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jueves, 24 de abril de 2025

Philodina // Un Día En Venus: Darkwave EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 16 de mayo de 2025.)

Aparecieron entre fines de febrero y principios de marzo las dos caras de Philodina, nuevo lanzamiento bifronte de Chip Musik destinado a prolongar la saga inaugurada durante el ‘23 por Seven 7’’. Esta vez no se ha adosado la nomenclatura “single” a la denominación, si bien una de las faces (A) encaja perfectamente dentro de ese concepto. De todas formas, tampoco es que los dos lados de Seven 7’’ se ciñesen a la estricta definición de lo que es un 45 rpm. En lo sí que coinciden ambos títulos es en la figura del 6-way split, al menos formalmente.

En el side A de Philodina (24/2) corre el telón Trampaluz, remixeado en esta oportunidad por Óxido, unipersonales santiaguinos ambos. En “Pulsar - PSR B1919+21”, se hibridan pelágico post rock y picoteante electrónica, aunque para discernir qué tramos corresponden a qué manos es menester pelarle oreja al apenas estrenado Pulsar (18/3) de Fernando Arce. En caso contrario, sin más puedes disfrutar de sus correntadas subterráneas de fluidos binarios, tamizadas por laxas ambientaciones propias del primer post. Le sigue “Patas De Perro”, del también chileno Pande-Dios. Lo de Mauro Rojas va a la vera de un folk de compleja taxonomía, muchas veces emparentado con la veta usamericana más arisca del post original. La concisión no resiente su feeling neopagano de dimensión paralela, ni su coletilla de embrionario ruido blanco.

Baja la persiana de la cara A “Montuno”, composición de Norvasc. Llaman la atención la tromba de noise polucionante y la aleatoriedad de su estética glitchera, ya que Gerardo Flores normalmente boceta viñetas mucho más calmadas y melodiosas. Tras 3 minutos y medio de enturbiada ¿deconstrucción? ¿destrucción?, se elevan desde simas crackeadas el bliss pop y el baggy a que el individualista siempre ha sido afecto. La corrosión, sin embargo, no se desvanece.

Philodina reserva a Ionaxs la apertura de su side B (10/3). Con el sugerente marbete de “Geopolímero”, Jorge Rivas postula una performance de post IDM sobregirado de software y hardware incluso a niveles microscópicos, pese a que las primeras acometidas me hacían pensar en Puna antes que en Ionaxs. A renglón seguido, Alcaloidë presenta “Tesla”, conformada por dos capas de sonido muy distintas entre sí que colisionan para producir azarosas formas de noise camelado divergentes del shoegazing. Una de estas capas se prodiga en la vorágine de un ruidismo digital áspero en exceso, mientras que la otra -prácticamente sepultada por la primera- erupciona a cuentagotas para dar paso al éter mayúsculo del bliss out. Cinco minutos y monedas de insólita convivencia después, matizados por cacofonías binarias que emulan la voz humana, emerge un amago de programación.

Finaliza el lado B “Teletransportador”, de Óxido y Trampaluz. Se propone aquí, siempre y cuando accedas a audicionarle con los ojos cerrados, una experiencia hasta cierto punto inmersiva que despega de manera un tanto confusa. El cúmulo de impresiones metasónicas que reviste los primeros minutos del corte afloja luego  de  buen  rato  ante  divisiones  abrumadas  de  volátil  cosmicidad,  lo  que deja una impresión final de permanente transición -del caos al orden, del desconcierto a la avenencia, del primer chispazo de impulsiva creación al último de veterana precisión.

Me quedo aún con ambos lados de Seven 7’’, que lograban una mejor representación de la nómina Chip, tanto en cantidad (seis participantes claramente diferenciados, en vez de los cinco de Philodina) como en diversidad (¿y el shoegazing dónde recaló?).

A poco de iniciado el año, pudo sondearse en redes un pulso de gran actividad por parte de Miguel Ángel Elescano. Bien con seudónimos nuevos, bien con otros ya conocidos, el músico no ha permanecido quieto; al punto de acreditar a día de hoy suficiente material nuevo para al menos un par de reseñas. Aquí va la primera de ellas.

Elescano debuta bajo el alias de Un Día En Venus el 17 de enero, inaugurando de refilón su propia label discográfica, Nuclear Pop Records. De entrada, el individualista explicita intenciones de volcar la recién bruñida chapa hacia sonidos no antes hollados por su mano, declaración rubricada gracias al título que confiere a la primera producción de UDEV: Darkwave EP. En efecto, en el extended hay un tufo a lo que actualmente se entiende por darkwave -pero también a géneros cercanos, como el dark-gothic, el minimal synth, la coldwave e incluso la electronic body music. Si ello responde a una jugada vintage, retro o de cualquier otra laya, que cada quien lo decida.

Cuatro temas en menos de un cuarto de hora. Comienza el EP con “Elefantes En Mi Habitación”, darkwave al alza de medio tiempo, que a lo primero que me recuerda es a esa bandaza que fue Décima Víctima. Oscuridad que puede sobrellevarse merced a su tesitura pop, a su sencilla estructura lírica, a su dinamismo en el límite de lo tolerable para un estilo tan cargado como lo fuera en su edad dorada el dark rock. A este cumplidor inicio le sigue “La Cocaína Mata A Mis Amigos”, bastante más próximo al electro-gothic de fines de los 80s, ése que naciese del contubernio entre el gothic y la EBM. Aunque reconozco que sobre “La Cocaína...” flota un aura mucho más amenazante, también debo decir que es un surco muy cliché.

“Las Estrellas” se inserta de lleno en la dialéctica de la coldwave francesa, a modo de punto medio entre los extremos que supondrían las dos piezas que le anteceden. Coadyuva en la tarea no sólo su vecindad con grupos como Police Des Moeurs o Martial Canterel, sino el protagonismo concedido a unas glaciales vocales femeninas que no se consignan acreditadas por ningún lado. Salvo por ese detalle, “Por La Cordillera De Los Andes” fatiga idéntico carril. Mohína y evocativa, la voz de Elescano acompaña una melodía de cansinos ardores, de fervorosa gelidez maquinal, de apagados resplandores boreales; mientras erra como alma en pena buscando en andinas serranías a su incógnita musa.

Novísima faceta, la que abarca aquí el limeño. Nada mal para empezar, en el futuro inmediato se ha de exigir un poco más, a fin de renovar el interés por la mixturada propuesta que le atribuye a Un Día En Venus.

Hákim de Merv

martes, 31 de diciembre de 2024

LoProfundo: LoProfundo // La Garúa: Motor De Sombras // Ionaxs: Oopart

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 25 de diciembre de 2024.)

