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viernes, 18 de abril de 2025

Adelaida: Retrovisor // Rafael Cheuquelaf: Tiempo Profundo

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 9 de abril de 2025.)

Pasó un tiempo más o menos considerable desde que Animita (‘20) hiciese brillar el nombre de Adelaida, tras la insólita gira que el entonces terceto realizó en países de Extremo Oriente. Tiempo que, es verdad, coincide con la fase más severa de la pandemia -cuatro años, nada menos. No fueron sólo las sanitarias, empero, las únicas circunstancias que intervinieron en este prolongado paréntesis. A la luz de lo exhibido en el subsiguiente Retrovisor (‘24), el grupo de Valpo tuvo que afrontar durante ese par de bienios drásticas transformaciones en su configuración, que repercutirían a la postre -si bien no de manera demasiado traumática- en su discurrir sónico.

En efecto, en algún punto entre el ‘21 y el ‘23, Adelaida dejó de ser un trío y reinventóse como cuarteto. El verbo no es exagerado, ya que no sólo se trató de adicionar un nuevo miembro. De Animita a Retrovisor, el alias prescindió tanto de las baquetas de Gabriel Holzapfel como del bajo y de las vocales de Naty Lane. En reemplazo del primero, cogió el relevo Tomás Pérez, mientras que Anke Steinhöfel sustituyó a la segunda en ambas funciones. El ingreso de Joaquín Roa en el puesto de guitarrista divide con Claudio Manríquez (a) Jurel Sónico, que sobrevive como único miembro original del acto, responsabilidades relativas a los desarrollos estelarizados por la eléctrica.

Desde un principio, Adelaida se decantó por las formas de crear/ejecutar música pop fundadas sobre la Distorsión. Con la solitaria excepción del shoegazing, la mayoría de ellas surgidas sobre suelo americano: el noise rock de Dinosaur Jr. y Sonic Youth, el “hype” del alternative rock, el indie rock de Sebadoh y Shellac, el grunge de Mudhoney y Alice In Chains... El balanceo de todos esos ingredientes le dio al combo su identidad constitutiva, de la que despachase sobrados ejemplos en discos del nivel de Paraíso (‘17) o Madre Culebra (‘15). Esos rumbos se ven magnificados en Retrovisor, al punto de poder catalogársele como la placa que refunda a la banda del ex Lisérgico.

Con los primeros acordes del corte homónimo retumbando en los headphones y disparando las guitarras salva tras salva de duras acometidas rockeras, queda en evidencia el anabolizado ascendiente de ruido y distorsión que presidirá de ahora en más el sino de Adelaida. Uno que, sin renunciar del todo a su herencia baggy (“La Montaña”, “12 Días”, “Mi Ventana”), transitará esencialmente por este lado del Atlántico. “Pólvora” es una excelente muestra de ello. Otras igualmente recomendables son “Espirales”, “Girasoles”, la psicodélica relectura de “Brilla” (original de los argentinos Suárez que venía como hidden track en Hora De No Ver), “Resplandor” y el farrellesco colofón de “Desdén”.

Un par de apuntes más acerca de Retrovisor. Por supuesto, tiene su lunar. A “Frutos De Otoño” se le siente muy inicios de los 90s, cosecha neopsicodélica, rasgo que se acentúa cuando al promediar la canción los valpeños rebajan el tempo y gana ésta un groove típico de esos ácidos días. Claro, la toma primigenia ya venía impregnada de esos aromas. Y es que Retrovisor se concede la libertad de reinterpretar algunos números antiguos de Adelaida, todos ellos provenientes de su ópera prima Monolito (‘14), subrayando ese hálito de “segundo debut” del que hablaba hace un momento. Pasa con “Frutos...”, con “Océano Mundial”, con “12 Días”.

Muy pocas jornadas antes de la última Navidad, se subió a la cuenta BandCamp de la escudería independiente Eolo Producciones el último trabajo solista del músico magallánico Rafael Cheuquelaf. Integrante de Lluvia Ácida, dúo que justamente fundase Eolo en el ‘01 y que ha asumido la tarea de relanzarle hace algunos meses, éste es ya el tercer esfuerzo de largo aliento que el buen Rafael saca adelante -y el cuarto lanzamiento alejado de sus trajines junto a Héctor Aguilar. Sin embargo, para la ocasión no ha marcado el autor mucha distancia respecto del curso que navega actualmente la reconocida mancuerna puntarenense.

En Camino Interior (‘22), Cheuquelaf tomaba el sendero del trip hop enyuntándole a una narrativa conceptual proyectada como siempre sobre el fundamento de su experiencia vital, externa e interna. También se encumbra Tiempo Profundo desde un concepto de fondo, pero las sonoridades que le vertebran se hallan más cerca del urgente dark ambient empuñado por el binomio en Puntarenazo (‘24). Y cuando no ocurre de esta guisa, el esférico remite a los días oscuros y nerviosos de Antiviral (‘20), que LlA compusiera durante el periodo hardcore del COVID-19. Esta última conexión no es gratuita, ya que asimismo se cuela aquí una temática científica de por medio.

Ésta corresponde a un residenciado artístico y de investigación que el chileno cursó vía la Universidad de Magallanes. Consistió éste en exploraciones de la zona más austral del país, con el objeto de estudiar/especular-acerca-de una época de la región magallánica anterior a la llegada del Hombre. De ahí la chapa de “Tiempo Profundo”, frase acuñada bajo esos mismos parámetro por James Hutton, geólogo escocés del siglo XVIII. De ahí, también, muchas de las denominaciones utilizadas para bautizar los surcos que agrupa el plástico: “estromatolitos”, “ictiosauria”, “amonite”, “bloques erráticos”, etc (cada una explicada por Rafael en la sumilla de BandCamp).

Sonidos de enjambres binarios (“Amonite”), perfecta síncopa de precisión clínica (“El Ciclo De Las Rocas”, circa el Tecno de Daniel Melero), inexpugnable densidad vítrea (“Manto De Hielo Patagónico”), gélidos strings digitales (“Estromatolitos”), bronco dark ambient inoculado de chillones órganos eclesiásticos de pelaje sintético (“Bloques Erráticos”). Los climas sonoros en Tiempo Profundo recorren con ritmo sostenido comarcas ambientales pletóricas en incertidumbre y suspenso, apertrechándose de un synth completamente deconstruido -algo así como el lado Z de Chris & Cosey. Si hay momentos de reposo, éstos son devorados con celeridad por evoluciones ominosas, casi carpenterianas.

Inicio y epílogo del álbum sortean este modus operandi con desigual destino. Mientras que la pieza titular es una zarabanda de ruidos binarios generados aparentemente al azar, que acaba desbarrancándose hacia preternaturales abismos lovecraftianos (en sintonía con el sutil guiño de la portada), “Primer Fuego En Karukinka” es un tema solemne, que oscila entre crepuscular y angélico. La flama encendida por los primeros seres humanos habitantes del extremo sur en lo que tras cientos de años sería suelo Selk'nam, ciertamente, marca el final de una era y el inicio de otra. Por eso “Primer Fuego...” muta el cariz al aproximarse a sus cuatro minutos para derivar en un panegírico lleno de emotividad y vitalidad. Laudable.

