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jueves, 22 de septiembre de 2022

Belle And Sebastian: A Bit Of Previous // Catch The Breeze: Into The Wide

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 14 de septiembre del 2022.)

Belle And Sebastian fue uno de esos rarísimos y postreros milagros de la centuria anterior, que hizo renacer las esperanzas de muchos/as en el pop melódico independiente. Confeccionada con extrema simplicidad y camionadas de emoción desbordante, su música se valía por sí misma para enamorar los corazones de millones de oyentes en todo el mundo -sin campañas publicitarias ni estrategias de tipo alguno. Al entonces octeto escocés le bastó transmutar su devoción por el folk británico de los 60s y por estetas de la talla de Lawrence Hayward (Felt) para lograr incluso más que eso -embeber a sus composiciones de una fragancia atemporal. Completado el traspaso desde la indie Jeepster hacia la mítica Rough Trade a mediados del ‘02, la lozanía tanto de los álbums viejos como de los nuevos pertenecientes a ese período se ha mantenido hasta hoy.

Venga del underground o del mainstream, el problema es que difícilmente el pop melódico puede mantener vigencia conservando inmaculada su naturaleza. Por mucha magia que tengan BAS o cualquier otro grupo, si la sencillez se enterca incólume, acaba convirtiéndose en un lugar de lo más común, cuando no en un sonsonete. Ejemplo de lo primero es un nombre como La Buena Vida. De lo segundo, todo el escuadrón tontipop español de entresiglos. De modo que comentarios y reseñas ya manejaban un acento bastante menos apasionado dirigido a estos súbditos de la corona inglesa para cuando sale The Life Pursuit (2006). No es que, en lo sucesivo, Stuart Murdoch y collera hayan caído por un despeñadero. Discos posteriores como Write About Love (2010), Girls In Peacetime Want To Dance (2015) o What To Look For In Summer (2020), los dos últimos ya en Matador; se han elaborado adecuadamente, y son aún bonitos de escuchar. Pero andan lejos de las armonías magistrales con que orláronse sus mejores entregas.

Tras 26 años en la ruta, a punto de cumplir dos décadas su última obra remarcable (Dear Catastrophe Waitress, 2003), era predecible que lo nuevo de los dirigidos por Murdoch recorriera el mismo camino de sus predecesores inmediatos. A la venta desde mayo pasado, A Bit Of Previous es el clásico esfuerzo post The Life... en que Belle And Sebastian pone en juego la franqueza de su límpido estilo casi naif, accediendo rara vez a incorporar algunos ingredientes ajenos a su retórica. Aquí podría mencionarse a “Deathbed Of My Dreams” y sus matices crepusculares a lo Mojave (desierto) 3 (banda), o a la pegadizamente bailable “Prophets On Hold” (en la onda de “Perfect Couples”, su hit de Girls In Peacetime...).

La norma es el sonido llano y emotivo, sin embargo. Temas como “Working Boy In New York City”, “If They're Shooting At You”, “Come On Home”, “Young And Stupid” o “Reclaim The Night”; entre otros más, han incubado y llegado a su forma definitiva a través de la artesanía habitual en estos ‘highlanders’ -melancólica y agradable, evocadora y geórgica. Sea imprimiéndole una inusual fuerza rockera (“Talk To Me Talk To Me”), sentándole al piano (“Sea Of Sorrow”, nada que ver con el homónimo track de Alice In Chains), o insuflándole una expansiva vitalidad (“Unnecesary Drama”); ese pop melódico que hunde sus raíces en los felices 60s es y seguirá siendo la esencia del ahora septeto, en tanto no se produzca un cataclismo nivel 11 a su interior. Viendo en retrospectiva la historia, opciones para que tenga lugar un evento tal parece haber muy pocas. Las mismas, luego de casi veinte calendarios, para que una de las alineaciones más queridas que ha ofrendado Escocia al pop independiente reverdezca laureles y coseche nuevamente entre sus fans el ilimitado fervor de sus días más afortunados.

Cuatro años después de su interesante Glow, y sin cambios de por medio en la formación, los daneses Catch The Breeze pegan la vuelta con una nueva colección de eufonías bajo el brazo. Algunas ya habían sido adelantadas como singles virtuales, si bien éstos fueron estrenándose apenas con unos cuantos meses de antelación (el más antiguo de los cuales, el suntuoso “Echoes From The Underground”, se colgó el último 4 de marzo).

Considerando que Glow finiquitaba el proceso de licuefacción, iniciado con el mini-álbum epónimo (2014), entre el post punk ‘78-‘84 y el shoegazing noventero; se puede aventurar que Into The Wide comporta una intensa radicalización en la ruta escogida por Andreas Bungaard (batería), Lars Madsen (bajo) y Aage Hedensted Kinch (voz, guitarra). Ello, porque las salientes y los boquetes que el propio grupo consentía para valerse de esteticismos post rock, new wave e indie; han desaparecido. Pero, principalmente, porque la propuesta que enyuntaba al baggy y al viejo post punk original ha sido destilada hasta grados de sofisticación impresionantes. Nunca más oportunamente usado, entonces, aquello de postpunkgaze.

La eléctrica de Hedensted ha adquirido la textura/tersura apropiada para trenzar apagadas ambientaciones quebradizas, que el desenvolvimiento del pedal envuelve en inexpugnable éter sónico. La amalgama de influencias, por ende, se torna una e indisoluble durante al menos el 80% del repertorio de ITW: ya no puede discernirse qué elementos dimanan de los jóvenes turcos del período after punk, ni qué elementos provienen de la primavera supersónica que floreció iniciados los 90s. Tómense como evidencia palmaria el hieratismo de la estupenda “Gravitational Sounds” o el tono elegíaco de la extraordinariamente contenida “Echoes From...”.

Otra característica a ponderar del nuevo esférico es la actuación de Lars Madsen. Sin renunciar a su innato minimalismo, el bajo ha devenido en medular, una cualidad que con mayor nitidez se percibe al soltar el trinomio las riendas; como en “Embrace”, en “Rise”, en el fin de fiesta que supone “Before We Turn To Dust”. Es allí cuando la terna luce con más propiedad sus renovados bríos y excelentes reflejos -y es en todas las pistas, donde las cuerdas barítonas de Aage son las que descuellan más que nunca (el marco idóneo para el rango vocal exhibido). Quizá por eso, ahora puedo ensayar el símil que antes me eludía: un cruce entre el Bowie de los 80s y el distintivo Mark Eitzel macerado de los American Music Club (‘85-‘94).

Hay un par de piezas cuya génesis es menos indescifrable que la del resto. Se trata de “Hollow”, donde late subyacente el fragor de unos Pale Saints (destacando Bungaard en la evolución de las baquetas), y “Subsurface Scattering”, post punk de medio tiempo que tiene su poco de The Fall y su poco de los ubicuos Joy Division. No es un demérito, en el balance. No cuando el último segmento de Into The Wide -salvo “Before We Turn...”- es dominado por exquisitos medios tiempos, de una belleza agreste. Notable segundo esfuerzo de los nórdicos.