Cosa hará de unos tres años, volví a tener noticias sobre Kiko Monzón, ex integrante de Nudo De Espejos. Reportándose desde Bilbao (España), el sanmiguelino acababa de lanzar Huitlacoche, debut de Visoki Napon junto a Jon Fernández -acompañados en la jornada por el baterista mexica Esau Nava. Un estreno de inquieta versatilidad, cuya reseña puedes leer aquí. El último 15 de octubre, Monzón publicó material inédito bajo el bisoño rótulo de LoProfundo (sic). Lo curioso es que también aquí milita su partner de Visoki Napon.

¿Cambios? Sí, muchos, todos en directa relación con la(s) música(s) abordada(s) utilizando la nueva identidad. En cuanto a ésta, LoProfundo ¿fue?/¿es? una suerte de alineación temporal, que debe su ¿fugaz? existencia a las circunstancias. En octubre del ‘22, abrió puertas la asociación cultural Obrador, en la capital de Vizcaya. Semanas antes de la apertura, ambos músicos fueron comisionados para la presentación de aquella tarde/noche. Después del respectivo brainstorming, Fernández y Monzón optaron por la confección de una única pista epónima de 32 minutos, que mutase sin sosiego.

La sobriedad antes que la solemnidad. El acto de repentizar antes que el de “florear”. LoProfundo inicia su ¿unigénito? viaje echando mano de un audio de trazos ambientales, donde ruidos pedestres como el de la lluvia, el de las campanas o el del zumbido del servicio eléctrico son menos notorios que sus correspondientes ecos. Al ingreso de la primera guitarra, emerge una música de incómoda opacidad, como la del post punk de corte clásico. Al de la voz, cierto dramatismo de ribetes post rock, masajeado por percusiones minimales. Éstas se irán apagando al aproximarnos a los 8 minutos.

Una ominosa, adictiva fusión de dark rock y reverberación dub asienta sus reales hasta que, sin aviso, el uppercut de una insólita marejada neopsicodélica le manda a la lona. Lejos de desbocarse, el agitado oleaje va deconstruyéndose con mesura hasta transformarse “LoProfundo” en un cocktail de trip hop sublimado, orlado otra vez de dub. Traspuesta la barrera de los 25 minutos, el registro salta hacia la electrónica de fisionomía rave -levemente frenética, sí, aunque a cientos de kilómetros del hedonismo trance o goa. Pocos minutos después, sampleos de ladridos reconducen el track hacia la calma, esta vez en clave pseudo litúrgica; para finalmente acabar mordiéndose la cola.

Escaso, pues, es el detritus sonoro que tienen en común LoProfundo y Visoki Napon. Esta última entidad prefería/prefiere el space rock y los tintes psicodélicos de vieja escuela, además de una inocultable tendencia hacia el noise rock. Acaso sea el post de Labradford o de Windsor For The Derby lo único de lo que ambos integrantes apertrechan una y otra faceta. Por otro lado, y más allá del acentuado rush final, no encuentro mayor parecido entre lo etiquetado como LoProfundo -tremenda proteicidad susceptible de encomio- y lo que se entiende por “evento rave” (quizá en algunos puntos determinados, nunca duraderamente). Produce el vizcaíno Unai Mimenza, quien ya había hecho lo propio con Huitlacoche.

Tantos calendarios se han quemado desde Panza De Burro Thunder Blues (‘13), de La Garúa, que ya se había dejado de esperar sucesor. El entusiasmo por la continuidad de grupo y obra se fue diluyendo con el discurrir del tiempo, no así el recuerdo de su elogiado e inmenso debut. Pero está visto que, en la escena independiente peruana, todavía las cosas se dan cuando lo dictan los condicionantes antes que cuando éstas son planificadas. Para ejemplo, el reciente Motor De Sombras (Mönte Paganö/Tóxico Records): grabados/mezclados/masterizados sus ocho surcos en el ‘18, tuvo que esperar 72 meses para verse por fin editado en físico, añadiéndose para la ocasión dos piezas más -que por ello son descritas como “bonus tracks”.

Si hay que resumir las razones por las que Panza De Burro... es aplaudido hasta ahora, éstas se abroquelan alrededor de dos frentes, el técnico y el sónico. Con respecto al primero, sobran mayores comentarios ante el background de los músicos: Marcos Coifman (Reino Ermitaño, El Cuy, Necromongo), Miguel Ángel Burga (3AM, Espira, Ácidos Acme, Culto Al Qondor, tropecientas mil referencias más) y Alonso Guerrero Camuzzo (Argul). Todos ellos duchos en lo concerniente a géneros pesados entre los que se pueden contar la psicodelia, el heavy psych, el doom metal o el stoner.

Con respecto al segundo frente, PDBTB enhebraba discursos de la misma manera que lo hace Motor De Sombras, casi todos enumerados en el párrafo anterior: secciones enteras de lisergia sesentera/setentera se trenzan con un blues que es simultáneamente pericia y aconchasumadramiento. Tercia un stoner de alta densidad y de construcción monolítica, e incluso ramalazos de un subversivo psych punk garagero. Constreñidos a un mismo espacio bajo presiones dignas del núcleo interno sólido de la Tierra, en Motor... estos ingredientes dan forma a un magma sónico que no sólo reedita los picos de su predecesor, sino que además supera la valla impuesta por éste.

Aún no consigo mapear la geografía completa de la placa. Durante sus primeros 24 minutos y sencillo, describe ésta una cierta estructura cíclica: del callejero y achuchado blues psicodélico no-hendrixiano, la terna salta a terrenos que casan heavy en fase psicótica y punk rock contundente, para luego entregarse a acrisoladas y báquicas sesiones donde son aún más favorecidas las improntas desértica y de carretera inherentes a tal amancebamiento de estilos. Siendo “Conductor Oscuro” y “El Gusano” exponentes del primer tramo de esa estructura, lo son del segundo “Llévame” y “Ciudad Motor”, y del tercero “El Mar” Y “Comebrea”. El ciclo se rompe con “Acelerador”: exceptuándole, es el blues enteógeno en mayor o menor variante el que se posesiona de la restante “El Viaje”, así como de los “bonus tracks” (“Quiero Más” y “Veredas”).

Considerando tanto Panza De Burro Thunder Blues como este Motor De Sombras, creo que ya me puedo arriesgar a afirmar que la íntima razón por la que me engancha La Garúa es su magnífica reinvención de la totalidad del legado de La Ira De Dios. Otro de los proyectos de Burga, LIDD pasó por diferentes etapas entre Hacia El Sol Rojo (‘03) y Perú No Existe (‘12), como testimonian los EPs editados extemporáneamente en el ‘20. Decir que LG las condensa todas es una opinión subjetiva y absolutamente discutible. Como fuere, lo que queda claro es que quienes disfrutaron del primer álbum quedarán ahítos/as con el segundo. Y que, donde esté, al viejo Kowalski le arrancará más de una sonrisa escuchar a estos granujas.