Hákim de Merv

jueves, 10 de octubre de 2024

Las Olas (Noispop): Perdidxs En El Ruido EP // Hablemos Del Alma: Hypnótica

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 2 de octubre de 2024.)

Muchos años después de publicado su primerísimo Canciones Para Mis Amigxs EP, resucitan los chilenos de Las Olas (Noispop) casi sin proponérselo. Siendo la empresa original una suerte de documentación arqueológica de lo que significasen para el período ‘15-‘16 el hoy sexteto y su hasta hace poco unigénita referencia, el reagrupamiento derivó en una segunda vida, que testimonia el novísimo Perdidxs En El Ruido (editado por Fisura).

Sorprendentemente lanzado por la peruana Gatitx Discos, con el plus de un bonus track no disponible al sur de Tacna (“Todo El Tiempo Está Ahí”), Canciones Para Mis Amigxs es un registro que bordea el cuarto de hora. Cuidadosamente balanceados, sus seis asaltos pintan de cuerpo entero a un combo que idolatra por igual al pop y a la distorsión codificada al abrigo del noise rock. Los australes, sin embargo, no permitían que ambos amores les dirigiesen hacia alguna clasificación más específica, encorsetándoles. Podían guiñar tan pronto a los CDs más ruidosos de Yo La Tengo como al indie de Baja Fidelidad, al punk más aupado como al bubblegum pop -hoy extinto- que en décadas anteriores copase las propagandas mediáticas.

A pesar de doblarle en duración, Perdidxs En El Ruido EP no rebasa el límite de los 30 minutos. Como si lo hiciera por lejos: el esférico honra casi literalmente el título que la banda le ha puesto, ofreciendo resultados muy discretos en relación al estreno. La música de LO(N) se ha decantado visiblemente hacia el indie deudor del lo fi, con timing lo suficientemente potente para sortear la chillona cubierta de ruido deformante. En realidad, este tapizado no es todo lo espeso que debería, sino fácilmente desmontable -de ahí que dijese “chillona” en vez de “chirriante”.

No acontece lo mismo con el pop sencillo y efectivo que sobresalía en Canciones Para... A decir verdad, ese pop se ha vuelto trotón, voluble, antojadizo; cualidades que le emparentan con el denostado tontipop ibérico de entresiglo. Esa ligereza le impide abrirse paso por en medio de una capa de noise tan maleable como la del opus. Otro tanto ocurre con la voz: Camila Falcucci cantaba en la anterior jornada revistiéndose de una naturalidad que hoy está ausente. En Perdidxs..., sus vocales suenan impostadas, llenas de afectación forzada. Me hace pensar en una agudizada variación de la de Alison Shaw -y esto no es, ni por asomo, Cranes.

El rejunte, del que también participan Marina Gris, Luis Venegas, Javier Álvarez, Simón Errázuriz y Franco Perucca; parecía una buena idea en ese momento. Ahora no.

Con harto retraso se me da escuchar lo más reciente in extenso de Hablemos Del Alma. Liberado en mayo del ‘22, Hypnótica es un segundo paso al frente firmemente efectuado. Hacia adelante, si bien no tanto en la dirección que podía suponerse tras la puesta de largo Programática (‘20) -mucho menos girando hacia los lindes new age de su epónimo EP (‘16), que a día de hoy haríamos bien en considerar historia definitivamente pasada.

En su primer álbum propiamente dicho, el proyecto de Ángelo Santa Cruz se alimentó de cualquier ascesis eufónica de los 80s que pregonara genealogía synth o new wave. Ello, apertrechado de un modus operandi que ignoraba por completo conceptos como los de nitidez o fidelidad. Esta contradicción, no obstante, era siempre resuelta otorgando más peso a las construcciones sonoras que a las texturas de que éstas se envolvían; posibilitando que HDA se acerque por igual no sólo al minimal synth o al synthwave, sino también a códigos algo más densos como el darkwave.

Para Hypnótica (Poxi Records), el chileno deja a su mecánica ocupar el lugar de su metafísica. Quiere esto decir que ahora el lo fi obtiene un rol avasalladoramente hegemónico en comparación con la materia prima a maniobrar. Ésta sigue siendo la misma, pero lo que antes era genuina exploración al interior de las músicas electrónicas ochenteras, se ha convertido ahora en pastiche a-lo-lado-B del synth pop. ¿Tiene eso algo de malo? Ni la sombra. Se despunta la homónima obertura del cassette y queda clarísimo que se ha sepultado todo atisbo de aspiraciones ambient que pudiera rastrearse en la obra del sureño, como proclama también “Éxtasis”.

En tal sentido, no es errado postular que Hablemos Del Alma revisita desde las parcelas del nuevo milenio la poética del viejo synth cosecha 80s, en lugar de hacerlo afincándose en el propio contexto de éste. Esa intencionalidad vintage ya existe, por cierto, y responde al nombre de electrocläsh. Santa Cruz no da el salto en ningún momento hacia la etiqueta, aunque en más de una oportunidad flirtea con ella: “Amor Electro”, “Distracción, Veneno... Distorsión”, “Selfy Time Travel”, “Full Reflexiones”. En “Jardín De Noche” y en “Another Intergalactic Cosmic Love Song”, por otro lado, el tratamiento SD es tan evidente que poco le falta para conectar con otro revival del siglo XXI -el vaporwave.

El único pasaje en que siento respirar otra vez al viejo HDA es el del cierre. “Un Sueño En Un Sueño” me hizo pensar en esos Depeche Mode que iban mutando tras la salida de Clarke y la entronización de Gore, sólo que en clave más austera. Suerte de “Leave In Silence” de un universo alternativo, el round no es otra cosa que una alusión medio anacrónica al background inmediatamente anterior de Santa Cruz. No percibo riesgo de que éste vuelva, y sí menudean incertidumbres sobre qué hacer ahora: oscilar entre ambos revivalismos equivale a andar por la cuerda floja, y ésta nunca es lo bastante larga.

Hákim de Merv

viernes, 3 de mayo de 2024

Café De Las Almas: Café De Las Almas

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 24 de abril de 2024.)

Fundada durante la segunda mitad -o en todo caso, hacia finales- de los 80s, si la subescena synth pop forjada en el Perú gozó de momentos estelares, éstos se dieron en el curso de la siguiente década. Ello no obsta para afirmar que, si bien escasos, nuevos e interesantes nombres se han sumado al rubro tras el cambio de siglo. De entre los que nacieron en los 90s y se desarrollaron sobre todo al trasponer la barrera del milenio, destaca Xplora, cuarteto que inició actividades hacia 1997 y que entró en receso permanente en 2011 -luego de entregar tres documentos de largo aliento, cuyas versiones extendidas puedes audicionar en YouTube.

