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jueves, 8 de febrero de 2024

Paradigmas Frecuenciales (I) // Pay: Apariencias EP // Fiorella16: Thanatology For Young Ladies // Novalima: La Danza (Pt. 1) / La Danza (Pt. 2)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 31 de enero de 2024.)

LOS DISCOS PERUANOS DE 2023 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (I)

En cortísimo lapso de tiempo (básicamente el último trimestre), Chip Musik estrenó el año pasado nueva línea de lanzamientos que aditar a la de ‘Transmisores’ y a la ya clásica de ‘Legos’. ‘Paradigmas Frecuenciales’ es la denominación que recibe la bisoña ristra, armada un poco sobre la marcha, o al menos así luce dadas las inusuales características formales que a día de hoy la definen.

Etiquetada como single, la primera entrega irrumpe el 12 de octubre. Leyendo la nota interna de BandCamp, la independiente le presenta como split, lo que es confirmado por las participaciones de Ionaxs, Trampaluz y Miyagi Pitcher. Pongo en entredicho hablar de un split single o un three-way single, empero, ya que Paradigmas Frecuenciales (I) sobrepuja la cota de los 20 minutos.

¿Cómo categorizar, pues, este título colgado por Chip para libre descarga? Hago a un lado esa discusión, enfocándome de lleno en el contenido. Éste empieza a revelarse vía “Cortando El Lazo En Paz” de Trampaluz, acto santiaguino que previamente ha brindado muchas demostraciones de un solvente post rock expansivo hacia comarcas colindantes como la electrónica de avanzada, el bliss pop/out y la drone music. La melodía de “Cortando...” florece entre bullentes secuencias aleatorias de nervioso movimiento, prontamente opacada por el pulso seco e intransigente de una percusión artificial. Acaba ésta por mimetizarse, redituando la sensación general de estar observando el avance de flujos de lava a través de lentes microscópicos (si tal cosa es posible).

Sin el peso/anclaje que suponen las texturas envolventes asociadas al campo de la experimentación sonora, “Meissa” de Miyagi Pitcher prescinde igualmente de cualquier patrón rítmico evidente. Su utópica arquitectura ambient se despliega indesmayable, lo mismo que la campaneante reverberación de su sinuosamente circular leit-motiv, evocando (¿mejores?) mundos post humanos de ciencia-ficción y erigiéndose como el exacto reverso de “Cortando El Lazo En Paz”. Tan es así, que por momentos me hizo recordar las fábulas futuristas soñadas por The Future Sound Of London en los pasajes más atmosféricos de su monumental doble Lifeforms (1994).

Finaliza “Cianotipia” esta primera muestra de ‘Paradigmas Frecuenciales’, a modo de práctica síntesis. Para ello, Ionaxs se encumbra hacia las armonías volátiles del shoegazing y del bliss pop, como ha hecho en sus trabajos personales liberados durante el ’23 (Antotipia EP y Portrait In The Postcard), atravesando densos bancos de neblinoso éter gracias a la delicada orfebrería electrónica que enhebra intermitentes esquirlas de nutrido miniaturismo noise y silencios que no pasan por tales. Curioso diseño para una composición que alude a la vieja técnica artística de obtener negativos fotográficos en gama azul prusiano.

La segunda entrega de ‘Paradigmas Frecuenciales’, publicada el 14 de diciembre, en otra oportunidad.

Existe un punto común entre las circunstancias bajo las que conocí a Panoptia y a Pay, a partir del cual ocurre cierto paralelismo en sendas historias. A la obra del primero llegué a fines del ‘22 (no recuerdo por medio de qué cortocircuito), y a la del segundo a fines del ‘23. Esta última ocasión se da gracias a Julio Guillén Serrano, responsable de Panoptia y miembro de Pay. Tras revisar grosso modo las hojas de vida de ambos alias, tomo consciencia de sus respectivas longevidades: Pay chunta el epónimo debut en septiembre del ‘04, mientras que lo propio hace Panoptia en junio del ‘16. Es decir, no son neófitos. Hasta aquí nomás, por desgracia, las correspondencias.