Hákim de Merv

jueves, 11 de agosto de 2022

Chino Burga: Aero / Ouro // Resplandor: Tristeza

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 3 de agosto del 2022.)

Cotejando información para las presentes líneas, caigo recién en la cuenta de que, entre mayo del ‘21 y mayo del ‘22, se ha diluido un año íntegro sin haber recibido nuevas de un opus de Miguel Ángel Burga. El primer año en mutis casi perfecto del ¿ex? 3AM, después de mucho tiempo. Y digo “casi” porque sí existe referencia que le malogra parcialmente el récord, sólo que ésta no califica como aventura en solitario -estoy hablando de Panamerican Sonic Prayers, split entre el dueto canadiense Anunnaki y nuestro inquieto connacional. Si bien el vinilo es puesto a la venta el pasado 22 de mayo por la georgiana Echodelick Records, Miguel Ángel cuelga su parte del 50/50 horas antes de la última navidad.

Doce meses -y algunos días- han transcurrido entonces tras el recomendable Invokaciones. Una vuelta alrededor del Sol, hasta que el material de que se compone Aero / Ouro se hiciera público, añadiendo así un peldaño más en la ascendiente del experimentado músico. La disposición de la placa estrenada me hace pensar en Letanías (2020). El contenido, por otra parte, difiere no pocos grados.

Sí. Porque pese a tratarse de dos laaaaaaargos temas, que ocuparían sendas caras de un LP, éste es otro Burga. Sin calibraciones ni escalas específicas, el frontman de Culto Al Qondor se prodiga en el uso de loops, de recursos drónicos, de ornamentaciones tejidas a partir del Eco. Estilísticamente hablando, se podría decir que el limeño prefiere situarse ahora equidistante entre el ambient cuya principal fuente de combustión es el drone, la kosmische musik y el post rock. La diferencia estriba en que MAB encara su quehacer sonoro con muchas más seriedad y disciplina que antes, utilizándole como reconcentrado medio abstracto de expresión artística. A despecho de la austeridad reinante en su interior, el álbum consigue transmitir la misma energía emotiva que destilan las influencias que le presiden. Tanto “Ouro” como “Aero” ofrecen abundantes pruebas de ello.

Los fade-in y fade-out en las pistas, no obstante, para nada son gratuitos o arbitrarios. Cada una de ellas tiene su propia personalidad. Y si “Aero” es el viaje interestelar, prescindiendo de cualquier viso de andamiaje rítmico, conteniendo sin sobresaltos las eventuales ¿explosiones? decibélicas de la eléctrica empuñada por el guitarrista principal de La Ira De Dios; “Ouro” es el tour a través de guarderías de estrellas -las pulsaciones cósmicas, que al promediar el track asumen el rol de oleajes galácticos, mecen con pudor y cada tanto al viajero/escucha, sosegando su espíritu e invitándole a resignar la propia personalidad para fundirse con el entorno/el ideario/la alucinación que le circunda.

Distintos y a la vez parecidos, los números que bajo nuevo rótulo ha estrenado Burga este 2022. El mismo Burga de siempre y a la vez uno sutilmente nuevo. “The devil is in the details”, como se suele decir en lengua inglesa.

Parando mientes sobre la edición cassette de Sol De Hiel, extended play con que debutó un día de 1998, y retrocediendo un par de años más conforme al testimonio de amigos y terceros; sin mucha alharaca se halla Resplandor rumbo a las tres décadas de existencia. Considerable lapso de tiempo que no se ha visto adecuadamente reflejado en su producción discográfica: en efecto, la etapa más fructífera del combo se da entre la salida del antedicho EP y la irrupción de Ámbar (2002), siendo su siguiente paso lanzado en  el  ’08 (Pleamar).  Desde entonces, sólo  se  supo  del proyecto de Antonio Zelada a través de contadas presentaciones -las más de ellas teloneando a las bandas extranjeras que traía Automatic Entertainment al Perú (así como abriendo junto a Kinder el concierto para The Cure en Lima, aunque aquella vez se le anunciase como Stereonoiz).

Median pues 14 años entre el ya lejano Pleamar, reeditado en vinilo hace un lustro por Saint Marie Records, y la nueva entrega del grupo -de formación abierta: Zelada, Tatiana Balaburkina, Darko Saric, Naama Bengtsson, Joeri Gydé, Christopher Farfán, Henry Gates, Arianna Hume...-. Precedida de los singles digitales “Bocanada”, “Sensitive”/“Until She Comes” y “Adore (Robin Guthrie Mix)”; todos subidos durante el ’20, Tristeza trae de vuelta a unos Resplandor sumergidos en el mismo dilema en que les mostrase su episodio anterior. Sumergidos, que no es lo mismo que decir empantanados. Me explico. La naturaleza primordial del acto es y-sospecho-que-siempre-será la del shoegazing, aserción evidente para quienes han escuchado los esfuerzos de su primera época. Y aunque Ámbar todavía mostraba un fuerte enraizamiento en el baggy, también exhibía algunas señales de pretender evolucionar más allá del género (“Desolación”), sin por eso abandonarle. Con los lustros, la hesitación nunca absuelta por Zelada -único miembro original de Resplandor, hoy establecido en Holanda- se ha convertido en su principal rasgo identitario, para bien y para mal.

“Ser un autor purista es lo más difícil”, escribía el intelectual Sebastián Pimentel a fines de los 90s. Se refería al aluvión de fusiones/mixturas que se venía con el cambio de milenio, como también a la fidelidad principista que debe arriesgarse al abrazar un modelo o ideal estético. Un cuarto de siglo después, y mucho más que riesgos, todo purismo comporta desafíos y retos. Enormes. No creo que actualmente sobrevivan puristas absolutos, pero sí creadores/as guarecidos/as bajo normas que han tomado de una o dos fuentes, observadas inflexiblemente.

Ése es el caso de Resplandor. En un sentido similar al del postpunkgaze de escuela danesa (Catch The Breeze, Me & Munich), la agrupación enhebra la vivacidad de los colores festivos que pueblan ahora su catálogo timbral con la sobria base rítmica de un bajo herencia del vetusto post punk ‘77-‘84. Bastante menos abstracta que su contraparte en el mástil de cuatro cuerdas, la batería también aprehende las enseñanzas de esas eras, sólo que traduciendo los pulsos con una ductibilidad de la que antes Resplandor carecía. El grueso del repertorio de Tristeza está formado por canciones ágiles (“Rêverie”, “Blue”), no doblegadas por la adustez ni del shoegazing más bala, ni del post punk más ensimismado. Cuando tienen que desacelerar para cambiar el tempo, las baquetas no se hacen el menor problema (la excelente “Feel”, el corte epónimo del disco). Y si es imperioso entregarle la hegemonía al Ruido hasta que la medición de los armónicos se salga de las gráficas, como en “Océano”, “Adore” y “Silencio”; pues se hace sin chistar.

