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jueves, 15 de febrero de 2024

Manongo Mujica: Ritual Sonoro Para Ruinas Circulares // The Spiracles: Between The Devil And The Deep Blue Sea EP // Chino Burga: Geografías Geométricas Vol. 3 // El Otro Infinito: Siempre Hay Aves EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 7 de febrero de 2024.)

LOS DISCOS PERUANOS DE 2023 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (II)

Reseñando Territorio Del Eco: Experimentalismos Y Visiones De Lo Ancestral En El Perú (1975-1989) (‘21), señalé la contribución de Manongo Mujica -“Invocación”- como de lo más rescatable en el marco de una compilación floja y reiterativa. El asunto no quedó allí: del veterano percusionista, dije que era “...un músico excesivamente inflado para mi gusto”. No habiéndole apreciado en facetas más o menos ajenas a las del pop contemporáneo, desde que leí una entrevista suya en Somos el tipo me cayó re-quáker.

No me ha urgido la menor necesidad por desdecir esas palabras hasta ahora. Si bien Buh Records recuperó su Paisajes Sonoros (‘84) junto a Douglas Tarnawiecki, el LP se me hizo insufrible (acaso por una magra restauración del registro). Mucha mejor impresión me dejó Paracas Ritual (‘20), aunque ahí Mujica tampoco estaba solo (el noruego Terje Evensen fue invitado para la ocasión). Ritual Sonoro Para Ruinas Circulares, sin embargo, es otra cosa.

Publicado por Buh en noviembre, según la sumilla de presentación Ritual Sonoro... tiene su génesis en 1974, en una visita a las ruinas de Sechín. Posteriores inspecciones no sólo al complejo de Casma, sino también a otros similares, fueron moldeando la fascinación del hoy septuagenario por los desiertos de la costa norte peruana y los centros ceremoniales que allí resisten todavía el paso del Tiempo. El proyecto recién cobraría impulso tras la lectura de “Las Ruinas Circulares”, extraordinario cuento del inmortal Jorge Luis Borges integrado en Ficciones (1944).

Difícil comentar separadamente los asaltos de que se constituye el acetato. Casi todos entrelazados unos con otros, es más pertinente optar por la evaluación general. Una que pondere las grecas étnicas y tribales con que Mujica orla Ritual Sonoro... de principio a fin: tambores ceremoniales, vientos rituales, dramáticas cuerdas sublimadas (“Descubriendo El Sonido Del Paisaje Del Norte”), sonidos de la naturaleza asimilados y reposicionados (el canto de la cuculí de “Ritual De Escucha Circular”, el océano muriendo en la playa de “Obertura Para Las Aldas”)...

El opus no alcanza los cuarenta minutos y ése es otro acierto que se agradece. Casi concebido como tour de force y circunscrito a un detallismo de monocromático talante, no requiere el hipnótico influjo de RSPRC extenderse más allá de lo justo. Mantener ese logrado clima mezcla de misterio, desolación, majestuosidad y asombro; no es tarea fácil cuando se tienen por herramientas un jembe y cellos, congas y un cajón, un hang drum y sonajeros, así como ocasionales sonoridades electrónicas de austera decoración ambient (cortesía otra vez de Evensen).

Me sigue cayendo pesado Manongo Mujica, si bien ya no como antes. Al menos he dejado de pensar que es un músico excesivamente inflado. Bueno, un poquito quizá.

Retorna The Spiracles a la palestra a través de un breve muestrario que repesca material en formato simple eyectado a lo largo del ‘23, así como “Suburbios” -su celebrado sencillo del ‘22- y dos nuevas tomas de canciones no tan nuevas. Colgado el primero de diciembre, Between The Devil And The Deep Blue Sea EP remata de esta guisa esa suerte de espiral que ha llevado al grupo por las rutas del shoegazing, del indie y del pop a secas; recalando (¿finalmente?) en remanso equidistante desde el cual alimentarse por igual de esas fuentes.

Dada su índole recopilatoria, no es menester subrayar ningún concepto detrás, aunque sí cierta homogeneidad -e incluso guiños varios quién sabe cuán intencionales. Abre el extended “The Runaway”, 45 rpm virtual lanzado el último 28 de abril, en sociedad con Phoebe Condos (Mar De Copas). Sin ñisca de distorsión, la ascendencia de “The Runaway” es esencialmente pop, con evidentes vasos comunicantes hacia su igual de los 80s -y hasta remanentes de éste que ganaron la madurez en el curso de los primeros años de la década subsiguiente (léase The Ocean Blue). De relegada presencia en “The Runaway”, los delays y reverbs son más frecuentes en “Rainfoxes”, al alimón con la estonia Possimiste, residente en Islandia y cultora de eminente pedigrí etéreo: la melancolía pop del baggy inunda el single, lo mismo que la delicadeza del indie más diáfano facturado en este siglo.

De ”Suburbios Raros” y el concurso de la italo-chilena Sabina Odone (ex Supernova), ya he hablado anteriormente, por lo que te remito a la reseña correspondiente -sólo añadir que va muy en la línea de “Rainfoxes”. Sin mediar indicación alguna, “If I Let Go” se abre paso en el extended como la lectura definitiva del demo liberado en abril del ‘17: basta comparar ambas versiones para darse cuenta de ello. “If I...” muestra mucha más elasticidad que sus pares en cuanto al tempo, y una mayor decisión de aprovechar el pantone del dream pop, como lo compruebas al saborear su agridulce sabor (algo así como el lado “sad” de Swallow enyuntado a la reciedumbre de  Chapterhouse).  Rubrican el surco  las  magníficas  vocales  de Romina Roggero -quien siempre me ha parecido una tremendísima cantante, desde los días en que la manyé en Dispositivo Sueños.

