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viernes, 26 de mayo de 2023

TrilceCien: Estruendo En El Silencio // Paraíso Ambulante: Ninja

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 17 de mayo del 2023.)

Trilce, la obra más representativa de César Vallejo, catalogado como el mayor poeta de la literatura peruana; ha cumplido un siglo de publicada en octubre del año pasado. Escrita entre 1918 y 1922, fue ninguneada hasta 1930, año en que empieza su revaloración gracias a la edición en España con prólogo de José Bergamín Gutiérrez -dramaturgo y poeta adscrito por afinidad a la Generación del 27. Desde entonces, se le ha considerado texto capital de las letras nacionales e integrado en currículas escolares y universitarias durante décadas, extendiéndose así su influencia más allá de las esferas meramente literarias.

Para los/as melómanos/as más avezados/as, Trilce guarda un segundo significado, provisto por el track que abre En Cielo De Océano (‘93), debut en largo de Silvania y uno de los álbums más hermosos concebidos en la lengua de Cervantes. De ello se hicieron visible eco Antonio Gutiérrez y Fernando Gonzáles, fundadores de Trilce Discos, marca independiente que ya va por los trece años de vida. La notoria alusión hecha por el legendario grupo cobra especial relieve, pues, al conmemorar el poemario vallejiano su primer centenario: de ahí que la reconocida plataforma se sume a la celebración de la efemérides con el consabido volumen discográfico.

TrilceCien: Estruendo En El Silencio reúne a algunos grupos y artistas locales, consagrados a reinterpretar once de los 77 poemas del libro utilizando el idioma de la música -concretamente el del pop contemporáneo. Hubiera sido interesante saber qué pensaría Vallejo de estas relecturas de su opus, cosa del todo imposible pero no por ello menos digna de especulación. Ya que él no puede emitir opinión al respecto, nos toca hacerlo a quienes estamos aquí. Empecemos, entonces, por decir que hay de todo: jugadas vistosas, bloopers desafortunados y experimentos horrorosos (por no decir monstruosos). Lástima que, entre las primeras, ninguna alcance grado sustantivo.

En efecto, ubicadas sobre todo en la segunda mitad de la jornada, las pistas que cosechan pulgares arriba se mueven entre el pop acústico de buen paso (“Poema XLIII (Quién Sabe)” de NenaPop), que unas veces suena algo rezongón (“Poema XXXII (999 Calorías)” de Dr. Didi) y que otras se queda a medio arroparse de una aureola de crooner (“Poema LXXVII” de Raúl Montañez). A las ya mencionadas hay que sumar la del alias arequipeño Reverb Chamber, cuyo “Poema VII” posee una elegancia entre cansina y melancólica, y las de Alunaki (“Poema XLIV”) y de Darko Saric (“Poema LI (También He Sido Así)”). Estas últimas, saliéndose del molde, en clave “plugged” -con su acostumbrado trote tripgaze la aventura del mistiano Raúl Begazo, sorprendentemente bucólico el frontman de Indigo.

Dejo el resto para el final. No precisamente “son pocas pero son”, las versiones que no cuajan. “Poema XII” de Pawkarmayta y “Poema XLI” de Muki Sabogal apelan a atmósferas bizarras, inspiradas al parecer en cualquier cosa menos en la pluma del aedo liberteño. Oscuras, inexpresivas, casi robóticas; considero que su estética no es definitivamente la mejor opción para acercarse al corpus de Vallejo, aunque sí podrían funcionar alejándose de esa fuente. No se puede decir lo mismo de “Poema XXX” de Sheila Guzmán ni de “Poema XIII” de Dalmacia Ruiz, en la práctica declamaciones planas/lineales/romas que no cumplen con el cometido del CD (sobre todo la propuesta de Ruiz). Menos aún de “Poema IX (Canción 9)”, a cargo de Vrianch & Frido Martin, horripilante entuerto de raggamuffin electro cuyas cacofónicas vocales terminan por hacerla merecedora de muerte en la hoguera. Un muy mal chiste, totalmente fuera de lugar.

Ejemplo de esas raras asociaciones de las que está plagada la historia de las escenas independientes peruanas, asociaciones nacidas en la confluencia casual y breve de personalidades excéntricas, y que por ende apenas si legan algún testimonio (difícilmente ubicable) de su existencia; Tanuki Metal Yonin Plus fue un colectivo cuya técnica se fundaba en la improvisación y en una libertad creativa desplegada más allá de los géneros. Semejante praxis devendría pronto en parcela propia, visitada por vástagos no reconocidos y coetáneos suyos como Ensamble Santos Matta, Doppelgänger, _BAS, Nicotina Es Primavera, Mao Tse Tung, InDuo Antropomorfo y otros.

Se ha aludido a esta alineación comparándola a la de un “dream team”. Razón no le falta al símil: en ella estuvieron Teté Leguía (Space Bee), Bruno Sánchez (Turbopótamos) y Carlos French (El Jefazo). También fue de aquella partida Pedro Fukuda, quien recién después de tres lustros volvió a dar señales de vida mediante algunas grabaciones con Artaud, el notable proyecto de Erick Baltodano, hermano de Boris (Ancestro). En marzo pasado, el músico editó a través de Discos Astromelia el unigénito documento de una nueva experiencia suya. Documento póstumo, por desgracia, ya que las líneas en BandCamp hablan inequívocamente del carácter testamental de la placa. Paraíso Ambulante, pues, se da a conocer cuando en el mejor de los casos inicia una prolongada temporada en cuarteles de invierno -luego de 11 años de intermitente existencia, si hemos de atender la información de los cortes más antiguos dispuestos en su cuenta SoundCloud.

