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jueves, 17 de julio de 2025

Alcaloidë: ∞ EP // Contusión Cerebral: Pensamiento Programado

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 9 de julio de 2025.)

Cuando hace casi dos meses tomé conocimiento de EP, nueva entrega de Alcaloidë, acababa de retornar de unas breves vacaciones en las alturas de Huaraz. Lo primero que se me ocurrió es que había ingresado inadvertidamente en una realidad alternativa. Supuse después que me había equivocado al momento de seleccionar la descarga, facilitada gentilmente por el músico y co-fundador de Chip Musik. En última instancia, pensé que al descomprimir el .rar inadvertidamente debía haber abierto otro archivo.

Vanas conjeturas. El extended, valgan verdades, dista mucho de las composiciones más recientes que publicase el autor oroíno. El golpe de timón que propina es más bien un martillazo, en modo alguno ubicable próximo a su último largo Wichq’ana Ch’askancha (‘21) o a su tumultuosamente ruidosa colaboración en Paradigmas Frecuenciales II (‘23). Tampoco “Tesla”, cedida para el lado B de Philodina (‘25) y donde Alcaloidë se acerca tangencialmente al shoegazing, guarda mucho en común con el EP subido a inicios de mayo pasado.

Se desgajan los primeros sonidos de “Frecuencias De Kénosis” y la metamorfosis se evidencia. Aunque la música de Alexander Fabián bajo esta faceta proporciona con el paso de los minutos las dosis de peculiar rugosidad y de esos glitcheos que dan consistencia a sus fondos sonoros, ahora su preeminencia es menor ante la adopción de una línea melódica de conducción ambient que no necesita descollar para modificar sustancialmente el cariz del alias. Mantener el perfil discreto le basta.

Mientras empieza a declinar “Frecuencias...”, fantaseo con un Brian Eno que hubiese empezado carrera solista en este siglo en vez del anterior. La quimera se evapora al arrancar “XTO” acentuando ritmo y melodía, transformándose de a pocos en una jungla simétrica de pulsos. Aunque proliferan los autechrismos, sus reverberaciones y un sublimado exotismo étnico me hacen sentirle más a gusto en los predios de The Future Sound Of London que en los de la dupla formada por Sean Booth y Rob Brown. No acontece otro tanto con “Godwave V_1.1”, que subraya la multiplicación de secuencias pero no la tonalidad eurítmica. Pese a que “Godwave...” se ceba en los límites del drum’n’bass, su impronta digital está lo suficientemente borroneada para impedirle cruzar esas lindes.

Sorprendente giro el de EP, entonces, con sólo tres canales y menos de un cuarto de hora. Como se usa decir en estos bytes, queda la incógnita sobre si es una transformación pasajera o si será algo más permanente, que modificará por completo la naturaleza misma de Alcaloidë.

Descubrí hace poco las bondades -por así decirlo- de Contusión Cerebral. Se trata de un seudónimo aparentemente individual tras el que se acomoda el huancaíno Harold Heinz. Su labor artística despega en el Año de la Pandemia a través del álbum La Doble Singularidad, y continúa en el siguiente con Variación Cuántica. Pistas en este último como “Navegando Por Una Galaxia Holográfica” o “Reiniciando El Simulador De Sonidos Monogravitacionales” me inclinaban a especular sobre una electrónica deudora de la tradición sci-fi.

Nada más lejos de la realidad. Luego de una buena cantidad de singles y algunos EPs, el tercer volumen de Contusión Cerebral aparece a fines de febrero. Con Pensamiento Programado, Heinz finalmente se decide por géneros más delineados que el nebuloso esteticismo post punk del debut. El darkwave, la coldwave, el synth punk e incluso la electronic body music trashuman este disco de melodías inmutables y oscuras, de ritmos cortantes y angulares, de febriles arrebatos y vocales tan escasas como lúgubres -que esconden de este modo sus limitaciones, todo sea dicho.

El genoma mitocondrial de CC guarda una enorme herencia materna de dark rock. Ello es más que notorio al escuchar canciones como “La Muerte Me Espera”, “El Planeta De Los Genocidas” (acreditado como cover de unos tales Rüe Morgue 131) o “Las Flores Del Mal” (bien Lima 13). Ocasionalmente, es el darkwave inclinado hacia el synth punk el que se pasea en “Madre, He Probado La Muerte” o en “Nativos Digitales”. Algunas esquirlas de esta aleación expanden el output hacia desarrollos cobijados por la proverbial frialdad de la coldwave, caso “Frío Destino ♡”, la ágil “Presagio Fúnebre” (aquí la voz emula la de Javier Benavente, de los legendarios Parálisis Permanente) o la aún más virulenta “Baila Como Ian Curtis” (original de unos aún más ignotos Octubre).

Angustia nihilista envasada en alienantes programaciones de hierática gelidez. Sí. El problema es que, salvo “Suicidio Moral”, que arriesga un poco más empujando a Harold hacia maquinaciones filo-EBM; no encuentro muchos intentos por trascender o superar el manual de estilo, y sí bastante complacencia genérica. Aún cuando no tengo ningún reparo en torno a las etiquetas utilizadas, no me he sentido especialmente movido por Contusión Cerebral. Su agitación synth, su quejumbrosa calígine a lo Seventeen Seconds circa “At Night” o “In Your House”, su paso correlón y rabioso; todo ello me gusta y entretiene, sin lograr calarme de veras.

Todavía se le siente crudo, pues, al acto altoandino. Paciencia, me digo, que el muchacho no ha hecho sino empezar. Mi espíritu se serena ante esa perspectiva.

Hákim de Merv

jueves, 24 de abril de 2025

Philodina // Un Día En Venus: Darkwave EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 16 de mayo de 2025.)

Aparecieron entre fines de febrero y principios de marzo las dos caras de Philodina, nuevo lanzamiento bifronte de Chip Musik destinado a prolongar la saga inaugurada durante el ‘23 por Seven 7’’. Esta vez no se ha adosado la nomenclatura “single” a la denominación, si bien una de las faces (A) encaja perfectamente dentro de ese concepto. De todas formas, tampoco es que los dos lados de Seven 7’’ se ciñesen a la estricta definición de lo que es un 45 rpm. En lo sí que coinciden ambos títulos es en la figura del 6-way split, al menos formalmente.