Finaliza el EP una remezcla de “Almost Everything” a cargo de Juan Esquivel a.k.a. Nolag, quien ya ha hecho lo propio con varias creaciones del ahora dúo fundado por Luis Alberto Rodríguez y Enrique Medina. En realidad nunca presentada su toma final, ya habíamos escuchado un ‘Alternate Mix’ del track interpretado por Aracelli Fernández. Nolag le da cierto realce a este despliegue shoegazing de énfasis pop y dotado de una ágil percusión digital. Todo muy bien. Sólo que aguardamos hace rato un largo verdaderamente nuevo -como se suele decir, “con todas las de la ley”- de The Spiracles. La espera ya se está tornando plomífera.

Originalmente planificado para marzo del ‘24, Miguel Ángel Burga adelantó el tercer tomo de su saga ‘Geografías Geométricas’ para el penúltimo día del ‘23. Aunque las razones de este apremio no han sido explicitadas, éstas saltan a la vista: bajar el telón de aquello que desde un inicio se concibió como trilogía, y hacerlo en el curso de un año. Honra así el experimentado músico la palabra empeñada a la alemana Midira Records, que dispone todas las partes del tríptico en modo free download.

Con el apu Huarán (2925 m.s.n.m.) dominando la portada, Geografías Geométricas Vol. 3 comporta una pequeña pero importante mutación respecto de sus dos predecesores. Como antes, la guitarra conserva la hegemonía en el taller de artesanías ambient desde el que Burga ha labrado y montado estos subterfugios aurales de bifrontismo plutónico-sideral. En tal sentido, las leguas de travesía adornadas de ingrávidos motivos geogónicos no sugieren ninguna metamorfosis que encumbre a ”Transmutación Del Sol”, “Eterno” o “Transmutación Al Sol” por encima de sus ascendientes.

No obstante, las tres paradas del CD han sido socavadas por imperturbables programaciones de variopinto tempo, al punto de hacer surgir en todo el vastísimo repertorio de Miguel Ángel las primeras composiciones con las que se podría uno/a arriesgar a mover un poco el cuerpo -opinión que el propio limeño aventura. Dicha modificación practicada, se verá más adelante, complota para redefinir más o menos drásticamente el imaginario invocado por ...Vol. 3.

En “Transmutación Del Sol”, por ejemplo, las secuenciaciones irrumpen en estado embrionario antes de los dos minutos. Para los cuatro, ya han germinado y desarrollado, nimbando al round de sabor a vieja electrónica bruscamente actualizada. Ello, a pesar de cada tanto contener dichas síncopas estructuradas la respiración algunos segundos. En “Transmutación Al Sol”, por contraste, un ritmo más sosegado y constante puede reclamarle a la memoria los días inmediatamente posteriores al nacimiento de la IDM; cuando ésta apenas si daba sus titubeantes primeros pasos.

“Eterno”, en tanto, reconduce los tempos de su percusión sintética hacia las revoluciones de “Transmutación Del Sol”. Conforme el latido se afianza, se siente un cierto acercamiento al techno. Acaso por su “brevedad” -siete minutos, contra los 17 y 21 de sus antecesores-, aquí se constata cuán decisivo es el empleo de programaciones maquinales para trastocar por completo el semblante de pistas que no difieren mucho de las propuestas en los anteriores volúmenes, cómo alcanza éste a modificar la percepción e incluso alterar las imágenes que la mente hace comparecer a su estímulo. Conceptos de astrofísica como “filamento cuántico” y el teórico de “cuerda planetaria” reemplazan a las impresiones sísmicas y orográficas de ...Vol 2 y ...Vol 1; renovando aires, vapores y humores en la entrega final de la tríada geográfico-geométrica de Burga.

Costumbre instaurada hace algunos años, Alfonso Noriega edita nuevo EP nada más trasponer la veintena de diciembre, a 72 horas de la Nochebuena. No es, por ende, una sorpresa que El Otro Infinito diga presente a poco de cerrarse el almanaque; pero sí que lo haya hecho con un trabajo que le mereció ser admitido en más de un recuento anual, a pesar de saltar al gramado en los que vendrían a considerarse “los minutos de descuento”. Máxime si ha rankeado en listas generales, por encima de su condición de extended.

Los cuatro canales de Siempre Hay Aves EP renuevan el rostro de un unipersonal que trashuma los caminos de la electrónica cosecha 90s más próximos a la pura expresión estética. Suelen ser éstos muy abstractos y tender hacia fisionomías impertérritas, por lo que cortes como “Cuando No Estás”, “Abril” y “13D10” pueden saludarse como inyección de vitalidad que dota a EOI de unas emotividad y calidez prácticamente inéditas en su background.

Empieza el viaje “Abril”, cuya aguja imantada apunta como siempre hacia territorios post IDM. A despecho de un primer minuto sin mayores variantes, en adelante esa electrónica un tanto parca se enciende hasta iluminar el firmamento merced a su ultrasensitiva melodía llena de sentimiento y emoción. Esto, sin abordar discursos digitales igual de conmovedores como la indietrónica. Pistoletazo de salida semejante posee “Cuando No Estás” en lo que atañe a coloración, aunque el insólito ingreso de una guitarra acústica y la pulcra voz de Andrea Halley -quien ya ha colaborado antes con el surcano en su EP del ‘22, No Nos Rendimos- rompe el hechizo y catapulta a Noriega ahora sí por derroteros afines al género de Lali Puna y de Dntel, sobre una controlada secuencia de potentes beats.

