(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 1ero de febrero del 2023.)
LOS DISCOS PERUANOS DEL 2022 QUE NO ALCANCÉ A
RESEÑAR (II)
Apelar al oxímoron que es hoy la figura del “disco de transición” se ha convertido en arma de dos filos. Atrás quedaron las épocas en que se le tomaba como un comodín para evitar profetizar si la carrera de bandas o artistas estaba por dispararse o por descalabrarse. Actualmente se tolera todavía su uso, siempre que esté acompañado de la predicción de rigor. Mas, a pesar de ese descrédito, hay otras maneras en que esta frase puede aún validarse.
Al ser Sueño Ameba un álbum más versátil, resulta tentador chantarle la socorrida etiqueta “disco de transición”. Si ésta se le ajusta, no lo hace en un sentido ortodoxo. Para empezar, el músico arequipeño no revalida la hegemonía del shoegazing, sino que se postula más cerca del tripgaze macerado en sus días como miembro del dueto Paisaje 3. Más cerca, no “a la vera de”: el tripgaze que despliega Alunaki tiende a ser altamente permeable, flexible, dúctil. Obvio, hay momentos en que SA alcanza los estratos bristoliano-noisicos del memorable Sesión Invernal (2016), como la trilogía que ensamblan “Forever”, “Veneno” y “Agua”. Son muchos más, con todo, los episodios en que esa impronta abandona posiciones frente al avance de otras variables -o, simplemente, se lo toma con toda la calma del mundo.
Begazo confía el colofón a “La Orden Del Delfín”, gesta en plan electroacústico, prontamente invadida por rasgos que inclinan la balanza en favor del ethereal noise -voces susurrantes, feedback a granel, la guitarra recreando el plácido y agradable gancho pop que distingue al shoegazing... Un final que resarce al género en cuestión por lo pequeño que ha sido su papel en Sueño Ameba, sin augurarle U-turns en el horizonte de Alunaki. “Disco de transición” lo bastante heterodoxo como para no percibirse tal.
La placa florece y se fructifica en el sonido que ya anunciaba Chinese Park anteriormente. A saber: un indie pop presto y raudo, de melodiosos riffs, que no le hace ascos al punk ni mucho menos al hardcore de bajas revoluciones. Algo así como una fusión entre los canadienses Billy Talent y los extintos marilandeses de Velocity Girl. Según qué canciones, la agrupación elige dar preponderancia a una u otra tonalidad. La tradición indie usamericana es invocada en pasajes como el breve telón arriba de “El Repentino Despertar De La Consciencia” o “Creciente Y Lunático”. En la otra esquina, el añoso feeling punk gana contundente en “No Puedo Cambiar” y por cansancio en “Alt F4”, asomándose al término de ésta una desnuda eléctrica que remite a los Yo La Tengo más crepusculares.
Algunas voces han señalado una prehistoria emo en el devenir de Chinese Park. Si fue de esa guisa, actualmente no quedan rastros de ello. Ni siquiera en lo que se erige como punto medio “físico” y estético de MEDRC: tercero de cinco, “Días, Miedos” tributa por igual al indie, al pop y al punk. Aquí es, para más señas, donde mejor descuellan esas ardilosas guitarras melódicas de la mancuerna Flores-Arrieta. Bruñen éstas las presurosas curvas que el conciso artefacto recorre durante casi trece minutos. Agraciado debut con pie derecho, que edita efusiva la gente de Anti Rudo.
Nada más arrancar el año pasado, concretamente en Bajada de Reyes, el unipersonal despachó StArS EP. Más parecido a un mini-álbum, este fugaz interludio le permitió al limeño probar la inserción y reacciones de nuevos recursos en su dialéctica habitual, fundamentada en el hibridaje entre Detroit y Chicago. Es la que ofrece el extended, entonces, una versión más distendida del sonido Locopro. Una que, por un lado, consiente en que el ambient se inmiscuya un poco más de lo normal; mientras que, por otro lado, coquetea con el bouncing cuadradito y marcial de la apocalíptica EBM. Salvo “Nightin”, en la línea de capítulos anteriores, todo el contenido de StArS EP testimonia esa especie de hebefrenia sónica.