Sí puede aseverarse, en cambio, que Ninja es la primera rodaja concebido como tal por Fukuda valiéndose de un formato grupal antes que de uno individualista. Además de Pedro, en el esférico intervienen Enrique Trelles (Suma), Franz Núñez (Búho Ermitaño) y Alejandro Haaker (Sabor Y Control); todos ellos específicamente convocados para las sesiones conducentes a la elaboración del artefacto. Es éste una demostración no sólo de cuánto marcaron a Pedro los días como TMYP, sino además la constatación del desarrollo de la metodología aplicada en esa precedente experiencia.

Tal cual Tanuki Metal Yonin Plus, las cuatro composiciones de Ninja encuentran cobijo en la experimentación a que dan lugar los procesos compositivos basados en la improvisación. En permanente diálogo, los integrantes de esta encarnación de Paraíso Ambulante orientan sus esfuerzos sobre todo a la sección rítmica de los surcos. Ya sea que pongan en práctica las lecciones de la última vanguardia de la música pop con derecho a llamarse así -Excepter, Gang Gang Dance, Double Leopards, Sightings-, como en “Despedida Del Teatro Ambulante”, o que no pierdan de vista la melodía pese a sonar como freejazzistas del futuro, como en la deliciosa apertura “KASHF”; siempre están presentes en primeros planos la indesmayable percusión polirrítmica y el pericoteo fragoroso de un bajo mutante. ¿Las guitarras? Casi inexistentes, de tan dosificadas que lucen.

Ninja viene provisto de un hidden track sin título. En éste, Paraíso Ambulante pondera su lado más tribal, sin apartarse de la austeridad que respira el resto de la rodaja. Debido a ese minimalismo enfrentado entre lo exótico y lo ritual, espontáneamente surgen conexiones inquietantes, pero sobre todo muy sugestivas con el after punk usamericano que estalló en New York y alrededores a fines de los 70s. Imposible no acordarse de Liquid Liquid o de Konk cuando el jazz dadaísta del bonus repta derramándose canalizado en ángulos no previstos, preso de una neurosis hipnotizante. El perfecto contrapunto para un tema como “SIHR”, dotado de una atonalidad filo-industrial, cuyos polirritmos se ven aderezados con voces gritantes y fluctuaciones caóticas. Algo así como escuchar los delirios de un Sun Ra en huiros, o a unos Fluxus amancebados a los Residents.

Hákim de Merv

jueves, 9 de febrero de 2023

Alunaki: Sueño Ameba // Chinese Park: Manual Eterno De Recuerdos Confinados // DJ Locopro: StArS EP / Tan Lejos // Vorágine: Puñales En Los Bolsillos EP // Apnoea: Radium EP // Underground Junín Vol. 2

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 1ero de febrero del 2023.)

LOS DISCOS PERUANOS DEL 2022 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (II)

Apelar al oxímoron que es hoy la figura del “disco de transición” se ha convertido en arma de dos filos. Atrás quedaron las épocas en que se le tomaba como un comodín para evitar profetizar si la carrera de bandas o artistas estaba por dispararse o por descalabrarse. Actualmente se tolera todavía su uso, siempre que esté acompañado de la predicción de rigor. Mas, a pesar de ese descrédito, hay otras maneras en que esta frase puede aún validarse.

Semanas después de cumplirse el segundo aniversario de la salida de Telescopio, Alunaki despacha al sucesor de su vitoreado entré. Sueño Ameba deja el bastidor en las postrimerías del ‘22, integrado su repertorio exclusivamente por canciones nuevas -ya que outtakes como “Lágrimas De Lodo”, “Cuarentena”, “Inicio” o “Círculo” no se han considerados. No había cómo, en realidad: para el nuevo esférico, Raúl Begazo abandona la zona de confort que le había deparado la experiencia anterior, poniendo proa hacia aguas un tanto más encrespadas.

Al ser Sueño Ameba un álbum más versátil, resulta tentador chantarle la socorrida etiqueta “disco de transición”. Si ésta se le ajusta, no lo hace en un sentido ortodoxo. Para empezar, el músico arequipeño no revalida la hegemonía del shoegazing, sino que se postula más cerca del tripgaze macerado en sus días como miembro del dueto Paisaje 3. Más cerca, no “a la vera de”: el tripgaze que despliega Alunaki tiende a ser altamente permeable, flexible, dúctil. Obvio, hay momentos en que SA alcanza los estratos bristoliano-noisicos del memorable Sesión Invernal (2016), como la trilogía que ensamblan “Forever”, “Veneno” y “Agua”. Son muchos más, con todo, los episodios en que esa impronta abandona posiciones frente al avance de otras variables -o, simplemente, se lo toma con toda la calma del mundo.

Ilustrando el primer caso están la neopsicodélica “Nunca Es Tarde” (cuya flamígera guitarra prende la mecha de un groove delicioso) o la ácida “Riendo De Todos” (de violáceos efluvios celestiales -sólo le faltó materializar un troncho roleado por Jason Pierce-). También, el baggy achorado de “Ultra Rumi”. En cuanto al segundo caso, es refrendado por el lúdico ejercicio de “Zion” (Orfa Ponce en voz, quien ya había grabado en Telescopio), el corte epónimo (que da inicio al CD esgrimiendo una fina capa de scratch moviéndose declinante en circuito cerrado), el dúo de fraseos entre el mollendino y la ¿freestylera? cantante Fershee Djin retratado en “Un Nuevo Verbo”, o el rave distendidamente pasotista de “Locuras De Adentro”.

Begazo confía el colofón a “La Orden Del Delfín”, gesta en plan electroacústico, prontamente invadida por rasgos que inclinan la balanza en favor del ethereal noise -voces susurrantes, feedback a granel, la guitarra recreando el plácido y agradable gancho pop que distingue al shoegazing... Un final que resarce al género en cuestión por lo pequeño que ha sido su papel en Sueño Ameba, sin augurarle U-turns en el horizonte de Alunaki. “Disco de transición” lo bastante heterodoxo como para no percibirse tal.

