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jueves, 16 de noviembre de 2023

Theremyn_4: Art, Noise + Speed // Aloysius Acker: Requiem Para Un Ave // Cholo Visceral: Quimera Huaycotrópica

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 8 de noviembre de 2023.)

Una de las primeras alusiones que se hicieron acerca del nuevo capítulo de Theremyn_4, alentada por la propia nota de prensa, es que tenía éste cierta ascendencia new wave. Por sí sola, esa frase comportaba una sorpresa mayúscula, al haberse alimentado el proyecto desde un inicio del big beat y de la rocktronia de actos como Underworld, Propellerheads o The Chemical Brothers. A lo mucho, esta faceta de José Gallo acaso se remontaba a los herederos de Chicago y Detroit, que se disputasen las discotecas de todo el mundo a inicios de los 90s. Desfilarían posteriormente, en comentarios y reseñas, referencias aún más insólitas a Japan, a Getting The Fear y a The Fixx -e incluso a Gang Of Four y a King Crimson (¡¡¡!!!).

La verdad ante todo, es que sí, pero mira por dónde. Dale 10, 500, 3000 vueltas a Art, Noise + Speed, y sólo asomará más o menos visible la impronta de la vetusta new wave ochentera. No niego que las demás hayan estado presentes durante el proceso compositivo cuyos resultados el ex Huelga De Hambre destinara a la confección de su décimo esfuerzo -doceavo, si contamos los artefactos de remixes dedicados al debut Fluorescente Verde En El Patio y al precedente Lost Moments. Las demás citas, no obstante, se hallan lo suficientemente sublimadas como para ser claramente identificables -y, por consiguiente, señaladas como influencias. Directas, al menos: nada en A, N + S remite de arranque ni a la agrupación de David Sylvian, ni a los estetas post punk de Leeds ni a la gótica facción disidente de The Southern Death Cult. Menos a la seminal escuadra prog del maestro Robert Fripp. Sólo tras mucho escuchar y escudriñar, emergen resonancias distantes señalando esas direcciones.

Luego de veintitrés años en ruta, ¿por qué considerar a Art, Noise + Speed un disco alentador?

Podría argumentar que desde “Nazca Cowboy”, single de adelanto y apertura de la placa, T_4 se plantea lograr diversificar su sonido sin comprometer su identidad estructural. Revestirse de nueva parafernalia sin traicionar en media pulgada los fundamentos, es uno de los modos más honestos  de  reinventarse, y también  de  los más difíciles. Contenido, con su eufonía new wave -más propiamente New Order circa Brotherhood/Technique- montada sobre basales programaciones de filigrana proto techno, “Nazca Cowboy” apunta a ese objetivo. Otros tracks que persisten exitosamente en ese sino son “Neon Sun / Neon Man” (cuyas baquetas están a cargo de Gallo), “Street Girl Ethos” (guiños fantasmales a Lima/Tokyo/Lima, de los mejores esféricos del seudónimo), “Notre-Dame Pt. I” (y su consabido big beat austero precedido de un brevísimo intro jazzístico) y “Art Stealers” (con el otro miembro más o menos estable de la entidad, Lu Falen, ¿para cuándo por fin el estreno en regla de Blind Dancers?). En el camino, ecos del groove angular de Gang Of Four, loopeos elaborados que replican la brisa art rock de Japan, siluetas de secuencias trasmutadas que rememoran las sombras chinescas de GTF...

Podría alegar igualmente que dichas características, también presentes en números como “Air Giants”, el nerviosamente sosegado “Dry Season” y el opiáceo “Notre-Dame Pt. II”; no impiden que éstos recorran gradaciones con que matizar/atemperar saludablemente las robustez y vivacidad de sus pares. En “Air Giants”, verbigracia, Theremyn_4 se vale del legado synth pop para crear un instrumental sobrio y templado. En tanto, los trazos de “...Pt. II” son sencillos y transparentes esbozos que cascabelean en medio de la oscuridad circundante, arropando melopeas de innegable parecido a la que identifica la serie Stranger Things (tangerinedreamescas, en tal sentido). Y “Dry Season” lucha por no despeinarse sin adelantar ni perder el paso.

Podría hacer una cosa y la otra, ciertamente, y no estaría pecando de insincero. Prefiero, con todo, alegrarme de que José Gallo haya recuperado la claridad anímica y la creatividad que le faltaron en Lost Moments (‘18); ausencias que hicieron de éste el episodio más discreto de su discografía. Un lustro después, este aplomado Art, Noise + Speed reestablece el prestigio de T_4 y su talento para concretar excelentes jornadas.

(Lástima que una buena tortilla no pueda hacerse sin quebrar algunos huevos.)

Fechado a inicios de octubre, con el mini-LP Requiem Para Un Ave confirma José Rodríguez -por enésima vez- que en modo Aloysius Acker va y viene según le plazca. Para efectos de este volumen, retrocede como nunca antes hacia los días en que la ethereal music de los 80s todavía iluminaba inmaculada los corazones de quienes le escuchaban y asimilaban merced a artistas y lanzamientos correspondientes a la legendaria primera etapa de 4AD.

Cedido para descarga gratuita a la nueva plataforma perucha Just Memories Records, que inició operaciones en diciembre del ‘22, el arranque de Requiem Para Un Ave podría confundir al buscador de sonidos exquisitamente labrados dada su naturaleza ambient a todas luces macerada en la Baja Fidelidad. “Entrada Del Otoño”, en efecto, posee acabados un tanto lluviosos -algo así como la idílica/sepia afectación mnemónica de recuerdos muy remotos, que convertía Maribel Tafur en herramienta central de su poética en el extraordinario 2106 EP (‘21). Es sólo cosa del canal en cuestión, empero.

Porque desde “Alguien Desordena Estas Rosas” hasta el cierre de “Mirada Podrida De Flor”, Aloysius Acker se ve embargado por una irrefrenable inspiración neoclásica. Las notas deliberadamente espaciadas (“Esta Sombra Que Cae Del Ruido De Tus Pasos”, “Mirada Podrida...”), los vastos desarrollos que apertrechados de volátil éter sonoro de éstas se derivan (“El Naufragio Es Dulce En Este Ocaso”), las donosas euritmias que de ésos nacen (“Alguien Desordena...”, “Aquel Aciago Día”)... Todo ello otorga consistencia a un exuberante registro, lleno de efusivos colores nostálgicos, que con la emotividad de un Satie reedita los pasajes más diáfanos de Filigree & Shadow (‘87) y el pop de cámara de Blood (‘91) -respectivamente segundo y tercer rounds de This Mortal Coil.