Tras paréntesis bastante prolongado, de las cenizas de Xplora nace Café De Las Almas, proyecto con que Javier Vera (a) Jacko recupera un puñado de composiciones que estuvieron gestándose desde el final mismo de su anterior banda. De ésta también sobrevive Iván Peralta (tecladista entre el ‘06 y el ‘11), completando el terceto Melannie Bartolo en coros y guitarras. Paciente y dilatado período de producción de por medio, el epónimo estreno de CDLA aparece el 21 de este mes, previo lanzamiento de los sencillos virtuales “Perseguirte” y “Ángeles Malos”. Precisamente es con el primero de ellos que se abre esta rodaja.

Y vaya que fue un susto. Aunque en términos generales Café De Las Almas no se aparta gran cosa de la ruta que recorriese Xplora, “Perseguirte” me sonó demasiado a aburrido pop empalagoso, amable en exceso y terriblemente cansino. En algunos pasajes, incluso, me recordó a los siempre aguachentos Mar De Copas y demás prole que le sucedió/imitó -sólo que con extra de sintes. Afortunadamente, el resto del disco diluye la sobreabundancia de sacarosa y reconduce la jornada por senderos de un synth cada vez más contenido, sin alejarse de los armoniosos paradigmas de un género de por sí inclinado a la melodía.

Entre “Día De Sueño” y “Morfeo”, pues, la firma synth de actos como Camouflage, Red Flag, Cause & Effect, Anything Box y Cetu Javu palpita bajo eurítmicas líneas de glacial confección; distanciadas del rarefacto idealismo de unos O(rchestral) M(anoeuvres in the) D(ark). El recurso dosificado de la guitarra en pistas como “Despertar” o “Strawberry” introduce elementos del electropop más interesante compostado al calor del mainstream noventero. De hecho, “Strawberry” es lo más cercano al pop pasteurizado de los 00s, si bien no llega a equiparar el mal paso que supuso la apertura: por el contrario, añade versatilidad a un registro que es necesario evaluar con ciertas atención y severidad, al considerársele la segunda vida de Peralta y Vera.

Ajustados cambios de ritmo (“Ángeles Malos” tienta al trip hop y se queda a media caña), minimales baladas (“Malabares”), álgida vitalidad en secuencias y teclados -el grueso del repertorio sin enumerar hasta ahora: “Apareceré”, “Tu Canción”, “Fe”, la epilogal “Morfeo” (recuperada de la primera placa de Xplora, Intro)... Tratándose de un estilo ya con lustros a cuestas, no habría estado mal que pusieran un poco más de empeño en las letras. El nivel de éstas es fluctuante: a veces lucen ok, a veces por debajo de eso. Es loable, en todo caso, el tesón en persistir en feudos synth pop con esmero y convicción -el mismo que podíamos encontrar en Cuerpos Del Deseo, Noche Futura o La Esencia, por encima de intentos fallidos como los de Avatar o Andrógenes. Ello, sin obviar las consabidas pinceladas de variedad -como la de “Niña Vampiro (R&R Version)”, el canal más rockero de la puesta de largo.

Hákim de Merv

jueves, 5 de octubre de 2023

Espectro Simulado: Ruiditos​​ / Sigilios Contra El Simulacro Capitalista/​​Teocrático/​​Extractivista/​​Moderadamente Represivo​ /​I Want My MTV // Rvptur4: Synth Punk Y Sedición EP / Maldiciones De Invierno EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 27 de septiembre de 2023.)

Recién a mediados de año me entero de la travesía de Espectro Simulado, suerte de “supergrupo” oriundo del underground mapocho que empieza a acumular rodaje en febrero del ‘22 con la salida de Generador Automático De Nombres De Bandas Death Metal (EP 1) (la segunda parte aparece unos cinco meses después). La primera referencia in extenso se plasma hacia las postrimerías de noviembre pasado, y es el principal móvil de estos renglones.

Espectro Simulado nace del encontronazo entre José Miguel Trujillo (ex Familea Miranda), Charlie Vásquez (Orquesta Pandroginia) y Jorge Cabargas Schultz (Tobías Alcayota). A simple vista, el irreprochable background me da pie a vislumbrar una dirección bien 90s. Su arsenal, compuesto de alguna pedalera, alguna drum machine y mucho software (como el AudioHijack 3 y el Ableton Live 11); indica que los tiros van más por el lado digital. Evidencia clarificada nada más empezar a reproducirse el pantagruélicamente bautizado Ruiditos​​ / Sigilios Contra El Simulacro Capitalista/​​Teocrático/​​Extractivista/​​Moderadamente Represivo / I Want My MTV.

La puesta de largo se ha trabajado desde un registro deliberadamente imperfecto. A toda hora, sientes que el sonido se mueve detrás de gruesas cortinas/bajo tapices de copiosa felpa. Más que a la de la Baja Fidelidad, esa particularidad de las texturas sonoras recuerda en algo a la ornamentación timbral magnética de la tape music, lo que combina fantástico con las cuatro pistas integrantes de la rodaja. Éstas devienen collages aurales de atmósferas fragmentadas, producto de topetazos de frecuencias y de desbrozamiento y/o desintegración de pulsos y patrones rítmicos -sobreviviendo éstos al cataclismo según convenga.

“Devuelvan Las Zonas De Sacrificio (Smooth Criminals Fuck Off And Die En Buena)”, por ejemplo, no les necesita; ya que es deconstrucción/yuxtaposición de sintagmas sónicos pura. “Sue​ñ​o Contigo (Millionaire Hellicopter Crash)” y “My/Chola/​Gave​/​Me​/​ASS​/​Urprise”, en cambio, los destazan para montar sobre sus restos improvisaciones acumulativas de ruido estratificado/loopeado (el primero) y de patrones vocales reprocesados (el segundo). Si recuerdo bien, y mi memoria sigue siendo buena, el output fruto de este maelström capta el aroma que desprendían las vanguardias electrónicas de principios de siglo -lo que le emparenta con discos como los de la serie de Aloardi ‘Inventos Divertidos Para Niños Solos’ o el del crossover colectivo La Confitería Es La Mejor De Las Religiones (‘02).

Justamente es “Resistir Es In​útil, Así Que Hazlo Ahora (Clases De Ética Del Trabajo Rework)” la pieza que subraya sutilmente cierta similitud con La Confitería... No por su materia prima (una variopinta colección de frases que se entrecruzan/superponen/repiten incesantemente, aupada a programaciones mínimas que de a pocos se van invisibilizando), sino por su flexible metodología cut/paste/remake/remodel/repackage. Excursión que refrenda la vigencia de los leitmotivs centrales esgrimidos por el avant garde post 2000 -y que aún permanecen como la Última Frontera.

Se conoce muy poco de Rvptur4 por estos lares, y estoy tentado a afirmar que ocurre lo mismo en su natal Santiago. Si he llegado a saber de su existencia, fue a través de la excelente plataforma española Tremendo Garaje, que difunde música underground independiente y artesanal de diversas partes del mundo. Todavía sin poder adscribirles colores preeminentes, los íberos no parecen tener preferencias hacia géneros determinados, más allá de un cierto gusto por el punk y el dark. El acto austral, por suerte, es synth punk de raíces brunas.

