas. De ahí la impresión de fades in y out algo arbitrarios, porque la música dispuesta aquí no parece haber tenido nacimiento ni llegar en el futuro a cesar.

Pese a que la repetitividad es la norma en GGV. 1, la percepción que genera se condice con muchas de las teorías maximalistas puestas en ejecución por Peter Kember. Cada vez que he decidido recorrer el disco, he experimentado sensaciones similares a la que describiera Eno cuando afrontó el episodio post-accidente vehicular que le inspiró para inventar el ambient. Sin ruidos externos que me interrumpiesen, era como si la rodaja abriera sus fauces para engullirme, mientras que el desaforado torrente circular de resonancias sísmicas iba creando el uniforme paisaje tectónico sobre el que avanzaba. Uniforme, y sin embargo de vez en cuando alguna vibración volcánica hacía vacilar las magnitudes ilimitadas/dimensiones colosales de ese paisajismo en serie del que se nutre el drone. Tal y como los icebergs que visionaba el genial ex Roxy Music, surgiendo en medio de un continuum de ruido ambiental -cláxones y sonidos de otros ingenios humanos, voces, trinos, el rugido ocasional del aire, el canto acuoso...

Hace ya un tiempo que Burga se ha retirado a vivir en el corazón del Valle Sagrado, en Cuzco. Es posible que su larga estadía en medio de la naturaleza, rodeado de cumbres y de gargantas, del verdor por el que suspiramos en las ciudades y del constante rumor cristalino del agua, de espíritus de raigambre contrastante y de multitud de otras formas de vida; depurase las ideas que hicieron al fin combustión en este viaje. Lo que me queda claro es que eso es sólo la mitad del ticket. El otro 50% es cosecha del alma de Miguel Ángel -de las convulsas connotaciones telúricas de su proceso creativo, de la disciplinada contención introspectiva que ahora observa, de los febriles espirales horizontales con que acompaña la mecánica celeste que gobierna la Tierra en su incesante viaje siguiendo al Sol.

Hákim de Merv

jueves, 22 de junio de 2023

Juan Pablo Cacciuttolo: Puestos Varios // Vago Sagrado: Mundo Tal

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 14 de junio del 2023.)

A propósito de Los 5000, empecé a indagar acerca de la vida y obra de Juan Pablo Cacciuttolo, empresa en la que todavía ando metido. No existe, desafortunadamente, un site en Internet donde puedas encontrar sus principales señas; de modo que empaparse de su música ha sido una elusiva búsqueda del tesoro. Lo poco que existe disponible corona al chileno como uno de los principales referentes de la escena independiente mapocha posterior al cambio de siglo, con un puñado de producciones y colaboraciones de lo más dispersas. Allí está su participación electro-analógica teñida de dub para Los Retoños (‘19), segundo largo de Las Mairinas, grupo paralelo de Walter Roblero (Congelador). También, la alianza con su tocayo de apellido Abalo, concretada en una hermosa jornada ambient de nombre Quietud (‘21). Y una placa que roza la categoría de capital para las subescenas sureñas que miran constantemente hacia el horizonte -La Yesera (‘18).

El año pasado, Cacciuttolo se portó con un esférico armado de temas compuestos entre el ‘20 y el ‘22. Desde el título escogido, Puestos Varios es muy revelador de las distintas facetas que cultiva el santiaguino como músico experimental, bien a través de sus colaboraciones, bien en plan solista. En esa dirección, no es descabellado asignarle sitial de descendiente en la estirpe de un Jim O’Rourke o de un Mark Clifford. En efecto, tan pronto Juan Pablo se deja arrullar por el ensueño electrónico de los primeros 90s, como se arroja a los brazos del intelligent techno de rostro más arisco. En medio de estos dominio y rango, el individualista no cesa de explorar las gradaciones y cortocircuitos que la alquimia de su talento le permite.

Austeridad timbral y riqueza percusiva no tienen por qué moverse utilizando senderos divergentes. Ello es algo que demuestran las seis pistas de Puestos Varios, cuatro de ellas registradas de una sola toma. Modificando artefactos y gadgets varios, sometiendo las sonoridades resultantes a tratamientos escherianos y manipulaciones hipnóticas, el autor se adentra -iluminado por espíritu asaz libertario- en las espesuras de un ambient a punto de mutar hacia el IDM sincopado y lacónico de Locust o de ese híbrido maravilloso que fue alguna vez Seefeel, cumplimentando el trasvase respectivo a medida que va afianzándose/intensificándose. “Infracrítica” y sobre todo “Tiempos Modernos” son evidencia palmaria de esa sostenida metamorfosis.

