(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 24 de agosto del 2022.)
Aún siendo EP una de ellas, tres entregas concienzudamente chambeadas en cuatro años es muy buena media para cualquier carrera solista cuya andadura no implique desatenciones hacia el grupo matriz (que también alumbrase nueva placa en paralelo). Que éste, más bien, haya servido de modelo para que lo nuevo del unipersonal sea simultáneamente audio y video; no hace sino sacar brillo a ese promedio. Y que una moderada inquietud oriente las evoluciones de aquel íngrimo trajinar, viene a ser algo así como la (temporal) guinda del pastel.
Lejos de ser una exageración aquello de la filiación Bristol, tras anunciarla algo dubitativamente en “Rumbo Al Horizonte”, ésta queda sentada en “Seres De La Estepa”. Dicha constante sólo cede en “Los Que No Volvieron”, en favor del output electrónico que cultivasen Jarre y sobre todo Vangelis. El crescendo de flautas al declinar las opacidades de “La Guerra Que No Fue”, la críptica densidad de “Habitantes De La Ausencia”, la impresionante soledad ruidosa/ruinosa de “La Sombra De Un Bosque”; sondean el distintivo patrón rítmico del trip hop para dar peso y volumen a una estética que abraza el aislamiento y el abandono de parajes deshabitados, y la melancolía y desolación que de ellos manan.
Camino Interior ha sido cincelado en poco tiempo, prácticamente en semanas. La antigüedad del material de que se compone, en cambio, llega a los días más álgidos de la pandemia. El desaliento que ella infundió en nuestra especie, así como el temor y la incertidumbre, han marcado indefectiblemente la mirada que ahora echamos sobre nuestros hábitats; incluso después de haber logrado controlar la virulencia de la plaga. Esa misma mirada, aturdida, compleja, desasosegada; a fin de cuentas muy humana, que el puntarenense transmite en esta nueva parada sónica. Edita Pueblo Nuevo.
Al ingresar el año a su recta final, como que se hace muy difícil sintonizar todas las estaciones al mismo tiempo, por más que uno/a lo intente de veras. Inevitablemente, algo se ha de escurrir entre tus manos. Estas omisiones involuntarias no son graves si se trata de combos allende las fronteras, salvo que éstos hayan dado pie en bola a sorpresas más que encomiables. Mea culpa, entonces.
Órdenes menciona entre sus referentes al fenecido cellista Arthur Russell, a Sonic Boom y a Ryuichi Sakamoto (Yellow Magic Orchestra). Se queda corto, si puedo emitir opinión al respecto. Sí, hay suficientes pasajes de Visiones embebidos de noise rock como para hablar de dream pop e incluso de shoegazing. Empero, en el disco se percibe al santiaguino menos influenciado por estos géneros que por el indie de los 90s y de principios de la siguiente década. Esa ascendencia es tan apabullante e incombustible, que envuelve al CD en jirones radiantes. A ello coadyuva una admirable maleabilidad en la performance interpretada desde el madero de las seis cuerdas -ejecución llena de grácil delicadeza como en “Arrebol” o en “Vuelo Nocturno” (copada de esa saudade antifolk que el colectivo Elephant 6 convirtiera en marca asociada), lúcidamente festiva como en “Debajo, En La Cueva” (de exultante vivacidad), o impetuosa y potente como en “Corta El Pasto”.
Una jornada preciosa, puntillista y de acabado lo fi, la de Juan Desordenado. No haber prestado oídos en su momento a esta exquisita reflexión sobre el Sonido sería causal de sobra para hacer penitencia mortificando la carne. Por suerte, ya no vivimos en esas oscuras épocas, y siempre valdrá más el “tarde” que el “nunca”.
Hákim de Merv
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