Y por brunas, me refiero a hundidas en el darkwave de ascendencia hispana. Aunque no tengo la certeza, este proyecto no asoma individual, dadas las varias facetas de su música. El primer EP es una declaración de principios desde su denominación: Synth Punk Y Sedición empieza con “Hikikomori”, angustioso grito munchiano de autoafirmación antisocial y sintes esquizoides hasta el horror -el neologismo oriental, de hecho, alude a un sector de la población japonesa que se exilia voluntariamente en la soledad de sus minúsculos domicilios sin trabajar ni estudiar. En las subsiguientes “Todo Se Arruina” y “Son De Calle”, desaparece cualquier rastro de tintes macabros, ocupando su lugar una rabiosa impronta punk ilustrada con glaciales secuencias y efectos de sonido extraídos de una película retro de ciencia ficción.

Las letras de “Son...” y “Todo...” reivindican, como asimismo “Hikikomori”, la lúdica furia de la que los jóvenes turcos del ‘77 se nutriesen gracias a “pestíferos pero insanamente sentidos” himnos clásicos firmados por Crass, The Buzzcocks o los ubicuos Pistols. Ello se palpa algo menos reconcentrado en el siguiente extended de Rvptur4. Lanzado apenas cuatro meses después del debut en corto, Maldiciones De Invierno (agosto) es un gran paso adelante en la breve ruta del alias. Abre el viaje “Lullaby”, diminuto instrumental “siniestro” que obra como intro lento y sombrío, dejando así el verdadero arranque en manos del próximo número. Y vaya que lo hace: “Abismo” suena menos punk, abarrotado de sintetizadores decididamente más oscuros -y una lírica que, si bien mantiene su pedigrí punkoide, ya luce más propia de unos Parálisis Permanente que de unos Siniestro Total.

“El Día De Su Muerte” afianza el carácter de pastiche que con orgullo el ¿grupo? sureño enarbola. Su arcádico synth oscila entre el dark, el punk, la new wave y el soundtrack de animaciones pastrulas enfocadas en la Muerte e imaginarios convergentes. Y “El Viento (Elegía Por Lola Kiepja)” es un fúnebre medio tiempo que recoge las proclamas de quien acaso fuera la última anciana de la etnia Ona, que antes de su muerte -1966- legó a la posteridad parte de las tradiciones y de los cantos ancestrales de los Selk’nam, pueblo desaparecido a consecuencia del genocidio perpetrado entre mediados del siglo XIX y principios del XX. Con este homenaje finaliza un EP estupendo, que hace escarnio del célebre álbum de Sui Generis -Confesiones De Invierno (‘73)- no sólo pervirtiendo su nombre, sino apropiándose también de la imagen más icónica del dúo argentino. Seco.

Hákim de Merv

jueves, 10 de agosto de 2023

U.F.O. 1982: Cyber Noir EP // Búho Ermitaño: Implosiones

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 2 de agosto del 2023.)

Mala suerte la de U.F.O. 1982 al subir a BandCamp su puesta de largo el 22 de febrero del ‘20, pocos días antes de decretarse el inicio de la emergencia sanitaria en el Perú a consecuencia del COVID-19. Por ende, Fantasía pasó completamente desapercibida en medio de la crisis pandémica, que condenó a un olvido algo dilatado el esfuerzo de Janis Monja -principal y única fuerza motriz del proyecto- producido por Esteban Loayza.

Tres traslaciones terrestres después, U.F.O. 1982 lanza un extended play temático con todas sus pistas empalmadas. Cyber Noir EP se centra en la figura del T-800, el ominoso e implacable antagonista de Terminator (‘84), joya del cine B y uno de los mitos contemporáneos más destacados que surgiera de la cultura pop ochentera. La decisión no extraña, ya que desde un principio el alias de la peruana ha dejado en claro la devoción que le suscitan los sonidos electrónicos de los primeros 80s -concretamente la new wave y el synth pop, amén de la prole y cruces que ambas corrientes generasen hasta clausurarse el siglo pasado.

Cyber Noir EP luce más como una gran pieza de casi 18 minutos, antes que un conjunto de cuatro tracks. En gran medida, el tema central que signa Brad Fiedel para la banda sonora del aludido film es el motivo inspirador de esos canales, al punto que el “Intro” del extended es una especie de remodelación/rework de aquel, con parlamento sampleado de alguna(s) de las secuelas de la saga Terminator. Pegadizo synth pop de ciencia ficción y musculatura Hi-NRG que, en la práctica, no se diferencia del de “The Future Is Not Set” más que en la programación -mientras éste la tiene, “Intro” carece de aquella. Queda así la sensación de una fosca reelaboración entre futurista y dance, a partes iguales, de la composición original de Fiedel.

En “Tech Noir”, nombre de la discoteca en que Kyle Reese y el T-800 se enfrentan por primera vez, el equilibrio detallado se sostiene lo mismo que la secuencia rítmica. Sin embargo, los principales rasgos identitarios de la obra de Fiedel se han difuminado. Los arreglos vintage/retrofuturistas de robóticos sintetizadores y cristalinos teclados habrán nacido de su simiente, pero ellos ya no están. Tampoco la explosión Hi-NRG de la primera mitad. Para cuando “Skynet” empieza a sonar, bajándole simultáneamente la persiana al EP, Monja termina por sepultar todo vestigio del soundtrack de Terminator: del synth pop ochentero lleno de fulgor hasta grados chillones no sobrevive nada, pues la música se vuelve más reluctante al acercarse a la tradición del synth usamericano de los primeros 90s (tipo Faith Assembly, Seven Red Seven o Cosmicity).

U.F.O. 1982 se presentó el domingo 6 de agosto en el festival Underground Space, autodenominado “el primer evento de vaporwave peruano”. Pese a que ni en Fantasía ni en Cyber Noir EP he podido encontrar siquiera media nota de hard vapour o de future funk, debido a las inclaudicables reminiscencias en la producción del acto se comprenden las razones para haberle programado junto a otros seudónimos que sí califican como vaporwave -Lost Traveller ロスト, Babefake, Blurred Hologram, S O A R E R.

Las historias de todos los circuitos que conforman directa o indirectamente el mosaico de nuestra escena independiente nacional están atestadas de casos en los que tal o cual grupo no logró superar el reto del segundo álbum, tras agotarse el entusiasmo inicial y sobre todo si su estreno fue tan bueno que acabó convirtiéndose en sambenito y obstáculo. Hasta hace unos meses, a este limbo parecía pertenecer la banda Búho Ermitaño, que en el ‘14 debutase con un LP magnífico como Horizonte, a seis años de haberse fundado.

De todas formas, pausas de casi una década suelen ser aquí sinónimos de expiración definitiva. Hasta que se van al tacho, claro. No es ésa la única singularidad que distingue a BE. Cuentan a su favor una existencia que jamás se ha visto interrumpida y la permanencia de los seis individuos que firmasen Horizonte. Estas circunstancias, no obstante, son relegadas a riguroso segundo plano cuando aparece un nuevo documento sonoro a considerar. Y vaya que si el Tiempo no ha transcurrido ni para los capitalinos ni para el novísimo Implosiones.