Me ha dejado pensando el último largo en estudio de Ionaxs. Precedido por NUBSTAR: Selecciones Vol. 1, esférico que inaugura nueva línea de lanzamientos Chip Musik consistente en panorámicos de nombres que acreditan amplio prontuario editorial, Jorge Rivas O’Connor parece haber sobrellevado una drástica metamorfosis; más que cualquier otra sufrida durante sus 21 años de labor artística -pero acaso no del todo inesperada.

Acrónimo imperfecto de “out of place artifact” (¡ajá!), Oopart (22/11) abandona casi por completo esas zonas francas que el individualista visitase continuamente desde que saltara al ruedo con 0.05 MG (‘03), y que han sido exploradas sin cesar por la escudería Chip a lo largo de sus 17 años de vida: a saber, las electrónicas post IDM y post rave. Que el álbum inicie con “Hipernova”, gaseoso ambient de 60 segundos de extensión, es revelador a este respecto. Durante los siguientes nueve surcos menudearán los intros aquietados de similar ascendencia, rasgo que asoma largamente meditado.

Por supuesto, ello no quiere decir que Ionaxs haya dado luz verde a un disco rebosante de ambient. Lo que sí ocurre es que esa estética se convierte en el compacto estrato sobre el cual cada número es levantado. Tras la obertura, “Anticitera” se ve recargado de programaciones y decorados que guiñan al primer Seefeel (el más volátil), dirección que no llega hasta el final del canal -vira éste hacia un post rock más corpóreo, en sintonía con Sigur Rós o Explosions In The Sky. Los motivos melodiosos e intimistas que libera “Ecopoiesis” en su tramo postrer ven extendida esa estela en la robusta “Numen”, pero ni aquí ni en su precedente son éstos los que dominan las subacuáticas atmósferas, pues ambas composiciones se hallan montadas sobre endoesqueletos de pulcras secuencias downtempo.

Podría afirmar también que la segunda variedad más cultivada en Oopart es la del post rock, y que tanto ésta como la del ambient suben sus bonos cuando más se echan de menos las programaciones. Si bien lo segundo es corroborable, no necesariamente lo primero. Aunque “Inmarcesible” incide de nuevo en las tersuras hídricas y se prodiga en ornamentación, y “Flor Lunar” posee una naturaleza oceánica/abisal/azul, “Panspermia” luce atributos jazzy de refrescante asincronía. De modo que no es una regla estricta. La epilogal y deliciosa “Desde El Cielo Más Pálido”, por su parte, debe ser lo más ambient synth/lo más 80s-en-clave-sci-fi/lo más dreampunk que alguna vez haya firmado Rivas O’Connor.

Sólo en la dupla de temas “Aetherium” y “Paralaje Estelar”, siento todavía vivito y coleando al viejo Ionaxs -el de armazones brillosos, el de ángulos y rebotes imposibles, el de pulsiones digitales copiosas en color. Si fue un guiño de despedida o no, sólo Jorge puede esclarecerlo. De cualquier modo, el binomio -que debiera tal vez haber quedado en un único tema equivalente a la extensión de ambos- sólo matiza/contrasta este extraño LP de Ionaxs (¡qué manera de exprimir el diccionario a la hora de los bautizos!). Ignoro si es una excepción, y tampoco sé si será a partir de ahora la regla en el universo creativo del limeño. No es mal CD, pero acusa ausencia de una mayor firmeza, o bien de una mayor fermentación. Muchas de las dudas que Oopart planta, se despejarán con la siguiente entrega.

Hákim de Merv

jueves, 26 de diciembre de 2024

Juan Nolag: Past/Future // Solenoide: Solenoide // Calefactor: Desrealizaciones

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 18 de diciembre de 2024.)

Past/Future debe ser el primer título en la producción de Nolag que noto reflexiona sobre la cotidianeidad humana partiendo de aquello que ésta crea/concibe como cultura, antes que de su vida interior. La introspección había sido la perspectiva por la que se decidiese el chaplín de Juan Esquivel en el primigenio Echoes EP (‘18), y se había mantenido así hasta Fragmentos, mini-LP resultado de su experiencia vital durante los días duros de la pandemia del COVID-19. Editado casi exactamente dos años después (se adelantó dos días), esto ha cambiado con el nuevo material.

Primer largo en sentido estricto, Past/Future parece refrendar la alteración volcándose absolutamente hacia el imaginario retrofuturista del que se nutre su estética. Me explico: Juan Nolag ha empleado desde siempre la textura que proveen sintetizadores y teclados de los 80s, herramientas que conllevan inherente un plus sci-fi. El modo en que opera la Ficción Especulativa consiste en normalizar elementos futuristas para contar historias o describir situaciones adscritas a esas realidades eventuales posibles, siendo poquísimas las oportunidades en que estos medios se convierten en fines y continúan teniéndose en pie. Algo similar ha ocurrido en el caso que nos ocupa.

¿Y entonces... funciona? Curiosamente, sí. No siendo más que un simple aficionado al género, me he sentido a gusto entre sus añejas postales de la Guerra Fría, sus inteligencias artificiales autoconscientes, sus postreras noches desperdiciadas junto a quien no volverás a ver, sus ilusorias velocidades. Porque, más allá de los relatos que inmortalizan los grandes hitos de la Ciencia-Ficción, sus escenarios y modos permanecen (o no), se retroalimentan (o no), evolucionan (o no); fascinando siempre a quienes habitamos en su pasado (o el pasado de alguna de sus dimensiones paralelas).

Por eso me ha imantado Past/Future. Me encanta su primera sección, en la que el synth pop, la new wave y el minimal synth se zambullen hasta el tuétano en la nostalgia más dulce; fundiéndose en un retrofuturismo ochentero que purga el cyberpunk de sus predicciones sci-fi a la vez que antepone las sonoridades analógicas envasadas en medios tempos: “What Do You Regret About?”, “Those No Fear Moments”, “Goodbye Summer Girl”... Y me fascina su segunda parte, que mantiene el timing pero como si no, porque el arsenal tecnológico del tecladista de Catervas se afana prodigándose maravillosamente en vertiginosos arreglos y en aceleradas ambientaciones que trascienden el aliento narrativo para incidir en las formas: “A Dream About The Future”, “Speed Is An Illusion”, “Bittersweet Destiny”.

Ideal para fans de Castlebeat, Trans Active Nightzone y sobre todo Droid Bishop; Nolag ha conseguido en Past/Future invertir sutilmente procedimientos y renovar interesantemente las facciones de su sonido. Bonito lío en el que se ha metido, empero. Como sucede con la mecánica transformada en metafísica, el medio transmutado en fin tiene un incierto periodo de existencia funcional. Lo que suceda en adelante, aún dependiendo exclusivamente de su talento, es un misterio.