Si bien no me hallo tan familiarizado con la discografía de Pay como con la del unipersonal de Guillén Serrano, sí le he dado varias vueltas a Apariencias EP, y debo decir que no me ha resultado atractivo en lo más mínimo -a diferencia de la ejemplar andadura de Panoptia. Sin el apremio de aludir a evolución alguna, cosa que como acabo de dejar sentado no me consta, la música de Pay es de lo más básica y superficial. El pop rock que elige cultivar sólo tiene de ello la piel. Cero riesgo, cero actitud, cero crudeza. Al menos aquí, la dupla integrada por Daniel Casave -voz y coros, guitarra, teclado- y Julio -teba, teclado, guitarra, voz y coros-, secundada por Rolando Del Carpio en bajo y eléctrica (el “Rula” de Los Resortes); no muestra ni el instinto ni mucho el alma que cabría esperar de una agrupación devota a esas coordenadas.

Y no es que no sepan tocar. Sucede que las canciones de Apariencias EP son de una construcción demasiado elemental. No encuentro en todo el extended el menor intento por arriesgar más allá del estereotipo extractado al sonido escogido. Esto habla de un dúo/trío que no sabe qué hacer con las habilidades que tiene, y opta por ir siempre a lo seguro. Quizá se plantean salir (apenas) del molde en “Sueños Cuervos” y en “Para James”, pero aún cuando se puede ser indulgente con el primero, el segundo no pasa de amago punk empeñado en quemar amplificadores (otra cosa es que lo logren), hasta que sueltan la pachotada “Dispuestos A Morir/Pero De Risa”. Si vas a ser así de primario/a, lo menos que se te puede exigir es que ardas en cuerpo y espíritu con cada martillazo que descerrajes.

En cuanto a letras, releo la nota de prensa y no sé si soy yo el que no ha podido sintonizar (por viejo), o si es que esta gente vive en una realidad alterna. De líneas muy discretas como las de “Estoy Jodido” y “Ninguna Por Ti”, Pay pasa a estrellarse contra el piso garrapateando textos que me retrotraen a los disfuerzos noventeros de los sobrevivientes mainstream del decenio anterior (“Apariencias”). Un nivel francamente pobre.

No soy muy partidario de demoler una banda hasta los cimientos, pero aquí no veo/escucho por dónde salvar lo mostrado. Zancada en recontrafalso, la de Pay, en el mejor de los casos -ahora mismo me allano a devorar sus referencias precedentes, para confirmar o desechar mis dudas.

Cuando se extinguía noviembre último, arribaron noticias de un nuevo álbum acreditado a Fiorella16. No figuraba éste en el BandCamp del individualista arequipeño José María Málaga, sino en el de la escudería canadiense We, Here And Now! -que se define como especializada en sonidos de rizoma doom, psych y audioexperimental. No es esto, sin embargo, lo que más llamaba la atención. La info provista por la rodaja indicaba que el material de que ésta se componía fechaba entre el ‘14 y el ‘21, razón por la que terminaba algo mermada su condición de “brand new”.

Corroboro la veracidad de lo anotado por Málaga en cuanto a la vetustez de algunas partes de este mosaico. “Gloomy Sunday”, uno de los dos temas no firmados por el mistiano (el otro es “Canción De Cuna Para Abortos”, de los mexicanos La Función De Repulsa), me fue enviado por el músico hará cosa de una década atrás. Lo he conservado en mi PC hasta que verifiqué que era el mismo número incluido en Thanatology For Young Ladies, tras de lo cual acabó en la papelera de reciclaje. Rubrico aquí constancia, por ende, de la exactitud del intervalo señalado en lo tocante a su límite más lejano.

Me remito a Tales In Deep Noise Saturation (‘20, editado también en Norteamérica), último Fiorella16 que escuché (no sabía del Inertrice EP sino hasta el preciso minuto en que tipeo estas palabras), para confrontar Thanatology For Young Ladies. Un plástico bastante más corto que el de hace cuatro años (apenas 40 minutos vs. los más de 80 de Tales...). Es, asimismo, más copioso (16 canales contra los 6 del ...Noise Saturation). De ello se infiere que muchos de los cortes de Thanatology... son, si cabe, algo más que fracciones/pedazos/cachos: tres de ellos no superan el minuto de extensión, y sólo dos se arriesgan más allá de los cuatro.

Ergo, ¿qué decir del CD? Sus colores son los que, de un tiempo a esta parte, conserva siempre a la mano José María en la paleta: noise analógico-binario, ambient en su acepción más arisca/indócil/insociable, drone zombificado, lo que de terrorífico surrealismo puede ofrecer aún la psicodelia... Aunque ello es una (re)afirmación de intenciones respecto de Tales In Deep Noise Saturation, también puede interpretarse como negación definitiva de aquello que asumo no volverá a entrar en el horizonte del seudónimo. Qué lectura es la correcta, o si lo son las dos, sólo el futuro lo dirá.