Por otro lado, piezas como “Tralkán” y “Mam” son ejemplos de música hosca, a un paso de transfigurarse en ruido digital -pura texturología con opción al sampleo, caso el gorjear de aves en “Mam”. Ya sea en corto (“Tralkán”) o en largo (“Mam”), Cacciuttolo genera motivos sencillos que loopea con el fin de ganar volumen y masa para sus instrumentales. Curiosamente dos de ellos, los finales “Desnudar La Espera” y “Enfilaciones”, devienen en pruebas irrefutables de sus exploraciones intuitivas -o cómo el tech-house se transforma naturalmente en ambient-techno, pródigo y más suelto/desencorsetado que el de sus pares, supeditando las guitarras a procesos de filtración empleando el software, sugiriendo viñetas de dream pop e induciendo a través suyo imágenes oníricas de mundos más allá de todo lo conjeturable.

Un seco, Juan Pablo.

Ha transcurrido algún tiempo desde la última oportunidad en que me senté a escribir sobre Vago Sagrado, ese combo de gallos debutantes que teloneó a Yajaira la noche en que el buque insignia del stoner chileno festejó dos décadas de vida (’16), en El Bar De René. Cuatro años, en los que han pasado algunas cosas relevantes para el devenir de la banda -como que la medida bienal entre álbum y álbum de sus tres primeras entregas quedó en offside sin afectar el promedio editorial (cinco en dos lustros), o que VS resignó su condición de power trio para convertirse en cuarteto, sin renunciar a aquello de power.

El cambio más notorio, sin embargo, se da en las esferas por las que ahora su música deambula. Podría afirmarse que esta conversión cobra impulso con Made Out Of Sound, su referencia del año pasado, si no fuera porque el propio grupo señala que los temas del nuevo disco provienen de una vespertina sesión de improvisación abierta registrada en el ‘20, durante los meses más duros de la pandemia. Detalle harto relevante es el circunscrito a los participantes de la sesión, que ya entonces eran cuatro, considerando que Made Out Of Sound todavía se acredita al trío de siempre -Nick Vayolence (batería), Alberto Parra y Carlos González Lihn (ambos dupleteando en guitarra y voz). Made Out... queda, así, como un trabajo concebido todavía más atrás; pero que necesitó mayor cantidad de tiempo para alcanzar su forma definitiva antes de hacerse público.

La constante tersura enteogénica, el indeclinable vigor, el aura de una experiencia religiosa; son rasgos que siempre han identificado a Vago Sagrado. También están presentes en Mundo Tal, ahora con Ricardo Guzmán sombreando el terciopelo desde un bajo de sutil distorsión gravitatoria, pero la evolución que iniciase Vol. III (‘19) y que continuase con Made Out... ha transformado el talante de los capitalinos. De momento, al menos.

No existen ya los niveles de tóxica densidad que en un principio hicieron pasto del grupo, como tampoco los rangos de lúcida iteración que le acercaban a géneros como el stoner o el post punk de ribetes lisérgicos. Sí sobrevive, en cambio, cierto matiz dionisíaco; como en “Entre Sombras” (relectura de “Deep Into The Shadows, inserto en el CD anterior) o en algunos pasajes de los diecinueve minutazos de “Ahora, Siempre”. La regla, no obstante, es la que ya prefiguraba Vol. III: un sonido volátil, apolíneo, de tempos atemperados y una guitarra que sobrevuela incesante sin acometer, encabritarse o echarse clavados -cómo ocurría de continuo antaño.

Cuando se inició esta transustanciación, auguré que los cambios tenían toda la pinta de ser para mejor. Cuatro años después, los efluvios siderales que acoge en cantidades masivas Mundo Tal confirman que estaba en lo correcto. Con todo, he sentido un poquito de nostalgia respecto del antiguo output de Vago Sagrado. Pese a haber disfrutado, y mucho, de esta fantástica demostración de música rock de riffs neblinosos; me ha sido imposible dejar de extrañar la catártica borrachera de desprolijo heavy psych que ponía de cabeza el cariz psicotrópico de sus temas. En la senda del desarrollo se quedan cosas que los/as fans extrañamos, pero que para el artista o grupo forman parte ya del pasado. De todas maneras un LP muy recomendable, próximo a ser editado en físico por Volante Discos y la serenense Templo Sagital.