La promesa del extended debut hecha realidad. Música que enternece, que sacude, que abrasa, que escarcha. Música que es fragor transformado en melodía, que es sublimidad devenida en ruido. Música que se contradice desde su naturaleza aporética misma, y que se reafirma desde cada una de sus paradojas. Música luminosa y profusamente conmovedora, a despecho de sus recurrentes figuras algentes e imponentemente nocturnas. Música dolorosamente vital, de frecuencia y energía idénticas a las que ofrendasen sus veteranos mayores, hace poco más de tres décadas...

Solenoide se estrena en 33 rpm con muy poco que objetar y muchísimas virtudes que ponderar. Entre ellas, las relativas a los principales logros concluyentes del shoegazing, que ya se venían poniendo en práctica desde su primerísimo Casa De Islandia EP (‘23) y que aquí ascienden a altitudes extremas. Cierto, el extended ha sido incorporado al 100% en el track list del largo, que ha reemplazado la edición de un segundo EP del que probablemente también se haya repescado todo el contenido (testeado en directo al menos unas cuatro o cinco ocasiones). Sin embargo, no es menos cierto que esa incorporación ha sido hecha con tino cuando menos plausible.

La primera mitad de Casa... EP da la bienvenida en Solenoide, y no queda sino envidiar a aquellos/as que no han escuchado previamente ni “Cartarescu” ni “Casa De Islandia”. El emotivo sosiego que emana de ambas canciones te habla de una fortaleza decibélica que no se apresura en mostrarse, de una otoñal estoicidad pop con que pacientemente capturar en instantáneas/urdir preciosas viñetas de atardeceres infinitos, envueltas en distorsión y melancolía. Algo más de empuje y locura es añadido en las subsiguientes “Diamante Azul” y “Nunca”, moviéndose el centro de gravedad del filón dopamínico del ethereal noise -Slowdive en sitial de honor, Bowery Electric, Swallow, Half String- a la esquina más quemada y avezada -Lush, Pale Saints, visiblemente My Bloody Valentine en “Nunca” y sus dos guitarras que parecen cuatro-. Sin dejar de susurrar a nuestros corazones, claro.

“Espejo” y “Maquillaje”, este último de temática LGTBIQ, son cortes en que el quinteto limeño se despercude por completo. No sólo las eléctricas de los Óscares Chávez y Contreras economizan recursos y rebanan como navajas de rasurar, sino que los bajos de Laura Rosales y de Héctor Espinoza y las baquetas de Renzo López acceden a la palestra para protagonizar momentos verdaderamente estelares, sobre todo López. Entre ambos números, media “Centinela”, perteneciente a la primera etapa de la banda y adecuadamente recuperada como el delicado e interminable adiós de un onírico episodio noctívago. Quizá su impacto se hubiera potenciado más aún situándole incluso luego de “Sonqo”, pista insular en el todavía corto repertorio de Solenoide. “Corazón” en quechua, “Sonqo” se sale raudamente del molde baggy acogiéndose a la tradición 80s de pop exquisito y sofisticado, lo que algunas voces han tomado como licencia para hablar de un álbum de tesituras post punk (no coincido): The Church, The Chameleons, los Talk Talk del perfecto The Colour Of Spring...

La placa dispone hacia su final la segunda mitad de Casa De Islandia EP: “Tiananman” y “Macabea”. Surcos ambos que reconducen al grupo al redil del shoegazing, del primero siempre es menester elogiar su fantástico “cambio de paso”, cortesía de la admirable técnica de Renzo. Sin negarse a la percusión de golpe inquieto, “Macabea” despide a este Solenoide en olor a almíbar y a tormenta marina. Y a literatura. Culmina así una jornada brillante, con Espinoza y Rosales compartiendo/intercalando minutos frente al micrófono, producida nuevamente por el enorme Mario Silvania, grabada en Estudio Tamboril de Christian Vargas y en Studios Audioqubo de Juan Esquivel, mezclada por este último y masterizada por el batero de Slowdive Simon Scott. En portada, repite el plato Paul Lazarte. Candidatazo a disco del año.

Alentadora irrupción la de Calefactor en la escena independiente de experimentación electrónica. Tras del seudónimo se esconde un joven y entusiasta Luis Vásquez, que cuenta ya con determinada experiencia investigando/interrogando sonidos de síntesis y procesos digitales, background al cual el explorador suma sus almanaques de aprendizaje como nativo digital. El primer canal que publicara, “Pieza Para Corto”, se subió a Internet en el ‘18, en fecha significativa para el antifujimorismo (5 de abril).

Desrealizaciones es la puesta de largo de Vásquez (27). Colgado en la veintena de agosto, el artefacto compila una mano de composiciones que el capitalino ha ido desarrollando desde hace bastante tiempo, según expone en la sumilla de BandCamp -lo cual debe ser verdad, considerando una aventura anterior etiquetada bajo el mote de Industria Del Terror, de raíces más audiovisuales y emocionales que del abolengo industrial que su nombre involuntariamente sugiere.

De principio a fin, Desrealizaciones es un vendaval de chirridos informáticos. La brevísima apertura de “Inundación”, 42 segundos, tiene la complexión de un ambient concebido en el seno del ruido digital que implosionó durante los 90s. Los dos siguientes capítulos, “Compu2000” y “Compu2001”, integran una larguísima suite de aproximadamente 23 minutos de extensión. La reventazón de contaminantes texturas electrónicas al por mayor no se manifiesta desde el arranque, ni es constante, aunque se siente en estado latente del primer minuto al último. Cuando el crescendo le entrega el estrado, este cúmulo de atmósferas convulsas responde alternativamente al influjo de un IDM flamígero de hechura Autechre circa ‘95 y al rugido de un drum’n’bass en clave de demencial breakcore. Que tal cosa sea posible se debe tanto a una cierta afinidad natural entre ambos estilos como a la flexibilidad que ha alcanzado el input del unipersonal.

Más que prolongaciones de temas precedentes, “Después De Morir” y “Rotafono” responden a la tónica general del acetato. El huracán de imperfección binaria que envuelve estos rounds finales ahora se acomoda más al intelligent techno de los 90s y, en parte, a la electrónica post rave que dominó el último decenio del siglo XX. En el caso de “Después De Morir”, ese IDM de hiperkinéticas evoluciones geométricas queda uncido al Aphex Twin de estocadas como “Start As You Mean To Go On” o “Wax The Nip”. Mucho más reposado, “Rotafono” opta por un IDM eufónico, en la línea de unos Global Communication y en comunión con el último Aphex que valió realmente la pena (el del doble Drukqs).