Inicia la declinación del extended “13D10” y su minimal despegue de visos intencionalmente rudimentarios. Esa disparidad produce un agradable efecto vintage, sin abandonar el filo cálido y apacible que Alfonso ha impreso sobre el EP. Después de un rato, “13D10” se ve engullido por lo que parecen cientos de overdubs practicados desde los teclados y la consola de programaciones. En lindes paralelos discurre “Volver A Cero” en cuanto a la rusticidad, esta vez de la secuencia rítmica. Su ornamentación brilla, así y todo, al pasar el ritmo a segundos planos ante la preeminencia de la guitarra de palo, con esa flama de encendidos efluvios violáceos que expele todo el esférico.

Excelente extended que sumar a la discografía asaz fecunda de El Otro Infinito, que recién en este ‘24 cumplirá su primera década de existencia artístico-resiliente. Un corto que ha contado con colaboradores de lujo -empezando por Nolag en masterización, pasando por Rolando Apolo en el arte de portada y la ya mencionada Andrea Halley, y terminando por el gran Mario Silvania, artífice de la prodigiosa realidad virtual que erige en torno Siempre Hay Aves EP (el productor, en cristiano). Difunde Chip Musik.

Hákim de Merv

jueves, 21 de diciembre de 2023

Les Replicants: Buy, Get Sick & Buy, Then Die // Chino Burga: Geografías Geométricas Vol. 2 / Down In The Valley EP // Wilder Gonzales Agreda: Anti Argolla Peruana

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de diciembre de 2023.)

Con el reloj a galope tendido rumbo a 2024, van quedando en limpio algunas certezas relativas a determinados grupos y álbums de los circuitos peruanos independientes. Una de ellas va asida al presente de Les Replicants, que ha decidido abandonar quién-sabe-si-definitivamente el psicodelismo eterdrónico de su primera fase, en favor del trayecto iniciado a tropezones por el excesivamente plano s l e e p / p a r a l y s i s / d ae m o n 金縛り鬼 (‘21).

Conforme dictamina la info disponible en BandCamp, Buy, Get Sick & Buy, Then Die es un LP grabado el año pasado. Su osamenta se nutre de un corpus de grabaciones de campo que el individualista Walter Arellano realizara desde el ‘21, durante los largos viajes que implican atravesar de un extremo al otro la megalópolis monstruosa que hoy es Lima. Perpetuados en cinta, estos registros se han deformado/sublimado para convertirles en arcilla a modelar/mezclar con un input expelido desde Korgs, sintes ARP y guitarras tratadas. Respecto de estas últimas fuentes, todas cosidas al esteticismo drone y al onirismo que favorecen el post rock y el bliss pop.

Salvo por el empleo de la materia prima que comportan los cassettes, hasta aquí no existen mayores diferencias entre este Buy, Get Sick... y su antecesor. Es decir, si bien ha habido una conmutación de procedimientos, ésta no se traduce en sonoridades total o parcialmente distintas. De hecho, si no tienes un oído lo bastante fino/entrenado, no consigues distinguir del resto los sonidos proporcionados por las “field recordings”. En cristiano, si estás desinformado/a, ni te enteras de los alegados “cambios en los procesos” -y es éste el talón de Aquiles que más difícil se les hace fortalecer a proyectos y artistas empecinados en enarbolar la bandera de la “vanguardia del Sonido” (tanto más complicado si pertenecen éstos al Tercer Mundo).

Éste, no obstante, es un esférico más logrado que s l e e p / p a r a l y s i s / d ae m o n 金縛り鬼. Esencialmente, Buy, Get Sick & Buy, Then Die es un único tema dividido en cuatro secciones no equitativas. Cuando la apertura “I - Buy” comienza a rasgar el aire que te circunda, el ambiente es inundado por una correntada de ruido magmático, esparcido alrededor de un rango determinado de notas con variaciones infinitesimales. Consecuentemente, mientras que en “III - & Buy” el caudal se torna asaz tumultuoso, en “II - Get Sick” la riada es bañada por matices más vívidos e incluso celestiales, aunque también ocasionalmente melancólicos; y sólo rompe los armónicos cuando intenta hacer vibrar la propia atmósfera.

Súmese a ello lo redondo del canal de cierre, “IV - Then Die”, cuya decena de minutos obra como síntesis intensificada de lo expuesto en los tres anteriores: bliss, post, harsh... Sobre todo éter, mucho éter. Esto último se evidencia en lo llevadera que se hace la jornada, de sólo cuatro pistas y perduración equivalente a la del precedente capítulo -lo que comporta una extensión promedio mucho más alta por track, y a despecho de ello una narrativa sonora más atinada y ágil. De este modo, el aislacionismo asistólico de Buy, Get Sick... concede nuevo crédito a Les Replicants en su actual discurrir. Por ahora.

Desde los idus de octubre, se halla disponible para su escucha en Internet el segundo volumen de las Geografías Geométricas que el incansable Miguel Ángel Burga viene cocinando asociado a la germánica Midira Records. Segunda parada de una trinidad a culminar pronto, la placa sucede al gaseoso/fluido post rock formulado en Landing, revelando de paso una templada alternancia entre dos de las facetas cultivadas por el ex Ácidos Acme -adviértase que antes de Geografías Geométricas Vol. 1 aparecía Lass Dich Leiten, 7’’ que homenajeaba en plan space drone a la desaparecida cantautora alemana Nico.

Geografías Geométricas Vol. 2 trepa la misma cuesta que su mayor, esto es, la de drónicos omniacordes cuya pertinaz repetición genera resultados opuestos a los que cabe esperar en circunstancias idénticas. No en vano, la drone music es la heredera más representativa del histórico kraut rock, afirmación con carácter de tautología hace lustros. Premunido de la misma tenacidad que le amparaba en ...Vol. 1, Burga esculpe incorpóreas panorámicas de una vastedad más allá de cualquier cualificación posible: lo bastante uniformes para permanecer dentro de los linderos trazados por el credo drone, y con los suficientes accidentes orográficos para rehuir la planitud o chatura en que resbalan similares empresas mal dirigidas.