¿Significa esto que AA suena ahora como lo hizo en vida el célebre músico galo? Para nada. Lo que hace Rodríguez se asemeja a lo que hizo Satie, pero es evidente que la resultante no se mimetiza con la obra del europeo: uso de armonías sin función definida, refuerzos melódicos a través de octavas alternativas, melodías límpidas y nítidamente esbozadas, algunos “acompañamientos pedales” y algunos “acordes modales”. De esta manera el limeño acierta a acuarelizar por igual memorias y sueños que cualquiera puede atesorar, en un tremendo alarde de facultades empáticas, desplegadas invocando a la única musa que muchos reconocemos -la Música. Precioso.

Resurge finalmente Cholo Visceral luego de cuatro años, con optimizada formación y nuevo material de estudio bajo el brazo. Exceptuado por ende Live At Woodstaco (20/10/19), lo último del tremebundo grupo que al viejo prog injertaba recios ramalazos metálicos y stoner rock había sido bastante desorientador -Sutilezas EP le catapultaba a un terreno tan drásticamente opuesto como podía serlo el vaporwave. Entonces me preguntaba si el extended sería una curiosa extravagancia, o si por el contrario iba a redefinir poética y futuro de esta banda asociada a la insurrección “meta stoner” limeña de la década anterior.

Aconteció, según se sabe, lo primero. Del EP, no queda ni la alineación. No ha vuelto Cholo Visceral a convertirse en el combo que rubricase sus dos muy recomendables primeras entregas, pero el cuarteto responsable de Sutilezas es ya cosa del ayer. Kevin Lara en eléctrica y Beto Cerquera en teclados no son más parte del line up, que actualmente completan los guitarristas Sandro Zelaya y Mauricio Medina. De pasadita, la remozada entente pone de manifiesto que los responsables directos de ChV siempre han sido Manuel Villavicencio (bajo) y Arturo Quispe (multi-instrumentista que se ocupa de batería y sintetizadores).

Nada más verle, la primera interrogante que brota en la mente se relaciona con los motivos del tándem Quispe-Villavicencio para bautizar a Quimera Huaycotrópica así y nimbarle de un arte de portada tan surrealista como pesadillesco. Esa misma interrogante muere apenas comienzan a ser castigados los parlantes con el bramido omnipresente de “Daga De 7 Filos”. La alineación de dos guitarras de invencible musculatura coadyuva en la incesante transformación de casi cada uno de los seis surcos -antaño permanentemente transfigurado, el daimon que preside el espíritu colectivo de Cholo Visceral prefiere ahora mutar de acuerdo a su maleable estado de ánimo. Lo observas en el prog jazzy de “Eros II”, cuyos riffs le imprimen carices a lo cantar de gesta. Lo notas en el rabioso stoner correlón de “Algo Anda Mal...”, cuando la eléctrica esnifa los últimos resabios de prog químicamente puro que reservaba el alias. Lo percibes en el rock multipercusivo de “Génesis”, que bebe por igual de la psicodelia, del stoner y del metal; pero que nunca llega a mimetizarse del todo con alguna de aquellas estéticas.

No menos relevancia cobra ahora el sofisticado soporte rítmico de los capitalinos. Engrasados, prestos, atiborrados de una energía que saca chispas aún antes de ser liberada; cada componente del andamiaje montado por batería y bajo proporciona la movilidad necesaria para la incesante mutación a que se someten output y cuarteto. El mástil de Villavicencio se multiplica mejor que los cinco panes y dos peces del milagro jesuítico, enhebrando diversas secciones de tempo disparejo -como en “Daga...”. En “Pucusana 420”, por otro lado, mientras las baquetas alisan un medio tiempo perfecto sobre el que al inicio se luce el wah-wah, el bajo apuntala los postigos que soportan las densidad y solidez de un tema que bien podría merecer la etiqueta de metal progresivo. Y “Furiosa”, en idénticas coordenadas con algo más de velocidad, no sería un perenne bursting-out sin los crescendos, clímax y anticlímax varios que posibilitan las baquetas de Quispe y el puente de graves que amachimbra el bajo.

Vertiginoso y cambiante como las experiencias oníricas más dadaístas, imparable y corpulento como un tren bala fabricado en titanio, contundente y a la vez dúctil en su filiación a las diversas influencias de que se alimenta; Cholo Visceral consigue en Quimera Huaycotrópica su mejor trabajo a la fecha. Sólido, fresco, fornido y frenético; el nirvana heavy al que cualquier headbanger de vieja escuela le gustaría acceder.

Hákim de Merv

jueves, 10 de agosto de 2023

U.F.O. 1982: Cyber Noir EP // Búho Ermitaño: Implosiones

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 2 de agosto del 2023.)

Mala suerte la de U.F.O. 1982 al subir a BandCamp su puesta de largo el 22 de febrero del ‘20, pocos días antes de decretarse el inicio de la emergencia sanitaria en el Perú a consecuencia del COVID-19. Por ende, Fantasía pasó completamente desapercibida en medio de la crisis pandémica, que condenó a un olvido algo dilatado el esfuerzo de Janis Monja -principal y única fuerza motriz del proyecto- producido por Esteban Loayza.

Tres traslaciones terrestres después, U.F.O. 1982 lanza un extended play temático con todas sus pistas empalmadas. Cyber Noir EP se centra en la figura del T-800, el ominoso e implacable antagonista de Terminator (‘84), joya del cine B y uno de los mitos contemporáneos más destacados que surgiera de la cultura pop ochentera. La decisión no extraña, ya que desde un principio el alias de la peruana ha dejado en claro la devoción que le suscitan los sonidos electrónicos de los primeros 80s -concretamente la new wave y el synth pop, amén de la prole y cruces que ambas corrientes generasen hasta clausurarse el siglo pasado.

Cyber Noir EP luce más como una gran pieza de casi 18 minutos, antes que un conjunto de cuatro tracks. En gran medida, el tema central que signa Brad Fiedel para la banda sonora del aludido film es el motivo inspirador de esos canales, al punto que el “Intro” del extended es una especie de remodelación/rework de aquel, con parlamento sampleado de alguna(s) de las secuelas de la saga Terminator. Pegadizo synth pop de ciencia ficción y musculatura Hi-NRG que, en la práctica, no se diferencia del de “The Future Is Not Set” más que en la programación -mientras éste la tiene, “Intro” carece de aquella. Queda así la sensación de una fosca reelaboración entre futurista y dance, a partes iguales, de la composición original de Fiedel.

En “Tech Noir”, nombre de la discoteca en que Kyle Reese y el T-800 se enfrentan por primera vez, el equilibrio detallado se sostiene lo mismo que la secuencia rítmica. Sin embargo, los principales rasgos identitarios de la obra de Fiedel se han difuminado. Los arreglos vintage/retrofuturistas de robóticos sintetizadores y cristalinos teclados habrán nacido de su simiente, pero ellos ya no están. Tampoco la explosión Hi-NRG de la primera mitad. Para cuando “Skynet” empieza a sonar, bajándole simultáneamente la persiana al EP, Monja termina por sepultar todo vestigio del soundtrack de Terminator: del synth pop ochentero lleno de fulgor hasta grados chillones no sobrevive nada, pues la música se vuelve más reluctante al acercarse a la tradición del synth usamericano de los primeros 90s (tipo Faith Assembly, Seven Red Seven o Cosmicity).