Más que llamativa la propuesta de Calefactor. Desrealizaciones le posiciona -en el buen sentido del término- como infrecuente diletante, al modo de otro individualista de polendas en esa franja liberada que es la electrónica nacional del nuevo siglo: Prado. Lo sugerente en Vásquez es que, pese a los grados mayúsculos de abstracción que alcanza, su alias no prescinde de la fibra emocional inherente a los referentes noventeros de pro. Ésa es la ventaja que por ahora le posiciona en lugar expectante.

Hákim de Merv

jueves, 19 de septiembre de 2024

Silvania: Aeolian / Nazca (A Maria Reiche)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 11 de septiembre de 2024.)

Próximo a acabarse octubre del ‘23, Mario Villayzan puso nuevamente en práctica aquello que condensa la sentencia “la rutina de lo imprevisible”. En promedio, había trascurrido un año desde el lanzamiento de Banda Sonora Para Cometas Y Halos Lunares, pese a lo cual el único integrante  fijo  de  la  saga  Silvania  sometía a consideración  todo un nuevo disco -con seguridad, el más extenso en la voluminosa discografía del célebre alias. También, el que más sutilmente contravenía los pronósticos sobre el derrotero a seguir en un futuro inmediato.

En efecto, Banda Sonora... se enfocó en las vertientes electrónicas alentadas por el otrora dúo, lo que inducía a especular en torno a un cambio de dirección respecto de Todos Los Astronautas Dicen Que Pasaron Por La Luna (‘21). ¿Bajo qué parámetros? Se pensaba que los mismos de Juniperfin (‘97), del Suprematiz EP (‘97), del Naves Sin Puertos (‘98). Aeolian reposiciona a Silvania como notorio habitante del planeta electro, sólo que afincado en el continente de donde es oriundo el ambient pop. Basta con empezar la reproducción del plástico para comprobarlo -el empuje vitalista de “Ella Es Un Arcoiris”, plasmado en maretazos de almíbar digital.

De allí en más, son muy pocas las ocasiones en que Mario prescinde del fuego que entregase The Blue Nile en los 80s, y que aquí cuenta ya con una tradición de cierta antigüedad (de Jardín Solar a Aural Noise, pasando por Dispositivo Sueños, Polvos Azules, Blind Dancers e incluso Ciëlo según qué jornadas). Podría hablarse de la espartana austeridad de “A Derek Jarman” (en memoria del recordado cineasta británico que filmase Jubilee y rodara videos para artistas como los Pistols, Pet Shop Boys o los Smiths). Podría sumársele asimismo la lírica ensoñación glacial que emana de “Felt (Saoirse)”. No mucho más, por no decir nada más, salvo quizá “Julia Song” y su liviano tono avant garde.

Utilizando elementos estéticos de otros territorios (sendos guiños al hit de Salvatore Adamo “Es Mi Vida” y al shoegazing en “Nuestra Historia”, al lado más diáfano de M83 en “Constelaciones”), apelando a tinturas flemáticas con que pintar la melancolía y la nostalgia invernales (“Canción Para Nadia”, “Elizabeth”), suprimiendo criteriosamente el empleo de secuencias para abrillantar las vírgulas infinitas del Cygnus Space o del Arp Solina (“Canción De Las Esferas”, “Aeolian (Aire Song)”)... Así logra el músico limeño diversificar el cariz de Aeolian, cuya duración rebasa los 79 minutos sin que el oído muestre signo alguno de fatiga.

Todo lo contrario. Es de agradecer el ambient pop facturado en esta entrega por Silvania, de plácidas ambrosías etéreo-electrónicas (“Sinestesia-Oyendo Los Colores”), de prístinas reverberaciones que arramblan el oscuro vacuus interestelar (“Celeste Dice”), de melodiosos soundvenirs (“Felt...”) y sidéreas resonancias celestiales (“Solina - Melancolía”). Resulta fútil arriesgar ahora pronósticos, por dos razones. La primera es que Aeolian ya tiene sucesor, de más bien corto minutaje. y la segunda, es que permite éste vislumbrar en Mario un pathos que prefiere moverse priorizando el momento y la intuición por encima de la planificación y la razón.

Para la quincena de mayo, Silvania da a conocer a través de su cuenta en BandCamp un artefacto a medio camino entre mini-álbum y largo. Igualmente por intercesión de Celeste Discos, la nueva rodaja presume su naturaleza admirativa desde el título. Nazca (A Maria Reiche) es -como también ocurre con la homónima identidad paralela de Miguel Ángel Elescano (DJ Locopro)- el homenaje personal de Villayzan a la fallecida científica alemana, que consagró su vida al estudio de las famosas líneas prehispánicas sitas en Ica.

En este conciso volumen (poco más de media hora), Mario siembra y favorece una variedad de ambient pop a la que se le siente bastante cercana a la IDM noventera. Algo así como un híbrido entre el mejor Dreams On Board (el de Wishes, ‘15) y el intelligent techno de calado intermedio (LFO, B-12, Locust). Bajo determinadas condiciones, la antedicha cruza puede sentirse más cómoda acercándose a la accesibilidad melódica (“Reiche”) o aproximándose a las geométricas complejidades de la electrónica post rave (“Otra Luna . Desde El Cielo”). Una oscilación nunca lo suficientemente extrema como para privarse de anclas que le retengan en campo contrario (“El Astronauta” incluso se permite coquetear con la lúdica circular del drum’n’bass).

Abriendo la segunda mitad de Nazca..., “Colibrí” saca chapa de outtake repescado de las sesiones de grabación de Aeolian. Aquí, sin embargo, lo que suena es un theremin vagabundeando sin cesar por estratos superiores del pentagrama -casi cósmicos. En idénticas coordenadas se plantea “Nazca Song”, que reemplaza al instrumento de origen ruso por los Arp Odissey y los Ocean Swift, los Dx 7 y los Cs 80 Yamaha, habituales todos ellos en el opus previo. De otro lado, ubícase “Maria Dice” bajo el mismo signo que “El Astronauta”, volviendo al redil del ambient pop transfigurante. Diferente, pero en cierto modo parecido: aunque el track no dispone de un soporte de estructura secuenciada, el lugar de éste es ocupado por tintineantes teclados que hacen levitar la melodía entera, suspendiéndola entre esos mundos que ahora surca Silvania.

Con Nazca (A Maria Reiche), cuyas composiciones registradas el año pasado samplean a la erudita germana a destajo, conmemorando así los 120 años de su nacimiento; queda manifiesto aquello del modus operandi intuitivo, que obra a partir del temperamento y de la disposición anímica del aquí y del ahora. Ésa es mi impresión final, concerniente cuando menos a estos trabajos: como sucediera en su momento con los estetas Vinny Reilly (The Durutti Column) y Michael Rother (ex Neu!), Mario parece haber encontrado su propio espacio más allá del nombre de Silvania y el prestigio/peso que comporta. En adelante, tal vez no hayan tantas novedades como antaño, cualitativamente hablando, si bien eso no tiene por qué opacar el fulgor de cada nuevo parto por acaecer.