Existe otro factor a considerar, y ése es el empleo de secciones introductorias para cada composición (incluyendo “Nightin”, por supuesto). No son éstas necesariamente largas, aunque tengan esa pinta casi siempre, debido a que la musculatura tech-house que en secuencias, ornato y diseño de ambientaciones utiliza de continuo Locopro suele irrumpir desde el inicio mismo de las pistas. Así, “After”, “Diamantes”, “Lima Me Aniquila” o el round epónimo del mini-LP se ven en la necesidad de esperar unos cuantos segundos calentando motores, antes de que se produzca el verdadero despegue.
Algunas de las coartadas estilísticas expuestas hace unos renglones consiguen ramificarse hacia Tan Lejos, registro lanzado a fines de agosto y más susceptible de ser catalogado como extended -el formato visiblemente favorito del alias-, pero que sólo recibe esa denominación en la sumilla epilogal de BandCamp.
Lo que sí altera al modus operandi, y para bien, es una actitud abierta a integrar en la argamasa otro tipo de elementos, con el fin de robustecerla. Allí está el techno-beat de “Melancolía” y sus luminosas progresiones de software/hardware, que enmarcan el decimoquinto de los célebres Veinte Poemas De Amor Y Una Canción Desesperada (del aedo chileno Pablo Neruda). Allí, el techno-trax minimalista de “Space Mood”, que sin embargo permanece apolíneo -una de las cualidades inmutables del universo DJL.
Tan Lejos cierra con “Aldeana”, insólita pieza casi contemplativa de solemnes teclados, que repite como un mantra las palabras “llora un trágico azul”, extraídas del vallejiano poema del que recibe el nombre. Constato, en estos dos compactos, que Miguel Ángel no sólo busca evolucionar probando otros sabores, sino también que se inclina más por aquello que encuentra que por aquello que busca.
PELB EP salta a las calles como cassette en febrero del ‘22, aupado por The Horde Of Nebulah Records, label y distribuidora especializada en d-beat hardcore, punk, metal y rock’n’roll puro y maloliente; que inicia actividades en el ‘16 y cuya sede social se encuentra ubicada en el tradicional distrito de Pueblo Libre. Su radio de acción es global, felizmente. Dos ejemplos al azar: Reflejo Vomitivo (‘18) de los chilenos Trepanación y Decaying In Obscurity (‘20) de los nipones Anatomia. Siempre en modalidad tape.
Debería planearse una versión CD de Puñales En Los Bolsillos EP. Esta producción necesita más chamba de estudio que le otorgue mayor volumen a la voz, prácticamente ininteligible. Además, los tres primeros cortes -“In Front Of The Abyss”, “The Pallid Tongue”, “Pleito”- van entrelazados, pormenor que no sé si la manufactura en cinta observa. El video en YouTube se zurra en el detalle, y en BandCamp ocurre lo propio por defecto. Un poco más de chicha sobre el terceto en Kill The Zine número 5.
El accionar de Apnoea es arisco, casi montaraz. Desde las primeras notas de Radium EP, es innegable la hosquedad de registro elegida por el ignoto no-músico para revestir su output. “ACLS”, en efecto, tolera la metáfora de un zumbido atosigante tras sus primeros 20 segundos. Con mucho esfuerzo, pueden detectarse matices que hablan de una proximidad con el ambient y el post-pop, si bien es complicado desmontar esa gruesa capa de drone para apreciarla.
El dramático contraste de “Ivy Mike” le hace lucir más melódico. Sin prescindencia de los graves, el track asimila un pródigo armazón rítmico borroso, que sugiere intenciones de esbozar algo así como un drum’n’bass apenas bosquejado. El misterio que rodea “Entelequia”, de cadenciosa intensidad, hace pensar en un equivalente peruano del primer Disjecta. Aquí se anima por primera vez Apnoea a samplear una voz, lo bastante deformada como para sintonizar con el rostro mostrado.