U.F.O. 1982 se presentó el domingo 6 de agosto en el festival Underground Space, autodenominado “el primer evento de vaporwave peruano”. Pese a que ni en Fantasía ni en Cyber Noir EP he podido encontrar siquiera media nota de hard vapour o de future funk, debido a las inclaudicables reminiscencias en la producción del acto se comprenden las razones para haberle programado junto a otros seudónimos que sí califican como vaporwave -Lost Traveller ロスト, Babefake, Blurred Hologram, S O A R E R.

Las historias de todos los circuitos que conforman directa o indirectamente el mosaico de nuestra escena independiente nacional están atestadas de casos en los que tal o cual grupo no logró superar el reto del segundo álbum, tras agotarse el entusiasmo inicial y sobre todo si su estreno fue tan bueno que acabó convirtiéndose en sambenito y obstáculo. Hasta hace unos meses, a este limbo parecía pertenecer la banda Búho Ermitaño, que en el ‘14 debutase con un LP magnífico como Horizonte, a seis años de haberse fundado.

De todas formas, pausas de casi una década suelen ser aquí sinónimos de expiración definitiva. Hasta que se van al tacho, claro. No es ésa la única singularidad que distingue a BE. Cuentan a su favor una existencia que jamás se ha visto interrumpida y la permanencia de los seis individuos que firmasen Horizonte. Estas circunstancias, no obstante, son relegadas a riguroso segundo plano cuando aparece un nuevo documento sonoro a considerar. Y vaya que si el Tiempo no ha transcurrido ni para los capitalinos ni para el novísimo Implosiones.

Editado por Buh Records, el vinilo es mucho más corto que el mazazo de hace nueve calendarios. Pese a ello, la media de sus siete surcos sigue siendo muy elevada, como toca a una alineación que se desliza entre/impregna de todos los subgéneros lisérgicos de vieja escuela -así como de sus coetáneos más próximos, y aún de sus más aplicados descendientes. En la senda de lo mostrado por Horizonte, las nuevas creaciones de Búho Ermitaño se alimentan del espíritu del prog, del delirio del space, de la contundencia del hard, de la turbia viscosidad del heavy, del arrebato del blues, del pasotismo de la psicodelia, del jammeo intuitivo del kraut, del groove tribal de fusión enraizadamente jazzera...

Poco es, entonces, lo que ha cambiado la receta del sexteto en cuanto a ingredientes. Acaso sea el folk el único de éstos del que se ha prescindido. Felizmente, no es correcto utilizar ese adverbio calificativo para describir el aliento que sopla en este puñado de seis instrumentales y un solitario número cantado. Tampoco, para referir la soltura con que ahora los músicos fisionan influencias. O su remarcable desenvolvimiento instrumental, que ha ganado durante todo este tiempo sin editar cotas verdaderamente fabulosas -de inequívoca superioridad a las del primer esfuerzo. Todo esto ha sido posible gracias al disciplinado vigor que ahora ejercen tanto individual como colectivamente: si antes se les podía reclamar a los limeños un poco más de “descontrol”, hoy es evidente que no sólo pueden hacerlo cuando quieran, sino que es consciente decisión propia no abusar de esa coartada.

Así entiendo el milimétrico kraut ácido a lo Guru Guru de “Herbie”, los místicamente laxos efluvios cósmico-uterinos de “Ingravita” y el breve “Preludio”, el ascendente punche ácido de “Explosiones”, las piruetas prog-jazz pro-Birth Control de “Buarabino”, la irrupción de acervos sonoros de la zona altoandina presentes en “Renacer”... También, por supuesto, el indómito crescendo psicodeliblues de orientación space que comporta “Entre Los Cerros” -probablemente, lo más impetuoso/achorado/¿feérico? que han publicado a la fecha Juan Camba (batería, flauta), los hermanos Leo (bajo, guitarra, sintetizadores, theremin) y Diego Pando (bajo, guitarra, voz), Irving Fuentes (charango, bajo, la talk box), Ale Borea (percusión, loops, efectos) y Franz Núñez (guitarra, flauta, sintetizador, bajo). Otra jornada perucha de este 2023 que logra puntaje perfecto -y duro competidor fijo en los recuentos de fin de año.

Hákim de Merv

jueves, 20 de abril de 2023

Congreso: Luz De Flash // Bios_: Vórtice

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 12 de abril del 2023.)

Con más de medio siglo de recorrido a cuestas -circunstancia infrecuente en el contexto del pop contemporáneo labrado en Latinoamérica-, es difícil hablar de Congreso a estas alturas del partido. Probablemente se trata de la agrupación mapocha más longeva que exista, junto a Los Jaivas -compañeros de generación y de trinchera, cuyo último sencillo data de mediados de los 00s. Teniendo en cuenta ese status, podría aventurarse que los de Quilpué ya han dado lo mejor de sí en décadas precedentes. Sus últimas entregas, por ende, pueden no reeditar los superlativos niveles rubricados en Terra Incognita (‘75), en Viaje Por La Cresta Del Mundo (‘81), en Para Los Arqueólogos Del Futuro (‘89) y aún en el “extemporáneo” Los Fuegos Del Hielo (‘92).

¿Por qué escribir sobre Congreso, entonces? Se pueden alegar algunas razones. Una de ellas es que la banda nunca se ha resignado a preparar álbums en piloto automático, pese a no disponer ya de la tonicidad ni de la reciedumbre de sus jornadas más inspiradas. Otra, derivada de la anterior, es que su habilidad para reinventarse tiene pan por rebanar; como lo demuestran La Canción Que Te Debía (‘17) y el reciente Luz De Flash (‘22). Una tercera, también inferida, es que al septeto le queda todavía una gran pelea por dar; como sucede con los viejos guerreros (incluso si están retirados).

Luz De Flash ha visto gestarse su repertorio a renglón seguido de los aciagos días de la emergencia sanitaria que produjo la pandemia. La semilla, como siempre desde que se quedó sólo al frente del barco en el año 2000, la ha sembrado el baterista y único miembro fundador que permanece hasta ahora en Congreso -Sergio “Tilo” González. Gracias a las nuevas plataformas online, el resto de la alineación -Francisco Sazo (voz, percusión, vientos), Jaime Atenas (saxos tenor, soprano), Sebastián Almarza (piano, teclados, voz), Hugo Pirovich (flautas, percusión), Raúl Aliaga (percusión) y Federico Faure (bajo eléctrico, contrabajo)- se sumó paulatinamente, colaborando para hacer que germinase y se robustezca el nuevo track list. Éste llega al estudio de grabación con las tomas casi armadas en su totalidad, sin previo ensayo.