Editado por Buh Records, el vinilo es mucho más corto que el mazazo de hace nueve calendarios. Pese a ello, la media de sus siete surcos sigue siendo muy elevada, como toca a una alineación que se desliza entre/impregna de todos los subgéneros lisérgicos de vieja escuela -así como de sus coetáneos más próximos, y aún de sus más aplicados descendientes. En la senda de lo mostrado por Horizonte, las nuevas creaciones de Búho Ermitaño se alimentan del espíritu del prog, del delirio del space, de la contundencia del hard, de la turbia viscosidad del heavy, del arrebato del blues, del pasotismo de la psicodelia, del jammeo intuitivo del kraut, del groove tribal de fusión enraizadamente jazzera...

Poco es, entonces, lo que ha cambiado la receta del sexteto en cuanto a ingredientes. Acaso sea el folk el único de éstos del que se ha prescindido. Felizmente, no es correcto utilizar ese adverbio calificativo para describir el aliento que sopla en este puñado de seis instrumentales y un solitario número cantado. Tampoco, para referir la soltura con que ahora los músicos fisionan influencias. O su remarcable desenvolvimiento instrumental, que ha ganado durante todo este tiempo sin editar cotas verdaderamente fabulosas -de inequívoca superioridad a las del primer esfuerzo. Todo esto ha sido posible gracias al disciplinado vigor que ahora ejercen tanto individual como colectivamente: si antes se les podía reclamar a los limeños un poco más de “descontrol”, hoy es evidente que no sólo pueden hacerlo cuando quieran, sino que es consciente decisión propia no abusar de esa coartada.

Así entiendo el milimétrico kraut ácido a lo Guru Guru de “Herbie”, los místicamente laxos efluvios cósmico-uterinos de “Ingravita” y el breve “Preludio”, el ascendente punche ácido de “Explosiones”, las piruetas prog-jazz pro-Birth Control de “Buarabino”, la irrupción de acervos sonoros de la zona altoandina presentes en “Renacer”... También, por supuesto, el indómito crescendo psicodeliblues de orientación space que comporta “Entre Los Cerros” -probablemente, lo más impetuoso/achorado/¿feérico? que han publicado a la fecha Juan Camba (batería, flauta), los hermanos Leo (bajo, guitarra, sintetizadores, theremin) y Diego Pando (bajo, guitarra, voz), Irving Fuentes (charango, bajo, la talk box), Ale Borea (percusión, loops, efectos) y Franz Núñez (guitarra, flauta, sintetizador, bajo). Otra jornada perucha de este 2023 que logra puntaje perfecto -y duro competidor fijo en los recuentos de fin de año.

Hákim de Merv

jueves, 4 de mayo de 2023

Laikamorí: △△△

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 26 de abril del 2023.)

¿Cuántas veces te has topado con músicas cuyas substancia y fragancia brotan y se derraman entre el moho y el éter, cuyas esencias irradian incandescentes luminosidades a pesar de yacer encerradas en capullos de cardenillo, cuyos pathê fluctúan entre el amour fou por la borrasca más impenetrable y la devoción en grado summum hacia la transparencia más inmaculada? Pocas, seguramente. Experiencias así no han sido frecuentes en el devenir de la música pop. Ni antes, ni ahora, ni -al paso que vamos- en el futuro.

Desde que empezó su existencia a inicios de la década pasada, el dueto Laikamorí se ha ido aproximando paulatinamente a ese ¿estatus? ¿limbo? ¿feudo aporético? Basta escuchar con algo de interés sus dos referencias anteriores al presente año para confirmar evoluciones sostenidas rumbo a esa zona liberada donde pocos se atreven a poner pie. No obstante, la ruta recorrida hasta ahora no había experimentado un salto dialéctico de la magnitud que el registrado por el recientísimo △△△.

Valgan verdades, qué travesía tan excéntrica la que propone Laikamorí con el output contenido en su segundo álbum, que se hizo esperar por espacio de un lustro tras el muy recomendable debut en largo. Música excéntrica y maravillosa, observando la costumbre del dúo de firmar canciones como extraídas de una realidad paralela millas distante -y también, como ya subrayé, la de realizar gambetas sustantivas respecto de discos anteriores. Pasó con Persōna respecto de °°°°°°° EP, y acaba de pasar con △△△ respecto de Persōna.

Música excéntrica y coherente. Es como si la obra del misterioso tándem peruano afincado en New York ganase mayor nitidez tras cada nueva entrega, sin abandonar las claves del esteticismo que abrazase tras su nacimiento. La consistencia/el espesor casi material del tejido que envuelve las creaciones de Laikamorí encuentra sólida refrendación en los diez temas de △△△. Lo mismo le acontece a la debilidad por el lo fi, sólo que este último se halla ahora esmaltado por una pátina de baja resolución que produce efecto similar a aquello que en el vaporwave se conoce como “glo fi” -un fulgor emocional más que real, cual si estuviera atrapado en ámbar.

El símil del renglón precedente no debe llevar a pensar en estatismo o quietud, empero. El Ritmo está más presente que nunca en la fragua del enigmático binomio, basculante entre la ascesis industrial (“Proto”, “Saqra”), el vendaval IDM (“Kháos”, “Codex”) y la gélida calidez synth (“Arka”) -aunque en última instancia tenga siempre al ambient por todo norte (“Oscurana”, “Replika”). Ello no contradice la adopción temporal que Laikamorí realiza de otros colores, destinados al acabado antes que a la columna vertebral de △△△. Así, “Replika” tiene de ambient, pero también de solemnidad darkie. “△△△” posee tanto de videojuego ochentero como de ethereal wave. Y el IDM de “Codex” comparte plaza con una indómita hibridación “psych” del vetusto post punk.

El saldo de este △△△ renueva, pues, la imagen de la ya célebre mancuerna. Es otra, y a la vez sigue siendo la misma. Con sus voces filtradas (“Kháos” es el único track en el que se escuchan vocales más o menos limpias), con sus escaladas y desaceleraciones de velocidad afinada, con sus secuencias fogosas (“Amok”), con el dulce florilegio de sus teclados, con sus arrullos y sus asperezas en constante reverberación (“Hypno”). Drone pop chisporroteante nimbado por la producción artística, como sucedía asimismo con Persōna, del inmenso Mario Silvania.

Este 2023, la carrera hacia diciembre ha empezado sin reservarse nada.

Hákim de Merv

jueves, 17 de noviembre de 2022

Catervas: Laberinto

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 9 de noviembre del 2022.)

Qué peculiar es, en ocasiones, el cúmulo de circunstancias que apuntalan la concepción de un documento sonoro y que a su vez se derivan de él. Puede éste rubricar más de un lapso significativo de tiempo, y también cerrar en estado de gracia un trayecto irreprochable en cuanto a actitud y evolución artísticas. En retrospectiva, su aparición puede vislumbrarse esperada/contenida hasta que las estrellas -o los cielos- ocupasen el justo lugar presidiendo la madurez compositiva del autor/de los autores, e igualmente mirar hacia el ayer para despedirse definitivamente de él. O abrazarlo para retornar a la semilla. Éstas y otras ideas, concurrentes o digresoras, pueden brotar sin tregua de una placa cuyas propiedades tan especiales le hagan merecedora de interpretaciones sin fin; no importando el o los géneros en los cuales quede inscrita.