Si antes la inspiración provino del apu Arín (2916 m.s.n.m.), ahora la provee el apu Charán (2950 m.s.n.m.). Si en el principio fueron cuatro piezas, ahora son tres -aunque su naturaleza unitaria nunca queda en entredicho, diferenciándose éstas sólo por la numeración otorgada. Sin embarcarse en progresiones específicas, las vibraciones y resonancias de “Templos Y Portales I” plasman sobre el dronismo sobresaturado brochazos de musicalidad, que no es lo mismo que melodiosidad. Con todo, se muestran intactas la fascinación cósmica y la línea orbital dura de la experiencia preliminar. Quizá debido a su “corta” extensión (siete minutos y monedas), “Templos Y Portales II” siembra sospechas sobre si efectivamente no está Miguel Ángel apostándolo todo a una musicalidad iterativa. Esas dudas quedan planteadas a pesar de los retumbantes trece minutos y pico de “Templos Y Portales III”, que no sólo subrayan los rasgos supremos de “...I”, sino que asimismo les magnifican al punto de ofrecer una furibunda y escarpada tempestad de noise drone -suspendida muy arriba de nuestras cabezas, felizmente.

Marzo del ‘24 es el mes previsto para la salida de Geografías Geométricas Vol. 3, a la par de un 8’’ en plan tributo a la artista estadounidense Maryanne Amacher. Hasta entonces, quienes no se sacien con los sísmicos zumbidos de ...Vol. 2 pueden hincarle el diente al aperitivo que supone Down In The Valley EP, breve artefacto con el que el también ex Espira da rienda suelta a su melómana pasión por interrogar otros horizontes estilísticos -concretamente, los que florecen a la sombra del dub.

El mencionado extended consta de dos surcos. El primero es una ácida versión -‘(CC Remix)’- del clásico de Ike & Tina “Proud Mary”, enterrada bajo innumerables telarañas de reverb ecodélico y dotada de una vaporizada eléctrica de ascendencia neopsicotrópica (me imagino que los ex esposos habrán sonreído cómplices al escucharla, donde quiera que estén). El segundo se asume ‘Alternative Dub’ de “N Dub”, originalmente empacado para Landing en toma mucho menos acelerada y tridimensional. Gracias a ambos, Down In The Valley EP se posiciona en un curso mucho más próximo al de Lass Dich Leiten 7’’, pese a que no se asimila completamente a éste.

Hacía buen rato que no audicionaba trabajos recientes de Wilder Gonzales Agreda. El último que degusté, Contracultura (No Al Arte Falso) (11/21), alcanzó a coronar una trilogía que también integraron Rojo (8/21) y Patrocinado Por El Gobierno (4/21). Dicha tríada desvirtuó mi hipótesis inicial -expuesta en la reseña de Patrocinado...- sobre una tetralogía editada durante el primer año y medio de la Pandemia. A la par, la mencionada terna consolidó su formato como la media que viene sosteniendo el experimentado músico/no-músico de Los Olivos por espacio de al menos 36 meses.

El problema no reside en la dificultad para seguir tan vigoroso paso editorial, sin embargo, sino en las ganas para hacerlo. ¿Por qué? Porque desde Terrorista! (‘19) y Real Music For Real People (‘20), comenzaba a ser notorio que Gonzales Agreda necesitaba mesurarse en cuanto a sus lanzamientos de hálito extendido. Descontando la excepción de Patrocinado Por El Gobierno, los últimos títulos del norconeño incluyen dos/tres composiciones logradas y mucho material que 1) necesita más tiempo para fermentar, o 2) se merece hacer efectiva la opción “vaciar la papelera de reciclaje”. Nueve discos en un trienio califica como desaforado despliegue de creatividad, algo que nada tendría de malo si al menos tres cuartas partes de cada uno de ellos fuesen aventajadas exploraciones sónicas más allá de las fronteras habituales -la conditio sine qua non a observar siempre por la música que se asume de avanzada.

Durante el ‘22, Wilder subió a Internet un trío de nuevas entregas: No Me Importa Lo Que Diga La Gente (abril), Volador (mayo) y Perdido (agosto). Ya que Contracultura... me había dejado completamente exánime (en el mal sentido del término), no las escuché, y por eso les concedo el beneficio de la duda. Entonces, a inicios de este ‘23 que ya se muere, oí en calidad de adelanto exclusivo lo nuevo del olivense. “Sirenas” me sonó insólitamente kraftwerkiano, como deslizándose entre el Computer World (1981) y el Electric Cafe (1986), sólo que abstrayendo las secuencias hasta hacerlas resonar en el Vacío. Un soplo de frescura que así y todo no me bastó para adentrarme en los vericuetos del CD estrenado hace ocho meses. Hasta ahora.

Anti Argolla Peruana podría catalogarse como un intento serio de reinvención. El puzzle de “Post Huayno”, que se adhiere al sonido vernacular de la zona central altoandina, acaba sugiriendo por-no-sé-qué-cortocircuitos-mentales conexiones con aquello susceptible de describirse como mutante “post free jazz digital”. Ciertamente una creación insular, si bien el resto del repertorio contiende por sortear todos los lugares comunes en que ha incurrido el otrora Fractal en años posteriores a Paraísos, Revoluciones Y Tú (‘17). Ahí figura “Rave En Mi Alma” y su paulatino engrosamiento IDM, tras un despegue estilizado y mistérico. También “Tenjira”, en la línea del intelligent techno clásico de inicios de los 90s, sesudo sin cruzar el puente hacia intrincamientos gratuitos y contenido a fin de evitar dar el salto a las músicas de aspiraciones pélvicas. Otro tanto podría asegurarse de “Quiero Ser Una Haba”, sólido ambient noise aislacionista que estimula los desarrollos sinápticos consagrados al ocio -los más delectables.