Hay en Tristeza una persistente evocación al Disintegration de The Cure. ¿Inconsciente? ¿Voluntaria? Sería interesante convertir esa interrogante en una certeza. Como me encuentro falto de ella, lo asumo un side-effect producto de buscar el equilibrio en la ecuación que vertebra el plástico. Otras prominencias sónicas, como la coda de travestido bliss pop hacia la declinación de “Feel”, parecen darme la razón. Así se mantiene en la brega Resplandor. Sumergido en un dilema permanente, pero intacto, escudado en una impenetrable pared de melódicas guitarras ahogadas en feedback.

Hákim de Merv

viernes, 16 de julio de 2021

Sexores: X

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 7 de julio del 2021.)

Coincidiendo con las celebraciones tradicionales a propósito del último fin de año, los ecuatorianos Sexores conmemoraron en diciembre su primera década de existencia obsequiando a público y fans un volumen de remixes que revisa sus cinco esfuerzos largos lanzados a la fecha. Dicho artefacto, que puede descargarse gratuitamente desde el BandCamp del dúo (actualmente reconvenido en cuarteto), reúne a 10 grupos latinoamericanos de nueva hornada; así como a 2 de la Madre Patria.

Hasta qué punto considerar a X un álbum de remixes en lugar de uno de reworks, es materia acerca de la que cada quien debe decidir. Yo me inclino por lo segundo, ya que la mayoría de estas relecturas encaja antes como versión/re-versión que como remezcla. Opino de esta guisa no tanto por la ductibilidad de las interpretaciones como sí por la significativa porción de re-creaciones que copa el menú. Otra característica a enfatizar es la comunión en penumbras de la que participa cada nombre listado. Sea desde el trip hop (la revelación Itzel Noyz), el postpunkgaze (las mexicanas de Todas Las Anteriores), el noise rock achorado (nuestros paisanos Kusama), o el simple y llano pop electrónico de cuño 90s (los quiteños Koala Precipicio); todos los conjurados ponen de relieve ese tenue velo de sombras con que Sexores siempre ha flirteado, empezando por el debut en formato extended 001 (2010) y terminando de momento en la excelencia conceptual de Salamanca (también 2020) -pasando incluso por su rodaja más luminosa, Historias De Frío (2014).

Agita la bandera en la partida el binomio guadalajareño Fryturama, reelaborando ennegrecida y engrosadamente “Gn 25:23” -del Amok & Burnout, 2011- canal que sí llega a calificar como remix. El grado de lobreguez es el mismo que el de Todas Las Anteriores, quienes practican sobre “U.S.R.R. Girls” (Red Rooms, 2016) una deconstrucción postpunkgaze a cámara lenta. Estela más acorde con el shoegazing bajo cero de Emilia Bahamonde y David Yépez es la que dibuja Koala Precipicio y la distorsión in crescendo de “Doppelgänger” (lado A del single Titán, 2013). Mismo camino, pero en dirección inversa, hacen recorrer a la siempre bienvenida en directo “Shinigami” (Historias...) las catalanas de Dreyma.

Complementan esta primera mitad la dislocada/oblicua performance vocal de Noelia Cabrera al frente de Kusama, para su rearme de “Historias De Frio”, que involuciona a un estado de noise crudo/picapedrero; y el plastificado shoegazing que Nax extracta del sonido tripgaze encarnado en el “Sasebo” original (Red Rooms).

Por cuenta de los hidalguenses Amparo Carmen Teresa Yolanda, el rework de “Daywalkers” -inesperado ramalazo de vigoroso shoegazing vívidamente ejecutado- abre la segunda mitad de X, completando de paso la triada de temas de Red Rooms en esta oportunidad revisitados. El terceto azteca salda así la colaboración de Bahamonde en su disco del 2020, No Hay A Dónde Ir. Similar jugada, esta vez desde coordenadas poptrónicas, realizan los ecuatorianos de Fotogramas -no confundir con el homónimo proyecto valpeño-, planteando en “Volantia” un interesante cambio de revoluciones respecto del veloz (y hermoso) corte original pauteado en Salamanca.

Infortunadamente, en este tramo encuentro arrejuntados los pasajes más discretos del disco, tracks con más de covers que de remixes o de reworks. Son los casos de “Bluish Lovers”, “Rigel” (provenientes ambos de East / West, 2018) y “Nos Lo Dijo La Serpiente” (Salamanca); respectivamente a cargo de Challenger (Bolivia), Ghost Transmission (España) y Tonicamo (Ecuador). El problema no reside en que se hacen eco del lado más pop de Sexores, sino en que confrontan poco o nada sus propias estéticas con la del repertorio de los norteños, quedándose lejos de alcanzar el punto medio entre homenaje y subversión que se acostumbra esperar de esfuerzos similares. Por suerte, los minutos senescentes de X reservan una joyaza de deconstrucción: “Berlin”. En manos de la talentosa y novel potosina Itzel Noyz, el penúltimo surco de East / West se transforma en un doloroso número trip hop de magníficos breakdowns. Un coctel de soul tridimensional y lujuria en clave de downtempo.

X se beneficia en dirección artística de la muñeca de David Yépez, y su masterización la ha asumido Emilia Bahamonde. Como se ha evidenciado durante la reseña, el cuidadoso diseño del track list garantiza un riguroso repaso cronológico por todas las obras in extenso que el tándem ha firmado. De carambola, postula además -más allá de las opiniones y/o polémicas que genere su contenido- una entretenida selección de composiciones con que acercar a nuevas audiencias el output de Sexores.

Salud por el primer decenio de vida, queridos Emilia y David. Que su magia nos acompañe durante muchos más.

Hákim de Merv 

jueves, 11 de febrero de 2021

Roiduoma Vol. I: AQP Electrodoméstica Ruido S.A. // Suramérica Experimental // The Genius Sex Poets: Recurrent Memory From A Dream // Vida En Marte: Mañana Es Mejor EP // Fiorella16: Tales In Deep Noise Saturation

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 3 de febrero del 2021.)

LOS DISCOS PERUANOS DEL 2020 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (II)

Evaluada in situ hace casi tres años, la sensación que me reportaba el estado de la escena subterránea de la -geopolíticamente hablando- segunda ciudad del Perú era harto difusa. Desde entonces, sus músicos han revertido esa vacilante situación, sosteniendo un plausible rush editorial en esencia a todo lo ancho del 2020. Hoy, por ende, puede afirmarse que los circuitos de la Ciudad Blanca vuelven a estar en llamas...