Hákim de Merv

jueves, 28 de diciembre de 2023

Mongo No Stars: Lowlitio // Alunaki: Alunaki // Ionaxs: Antotipia EP / Portrait In The Postcard

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 20 de diciembre de 2023.)

Tras la impresionante entrada que le significó Neofhyte Miscellanea, coronándose en mi opinión como mejor largo nacional de 2021, le ha tomado un par de años a Mongo No Stars reintegrarse a la carrera en que participan las agrupaciones independientes de nuestro siempre vilipendiado Perú. No a esa carrera por competir entre sí para ver quién llega primero a diciembre, ciertamente, sino a una de mucho más largo aliento y complejidad -aquella en pos de la constancia y de la sostenibilidad estéticas. No se trata ahora, pues, de cortar nuevamente rabo y orejas.

Así las cosas, ¿qué ha pretendido hacer el anónimo músico parapetado tras las siglas MNS con Lowlitio? Lo primero que podría argüir es que ha pugnado por implementar una deconstrucción del propio debut. ¿Con qué propósito? Ni idea. Tal cual sucediese en ...Miscellanea, el prologal “Endless Fray” falla como antesala de aquello de lo que se ocupa este segundo capítulo: techno beat, ambient, avant garde en clave de new glitch, piano de inspiración clásica... No todos esos sonidos lograrán continuación en el resto del trip, y los que sí, verán constantemente trastocadas sus proporciones.

En consecuencia, Mongo No Stars vuelve a entonarse con una segunda pista. El acid house de “The Brain Of Our Species”, próximo a convertirse en IDM cristalino gracias a hardware de barroquismo Hi-NRG, recupera el output primigenio del proyecto (al cual todos/as éramos afectos/as). Este ímpetu, empero, se da de narices con el de “Untitled A”; construido sobre bases synth próximas a mutar en proto new beat o EBM, e inoculadas de house y de techno. No son extrañas al alias estas sonoridades, pero aquí lucen excesivamente esquematizadas, sin el protagonismo de las variables presentes durante Neofhyte... -y que hacían de éste un exquisito cóctel báquico.

A partir de “Shark”, Lowlitio encuentra un poco más de orden. Bifronte, qué remedio. En una esquina, canales que se apegan más a la EBM que a la IDM, sin adaptarse del todo a la consabida tímbrica distópica de la primera: el notorio acento tribal de “Shark”, el reverso que le supone el cerebral “La Mente Es Un Cubo”, el ulterior “Sad Ocean Song”, el ominoso maquinalismo de “Untitled 23”. En otra esquina, creaciones que se sienten más cómodas a la vera de la IDM que a la de la EBM, sin renunciar a la permisividad respecto de la segunda: la dionisíaca “Pill Time For Locos II Remix” (que emula los “riffs sintéticos” del soundtrack de The Terminator), la heterodoxia Warp de “Let Rat Eat Each Other” (con extra de sutil ¿techno trax?), la ya mencionada “The Brain...”.

Los dos vértices restantes del cuadrilátero se reservan para sendos surcos que no se ajustan a ninguno de los perfiles antes explicitados. El más atípico resulta siendo el de programaciones y tesitura claramente rocktrónicas, big beat en regla que ya podría haber firmado Theremyn_4: “Tigh Rope”. No menos sorprendente es el otro, el único de toda la travesía que obtiene plausible equilibrio oponiendo su herencia new beat a su contraparte intelligent techno: “Essen”, el híbrido soñado.

Artefacto extraño este Lowlitio. Aunque se robustece de los mismos nutrientes que NM, se le siente... No, ES más disperso y desordenado que su antecesor, del que se echa de menos la primorosa cohesión exhibida y el sentido del timing. Si le alcanza, débese principalmente a dos peculiaridades: la colección de sampleos que acredita Mongo No Stars (Reservoir Dogs en “Untitled 23” y Scarface en “Pill Time...” los más reconocibles, ambos curiosamente gansteriles referencias cinéfilas) y el hecho de tener todos los tracks un desenlace apresuradamente brumoso.

Era un reto tomado de manera muy personal por Raúl Begazo publicar, antes de que acabe el ‘23, un tercer episodio de su unipersonal Alunaki. Contra viento y marea, éste aparece disponible online el 11 de noviembre, exponiendo algunos puntos flacos en cuanto a forma y a contenido. De lo último puede dar fe la performance del arequipeño como cantante: siendo “Flores De Cáctus” (sic) el prototipo más acabado de la modulación vocal a que debe aspirar, en el resto de sus pares no-instrumentales la voz trasgrede el canon que a ella reserva el shoegazing.

Y en lo que atañe a la forma, la fotografía del álbum luce un tanto opaca. No es éste, impecable, el que presenta problemas, sino su aspecto: por mucho que los números hayan sido esmeradamente construidos, e insuflados de un brillo augusto, no puedo evitar sentir un tamiz entre ellos y yo -como si se hubiese añadido interpuesta una capa de jaspe, que impide a la epónima rodaja refulgir como debiera.

Finalicé el penúltimo párrafo aludiendo al género de Slowdive y de Medicine. Formulados ya mis reparos para con Alunaki, debo añadir que éste se zurra en todas las predicciones habidas y por haber. A inicios del año, en comentario algo tardío dedicado a Sueño Ameba, descartaba cualquier posible vuelta en U para esta faceta de Raúl. Nueve meses después, el mistiano me cierra la boca regresando a las cuencas que recorriese en su primerísimo Telescopio. O mejor dicho, a la principal de ellas. Queda de lado, entonces, el tripgaze que momentáneamente rozó SA.

Plus: es en el dream pop donde al pundonoroso guitarrista se le siente como pez en el agua. Abre la carrera “Misantropía”, con una eléctrica incandescente y ululante que inequívocamente remite al baggy clásico -y en muchísima menor medida al post punk. Aunque otros rounds del CD van en la misma senda, en ninguno de ellos reeditan las seis cuerdas la brutal intensidad del arranque, si bien consiguen éstos emulsionar apropiadamente la fórmula ruido + melodía. Uno de ellos es “WiGa”, de tesitura bastante más reposada debido a la implementación de dosis precisas de templanza y de melancolía: sus facciones cogitabundas me hacen pensar en Half String y el arte que éstos cultivaron gracias a la cualidad espectral que emanaba de sus puentes. Otro arquetipo de aplicado apego al ruido angélico de arte y ensayo es “Tu Luz”, viñeta de resplandecientes crepúsculos ensangrentados. Y una tercera muestra es “Flores De Cáctus”, apacible euritmia de calculados vendavales distorsivos.

