(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 17 de mayo del 2023.)
Para los/as melómanos/as más avezados/as, Trilce guarda un segundo significado, provisto por el track que abre En Cielo De Océano (‘93), debut en largo de Silvania y uno de los álbums más hermosos concebidos en la lengua de Cervantes. De ello se hicieron visible eco Antonio Gutiérrez y Fernando Gonzáles, fundadores de Trilce Discos, marca independiente que ya va por los trece años de vida. La notoria alusión hecha por el legendario grupo cobra especial relieve, pues, al conmemorar el poemario vallejiano su primer centenario: de ahí que la reconocida plataforma se sume a la celebración de la efemérides con el consabido volumen discográfico.
En efecto, ubicadas sobre todo en la segunda mitad de la jornada, las pistas que cosechan pulgares arriba se mueven entre el pop acústico de buen paso (“Poema XLIII (Quién Sabe)” de NenaPop), que unas veces suena algo rezongón (“Poema XXXII (999 Calorías)” de Dr. Didi) y que otras se queda a medio arroparse de una aureola de crooner (“Poema LXXVII” de Raúl Montañez). A las ya mencionadas hay que sumar la del alias arequipeño Reverb Chamber, cuyo “Poema VII” posee una elegancia entre cansina y melancólica, y las de Alunaki (“Poema XLIV”) y de Darko Saric (“Poema LI (También He Sido Así)”). Estas últimas, saliéndose del molde, en clave “plugged” -con su acostumbrado trote tripgaze la aventura del mistiano Raúl Begazo, sorprendentemente bucólico el frontman de Indigo.
Dejo el resto para el final. No precisamente “son pocas pero son”, las versiones que no cuajan. “Poema XII” de Pawkarmayta y “Poema XLI” de Muki Sabogal apelan a atmósferas bizarras, inspiradas al parecer en cualquier cosa menos en la pluma del aedo liberteño. Oscuras, inexpresivas, casi robóticas; considero que su estética no es definitivamente la mejor opción para acercarse al corpus de Vallejo, aunque sí podrían funcionar alejándose de esa fuente. No se puede decir lo mismo de “Poema XXX” de Sheila Guzmán ni de “Poema XIII” de Dalmacia Ruiz, en la práctica declamaciones planas/lineales/romas que no cumplen con el cometido del CD (sobre todo la propuesta de Ruiz). Menos aún de “Poema IX (Canción 9)”, a cargo de Vrianch & Frido Martin, horripilante entuerto de raggamuffin electro cuyas cacofónicas vocales terminan por hacerla merecedora de muerte en la hoguera. Un muy mal chiste, totalmente fuera de lugar.
Ejemplo de esas raras asociaciones de las que está plagada la historia de las escenas independientes peruanas, asociaciones nacidas en la confluencia casual y breve de personalidades excéntricas, y que por ende apenas si legan algún testimonio (difícilmente ubicable) de su existencia; Tanuki Metal Yonin Plus fue un colectivo cuya técnica se fundaba en la improvisación y en una libertad creativa desplegada más allá de los géneros. Semejante praxis devendría pronto en parcela propia, visitada por vástagos no reconocidos y coetáneos suyos como Ensamble Santos Matta, Doppelgänger, _BAS, Nicotina Es Primavera, Mao Tse Tung, InDuo Antropomorfo y otros.
Sí puede aseverarse, en cambio, que Ninja es la primera rodaja concebido como tal por Fukuda valiéndose de un formato grupal antes que de uno individualista. Además de Pedro, en el esférico intervienen Enrique Trelles (Suma), Franz Núñez (Búho Ermitaño) y Alejandro Haaker (Sabor Y Control); todos ellos específicamente convocados para las sesiones conducentes a la elaboración del artefacto. Es éste una demostración no sólo de cuánto marcaron a Pedro los días como TMYP, sino además la constatación del desarrollo de la metodología aplicada en esa precedente experiencia.
Ninja viene provisto de un
hidden track sin título. En éste, Paraíso Ambulante pondera su lado más tribal,
sin apartarse de la austeridad que respira el resto de la rodaja. Debido a ese
minimalismo enfrentado entre lo exótico y lo ritual, espontáneamente surgen
conexiones inquietantes, pero sobre todo muy sugestivas con el after punk usamericano
que estalló en New York y alrededores a fines de los 70s. Imposible no acordarse
de Liquid Liquid o de Konk cuando el jazz dadaísta del bonus repta derramándose
canalizado en ángulos no previstos, preso de una neurosis hipnotizante. El
perfecto contrapunto para un tema como “SIHR”, dotado de una atonalidad
filo-industrial, cuyos polirritmos se ven aderezados con voces gritantes y fluctuaciones
caóticas. Algo así como escuchar los delirios de un Sun Ra en huiros, o a unos
Fluxus amancebados a los Residents.
Hákim de Merv
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