Como su nombre establece, Roiduoma Vol. I: AQP Electrodoméstica Ruido S.A. inaugura una serie que, curada por la discográfica azteca Silencio EPI (DF); se reserva para divulgar a artistas/grupos del continente americano que se desplazan tangencialmente al mainstream de la música pop. Que haya sido fruto de diversas coyunturas es tan irrelevante como valioso su fidedigno esbozo del actual panorama arequipeño -José María Málaga, individualista tras Fiorella16 y cocreador del festival Espora junto a su hermano Miguel, chambeó la compilación y se la propuso a aquellos cuates, quienes aprovecharon las posibilidades que ésta ofrecía.

En términos de variedad, Roiduoma Vol. I... se anota el puntaje perfecto. No le quita pegada el acoger tracks que han sido ya difundidos en Internet/físicamente, que ocupan -distribuidos- casi la mitad del listado. Corresponden éstos al indie dark de “Extraviado” (Fantaxma), al stoner enrazado de “Orate” (Stonearth), al drónico minimalismo pedal de “Mutation” (La Vie), al bullicioso postpunkgaze de “Telescopio” (Alunaki), al power grunge noise de “En Un Cohete Hacia El Sol” (La Ciudad Negra), al estrepitoso indie lo fi de “Things Don’t Care” (L-Ror), al resonante bedroom pop de “Todo Por Un OVNI” (Vida En Marte) y al ruidoso crossover de “Irijua” (La Terminal). Todos han sido extraídos de álbums, EPs y singles que apareciesen en el año pandémico -lo que equivale a ocho producciones independientes en una metrópolis del interior. Ocho producciones que, más importante aún, no agotan el universo disponible de éstas en Arequipa.

Junto a esos canales, se disponen otros diez de seudónimos en su mayor parte debutantes. Yume Station (“Sekai Isshuū (En El Año 3000)”), que tiene un estilo consolidado de polifónicos clicks’n’cuts y ornamentación puntillista, no es uno de ellos. Tampoco lo es El Estéreo Tipo, aventura solista de Richard Chuquitaype -Lunes, Fobya, El Divino Juego Del Caos- que ofrenda nuevo instrumental favoreciendo el rock sobre el pop (“La Vida Como Un Cristal”, a diferencia de lo que sucedía en su más equilibrado Con Una Ayudita De Mis Amigos, 2019)-. Y menos Sicalipsis, que se sale del molde de su primerísimo Alkehal EP (2005) para acercarse más a su 7’’ de retorno -“Bob-i-Alice” (Capitán Mou, 2017)- con “Cámara Lenta”.

No. Los neófitos absolutos son Fernanda Huamán (a) F(loto), cuyo “Terrario” se sumerge en una solución de indie y shoegazing, y un Tufi colgado del ambient más avant garde (“Fog”). También el rock alternativo de MK Ultra (“Escombros”), el futurismo lo fi de dormitorio de The Strada (“Didrop 1”), el ruido experimental de R1ffm4nn (“Ai_Re{Bucle} _Tribulejana”) y la electrónica que despacha Rabia Dulce -repleta de aves canoras y guiños mil a la compositora pop más célebre de Islandia (su significativamente bautizado “Hallörk” incluye sampleos de “Hyperballad” y “Possibly Maybe”, entre otros de la Guðmundsdóttir).

La participación de El Divino Juego Del Caos anuncia una posible resurrección de este acto de principios de siglo (o al menos su momentánea reactivación). “Delirio EpidéRmico” ya había visto la luz en el esférico a comentar en los siguientes párrafos: un inédito que aquí vuelve a ser pauteado en lo que parece ser su forma definitiva. El número, que le hace justicia al sonido de avanzada que enarboló siempre EDJDC -un volátil post rock bastante inasible, vecino del ambient menos complaciente-, es el irresistible rescate arqueológico que le faltaba a una excelente fotografía de la movida sureña más remisa a la mass media. Colgada en BandCamp el 20 de diciembre del 2020, Roiduoma Vol. I... será prontamente editada en cassette -imposible saber si llegará hasta aquí, o si tendré la suerte de hacerme de un ejemplar.

La genealogía del Suramérica Experimental es consecuencia de otra serie de azarosas circunstancias. José María Málaga andaba con ganas de grabar junto al proyecto argentino ULL, en plan de split. Por sugerencia de los también ches Catástrofe Del Noise, la idea se ensanchó a 3-way CD, y ello le picó el bicho al peruano para convocar a otro alias de sillar, pensando en que la cosa quedase en empate (dos por bandera). Sucesivas ampliaciones del “split” hicieron que ingresaran Sicalipsis y NRA Ruido por el bando arequipeño, y Paciente 0, Noidran y Existen Z por el bando gaucho.

El menú acabó por completarse al salir de la cancha Fiorella16 y entrar en su reemplazo El Divino Juego Del Caos -tal vez la identidad más antigua de Málaga y de Richard Chuquitaype. Finiquitados los procesos de selección, trackeo y masterización (este último a cargo de Yamil, de Existen Z); la recopilación fue expuesta a Basement Corner Emissions, de Portland (Oregon, USA), por intercesión de Joe Transmision (CDN). El sello la colgó en su BandCamp para descarga gratuita -con ese asaz descaminado nombre.

Un carburante negro como el basalto, donde se combinan el ubicuo Aphex Twin y Sun O))), Burial y la no wave, Luc Ferrari y el post rock; es el coercitivo catalizador que aglutina tanto a las bandas cisandinas como a las transandinas. Blanden estas últimas un dark noise de callosidades opresivas (“Estroboscopio”, de Existen Z), a veces potenciado más por ásperos accesos de Distorsión que por la pureza dramática del Ruido (“Evil Inheritance”, de Noidran, es un firewall de harsh ambient), dinamizado por las cíclicas torrenteras de su carácter modular (“Radio Amnesia”, de Paciente 0).

Los créditos peruchos se hallan a luenga distancia de compartir cierta uniformidad. NRA Ruido debe haber cedido al Suramérica Experimental lo más lustroso, rítmico y contenidamente chirriante que haya salido de su yunque (“Plaza De Hormas”). De las intervenciones de Sicalipsis y El Divino Juego Del Caos ya he hablado líneas arriba, por otro lado. No necesitan sino estas precisiones: mientras que la toma de “Cámara Lenta” (Sicalipsis) incluida aquí es la misma que la del Roiduoma Vol. I..., la de “Delirio EpidéRmico” (EDJDC) diverge. Me arriesgaría a asegurar que ésta es la versión original, ya que Basement Corner Emissions subió el panorámico al promediar septiembre: de “Partes De Cabello Y Delirio EpidéRmico”, el título se redujo en Roiduoma Vol. I... a simplemente “Delirio EpidéRmico”, aplicándosele Pitch y TimeStretch para extenderlo al bajarle de medio tono a uno entero. En la comparación, me quedo con la versión de diciembre.