En cuanto a su metafísica, el acento se ha recargado en las cualidades ungidas por las últimas vanguardias del siglo XX. A despecho de un Ruido que tiende a transfigurarse/exhibirse poliédrico (“Calle Panteón”), éste es esencialmente monocorde, duro, sólido. Pese a que algunos ecos resultantes de los espacios cerrados dibujados por la música de TFYL hablan de oscuridad no fúnebre (“Bardo”), ejemplos de lo contrario pululan a todo lo ancho del volumen, llegando a ratos a estratos macabros y bastante creepies (“El Boohoo”). No necesariamente un defecto, la tosquedad en el acabado acústico de las viñetas refuerza la percepción y la sensación de iteración (“I Shall Be Late”), de un primitivismo aplastantemente dionisíaco (“Las Willis”), si acaso dos o tres veces apolíneo (“...Y Todo Para No Encontrarte”, “Última Letanía”). En resumen, experiencia poco recomendable si nunca te has atrevido a merodear los auténticos extramuros de la música pop contemporánea.

Cuánto tiempo se tomó Novalima para dar lugar a su séptima placa, que ha tenido a bien presentar en insólito formato bipartito. La Danza (Pt. 1) se hizo pública en junio, en tanto La Danza (Pt. 2) se colgó a fines de octubre. A santo de qué se produjo esta segmentación, la alineación no ha dicho ni pío. A mí me recordó, por analogía, los dos tramos en que se ‘estrenaban’ hace años las nuevas temporadas de The Walking Dead, mediando entre ellos la famosa pausa de “mid-season”. Tampoco a esa jugada le encontraba justificación, déjame decirte.

A propósito de Ch’usay (2018), cerraba un corto comentario mío indicando que quizá Novalima se encontraba en una encrucijada: “...enrielarse definitivamente hacia el afro, acometiendo para ello un importante salto evolutivo que le(s) transforme, o hacerlo mutar a través del componente electrónico”. Luego de un lustro, se verifica lo segundo. Si en ambas secciones de La Danza se han encartado sampleos de música afroperuana tradicional, éstos son infinitesimales, y por ende accesorios del todo. El repertorio de once piezas asoma completamente nuevo, aupado por colaboraciones como las de La Dame Blanche, Pablo Watusi o Hit La Rosa.

Es notorio que el sexteto ha realizado un esfuerzo constante por permanecer permeable a diversas influencias convergentes al gen afroperuano, manteniendo a éste como la fuerza preponderante alrededor de la que se vertebran los procesos creativos. Preponderante, no omnipresente: no siempre son el golpe de cajón o el rechinar de la quijada de burro los que acaparan primeros planos, sino que cumplen más la misión de cohesionar las distintas fusiones maniobradas por Novalima en cada canción.

La primera escucha de “El Tiempo”, verbigracia, casi me produce un soponcio. La segunda, en cambio, reveló que se trataba de un brioso y grácil dancehall antes que de un funesto reggaetón. La sección conformada por “Palenque”, “Canto Del Agua”, “Amanecer” y “Aquí Y Ahora” es todavía más reveladora; con exquisitos indicios de un mestizaje abierto: “Palenque” y su notable ejercicio de percusión afrocaribeña, “Canto Del Agua” y su roots reggae estilizado, “Amanecer” y su tenue coqueteo con el sandunguero candombe, “Aquí Y Ahora” y su potente crisol lleno de color.

Otros paradigmas igual de remarcables son el sutil afrobeat de “Pura” -muy en la onda de “Coba Guarango”- o la intersección entre estoque jamaiquino y sublimados bronces centroandinos de “Nación”. Ninguno de ellos, o de los anteriormente aludidos, oblitera las muestras de ¿”purismo”? que válidamente se permiten todavía insertar Pérez Prieto/Del Solar/Morales/Montesinos/Guerrero/Álvarez, como “Hatajo” y “La Danza”. Todos, eso sí, ponen de relieve el tino con que el sendero a transitar fue escogido. El otro, el de centrarse en la afroperuanidad, queda para exponentes como los Ballumbrosio o los tremendos Perkutao.

Hákim de Merv

miércoles, 29 de marzo de 2023

La Luz No Deja De Pulsar: Músicxs Latinxs Recordando A Cerati

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 22 de marzo del 2023.)