Hákim de Merv

jueves, 24 de noviembre de 2022

Matus: Espejismos II // Polvos Azules: Ciudadana Inseguridad

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 16 de noviembre del 2022.)

En múltiples ocasiones, he dejado sentada mi escasa afinidad con los estilos de genética metalera. Hay bandas, por supuesto, de las que soy devoto; como Pantera, Megadeth, Anthrax o Slayer. No muchas más, sin embargo -pueden contabilizarse con los dedos de que dispone un ser humano común y corriente. Aquello que de valioso ha aportado el metal al vocabulario pop contemporáneo, lo encuentro más que nada en los crossovers que ha coprotagonizado. Tres ejemplos, de entre muchos otros: el post metal (llamado también meta-metal, asociado a la decoración drone), el metal industrial (preñado de EBM y/o techno) y el black metal de escuela nórdica (injertado con ambient).

Si la agrupación peruana Matus se halla cerca de la estética del crossover, no lo está por aproximarse vía alguna de las mixturas citadas. Echa mano del principal antecesor del metal, el hard rock, y de la primigenia encarnación metalera, el heavy; así como del space rock y hasta de la añeja psicodelia de entredécada (60s-70s). Curiosamente, de esos mismos componentes se nutre el stoner rock, pero el sonido Matus no lo abraza -a lo más, califica como proto stoner.

Matus, por cierto, no es un nombre nuevo. Aunque lo parezca a ojos y oídos de audiencias masivas obturadas por la hedionda papilla a-cultural que les embute por todos lados/a todas horas la mass media, y que les convierte en impermeables a cualquier manifestación artística que pretende ir más allá de sus culiestrechos esquematismos. El grupo se condensa a fines del ‘05, por iniciativa del baterista Joaquín Cuadra y del guitarrista Richard Nossar. Es éste último un histórico de la movida nacional, cabeza visible del holocausto grindcore que asoló estas tierras entre fines de los 80s y principios de los 90s, a través de las recordadas entidades Descarga Nociva y Atrofia Cerebral. Tras una temporada en los Espirales de Fernando “Cachorro” Vial, Nossar se dedica a la producción, a la fotografía y a la escritura; antes de la nucleación del trío original, que completa el también guitarrista Manuel Garfias (ocupándose Nossar del bajo).

Cuatro LPs, un extended play -Intronauta, ‘17- susceptible de ser sindicado como la cruza entre Quicksilver Messenger Service y Led Zeppelin, dos sencillos virtuales, dos splits de 7’’ (con los alemanes Angel Of Damnation y con los resurrectos coterráneos de Óxido). Suficiente de dónde escoger -en material y en años, estos últimos ya próximos a sumar 20- para urdir más de una muestra recopilatoria que haga las veces de introducción a la obra del combo. Tal cual su contraparte del ‘14 (Espejismos), el nuevo panorámico cumple una triple función: antologar parte del repertorio difundido en los álbums, ofrecer versiones alternativas de esa selección, y añadir algún/algunos inédito(s). Preparado y lanzado en julio del ‘21 en el ciberespacio, realizada su versión física en este 2022 que ya se va (coproducida por los sellos independientes patrios Espíritus Inmundos y Catrina Records), en todas esas instancias obtiene Espejismos II nota azul.

Rejuvenecido/revigorizado blues rock de semblante severo/adusto/grave. Stoneados riffs báquicos de extáticas guitarras atmosféricas. Un bajo de marcha impertérrita que, persiguiendo la marca metronómica perfecta, luce convulso rostro de head-hunter. El pesado bateo ritualista de un ponedor en trance psicodélico. Las oscuras letanías que recitan la voces, impregnadas de auténtico paganismo que mucho después caricaturizaron encarnaciones metal tipo Mago De Oz y calaña similar. Son éstas las principales virtudes de Matus, desplegadas en canciones como “Polaris”, “Los Ojos De Vermargar” (del epónimo debut, cuando todavía esta gente firmaba como Don Juan Matus), “Umbral/Niebla De Neón”, “Hada Morgana” (de Claroscuro, ‘15), “Misquamacus”, “Canción Para Nuada”, “Desierto Rojo/A 10 Grados Del Cenit”, “Adiós Afallenau” (todas ellas del maravilloso Visiones Paganas, ‘08) o “Summerland” (única pieza recuperada de Más Allá Del Sol Poniente, ‘10). Los místicos ecos surrealterroríficos de Black Sabbath, de Pink Floyd, de Hawkwind; crecen como enredaderas alrededor de sintagmas auditivos e influencias que denotan un gusto educado en el cine y la televisión de épico horror B: Jacob’s Ladder (inspira la letra que resuena en la primera parte de “Umbrales...”), The Wicker Man (“Adiós Afallenau”, visiblemente “Canción Para Nuada”), el episodio “Bloodbath” de la segunda temporada de la serie Starsky And Hutch (“Polaris” y la inédita “Rocky Black”, a contar entre lo más grumoso/inhóspito que haya elaborado el conjunto)...