Si bien desde mayo pasado venía gestándose gran expectativa por sus tres excelentes singles, todos ellos convenientemente adicionados al estreno en 33 rpm, no había modo de prever lo que supondría la puesta de largo de The Genius Sex Poets. Es éste un sexteto rojinegro formado por Bruno Salinas (primera guitarra), Ariana Angulo (voz), Álvaro Diaz (bajo), Jossua Arce (segunda guitarra), Sebastián Rejas (sintetizadores) y Adolfo Martinetti (batería); que nada tiene que ver con su homónimo danés -aunque quizá sí con el bombo en el video de “Mr. Brightside”, canción de The Killers inserta en Hot Fuss (2004).

Producido por su primera guitarra, Recurrent Memory From A Dream es un debut soñado. Diez viñetas exquisitas, la mayoría de las cuales opera emulsionando psicodelia de viejo cuño, amparadas en parámetros netamente pop. En efecto, el psicotrópico blues modal impulsado por Blues Magoos y The Fugs desde ambas costas de la Unión, que chorreaba misticismo a través de Hammonds y Farfisas por igual, que erigió sólidos trasvases hacia el prog rock y el incipiente heavy metal; es recodificado apoyándose en la artesanía y la tonalidad intrínsecas al pop, sin desmedro del inconfundible sabor añejo obtenido por las décadas que sepáranle de sus épocas más felices.

Es una emotividad otoñal y acuosa la que preside las canciones de TGSP, por lo demás muy bien hechas, con ganchos perfectos (“Hot Fuzz”, “Black Space”, “Exhume”), delays precisos a las vocales (“Hitchhiker”) e incluso scratch que gatilla en la mente la remembranza deseada/prevista (la diminuta “At The Oblivion Gates”). El uso del inglés en las voces tanto femeninas como masculinas y la enorme calidad instrumental acreditada terminan por convertir a este Recurrent Memory... en una/otra de las grandes sorpresas cosecha 2020 que han aflorado en la escena peruana -y, más concretamente, en la movida arequipeña.

La vara se eleva todavía más en los capítulos finales del viaje. A partir de “Ease Island”, se avizora una recomposición senescente de los segmentos más lisérgicos y voladazos de Hacia El Sol Rojo, portentoso entrée de La Ira De Dios y referente local para cualquier agrupación de intenciones psychedelic space a lo vieja escuela. Similar sino fatiga el tema epónimo -nueve minutos y pico de un sonido que sacude la placidez inducida por sonoridades precedentes, insertando en medio un trecho de evidente filiación santanera- y también “Dome” (el vigoroso y polirrítmico cierre de la jornada).

Mezclado y masterizado en Logic Studio entre diciembre del 2019 y mayo del 2020, Recurrent Memory From A Dream es uno de los mayores hitos que la movida arequipeña erigiese el año pasado, logrando cuando menos hacer tablas con el Telescopio de Alunaki. Joya de disco.

Desde Los Sonidos De La Adolescencia, Herber Paredes ha permanecido muy activo. Para Vida En Marte, de hecho, el 2019 acabó con dos singles más (“Qué Descubriste” y “12/25”). El 2020 no fue menos fecundo, con un nuevo sencillo (“12/25/20”) y... ¡cinco EPs! De éstos, tres son de estudio -Todo Por Un OVNI EP, Romance Poltergeist EP, Mañana Es Mejor EP-, otro es su primer registro en directo (Hermanos Superiores EP) y el restante es un bootleg (La Venganza De Los Nietos Cósmicos EP recoge las cuatro canciones que interpretó VEM -formación Paredes/Valera/Salinas- para un programa de radio online).

De esta nutrida bolsa, escojo a Mañana Es Mejor EP. La razón es simple: de todos los trabajos que le he escuchado al individualista mistiano, la inmensa mayoría de ellos de escaso minutaje, no recuerdo ninguno que empiece con el punche, pero más que nada con el exceso decibélico del extended en cuestión. Quiero decir, Mañana Es Mejor tiene la misma constitución llamémosle químico-estructural que los demás títulos de la discografía marciana -simple y pedestre composta indie, tratada usando una mezcladora bedroom pop de baja resolución, a veces medio fresona (“Ciudades”), a veces semiacústica (“Conciencia Limpia”), a veces de paso reposado tirando para manso. Lo que distingue al EP es lo potente que asoma, al menos durante su primera parte: esa trilogía formada por “Raúl De Los Recuerdos”, “Aurora And Nostalgia” y “Ciudades” tiene los armónicos erizados por la inusual cantidad de ruido que les embarga -inusual, valga la aclaración, teniendo en cuenta los estándares normales del bedroom pop.

Obviando esa instancia, las tonadas de Mañana Es Mejor EP cursan características de esa lúdica de las emociones que es el pop confeccionado entre las cuatro paredes de un dormitorio: la auténtica sencillez de las melodías (“1900”), el efecto ambiente que se filtra a través de atmósferas reverberantes (“Detective Astronauta”), el minimalismo lo fi de tempo pausado (“Aurora And Nostalgia”)... Nada del otro jueves, es verdad, y no ha de faltar quien despotrique del bedroom pop per se. Yo elijo disfrutar el repaso que este género diletante lleva a cabo de las lecciones impartidas en la historia del pop de avanzada -“diletante” en el buen sentido, subrayo.

Nuevo Fiorella16 desde Pathetic Field Recordings (febrero del 2016), el LP que puso en práctica a escala giant-size la metamorfosis del chaplín de José María Málaga sugerida por Laura En Su Laberinto (2013) -en la práctica un EP, donde la experimentación sonora purgaba todo contorno de estética remotamente bliss para devenir en noise surrealista (cuando no pesadillesco).

Como sucede con los dos primeros muestrarios diseccionados en esta ocasión, se ha lanzado a Tales In Deep Noise Saturation a través de una escudería independiente del exterior -Strange Noise Records, localizada en Columbia (Carolina Del Sur, USA). Complicado que se manufacture una edición CD, ya que el conjunto de seis paradas supera con comodidad la barrera de los 80 minutos: de ahí la elección del formato para su fabricación física -C90. De ahí, también, su naturaleza contradictoria; que es disgregada y asimismo unitaria.

Disgregada, porque cinco de estas seis piezas han sido repescadas de sesiones realizadas en directo para diversas experiencias, entre el 2015 y el 2019. “El Hedor Del Forastero” se ejecutó en octubre del ‘18 en la capital mexicana, por ejemplo, mientras que “Sólo Dientes, Un Nombre Y Un Número” fue performada en junio del ‘19 durante un residenciado en Costa Rica. Orígenes similares tienen “Stereoma”, “Hebefrenia” y “Vvaaccaass Sagradas”. La única excepción es “Pathetic Field Recordings”, extraída del plástico del mismo nombre (donde se le consigna simplemente como “Track 01”).

