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jueves, 28 de diciembre de 2023

Mongo No Stars: Lowlitio // Alunaki: Alunaki // Ionaxs: Antotipia EP / Portrait In The Postcard

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 20 de diciembre de 2023.)

Tras la impresionante entrada que le significó Neofhyte Miscellanea, coronándose en mi opinión como mejor largo nacional de 2021, le ha tomado un par de años a Mongo No Stars reintegrarse a la carrera en que participan las agrupaciones independientes de nuestro siempre vilipendiado Perú. No a esa carrera por competir entre sí para ver quién llega primero a diciembre, ciertamente, sino a una de mucho más largo aliento y complejidad -aquella en pos de la constancia y de la sostenibilidad estéticas. No se trata ahora, pues, de cortar nuevamente rabo y orejas.

Así las cosas, ¿qué ha pretendido hacer el anónimo músico parapetado tras las siglas MNS con Lowlitio? Lo primero que podría argüir es que ha pugnado por implementar una deconstrucción del propio debut. ¿Con qué propósito? Ni idea. Tal cual sucediese en ...Miscellanea, el prologal “Endless Fray” falla como antesala de aquello de lo que se ocupa este segundo capítulo: techno beat, ambient, avant garde en clave de new glitch, piano de inspiración clásica... No todos esos sonidos lograrán continuación en el resto del trip, y los que sí, verán constantemente trastocadas sus proporciones.

En consecuencia, Mongo No Stars vuelve a entonarse con una segunda pista. El acid house de “The Brain Of Our Species”, próximo a convertirse en IDM cristalino gracias a hardware de barroquismo Hi-NRG, recupera el output primigenio del proyecto (al cual todos/as éramos afectos/as). Este ímpetu, empero, se da de narices con el de “Untitled A”; construido sobre bases synth próximas a mutar en proto new beat o EBM, e inoculadas de house y de techno. No son extrañas al alias estas sonoridades, pero aquí lucen excesivamente esquematizadas, sin el protagonismo de las variables presentes durante Neofhyte... -y que hacían de éste un exquisito cóctel báquico.

A partir de “Shark”, Lowlitio encuentra un poco más de orden. Bifronte, qué remedio. En una esquina, canales que se apegan más a la EBM que a la IDM, sin adaptarse del todo a la consabida tímbrica distópica de la primera: el notorio acento tribal de “Shark”, el reverso que le supone el cerebral “La Mente Es Un Cubo”, el ulterior “Sad Ocean Song”, el ominoso maquinalismo de “Untitled 23”. En otra esquina, creaciones que se sienten más cómodas a la vera de la IDM que a la de la EBM, sin renunciar a la permisividad respecto de la segunda: la dionisíaca “Pill Time For Locos II Remix” (que emula los “riffs sintéticos” del soundtrack de The Terminator), la heterodoxia Warp de “Let Rat Eat Each Other” (con extra de sutil ¿techno trax?), la ya mencionada “The Brain...”.

Los dos vértices restantes del cuadrilátero se reservan para sendos surcos que no se ajustan a ninguno de los perfiles antes explicitados. El más atípico resulta siendo el de programaciones y tesitura claramente rocktrónicas, big beat en regla que ya podría haber firmado Theremyn_4: “Tigh Rope”. No menos sorprendente es el otro, el único de toda la travesía que obtiene plausible equilibrio oponiendo su herencia new beat a su contraparte intelligent techno: “Essen”, el híbrido soñado.

Artefacto extraño este Lowlitio. Aunque se robustece de los mismos nutrientes que NM, se le siente... No, ES más disperso y desordenado que su antecesor, del que se echa de menos la primorosa cohesión exhibida y el sentido del timing. Si le alcanza, débese principalmente a dos peculiaridades: la colección de sampleos que acredita Mongo No Stars (Reservoir Dogs en “Untitled 23” y Scarface en “Pill Time...” los más reconocibles, ambos curiosamente gansteriles referencias cinéfilas) y el hecho de tener todos los tracks un desenlace apresuradamente brumoso.