De las 10 tomas publicadas en Espejismos II, la mitad ofrece una nueva mezcla con la pista de la batería sustituida. Si a ello le agregamos la incorporación del theremin en dos cortes, puedes darte una idea de lo sinuoso que ha sido el camino para Matus: de terna a cuarteto, y luego a quinteto, recién estable tras la salida de Alfonso Vargas (Liquidarlo Celuloide) y su reemplazo por el hijo homónimo de otro histórico de la escena perucha, el maestro Walo Carrillo (Los Holy’s, Telegraph Avenue, Tarkus, Tlön). Actualmente, Matus son Nossar (bajo, chequea su desempeño en TRIBU), Véronique Miró Quesada a.k.a. Veronik (voz, flauta, theremin), Garfias (guitarra), Alex Rojas (voz) y Carrillo (batería). Con dos generosos compendios a cuestas, ya es cosa tuya si sigues chantándoles la cuestionable distinción de no ser profetas en la propia tierra.

En el ‘17, me abstuve deliberadamente de comentar el tercer round en que se trabase Polvos Azules. Había quedado gratísimamente impresionado por el sobresaliente ambient pop de sus dos primeros esfuerzos, Instrumentales (2010) y Acuática (2012), así que el cambio implementado en Movimientos no me convenció. Eventualmente aparecerían tanto el 7’’ “Ultrapop”/“Busca Abajo” (2018) como “Épica” (colaboración para el 4 EP, ‘20), que parecían presagiar un regreso a la dialéctica enarbolada por el unipersonal de Giancarlo Samamé durante su primera etapa, pero no llegó a saberse más del alias sino hasta septiembre de este año.

Audicionado Ciudadana Inseguridad, queda claro que esos canales de adelanto sólo fueron ilusorios cantos de sirena. No porque el nuevo largo sea calco o prolongación de su predecesor, sino porque entresaca un derrotero equidistante de éste y de las dos primeras rodajas. De Movimientos, escoge la vocación por experimentar con los textos: armados con la técnica burroughsiana del cut-and-paste a partir de decenas de fuentes, éstos son expelidos de la mano de una cuando menos incómoda verborrea. Dependiendo del lugar que ocupen en el track list, la voz de Samamé es sometida a diferente tratamiento -procesada/desfigurada en el primer sector (“Grabaciones A Ciegas”, “Ensayo De Dictadura”, “Con Mi Cerebro De Cera Derretido Por Tus Años”), infestada de lo fi en el segundo (“Lunático”, “Melibea Al Azar”, “Mierda!”), inmaculada en “Río Rímac” (sorprendente composición inficionada de cadencia 50/50 rasta y hip hop).

De Acuática e Instrumentales, el acto reutiliza el ambient pop la mayor parte del tiempo sólo como carcasa, como un armazón exterior. Un exoesqueleto que casi siempre cobra vida sujecionado a la voluntad del ocupante interno. Contadas son las oportunidades en que Polvos Azules vuelve por completo al sonido que le distinguiese antaño, como en el tercer sector de Ciudadana Inseguridad: “Naturaleza Humana”, el breve instrumental minimalista “Inundación”, el excelente número “Interludio” (incordiado por el insistente sampleo de una risa sardónica y un coro responsorial), incluso el electro-pop jazzeado de “Yo Visité Ganímedes” (que recicla parte de la entrevista en un medio español a Sixto Paz Wells -cómo ha dejado huella este tipo en algunos estratos de la escena independiente, cf. “Ganímedes” de Manganzoides y “En Chilca Quieren A Sixto Paz” de Eléctrica De Lima”).