¿Y unitaria? Pues porque todas estas pistas son organismos compuestos de ruido alimentado por aparatos de radio intervenidos, por casiotones crackeados y por eléctricas abusadas. Los códigos más “artísticos” que soplaban sobre la dúctil arcilla que moldea el mayor de los Málaga -la distorsión de ascendencia shoegazing, los chispazos de psicodelia, el expresionismo del post rock más periférico- han sido canibalizados por nubarrones de crujientes frecuencias (“Vvaaccaass Sagradas”), leviatanes anamórficos que repentinamente adquieren la facultad de la locomoción bípeda y la capacidad de invocar tormentas (“Sólo Dientes, Un Nombre Y Un Número”), candidatos a erosivo soundtrack del Desgaste y/o a banda sonora de una naturaleza inerte aún a nivel celular (“Stereoma”).

Una furiosa e inacabable tempestad de estridente software y zumbantes drones, con que hacer reset cerebral cada vez que te sientas demasiado adaptado/a a la tragedia de la vida moderna convencional.

Hákim de Merv

martes, 29 de diciembre de 2020

La Vie: Sacred Valley // La Ciudad Negra: SCAR/Abajo EP // Alunaki: Telescopio

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 16 de diciembre del 2020.)

A Abdel Del La Cruz, do quiera se encuentre.

Triplete rojinegro ad portas de culminar el año pandémico.

Algo tremendo remece en estas semanas la existencia misma de La Vie. Una metamorfosis tras la que, al parecer, no hay vuelta atrás. Si Magic Mushroom (2018) impelía al acto arequipeño a clavarse entre las erizadas corrientes submarinas de la música electrónica con mucho de bagaje experimental, preservando ese amor por el formato canción que orlase sus primeros pasos, Sacred Valley saca lustre al ochenio del alias lastrándolo más hacia esas profundidades y borroneando grandemente esa ácida filia pop que todavía persistía -sólo un tercio del contenido le ilustra, y harto matizado.

¿Cuán determinante asoma la evidencia? Circunstancial de momento, pero avalada por el citado antecesor y la presente situación sanitaria. Diego Romero concibe su quinto largo solista lejos de casa, en ese Valle Sagrado de los Incas que no se cansa de recorrer el Urubamba (Cuzco), guardando estricto encierro durante la cuarentena decretada a causa del COVID-19. Desconozco si el confinamiento agarró allí al músico, si el traslado estaba planeado de antemano para efectos de composición y grabación, o si pasó un poco de ambos. Como fuere, contados lugares naturales del país transmiten la energía espiritual requerida para la elaboración de un disco con las trazas de este Sacred Valley -que desde nombre y portada ya te ponen sobre aviso.

No resulta inexacto afirmar que SV posee ribetes drónicos, si bien urge de una explicación adicional. Apelo a la adjetivación derivada del drone porque se trata de un álbum minimal para los estándares de La Vie, que ya habían sido zamarreados por Magic Mushroom y el 7’’ dedicado a La Monte Young. A las grabaciones de campo que hormiguean de la obertura “Undine” al desenlace epilogal “Initiation” -vigorosos cantos de pájaros, tranquilizador tintinear del agua- se superponen clústeres entrecortados pero sostenidos a rajatabla. Espacio para digresiones armónicas, queda muy poco en viñetas como la monocorde “Chant From The Masters” (de aerodinámico noise), la resonante fluidez zen interválica de “The Tibetan”, la ya aludida “Undine” o “Eliphas Lévi” (dedicada al decimonónico mago francés lector de la Kabbala Denudata y de las obras de Antoine Fabre d'Olivet y Emanuel Swedenborg). Menos severo, ese minimalismo de notas casi pedales se enseñorea además en “Mutation” y en la pieza epónima, si bien la primera es más mudadiza. “Sacred Valley”, por su parte, acredita un ni tan lejano tufo a bliss pop; imbuido de irisadas ondulaciones en sus extremidades -quizá el contrapeso imprescindible a la participación de Anamorph Experimental Music, colectivo vienés de avant garde.

El flanco más asequible de la entrega se revela en pasajes en los que aún resiste el viejo perfil de La Vie: el de acústicos arpegios, el del folk que se transfigura en new age y/o viceversa, el del ambient pre-digital. Ese La Vie de emociones conmovedoras sobrevive, ya tamizado, en la pacífica bonanza de texturas que integran la fugaz “Initiation”, en la enternecedoramente despojada “Mysterium Magnum” y en la flemática “Contemplation”. Todas ellas de corta duración, encuentro sintomático que se hallen desperdigadas como cuñas en medio de los oscuros ecos e iterativos sintetizadores acopiados por espacio de poco más de tres cuartos de hora.

¿Volverá a ser La Vie el proyecto de antaño, entonces? Yo pienso que es lo de menos, siempre que Romero no olvide el punto de partida ni pierda de vista el de llegada.

Algo ha pasado con La Ciudad Negra entre el lanzamiento de su primer sencillo y la elaboración de su reciente ¿EP? ¿mini-LP? La banda, fundada a inicios del 2017 en la capital mistiana, ciertamente ha sufrido algunas modificaciones en la alineación; pero no es a ello a lo que me refiero. Colgado en octubre del 2018, “Vomitorium” anunciaba un renovado crossover de noise rock, grunge y stoner; renovado en tanto fatigaba coordenadas estilísticas cercanas a las que recurriese Miguel Málaga capitaneando experiencias anteriores -Los Death Monkeys y Perros De Presa.

Editado en tape por la plataforma mapocha Sacred Necrophiliac, SCAR/Abajo califica más como un EP que como un mini-LP; y le reporta inesperadas variantes, respecto del single debut, al cuarteto que completan Ángelo Salazar (bajo), Blas Cruz (teclados y bajo) y Aníbal Guillén (batería). El giro más notorio está ligado al registro, que parece como cubierto por un velo. Asumo que es elección consciente, acaso para darle al extended un acabado que maride mejor con la recalibración ensayada.

Otro viraje a subrayar es la incorporación de un tenue color psicodélico, extraído de la variable stoner y que consecuentemente le debilita. Aunque el grupo flirtea con el género de Cult Of Luna y Lower Slaughter, lo hace en mucha menor medida de lo que avisaba “Vomitorium”. La avezada y punchera mezcla de grunge y noise rock se ve favorecida por esta declinación, robándose las cámaras durante la primera mitad del EP y dejando para la segunda los apuntes de ascendencia psicotrópica y esos guiños stoner a los que LCN aún condesciende.

Cuatro canales, dos lados. En el primero, las canciones -ruidosas, grunge-, hirviendo de furia, estruendo e ironía. En el segundo, los instrumentales -lisérgicos, stoner-, a los que les falta el mismo pulso firme que gobierna a sus contrapartes. Pese a que cada cara tiene tintes diferentes, hay algo que les iguala: las parejas “En Un Cohete Al Sol”-“Avalon” y “Cazar Moscas”-“Nace El K-Ohs” se entrelazan a través de sendas estructuras-puente, nebulosas secciones de sonidos atmosféricos que respectivamente dan pase al segundo track de cada lado, en plan conceptual.