En el side A de Philodina (24/2) corre el telón Trampaluz, remixeado en esta oportunidad por Óxido, unipersonales santiaguinos ambos. En “Pulsar - PSR B1919+21”, se hibridan pelágico post rock y picoteante electrónica, aunque para discernir qué tramos corresponden a qué manos es menester pelarle oreja al apenas estrenado Pulsar (18/3) de Fernando Arce. En caso contrario, sin más puedes disfrutar de sus correntadas subterráneas de fluidos binarios, tamizadas por laxas ambientaciones propias del primer post. Le sigue “Patas De Perro”, del también chileno Pande-Dios. Lo de Mauro Rojas va a la vera de un folk de compleja taxonomía, muchas veces emparentado con la veta usamericana más arisca del post original. La concisión no resiente su feeling neopagano de dimensión paralela, ni su coletilla de embrionario ruido blanco.

Baja la persiana de la cara A “Montuno”, composición de Norvasc. Llaman la atención la tromba de noise polucionante y la aleatoriedad de su estética glitchera, ya que Gerardo Flores normalmente boceta viñetas mucho más calmadas y melodiosas. Tras 3 minutos y medio de enturbiada ¿deconstrucción? ¿destrucción?, se elevan desde simas crackeadas el bliss pop y el baggy a que el individualista siempre ha sido afecto. La corrosión, sin embargo, no se desvanece.

Philodina reserva a Ionaxs la apertura de su side B (10/3). Con el sugerente marbete de “Geopolímero”, Jorge Rivas postula una performance de post IDM sobregirado de software y hardware incluso a niveles microscópicos, pese a que las primeras acometidas me hacían pensar en Puna antes que en Ionaxs. A renglón seguido, Alcaloidë presenta “Tesla”, conformada por dos capas de sonido muy distintas entre sí que colisionan para producir azarosas formas de noise camelado divergentes del shoegazing. Una de estas capas se prodiga en la vorágine de un ruidismo digital áspero en exceso, mientras que la otra -prácticamente sepultada por la primera- erupciona a cuentagotas para dar paso al éter mayúsculo del bliss out. Cinco minutos y monedas de insólita convivencia después, matizados por cacofonías binarias que emulan la voz humana, emerge un amago de programación.

Finaliza el lado B “Teletransportador”, de Óxido y Trampaluz. Se propone aquí, siempre y cuando accedas a audicionarle con los ojos cerrados, una experiencia hasta cierto punto inmersiva que despega de manera un tanto confusa. El cúmulo de impresiones metasónicas que reviste los primeros minutos del corte afloja luego  de  buen  rato  ante  divisiones  abrumadas  de  volátil  cosmicidad,  lo  que deja una impresión final de permanente transición -del caos al orden, del desconcierto a la avenencia, del primer chispazo de impulsiva creación al último de veterana precisión.

Me quedo aún con ambos lados de Seven 7’’, que lograban una mejor representación de la nómina Chip, tanto en cantidad (seis participantes claramente diferenciados, en vez de los cinco de Philodina) como en diversidad (¿y el shoegazing dónde recaló?).

A poco de iniciado el año, pudo sondearse en redes un pulso de gran actividad por parte de Miguel Ángel Elescano. Bien con seudónimos nuevos, bien con otros ya conocidos, el músico no ha permanecido quieto; al punto de acreditar a día de hoy suficiente material nuevo para al menos un par de reseñas. Aquí va la primera de ellas.

Elescano debuta bajo el alias de Un Día En Venus el 17 de enero, inaugurando de refilón su propia label discográfica, Nuclear Pop Records. De entrada, el individualista explicita intenciones de volcar la recién bruñida chapa hacia sonidos no antes hollados por su mano, declaración rubricada gracias al título que confiere a la primera producción de UDEV: Darkwave EP. En efecto, en el extended hay un tufo a lo que actualmente se entiende por darkwave -pero también a géneros cercanos, como el dark-gothic, el minimal synth, la coldwave e incluso la electronic body music. Si ello responde a una jugada vintage, retro o de cualquier otra laya, que cada quien lo decida.

Cuatro temas en menos de un cuarto de hora. Comienza el EP con “Elefantes En Mi Habitación”, darkwave al alza de medio tiempo, que a lo primero que me recuerda es a esa bandaza que fue Décima Víctima. Oscuridad que puede sobrellevarse merced a su tesitura pop, a su sencilla estructura lírica, a su dinamismo en el límite de lo tolerable para un estilo tan cargado como lo fuera en su edad dorada el dark rock. A este cumplidor inicio le sigue “La Cocaína Mata A Mis Amigos”, bastante más próximo al electro-gothic de fines de los 80s, ése que naciese del contubernio entre el gothic y la EBM. Aunque reconozco que sobre “La Cocaína...” flota un aura mucho más amenazante, también debo decir que es un surco muy cliché.

“Las Estrellas” se inserta de lleno en la dialéctica de la coldwave francesa, a modo de punto medio entre los extremos que supondrían las dos piezas que le anteceden. Coadyuva en la tarea no sólo su vecindad con grupos como Police Des Moeurs o Martial Canterel, sino el protagonismo concedido a unas glaciales vocales femeninas que no se consignan acreditadas por ningún lado. Salvo por ese detalle, “Por La Cordillera De Los Andes” fatiga idéntico carril. Mohína y evocativa, la voz de Elescano acompaña una melodía de cansinos ardores, de fervorosa gelidez maquinal, de apagados resplandores boreales; mientras erra como alma en pena buscando en andinas serranías a su incógnita musa.

Novísima faceta, la que abarca aquí el limeño. Nada mal para empezar, en el futuro inmediato se ha de exigir un poco más, a fin de renovar el interés por la mixturada propuesta que le atribuye a Un Día En Venus.

Hákim de Merv

jueves, 13 de febrero de 2025

Asteroide & Fiorella16: Suni A Través Del Espejo // Mantarraya: Volumen II // El Otro Infinito: Siempre Hay Mar EP // Lento Rodríguez: New New Wave // Piero Limaco: Eclipse 2022-2024

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 5 de febrero de 2025.)

LOS DISCOS PERUANOS DE 2024 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (II)

Admito que hace mucho no pensaba en Asteroide, la sociedad de David y Marco Rivarola que rompiese fuegos a fines de 2008. Tanto en ese entonces (Laberinto Y Despedida) como a través de su sucesor (Venganza, 2016), los hermanos dejaban en claro que lo suyo era el pop alternativo con inflexiones a metamorfosearse según el momento -noisy o shoegazing al inicio, luego indie. El mini-LP de remixes El Abismo Contenido (‘18) persiste como deuda pendiente -con remezclas firmadas por Mario Silvania, Theremyn_4 y el argentino Zigo Rayopineal.