Era un reto tomado de manera muy personal por Raúl Begazo publicar, antes de que acabe el ‘23, un tercer episodio de su unipersonal Alunaki. Contra viento y marea, éste aparece disponible online el 11 de noviembre, exponiendo algunos puntos flacos en cuanto a forma y a contenido. De lo último puede dar fe la performance del arequipeño como cantante: siendo “Flores De Cáctus” (sic) el prototipo más acabado de la modulación vocal a que debe aspirar, en el resto de sus pares no-instrumentales la voz trasgrede el canon que a ella reserva el shoegazing.

Y en lo que atañe a la forma, la fotografía del álbum luce un tanto opaca. No es éste, impecable, el que presenta problemas, sino su aspecto: por mucho que los números hayan sido esmeradamente construidos, e insuflados de un brillo augusto, no puedo evitar sentir un tamiz entre ellos y yo -como si se hubiese añadido interpuesta una capa de jaspe, que impide a la epónima rodaja refulgir como debiera.

Finalicé el penúltimo párrafo aludiendo al género de Slowdive y de Medicine. Formulados ya mis reparos para con Alunaki, debo añadir que éste se zurra en todas las predicciones habidas y por haber. A inicios del año, en comentario algo tardío dedicado a Sueño Ameba, descartaba cualquier posible vuelta en U para esta faceta de Raúl. Nueve meses después, el mistiano me cierra la boca regresando a las cuencas que recorriese en su primerísimo Telescopio. O mejor dicho, a la principal de ellas. Queda de lado, entonces, el tripgaze que momentáneamente rozó SA.

Plus: es en el dream pop donde al pundonoroso guitarrista se le siente como pez en el agua. Abre la carrera “Misantropía”, con una eléctrica incandescente y ululante que inequívocamente remite al baggy clásico -y en muchísima menor medida al post punk. Aunque otros rounds del CD van en la misma senda, en ninguno de ellos reeditan las seis cuerdas la brutal intensidad del arranque, si bien consiguen éstos emulsionar apropiadamente la fórmula ruido + melodía. Uno de ellos es “WiGa”, de tesitura bastante más reposada debido a la implementación de dosis precisas de templanza y de melancolía: sus facciones cogitabundas me hacen pensar en Half String y el arte que éstos cultivaron gracias a la cualidad espectral que emanaba de sus puentes. Otro arquetipo de aplicado apego al ruido angélico de arte y ensayo es “Tu Luz”, viñeta de resplandecientes crepúsculos ensangrentados. Y una tercera muestra es “Flores De Cáctus”, apacible euritmia de calculados vendavales distorsivos.

Bajo estos patrones “modélicos”, se encuadran los demás temas de Alunaki. A veces, forzando los límites hacia capas atmosféricas dominadas por el bliss (el seráfico “1978”), a veces priorizando las artificiales secuencias sintetizadas (“Puertas Cerradas”), a veces burilando faenas perfectas en ejecución y método (“Recuerdos Olvidados”). Pese a poder equipararse el recorrido en-constante-cambio de este trabajo al de los quiebres de ángulo que ofrece una montaña rusa, lo concreto es que no abandona ni un minuto el formato ethereal noise -apelando en tal sentido a las vertientes de sus diferentes avatares: Seely, Pale Saints, Kitchens Of Distinction, Mellonta Tauta, Chimera, Guitar...

Como no podía ser de otro modo, el colofón lo rubrica un corte plácido, nostálgico, de percusiones mínimas. En “Calma”, la eléctrica se desliza elegante, sobria, taciturna. Ello no impide que su epílogo suba decibeles hasta convertirle en iterativo arrebato noise de intempestivo KO. Instrumental, para más señas.