Como es claro, Gonzales Agreda no abandona la liza. Se mantiene en las mismas coordenadas estilísticas que fatiga desde hace decenios. Lo interesante es que se ha afanado en mover su flama a través de éstas, utilizando vectores que dibujan todo un proceso de convección. Hubiera logrado completarlo, dando paso así a una nueva reinvención, sino fuera porque el epílogo de Anti Argolla Peruana le lastra. Y sí, es verdad que “1994” y “En Este País Todo Es Mafia” no empañan la buena performance antes descrita, mas sí le impiden quedar redonda. Y una reinvención, como la de Lima Norte Metamúsica por ejemplo (‘14), no puede ser menos que perfecta.

Se suele confiar en que a cada gran luchador siempre le queda una última pelea dentro. AAP, probablemente el mejor disco del buen Wilder desde el ‘19, me cura del susto y hace que renazcan mis expectativas en que el man todavía tenga música/no-música valiosa que ofrecer como artista avant garde. Que ello suceda después de muchos años de vacas flacas, acaso en el balance sea puramente anecdótico. Pero de todas formas, alguien se lo tenía que decir.

Hákim de Merv

jueves, 26 de octubre de 2023

Nax: Dejando Todo Atrás // Sternenmädchen: Gilles Zeitschiff 2

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 18 de octubre de 2023.)

En los idus de septiembre, el proyecto gaucho Nax pone a consideración en BandCamp propio su segundo LP, Dejando Todo Atrás -título más shoegazing imposible, dado el notorio guiño a “Leave Them All Behind”, apertura del clásico Going Blank Again (‘92) de Ride. Prudentemente, la alusión al combo de Andy Bell y Mike Gardener no trasciende mucho más allá.

Hay un par de cosas que decir en torno a lo nuevo del alias bonaerense. Lo primero, es que aparentemente ha regresado a modo unipersonal. Si en Congelado (‘20) se acreditó a Christian Bocon, a Nicolás Garimano, a Jonathan Sansone y a Nicolás Castello; quien se mantiene bajo el nombre de Nax en Dejando... es su fundador y principal animador -Castello. Joaquín Karpinsky como dueño del bajo en la vespertina “Reflejo Lunar” es el único otro crédito concedido en las notas del lanzamiento, donde figura Nico en labores de composición letrística y sónica, ejecución de todos los instrumentos salvo donde se indica lo contrario, de mezcla y masterizado. De modo que se le puede señalar, sin ligereza, como responsable directo de la evolución del acto en este nuevo episodio.

Otra peculiaridad a subrayar es lo bien perfilado que ha sido el plástico. Repitiendo la experiencia de Congelado, algunos de cuyos números fueron eyectados/testeados cual singles meses antes de la aparición del debut, varias de las pistas recogidas en DTA han visto la luz incluso desde el ‘21. Este fogueo previo le ha permitido a Castello bocetar un esférico lucífero, donde las sombras no están ausentes, sino dispuestas de tal manera que le cohesionan sosegando sus a veces excesivos ímpetus. Una muestra de ello es la citada “Reflejo Lunar” y su vinílico efecto epilogal. Otra igual de crepuscular, aunque no tan melancólica, es la senescente “Bleu”.

Es precisamente en esas ocasiones cuando Nax gravita hacia el primer Slowdive -el de “Ballad Of Sister Sue”, el de “The Sadman”, el de “Primal”, el de “Catch The Breeze”. La síncopa moderada, el latido del bajo a medio andar, las voces cansinas... Rasgos a menudo sustituidos en las dos primeras partes del opus por momentos de inflamado fulgor (“A S T R O”, “Desaparecer” me hizo pensar en el pop multicolor de Loveless), de pulso trepidante (“R A R A”, “Todo Es Fugaz”), de contundente explosión noisica (“Olvidado”, “Brillar”). En tales circunstancias, se hace más apropiado citar a Chapterhouse, a M83, a Swallow...

El tercio final de Dejando Todo Atrás merece párrafo aparte. Nax oscila entre extremos, de “Animal” a “Verlos Partir”. En este último y en “Me Como Tu Voz”, por ejemplo, parece transmigrar del shoegazing a un estado que sólo se me ocurre tipificar como “dreamwave”. En “Animal” y en “No Soy Quien Debería Ser”, parece abrazar fervorosamente la herencia vaporosa de entidades como Alison’s Halo y Half String, sólo que con índices bajísimos en serotonina -que le reditúan cierta aura de desencanto y abatimiento, jamás al punto de abandonar los predios del dream pop. El segmento es una suerte de antesala para el final del CD, “Danza Cuántica”, con el que Castello regresa al sonido Just For A Day (‘91) -esta vez alternando el litio oftálmico que proporciona el sunset y las apagadas sombras rojizas que sobre éste va imprimiendo de a pocos la divina noche. A diferencia de Congelado, Nax consigue esta vez aprobar a la primera escucha.

Como para no olvidar nunca que en todos lados se cuecen habas, la segunda incursión de Gille Lettmann a.k.a. Sternenmädchen, liberada casi medio siglo después de la primera (Gilles Zeitschiff, ‘74); trae a colación uno de los grandes bluffs acaecidos en el devenir de la música pop. Esta vez, el turno es el del intocable kraut rock.