Aunque la siguiente no sea una opinión muy popular, tampoco puede decirse que es tan minoritaria como para ignorarle: la ascendencia de Gustavo Cerati parece haber crecido con el Tiempo entre grupos de y aficionados/as al pop independiente en Latinoamérica, mientras que la de Soda Stereo ha disminuido visiblemente. Sí, el nombre de la terna argentina pesa todavía más que la de su frontman en los “guetos” a los que la (cobarde y medrosa) mass media de la región ha confinado el pop contemporáneo, pero esos ínfimos espacios son los que menos le interesan a los circuitos alternativos -y en ellos, la proporción cambia ostensiblemente. Cualesquiera sean las razones aducidas -la de Soda Stereo es una obra cerrada, Cerati Clarke produjo música hasta el accidente cerebrovascular que lo postró, el guitarrista diversificó su propuesta sonora en distintas direcciones y utilizando múltiples identidades-, la huella de Cerati está mejor representada en el pop latino más de ocho años después del paro respiratorio que le arrancó la vida.

Testimonio de este estado de cosas es el ofrecido en diciembre por el site ZonaGirante, de los pocos esfuerzos off-mainstream en jugársela por el género pop de calidad manufacturado en esta parte del mundo, que organizase la compilación La Luz No Deja De Pulsar: Músicxs Latinxs Recordando A Cerati. Se trata, como indica el título, de un homenaje al difunto ex cantante de SS; recurriendo tanto a su faceta solista como a algunos proyectos en los que participara activamente. Ergo, la mira está puesta en el patrimonio sónico que modeló Gustavo Adrián a solas, en su fundacional apertura a otros lenguajes junto a Daniel Melero, en los réditos que él mismo capitalizó de su conversión en esteta electrónico con Ocio (en comandita con Flavio Etcheto) y con Plan V (al lado de los chilenos Guillermo Ugarte, Andrés Bucci y Christian Powditch). Un tributo, en resumen, al Hombre Alado al que aún extraña la Tierra.

Siempre digo que, para mí, el mejor exponente del pop hecho en nuestro idioma es Caifanes. Soda Stereo, por otro lado, fue la banda que estuvo en el lugar correcto a la hora correcta. Contó, pues, con esa pizca de suerte que no tuvieron algunos coetáneos suyos; quienes pudieron haberle reemplazado, de haberse favorecido de idénticas circunstancias. El talento de Richard Coleman o de Federico Moura, en efecto, no era inferior al de Gustavo Cerati: lo prueba la alta estofa de discos clave que firmasen con sus respectivos combos, Fricción y Virus.

Por supuesto, ese juicio no quiere decir que no me guste el legado ceratiano. Me parece, con sus altas y bajas, más atractivo que el de Soda Stereo -que también disfruto, sin sobredimensionarlo. El finado guitarrista fue, además, siempre honesto. Cuando revisas con detenimiento entrevistas de época y la información de sus CDs, el bonaerense no esconde sus influencias: ahí está “Te Llevo Para Que Me Lleves”, que reconoció como muy marcada por la impronta de Stereolab. Ahí, también, el crédito de los sampleos usados en “Pulsar”, en “¿Y Si El Humo Está En Foco?” o en “Raíz”. Claro, faltó el de “(Thorteval)”, hidden track que sólo aparece en la edición argentina de Amor Amarillo (‘93) y que se sirve de un fragmento del tema “Outlands” de The Orb (The Orb’s Adventures Beyond The Ultraworld, ‘91). Pero no nos pongamos tan quisquillosos.

Si eres fan intransigente de SS, me imagino la cara que has de estar poniendo al leer estos párrafos. Guerra avisada no mata gente, no obstante. Más de una vez, he manifestado recelo respecto de estas cuatro clases de fanáticos/as terminales: de The Beatles, de The Smiths, de Charly García y de Soda Stereo. Con ellos/as, no se puede tener una discusión en términos objetivos, ni siquiera levemente mesurados. Y si bien esa relación podría engrosarse sumando a los/as termofans del limitado de Andrés Calamaro y del inefablemente acartonado Enrique Bunbury, igual de obtusos/as, honestamente no lo merecen -pues ni uno ni otro rozan la categoría de “paradigma absoluto” que mal que bien sí es adjudicable a los artistas antes mencionados.