Bajo estos patrones “modélicos”, se encuadran los demás temas de Alunaki. A veces, forzando los límites hacia capas atmosféricas dominadas por el bliss (el seráfico “1978”), a veces priorizando las artificiales secuencias sintetizadas (“Puertas Cerradas”), a veces burilando faenas perfectas en ejecución y método (“Recuerdos Olvidados”). Pese a poder equipararse el recorrido en-constante-cambio de este trabajo al de los quiebres de ángulo que ofrece una montaña rusa, lo concreto es que no abandona ni un minuto el formato ethereal noise -apelando en tal sentido a las vertientes de sus diferentes avatares: Seely, Pale Saints, Kitchens Of Distinction, Mellonta Tauta, Chimera, Guitar...

Como no podía ser de otro modo, el colofón lo rubrica un corte plácido, nostálgico, de percusiones mínimas. En “Calma”, la eléctrica se desliza elegante, sobria, taciturna. Ello no impide que su epílogo suba decibeles hasta convertirle en iterativo arrebato noise de intempestivo KO. Instrumental, para más señas.

A título de adelanto a lo que sería su nuevo plástico, sexto en una andadura que ya ha cumplido las dos décadas, el 28 de septiembre pasado Ionaxs edita el Antotipia EP. Empacados para descarga gratuita, sus cuatro asaltos pueden tomarse ahora como zona ecuatorial entre la obra solista anterior de Jorge Rivas O’Connor y la más reciente placa. ¿Acercándose o alejándose de ésta? Muy buena pregunta, ya que existen argumentos tanto para afirmar una cosa como la otra.

El propio extended describe una suerte de loop, ya que el telón arriba que supone “Estamos Jugando En El Jardín” y la postrera luz de “Antotipia” despliegan sendas manifestaciones de una ars electronica suspendida entre el ambient encrespado de ruido y el drone digital desgajado a partes iguales por la abstracción y la eufonía. Uno y otro por igual me dejan pensando cuánto pesa todavía sobre las huestes de avanzada la influencia del que fuera considerado el mejor disco electrónico de los 90s gestado en España: Naves Sin Puertos (‘98), de nuestros amados Silvania.

No hay loop, por supuesto, sin movimiento orbicular; y éste corre por cuenta de “Con Los Restos De La Lumbrera” y “Mientras Florece En El Invierno”. Sin evitar participar de la génesis descrita en líneas anteriores, toman cierta distancia para acercarse al multicolor electrogaze de estos tiempos: mucho ludismo, reflejado en el aliento entrecortado de sus patrones texturales, abriendo las puertas de la distorsión sin renunciar a los bpms. El agraciado efecto conjura rizadas/onduladas imágenes teñidas de tonos burdeos, como desenfocadas a través de algún filtro líquido.

¿Sería otra mi perspectiva si hubiera escuchado antes el EP y semanas después el novísimo Portrait In The Postcard? Imposible adivinarlo ya. De ahí la necesidad de recurrir a la figura de un “territorio neutral” para esbozar la anatomía de este Antotipia. Funciona, eso sí, como apropiado entremés de cara al siguiente paso en la carrera de Ionaxs; con el literario guiño extra del breve cuarteto poético que proponen los nombres del menú si se les lee juntos: “Estamos Jugando En El Jardín”, “Con Los Restos De La Lumbrera”, “Mientras Florece En El Invierno", “Antotipia” -o la técnica fotográfica fundamentada en la capacidad fotosensible de algunos pigmentos vegetales, responsables de la coloración de las plantas.

Y hete aquí que un día volvió Rivas a tamaño 33 rpm. La última movida similar había sido Amuki (‘20), inasible y compleja dado su leitmoiv fúnebre y conmemorativo. Tras pausa de tres años y muchas colaboraciones estelares, Ionaxs da un paso adelante en su devenir como acto individualista, lo que no necesariamente le posiciona en nivel inédito. Al menos no en un 100%.

Me explico. Con el antecedente inmediato de Antotipia aún fresco, estaba listo para que Portrait In The Postcard sacara lote en cualquiera de tres escenarios posibles: el similar al del extended, el que ahondase en lo que éste prometía, el que virase en redondo de vuelta al clásico Ionaxs. Pero mentiría si dijera que no estaba predispuesto a esperar que aconteciera lo segundo -una consolidación/profundización en la ruta sindicada por el EP. Eso fue lo que finalmente encontré (¿o quise encontrar?).

Con denominación tan indiciaria como la suya, desde el primer minuto “Arrebol” me hizo recordar la acuosa serenidad de Sukha, el mejor disco del colectivo Puna -que Rivas integra- y uno de los hitos independientes de 2019. En el mismo sino que el segundo esfuerzo conceptual de la mancha “puneña”, su enyunte de sintetizadores, efectos y software anuncia mezclas más volátiles y copiosas de paradigmas como los representados por Main y My Bloody Valentine. Subraya asimismo “Arrebol” las obvias diferencias con Sukha: la falta del pulso percusivo inconfundible que confiere un baterista real (Leko López) y su pigmentación de otro orden. Ambas características se ven confirmadas por “Nublar”, de espaciosas/oceánicas atmósferas que optan por tintes granates y cuya distendida programación soslaya medianamente esa ausencia. También “Aquí Quedan Tus Postales” confirma dicha apuesta, con su calmosa aura 50/50 electrogaze y ethereal glitch, y su invocación de matices enraizados en el rojo.

Sin obviar el talante general del volumen, entre “Bromo” y “Líquido Digital” se ensimisma Jorge en viajes más arduos, desprovistos de la deliciosa miel bermeja/bermellón que colmaba la primera parte. Aquí ganan el pulseo la electrónica contemplativa, el ambient aguzado, los beats menguantes (o la falta de ellos). Una terna en que las calologías se dispersan/disocian, dando paso a resonantes pasajes senescentes que así y todo cuentan historias de arroyos y de escarlatas, de puquios y de carmesíes. Posteriormente, llegamos a “Donde Nace Brillo”, que podría catalogarse como el lunar pero también como el “área de descanso” del acetato; por cuanto implica un regreso del Ionaxs netamente digital, IDM, post rave, rep(l)icante -con todo, conectado a la nueva aventura.

Para “Cueva De Ánimas”, retornan renovados a escena esos beats del primer segmento que se esforzaban en reemplazar a las baquetas “orgánicas”, por lo que se trata de la parada más jazzy de Portrait In The Postcard. Finaliza éste regresando a sus primeros estadios, donde el shoegazing “binario” y el glitcheo de celestial bienaventuranza convivían en líquida y sosegada comunión. Primero, con la perenne declinación del fugaz “Perfecto Error”. Luego, con la imponente “Infusa”, de épicos ribetes: secuencias invencibles de rossos tiznes, salpicadas de guitarras etereoespaciales, invadidas de ruido hecho glitch y de distorsión domeñada a propósitos afiligranados. El corolario idóneo para un opus que reinterpreta los descubrimientos del Puna más interesante a través de cárdenas lumbres, el último candidato a mejor larga duración del ‘23.