Más que obtener una victoria unánime en la categoría “mejor lanzamiento nacional del año”, Los Cielos Vuelan Otra Vez consiguió hace cuatro años que Catervas pusiera a todos sus fans de acuerdo, amén de extender esa concordancia a buena parte de la feligresía rockera independiente. Con el novísimo Laberinto, es posible que dicho consenso se haya fracturado, pero de ningún modo para peor. Elaborado durante la encerrona pandémica, el álbum supera con creces a su predecesor en aquello que concierne a la pura ejecución instrumental -salto sobre todo perceptible a partir de “Desvío Nocturno”, tras el que menudean las composiciones que prescinden de voz: “Pléyades”, “Cañihuarac”, “Ecos Del Atlántico”... Es en ellas donde mejor se luce la artesanía del encargado de los teclados desde LCVOV, Juan Esquivel, quien imprime en (todo) el nuevo repertorio catervesco la polícroma estética de synthwave retrofuturista que suele emulsionar bajo el a.k.a. de Juan Nolag.

Acabo de invocar una etiqueta, la del synthwave. ¿Estilísticamente hablando, transita Laberinto esa avenida? No en rigor, pero sí gasta el pavimento de otras que corren cerca y en paralelo. Detalle nada menor, harto indiciario: cumplidas ya las bodas de plata desde que nuestra escena independiente les conociese a través de Crisálida Sónica: Compilación I (1997), y las de ébano desde que quedasen constituidos como grupo (1991), los Catervas deciden desentenderse del indie y del shoegazing para obrar un giro de 135º en dirección hacia firmamentos post punk y dark. No es que el cuarteto reniegue de las constantes que signasen su crecimiento entre Semáforos (2004) y Los Cielos... -algunos pasajes puntuales aquí y allá conservan esos sabores-. Ocurre que son ahora el post punk ‘77-‘84 y el rock oscuro ochentero los que dominan platea y mezanine. Y así como antes el indie y el baggy eran matizados por la neopsicodelia y el pop, hoy los ingredientes de mayor presencia son matizados por la new wave y el synth. O el enlace de ambos.

A veces, escribía hace un rato, se regresa al pasado para saldar cuentas pendientes. O para completar el círculo. Eso es lo que, a mi entender, comporta la existencia de este Laberinto: un retorno solemne-en-las-formas y emocionalmente sublime a la última gran edad dorada de la música pop en que galán todavía mataba billetera, en que la Música avanzaba alimentada por el fervor y el idealismo de sus estetas, antes que por los fajos de las majors y del mainstream. Porque los 90s tuvieron asimismo una magia única e incomparable, claro que sí, pero la gestualidad cínica y desengañada les copaba casi siempre. La majestuosidad de canciones como “Aura”, “A Través Del Silencio” (de indescifrable anclaje rítmico) o “El Sonido” remite a lo más selecto que ofrendasen las vanguardias de negra cosecha 80s. Cocteau Twins, The Durutti Column, Dif Juz, The Cure... Por lo menos hasta “Cañihuarac”, el plástico despide ese cálido brillo mate que comparten la cerámica en frío y el mobiliario de madera añeja cuando han sido objeto de una cuidadosa restauración, incluso en un número tan new wave como “Espejismos”. Añadiría al rosario de nombres, además, el de Pieter Nooten. Algo del ambient rock de avanzada que el neerlandés despachase junto a Michael Brook en Sleeps With The Fishes (1988) palpita en “Aura” (coproducida con Jason Fashe), de idéntica manera que la impronta del europeo estampada en los LPs definitivos de Clan Of Xymox. Y aquí es imperioso conceder puntaje adicional a Esquivel -aunque no descuelle tanto como en la segunda parte, es evidente que la chamba de mi tocayo deviene en esencial para la solidez del dédalo en conjunto, tanto como la del bajo indesmayable de Raúl Reyes.

No se trata de que, durante la segunda mitad de Laberinto, la banda de los hermanos Reyes se sienta menos a gusto emplazada en los 80s. Pasa que, sin dejarles atrás, de “Cañihuarac” en adelante se ensaya una somera remembranza del camino fatigado en el período ‘97-‘01. Recalco: somera. En el esférico, no existe el menor rastro de shoegazing como tal -sino en fase dream pop, y sugerido más que explícito (a través, sobre todo pero no excluyentemente, de la performance vocal de Pedro Reyes). “Cañihuarac”, por ejemplo, es lo más post rock que sonará Catervas en esta entrega; con su ejemplar bateo a lo Tortoise y su epílogo ambient. “Melomaniac”, claramente 90s, evoca la flama de esa neopsicodelia de la que Happy Mondays y The Stone Roses fueron adalides indiscutibles. Y “Mírame” les va a las dos un poco a la saga, dejándose ganar lenta y firmemente por el espíritu de la década anterior. El opus, de hecho, baja el telón con “Ecos Del Atlántico”; volviendo a sintonizar las senescentes sonoridades lúgubres del penúltimo decenio del siglo pasado, y exhalando sus últimos alientos con una seguidilla de lo que parece ser feedback transmutado en estado gaseoso.

La restitución modal hacia los 80s que supone “Ecos...” no sólo le otorga un plus de cohesión a la jornada. También acaba por darle una aureola muy particular, semejante a la de uno de los hitos mayores en la historia de la música pop, de referencia obligada para el ethos melómano de estos limeños: el Disintegration (1989) de The Cure. Ojo, no estoy aseverando que Laberinto suene a Disintegration. Lo que digo es que Laberinto puede leerse/escucharse como el Disintegration de Catervas, con todo lo que esa afirmación implica. Ello plantea dos preguntas: 1) ¿Significa que el combo optará en lo sucesivo por recrear los viejos 80s?, y 2) Tal cual se especulase a fines de 1989 con el grupo de Robert Smith, ¿será ésta la última función para Catervas? No lo sé. Yo espero que las respuestas sean: 1) No, y 2) No. Por ahora, sigo deleitándome con la monumental consistencia y el magnífico nivel que acredita el sexto capítulo que han lanzado estos Reyes (sin contar maquetas, compilaciones ni rarezas). Y secretamente, disfruto de la coartada de la que este Laberinto, que el enorme Mario Silvania produce y Automatic edita digitalmente, me provee: clarísimo candidato a disco nacional del año.

Hákim de Merv

jueves, 15 de septiembre de 2022

Síntomas De Techno: Ondas Electrónicas Subterráneas Desde Perú (1985​-​1991)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 7 de septiembre del 2022.)

(Creo recordar que esto ya lo relaté en un texto previo -pero, como no estoy 100% seguro, lo vuelvo a hacer aquí. De cualquier modo, siempre es bueno tener muy presente lo dura, penosa y larga que fue esa conquista...)