Cuatro bienios después de Venganza, encuentro a Asteroide adicionando fuerzas a las de un habitual en estos bytes, José María Málaga. En su faceta de Fiorella16, el arequipeño atravesó en el tercio final del ‘24 un rush muy agitado, concerniente a presentaciones y producciones. Entre las últimas se debe contar el registro co-firmado junto a los Rivarola, Suni A Través Del Espejo (Cruel Nature Records, julio). Aunque a priori esta movida luzca un poco desconcertante, ya que ambas ententes discurren por caminos muy distintos, más allá de la camaradería que les une existe un factor en común -la Distorsión.

En formato mini-álbum, Suni... consta de cuatro estaciones. Todas ellas participan de los aportes estilísticos de Marco, José María y David, pero la conjunción no les inscribe cerca del background de Fiorella16. O del de Asteroide. Lo primero que me viene a la cabeza escuchándoles es el dark ambient, en esencia el de la escudería itálica Unexplained Sounds y derivaciones. Incorpóreas, las melopeas que moldean se ven suspendidas por ventarrones drónicos, nutridos éstos de las atmósferas glitcheadas que escupen osciladores muy probablemente intervenidos. Esa batahola iterativa trashuma cribada por los teclados de David Rivarola y la guitarra ¿de palo? del mayor de los Málaga.

Muy difícil de rastrear indicios que le delaten, el bajo de Marco asciende ocasional a la superficie. Más ocasional es la voz frikeante y quejumbrosa de José María, que coadyuba a redondear las tonalidades oscuras y concentradas de “Agua”, “Cielo” o “Cerro”. Esta característica hace surgir espontáneamente el otro vitral que emplea el terceto para expandir su impacto auditivo, uno que además los involucrados han reconocido en la sumilla de BandCamp: Sunn O))). Obviamente, Suni A Través Del Espejo no asimila ni la tensión macabra ni el devocionario pagano del tándem Greg Anderson-Stephen O’Malley, si bien llega a sobresaturar de malas vibras las neuronas que no conserven la guardia en alto -en un sentido análogo al de Bauhaus en, digamos, “Hollow Hills”.

SATDE se clausura con “Primavera”, donde coinciden todas las variables antedichas, excepto la de la voz. El resultado se transfigura a cada paso: triste, pánico, ruidoso, etéreo, grave.

Peregrina decisión la de hacer público un trabajo sonoro -ídem un libro, una película, etc- el último día del año, sea cual fuere su condición. Si razones pueden enumerarse muchas, dos son las insoslayables. Primero, no queda el menor margen de tiempo para oírle suficientes veces a fin de escribir algunas palabras al respecto antes de medianoche. Segundo, pasa completamente desapercibido para todo el mundo. Como que eso es lo último que debería buscarse, ¿no?

Nada disuadió a los muchachos de Mantarraya, oriundos de Nuevo Chimbote, de tomar ese curso de acción. Volumen II fue colgado en Internet el 31 de diciembre, y recién muchos días después algunos pudimos enterarnos. Otros no han tenido esa suerte hasta ahora. Quizá el principal acicate para semejante apremio han sido los cuatro años de silencio discográfico tras el epónimo debut, eyectado en 2020, y los correctivos hoy implementados. Mantarraya, en efecto, traspasaba el dintel de los 67 minutos y se ahogaba/diluía parcialmente en los desbordes inherentes a la novatada.

En dirección opuesta, Volumen II se expone mucho más sobrio -también 11 episodios, sólo que en una cincuentena de minutos. No bien comienza a sonar “Espíritu De Fuego”, queda evidenciado que este power trio (recientemente cuarteto) no se lanza a inventar la pólvora. Tampoco es ése su objetivo. Mantarraya remite a los días en que el merseybeat había abandonado ya su crisálida para convertirse en un robusto blues ácido. Consecuentemente, sus influencias mayúsculas son el Señor Guitarra Jimi Hendrix y Led Zeppelin -esto, entre otras varias. En modalidad The Jimi Hendrix Experience, del primero hereda la base rítmica esmerada, rabiosas eléctricas llenas de psicodelia, compactos arreglos algo complicados. Del segundo, la dureza, la pesadez, la corpulencia. ¿Una única etiqueta que condense estos tres rasgos? La del hard rock.

Mantarraya, por ende, es rock de vieja escuela. Puede agradar a metaleros y a feligreses del stoner, a tenor de no alimentarse ni de un género ni del otro en toda la rodaja. Más pulido, libre de los excesos y las grandilocuencias que demeritaban su primer esfuerzo (“La Sombra De La Nube”), con Volumen II se hace mucho más sencillo disfrutar de su propuesta. Una de perfil esforzado (“Abraza Tu Dolor”), que reposa controlada mas nunca adormecida (“Diablos Al Amanecer”, “Bajo Los Focos Rojos”, “Un Café En El Sol”), y cuyo mástil de cuatro cuerdas resquebraja la formación encabritándose cada dos por tres.

Rubrican la segunda entrega de Paulo Manrique (bajo), Alex Vivar (guitarra, voz) y Kelvin Sifuentes (batería, percusión, vientos, voz) los desarrollos instrumentales. Nada mal, pese a que para los altos estándares que emulan todavía les falta buen trecho. Nuevo grupo a degustar proveniente de la misma localidad que Desert Gang -otro power trio, éste sí manifiestamente stoner.

¿Mutatis mutandis en el continuum espacio-tiempo que atraviesa El Otro Infinito? Tranquilamente sí. Aunque no atestigüemos un corte de mangas radical, es innegable que la música del individualista surcano ha experimentado una profunda transformación, que le catapulta hacia las periferias más exteriores de ese dédalo de alcorces en que ha devenido la electrónica contemporánea. Y si bien esto le pone a tiro de piedra de comarcas inexploradas apertrechado con ese alias, es imperioso enfatizar que un importante porcentaje de su genoma todavía permanece electrónico.