A título de adelanto a lo que sería su nuevo plástico, sexto en una andadura que ya ha cumplido las dos décadas, el 28 de septiembre pasado Ionaxs edita el Antotipia EP. Empacados para descarga gratuita, sus cuatro asaltos pueden tomarse ahora como zona ecuatorial entre la obra solista anterior de Jorge Rivas O’Connor y la más reciente placa. ¿Acercándose o alejándose de ésta? Muy buena pregunta, ya que existen argumentos tanto para afirmar una cosa como la otra.

El propio extended describe una suerte de loop, ya que el telón arriba que supone “Estamos Jugando En El Jardín” y la postrera luz de “Antotipia” despliegan sendas manifestaciones de una ars electronica suspendida entre el ambient encrespado de ruido y el drone digital desgajado a partes iguales por la abstracción y la eufonía. Uno y otro por igual me dejan pensando cuánto pesa todavía sobre las huestes de avanzada la influencia del que fuera considerado el mejor disco electrónico de los 90s gestado en España: Naves Sin Puertos (‘98), de nuestros amados Silvania.

No hay loop, por supuesto, sin movimiento orbicular; y éste corre por cuenta de “Con Los Restos De La Lumbrera” y “Mientras Florece En El Invierno”. Sin evitar participar de la génesis descrita en líneas anteriores, toman cierta distancia para acercarse al multicolor electrogaze de estos tiempos: mucho ludismo, reflejado en el aliento entrecortado de sus patrones texturales, abriendo las puertas de la distorsión sin renunciar a los bpms. El agraciado efecto conjura rizadas/onduladas imágenes teñidas de tonos burdeos, como desenfocadas a través de algún filtro líquido.

¿Sería otra mi perspectiva si hubiera escuchado antes el EP y semanas después el novísimo Portrait In The Postcard? Imposible adivinarlo ya. De ahí la necesidad de recurrir a la figura de un “territorio neutral” para esbozar la anatomía de este Antotipia. Funciona, eso sí, como apropiado entremés de cara al siguiente paso en la carrera de Ionaxs; con el literario guiño extra del breve cuarteto poético que proponen los nombres del menú si se les lee juntos: “Estamos Jugando En El Jardín”, “Con Los Restos De La Lumbrera”, “Mientras Florece En El Invierno", “Antotipia” -o la técnica fotográfica fundamentada en la capacidad fotosensible de algunos pigmentos vegetales, responsables de la coloración de las plantas.

Y hete aquí que un día volvió Rivas a tamaño 33 rpm. La última movida similar había sido Amuki (‘20), inasible y compleja dado su leitmoiv fúnebre y conmemorativo. Tras pausa de tres años y muchas colaboraciones estelares, Ionaxs da un paso adelante en su devenir como acto individualista, lo que no necesariamente le posiciona en nivel inédito. Al menos no en un 100%.

Me explico. Con el antecedente inmediato de Antotipia aún fresco, estaba listo para que Portrait In The Postcard sacara lote en cualquiera de tres escenarios posibles: el similar al del extended, el que ahondase en lo que éste prometía, el que virase en redondo de vuelta al clásico Ionaxs. Pero mentiría si dijera que no estaba predispuesto a esperar que aconteciera lo segundo -una consolidación/profundización en la ruta sindicada por el EP. Eso fue lo que finalmente encontré (¿o quise encontrar?).

Con denominación tan indiciaria como la suya, desde el primer minuto “Arrebol” me hizo recordar la acuosa serenidad de Sukha, el mejor disco del colectivo Puna -que Rivas integra- y uno de los hitos independientes de 2019. En el mismo sino que el segundo esfuerzo conceptual de la mancha “puneña”, su enyunte de sintetizadores, efectos y software anuncia mezclas más volátiles y copiosas de paradigmas como los representados por Main y My Bloody Valentine. Subraya asimismo “Arrebol” las obvias diferencias con Sukha: la falta del pulso percusivo inconfundible que confiere un baterista real (Leko López) y su pigmentación de otro orden. Ambas características se ven confirmadas por “Nublar”, de espaciosas/oceánicas atmósferas que optan por tintes granates y cuya distendida programación soslaya medianamente esa ausencia. También “Aquí Quedan Tus Postales” confirma dicha apuesta, con su calmosa aura 50/50 electrogaze y ethereal glitch, y su invocación de matices enraizados en el rojo.