Recién tras promediar los 00s, la música electrónica elaborada en predios peruanos comenzó a ser vista/escuchada/apreciada con ojos/oídos/mentes libres del prejuicio rockista para el cual las máximas ‘androginias’ soportables eran el “Mofo” de U2 o el Depeche Mode de Songs Of Faith And Devotion. Pergeñar música total o parcialmente sustentada en el empleo de teclados, sintetizadores y “gadgets” similares; te hacía merecedor/a en los 80s y 90s a una recatafila de insultos y vilipendios que cuestionaban tus dotes artísticas, cuando no las ninguneaban. Si a ello le sumas la precariedad que hacía estragos entre bandas y solistas de la escena subterránea/independiente al momento de plasmar, grabar y trasladar al directo sus delirios sonoros; las posibilidades de reivindicar antecesores y precursores de la movida electro local realizando una minuciosa exhumación se reducen a un dígito.

(Para que te hagas una idea, pongo el ejemplo de dos proyectos ochenteros de los que se tienen noticias por testimonios de quienes les vieron en esas ya lejanas épocas, y de los cuales no han sobrevivido sino los nombres: Ordalías -de cuya existencia da fe el fotógrafo Alfredo Vanini- y Urbanoide -unipersonal de El Agustino del que supe por un zutano que alguna vez fue mi amigo, y que hoy no llega ni a mal recuerdo-.)

Pintado así el panorama, era difícil que una rehabilitación como la que plantea Síntomas De Techno: Ondas Electrónicas Subterráneas Desde Perú (1985-1991) se arrogase puntuación perfecta. Sea radial o de vanguardia, la música pop contemporánea hecha bajo estos cielos no dispone hasta ahora de un archivo de acceso público o privado que acoja el legado de las generaciones pasadas adscritas al movimiento contracultural nacional (revistas, fanzines, manifiestos, libros, discos, maquetas, videos, etc). Mucho menos, la herencia de un género que estuvo mal visto hasta bien entrada la primera década del siglo XXI. De ahí que Buh Records haya echado mano de lo poco que a la fecha se ha restaurado y/o digitalizado.

Las escuelas electrónicas ilustradas por la compilación van del synth pop al industrial -e incluso al post industrial como lo entendían hace ocho lustros unos airados Einstürzende Neubauten. No es, con todo, un tour completo; ya que los del techno y del EBM son los otros dos únicos estilos representados, aunque ello se ve supeditado tanto a la carencia de cultores de otras tendencias como -de haber éstos existido- a la ausencia de documentación a la que acudir. Por el lado más hardcore de Síntomas De Techno..., a tema por cabeza, además de Ensamble y Círculo Interior están Disidentes y T De Cobre. En cuanto al primero, nace como cuarteto en 1989 y ha tenido diversidad de alineaciones, manteniéndose el vocalista Jorge González siempre al frente. Único de los actos aquí antologados en seguir con vida, “Industria De Odio” recupera los días en que Ensamble esgrimía un EBM brioso, antes de entregarse en cuerpo y alma a la dialéctica synth.

En cuanto a Disidentes, combo de Martín Ponce y Juver Reyes a.k.a. Hoover (Eutanasia, la saga Salón Dadá/Col Corazón), éste observaba un método de trabajo semejante al de los liderados por Blixa Bargeld: placas metálicas, fierros, cilindros, un megáfono... “Martillo” atestigua esa apocalíptica aura post industrial de entropía y ersatz que escupía furiosa la banda. Desintegrada ésta, Ponce volvió a las andadas con T De Cobre, line up donde había bastante más espacio para drum machines, casiotones y sintetizadores. “No, Nunca” es techno industrial de fines de los 80s, el update necesario respecto de Disidentes. Esta nueva incursión de Ponce sirvió de acicate para la formación de Círculo Interior, experiencia que operaba en coordenadas similares. Entonces nada hacía prever que los mismos que firmasen una composición como “Primera Secuencia” se convertirían, ya bajo el alias de Unidad Central, en los adalides del trance y la rave culture aquí.

Por el lado más asequible del muestrario, también a surco por testa, se encuentran Reacción (“Y De Aquí No Me Voy”) y Cuerpos Del Deseo (“En La Tiniebla”), firmantes de un synth pop elemental/bastante pedestre/de poco calado una vez aquilatada su valía arqueológica. Más recomendables son los números de unipersonales/agrupaciones que desdibujan los cotos estilísticos, como Meine Katze Und Ich (“La Gran Masa”), Paisaje Electrónico (“X2) y El Sueño De Alí (“A Dónde”). Era esta última una curiosa terna que mixturaba synth y new wave, con varias ideas puestas a prueba en su unigénita maqueta En El Valle Del Placer (1991), semilla de la que potencialmente pudieron emerger decenas de entidades de disímil perfil -por desgracia, lo único que brotó fue un conjunto de pop trucho como La Liga Del Sueño. De otro lado, Paisaje Electrónico fue una identidad paralela de Fernando “Cachorro” Vial (Feudales, Espirales, Pompeya), orientada al minimal synth a despecho de la prodigalidad con que su soporte rítmico estaba seteado. Y MKUI es un insospechado híbrido de electro-dark y no wave de muchos vasos comunicantes con esas canciones de Narcosis en las que el legendario trío iba más allá del catecismo punk (cf. “Asfixia”, “Destino”, “Slacks Asesina” o “La Danza De Los Cristales”). Sintomáticamente, estas tres identidades fueron impelidas por ex integrantes de Narcosis: “Cachorro” en Paisaje Electrónico, Jorge Madueño En El Sueño De Alí, Wicho García en Meine Katze Und Ich.

Aún considerando todos los escollos que ha debido salvar, pudo Síntomas De Techno... haber obtenido un score más alto del que finalmente recibe. En primer lugar, nada costaba abrir un poco más el arco de tiempo precisado en el título, para así posibilitar el rescate de otros seudónimos: Sombras Del Teatro, Arián 1, Casus Belli, Pozí... En segundo lugar, se hubiera así ofrecido un repertorio asaz suculento, en vez de los menos de 40 minutos que el esférico encaja. Si la idea no es atosigar, tampoco debe serlo dejar con ganas de más.

Y en tercer lugar, no es éste un artefacto que acredite mucho esfuerzo detrás, más allá de las liner notes y la masterización. Entiendo la dificultad, por no decir imposibilidad, de conseguir registros de época, pero ya estaban disponibles a través de otros títulos las seis primeras pistas del vinilo -dos tercios del álbum. Disidentes tiene dos trabajos editados con las grabaciones que pudieron salvarse del Olvido (Ensayos Y Concierto 1988 del ”sello” La Venganza De Los Nerds, 1987-1988 de Discos Invisibles). Los demos de Cuerpos Del Deseo (Por Una Razón, 1991) y de El Sueño De Alí están colgados en YouTube. “X2” de Paisaje Electrónico y “No, Nunca” de T De Cobre fueron repescados en La Historia Del Rock Subterráneo 1985-1992 (11y6 Discos, 2010), compilación curada por Leonardo Bacteria. Y “La Gran Masa” de Meine Katze Und Ich aparecía en la segunda rodaja de Caleta Finale (2002), díptico con que la inolvidable revista Caleta se despidió de sus lectores. Verdad que con una versión ligeramente distinta, pero no es ése el punto. Si SDT... está funcionando de maravillas en el exterior, no ocurre lo mismo de puertas adentro, sobre todo entre quienes llevamos ya mucho tiempo en cancha y conocemos los intrilingüis y vericuetos del devenir de la música pop perucha.

