(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 7 de abril del 2021.)
#AguanteChile.Vuelve Rodrigo Mardones a Chip Musik -plataforma que pusiese a consideración su arisco debut Untitled (2018)- tras la experiencia de dos trabajos autoeditados, Ensamblar y Vitalismos (los dos en el 2020). Dicho retorno, a despecho de las apariencias, involucra una exploración en el Sonido antes que en el Ruido.
Fluir consta de dos temas
que, en conjunto, bordean los tres cuartos de hora. En la medida en que son perfilados
como improvisaciones, y se han concebidos utilizando automatismos equivalentes
a los de la escritura mediúmnica, se desprende de ellos un cierto sesgo
surrealista; que tiene a maltraer cualquier atisbo melódico invocado por el yo vigil
del individualista. Otro rasgo en común es el movimiento de sus ondas sonoras,
aludido acaso inconscientemente al bautizar el disco: en “Subir Las Montañas” y
“Bajada” no vislumbro, según corresponda, ascensos o descensos verticales -sino
un desorientado(r) ejercicio de trekking que mana permeando/anegando etapas.
Predeterminada por una topografía anómala -de erráticos picachos imprevistos y glitcheadas mesetas deprimidas-, por una geometría difusa -de, como diría Lovecraft, “ángulos convexos que se comportan como cóncavos”-, por una geografía irregular -de voluminosos istmos lacunares y noisicas bahías drenadas-; la piedra filosofal del cuarto largo que firma Música Casual es el impromptus. Pueden identificarse decenas de ellos, loopeados discontinuamente o hasta el infinito, inalterablemente o hasta la deformidad, a lo largo del ejercicio. Enturbiada o prístina, su insistente presencia es la que cohesiona el conjunto.
Si es necesario ponderar algunas características particulares, diría de “Subir Las Montañas” que la tirantez que epata es consecuencia de los procesos que acomete Mardones -más sus secuaces de ocasión: César Tapia, Ricardo Guzmán, Karl Lihn- y los crispantes sonidos analógicos/digitales que de ello se derivan. De “Bajada”, en cambio, escribiría que potencia la sensación de incipiente onirismo sónico pese a comenzar mostrándose como un reprise de los instantes finales de “Subir...” -percepción que se desvanece antes de llegar al minuto. Obviando estas peculiaridades, lo que queda es un álbum electrónico de quimérica arquitectura e inquieto palpitar astral. El arte es de Marcelo Buscaglia.
En Vol. I, el combo ya esbozaba los lineamientos generales que ha escogido como input: un regato de sostenida vitalidad, que tan pronto suena a surf music como a dark de poso experimental y a jazz de despercudido groove. Los propios Fractales acuñaron los términos de “surfwave” y “no jazz” para identificar su propuesta -una que asimismo apela a técnicas lo fi para presumir de áspera/rústica, sin por ello dejar de sugestionar briosa, intensamente. Ejemplos prominentes de esta múltiple confluencia son “No Mar/No More” (con un swing no exento de arabescos), “NOJAZZ” (voluptuosa pista de tres tiempos) y la darkie “NO FUTURE”. El lunar de la cinta: “Malos Pasos”, entre punk y no wave.
Hákim de Merv
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