Hacia 1972, Rolf-Ulrich Kaiser y la “Doncella De Las Estrellas” eran una pareja consolidada, dueña de Ohr y otros subsellos funcionales al primero -en torno al que se había abroquelado principalmente la escena berlinesa. La empresa podría haber funcionado un toque más, y pasado sus propietarios a la Historia como gestores de un capítulo esencial para la vanguardia pop alemana. La megalomanía de Kaiser dispuso otro sino.

Ocurrió entonces que los astros se alinearon, posibilitando una reunión entre Hartmut Enke (bajista de Ash Ra Tempel) y Timothy Leary (gurú del ácido por esos calendarios). Lo que cerró en Berna (Suiza) como intento desastroso de colaboración entre el exiliado teórico usamericano y la banda de Manuel Göttsching, debido al abuso de sustancias non-sanctas, habría podido quedar archivado y no nos perdíamos de nada. De no haber metido Rolf-Ulrich las narices, obvio.

Por desgracia, Seven Up (‘73) acabó siendo una jornada bastante mediocre, terminada de grabar a las patadas y completada a posteriori por ignotos músicos de sesión que nada tuvieron que ver jamás con la movida kosmische. El disco de marras fue glorificado aquí por desubicados como Eduardo Lecca, que en su libro Vanguardia 1966 - 1998 hizo apología de una “...melodía del Cielo...”/un “...sonido del Cosmos infinito...”, allí donde sólo hubo paja y más paja de parte de Leary. Más mesurado/cauto se mostró Eduardo Lenti (Cinco Décadas De Rock 1955-2000: Origen, Evolución Y Análisis - Parte 1 (1955-1979)), quien enfoca la placa desde el lado de Ash Ra Tempel y le considera ejercicio distendido respecto del epónimo debut (‘71) y de Schwingungen (‘72), verdaderas gemas del kraut teutón.

Para peor, y no satisfecho con sacar un LP semi-apócrifo, Kaiser capitalizó el cambio de denominación de su discográfica -de Ohr a Die Kosmischen Kuriere-, creando el grupo fantasma The Cosmic Jokers y editando cinco vinilos in extenso. Hoy se sabe que no existió tal grupo, que su materia prima proviene de sesiones en que intervinieron Dieter Dierks (el otro productor talentoso del género, opacado por Kaiser), Harald Großkopf, Jürgen Dollase (ambos en Wallenstein), Klaus Schulze y Manuel Göttsching; que no se les notificó a los músicos el registro de dichas sesiones y menos todavía su publicación en formato álbum, y que éstos permanecieron descatalogados muchos lustros por múltiples demandas legales. Así y todo, Rolf-Ulrich se dio el gusto de diseminar un manifiesto a través de su banda-títere, que hizo que sus compatriotas de la revista Sounds le cambiasen el seudónimo a su escudería por el de “die lächerliche kuriere” (“los mensajeros ridículos”), y del que muchos/as bajo estos cielos se han hecho eco con estólida candidez.

¿Y Sternenmädchen? La Lettmann al menos tuvo la decencia de editar algo real y tangible. Se considera a su Nave Del Tiempo un surreal documento sonoro que navega entre el proto synth del maestro Schulze, la apetitosa psicodelia trippera de los Tempel y la intensa vibra space enhebrada en los omniacordes de Tangerine Dream; todo ello hermanado por la narrativa de Gille en plan folk estelar. Algo así como el reverso no-laudable-para-algunos, en-exceso-electrónico-para-otros y pasado-de-revoluciones-para-todos/as de bandas como Synanthesia o The Pentangle.

Un buen día de este 2023, me entero de la puesta en venta de Gilles Zeitschiff 2 (mayo). Creía retirada de toda actividad a la pareja Kaiser-Lettmann, pero la edición de este segundo volumen, para más inri bajo el ala rediviva de Die Kosmischen Kuriere (en sociedad con Breeze Music); me convence de lo contrario. De lo que estoy seguro es de la antigüedad de las grabaciones. Ésta es gente que ya se está jugando los descuentos en la base siete, y para convencerse de ello no hace falta sino echar una mirada a la info del díptico: Harald Großkopf, Rolf-Ulrich Kaiser (a) Sun Courier, Dieter Dierks, Jürgen Dollase... El único al que no conozco es el italiano Roberto Cacciapaglia, que sí o sí es coetáneo suyo.

Aunque muy probablemente estos seniors se hayan juntado para arreglar/pulir/completar los tracks, éstos han sido recuperados de las grabaciones de la época -lo que comúnmente se conoce como “material de archivo”. No sólo por la acreditación ya consignada, sino por la tónica general del largo. Para estándares actuales, Gilles Zeitschiff 2 es un 33 r.p.m. muy apolíneo, lleno de luz, que se aventura en desarrollos electrónicos de ciencia-ficción anteriores a Kraftwerk -en tal sentido, su onda es muy Berlin School (“Tutenchanamun”), a lo sumo Jarre o Vangelis. Tan es así que “Beethoven” recuerda su poco al “Chariots Of Fire” del difunto esteta heleno. Sus motivos cósmicos como grecas remiten a la fluidez circular de muchos de sus contemporáneos de entredécada (“Overtüre”), tanto como sus tintineos y reverberaciones celestiales a cierta solemnidad espirituosa reinante entonces (“Leonardo”). Todo apunta, pues, a que se trata de una rodaja que recupera parte del trabajo que la artista dejó inédito hace cinco décadas. Si bien ello puede ofrecer una mayor perspectiva sobre cómo se hacían las cosas en aquellos días, su valor no se extiende mucho más allá del que le asignamos a la pieza que -no sabíamos que- faltaba para completar la colección.

PD: El intrilingüis de Kaiser al dedillo en el décimo capítulo de Future Days: El Kraut Rock Y La Construcción De La Alemania Moderna, librazo de David Stubbs.