Alguien ha dicho que las de Luz De Flash son “canciones sin género”. Es una manera de verlo. Otra, es que cada canción de este trabajo explora el mestizaje en alta diversidad de grados, diferenciándose del resto y viceversa (casi cada canción, mejor dicho). Ciertamente, a través de ellas explora Congreso un modo de crear música inédito en su historial. Aunque es lícito hablar de un basamento en común, integrado por la omnipresencia del jazz, el folk rebosante de groove, un prog rock residual y las euritmias tradicionales de buena parte de Sudamérica; los australes se dan maña para individualizar todos los episodios del CD. Esto, sin escindirles por completo de los demás. Del jazz cadencioso de “Álbum De Fotos” al exquisito pop imbuido de saudade de “Rocanrol De Los Misterios”, de la cuasi-balada “Alzheimer” al delicioso groove caribeño de “La Plaza De Los Sueños”, del encontronazo entre cueca y tondero de “Ay! Caramba” al estoicismo de “La Vida Salta En Un Pie”; es cuando menos admirable la facilidad con que los músicos fluyen surcando multiplicidad de aguas.

Las letras tienen pinta de haber nacido de simples observaciones, de anotaciones tomadas de situaciones diarias inherentes a la actividad humana, sean éstas llevadas a cabo con normalidad o en periodos de crisis. Felicidad, añoranza, oscuridad, incertidumbre, tristeza, serenidad... Sensaciones que se dispersan y agigantan de la mano de la marinera, de la cueca, de la habanera, del bolero, de la canción latinoamericana. Obra de excelente musculatura, que hubiera quedado más redonda sin el innecesario cover de “Murió La Flor” -relectura a la baja de Los Ángeles Negros, sin mayores cambios y por ende sin practicar la consabida vuelta de tuerca al original. El “casi” de líneas arriba no era, pues, gratuito.

Como escribí una vez a propósito del pop chileno contemporáneo del lustro ‘96-‘00, El Ojo De Apolo es un colectivo de músicos estrechamente relacionado a lo que hacia fines de los 90s -época en la que se funda- se definió como “vanguardia sonora”. Post rock, ambient electrónico, ruidismo digital; son algunas de las etiquetas que los proyectos de la nómina EODA fatigaron no sólo durante su primera etapa, sino también desde la refundación de ésta, en ‘06.

Uno de los actos participantes en tamaña cruzada fue Bios_, unipersonal que dirige Óscar Burotto, 50% del histórico dúo LEM (también adscrito a la antedicha avezada mancha experimental). Bajo ese seudónimo, el individualista ya no milita en EODA, pero sí en EMA Records. Es este último el sello que LEM impulsa desde el ’20, y que nos ha ofrecido rodajas harto recomendables como el muestrario debut En El Fin Del Mundo, Hasta El Fin Del Mundo (‘20), la recopilación Decálogo De Errores: Selección De 2007 A 2021 (‘21) de Esqueleto o el EP que trajo de vuelta a LEM, Portonazos (‘20).

En diciembre último, Burotto publica Vórtice vía el BandCamp de EMA. No se establece un marco de tiempo dentro del que se han armado los cortes que vertebran el disco, aunque el sureño menciona los hitos del estallido social chileno y la pandemia, así como el subsecuente confinamiento -lo cual hace pensar en números más o menos recientes respecto de sus “apolíneos” días. En cualquier caso, asoman las mismas claves de género que antaño presidiesen el sino de Bios_.

Si Vórtice es una honesta declaración de principios, lo primero que hay que decir es que el nervio de Bios_ reside en la concentración casi absorta en el Sonido, a través de texturas dilatadas concebidas gracias a una enredadera de herramientas digitales. Una artillería que ocasionalmente crece alrededor de la guitarra (“AG4JZ”).

Y lo segundo que se debe mencionar, es que el menú de Vórtice accede en contadas oportunidades a coludirse con la síncopa, siendo ésta prescindible del todo. Me explico: por cuanto la mira de Burotto se enfoca en una estética de la contemplación, cuando el Ritmo hace su ingreso este enfoque no se resiente. En “Amanece”, por ejemplo, las programaciones postulan un IDM descoyuntado en relación a su osamenta bpm. Ello no sucede con el track epónimo de este álbum, cosido al beat desde el primer momento. Sin embargo, si hicieses un ejercicio de abstracción y eliminases cualquier rastro de programaciones, comprobarías que ambas pistas afectadas no se desplomarían, adquiriendo de esta guisa un cariz distinto.

Son más representativos, ergo, canales como “Declive”, el ya citado “AG4JZ” (ambos incorporan con generosidad sonidos acuosos) o el postrer “Intro” -una suite eónica de más de un cuarto de hora que rememora, como también lo hace “Declive”, ese post rock elusivo e infinito de leve saturación de mediados de los 90s que tampoco se hacía dramas si tenía que asimilar la electrónica. La del primer The Orb o del simpar Oval, en el caso de Bios_: “Racconto”, “Lapso”, “Estación”...

Hákim de Merv

miércoles, 29 de marzo de 2023

La Luz No Deja De Pulsar: Músicxs Latinxs Recordando A Cerati

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 22 de marzo del 2023.)

Aunque la siguiente no sea una opinión muy popular, tampoco puede decirse que es tan minoritaria como para ignorarle: la ascendencia de Gustavo Cerati parece haber crecido con el Tiempo entre grupos de y aficionados/as al pop independiente en Latinoamérica, mientras que la de Soda Stereo ha disminuido visiblemente. Sí, el nombre de la terna argentina pesa todavía más que la de su frontman en los “guetos” a los que la (cobarde y medrosa) mass media de la región ha confinado el pop contemporáneo, pero esos ínfimos espacios son los que menos le interesan a los circuitos alternativos -y en ellos, la proporción cambia ostensiblemente. Cualesquiera sean las razones aducidas -la de Soda Stereo es una obra cerrada, Cerati Clarke produjo música hasta el accidente cerebrovascular que lo postró, el guitarrista diversificó su propuesta sonora en distintas direcciones y utilizando múltiples identidades-, la huella de Cerati está mejor representada en el pop latino más de ocho años después del paro respiratorio que le arrancó la vida.

Testimonio de este estado de cosas es el ofrecido en diciembre por el site ZonaGirante, de los pocos esfuerzos off-mainstream en jugársela por el género pop de calidad manufacturado en esta parte del mundo, que organizase la compilación La Luz No Deja De Pulsar: Músicxs Latinxs Recordando A Cerati. Se trata, como indica el título, de un homenaje al difunto ex cantante de SS; recurriendo tanto a su faceta solista como a algunos proyectos en los que participara activamente. Ergo, la mira está puesta en el patrimonio sónico que modeló Gustavo Adrián a solas, en su fundacional apertura a otros lenguajes junto a Daniel Melero, en los réditos que él mismo capitalizó de su conversión en esteta electrónico con Ocio (en comandita con Flavio Etcheto) y con Plan V (al lado de los chilenos Guillermo Ugarte, Andrés Bucci y Christian Powditch). Un tributo, en resumen, al Hombre Alado al que aún extraña la Tierra.

