(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 26 de abril del 2023.)
¿Cuántas veces te has topado con músicas cuyas substancia y fragancia brotan y se derraman entre el moho y el éter, cuyas esencias irradian incandescentes luminosidades a pesar de yacer encerradas en capullos de cardenillo, cuyos pathê fluctúan entre el amour fou por la borrasca más impenetrable y la devoción en grado summum hacia la transparencia más inmaculada? Pocas, seguramente. Experiencias así no han sido frecuentes en el devenir de la música pop. Ni antes, ni ahora, ni -al paso que vamos- en el futuro.
Valgan verdades, qué travesía tan excéntrica la que propone Laikamorí con el output contenido en su segundo álbum, que se hizo esperar por espacio de un lustro tras el muy recomendable debut en largo. Música excéntrica y maravillosa, observando la costumbre del dúo de firmar canciones como extraídas de una realidad paralela millas distante -y también, como ya subrayé, la de realizar gambetas sustantivas respecto de discos anteriores. Pasó con Persōna respecto de °°°°°°° EP, y acaba de pasar con △△△ respecto de Persōna.
Música excéntrica y coherente. Es como si la obra del misterioso tándem peruano afincado en New York ganase mayor nitidez tras cada nueva entrega, sin abandonar las claves del esteticismo que abrazase tras su nacimiento. La consistencia/el espesor casi material del tejido que envuelve las creaciones de Laikamorí encuentra sólida refrendación en los diez temas de △△△. Lo mismo le acontece a la debilidad por el lo fi, sólo que este último se halla ahora esmaltado por una pátina de baja resolución que produce efecto similar a aquello que en el vaporwave se conoce como “glo fi” -un fulgor emocional más que real, cual si estuviera atrapado en ámbar.
El saldo de este △△△ renueva, pues, la imagen de la ya célebre mancuerna. Es otra, y a la vez sigue siendo la misma. Con sus voces filtradas (“Kháos” es el único track en el que se escuchan vocales más o menos limpias), con sus escaladas y desaceleraciones de velocidad afinada, con sus secuencias fogosas (“Amok”), con el dulce florilegio de sus teclados, con sus arrullos y sus asperezas en constante reverberación (“Hypno”). Drone pop chisporroteante nimbado por la producción artística, como sucedía asimismo con Persōna, del inmenso Mario Silvania.
Este 2023, la carrera hacia diciembre ha empezado sin reservarse nada.
Hákim de Merv
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