Bonito regalo el de Manual Eterno De Recuerdos Confinados, puesta de corto con que al fin se estrena el quinteto Chinese Park, originario de Huancayo. El combo  comienza  su existencia en el ‘18, manteniéndose su formación inicial -Alejandro Arrieta (guitarra), Raúl Macha (bajo) Denise Monteferrario (vocales), Ángel Flores (guitarra), Kevin Yauri (baquetas)- intacta hasta la actualidad. Su primera canción publicada, una toma de ensayo de “Alt F4”, data de febrero del ‘21. Tras de ella vendrían el single virtual “Análisis Funcional De Mis Pensamientos” y “Mañana Siempre Puede Ser Peor”, canal este último difundido vía Perdiendo Peleas, Ganando Amigos Vol. 04 (2022), compilación de Anti Rudo Records. Salvo “Alt F4” en remozada lectura, ninguno de estos adelantos forma parte de Manual Eterno...

La placa florece y se fructifica en el sonido que ya anunciaba Chinese Park anteriormente. A saber: un indie pop presto y raudo, de melodiosos riffs, que no le hace ascos al punk ni mucho menos al hardcore de bajas revoluciones. Algo así como una fusión entre los canadienses Billy Talent y los extintos marilandeses de Velocity Girl. Según qué canciones, la agrupación elige dar preponderancia a una u otra tonalidad. La tradición indie usamericana es invocada en pasajes como el breve telón arriba de “El Repentino Despertar De La Consciencia” o “Creciente Y Lunático”. En la otra esquina, el añoso feeling punk gana contundente en “No Puedo Cambiar” y por cansancio en “Alt F4”, asomándose al término de ésta una desnuda eléctrica que remite a los Yo La Tengo más crepusculares.

Algunas voces han señalado una prehistoria emo en el devenir de Chinese Park. Si fue de esa guisa, actualmente no quedan rastros de ello. Ni siquiera en lo que se erige como punto medio “físico” y estético de MEDRC: tercero de cinco, “Días, Miedos” tributa por igual al indie, al pop y al punk. Aquí es, para más señas, donde mejor descuellan esas ardilosas guitarras melódicas de la mancuerna Flores-Arrieta. Bruñen éstas las presurosas curvas que el conciso artefacto recorre durante casi trece minutos. Agraciado debut con pie derecho, que edita efusiva la gente de Anti Rudo.

He dejado de escribir un tiempo acerca de DJ Locopro, porque el man es una auténtica locomotora. El 2022, empero, fue un calendario particularmente prolífico no sólo para ese seudónimo, sino también para otros que sostiene en paralelo Miguel Ángel Elescano -Reynaga, Lutero y el recientemente promovido Maria Reiche. Así que ya toca volver a darse un paseo por las inmediaciones de DJ Locopro Country.

Nada más arrancar el año pasado, concretamente en Bajada de Reyes, el unipersonal despachó StArS EP. Más parecido a un mini-álbum, este fugaz interludio le permitió al limeño probar la inserción y reacciones de nuevos recursos en su dialéctica habitual, fundamentada en el hibridaje entre Detroit y Chicago. Es la que ofrece el extended, entonces, una versión más distendida del sonido Locopro. Una que, por un lado, consiente en que el ambient se inmiscuya un poco más de lo normal; mientras que, por otro lado, coquetea con el bouncing cuadradito y marcial de la apocalíptica EBM. Salvo “Nightin”, en la línea de capítulos anteriores, todo el contenido de StArS EP testimonia esa especie de hebefrenia sónica.

Existe otro factor a considerar, y ése es el empleo de secciones introductorias para cada composición (incluyendo “Nightin”, por supuesto). No son éstas necesariamente largas, aunque tengan esa pinta casi siempre, debido a que la musculatura tech-house que en secuencias, ornato y diseño de ambientaciones utiliza de continuo Locopro suele irrumpir desde el inicio mismo de las pistas. Así, “After”, “Diamantes”, “Lima Me Aniquila” o el round epónimo del mini-LP se ven en la necesidad de esperar unos cuantos segundos calentando motores, antes de que se produzca el verdadero despegue.

Algunas de las coartadas estilísticas expuestas hace unos renglones consiguen ramificarse hacia Tan Lejos, registro lanzado a fines de agosto y más susceptible de ser catalogado como extended -el formato visiblemente favorito del alias-, pero que sólo recibe esa denominación en la sumilla epilogal de BandCamp.

En este nuevo aperitivo, Elescano se desentiende por completo del ambient y de cualquier rasgo EBM. La convulsión electro que sacude la prologal “Dulce Atmósfera”, muestreo de la legendaria serie anime Macross incluido, pone de relieve esa intención. Por otro lado, el resto del programa refrenda el uso de esos trazos introductorios acreditados en StArS EP, que no alteran el hormigón y el ladrillo con que Locopro construye sus edificaciones sonoras.

Lo que sí altera al modus operandi, y para bien, es una actitud abierta a integrar en la argamasa otro tipo de elementos, con el fin de robustecerla. Allí está el techno-beat de “Melancolía” y sus luminosas progresiones de software/hardware, que enmarcan el decimoquinto de los célebres Veinte Poemas De Amor Y Una Canción Desesperada (del aedo chileno Pablo Neruda). Allí, el techno-trax minimalista de “Space Mood”, que sin embargo permanece apolíneo -una de las cualidades inmutables del universo DJL.

Tan Lejos cierra con “Aldeana”, insólita pieza casi contemplativa de solemnes teclados, que repite como un mantra las palabras “llora un trágico azul”, extraídas del vallejiano poema del que recibe el nombre. Constato, en estos dos compactos, que Miguel Ángel no sólo busca evolucionar probando otros sabores, sino también que se inclina más por aquello que encuentra que por aquello que busca.

Difícil dar con info en redes sobre Vorágine. Lo poco, poquísimo que circula por allí, habla de un trío de cierta antigüedad, cuya primera y única referencia en largo está clasificada dentro de los metálicos lindes del death y del black (Demo II, ‘17). Esa taxonomía no deja de provocar cierta sorpresa, ya que en Puñales En Los Bolsillos EP se han integrado cepas de diferentes procedencias. ¿Implica ello una nueva configuración al interior de sus filas? ¿O, en todo caso, una evolución/reevaluación en sus objetivos? Las respuestas a estas preguntas permanecen pendientes.