Siempre digo que, para mí, el mejor exponente del pop hecho en nuestro idioma es Caifanes. Soda Stereo, por otro lado, fue la banda que estuvo en el lugar correcto a la hora correcta. Contó, pues, con esa pizca de suerte que no tuvieron algunos coetáneos suyos; quienes pudieron haberle reemplazado, de haberse favorecido de idénticas circunstancias. El talento de Richard Coleman o de Federico Moura, en efecto, no era inferior al de Gustavo Cerati: lo prueba la alta estofa de discos clave que firmasen con sus respectivos combos, Fricción y Virus.

Por supuesto, ese juicio no quiere decir que no me guste el legado ceratiano. Me parece, con sus altas y bajas, más atractivo que el de Soda Stereo -que también disfruto, sin sobredimensionarlo. El finado guitarrista fue, además, siempre honesto. Cuando revisas con detenimiento entrevistas de época y la información de sus CDs, el bonaerense no esconde sus influencias: ahí está “Te Llevo Para Que Me Lleves”, que reconoció como muy marcada por la impronta de Stereolab. Ahí, también, el crédito de los sampleos usados en “Pulsar”, en “¿Y Si El Humo Está En Foco?” o en “Raíz”. Claro, faltó el de “(Thorteval)”, hidden track que sólo aparece en la edición argentina de Amor Amarillo (‘93) y que se sirve de un fragmento del tema “Outlands” de The Orb (The Orb’s Adventures Beyond The Ultraworld, ‘91). Pero no nos pongamos tan quisquillosos.

Si eres fan intransigente de SS, me imagino la cara que has de estar poniendo al leer estos párrafos. Guerra avisada no mata gente, no obstante. Más de una vez, he manifestado recelo respecto de estas cuatro clases de fanáticos/as terminales: de The Beatles, de The Smiths, de Charly García y de Soda Stereo. Con ellos/as, no se puede tener una discusión en términos objetivos, ni siquiera levemente mesurados. Y si bien esa relación podría engrosarse sumando a los/as termofans del limitado de Andrés Calamaro y del inefablemente acartonado Enrique Bunbury, igual de obtusos/as, honestamente no lo merecen -pues ni uno ni otro rozan la categoría de “paradigma absoluto” que mal que bien sí es adjudicable a los artistas antes mencionados.

El recelo es distinto según quién, empero. Mientras parte de la animadversión que siento por gente que idolatra a los Smiths y al bigote bicolor más famoso de Argentina la han cosechado los propios autores -hace rato que el decrépito García no sabe decir sino huevadas, ídem el gladiolo Steven Patrick-, la culpa es exclusivamente de sus seguidores/as cuando hablamos de The Beatles y Soda Stereo. Ambas formaciones tienen trabajos brillantes y obras maestras, pero las fanaticadas ponen los ojos en blanco y escupen anatema tras anatema si uno/a no dobla la rodilla -peor aún si osas criticar alguna de sus entregas.

La Luz No Deja De Pulsar... muestra evidente predilección por referencias del repertorio primigenio de Cerati. Entre Amor Amarillo, Bocanada (‘99) y Siempre Es Hoy (‘02), se cuentan 11 de las interpretaciones recogidas en este esfuerzo colectivo. Las siete restantes se dividen entre Ahí Vamos (‘06), Colores Santos (‘91) y Fuerza Natural (‘09), último plástico en estudio que editó el gaucho. Participan aquí artistas provenientes de Chile, Brasil, Venezuela, Colombia, Argentina, México, Estados Unidos y, previsiblemente, Perú. Por nuestro país saca cara el dúo Silveria, que acomete en clave de sofisticado pop electrónico una relectura de “Amo Dejarte Así”. Un porcentaje significativo de las alineaciones involucradas elige camino similar -Federico Kempff con “Deja Vu”, Chino Mansutti con “Hoy Ya No Soy Yo”, Mariana Montenegro con “Crimen”, Mandale Mecha con “Beautiful” (aunque también le aplica un poco de raggamuffin). Asimismo es significativo que, a excepción de Mandale Mecha, todos los mencionados den lugar a desgloses bastante respetuosos de los modelos originales, lo que les hace parecer covers antes que versiones en sentido estricto. Una peculiaridad que se extiende a casi todo el registro del disco: ya sea en clave de trip hop o de trip pop (Urdaneta y “Lisa”, Deer Mx y “Fantasma”, Ságan y “Lago “En El Cielo”), o de pop/rock frontal y sin ambages (“Cosas Imposibles” por Los Mentas, “Puente” por Maya Endo y Martín Lazo, “La Excepción” por Niño Nuclear), la mayoría de colaboradores no ha sabido encontrar el punto medio exacto entre el respeto por el original y la iconoclastia como rasgo genético inherente a la música pop, y ha terminado por no arriesgar demasiado e inclinarse por la reverencia de rigor.

Como era de esperarse, las sorpresas vienen del lado de las versiones más extravagantes. Es el caso de “Tabú” y de “Pulsar”, a cargo respectivamente de Maiguai y Tres Puñales, dos actos de lo que se conoce como cumbia digital o global bass, pero que yo insisto en denominar electrónica mestiza. También, del en-principio-no-tan-evidente estilizado reggae electrónico con que Natural Killer Sound System rearma “Cactus”, y del híbrido entre chanson, neoclasicismo y jazz que empuña Ana Barajas en “Verbo Carne”. En estas reversiones, a las que se suma la ya mencionada “Beautiful” de Mandale Mecha, radican los momentos más interesantes y arriesgados de La Luz No Deja De Pulsar: Músicxs Latinxs Recordando A Cerati. El resto, pese a que no suena mal, muestra una cautela de la que hablaría bien si la califico de prudente. Es molestamente excesiva, en realidad.

Dos más y nos vamos, como se suele decir en mi tierra. Me refiero a “Sudestada” de Grtsch y a “Raíz” de Nobara Hayakawa. El primero parecía plantear una versión interesante con multitud de filtros y borrando todo rastro de programaciones, pero al final el track se siente huérfano, casi inane. No me queda claro qué se quiso hacer. En cuanto a la segunda, colombiana de ascendencia nipona, se manda con de una de las pistas más ninguneadas de Bocanada; que en realidad debe ser una de las mejores composiciones firmadas por el Gus (sampleo de Los Jaivas incluido). Desafortunadamente, al decantarse por el lado bossa nova del original,  lo  hace reduciendo estándares artísticos al mínimo. Todo lo que consigue es sonar a melodía de utilería -la única auténtica decepción en un volumen que pudo atreverse a más, de no haberle ganado tanta timidez. Esa misma que nunca tuvo Cerati para forzar las fronteras del pop con certificado de garantía.