El cuarto sector del esférico se superpone al tercero. Lo engloba, de hecho. Tras “Río Rímac”, el músico victoriano guarda estricto silencio. Cualquier rastro de voz que se deja oír es producto del sampleo o del muestreo. Samamé elige enfocarse de lleno en el aspecto instrumental de Polvos Azules -algo sobre todo notorio de “Fulanos” en adelante, que de paso pone en primer plano el carácter fragmentario del opus. Para las catorce paradas que tiene, Ciudadana Inseguridad apenas pasa de la media hora: ocho de ellas no llegan a los dos minutos de duración, y de éstas, tres ni siquiera superan la barrera de los 60 segundos. Ello se condice con lo que el propio autor menciona en BandCamp a propósito del lanzamiento.

Pensé con Movimientos que no era éste el mejor camino para el proyecto. A lo largo de los años, y a través de diversas instancias -Polvos Azules, El Paso, Gelatina Magma, las sustanciosas compilaciones orquestadas en Dorog Records-, Samamé se ha adentrado en el formato pop con exquisito criterio. Con esto, no quiero decir que el devenir que confirma CI le sea adverso a PA. Mucho menos, que sea éste un paso en falso/hacia atrás. Sólo que, después de escudriñarlo varias veces, sigo pensando que no es ésta la mejor forma de explotar las habilidades con las que Giancarlo ha sido favorecido por Natura.

Hákim de Merv

jueves, 11 de agosto de 2022

Chino Burga: Aero / Ouro // Resplandor: Tristeza

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 3 de agosto del 2022.)

Cotejando información para las presentes líneas, caigo recién en la cuenta de que, entre mayo del ‘21 y mayo del ‘22, se ha diluido un año íntegro sin haber recibido nuevas de un opus de Miguel Ángel Burga. El primer año en mutis casi perfecto del ¿ex? 3AM, después de mucho tiempo. Y digo “casi” porque sí existe referencia que le malogra parcialmente el récord, sólo que ésta no califica como aventura en solitario -estoy hablando de Panamerican Sonic Prayers, split entre el dueto canadiense Anunnaki y nuestro inquieto connacional. Si bien el vinilo es puesto a la venta el pasado 22 de mayo por la georgiana Echodelick Records, Miguel Ángel cuelga su parte del 50/50 horas antes de la última navidad.

Doce meses -y algunos días- han transcurrido entonces tras el recomendable Invokaciones. Una vuelta alrededor del Sol, hasta que el material de que se compone Aero / Ouro se hiciera público, añadiendo así un peldaño más en la ascendiente del experimentado músico. La disposición de la placa estrenada me hace pensar en Letanías (2020). El contenido, por otra parte, difiere no pocos grados.

Sí. Porque pese a tratarse de dos laaaaaaargos temas, que ocuparían sendas caras de un LP, éste es otro Burga. Sin calibraciones ni escalas específicas, el frontman de Culto Al Qondor se prodiga en el uso de loops, de recursos drónicos, de ornamentaciones tejidas a partir del Eco. Estilísticamente hablando, se podría decir que el limeño prefiere situarse ahora equidistante entre el ambient cuya principal fuente de combustión es el drone, la kosmische musik y el post rock. La diferencia estriba en que MAB encara su quehacer sonoro con muchas más seriedad y disciplina que antes, utilizándole como reconcentrado medio abstracto de expresión artística. A despecho de la austeridad reinante en su interior, el álbum consigue transmitir la misma energía emotiva que destilan las influencias que le presiden. Tanto “Ouro” como “Aero” ofrecen abundantes pruebas de ello.

Los fade-in y fade-out en las pistas, no obstante, para nada son gratuitos o arbitrarios. Cada una de ellas tiene su propia personalidad. Y si “Aero” es el viaje interestelar, prescindiendo de cualquier viso de andamiaje rítmico, conteniendo sin sobresaltos las eventuales ¿explosiones? decibélicas de la eléctrica empuñada por el guitarrista principal de La Ira De Dios; “Ouro” es el tour a través de guarderías de estrellas -las pulsaciones cósmicas, que al promediar el track asumen el rol de oleajes galácticos, mecen con pudor y cada tanto al viajero/escucha, sosegando su espíritu e invitándole a resignar la propia personalidad para fundirse con el entorno/el ideario/la alucinación que le circunda.

Distintos y a la vez parecidos, los números que bajo nuevo rótulo ha estrenado Burga este 2022. El mismo Burga de siempre y a la vez uno sutilmente nuevo. “The devil is in the details”, como se suele decir en lengua inglesa.