Siempre Hay Mar EP leva anclas gracias a “Kokteau”, cuyo nombre evoca espontáneamente reminiscencias dream pop. Y aunque la apertura está lejos de esas cuadras, su pareja naturaleza indie y electro se refracta en ellas durante más de 210 segundos: mientras glitches y secuencias son la madera, clavos y pernos de su embarcación, las electroacústicas son los paños, el viento y su tripulación. Ninguna de las siguientes paradas le hace justicia a esa alucinada carátula. “Naufragar Y Flotar”, de otro lado, no calza exactamente en esas coordenadas, sí en ese modus operandi. O, al menos, en uno muy similar: beats y percusiones sintéticas postulan ambientaciones abstractas, que la de seis cuerdas colma de colorida pigmentación. Algo así como un Lunik en clave pop.

La otra hoja de este amplio ventanal costero es cosa exclusiva de la electrónica usual en el proyecto de Alfonso Noriega -ésa que parte casi excluyentemente de la IDM noventera. Difícil que sea de otro modo, cuando el primer mazazo a posicionar allí es “Natasha Meets Autechre”: un crescendo de programaciones enérgicas y tajantes, desbordadas y eventualmente nulificadas por ostinatos de teclado que incendian los cielos. Égida de distinto modelo pero de convergente gradación empuña “Mar Otra Vez”. Sea o no el título un guiño a los recordados madrileños que en los 80s poseían idéntico nombre, sus secuenciaciones se construyen sobre los mismos ecos, las mismas reverberaciones, los mismos puntillazos inherentes al intelligent techno. “Mar...” me recordaría algunos remixes de Global Communication si no fuera por la textura analógica del Sintetizador DX10 que erupciona hacia el colofón -fantástico cierre.

Subido el primer día de la última primavera, Siempre Hay Mar EP es un enorme paso hacia adelante en el siempre difícil camino de la reinvención como artista, tenga esa cuestión Noriega en agenda o no. Ahora le falta superar el otro reto -el de un largo tras muchos años en los que sólo han menudeado EPs. Mario Silvania -de actuación estelar en “Mar Otra Vez”- produce este último. Las vocales femeninas en “Natasha Meets...” y en “Naufragar Y Flotar” son de la artista interdisciplinaria María Laura Vélez.

Más allá de disquisiciones generacionales, toda persona que haya visto durante largas temporadas los viejos cartoons de Looney Tunes y/o Merry Melodies debería acordarse automáticamente del personaje del Lento Rodríguez. Exacto opuesto de su primo Speedy Gonzales, aunque “el ratón más cansado en todo México” no debe haber aparecido en pantalla sino tres o cuatro veces, ello no impidió que se hiciera de inmediata recordación. Quién sabe fuera su nombre o su flemática pinta, lo cierto es que se convirtió en inadvertido icono de esos vetustos dibujos animados.

¿Por qué una nueva banda peruana adoptaría el chaplín de Lento Rodríguez? No imagino ningún buen motivo, y a la vez me parece tamaña jugadaza. Los muchachos tienen un EP editado en el ‘23 (Felicidad En Dosis Exactas), que no he podido escuchar porque desgraciadamente sólo se encuentra disponible en Spotify. Algunas voces apuntan a un shoegazing de humores oníricos. Ese mismo coro habla de una sorprendente reorientación en su puesta de largo, New New Wave, acaecida en septiembre del ‘24. Mérito extra si se tiene en cuenta que Gustavo Rizo Patrón, guitarrista, tecladista y autor principal del combo; se ha afincado en New York, donde ha dado los toques finales a su nueva criatura asociándose a Howie Weinberg y a Pablo Moreyra.

El grupo, que completan Javier Espinosa (guitarra), Carlos Freyre (batería), Susana Fátima (voz) y José Luis Contardo (bajo); se ha abroquelado en derredor del pop. No de uno burdo, sino capital, que acredita ensoñador linaje indie de las líneas española e inglesa. Rarísimo es el pasaje en que puedan detectarse atisbos de sobrecarga, vestigios de distorsión. Más raro todavía el segmento en que la música produzca sobresaltos. Todo en Lento Rodríguez atesora una factura muy cuidada -adornos de teclado de bonita orfebrería, batería de buen pie y siempre pronta, eléctrica que encanta y arropa antes que sedar y arrebujar, bajo que calza y acuña sin hacerse notar...

Que New New Wave sea un ejercicio de pop estoicamente contenido y ejemplar no sólo se nota en esos detalles. También en la férrea determinación de prevalecer a salvo tras cánones de ese pop que nunca ha sido sinónimo de accesibilidad gratuita -es decir, perfecto (o casi). En “Palermo”, por ejemplo, me hicieron pensar en los olvidados The Magic Numbers; drenados de la excesiva cantidad de polisacáridos de carbono a que eran tan proclives esos ingleses. En la semi-balada “The Rite Of Ipanema”, el quinteto parece sentirse tentado a subir a altitudes similares a las de los primeros Red House Painters. No ocurre tal, sino que se mantiene en sus trece, y esa mesura es también parte de su encanto.

Tan decisiva como la disciplina instrumental es la que exhibe Susana Fátima frente al micrófono. La limeña tiende a cantar como sus pares lo hacían en los viejos 80s, otorgando así mayores brillos al esférico. En éste, y pese a lo que sugiera su peculiar bautizo, Lento Rodríguez no se asemeja a The Housemartins o a Aztec Camera. Otra cosa es que exista una comunión fundamentada en la pulcritud de un pop mesurado (“Tortoise Sunglasses”), sofisticado (“Substitute Connections”), que no teme ni medio segundo abrazar una melancolía sugerida, dosificada, exquisita. Cualidad que agradezco mucho en estos aciagos días.

No es “confusión” la primera palabra que acude a mi mente cuando escucho la obra de Piero Limaco. Tampoco “pereza”. Sin embargo, el ayacuchano se acoge a la definición que ésta sostiene para no sólo definirse como artista (en entrevista concedida al blog Vanguardia Peruana Y Sonidos Contemporáneos), sino asimismo describir a su debut en estas lides. Algo de razón debe asistirle, porque Eclipse 2022-2024 destaca en la propia denominación su carácter recopilatorio dentro de un período de tiempo delimitado. Infrecuente es en estos días, ciertamente, la oportunidad en que un músico o grupo se estrene con opus de esta naturaleza, por lo menos de manera tan evidente.