PELB EP salta a las calles como cassette en febrero del ‘22, aupado por The Horde Of Nebulah Records, label y distribuidora especializada en d-beat hardcore, punk, metal y rock’n’roll puro y maloliente; que inicia actividades en el ‘16 y cuya sede social se encuentra ubicada en el tradicional distrito de Pueblo Libre. Su radio de acción es global, felizmente. Dos ejemplos al azar: Reflejo Vomitivo (‘18) de los chilenos Trepanación y Decaying In Obscurity (‘20) de los nipones Anatomia. Siempre en modalidad tape.

Lo más reciente de Javicho/Ramón/Poncho apenas si rebasa los siete minutos. Sus cuatro surcos son expelidos a velocidades demenciales, que evocan por igual al crust, al metal, al hardcore en su variante d-beat, al punk, e incluso al fastcore -el baterista debe estar ya lidiando de por vida con un severo cuadro de bursitis crónica. Pese al tiempo que lleva en la brega (seis almanaques), el otrora acto solista no ha perdido un ápice de brutalidad, como sucede con otros similares. Por el contrario, Vorágine sigue sonando apabullante, enfermazo, agresivo en extremo, asesino. Pese a su escasa locomoción, la guitarra golpea aún con fuerza, y la voz se desgañita hasta sangrar, recordándome a veces su color a la de Rafo Komodo (el cantante de los desaparecidos Manganzoides).

Debería planearse una versión CD de Puñales En Los Bolsillos EP. Esta producción necesita más chamba de estudio que le otorgue mayor volumen a la voz, prácticamente ininteligible. Además, los tres primeros cortes -“In Front Of The Abyss”, “The Pallid Tongue”, “Pleito”- van entrelazados, pormenor que no sé si la manufactura en cinta observa. El video en YouTube se zurra en el detalle, y en BandCamp ocurre lo propio por defecto. Un poco más de chicha sobre el terceto en Kill The Zine número 5.

Por ahora inscrito en esa estirpe de creadores sonoros locales que se sienten a gusto sólo en el anonimato más impenetrable, el solista Apnoea dice presente en el catálogo de Chip Musik a través de Radium EP. Colgado a mediados de octubre del ‘22, el extended le sitúa en predios de un bien entendido diletantismo, que decide habérselas con las vanguardias pop en su acepción noventera (¿las últimas de la Historia?).

El accionar de Apnoea es arisco, casi montaraz. Desde las primeras notas de Radium EP, es innegable la hosquedad de registro elegida por el ignoto no-músico para revestir su output. “ACLS”, en efecto, tolera la metáfora de un zumbido atosigante tras sus primeros 20 segundos. Con mucho esfuerzo, pueden detectarse matices que hablan de una proximidad con el ambient y el post-pop, si bien es complicado desmontar esa gruesa capa de drone para apreciarla.

El dramático contraste de “Ivy Mike” le hace lucir más melódico. Sin prescindencia de los graves, el track asimila un pródigo armazón rítmico borroso, que sugiere intenciones de esbozar algo así como un drum’n’bass apenas bosquejado. El misterio que rodea “Entelequia”, de cadenciosa intensidad, hace pensar en un equivalente peruano del primer Disjecta. Aquí se anima por primera vez Apnoea a samplear una voz, lo bastante deformada como para sintonizar con el rostro mostrado.

Firmada por los Seefeel de una realidad paralela, “Atomzahl” dilata el flirteo del capitalino con el ritmo, aunque éste se va afantasmando conforme avanza el láser, ahogado por poderosas reminiscencias industriales. El raid finiquita gracias a “Phase 1”, primera composición conocida de Apnoea al haberse entregado para el decimocuarto título de la saga Lego (Autumn Tapes, ‘22). La toma es exactamente la misma: apabullante murallón de sonido para contener un ambient de blanquecinas asperezas, que sólo en su agonía condesciende a la síncopa -el símil con los pininos de Boards Of Canada no es descaminado. En cierto modo, “Phase 1” es el cenit de Radium EP, el caldero en que Apnoea centrifuga todos los ingredientes antes utilizados.

Suerte con lo de la identidad desconocida. La aplastante mayoría de sus predecesores ha terminado siendo identificada -salvo Time Traveler, Laikamorí y Mongo No Stars.

Underground Junín Vol. 2 desdibuja buena parte lo que había avanzado Arte Sonoro, colectivo de músicos de la zona altoandina central del país, con su predecesor de hace dos años. Primera razón que justifica este juicio: el panorámico no sólo no amplía su radio de acción para incluir exponentes de todas las provincias del departamento de Junín, sino que le reduce a únicamente tres. Dichas provincias son Huancayo (3), Jauja (1) y La Oroya (¡9!). La desproporción en el reparto de las tajadas no hace sino subrayar cuán alentador era encontrar en Underground Junín Vol. 1 gente de Satipo, Pilcomayo, Chupaca... A esas cifras se suma la aportación de Lima (2) para llegar a los 15 actos involucrados en este segundo tomo, frente a los 20 conjurados en el primero.

Segunda razón: la variedad estilística se ha visto draconianamente mermada. Si antes entusiasmaba escuchar sonidos juninenses emparentados con el grunge, con el EBM, con el metal, con el indie y hasta con el reggae; la paleta de colores del ...Vol. 2 es tan exigua que no ha quedado de otra sino agrupar en segmentos los canales que más o menos comparten género, perfilándose tres compartimentos distinguibles al primer golpe de vista/oído. En ello también ha tenido que ver la extensión de la compilación -poco más de 62 minutos, contra los más de 83 de la anterior.