El recelo es distinto según quién, empero. Mientras parte de la animadversión que siento por gente que idolatra a los Smiths y al bigote bicolor más famoso de Argentina la han cosechado los propios autores -hace rato que el decrépito García no sabe decir sino huevadas, ídem el gladiolo Steven Patrick-, la culpa es exclusivamente de sus seguidores/as cuando hablamos de The Beatles y Soda Stereo. Ambas formaciones tienen trabajos brillantes y obras maestras, pero las fanaticadas ponen los ojos en blanco y escupen anatema tras anatema si uno/a no dobla la rodilla -peor aún si osas criticar alguna de sus entregas.

La Luz No Deja De Pulsar... muestra evidente predilección por referencias del repertorio primigenio de Cerati. Entre Amor Amarillo, Bocanada (‘99) y Siempre Es Hoy (‘02), se cuentan 11 de las interpretaciones recogidas en este esfuerzo colectivo. Las siete restantes se dividen entre Ahí Vamos (‘06), Colores Santos (‘91) y Fuerza Natural (‘09), último plástico en estudio que editó el gaucho. Participan aquí artistas provenientes de Chile, Brasil, Venezuela, Colombia, Argentina, México, Estados Unidos y, previsiblemente, Perú. Por nuestro país saca cara el dúo Silveria, que acomete en clave de sofisticado pop electrónico una relectura de “Amo Dejarte Así”. Un porcentaje significativo de las alineaciones involucradas elige camino similar -Federico Kempff con “Deja Vu”, Chino Mansutti con “Hoy Ya No Soy Yo”, Mariana Montenegro con “Crimen”, Mandale Mecha con “Beautiful” (aunque también le aplica un poco de raggamuffin). Asimismo es significativo que, a excepción de Mandale Mecha, todos los mencionados den lugar a desgloses bastante respetuosos de los modelos originales, lo que les hace parecer covers antes que versiones en sentido estricto. Una peculiaridad que se extiende a casi todo el registro del disco: ya sea en clave de trip hop o de trip pop (Urdaneta y “Lisa”, Deer Mx y “Fantasma”, Ságan y “Lago “En El Cielo”), o de pop/rock frontal y sin ambages (“Cosas Imposibles” por Los Mentas, “Puente” por Maya Endo y Martín Lazo, “La Excepción” por Niño Nuclear), la mayoría de colaboradores no ha sabido encontrar el punto medio exacto entre el respeto por el original y la iconoclastia como rasgo genético inherente a la música pop, y ha terminado por no arriesgar demasiado e inclinarse por la reverencia de rigor.

Como era de esperarse, las sorpresas vienen del lado de las versiones más extravagantes. Es el caso de “Tabú” y de “Pulsar”, a cargo respectivamente de Maiguai y Tres Puñales, dos actos de lo que se conoce como cumbia digital o global bass, pero que yo insisto en denominar electrónica mestiza. También, del en-principio-no-tan-evidente estilizado reggae electrónico con que Natural Killer Sound System rearma “Cactus”, y del híbrido entre chanson, neoclasicismo y jazz que empuña Ana Barajas en “Verbo Carne”. En estas reversiones, a las que se suma la ya mencionada “Beautiful” de Mandale Mecha, radican los momentos más interesantes y arriesgados de La Luz No Deja De Pulsar: Músicxs Latinxs Recordando A Cerati. El resto, pese a que no suena mal, muestra una cautela de la que hablaría bien si la califico de prudente. Es molestamente excesiva, en realidad.

Dos más y nos vamos, como se suele decir en mi tierra. Me refiero a “Sudestada” de Grtsch y a “Raíz” de Nobara Hayakawa. El primero parecía plantear una versión interesante con multitud de filtros y borrando todo rastro de programaciones, pero al final el track se siente huérfano, casi inane. No me queda claro qué se quiso hacer. En cuanto a la segunda, colombiana de ascendencia nipona, se manda con de una de las pistas más ninguneadas de Bocanada; que en realidad debe ser una de las mejores composiciones firmadas por el Gus (sampleo de Los Jaivas incluido). Desafortunadamente, al decantarse por el lado bossa nova del original,  lo  hace reduciendo estándares artísticos al mínimo. Todo lo que consigue es sonar a melodía de utilería -la única auténtica decepción en un volumen que pudo atreverse a más, de no haberle ganado tanta timidez. Esa misma que nunca tuvo Cerati para forzar las fronteras del pop con certificado de garantía.

Hákim de Merv