Hákim de Merv

jueves, 12 de octubre de 2023

Sounds Of Salomon Jedidias & Space Rock: SIX6SIX // Chino Burga: Landing

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 4 de octubre de 2023.)

Literalmente en las postrimerías de los 00s (12/09), SuperSpace Records concedió luz verde a la que entonces se pensaba sería la ópera prima de Sounds Of Salomon Jedidias & Space Rock, desmesurado alias con que se estrenaba en lides de las escenas experimentales nativas Rafael Díaz Portilla. A la sazón ingeniero de sonido de Leche Plus, el debutante se plegaba entusiasta al pelotón de grupos que hacía de la neopsicodelia el principio fundamental de su accionar: Transparente, Hipnoascención, Pastizal, los mismos Plus et al.

Las cambiantes coyunturas vitales llevaron a Díaz por otros caminos, alejándole de la actividad artística. El segundo LP nunca se llegó a concretar, y el primero permaneció relegado a un link de descarga -felizmente nunca banneado- que le preserva hasta hoy, perteneciente a un blog hace mucho tiempo inactivo. Afortunadamente, SuperSpace ha decidido reeditar el artefacto en cuestión, disponible en BandCamp desde el 27 de junio con el agregado de un corte inédito (rescatado de las sesiones de grabación de la época por Díaz).

Aunque suene a barrabasada, una de las primeras cosas que saltaban a la vista al escuchar SIX6SIX era que, si las delirantes pesadillas cósmicas del célebre H.P. Lovecraft fueran a la discoteca, la de Sounds Of Salomon Jedidias & Space Rock sería la música elegida para contorsionarse en las pistas de baile. Desde los primeros acordes de “Rebel On You Keep Up - Mantente Firme”, la aleación neopsicodélica de este demoledor largo dejaba en claro que ha sido forjada al amparo de los Charlatans, del Aphex house de Selected Ambient Works 85-92 (‘92), de los maravillosos Happy Mondays y de Primal Scream; influencias varias que han sido centrifugadas por el dub más tétrico y la dañina vibra confrontacional de los Suicide.

Cómo estos componentes diversos lograron calzar en el mismo puzzle, quizá lo explique el que el músico ya estaba curtido en jornadas similares. El diseño sonoro en SIX6SIX prioriza ingentes dosis de dub y reverb, lo que confiere a la música una fascinante tridimensionalidad y un groove alienígena -que, cuando se desboca, convierte a varios de los canales pauteados en desmadrados bad trips. A este respecto, el punto culminante es “Mon Ami - Mi Amigo”, subyugado por un bajo retorcido y unos teclados de los que hablaría bien si les tildara de perniciosos. La agobiante densidad de la atmósfera la hace irrespirable, al punto que es casi un alivio cuando el láser reproduce el siguiente track.

Pero la neopsicodelia vitaminizada de SOSJ&SR no tenía sólo colores oscuros, como ya se mencionó líneas arriba. Resabios del Aphex Twin apolíneo aparecen travestidos en la pileraza “Memory Of Universe Elevating - Memorias De Un Universo Elevado”: su rítmica programación, en clave de apacible house, es similar a la de “We Are The Music Makers” del Gemelo. En otros pasajes (“Abba Father - Gracias Padre”, “Suit Is Out - El Asunto Es Fuera”), el acto exprimía las reservas de ácido de The Chemical Brothers y las combinaba con ramalazos de Stone Roses o los aludidos Mondays. Aunque estos matices sean ocasionalmente opacados por otros más lóbregos, su huella aparece codificada en cada cisura de SIX6SIX.

Para la anécdota quedan la correcta versión del clásico de Alpha Stone, “Here It Comes - Aquí Viene” (extraído del algo extemporáneo Life’s A Motorway, 2001) y la recuperada “Solar Radiation - Radiación Solar”. Participa esta última de las virtudes mayores del CD, filia excesiva al ensamble de los hermanos Ryder incluida, pero algo de agua hace la masterización, que no logra repescar la pista vocal del fondo de la mezcla (el resultado es de macilento barnizado).

Casi quince años atrás, Sounds Of Salomon Jedidias & Space Rock tenía la ventaja de “haber salido de último”, luego de los vivificantes ejercicios de Transparente y compañía. Poseía el plus, además, de un ingeniero de sonido que conocía bastante bien su oficio, lo que de paso le permitió adelantar a casi toda la escena local afín de entonces -Pastizal, Hipnoascención. Lamentablemente, y como sucede en predios ligados a la música pop de avanzada -con mayor razón en el caso de Perú-, la suerte no lo ayudó, y la Vida dispuso otra cosa. Hoy que vuelve a estar disponible para nuevos oídos, toca ser más prudente no en lo concerniente a réditos estéticos, sino al futuro del proyecto. Quizás, quizás no.

Habíamos dejado a Miguel Ángel Burga en un registro que conjugaba etéreas travesías siderales e iterativos soundscapes ctónicos (Geografías Geométricas Vol. 1), producto acaso de las ondulaciones astrales que de continuo afronta en su vida cotidiana, arraigada tiempo ha entre las montañas cinceladas por el Vilcanota y el Urubamba. El guarismo hacía presagiar que el limeño seguiría esa elipse hasta completar al menos una segunda entrega. Todavía es posible que lo haga, claro, pero con Landing cambia de fisionomía sónica y decreta una pausa en el camino trazado por aquella parábola. Cuán largo será ese alto, depende exclusivamente de él.