Tercera razón: descontando un par de números ya divulgados en discos propios, ningún asalto de esta pelea consigue destacar por encima de los demás. Esto no quiere decir que Underground Junín Vol. 2 sea una rodaja prescindible, pero sí una en que la medianía campea a sus anchas. En lo tocante a su primera tramo, se ha apostado por un synth pop/electropop que literalmente brilla en la oscuridad, apertrechado de no pocos chisguetazos de éter supersónico. Sucede con “Génesis” de Diogen Svemir, con “Saudade” de Chungking Express y con “Paraíso VIP” de Orsound. Suena exótico el maridaje, aunque se agota demasiado pronto.

En lo concerniente al segundo sector, el pop/rock se tiñe de negro, variando su grado de intensidad de acuerdo a quien performa -titubeante en “Bailes Muertos” de Zorstka (más techno pop que pop/rock, a decir verdad), en “El Retrato” de Morojo y en “Instante Eterno” de Adox Zars; monolítico en “Ataduras” de los limenses Rawa. Mientras tanto, la última sección ha sido reservada para los músicos que todavía pueden catalogarse como “de avanzada”. Los temas dados a conocer pertenecen a Miyagi Pitcher y a Time Traveler -“Ikigai (生きがい)” en el disco del mismo nombre del primero, “Old Astronaut 29.000” en Micelio del segundo (remezclado para la ocasión por Alcaloidë). El resto -“Ciudad Cristal” de Paititi, un succourizado “Crystal Beings” de Xtredan, “Génesis” de Ivo Macross- parte del post-IDM para recorrer fatigosamente el espectro de la música electrónica que traspuso el umbral del nuevo siglo. De todos ellos, indudablemente el más aventajado es “Sueños De La Eternidad En 5 Minutos” -y no deja de ser llamativo el hecho de que su impulsor, Walls, sea el mismo de Orsound.

Podría Underground... 2 haber salido mejor librado, si no fuera por dos horrores mayúsculos. Curiosa coincidencia, ambos son reformulaciones de canciones ajenas. Una, segunda intervención de Diogen Svemir, es la revisión de “Space Age Love Song”, el incombustible clásico de A Flock Of Seagulls. No lo hace mal reconstruyendo el hit a partir del electrogaze al que hacía alusión hace un rato, pero las frecuencias de grabación alcanzan no pocas veces picos de sobresaturación, convirtiéndose en “puntos ciegos”. La impresión que deja este error de principiante es terrible. En cuanto a Lunática Terrestre, propone un desabrido cover en clave seudo bossa nova lo-fi de “¡Qué Bonito!”, original de Rosario Flores, más conocido por la versión bachatera-pacharacaza de una tal Vicky Corbacho. Ni pizca de imaginación. No era nada del otro jueves lo que exhibía Lunática Terrestre en ...Vol. 1, pero esto se me hace francamente intragable.

Hákim de Merv

viernes, 16 de julio de 2021

Sexores: X

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 7 de julio del 2021.)

Coincidiendo con las celebraciones tradicionales a propósito del último fin de año, los ecuatorianos Sexores conmemoraron en diciembre su primera década de existencia obsequiando a público y fans un volumen de remixes que revisa sus cinco esfuerzos largos lanzados a la fecha. Dicho artefacto, que puede descargarse gratuitamente desde el BandCamp del dúo (actualmente reconvenido en cuarteto), reúne a 10 grupos latinoamericanos de nueva hornada; así como a 2 de la Madre Patria.

Hasta qué punto considerar a X un álbum de remixes en lugar de uno de reworks, es materia acerca de la que cada quien debe decidir. Yo me inclino por lo segundo, ya que la mayoría de estas relecturas encaja antes como versión/re-versión que como remezcla. Opino de esta guisa no tanto por la ductibilidad de las interpretaciones como sí por la significativa porción de re-creaciones que copa el menú. Otra característica a enfatizar es la comunión en penumbras de la que participa cada nombre listado. Sea desde el trip hop (la revelación Itzel Noyz), el postpunkgaze (las mexicanas de Todas Las Anteriores), el noise rock achorado (nuestros paisanos Kusama), o el simple y llano pop electrónico de cuño 90s (los quiteños Koala Precipicio); todos los conjurados ponen de relieve ese tenue velo de sombras con que Sexores siempre ha flirteado, empezando por el debut en formato extended 001 (2010) y terminando de momento en la excelencia conceptual de Salamanca (también 2020) -pasando incluso por su rodaja más luminosa, Historias De Frío (2014).

Agita la bandera en la partida el binomio guadalajareño Fryturama, reelaborando ennegrecida y engrosadamente “Gn 25:23” -del Amok & Burnout, 2011- canal que sí llega a calificar como remix. El grado de lobreguez es el mismo que el de Todas Las Anteriores, quienes practican sobre “U.S.R.R. Girls” (Red Rooms, 2016) una deconstrucción postpunkgaze a cámara lenta. Estela más acorde con el shoegazing bajo cero de Emilia Bahamonde y David Yépez es la que dibuja Koala Precipicio y la distorsión in crescendo de “Doppelgänger” (lado A del single Titán, 2013). Mismo camino, pero en dirección inversa, hacen recorrer a la siempre bienvenida en directo “Shinigami” (Historias...) las catalanas de Dreyma.

Complementan esta primera mitad la dislocada/oblicua performance vocal de Noelia Cabrera al frente de Kusama, para su rearme de “Historias De Frio”, que involuciona a un estado de noise crudo/picapedrero; y el plastificado shoegazing que Nax extracta del sonido tripgaze encarnado en el “Sasebo” original (Red Rooms).

Por cuenta de los hidalguenses Amparo Carmen Teresa Yolanda, el rework de “Daywalkers” -inesperado ramalazo de vigoroso shoegazing vívidamente ejecutado- abre la segunda mitad de X, completando de paso la triada de temas de Red Rooms en esta oportunidad revisitados. El terceto azteca salda así la colaboración de Bahamonde en su disco del 2020, No Hay A Dónde Ir. Similar jugada, esta vez desde coordenadas poptrónicas, realizan los ecuatorianos de Fotogramas -no confundir con el homónimo proyecto valpeño-, planteando en “Volantia” un interesante cambio de revoluciones respecto del veloz (y hermoso) corte original pauteado en Salamanca.