Próximamente, la independiente canadiense Subvision se encargará de la edición en CD de SCAR/Abajo.

Algo fantástico debería suceder con el excelente estreno de Alunaki. Sin embargo, nunca se sabe con la escena independiente nacional. Así que mejor intentar guardar la compostura. Intentar...

Raúl Begazo, 50% de dúos de notable trayectoria como Paisaje 3 y Orquídea, guitarrista de Aero y de Fobya; se tomó un tiempo para chambear a conciencia las composiciones que vertebrarían el debut de su seudónimo en solitario. El semblante de éste se vislumbraba gracias a las influencias que el arequipeño ha recorrido en aquellos combos en que su presencia fuera más patente -el shoegazing en primer lugar, y en menor medida el sonido Bristol. Además, un porcentaje del repertorio correspondía a outtakes de Fobya, a los que Begazo dio numerosas vueltas antes de encontrarles sitio. Desafortunadamente, el upload del esférico tuvo lugar en la víspera del inesperado, lamentable deceso de Abdel De La Cruz -la otra mitad de Orquídea, líder de los darkies de Fobya y amigo personal de Begazo.

Telescopio -¿puede haber un título más baggy?-, pues, tiene una marcada impronta ethereal noise, pero también otra bien en la onda postpunkgaze de los 10s. De hecho, abre con la pista homónima y “Dushhand”, cargadas ambas de ese estilo que conecta el post punk adlátere al primer dark con el dream pop de octanaje extremo. Otros cortes de dicha aleación son “La Señal En Ti” y “What If” (encantadora performance vocal de Orfa Ponce, que también hace los coros en “Dushhand”), ubicados juntos al inicio de la segunda mitad. La ensombrecida languidez que corría por las venas de esas músicas nacidas al albor de los 80s, y que conoció una segunda juventud a través del revival del nuevo siglo (y los devotos émulos que ha tenido siempre), sale a la superficie en estos rounds de macizos graves y nostalgia filtrada mediante la electrónica (sobre todo en el colofón de “La Señal...”).

La mayor fortaleza de Alunaki es el shoegazing, empero. Éste calienta motores con la accesible “Dreams” y se vuelve im-pa-ra-ble gracias a “Diboom”, primer remezón de volumen tan meticulosamente confeccionado. La estruendosa carga decibélica de pares como el ruidoso “Otoño” o el incendiario crepúsculo pincelado por “Murió En Un Sueño” (magnífica Christy Monzón, que también gorjea en “La Señal...”) se abre paso a través de Telescopio empapando asimismo el aura de las canciones mencionadas en el párrafo anterior, enfatizando el cálido reverb étersónico de colores incandescentes que Begazo dispensa a discreción.

Aún la terna de cierre, en que el guitarrista se decide por un prudente acercamiento al trip hop, queda inoculada por la reciedumbre/el nervio extra que el volumen demoledor de la mezcla le confiere al disco. La ensimismada cadencia de “Vomit” (donde Ponce vuelve a lucir su talento), la inteligibilidad meta-synth de “Icarus” y el asalto más bien Madchester de “Mar Vacío” -su encuadre aquí es discutible, ya que también se premune de un muro de distorsión digno de The Jesus And Mary Chain y My Bloody Valentine- culminan una puesta de largo impecable por donde se le aborde.

Conservo indicios fidedignos sobre tomas que no llegaron a ocupar plaza en Telescopio, por variopintas razones. Ello habla maravillosamente de un proyecto con mucho potencial de cara al futuro en corto y mediano plazo. Por eso, animo a Raúl desde estos bytes a no tirar la toalla como Alunaki. Aunque los acontecimientos que rodeasen la salida de la obra hayan sido dramáticamente luctuosos, la mejor forma de honrar al hermano que se fue es justamente seguir adelante. Abdel sería el primero en estar de acuerdo.

La extraterrestre carátula ha sido tratada por Richard Chuquitaype -Fobya, Lunes, El Estéreo Tipo- quien también se portó con la premasterización de “Icarus” y los arreglos de batería y guitarra en “What If”.

Hákim de Merv

viernes, 18 de diciembre de 2020

Seatemples: Trópicos

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 14 de octubre del 2020.)

#AguanteChile18_10.

En la sumilla de BandCamp, Seatemples revela que el nombre de su nuevo trabajo débese a que éste refleja el mapeo de diversas latitudes que proporcionasen a la banda un sinnúmero de atmósferas y matices poco menos que hipnóticos. El texto aclara que se trata de distancias angulares geográficas. Yo estimo que el vocablo no sólo apunta a dimensiones físicas.

Para empezar, el acto de Coquimbo ha pasado de ser grupo a dúo. En efecto, sólo permanecen Priscila Ugalde (bajo, voz) y Patricio Zenteno (batería, guitarra, voz, sintes, sampleos). Las baquetas del músico invitado Harold Olivares son acreditadas sólo en dos oportunidades. Diego Herrera y Moisés Segovia son, por ende, historia pasada. Además, el auspicioso debut Down Memory Lane (2017) es lanzado durante la gestación del siguiente paso: si bien es cierto no se anticipó fecha de aparición, el hecho de contar ya con demos y adelantar la existencia de dos nuevos sencillos advertían de cierta proximidad temporal respecto de la eventual publicación. Trópicos, no obstante, ve la luz tres años después.

Por último, hubo una ligera dilación al momento del upload en BandCamp, que había sido anunciado para marzo y acabó produciéndose en agosto... a través de la independiente francesa Icy Cold Records, encargada también de la producción física. Dato no menor el del sello, pues había sido la norteamericana Custom Made Music la label designada para la realización en CD de Down... Los motivos de tales cambios contractuales se mantienen en reserva.

A lo nuestro. Trópicos es una solvente, admirable prolongación de lo que mostrara Seatemples en DML. Con una diferencia tan pequeña, como relevante y progresivamente generalizada: hacia el final de la década de los 10s, los muchos y diversos nuevos grupos de aquí/allá/acullá que se asían del rancio post punk y del shoegazing noventero se avocaron -de forma natural y espontánea- a fisionar ambas expresiones sonoras. Imposible no sentirse predispuesto/a, cuando iconos mayores de uno y otro arcón no han tenido sino palabras de admiración para con sus pares -Robert Smith de The Cure y Elizabeth Fraser de Cocteau Twins elogiándose mutuamente en el documental Beautiful Noise (2014) dejan a quienes persisten en aferrarse a divisorias líneas estilísticas como los/as tarados/as que son. ¿En el otro extremo del espectro? Aventajados como los pensilvanos The Stargazer Lilies, el solitario neoyorkino Nicholas Nicholas, los californianos Glaare o los daneses Catch The Breeze; con quienes ya puede hablarse de postpunkgaze.