Suerte con lo de la identidad desconocida. La aplastante mayoría de sus predecesores ha terminado siendo identificada -salvo Time Traveler, Laikamorí y Mongo No Stars.
Underground Junín Vol. 2 desdibuja buena parte lo que había avanzado Arte Sonoro, colectivo de músicos de la zona altoandina central del país, con su predecesor de hace dos años. Primera razón que justifica este juicio: el panorámico no sólo no amplía su radio de acción para incluir exponentes de todas las provincias del departamento de Junín, sino que le reduce a únicamente tres. Dichas provincias son Huancayo (3), Jauja (1) y La Oroya (¡9!). La desproporción en el reparto de las tajadas no hace sino subrayar cuán alentador era encontrar en Underground Junín Vol. 1 gente de Satipo, Pilcomayo, Chupaca... A esas cifras se suma la aportación de Lima (2) para llegar a los 15 actos involucrados en este segundo tomo, frente a los 20 conjurados en el primero.
Segunda razón: la variedad estilística se ha visto draconianamente mermada. Si antes entusiasmaba escuchar sonidos juninenses emparentados con el grunge, con el EBM, con el metal, con el indie y hasta con el reggae; la paleta de colores del ...Vol. 2 es tan exigua que no ha quedado de otra sino agrupar en segmentos los canales que más o menos comparten género, perfilándose tres compartimentos distinguibles al primer golpe de vista/oído. En ello también ha tenido que ver la extensión de la compilación -poco más de 62 minutos, contra los más de 83 de la anterior.
En lo concerniente al segundo sector, el pop/rock se tiñe de negro, variando su grado de intensidad de acuerdo a quien performa -titubeante en “Bailes Muertos” de Zorstka (más techno pop que pop/rock, a decir verdad), en “El Retrato” de Morojo y en “Instante Eterno” de Adox Zars; monolítico en “Ataduras” de los limenses Rawa. Mientras tanto, la última sección ha sido reservada para los músicos que todavía pueden catalogarse como “de avanzada”. Los temas dados a conocer pertenecen a Miyagi Pitcher y a Time Traveler -“Ikigai (生きがい)” en el disco del mismo nombre del primero, “Old Astronaut 29.000” en Micelio del segundo (remezclado para la ocasión por Alcaloidë). El resto -“Ciudad Cristal” de Paititi, un succourizado “Crystal Beings” de Xtredan, “Génesis” de Ivo Macross- parte del post-IDM para recorrer fatigosamente el espectro de la música electrónica que traspuso el umbral del nuevo siglo. De todos ellos, indudablemente el más aventajado es “Sueños De La Eternidad En 5 Minutos” -y no deja de ser llamativo el hecho de que su impulsor, Walls, sea el mismo de Orsound.
Podría Underground... 2 haber salido mejor librado, si no fuera por dos horrores mayúsculos. Curiosa coincidencia, ambos son reformulaciones de canciones ajenas. Una, segunda intervención de Diogen Svemir, es la revisión de “Space Age Love Song”, el incombustible clásico de A Flock Of Seagulls. No lo hace mal reconstruyendo el hit a partir del electrogaze al que hacía alusión hace un rato, pero las frecuencias de grabación alcanzan no pocas veces picos de sobresaturación, convirtiéndose en “puntos ciegos”. La impresión que deja este error de principiante es terrible. En cuanto a Lunática Terrestre, propone un desabrido cover en clave seudo bossa nova lo-fi de “¡Qué Bonito!”, original de Rosario Flores, más conocido por la versión bachatera-pacharacaza de una tal Vicky Corbacho. Ni pizca de imaginación. No era nada del otro jueves lo que exhibía Lunática Terrestre en ...Vol. 1, pero esto se me hace francamente intragable.
Hákim de Merv
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