Sin obviar el talante general del volumen, entre “Bromo” y “Líquido Digital” se ensimisma Jorge en viajes más arduos, desprovistos de la deliciosa miel bermeja/bermellón que colmaba la primera parte. Aquí ganan el pulseo la electrónica contemplativa, el ambient aguzado, los beats menguantes (o la falta de ellos). Una terna en que las calologías se dispersan/disocian, dando paso a resonantes pasajes senescentes que así y todo cuentan historias de arroyos y de escarlatas, de puquios y de carmesíes. Posteriormente, llegamos a “Donde Nace Brillo”, que podría catalogarse como el lunar pero también como el “área de descanso” del acetato; por cuanto implica un regreso del Ionaxs netamente digital, IDM, post rave, rep(l)icante -con todo, conectado a la nueva aventura.

Para “Cueva De Ánimas”, retornan renovados a escena esos beats del primer segmento que se esforzaban en reemplazar a las baquetas “orgánicas”, por lo que se trata de la parada más jazzy de Portrait In The Postcard. Finaliza éste regresando a sus primeros estadios, donde el shoegazing “binario” y el glitcheo de celestial bienaventuranza convivían en líquida y sosegada comunión. Primero, con la perenne declinación del fugaz “Perfecto Error”. Luego, con la imponente “Infusa”, de épicos ribetes: secuencias invencibles de rossos tiznes, salpicadas de guitarras etereoespaciales, invadidas de ruido hecho glitch y de distorsión domeñada a propósitos afiligranados. El corolario idóneo para un opus que reinterpreta los descubrimientos del Puna más interesante a través de cárdenas lumbres, el último candidato a mejor larga duración del ‘23.

Hákim de Merv

jueves, 12 de agosto de 2021

Aeon Wave: Neo Synth And Dance Tracks From Lima’s Underground

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 4 de agosto del 2021.)

A pesar de registrarse en redes el 18 de enero del 2020 como la fecha en que inicia operaciones, se me hace complicado establecer la génesis de la plataforma Bestiario Collective. Probablemente el sello nace algún tiempo antes, y poco más de dos meses después sube a su cuenta oficial de BandCamp la primera referencia de catálogo -el sencillo “CYBERSLAVE2050”, de quien sospecho es el principal animador del proyecto, Benjamín Ubierna (a) Zpectrum. El single, no obstante, es anunciado como tercer lanzamiento; a partir del cual se han publicado básicamente 45s virtuales del antedicho individualista. Las únicas excepciones a esa ‘regla’ son el 7’’ “Uplifter Two” de SAIGG (25 de junio) y la compilación Aeon Wave: Neo Synth And Dance Tracks From Lima’s Underground (12 de febrero).

Las principales bondades de Bestiario son indisolubles de las de esa música electrónica que dominó las escenas más próximas al mainstream durante los primeros 90s: el sonido Detroit, el acid techno como primera reacción tras la llegada del género a las costas británicas, las (posteriores) variaciones minimal y ambient, el estilo Birmingham, un poco de hardcore breakbeat, todavía menos de acid house y new beat... Construcciones esencialmente instrumentales donde bombo, clap y hi hat se hermanan al abrigo de patrones 4/4; surcando tempos que van de los 120 a los 150 BPMs, buscando siempre encontrarse con Jack para elevarse a las alturas habitadas por The Shamen, Utah Saints y otros dioses del mismo panteón.

Si no ha sido ésa su intención explícita, Aeon Wave: Neo Synth And Dance Tracks From Lima’s Underground funge de presentación en sociedad para  la bisoña discográfica.  Lejos  de  enfocarse  en  los músicos que conforman la breve nómina de BC -no repesca ninguno de los tracks previamente difundidos-, la compilación convoca proyectos más o menos convergentes con su propuesta, mismos que ceden composiciones inéditas. Esos alias son Server, Blue Velvet, Theremyn_4 y FEM/BOT: los dos primeros colaboran con dos pistas cada uno, mientras que los dos últimos con una por testa. Esto, en lo referente a la primera mitad del disco -la segunda la integran remixes de los seis primeros canales, salvo en el caso de “¿Eres Tú Señor El Que Se Manifiesta?” de Server, que es remezclado en dos oportunidades.