Infortunadamente, en este tramo encuentro arrejuntados los pasajes más discretos del disco, tracks con más de covers que de remixes o de reworks. Son los casos de “Bluish Lovers”, “Rigel” (provenientes ambos de East / West, 2018) y “Nos Lo Dijo La Serpiente” (Salamanca); respectivamente a cargo de Challenger (Bolivia), Ghost Transmission (España) y Tonicamo (Ecuador). El problema no reside en que se hacen eco del lado más pop de Sexores, sino en que confrontan poco o nada sus propias estéticas con la del repertorio de los norteños, quedándose lejos de alcanzar el punto medio entre homenaje y subversión que se acostumbra esperar de esfuerzos similares. Por suerte, los minutos senescentes de X reservan una joyaza de deconstrucción: “Berlin”. En manos de la talentosa y novel potosina Itzel Noyz, el penúltimo surco de East / West se transforma en un doloroso número trip hop de magníficos breakdowns. Un coctel de soul tridimensional y lujuria en clave de downtempo.

X se beneficia en dirección artística de la muñeca de David Yépez, y su masterización la ha asumido Emilia Bahamonde. Como se ha evidenciado durante la reseña, el cuidadoso diseño del track list garantiza un riguroso repaso cronológico por todas las obras in extenso que el tándem ha firmado. De carambola, postula además -más allá de las opiniones y/o polémicas que genere su contenido- una entretenida selección de composiciones con que acercar a nuevas audiencias el output de Sexores.

Salud por el primer decenio de vida, queridos Emilia y David. Que su magia nos acompañe durante muchos más.

Hákim de Merv 

martes, 29 de diciembre de 2020

La Vie: Sacred Valley // La Ciudad Negra: SCAR/Abajo EP // Alunaki: Telescopio

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 16 de diciembre del 2020.)

A Abdel Del La Cruz, do quiera se encuentre.

Triplete rojinegro ad portas de culminar el año pandémico.

Algo tremendo remece en estas semanas la existencia misma de La Vie. Una metamorfosis tras la que, al parecer, no hay vuelta atrás. Si Magic Mushroom (2018) impelía al acto arequipeño a clavarse entre las erizadas corrientes submarinas de la música electrónica con mucho de bagaje experimental, preservando ese amor por el formato canción que orlase sus primeros pasos, Sacred Valley saca lustre al ochenio del alias lastrándolo más hacia esas profundidades y borroneando grandemente esa ácida filia pop que todavía persistía -sólo un tercio del contenido le ilustra, y harto matizado.

¿Cuán determinante asoma la evidencia? Circunstancial de momento, pero avalada por el citado antecesor y la presente situación sanitaria. Diego Romero concibe su quinto largo solista lejos de casa, en ese Valle Sagrado de los Incas que no se cansa de recorrer el Urubamba (Cuzco), guardando estricto encierro durante la cuarentena decretada a causa del COVID-19. Desconozco si el confinamiento agarró allí al músico, si el traslado estaba planeado de antemano para efectos de composición y grabación, o si pasó un poco de ambos. Como fuere, contados lugares naturales del país transmiten la energía espiritual requerida para la elaboración de un disco con las trazas de este Sacred Valley -que desde nombre y portada ya te ponen sobre aviso.

No resulta inexacto afirmar que SV posee ribetes drónicos, si bien urge de una explicación adicional. Apelo a la adjetivación derivada del drone porque se trata de un álbum minimal para los estándares de La Vie, que ya habían sido zamarreados por Magic Mushroom y el 7’’ dedicado a La Monte Young. A las grabaciones de campo que hormiguean de la obertura “Undine” al desenlace epilogal “Initiation” -vigorosos cantos de pájaros, tranquilizador tintinear del agua- se superponen clústeres entrecortados pero sostenidos a rajatabla. Espacio para digresiones armónicas, queda muy poco en viñetas como la monocorde “Chant From The Masters” (de aerodinámico noise), la resonante fluidez zen interválica de “The Tibetan”, la ya aludida “Undine” o “Eliphas Lévi” (dedicada al decimonónico mago francés lector de la Kabbala Denudata y de las obras de Antoine Fabre d'Olivet y Emanuel Swedenborg). Menos severo, ese minimalismo de notas casi pedales se enseñorea además en “Mutation” y en la pieza epónima, si bien la primera es más mudadiza. “Sacred Valley”, por su parte, acredita un ni tan lejano tufo a bliss pop; imbuido de irisadas ondulaciones en sus extremidades -quizá el contrapeso imprescindible a la participación de Anamorph Experimental Music, colectivo vienés de avant garde.

El flanco más asequible de la entrega se revela en pasajes en los que aún resiste el viejo perfil de La Vie: el de acústicos arpegios, el del folk que se transfigura en new age y/o viceversa, el del ambient pre-digital. Ese La Vie de emociones conmovedoras sobrevive, ya tamizado, en la pacífica bonanza de texturas que integran la fugaz “Initiation”, en la enternecedoramente despojada “Mysterium Magnum” y en la flemática “Contemplation”. Todas ellas de corta duración, encuentro sintomático que se hallen desperdigadas como cuñas en medio de los oscuros ecos e iterativos sintetizadores acopiados por espacio de poco más de tres cuartos de hora.

¿Volverá a ser La Vie el proyecto de antaño, entonces? Yo pienso que es lo de menos, siempre que Romero no olvide el punto de partida ni pierda de vista el de llegada.