No creo que Eclipse... haya sido concebido bajo otras premisas que las de la exploración, del ensayo, de la experimentación. Su norte nunca fue la magnificencia. Todo lo contrario. Algunas de sus dieciocho piezas poseen el acabado de composiciones completas, pero la mayoría abriga una estética sin bruñir, tosca, no procesada -son más fragmentos de canciones, antes que canciones propiamente dichas. Es probable que ello responda a la urgencia de Limaco por inmortalizar el momento, y con ello tal o cual estado de ánimo, por lo que cabría hablar de una suerte de metodismo polaroid. Capturar en cierto modo el aquí y el ahora, antes de que éstos se desvanezcan, es por lo demás un curso de acción que discursos como el jazz o el post rock han priorizado.

Lo del músico surandino va de otros sabores. Canales como “Te Disocias Contigo Mismo”, “Sarajevo” o “Para Ti Todos Quieren Morir” están signados por una electrónica que puede llegar a ser recia cuando se enterca en ello (“Palacios”). Otros, como “Ucrania”, “Suenho”, “Anallemeinefreunde”, “Nubes” o “Heimweh”; van del pop paisajista al refinado. Algunos más prefieren adentrarse en una indietrónica que parece hecha al guerrazo, como “Cuántos Días Han Pasado” y la barbitúrica “Buscando Vidrio En El Mar”. En los hechos, pues, asoma razonable elegir el rótulo de “bedroom indie” para tratar de abarcar este capítulo de cabo a rabo -aunque siempre logran escurrirse algunos asaltos de posología incomprensible.

Ahí están los casos de “El Lado B De Tu Rostro” o de “Detrás De Ti”. En giro para mí inexplicable, Piero Limaco le da tribuna al trap, subproducto a-cultural en el que no merecería gastar su talento ni medio minuto. Asumo es la clásica diferencia insalvable entre una generación y otra, y para el man hacer trap es tan válido como esculpir pop, electrónica o indie. Sus razones esgrimirá (y yo las mías).

Me quedo con la imagen, ergo, de edificaciones sonoras a medio concluir. De masterizaciones cojas. De fallas involuntarias e igualmente bienvenidas. De mezclas finiquitadas a la prepo. Como ya han enseñado notables antecesores suyos, dentro y fuera del país, acaso no haya mejores condiciones para desplegar con tino y tacto visiones personales sobre amores inacabados, penas insondables, las propias sombras que no se suelen compartir con nadie, los demonios del pasado que aún resta exorcizar, las puertas que debes definitivamente cerrar. Eclipse 2022-2024 no será la clave determinante, pero ayuda su poco.

Hákim de Merv

martes, 31 de diciembre de 2024

LoProfundo: LoProfundo // La Garúa: Motor De Sombras // Ionaxs: Oopart

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 25 de diciembre de 2024.)

Cosa hará de unos tres años, volví a tener noticias sobre Kiko Monzón, ex integrante de Nudo De Espejos. Reportándose desde Bilbao (España), el sanmiguelino acababa de lanzar Huitlacoche, debut de Visoki Napon junto a Jon Fernández -acompañados en la jornada por el baterista mexica Esau Nava. Un estreno de inquieta versatilidad, cuya reseña puedes leer aquí. El último 15 de octubre, Monzón publicó material inédito bajo el bisoño rótulo de LoProfundo (sic). Lo curioso es que también aquí milita su partner de Visoki Napon.

¿Cambios? Sí, muchos, todos en directa relación con la(s) música(s) abordada(s) utilizando la nueva identidad. En cuanto a ésta, LoProfundo ¿fue?/¿es? una suerte de alineación temporal, que debe su ¿fugaz? existencia a las circunstancias. En octubre del ‘22, abrió puertas la asociación cultural Obrador, en la capital de Vizcaya. Semanas antes de la apertura, ambos músicos fueron comisionados para la presentación de aquella tarde/noche. Después del respectivo brainstorming, Fernández y Monzón optaron por la confección de una única pista epónima de 32 minutos, que mutase sin sosiego.

La sobriedad antes que la solemnidad. El acto de repentizar antes que el de “florear”. LoProfundo inicia su ¿unigénito? viaje echando mano de un audio de trazos ambientales, donde ruidos pedestres como el de la lluvia, el de las campanas o el del zumbido del servicio eléctrico son menos notorios que sus correspondientes ecos. Al ingreso de la primera guitarra, emerge una música de incómoda opacidad, como la del post punk de corte clásico. Al de la voz, cierto dramatismo de ribetes post rock, masajeado por percusiones minimales. Éstas se irán apagando al aproximarnos a los 8 minutos.

Una ominosa, adictiva fusión de dark rock y reverberación dub asienta sus reales hasta que, sin aviso, el uppercut de una insólita marejada neopsicodélica le manda a la lona. Lejos de desbocarse, el agitado oleaje va deconstruyéndose con mesura hasta transformarse “LoProfundo” en un cocktail de trip hop sublimado, orlado otra vez de dub. Traspuesta la barrera de los 25 minutos, el registro salta hacia la electrónica de fisionomía rave -levemente frenética, sí, aunque a cientos de kilómetros del hedonismo trance o goa. Pocos minutos después, sampleos de ladridos reconducen el track hacia la calma, esta vez en clave pseudo litúrgica; para finalmente acabar mordiéndose la cola.

Escaso, pues, es el detritus sonoro que tienen en común LoProfundo y Visoki Napon. Esta última entidad prefería/prefiere el space rock y los tintes psicodélicos de vieja escuela, además de una inocultable tendencia hacia el noise rock. Acaso sea el post de Labradford o de Windsor For The Derby lo único de lo que ambos integrantes apertrechan una y otra faceta. Por otro lado, y más allá del acentuado rush final, no encuentro mayor parecido entre lo etiquetado como LoProfundo -tremenda proteicidad susceptible de encomio- y lo que se entiende por “evento rave” (quizá en algunos puntos determinados, nunca duraderamente). Produce el vizcaíno Unai Mimenza, quien ya había hecho lo propio con Huitlacoche.

Tantos calendarios se han quemado desde Panza De Burro Thunder Blues (‘13), de La Garúa, que ya se había dejado de esperar sucesor. El entusiasmo por la continuidad de grupo y obra se fue diluyendo con el discurrir del tiempo, no así el recuerdo de su elogiado e inmenso debut. Pero está visto que, en la escena independiente peruana, todavía las cosas se dan cuando lo dictan los condicionantes antes que cuando éstas son planificadas. Para ejemplo, el reciente Motor De Sombras (Mönte Paganö/Tóxico Records): grabados/mezclados/masterizados sus ocho surcos en el ‘18, tuvo que esperar 72 meses para verse por fin editado en físico, añadiéndose para la ocasión dos piezas más -que por ello son descritas como “bonus tracks”.