Hákim de Merv

jueves, 15 de abril de 2021

Música Casual: Fluir // Los Fractales

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 7 de abril del 2021.)

#AguanteChile.

Vuelve Rodrigo Mardones a Chip Musik -plataforma que pusiese a consideración su arisco debut Untitled (2018)- tras la experiencia de dos trabajos autoeditados, Ensamblar y Vitalismos (los dos en el 2020). Dicho retorno, a despecho de las apariencias, involucra una exploración en el Sonido antes que en el Ruido.

Fluir consta de dos temas que, en conjunto, bordean los tres cuartos de hora. En la medida en que son perfilados como improvisaciones, y se han concebidos utilizando automatismos equivalentes a los de la escritura mediúmnica, se desprende de ellos un cierto sesgo surrealista; que tiene a maltraer cualquier atisbo melódico invocado por el yo vigil del individualista. Otro rasgo en común es el movimiento de sus ondas sonoras, aludido acaso inconscientemente al bautizar el disco: en “Subir Las Montañas” y “Bajada” no vislumbro, según corresponda, ascensos o descensos verticales -sino un desorientado(r) ejercicio de trekking que mana permeando/anegando etapas.

Predeterminada por una topografía anómala -de erráticos picachos imprevistos y glitcheadas mesetas deprimidas-, por una geometría difusa -de, como diría Lovecraft, “ángulos convexos que se comportan como cóncavos”-, por una geografía irregular -de voluminosos istmos lacunares y noisicas bahías drenadas-; la piedra filosofal del cuarto largo que firma Música Casual es el impromptus. Pueden identificarse decenas de ellos, loopeados discontinuamente o hasta el infinito, inalterablemente o hasta la deformidad, a lo largo del ejercicio. Enturbiada o prístina, su insistente presencia es la que cohesiona el conjunto.

Si es necesario ponderar algunas características particulares, diría de “Subir Las Montañas” que la tirantez que epata es consecuencia de los procesos que acomete Mardones -más sus secuaces de ocasión: César Tapia, Ricardo Guzmán, Karl Lihn- y los crispantes sonidos analógicos/digitales que de ello se derivan. De “Bajada”, en cambio, escribiría que potencia la sensación de incipiente onirismo sónico pese a comenzar mostrándose como un reprise de los instantes finales de “Subir...” -percepción que se desvanece antes de llegar al minuto. Obviando estas peculiaridades, lo que queda es un álbum electrónico de quimérica arquitectura e inquieto palpitar astral. El arte es de Marcelo Buscaglia.

Extraño caso el de Los Fractales. Las costas de Valpo les ven formarse como grupo a mediados del 2019. Excluyentemente instrumentales, debutan poco más de un año después con el mini-LP Vol. I (octubre). Luego de veinte días, ya en noviembre, aparece en el mismo formato el Vol. II. Tras dicha publicación, los portuarios cesan toda actividad en su página oficial de Facebook, que no consigna sino mendrugos de información. No pasaría mucho antes de que decidieran borrar de BandCamp su primera referencia, y por ende la opción de descarga gratuita que ésta dispensaba. Si todavía están en activo, es por ahora un enigma para quienes vivimos fuera de Chile.

En Vol. I, el combo ya esbozaba los lineamientos generales que ha escogido como input: un regato de sostenida vitalidad, que tan pronto suena a surf music como a dark de poso experimental y a jazz de despercudido groove. Los propios Fractales acuñaron los términos de “surfwave” y “no jazz” para identificar su propuesta -una que asimismo apela a técnicas lo fi para presumir de áspera/rústica, sin por ello dejar de sugestionar briosa, intensamente. Ejemplos prominentes de esta múltiple confluencia son “No Mar/No More” (con un swing no exento de arabescos), “NOJAZZ” (voluptuosa pista de tres tiempos) y la darkie “NO FUTURE”. El lunar de la cinta: “Malos Pasos”, entre punk y no wave.


Con diferencia de dos tercios de mes, previsiblemente Vol. II no hace sino reafirmar el itinerario trazado por su predecesor, corregido y aumentado. A una mayor duración en el promedio de tracks, se suma el uso de voces, si bien todas ellas ininteligibles -es probable que repescadas de productos audiovisuales, aunque no lo puedo asegurar. Sin apartarse del metodismo lo fi, la formación desarrolla composiciones como “Nina/Curo” y “YIN YIN” más sobre bosquejos divagantes y desparpajados. Por oposición, una síncopa mitad pop mitad jazzy atornilla al piso números como el enérgicamente circular “Perdón Japón” y el trippero/groovy “MYSTERIA” (de elogiable guitarra rítmica).


Manufacturados ambos títulos en cassette (o eso es lo que inducen a pensar las portadas), Poxi Records debería pugnar por fichar a Los Fractales -no confundir con los santiaguinos que tienen el mismo alias, pero prescindiendo del artículo-. Suponiendo que éstos sigan juntos, claro. Y es que LF poseen todo lo necesario para encajar en el catálogo de la independiente: su sonido, su estética y su ética hacen de ellos dignos pares de Talismán.

Hákim de Merv

jueves, 18 de marzo de 2021

Sihuas Infuzzión: Cutrismo // Gelatina Magma: Zapatos Ardientes EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 10 de marzo del 2021.)

Es posible que Cutrismo sea el Waterloo que intuyo puede llegarme (diferido) el día menos pensado -la constatación tangible/irrefutable de la validez de un imperativo biológico que impida seguir asimilando músicas nuevas normalmente al promediar los treinta. No me resistiré, de ser el caso, a la única salida digna que me quedaría por delante -la del “retiro”. Sin embargo, ¿qué tan probable es? Ensayo un alegato, con la esperanza de que tal vez no sea yo, después de todo.

Sihuas Infuzzión es el proyecto unipersonal del joven músico Nelson Balta Bustamante, ancashino como los Desert Gang. Residente en Huaraz, las canciones que integran su debut se gestaron en los varios periodos de cuarentena sanitaria decretados durante el 2020. Concluido el proceso a inicios de noviembre, Cutrismo es colgado en el BandCamp del individualista el seis de enero, promocionado desde esa misma fecha por Dorog Records como su primer lanzamiento del año.