Hákim de Merv

jueves, 14 de septiembre de 2023

Seven 7'' // DJ Locopro: Human Music

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 6 de septiembre del 2023.)

En el background general de la música pop, la figura del single doble es rarísima, mucho más que la del extended play doble. Si algo tienen uno y otro en común, ello es una justificación conceptual no siempre impertérrita. Quizá el ejemplo más célebre del doble EP es el que diera lugar posteriormente al disco Magical Mystery Tour (‘67) de The Beatles. En cuanto al doble 7’’, la primera vez que supe de su existencia fue gracias al 45 r.p.m. de Japan “Gentlemen Take Polaroids” (‘80), insólitamente presentado como díptico. Aunque de seguro hay antecedentes más antiguos.

Cerca de dos meses atrás, Chip Musik Records lanzó el sencillo de nombre Seven, editando por separado el lado A (13/7) y el lado B (16/7). Salvo el buen tino que ha presidido la elección de participantes en la sucinta jornada doble, lo que de paso también me faculta a hablar de algo así como un 6-way split, no capto ninguna idea subyacente a cada “cara” del single. Eso sí, cumple Seven con ilustrar los principales méritos de la discográfica (si bien de manera demasiado efímera para mi gusto).

El lado A de Seven empieza con Aloysius Acker -y, considerando las coordenadas de los cinco actos que le suceden, puedo decir que no hubo mejor lugar en donde ubicarle. El nom de guerre de José Rodríguez deambula entre el shoegazing próximo al bliss pop y el post rock de facciones etéreas. Henchida de texturas poco menos que seráficas, la pieza “Esta Sombra Que Cae Del Ruido De Tus Pasos” no sólo se condice con el perfil que retrata este filón del músico, sino que corrobora la buena forma en que se mantiene. Le siguen Siam Liam y Ionaxs, sendos cultores IDM clásicos del sello, inusualmente presos de una inflamada heterodoxia durante sus performances. El primero se sirve de una melodía de ambient acuoso rodeada de dosis exactas de intelligent techno/deconstruida con beats que guiñan a la distancia al drum’n’bass (“Mar Cuántico O Fluctuaciones Del Vacío”). En cambio, Ionaxs -Ion Axs, para la ocasión- cose IDM epiléptico y entrecortado a secuencias de raigambre downtempo (“Haz De Iones”, nimbada por enaltecidas frecuencias vibratorias).

Seven da inicio a su lado B con fichaje de estreno en la nómina Chip -Paititi. El novísimo seudónimo de Óscar Cireneo (Semilla Galáctica/Galactic Seed) nos obsequia en “Tagmatron” una polimórfica exhibición de autechrismos circa Tri Repetæ (‘96) y de esa agitación intrínseca al subgénero braindance en sus horas de inspirada ebullición. Tras el surco, se posicionan Mongo No Stars y Troek. El segundo es otro chaplín debutante en los bits de la label, aunque detrás suyo están dos viejos conocidos: Jorge Rivas (Ionaxs, Puna, Philkophillips) y Alfonso Noriega (El Otro Infinito, Prados Perfectos, Puna). “Primer Mensaje Desde La Niebla” es un ventarrón huracanado de ruido digital, que se ve progresivamente invadido por restallantes programaciones de nerviosa electrónica.

Mongo No Stars, por otra parte, es ya una revelación confirmada; fogueada en compilaciones de las series ‘Lego’ y ‘Trasmisores’, y cuyo primigenio Neofhyte Miscellanea se erigió como el mejor álbum perucho del ‘21. El proyecto se esmera en mitigar todas las salientes producidas por la robusta mezcla entre acid techno y ambient house que esgrime, aditando elementos intelligent e incluso EBM, consiguiendo así abastecer a “Tigh Rope” de una gran capacidad de fuego de cara al dancefloor. Admito que a prima facie la noción de un single doble no concitaba mucho mi atención. Los resultados obtenidos por Seven me conminan a reconocer la nulidad de esa temprana sugestión.

Para su nuevo capítulo bajo la identidad que más ha hecho suya frente a las escenas independientes, Miguel Elescano propone una suerte de tratado abstracto sobre algunos de los géneros electrónicos de obvia filiación noventera. A tal efecto, el limeño no discrimina entre vieja y nueva escuela, por lo que Human Music reditúa la incómoda sensación de querer sonar omniabarcante y errar en el intento -aunque no sea ése su objetivo.

En “In The Light”, por ejemplo, DJ Locopro hace rugir los motores con que siempre coge velocidad y vuelo -los del house y del techno. Pero el trote del tema de apertura es suave, cansino, a despecho de la alta tensión que muge a través de las ensordecedoras líneas de acompañamiento. Algo similar sucede al reproducirse el track epónimo del esférico (si bien se prescinde de osamenta rítmica). Esta parsimonia choca con la presteza de composiciones como “New Creature” o “Nuclear Pop” -respectivamente demostraciones del vertiginoso tech house de-ascendencia-Roland TR-808 que fascina al capitalino, y del fracturado jungle con que éste difumina nubarrones y sirenas.

Otro ejemplo de diversidad es “Sweet Poison”, que paulatinamente se va acercando al trip hop, sin llegar nunca a sumergirse del todo en el sonido bristoliano. Ello, pese a la presencia de la japonesa Coppé y de ¿esa colaboración? ¿ese sampleo? a lo Horace Andy que más parecido, imposible. Y no podía faltar el guiño a aquellas dialécticas digitales marca 90s que basculan entre el lo fi y el no fi, que pueden ser angélicas y dulces como asimismo áridas y punzantes -que son todo atmósferas y efectos, sin rastro de programación o secuencia. En este último cajón incluyo a “Coming Home” y a “Dios Es Luz”.

El balance es un poco disparejo, entonces. No porque falte oficio, o porque Human Music tienda a disgregarse en variedad de impresiones que divergen unas de otras. No. En Everything Is Wrong (‘94), Moby probó que se podía ser exageradamente versátil y aún así permanecer a flote con circunspección y solvencia. El problema es que los canales mismos carecen de mayores brillos: no destacan por características propias, una vez descifrada su posología, y en honor a la verdad lucen bastante inanes todos ellos. Ni siquiera esa excepción a la tácita regla de base 9 que es “Aunque Los Perros Ladren”, synth pop fondeado en los 80s, escapa de la imperante aura de inercia. Así, se torna difícil matizar un largo al que le es imposible avanzar más allá de la categoría “regularón, nomás”.

Hákim de Merv