Parando mientes sobre la edición cassette de Sol De Hiel, extended play con que debutó un día de 1998, y retrocediendo un par de años más conforme al testimonio de amigos y terceros; sin mucha alharaca se halla Resplandor rumbo a las tres décadas de existencia. Considerable lapso de tiempo que no se ha visto adecuadamente reflejado en su producción discográfica: en efecto, la etapa más fructífera del combo se da entre la salida del antedicho EP y la irrupción de Ámbar (2002), siendo su siguiente paso lanzado en  el  ’08 (Pleamar).  Desde entonces, sólo  se  supo  del proyecto de Antonio Zelada a través de contadas presentaciones -las más de ellas teloneando a las bandas extranjeras que traía Automatic Entertainment al Perú (así como abriendo junto a Kinder el concierto para The Cure en Lima, aunque aquella vez se le anunciase como Stereonoiz).

Median pues 14 años entre el ya lejano Pleamar, reeditado en vinilo hace un lustro por Saint Marie Records, y la nueva entrega del grupo -de formación abierta: Zelada, Tatiana Balaburkina, Darko Saric, Naama Bengtsson, Joeri Gydé, Christopher Farfán, Henry Gates, Arianna Hume...-. Precedida de los singles digitales “Bocanada”, “Sensitive”/“Until She Comes” y “Adore (Robin Guthrie Mix)”; todos subidos durante el ’20, Tristeza trae de vuelta a unos Resplandor sumergidos en el mismo dilema en que les mostrase su episodio anterior. Sumergidos, que no es lo mismo que decir empantanados. Me explico. La naturaleza primordial del acto es y-sospecho-que-siempre-será la del shoegazing, aserción evidente para quienes han escuchado los esfuerzos de su primera época. Y aunque Ámbar todavía mostraba un fuerte enraizamiento en el baggy, también exhibía algunas señales de pretender evolucionar más allá del género (“Desolación”), sin por eso abandonarle. Con los lustros, la hesitación nunca absuelta por Zelada -único miembro original de Resplandor, hoy establecido en Holanda- se ha convertido en su principal rasgo identitario, para bien y para mal.

“Ser un autor purista es lo más difícil”, escribía el intelectual Sebastián Pimentel a fines de los 90s. Se refería al aluvión de fusiones/mixturas que se venía con el cambio de milenio, como también a la fidelidad principista que debe arriesgarse al abrazar un modelo o ideal estético. Un cuarto de siglo después, y mucho más que riesgos, todo purismo comporta desafíos y retos. Enormes. No creo que actualmente sobrevivan puristas absolutos, pero sí creadores/as guarecidos/as bajo normas que han tomado de una o dos fuentes, observadas inflexiblemente.

Ése es el caso de Resplandor. En un sentido similar al del postpunkgaze de escuela danesa (Catch The Breeze, Me & Munich), la agrupación enhebra la vivacidad de los colores festivos que pueblan ahora su catálogo timbral con la sobria base rítmica de un bajo herencia del vetusto post punk ‘77-‘84. Bastante menos abstracta que su contraparte en el mástil de cuatro cuerdas, la batería también aprehende las enseñanzas de esas eras, sólo que traduciendo los pulsos con una ductibilidad de la que antes Resplandor carecía. El grueso del repertorio de Tristeza está formado por canciones ágiles (“Rêverie”, “Blue”), no doblegadas por la adustez ni del shoegazing más bala, ni del post punk más ensimismado. Cuando tienen que desacelerar para cambiar el tempo, las baquetas no se hacen el menor problema (la excelente “Feel”, el corte epónimo del disco). Y si es imperioso entregarle la hegemonía al Ruido hasta que la medición de los armónicos se salga de las gráficas, como en “Océano”, “Adore” y “Silencio”; pues se hace sin chistar.

Hay en Tristeza una persistente evocación al Disintegration de The Cure. ¿Inconsciente? ¿Voluntaria? Sería interesante convertir esa interrogante en una certeza. Como me encuentro falto de ella, lo asumo un side-effect producto de buscar el equilibrio en la ecuación que vertebra el plástico. Otras prominencias sónicas, como la coda de travestido bliss pop hacia la declinación de “Feel”, parecen darme la razón. Así se mantiene en la brega Resplandor. Sumergido en un dilema permanente, pero intacto, escudado en una impenetrable pared de melódicas guitarras ahogadas en feedback.

Hákim de Merv