Si hay que resumir las razones por las que Panza De Burro... es aplaudido hasta ahora, éstas se abroquelan alrededor de dos frentes, el técnico y el sónico. Con respecto al primero, sobran mayores comentarios ante el background de los músicos: Marcos Coifman (Reino Ermitaño, El Cuy, Necromongo), Miguel Ángel Burga (3AM, Espira, Ácidos Acme, Culto Al Qondor, tropecientas mil referencias más) y Alonso Guerrero Camuzzo (Argul). Todos ellos duchos en lo concerniente a géneros pesados entre los que se pueden contar la psicodelia, el heavy psych, el doom metal o el stoner.

Con respecto al segundo frente, PDBTB enhebraba discursos de la misma manera que lo hace Motor De Sombras, casi todos enumerados en el párrafo anterior: secciones enteras de lisergia sesentera/setentera se trenzan con un blues que es simultáneamente pericia y aconchasumadramiento. Tercia un stoner de alta densidad y de construcción monolítica, e incluso ramalazos de un subversivo psych punk garagero. Constreñidos a un mismo espacio bajo presiones dignas del núcleo interno sólido de la Tierra, en Motor... estos ingredientes dan forma a un magma sónico que no sólo reedita los picos de su predecesor, sino que además supera la valla impuesta por éste.

Aún no consigo mapear la geografía completa de la placa. Durante sus primeros 24 minutos y sencillo, describe ésta una cierta estructura cíclica: del callejero y achuchado blues psicodélico no-hendrixiano, la terna salta a terrenos que casan heavy en fase psicótica y punk rock contundente, para luego entregarse a acrisoladas y báquicas sesiones donde son aún más favorecidas las improntas desértica y de carretera inherentes a tal amancebamiento de estilos. Siendo “Conductor Oscuro” y “El Gusano” exponentes del primer tramo de esa estructura, lo son del segundo “Llévame” y “Ciudad Motor”, y del tercero “El Mar” Y “Comebrea”. El ciclo se rompe con “Acelerador”: exceptuándole, es el blues enteógeno en mayor o menor variante el que se posesiona de la restante “El Viaje”, así como de los “bonus tracks” (“Quiero Más” y “Veredas”).

Considerando tanto Panza De Burro Thunder Blues como este Motor De Sombras, creo que ya me puedo arriesgar a afirmar que la íntima razón por la que me engancha La Garúa es su magnífica reinvención de la totalidad del legado de La Ira De Dios. Otro de los proyectos de Burga, LIDD pasó por diferentes etapas entre Hacia El Sol Rojo (‘03) y Perú No Existe (‘12), como testimonian los EPs editados extemporáneamente en el ‘20. Decir que LG las condensa todas es una opinión subjetiva y absolutamente discutible. Como fuere, lo que queda claro es que quienes disfrutaron del primer álbum quedarán ahítos/as con el segundo. Y que, donde esté, al viejo Kowalski le arrancará más de una sonrisa escuchar a estos granujas.

Me ha dejado pensando el último largo en estudio de Ionaxs. Precedido por NUBSTAR: Selecciones Vol. 1, esférico que inaugura nueva línea de lanzamientos Chip Musik consistente en panorámicos de nombres que acreditan amplio prontuario editorial, Jorge Rivas O’Connor parece haber sobrellevado una drástica metamorfosis; más que cualquier otra sufrida durante sus 21 años de labor artística -pero acaso no del todo inesperada.

Acrónimo imperfecto de “out of place artifact” (¡ajá!), Oopart (22/11) abandona casi por completo esas zonas francas que el individualista visitase continuamente desde que saltara al ruedo con 0.05 MG (‘03), y que han sido exploradas sin cesar por la escudería Chip a lo largo de sus 17 años de vida: a saber, las electrónicas post IDM y post rave. Que el álbum inicie con “Hipernova”, gaseoso ambient de 60 segundos de extensión, es revelador a este respecto. Durante los siguientes nueve surcos menudearán los intros aquietados de similar ascendencia, rasgo que asoma largamente meditado.

Por supuesto, ello no quiere decir que Ionaxs haya dado luz verde a un disco rebosante de ambient. Lo que sí ocurre es que esa estética se convierte en el compacto estrato sobre el cual cada número es levantado. Tras la obertura, “Anticitera” se ve recargado de programaciones y decorados que guiñan al primer Seefeel (el más volátil), dirección que no llega hasta el final del canal -vira éste hacia un post rock más corpóreo, en sintonía con Sigur Rós o Explosions In The Sky. Los motivos melodiosos e intimistas que libera “Ecopoiesis” en su tramo postrer ven extendida esa estela en la robusta “Numen”, pero ni aquí ni en su precedente son éstos los que dominan las subacuáticas atmósferas, pues ambas composiciones se hallan montadas sobre endoesqueletos de pulcras secuencias downtempo.

Podría afirmar también que la segunda variedad más cultivada en Oopart es la del post rock, y que tanto ésta como la del ambient suben sus bonos cuando más se echan de menos las programaciones. Si bien lo segundo es corroborable, no necesariamente lo primero. Aunque “Inmarcesible” incide de nuevo en las tersuras hídricas y se prodiga en ornamentación, y “Flor Lunar” posee una naturaleza oceánica/abisal/azul, “Panspermia” luce atributos jazzy de refrescante asincronía. De modo que no es una regla estricta. La epilogal y deliciosa “Desde El Cielo Más Pálido”, por su parte, debe ser lo más ambient synth/lo más 80s-en-clave-sci-fi/lo más dreampunk que alguna vez haya firmado Rivas O’Connor.

Sólo en la dupla de temas “Aetherium” y “Paralaje Estelar”, siento todavía vivito y coleando al viejo Ionaxs -el de armazones brillosos, el de ángulos y rebotes imposibles, el de pulsiones digitales copiosas en color. Si fue un guiño de despedida o no, sólo Jorge puede esclarecerlo. De cualquier modo, el binomio -que debiera tal vez haber quedado en un único tema equivalente a la extensión de ambos- sólo matiza/contrasta este extraño LP de Ionaxs (¡qué manera de exprimir el diccionario a la hora de los bautizos!). Ignoro si es una excepción, y tampoco sé si será a partir de ahora la regla en el universo creativo del limeño. No es mal CD, pero acusa ausencia de una mayor firmeza, o bien de una mayor fermentación. Muchas de las dudas que Oopart planta, se despejarán con la siguiente entrega.