Algo ha pasado con La Ciudad Negra entre el lanzamiento de su primer sencillo y la elaboración de su reciente ¿EP? ¿mini-LP? La banda, fundada a inicios del 2017 en la capital mistiana, ciertamente ha sufrido algunas modificaciones en la alineación; pero no es a ello a lo que me refiero. Colgado en octubre del 2018, “Vomitorium” anunciaba un renovado crossover de noise rock, grunge y stoner; renovado en tanto fatigaba coordenadas estilísticas cercanas a las que recurriese Miguel Málaga capitaneando experiencias anteriores -Los Death Monkeys y Perros De Presa.

Editado en tape por la plataforma mapocha Sacred Necrophiliac, SCAR/Abajo califica más como un EP que como un mini-LP; y le reporta inesperadas variantes, respecto del single debut, al cuarteto que completan Ángelo Salazar (bajo), Blas Cruz (teclados y bajo) y Aníbal Guillén (batería). El giro más notorio está ligado al registro, que parece como cubierto por un velo. Asumo que es elección consciente, acaso para darle al extended un acabado que maride mejor con la recalibración ensayada.

Otro viraje a subrayar es la incorporación de un tenue color psicodélico, extraído de la variable stoner y que consecuentemente le debilita. Aunque el grupo flirtea con el género de Cult Of Luna y Lower Slaughter, lo hace en mucha menor medida de lo que avisaba “Vomitorium”. La avezada y punchera mezcla de grunge y noise rock se ve favorecida por esta declinación, robándose las cámaras durante la primera mitad del EP y dejando para la segunda los apuntes de ascendencia psicotrópica y esos guiños stoner a los que LCN aún condesciende.

Cuatro canales, dos lados. En el primero, las canciones -ruidosas, grunge-, hirviendo de furia, estruendo e ironía. En el segundo, los instrumentales -lisérgicos, stoner-, a los que les falta el mismo pulso firme que gobierna a sus contrapartes. Pese a que cada cara tiene tintes diferentes, hay algo que les iguala: las parejas “En Un Cohete Al Sol”-“Avalon” y “Cazar Moscas”-“Nace El K-Ohs” se entrelazan a través de sendas estructuras-puente, nebulosas secciones de sonidos atmosféricos que respectivamente dan pase al segundo track de cada lado, en plan conceptual.

Próximamente, la independiente canadiense Subvision se encargará de la edición en CD de SCAR/Abajo.

Algo fantástico debería suceder con el excelente estreno de Alunaki. Sin embargo, nunca se sabe con la escena independiente nacional. Así que mejor intentar guardar la compostura. Intentar...

Raúl Begazo, 50% de dúos de notable trayectoria como Paisaje 3 y Orquídea, guitarrista de Aero y de Fobya; se tomó un tiempo para chambear a conciencia las composiciones que vertebrarían el debut de su seudónimo en solitario. El semblante de éste se vislumbraba gracias a las influencias que el arequipeño ha recorrido en aquellos combos en que su presencia fuera más patente -el shoegazing en primer lugar, y en menor medida el sonido Bristol. Además, un porcentaje del repertorio correspondía a outtakes de Fobya, a los que Begazo dio numerosas vueltas antes de encontrarles sitio. Desafortunadamente, el upload del esférico tuvo lugar en la víspera del inesperado, lamentable deceso de Abdel De La Cruz -la otra mitad de Orquídea, líder de los darkies de Fobya y amigo personal de Begazo.

Telescopio -¿puede haber un título más baggy?-, pues, tiene una marcada impronta ethereal noise, pero también otra bien en la onda postpunkgaze de los 10s. De hecho, abre con la pista homónima y “Dushhand”, cargadas ambas de ese estilo que conecta el post punk adlátere al primer dark con el dream pop de octanaje extremo. Otros cortes de dicha aleación son “La Señal En Ti” y “What If” (encantadora performance vocal de Orfa Ponce, que también hace los coros en “Dushhand”), ubicados juntos al inicio de la segunda mitad. La ensombrecida languidez que corría por las venas de esas músicas nacidas al albor de los 80s, y que conoció una segunda juventud a través del revival del nuevo siglo (y los devotos émulos que ha tenido siempre), sale a la superficie en estos rounds de macizos graves y nostalgia filtrada mediante la electrónica (sobre todo en el colofón de “La Señal...”).

La mayor fortaleza de Alunaki es el shoegazing, empero. Éste calienta motores con la accesible “Dreams” y se vuelve im-pa-ra-ble gracias a “Diboom”, primer remezón de volumen tan meticulosamente confeccionado. La estruendosa carga decibélica de pares como el ruidoso “Otoño” o el incendiario crepúsculo pincelado por “Murió En Un Sueño” (magnífica Christy Monzón, que también gorjea en “La Señal...”) se abre paso a través de Telescopio empapando asimismo el aura de las canciones mencionadas en el párrafo anterior, enfatizando el cálido reverb étersónico de colores incandescentes que Begazo dispensa a discreción.

Aún la terna de cierre, en que el guitarrista se decide por un prudente acercamiento al trip hop, queda inoculada por la reciedumbre/el nervio extra que el volumen demoledor de la mezcla le confiere al disco. La ensimismada cadencia de “Vomit” (donde Ponce vuelve a lucir su talento), la inteligibilidad meta-synth de “Icarus” y el asalto más bien Madchester de “Mar Vacío” -su encuadre aquí es discutible, ya que también se premune de un muro de distorsión digno de The Jesus And Mary Chain y My Bloody Valentine- culminan una puesta de largo impecable por donde se le aborde.

Conservo indicios fidedignos sobre tomas que no llegaron a ocupar plaza en Telescopio, por variopintas razones. Ello habla maravillosamente de un proyecto con mucho potencial de cara al futuro en corto y mediano plazo. Por eso, animo a Raúl desde estos bytes a no tirar la toalla como Alunaki. Aunque los acontecimientos que rodeasen la salida de la obra hayan sido dramáticamente luctuosos, la mejor forma de honrar al hermano que se fue es justamente seguir adelante. Abdel sería el primero en estar de acuerdo.