Salvo que exista un “affaire” previo, siempre reservo la mejor disposición para encarar las nuevas publicaciones que van llegando a mis manos/a mis ojos/a mis oídos. No siendo distinta la figura en relación a Sihuas Infuzzión, el estreno me ha provocado enorme desasosiego. Asentado queda, tanto en la sumilla de BandCamp como en la nota promocional, que el volumen refleja la confluencia de muchos y muy diversos géneros: hay, en efecto, rastros de jazz, drum’n’bass, vaporwave, dub, harsh folk, electrónica, prog rock, gotas de trip hop y de lounge... Estos lenguajes rara vez prevalecen en tal o cual canal: Balta les mantiene en constante cubileteo, de modo que un mismo número puede empezar en clave jazzera y electrónica, y terminar absorbido por el progre barnizado de downtempo (“Otra Noche Bajo La Lluvia”).

Por este diletante zigzaguear, Cutrismo debería hacerme recordar a un artefacto como Entroducing... (1996). Por desgracia, SI no es DJ Shadow. Una cosa es ser versátil y otra harto distinta ser superficial. Aunque algunos tracks tienen lo necesario para funcionar -“Recuerdos De Una Rave” y su trance a punto de desbocarse que implosiona anticlimático en un amasijo de ambient y new age, los deformados ecos andinos de “Tétrica Fiesta Patronal”, el jungle de acústica guitarra de “Adheridos Estamos”-, la inmensa mayoría de ellos no pasa de ser un rosario de frankensteins con los trozos cosidos tan a la mala, que las suturas quedan expuestas. Entonces se resquebraja el espejo en que aparecía el Entroducing... y ocupa su lugar Será (2001), el desafortunado segundo y último disco de Asido Tubalius.

Cutrismo pudo quedar en “regular” o en “discreto” no sólo debido a las excepciones enumeradas. El manejo de los sampleos merece algo de crédito, lo mismo que ese reprocesamiento a través de filtros y cribas que imposibilita determinar a ciencia cierta si estás paladeando un sampleo, la voz de NBB o la del invitado Gustavo Ezequiel Almaraz. Lo que pudo ser un álbum en extremo bizarro simplemente se queda en “malo” por esa licenciosa cuota de (puaj) trap y sobre todo de (puajjjjjj) reggaetón con que el huaracino demerita su primer esfuerzo. “Pacay (𝘌𝘯 𝘦𝘭 𝘮𝘰𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘦𝘭 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳)”, “Sencilla MIDI - Fuga + D𝘦𝘮𝘣𝘰𝘸”, “Ocho Eucaliptos Y Un Felino”, “Anhelos De Una Flauta Con Gallos”: cuatro ejemplos de cómo cagarla grandiosamente, insertando mierda de subproductos prefabricados.

¿Errores típicos de la noviciada? No necesariamente. Mal que bien, la escena ha dado su buena cantidad de pasos hacia adelante desde los 90s. Muchos debutantes demuestran que hoy no tienes por qué patinar en tu primer intento, sino todo lo contrario -cf. Dafne Castañeda.

Por cuanto el material que proporcionan para el comentario es bastante exiguo, no soy nada amigo de reseñar singles. Me constriñen a hacerlo las excepciones, sí, pero para calificar tienes que ser un Christian Galarreta, un JJ Castro o un Mario Silvania. O haber firmado un 45’’ jodidamente macanudo.

Descontando la cadenciosa “Fotografía” incluida en 4 EP, placa temática que reúne aventuras tanto de Ángela Ruesta como de Giancarlo Samamé (al alimón y por separado), Gelatina Magma no se manifestaba con título propio desde noviembre del 2018 (Una Nueva Era). Hace poco más de un mes, el grupo inauguró cuenta en BandCamp anunciando la inminente aparición de nuevo extended. La expectativa quedó un tanto desinflada ante la comprobación de que en realidad era menos un EP que un single.

Formalismos a un costado, la relevancia de Zapatos Ardientes EP radica en lo que podría considerarse un pequeño pero importante cambio de dirección en el peregrinaje de la sociedad Samamé-Ruesta. Y es que los ‘brasilerismos’, ésos en los que a veces se ensimismaba el dúo y que adherían aún a “Fotografía” a la carta de navegación configurada por trabajos precedentes, ahora han desaparecido casi del todo. Su lugar lo ha tomado un pop de granítica lozanía, que literalmente refulge a cada nota que avanza. Donde más queda en evidencia la sustitución es en “Lava”, la pieza que funge de lado B -ejercicio de fino pop estilizado a golpe de hiperactivo medio tempo, cuyo contagiante vigor hizo que me acordara de la mejor versión de The Sundays.

Con todo, es el lado A del “extended” el que cosecha los mayores elogios. “Los Zapatos De César Vallejo” puede tomarse de distintas maneras: homenaje al aedo de Santiago De Chuco (la voz masculina sampleada declama con perfecta dicción un fragmento de “Los Pasos Lejanos”, poema del canónico Los Heraldos Negros, 1919), despedida ¿definitiva? a los sonidos de fragancia carioca (revolotean brevemente hacia el cierre del tema, reemplazando los arreglos pentafónicos del inicio), declaración de amor hacia un pop sedimentado a partir del trip hop (no sería la primera vez)... Cualquier posibilidad tiene las mismas chances de ser y no ser.

La única constante válida para ambas caras es la cálida y dúctil voz de Ángela Ruesta, en seráfico estado de gracia. Su registro en “Los Zapatos...”, entonando el poema de Haydee De Benavides inmortalizado en el libro Presencia De La Mujer Peruana En La Poesía (1971), es el contrapunto soñado para la performance vocal del vate sampleado. Corren las apuestas con miras al próximo disco largo -que, presumo, será igualmente producido por el capo Neto Pérez.

Hákim de Merv 

jueves, 23 de julio de 2020

Artaud: Campo De Flores Artificiales (En Vivo En El Teatro Limbo Astral) // Silvana Tello: Circuito

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 15 de julio del 2020.)

Terminando mi habitual audición de madrugada, reparo en que los dos títulos de este comentario no sólo comparten sello (Discos Astromelia, label con sede en Lima fundada a fines del 2019), formato (el resucitado cassette) e integrantes; sino que ambos han sido además condicionados por la pandemia, diferenciándose a partir de esta circunstancia en grado y curso...

Debido a los extraños días que vivimos, no hay ninguna certeza sobre si este 2020 alcanzará a ver publicado el LP de Artaud que completa la tríada de volúmenes consignados en el 2017. El remate, pues, queda en compás de espera -mas no el proyecto de Erick Baltodano, que ha liberado en abril último su primer directo, testimonio de una intervención en el ex cine Ayacucho. Producido por Baltodano y Camilo Uriarte, de la portada se encarga el primero, mientras que el segundo lo hace de mezcla y masterización.

Campo De Flores Artificiales (En Vivo En El Teatro Limbo Astral) atestigua la performance de Artaud en medio de un programa que incluía por igual proyecciones y lectura de poemas, amén de otras varias performances. Según costumbre del guitarrista trujillano, que nunca trabaja con alineaciones idénticas, Artaud aquí son Baltodano (primera eléctrica), su hermano Boris (de Ancestro, bajo), Ale Borea (de Búho Ermitaño; voz, percusión, efectos), Franz Núñez (de Búho Ermitaño, guitarra), Silvana Tello (theremin), Sebastián Quispe (teclados) y Pedro Fukuda (batería). Colaboran también Uriarte y Santiago Vera.