Resulta muy difícil trazar en Trópicos una frontera entre lo que es dream pop y lo que es after punk, entre aquello que es shoegazing y aquello que está “a centímetros de convertirse en dark”. Aunque lo primero obtiene ligera preeminencia, el brumoso velo de lo segundo le asiste/envuelve de principio a fin: “Holograms” (uno de los 45s proyectados tras la salida de Down...), “Chaosphere” y “M.I.S.” son los vigorosos tracks que más cerca se quedan de sortear las tinieblas. El resto del repertorio litografía ese crossover del Heaven Or Las Vegas y del Disintegration (“Ecos”), del resplandor baggy y de los oblicuos recovecos post punk (“Verde Catedral”), de la fina capa de distorsión de unos Slowdive (“Primavera Negra”) y de las umbrías oquedades excavadas por P.I.L. o Normil Hawaiians (“Desierto”).

Por lo demás, la renovada aura que ostenta Seatemples no resiente la inclusión de esa vena psicodélica que se arrejuntaba en el estreno, terciando entre el ruido y las sombras. Aupada junto al mayor énfasis puesto en sintetizadores y soporte digital, dicha variable es asumida una vez más como funcional al postpunkgaze desplegado a lo largo del disco -salvo hacia su epílogo. En éste, el bajo medular de Ugalde, que tras bastidores ha forjado la cohesión de Trópicos; se las arregla para que la opacidad sucedánea al punk reduzca al mínimo los amperios shoegazing (cf. los medios tiempos de “Yule” y “Beagle 185”).

Estupendo bis, el de Seatemples. Eso sí, coldwave, por ningún lado.

Hákim de Merv

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Catch The Breeze: Glow

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 19 de septiembre del 2018.)

De las cosas que menos pueden discutirse acercándonos ya al final de la segunda década del siglo XXI, es el enunciado referido a que, en la era de las fronteras estilísticas borradas por el sincretismo al que ha accedido la música pop contemporánea; la novedad viene siendo dictaminada por las permutaciones inéditas entre géneros/subgéneros pre-existentes. Aún queda pendiente, por donde se mire, el mapeo pormenorizado de las muchas ramificaciones que el árbol del pop actual ostenta: chillwave, footwork, vaporcläsh, future funk, tripgaze, seapunk, gazewave, global bass, witch house...

Y junto con las de carácter estético, también cayeron las limitaciones de tiempo y espacio, pero esto ya es una verdad de perogrullo. Actualmente, se sube a la Red un disco en Ulan Bator, y a los pocos segundos es reproducido en las antípodas. Si ése es el caso de Mongolia, de Dinamarca ni hablemos.

O mejor, sí, hablemos. Desde la tierra del desventurado Hamlet y del licor de cereza, hace poco llegaron noticias sobre el álbum debut de Catch The Breeze. Cualquiera que posea un conocimiento elemental del shoegazing, sospechará -justificadamente- que los tiros del trío de Copenhague van por ese lado. La admiración de estos daneses hacia Slowdive y “Catch The Breeze” -una de las más conocidas canciones de los dioses del también llamado baggy- es cuestión confesa. Su historia, sin embargo, no empieza sólo en esas coordenadas.

CTB se forma en la capital de Dinamarca durante la primera mitad del 2014. Aage Hedensted Kinch (voz, guitarra) Lars Madsen (bajo) y Andreas Bungaard (batería) venían de tocar en Yellowish, quinteto que se acababa de disolver en los albores del mismo año y que alcanzó la nada despreciable edad de 16 calendarios. Lo primero que publica el recién fundado terceto es un mini-álbum epónimo, con cinco surcos muy marcados por el viejo post punk ochentero y por el shoegazing. La compenetración entre ambos códigos es tan profunda, que cabe hablar de un nuevo (sub)género en relación a este modesto título -postpunkgaze. En una eventual antología del grupo/(sub)género, debería figurar por lo menos uno de estos tracks: “Reunite Your Forces” y/o “When The Sparks Fly”.


La banda se ha tomado su tiempo para regresar al ruedo, pues desde entonces no editó nada sino hasta este 2018. Adelantándose por los pelos a la aparición de Glow, se lanzaron los singles virtuales “Paper Lanterns” (enero) y “Fields Of Sunrise” (febrero). Aunque en sus minutos el aroma del shoegazing es más fuerte, estos sencillos no dejan de incorporar otros colores -el indie, sobre todo.

Glow (marzo) atenúa y diversifica las proporciones en que se reparten los ingredientes que componen el sonido Catch The Breeze. La terna modera levemente el predominio conferido al shoegazing y al post punk. De este último, sobreviven las melancólicas guitarras atmosféricas y las enérgicas líneas de bajo; del shoegazing, los landscapes radiantes y la intensa, cegadora distorsión cortesía de la pedalera. Ramalazos de post rock, trazos de indie y hasta pequeños pases de new wave son adosados según lo requiera la ocasión -tal es el principal aporte de Glow en términos de innovación respecto de su pasado. “Paper Lanterns”, por ejemplo, recuerda en algo a combos como The American Dollar (lástima que su video, maravillosa viñeta aguamarina de amaneceres/atardeceres, no sea reflejo cabal de los paisajes que sugiere el corte). En tanto, “The Hill” y la delicada “Sister Winter” no esconden cierta afinidad con el indie más clásico.


Todo ello no hace menos cierto, no obstante, que la hegemonía en CTB la detenta el postpunkgaze. Desde que Glow se apertura con “So Loud”, quedan en evidencia los principales caminos que parece siempre recorrerán los triates. En esa misma línea están la briosa “Enemy”, la ya mencionada “The Hill” y el otro single de la placa, “Fields Of Sunrise” -que guarda dentro de sí una inquietante, tensa performance de Andreas Bungaard a las baquetas.

Con la mágica “Sleepwalker”, entras en el segmento epilogal del disco, dominado por atmósferas mucho más densas, cuando no oscuras; pero no por ello afines al dark. Todo lo contrario, estas composiciones remiten al hábitat preñado de nostalgia, de agrupaciones pertenecientes al revival shoegazing del nuevo milenio (tipo VHS Dream). A esas direcciones señalan tanto “Sleepwalker” como “Dazed”. Más aún que los del post punk de vieja escuela, son éstos los espacios donde descuellan las letras que aluden a la insatisfacción propia y lo difíciles que son las relaciones con los demás. Y si por ahí encontraste vestigios de ansiedad, todos ellos se difuminan con el cierre, un baladón que responde al nombre de “Starlight”: solemne sin ser reluctante, es un poderoso medio tiempo de reverberante sensibilidad líquida -recordatorio feliz de los días en que el dream pop acaparaba los reflectores de la crítica especializada. El arrullo encantador con que rubrica Glow su buena estrella.

PD: El amigo y colega Fernando Rivera, que hace poco también ha reseñado esta obra sonora, ha corrido la voz sobre el proyecto paralelo de Hedensted, Mixtune For Cully. Puedes escucharlo aquí.



Hákim de Merv