La extraterrestre carátula ha sido tratada por Richard Chuquitaype -Fobya, Lunes, El Estéreo Tipo- quien también se portó con la premasterización de “Icarus” y los arreglos de batería y guitarra en “What If”.

Hákim de Merv

martes, 6 de junio de 2017

Paisaje 3: Acid Trip 7''/Sesión Invernal

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 14 de junio del 2016.)

Hace ya algunos años que conozco a Mauricio Miranda y a Raúl Begazo. No personalmente, es verdad, porque ambos son naturales y residentes del departamento de Arequipa, históricamente la segunda plaza más importante de la escena nacional. Pero ocasión ya habrá en el futuro de estrecharnos las manos. Por lo pronto, creo necesario agregar que Raúl es 50% del dúo shoegazer Orquídea (la otra mitad es Abdel De La Cruz, también en Fobya) y Mauricio dirige una de las bitácoras más puntillosas dedicadas a la movida peruana -El Blog Del Bam.

En marzo del 2016, Miranda y Begazo lanzan su primer single bajo el nombre de Paisaje 3, evidente guiño al célebre disco de Silvania editado en 1994. Pero el shoegazing no es tanto una constante en Paisaje 3 como sí lo es parte de su metodología -la que atañe a la distorsión y su potencial estético. Esto vale únicamente para “Valse De Altamar”, el lado B del sencillo -porque “Acid Trip”, el lado A, está bien lejos de esas coordenadas. En efecto, “Acid...” otea la distorsión a la distancia. Lo suyo es la electrónica noventera, abarrotada de matices pop y yerma de sobresaturación guitarrera -o de cualquier otro tipo. Sobre qué clase de género electrónico en particular, volveré luego.

Por contraste, “Valse De Altamar” parece grabada a la orilla del Pacífico. Me recuerda esa vieja anécdota que contaba el francotirador del efímero proyecto Bajocero, referida a quedarse dormido cuando chico escuchando la estática radiofónica, que hacía las veces de oleaje oceánico. “Valse...” es un ejercicio de experimentación casi abstracta, al filo del noise -una recia capa de distorsión que es un fin en sí misma, pero que no deja de ocultar algo. P3 usa fragmentariamente tres valses criollos, que son a la vez guiño a la geografía de Mollendo (provincia arequipeña de la que es oriundo Mauricio) y guiño a una infancia enmarcada por una de las músicas tradicionales de la costa peruana. Dos de estos valses pertenecen al repertorio de la zona sur, mientras que el tercero es “El Pirata”, más conocido en todo el litoral. De las dos caras, me quedo con la B, que no ha sido repescada en el debut en largo del tándem.


Poco antes de viajar a Chile, Mauricio tuvo la enorme gentileza de hacerme llegar en exclusiva el primer disco de Paisaje 3, cuando todavía estaba en fase de producción. Faltando cuatro días para irme, la reseña de single y disco estaba hecha. Sin embargo, el Destino, en su infinita sabiduría -o estupidez-; me borró el texto (por lo general, siempre los escribo directo en el muro Face). Así que ha pasado un tiempo hasta que me he vuelto a animar a escribir al respecto. De todas formas, el 7’’ y la carpeta con los MP3s de la ópera prima se han quedado en unas cuantas PCs al sur de Tacna (con el correspondiente permiso de Mauricio).

Algunas voces han catalogado a Sesión Invernal como “nügaze”. Si por este término se entiende el revival shoegazing que vio la luz en los 00s -Fleetig Joys, M83, 93MillionMilesFromTheSun-, disiento completamente. Es verdad que en el disco hay una mayor aplicación de los temporales eléctricos propios del también llamado baggy, pero en el subsuelo no abundan las invencibles melodías pop de las que éste hacía gala. Además, tampoco se parece su sonido al de los combos abanderados del revival. Ahora, si lo que propone la etiqueta es un hibridaje del shoegazing con algo más (y ajeno), habría que resolver antes ciertas interrogantes. Por qué el uso del prefijo léxicamente deformado “nü”, por ejemplo, que habla a las claras de un “nuevo” shoegazing. O por qué darle preeminencia al dream pop si, mirado de cerca, éste es más una variable accesoria que una constante.


Ateniéndonos al disco, sus raíces son inequívocamente noventeras. Y ciertamente, más electrónicas que rockeras. Y específicamente, más trip hop que cualquier otro subgénero digital. Pero, si bien es el sonido Bristol el que más peso tiene, no es menos verdadero que se le ha desmontado para reutilizar algunos de sus componentes -rítmicos, sobre todo. Sería más atinado, entonces, hablar de una suerte de trip-gaze de codificación liberada; que ocasionalmente puede sonar a jungle travestido (“Under Mind”), destilar leves efluvios de la rocktrónica de The Chemical Brothers, o sentirse más a gusto probando suerte con pistones IDM (“14”). Ello no obsta para que Sesión Invernal muestre de vez en cuando otros colores en cantidades menos generosas. Hay uno que otro segmento ambient por allí, lo mismo que contados números más próximos al florilegio shoegazing (“Voyage”, “Raindrops”).

Sesión Invernal no es un disco cercano al oyente promedio local. Exige cierto grado de concentración, cierto esmero en tratar de asimilar el plasma del que se compone. No tiene melodías que enganchen a la primera -pero vaya que si sabe enyuntar paradigmas sonoros diferentes (sólo en principio, ¿alguien se acuerda del Lushlife, de Bowery Electric, grupo dream pop que en aquel plástico se acerca al trip hop?), cuestionando de paso nuestra percepción inmediata de lo que definimos como “música en el nuevo milenio” y nuestros prejuicios sobre el valor de los grupos nacionales contemporáneos (bueno, bueno, para los no melómanos o los neófitos).


Hákim de Merv

ANOTACIÓN PERSONAL

Por siaca, quien acuñó el neologismo/barbarismo “tripgaze” y lo usó por primera vez fue este seguro servidor. ;)