Hákim de Merv

miércoles, 28 de febrero de 2024

Qoa Bock: QATQE // Inzul: Las Cosas Que Nunca Te Dije // Teresa Burga · Estructura Propuesta Sonido: Piezas Para Instalaciones Y Composiciones Con Notas Al Azar (1972​-​2017) // Paradigmas Frecuenciales II

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 21 de febrero de 2024.)

LOS DISCOS PERUANOS DE 2023 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (IV)

Al aproximarse la quincena de noviembre, se colgó en Internet el estreno absoluto de Qoa Bock, alias ayacuchano de raigambre copada por la electrónica noventera. En concreto, la de esa IDM que rezumaba abundante al promediar una década tan cara a las vanguardias analógico-digitales. Tras el chaplín toma posiciones Joaquín Bock Falconi, joven músico que como buen melómano invoca referentes para nada cercanos a lo que deja entrever su puesta de largo -Joy Division, El Aviador Dro Y Sus Obreros Especializados, Quarteto Jobim Morelebaum, el Cerati solista (el más interesante, pese a/precisamente por ser en suma un esteta del muestreo); entre otros.

Ni bien comienzas a reproducir QATQE, con la obertura hermosamente titulada “Futuro Del Ayer”, las evidencias asoman incontrovertibles. El muchacho es un artesano de melopeas cimentadas sobre lienzos de futurista abstraccionismo, paños que no rehúyen las rugosidades ni los contornos angulosos de éstas, y que aún así se desborda vertiéndose sobre pliegues y asperezas con la ductibilidad del metal líquido. La irreal musicalidad del largo ha sido preñada de una belleza misteriosa mas no impenetrable. “Causa Y Esperanza” se la juega decididamente por el camino que dicta “Futuro...”, aunque se encabrite su poco.

“Concha Toro” padece un cuadro agudo de supresión de pulsos percusivos, quedándose en trazados puramente texturales, lo mismo que “Dios Ocular”. Sin embargo, este último y “Palpa Ser” esconden en sus sobrecejos de “techno al glasé” la pentafónica emotividad azul característica de las infinitas soledades andinas. Es la última vez en QATQE que ese áurico efecto palpita, porque a partir de “Algendoso” Qoa Bock escoge adentrarse en territorios etereogeométricos, trastocándose levemente la fisionomía del debut.

“Algendoso” y “Torcaza”, entonces, se enfocan en el abstract techno ilustrado a pincelazos sueltos, generoso en euritmias insinuadas que consiguen dulcificar la electrónica de matemática rigurosidad. No rebasan, pues, los límites de lo decorativo; a diferencia de “Danzaq”, que media entre ambos y que oscurece grandemente las atmósferas del CD merced a la recurrencia de rasgos mucho más rudimentarios que los hasta aquí empleados. Epiloga Bock Falconi su prometedor viaje inaugural con la inmaculada melancolía de “Taytaky Azulado”, dejando atrás esa poética de la precisión artificial al micrón, que así y todo empieza a invadirle al promediar el tema: primero muy sutilmente, luego en abierta trasgresión para hacerse de las riendas y volverle al redil. Bonito escarceo inicial, lleno de posibilidades, publicado en el BandCamp de QB y en el de SuperSpace Records, que ha contado con los buenos oficios de Brageiki Vega y Carlos Mancha.

Rastreando información sobre Inzul a propósito de las denuncias que por estos días se han hecho públicas contra Ángelo Grijalva, músico de apoyo en directo y otrora integrante de los extintos Incendios Forestales Del Viejo Continente, descubro que Subterráneo data en realidad del año 2014. Al leer algunas declaraciones de Stefano Cedeño Vidal, fundador de la banda, me entero del profundo trabajo de reingeniería que Subterráneo hubo de atravesar para que el grupo quedase satisfecho, antes de lanzarle oficialmente (‘17). En su momento, no pude escuchar el debut del acto, que a posteriori me pareció cumplidor en grado casi excelso.

Medio horóscopo chino después, Inzul da luz verde a su segundo esfuerzo, cuyo resultado es dramáticamente distinto del ofrecido por el predecesor. Si Subterráneo versión ‘17 bebía con fruición y sin complejos del rock alternativo de los 90s y del indie de los 00s, enmarcando el maridaje bajo estrictos parámetros pop y posicionándole paralelamente a algunas cuadras de distancia de gente como Gelatina Magma, Radiopostales o Moldes; Las Cosas Que Nunca Te Dije no se desvía de la ruta sino ocasionalmente, como en los postreros segundos de “Historia De Amor” y sobre todo en el pseudo bolero “Tutorial Para Olvidarme De Ti”. El problema es que aún cuando el paradigma de edificación es el mismo, pierde éste mucho de su fuelle toda vez que en el rubro letrístico y en el de la voz se han abierto las puertas -de par en par, parece- a influencias que no tienen un carajo que ver con las coordenadas que el hoy dúo ha venido fatigando desde hace diez años.

En lo concerniente a las letras, éstas hacen gala de un sentido de la rima a la altura del odioso trap e incluso del repugnante reggaetón. O sea, una mierda. En lo tocante a las vocales, no he encontrado señas que indiquen cambios en el puesto de cantante, por lo que cabe especular acerca de un gravísimo caso de involución respecto de Subterráneo. ¿Retrocediendo hacia dónde? Exacto: hacia los sospechosos ya enunciados. Tenemos un álbum, por ende, que trata de no bajar la guardia en cuanto al sonido: medios tiempos, pop/rock de concepción esmerada, complexión sencilla... Ese mismo tesón, sin embargo, es víctima de un sabotaje que proviene del propio tándem: letras francamente vergonzosas (“...Como Drake Sin Josh/Separados Los Dos...” en “Alma Rota”, “...Tu Amor No Tiene Indicaciones/Y Yo Aquí Escribiéndote Canciones...” en “La Duda”) y una performance vocal cuando menos deleznable, salvo quizá en “Nadie Quiere Como Tú” y en los primeros dos minutos y cuarenta segundos de “Historia De Amor”.