El esférico lo abre Blue Velvet, es decir Noelia Cabrera (Kusama, Silveria) y Antonio Ballester (Server, Silvania). En “Funeral Dance” y “Space Army”, el synth pop del binomio resigna los rasgos minimales exhibidos en In Event Of Moon Disaster (2018) y se vuelca hacia las atmósferas avasalladas por la coldwave. Esta cualidad, sin embargo, es mitigada gracias al acabado entre reluciente y lujurioso que envuelve a ambas piezas. Tratamiento parecido reciben los dos aportes de Server -parecido, mas no idéntico. Si desde un principio el dúo de Ballester y Andrés Pérez se declaró fan del synth pop, el italo disco y la estética Hi-NRG; en “Gynoid” y “¿Eres Tú Señor El Que Se Manifiesta?” se ve afianzada su devoción por el sonido synth y vaporizado el feeling que le tenía al italo disco. En tanto, la variable de teclados llenos de energía casi chillona se manifiesta sólo a través de la apolínea “Gynoid”, mostrando “¿Eres Tú...?” el inopinado rostro dionisíaco, techno, casi EBM de Server.

Distintos a los anteriores son los caminos que trashuman tanto FEM/BOT como Theremyn_4. El primero, tercera dupla participante en Aeon Wave..., está formado por Oman Morí y la artista del theremin Silvana Tello -quien sorprendiese gratísimamente el año pasado con su estreno Circuito. Con FEM/BOT, que ha debutado hace poco en cassette gracias a Trilce Discos, vuelve la Tello a dejarme patitieso: un menestrón de post punk, no wave, kraut rock, synth, darkwave y gradaciones intermedias; recorridas en la resplandeciente “Bestiario” por algo más de cuatro minutos y medio. El segundo, Theremyn_4, practica un rework de “Chambi”; su clásico incluido en el inicial Fluorescente Verde En El Patio (2000). Fuera de remarcar la ornamentación étnica hasta grados sustantivos, no encuentro en la intervención de José Gallo mayor trascendencia.

Reproduciendo el orden en que figuran los seis primeros cortes, desfilan a pie juntillas sus correspondientes remixes, con la excepción de la remezcla extra de “¿Eres Tú Señor El Que Se Manifiesta?” (dispuesta al final a modo de bonus). Este tramo de Aeon Wave... hace hincapié en la supresión de los límites estilísticos que separan  los  subgéneros  electrónicos  cultivados  por la  troupé  de Bestiario Collective,  el  ideal  último  de  esta  mancha.  Así,  Zpectrum  y  Tuff Soul posicionan  sus remixes de “Funeral Dance”  y  “¿ETSEQSM?”  en   aguas  del hard techno,  colmados   de  secuencias  de  cariz  magnetofónico  y  precisión científica -hubieran puntuado más alto sin esos guiños al eurobeat tan popular durante la última década del siglo pasado, que a mí me resulta aún hoy indigesto. Mucho mejor paradas quedan las relecturas de “Bestiario” (Monoperpol, en plan minimal techno), de “Space Army” (Seb, espacioso y ralentizado acid, estilizado y lleno de color/calor) y de “Chambi 2021” (Qosmiqu, en depurada onda global bass).

Punto flojo del artefacto: las dos remezclas de Alejandro Cuestas, sumamente discretas. A “Gynoid” le borra todo lo que le hacía brillar, forzando una sucesión de breaks que pretende ser algo parecido al drum’n’bass pero que se queda lejos de concretar. A “¿ETSEQSM?” le rebaja la oscuridad que le circundaba a estándares de caricatura.

Hákim de Merv