Hákim de Merv

jueves, 1 de septiembre de 2022

Rafael Cheuquelaf: Camino Interior // Juan Desordenado: Visiones

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 24 de agosto del 2022.)

Aún siendo EP una de ellas, tres entregas concienzudamente chambeadas en cuatro años es muy buena media para cualquier carrera solista cuya andadura no implique desatenciones hacia el grupo matriz (que también alumbrase nueva placa en paralelo). Que éste, más bien, haya servido de modelo para que lo nuevo del unipersonal sea simultáneamente audio y video; no hace sino sacar brillo a ese promedio. Y que una moderada inquietud oriente las evoluciones de aquel íngrimo trajinar, viene a ser algo así como la (temporal) guinda del pastel.

Quince meses después de su habilidosa reinvención synth en Austronáutica, a través de Camino Interior postula Rafael Cheuquelaf una reconversión levemente trip hop. Contemplativa, serena, casi estoica. Cierto que ayuda la reducida extensión del registro, que apenas si excede la media hora, pero también el adoptar narrativas atemporales tramadas desde la propia experiencia vital forjada por una de las geografías más agrestes de la Tierra. Si es éste un rasgo que jamás ha obviado la música del magallánico, ya con Lluvia Ácida o por cuenta propia, aquí gana ¿alturas? ¿simas? antes inéditas.

Lejos de ser una exageración aquello de la filiación Bristol, tras anunciarla algo dubitativamente en “Rumbo Al Horizonte”, ésta queda sentada en “Seres De La Estepa”. Dicha constante sólo cede en “Los Que No Volvieron”, en favor del output electrónico que cultivasen Jarre y sobre todo Vangelis. El crescendo de flautas al declinar las opacidades de “La Guerra Que No Fue”, la críptica densidad de “Habitantes De La Ausencia”, la impresionante soledad ruidosa/ruinosa de “La Sombra De Un Bosque”; sondean el distintivo patrón rítmico del trip hop para dar peso y volumen a una estética que abraza el aislamiento y el abandono de parajes deshabitados, y la melancolía y desolación que de ellos manan.

Al aludir a “Los Que No Volvieron”, decía que no bebe de las mismas aguas que casi todo el repertorio. Su perspectiva, sin embargo, no discuerda de la que siempre proyecta Camino Interior en torno suyo. Ni ese surco, ni los teclados asaltados por arrestos Hi-NRG de “La Sombra...”, ni los momentos finales de “Habitantes...”. El álbum luce tan coherente consigo mismo como el mediometraje homónimo que le acompaña: una lograda sucesión de fotografías realizadas por el propio Cheuquelaf, tanto a color como en blanco y negro. El movimiento de la cámara va de izquierda a derecha y viceversa, de arriba a abajo y viceversa, en zooms in y out; sin despojarse de esa sensación de naturaleza muerta que exhala cada toma.

Camino Interior ha sido cincelado en poco tiempo, prácticamente en semanas. La antigüedad del material de que se compone, en cambio, llega a los días más álgidos de la pandemia. El desaliento que ella infundió en nuestra especie, así como el temor y la incertidumbre, han marcado indefectiblemente la mirada que ahora echamos sobre nuestros hábitats; incluso después de haber logrado controlar la virulencia de la plaga. Esa misma mirada, aturdida, compleja, desasosegada; a fin de cuentas muy humana, que el puntarenense transmite en esta nueva parada sónica. Edita Pueblo Nuevo.

Al ingresar el año a su recta final, como que se hace muy difícil sintonizar todas las estaciones al mismo tiempo, por más que uno/a lo intente de veras. Inevitablemente, algo se ha de escurrir entre tus manos. Estas omisiones involuntarias no son graves si se trata de combos allende las fronteras, salvo que éstos hayan dado pie en bola a sorpresas más que encomiables. Mea culpa, entonces.

Juan Desordenado es el nom de guerre de Juan Pablo Órdenes, músico a cargo de la eléctrica en las bandas Columpios Al Suelo y Maifersoni, así como sesionista/apoyo de María José Ayarza (a) Chini.png (quien colaborase con Adelaida en Animita, actualmente el último opus de los valpeños). Según entiendo, su debut Visiones aparece al promediar noviembre del ’21, y es la diana que escondía bajo la manga el sello Fisura.

Órdenes menciona entre sus referentes al fenecido cellista Arthur Russell, a Sonic Boom y a Ryuichi Sakamoto (Yellow Magic Orchestra). Se queda corto, si puedo emitir opinión al respecto. Sí, hay suficientes pasajes de Visiones embebidos de noise rock como para hablar de dream pop e incluso de shoegazing. Empero, en el disco se percibe al santiaguino menos influenciado por estos géneros que por el indie de los 90s y de principios de la siguiente década. Esa ascendencia es tan apabullante e incombustible, que envuelve al CD en jirones radiantes. A ello coadyuva una admirable maleabilidad en la performance interpretada desde el madero de las seis cuerdas -ejecución llena de grácil delicadeza como en “Arrebol” o en “Vuelo Nocturno” (copada de esa saudade antifolk que el colectivo Elephant 6 convirtiera en marca asociada), lúcidamente festiva como en “Debajo, En La Cueva” (de exultante vivacidad), o impetuosa y potente como en “Corta El Pasto”.

¿Significa esto que el lado baggy de Juan Desordenado queda en rojo? Para nada. Éste aflora en canales como “El Sol”, donde se deja escuchar la susurrante voz de la Ayarza, y el resultado estimula la imaginación alucinándote con una versión serie B de Fleeting Joys. O en el track epónimo, de tempraneros efluvios shoegazing, lo mismo que la coda. Es notorio, así y todo, que el guitarrista se siente más a gusto imprimiendo una telemetría slacker a las composiciones. Los arcos de feedback en una pista como “La Lluvia Que Cae Sobre Las Ciudades De Neón” no consiguen disimular esa sensación a Red House Painters circa 4AD, por ejemplo. Tampoco la placidez risueña de “Debajo...” oblitera el pastrulo rush epigónico a lo Guided By Voices. Y, sin duda, las inflexiones tributarias de Pedro The Lion o los Arcade Fire de The Suburbs (2010) truenan más fuerte que el noise en “Visiones”.

Una jornada preciosa, puntillista y de acabado lo fi, la de Juan Desordenado. No haber prestado oídos en su momento a esta exquisita reflexión sobre el Sonido sería causal de sobra para hacer penitencia mortificando la carne. Por suerte, ya no vivimos en esas oscuras épocas, y siempre valdrá más el “tarde” que el “nunca”.

Hákim de Merv