El live, dos tomas que bordean la media hora de extensión cada una, retrata al grupo en faena de improvisación abierta. En lo único en que se asemejan estas pistas, por ende, es en la duración y en el imperativo que moldea los correspondientes procesos creativos -entre free y harmolódico. De hecho, “Sketches De Oaxaca/Noches De Xochimilco/Alice Coltrane Flota En Toluca Lake” arranca levemente jazzeada, y le toma algunos intervalos acelerar la marcha hasta transformarse en la materia prima de la que nació el rock’n’roll. Al poco tiempo, la percusión se disocia/desentiende del resto del ensamble, y éste se hunde en los océanos de la cerril psicodelia noise. Como en su superficie, sus profundidades son agitadas por corrientes de pasiones primigenias, aunque la conexión intuitiva entre los miembros de esta versión de Artaud nos rodea mayormente de un smooth timbral aterciopelado. A diez minutos del desenlace, la percusión vuelve a asomar con algo de fuerza, levantando el escenario que rodea la ulterior acometida rockera.

El poeta Santiago Vera tiene una participación estelar en “Popular Y Porvenir” con las composiciones “Esos Procesos Demoran”, “Variaciones De Un Texto Para Leer, Cantar, Mirar Y Contar”, “Fuentes Del Derecho” y “Fuera De Precio”. Su modo de leer algo me recuerda al subterfugio del spoken word. Encausadas por esta impronta, las ultraterrenas y jammeras erupciones de Artaud, que unas veces suenan psicofónicas y otras sólo psicoacústicas; insuflan al track aires de subtexto sonoro idóneo para cualquier happening. Entrecruzados con las líneas que emite Vera, aquellos estallidos alientan asociaciones mentales surrealistas, que sin embargo no acompañan a la impro hasta el último acorde -una serie de loopeos finales baja el telón para “Popular...”, otorgándole connotaciones de soundtrack para la película de un Lynch división B.

Aperitivo un tanto agreste/convulso, con que esperar que el viento sople a favor y el nuevo disco de Artaud aparezca en la segunda mitad del año.


Fascinante instrumento, el theremin. Creado en la Unión Soviética entre 1919 y 1920 por el físico y violonchelista Lev Termen Sergueyevich a.k.a. Leon Theremin, el principio de su funcionamiento recae en las variadas frecuencias de radio oscilante que la carga eléctrica de un cuerpo humano produce moviéndose dentro y/o fuera de un campo electromagnético dado. El requisito del campo físico cargado eléctricamente adscribe al también llamado eterófono a la familia en que se agrupa al invento japonés Otamatone, a las francesas Ondas Martenot y al británico “telégrafo musical” -primer antepasado de los sintetizadores.

Reivindicado en los 90s a partir del documental Theremin: An Electronic Oddyssey (1995), Termen patentó el theremin en Estados Unidos hacia 1928. Gracias a su extensiva utilización en bandas sonoras de films B para la floreciente industria de la época en el imperio (norte)americano, la sonoridad umbría, catastrófica y extraterrestre del artefacto eslavo quedó asociada a las representaciones audiovisuales de géneros como el terror y la entonces incipiente ciencia-ficción -huella que ha signado su derrotero, para bien o para mal.

Pese a la reciente puesta de largo, Silvana Tello es compositora y ejecutante curtidísima en esas lides. Cultivada en distintas ramas del arte; Tello ha cooperado con varios exponentes de la escena independiente desde que aprendiese a manejar el theremin con Veronik -puede aseverarse, dicho sea de paso, que son las dos únicas mujeres peruanas capaces de usarle como herramienta medular de composición. La más difundida de estas colaboraciones quizá sea “Jarjacha”, único tema cantado en la discografía de los progresivos Cholo Visceral.

A mí, que pertenezco a una generación más bien harto timorata en esos menesteres, me hace sentir abuelo esta chica. Habiéndosela jugado desde temprana edad por su firme convicción en torno a la expresión artística, ad portas de llegar a la base 3 la capitalina entrega Circuito. Aunque todos los números de la cinta ya habían visto la luz como singles el 22 de mayo del 2019 en su cuenta BandCamp, el mérito intrínseco les otorga margen suficiente para obviar este formalismo. Valiéndose de grabaciones de campo recopiladas en un periodo que abarca años, la también fotógrafa ha intervenido este corpus, desfigurándolo al punto de convertirle en torvo telón de fondo sobre el que operar dos theremines (digital uno, analógico el otro). En su caso, la prolongada fase de aislamiento social obligatorio le sirvió asimismo para ordenar ideas y terminar de pautear/pulir el tape.

Ciertamente, Circuito apechuga el peso del canon que soporta el theremin. Su sci-fi ambient apuesta por draconianas distopías resultantes del eventual colapso de la civilización humana. El toque alusivo del disco es muy patente en tal sentido, capitalizando además la holográfica turbación emocional que genera evocar realidades post apocalípticas existentes sólo como meras posibilidades. Al futurismo dantesco y desolador de la obertura “Averno” se le extinguen las pocas luces que toleraba cuando transita hacia “Espectro”. “Lourdes” es tal vez el corte más redondo de la ‘circuitería’: siempre misterioso, de continuo siseante, a veces trepando las paredes; el theremin conjura los recursos que más se han arrogado para sí tanto la ciencia-ficción como el terror. Sé que es físicamente imposible, pero percibo momentáneamente que los glissandos de “Lourdes” se trasmutan en portamentos, aumentando más la sensación de estrujada e irreal pesadilla.

Camino que merece ser explorado a posteriori, “Materia” -cuenta con video oficial- es más apolíneo que el resto de este acromegálico Circuito. Sobre todo si suena después de “Lourdes” y antes de “Paisaje”. No encuentro un nombre más apropiado para este último surco, que indefectiblemente hace brotar en mi imaginación parajes áridos, sin actividad biológica perceptible -donde el único estigma posible es el del ocaso, de la entropía, del kippel...

Al cassette lo finaliza “Ausentes”, en comandita con Danny Caballero (a) Paruro. Aquí el registro es más zumbante y canibaliza la estética drone, con el theremin literalmente disparándose de sonidos graves/subsónicos a frecuencias estridentes/chirriantes. “Ya No Hay Seres En La Tierra/El Sol Se Oculta” es el mantra que profiere Tello a todo lo ancho de los poco más de quince minutos con que Circuito acaba mordiéndose la cola. Imponente debut de la integrante del binomio FEM/BOT, que se quedará todavía un rato clavándole los incisivos a mis nerviosas neuronas.


Hákim de Merv