(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 11 de septiembre de 2024.)
En efecto, Banda Sonora... se enfocó en las vertientes electrónicas alentadas por el otrora dúo, lo que inducía a especular en torno a un cambio de dirección respecto de Todos Los Astronautas Dicen Que Pasaron Por La Luna (‘21). ¿Bajo qué parámetros? Se pensaba que los mismos de Juniperfin (‘97), del Suprematiz EP (‘97), del Naves Sin Puertos (‘98). Aeolian reposiciona a Silvania como notorio habitante del planeta electro, sólo que afincado en el continente de donde es oriundo el ambient pop. Basta con empezar la reproducción del plástico para comprobarlo -el empuje vitalista de “Ella Es Un Arcoiris”, plasmado en maretazos de almíbar digital.
De allí en más, son muy pocas las ocasiones en que Mario prescinde del fuego que entregase The Blue Nile en los 80s, y que aquí cuenta ya con una tradición de cierta antigüedad (de Jardín Solar a Aural Noise, pasando por Dispositivo Sueños, Polvos Azules, Blind Dancers e incluso Ciëlo según qué jornadas). Podría hablarse de la espartana austeridad de “A Derek Jarman” (en memoria del recordado cineasta británico que filmase Jubilee y rodara videos para artistas como los Pistols, Pet Shop Boys o los Smiths). Podría sumársele asimismo la lírica ensoñación glacial que emana de “Felt (Saoirse)”. No mucho más, por no decir nada más, salvo quizá “Julia Song” y su liviano tono avant garde.
Utilizando elementos estéticos de otros territorios (sendos guiños al hit de Salvatore Adamo “Es Mi Vida” y al shoegazing en “Nuestra Historia”, al lado más diáfano de M83 en “Constelaciones”), apelando a tinturas flemáticas con que pintar la melancolía y la nostalgia invernales (“Canción Para Nadia”, “Elizabeth”), suprimiendo criteriosamente el empleo de secuencias para abrillantar las vírgulas infinitas del Cygnus Space o del Arp Solina (“Canción De Las Esferas”, “Aeolian (Aire Song)”)... Así logra el músico limeño diversificar el cariz de Aeolian, cuya duración rebasa los 79 minutos sin que el oído muestre signo alguno de fatiga.
Todo lo contrario. Es de agradecer el ambient pop facturado en esta entrega por Silvania, de plácidas ambrosías etéreo-electrónicas (“Sinestesia-Oyendo Los Colores”), de prístinas reverberaciones que arramblan el oscuro vacuus interestelar (“Celeste Dice”), de melodiosos soundvenirs (“Felt...”) y sidéreas resonancias celestiales (“Solina - Melancolía”). Resulta fútil arriesgar ahora pronósticos, por dos razones. La primera es que Aeolian ya tiene sucesor, de más bien corto minutaje. y la segunda, es que permite éste vislumbrar en Mario un pathos que prefiere moverse priorizando el momento y la intuición por encima de la planificación y la razón.
Para la quincena de mayo, Silvania da a conocer a través de su cuenta en BandCamp un artefacto a medio camino entre mini-álbum y largo. Igualmente por intercesión de Celeste Discos, la nueva rodaja presume su naturaleza admirativa desde el título. Nazca (A Maria Reiche) es -como también ocurre con la homónima identidad paralela de Miguel Ángel Elescano (DJ Locopro)- el homenaje personal de Villayzan a la fallecida científica alemana, que consagró su vida al estudio de las famosas líneas prehispánicas sitas en Ica.
Abriendo la segunda mitad de Nazca..., “Colibrí” saca chapa de outtake repescado de las sesiones de grabación de Aeolian. Aquí, sin embargo, lo que suena es un theremin vagabundeando sin cesar por estratos superiores del pentagrama -casi cósmicos. En idénticas coordenadas se plantea “Nazca Song”, que reemplaza al instrumento de origen ruso por los Arp Odissey y los Ocean Swift, los Dx 7 y los Cs 80 Yamaha, habituales todos ellos en el opus previo. De otro lado, ubícase “Maria Dice” bajo el mismo signo que “El Astronauta”, volviendo al redil del ambient pop transfigurante. Diferente, pero en cierto modo parecido: aunque el track no dispone de un soporte de estructura secuenciada, el lugar de éste es ocupado por tintineantes teclados que hacen levitar la melodía entera, suspendiéndola entre esos mundos que ahora surca Silvania.
Con Nazca (A Maria Reiche), cuyas composiciones registradas el año pasado samplean a la erudita germana a destajo, conmemorando así los 120 años de su nacimiento; queda manifiesto aquello del modus operandi intuitivo, que obra a partir del temperamento y de la disposición anímica del aquí y del ahora. Ésa es mi impresión final, concerniente cuando menos a estos trabajos: como sucediera en su momento con los estetas Vinny Reilly (The Durutti Column) y Michael Rother (ex Neu!), Mario parece haber encontrado su propio espacio más allá del nombre de Silvania y el prestigio/peso que comporta. En adelante, tal vez no hayan tantas novedades como antaño, cualitativamente hablando, si bien eso no tiene por qué opacar el fulgor de cada nuevo parto por acaecer.
Hákim de Merv
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