Habría que ponerse a conjeturar cuánto ha incidido en este pésimo movimiento, curiosamente autodenominado como de “migración”, el cambio de alineación de Inzul desde su nacimiento hasta la hora actual. Algo de eso debe haber, porque una cosa es tomar decisiones entre cinco y otra muy distinta hacerlo entre dos -los sobrevivientes son Cedeño Vidal y Renzo Romani. Por cierto, Grijalva sí fue miembro activo de Inzul en su fase quinteto. Posteriormente, se quedó sólo como músico de soporte en vivo. Por fortuna, el binomio se ha desvinculado inmediata y definitivamente de él, ante las acusaciones de misoginia y de violencia contra la mujer.

En los idus del penúltimo mes del ’23, se prensa en acetato Estructura Propuesta Sonido: Piezas Para Instalaciones Y Composiciones Con Notas Al Azar (1972-2017), artefacto que compila algunas instalaciones sónicas de la iquiteña Teresa Burga compuestas durante el período de tiempo ponderado en el subtítulo. El vinilo se ha gestionado en parte gracias a Proyecto AMIL, plataforma suizo-peruana de 14 años de vida que apuesta por creaciones artísticas fluctuantes entre la plástica y la música.

Fallecida en el ‘21 a la longeva edad de 85 inviernos, Burga estudió arquitectura en la Universidad Nacional de Ingeniería, carrera que abandonó dos años después para entrar a la facultad de Arte de la PUCP. Su formación básica fue, pues, visual -dibujo y pintura, en esencia. Desde allí dio el salto a los predios del sound art con Arte Nuevo, frente artístico avant garde que empezó a inyectar en el medio peruano las entonces nuevas tendencias vanguardistas. La artista era, además, una pionera en lo relativo a intervenciones multidisciplinarias que interrogasen el rol/la condición/el sentir de la mujer en una sociedad que aún estaba lejos de incluirla seriamente.

Cada uno de los cinco surcos considerados en el esférico curado en comandita con Buh Records procede de algún registro, alguna exhibición museográfica, algún encargo de/a terceros -como es el caso de “Borges”, readaptado como score por Jan Diego Malachowski en el ‘15 e interpretado para la ocasión (‘17) por los argentinos Alan Courtis y Alma Laprida. Cada uno atestigua no sólo la asimilación teórica de las “nuevas direcciones” propugnadas por colectivos como Fluxus o por las hornadas de compositores electroacústicos de avanzada que el siglo XX vio germinar entre los 40s y los 70s, sino principalmente su efectiva puesta en práctica. “Estructura Informe Corazón” y “Mensaje 4”, por ejemplo, se sirven de latidos cardíacos pregrabados y la agreste estática televisiva. Por otra parte, aunque las dos versiones de “Estructura Propuesta Sonido I” se han visto reelaboradas a partir de guitarras acústicas, evaden caer en melodías convencionales aproximándose a la atonalidad de unos, digamos, Gastr Del Sol. Lo mismo vale para la voz en el caso de la fechada en 2015.

Sonidos trastocados interviniendo soportes físicos y medios de reproducción, sí, pero también experimentos asimétricos y síntesis performativas con las reverberación y modulación que prometían formatos entonces no lo suficientemente explorados (como la cinta magnética). Las grabaciones salvaguardadas por Estructura Propuesta Sonido... son, dada su antigüedad, muy adelantadas a su época. Por desgracia, yo, habitante de un presente muchos decenios posterior; no puedo evitar sentir cierto tedio al escuchar una vez más el contenido de la rodaja, que ya me suena a repetición, a coartada fácil, a cliché (así y todo la info me indique lo contrario). Ése es el principal hándicap de la arqueología sonora: en su afán por repescar grabaciones valiosas, rara vez sabe cuándo detenerse y acaba recuperándolo todo, incluso lo malo -cf. el Anthology beatlesco.

Me imagino que Teresa Burga tiene todavía una obra extensa esperando a ser adecuadamente restaurada y reeditada. Y no sé qué tan representativa de sus virtudes sea esta compilación. Aún en el caso de que lo fuera, se me hace imposible dejar de fruncir el ceño y detener la mueca de hastío que aflora en la comisura de mis labios.

Paradigmas Frecuenciales (I) había dejado irresoluta la cuestión sobre si la serie de Chip Musik que aperturaba se volcaría hacia incursiones cortas o hacia las de largo recorrido. Eyectado el 14 de diciembre, Paradigmas Frecuenciales II mantiene abierta la interrogante, si bien el fiel de la balanza lo desnivela en favor de las primeras -sus cerca de 13 minutos confirman la clasificación de single, o en todo caso la de “three-way single”, bajo la que se le ha liberado.

El sencillo se arma con el concurso de Yume Station, Galactic Seed y Alcaloidë. Abre fuego la arequipeña Karen Huacasi, que con Yume Station ha dado sobradas pruebas de una mano exquisita para la estética glitch y el uso de clicks’n’cuts. El ambient minimal de “Torner Vermell” se atempera emulsionando ritmos microscópicos y quebradizas armonías de music boxes, lo que facilita su trasvase hacia la indietrónica. Un camino interesante, que la mistiana podría explorar -y que llevaría eventualmente a Yume Station a elevar la media de su producción editada.

En los últimos años, el post IDM de Galactic Seed venía recorriendo en paralelo los senderos del braindance,   subgénero   de   hardcore   breakbeat   anterior  a la génesis  del  modelo drum’n’bass -algo así como breaks doblados en velocidad y fermentados al amparo del techno detroitino. De ahí que “Eclipse De Sonido” haya sorprendido a propios y extraños: carente de cualquier rastro de espina dorsal/secuencial, Oscar Cirineo propone aquí emocionados bocetos de ambient digital aupando una senescente melodía que apunta al futurismo distópico. Si bien el color es distinto del utilizado por Yume Station, las rutas confluyen.

Lo de Alcaloidë, en cambio, va en la línea de lo ya mostrado por este a.k.a. de Alexander Fabián. Posicionado en las entrañas de las máquinas, Alcaloidë se dedica a disparar ruido binario aleatorio, ¿interpelado? por dropeos y castigado por borborigmos cuasi industriosos. Pudiera parecer que este tumultuoso huayco de caóticos fárragos dirime al arribar a su ecuador, cuando asoma cierto orden, pero después de un rato a lo único que se asemeja este pandemónium de ritmos crujientes y ensordecedores es a una improbable superposición de koans dionisíacos y surrealistas. Para libre descarga desde el parterre de la discográfica emblema del shoegazing y de la IDM peruchos.

Hákim de Merv