Colgado en su BandCamp al promediar julio, el nuevo álbum del guitarrista recupera el hálito pop a que condescendían estetas insulares de la talla de Windy Weber, Scott Cortez, David Pierce o Kirsty Yates. En efecto, entre el post rock más volátil e ingrávido, el bliss pop antecesor directo del harsh noise y las lecciones de kosmische musik reivindicadas en/volcadas a los 90s; Burga ha moldeado un disco de canciones antes que un documento sonoro a la manera de Main, The Azuza Plane o Spacetime Continuum. Y sin embargo, esta media docena de nuevos temas comparte con estos últimos la naturaleza conceptual, la vocación trasgresora, el trascendentalismo de una tímbrica sublimada...

Pero si hay una impronta que destaca nada más empezar Landing, ésa es la de Seefeel. Concretamente, en tracks como “E”, “@2926” o “Z”. Sea la faceta más transparente y refractaria (“E”), sea la más accesible y rítmica (“N Dub”, “Landing”), sea la más báquica (“Z”); es notorio en el esférico el influjo del combo de Sarah Peacock y Mark Clifford en modalidad Quique (1993) y/o Polyfusia (1994). “¿O sea que Burga ahora copia esas referencias? Tsssssss”. No, huevón/huevona. Lo que estoy diciendo es que el output que los británicos construyeron estrangulando slides a un punto de no-retorno y filtrando efecto e instrumento -la guitarra- hasta límites impensables, con lo que de paso alcanzaron un estadio semilíquido que les permitió transmutarse hacia el ambient o retroceder hacia el post si lo consideraban adecuado, resuena permeando las diversas capas que revisten al vinilo.

Resuena, he escrito. No copa, ni inunda. A través de muchos volúmenes en el curso de varios años ya, Miguel Ángel ha desarrollado un background lo bastante interesante y sustancioso como para sólo mimetizarse. Por el contrario, y lejos de conformarse con ver/sentir/replicar, el eximio capitalino entrecruza/anuda esos ecos a lo Seefeel con/a los suyos propios, cosechados durante luengas estaciones. En esta alquimia es que Landing consigue materializar un repertorio de tórrida belleza noventera e inamovibles bases ciclópeas de enteogénico post rock. Sólo hacia el final, con “Qoylloriti”, el título cambia de coordenadas a velocidad hiperespacial y desciende a la gleba para reencontrarse con esa fuerza telúrica que, al parecer, nunca le será ajena al autor.

Sí, es verdad. Una fina artesanía de estructuras poliédricas, montadas sobre entramados metálicos forjados a fuego lento, y cuyos cristalinos anversos reflejan fidedignamente la luz de las estrellas. Hermosa.

Hákim de Merv

jueves, 29 de junio de 2023

Arian: Stranger Than Fiction // Chino Burga: Geografías Geométricas Vol. 1

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 21 de junio del 2023.)

No he obtenido mayores señas de Arian, solista que ha saltado a la cancha hace poco más de dos meses. Ignoro si es ése su alias artístico o si su nombre civil. La cuenta de Instagram que se consigna como referencia ha caducado, y desconozco si el músico posee cuentas en Facebook o en Twitter. Así que, descontando su nacionalidad peruano-usamericana, no manejo otras pistas personales. Me centro, por ende, en el reciente estreno.

Ateniéndome a un punto de vista formal, Stranger Than Fiction es un fruto abundante en estos tiempos -el registro se queda a medio camino entre el EP y el mini-álbum, aunque hay más argumentos para posicionarlo dentro de esta última categoría. Presumiblemente realizada en Estados Unidos, la producción de la placa es notable, pues confiere al debut una enorme potencia adicional, además de magnificar esa espacialidad que mana de sus ocho composiciones.

Respecto del esférico, es viable trazarle cierto paralelismo con lo que hizo tres años atrás la norconeña Dafne Castañeda en su alucinado y primerísimo Posguerra. Avalan esta comparación no sólo la brevedad de ambos trabajos, sino la coartada de trasladar la técnica del glitch -recurso fundamentado en el Error, nacido en los vericuetos del avant garde más escarpado durante los 90s- a coordenadas estilísticas millas distantes de la experimentación. La única diferencia en relación a Castañeda es que ella escogió moverse dentro de los límites del trip hop, mientras que Arian ha elegido los del rhythm’n’blues y del soul. Éste es, desde mi perspectiva, el principal hándicap que lastra el mini-LP.

Aunque pueda sonar levemente racista, en mi opinión, salvo muy contadas excepciones (la más notoria de ellas es la de la difunta Amy Winehouse), el r’n’b y el soul no-negros suenan a impostación, a copia lamentable, a plástico, a facsímil insustancial. Empezando por el desabrido de Michael Bolton y el insulso de Kenny G, y terminando por esos ídolos de barro que vende el mainstream -Christina Aguilera, J-Lo, Meghan Trainor, Dua Lipa, siguen nombres... La voz de Arian carece de autodominio, no tiene sobriedad, y eso hace que caiga constantemente en disfuerzos similares a los espetados por los antes aludidos. Cuando no es el caso, la performance que despliega es decente y punto.

Stranger Than Fiction está íntegramente elaborado bajo estándares electrónicos en el formato del medio tiempo. Por suerte, lo último no se traduce en un producto completamente pasteurizado. A veces, es el hip hop el que toma el control de las bases, como en “Sour”. A veces, Arian prefiere el ludismo al lucimiento, caso “Luckycharms” y “Odetous”. A veces, el individualista se permite explorar -tímidamente, eso sí- el arte del sampleo, como el murmullo del agua entre “Odetous” y “Theendfornow”. Sin ser perfectos, el antedicho track y “Trip” enfatizan las direcciones en las que creo debe profundizarse de cara al futuro. El chico tiene groove, vamos. Lo animo a que persista: este STF puede haber fallado a mis oídos, pero es pronto para tirar la toalla.

Estupenda portada.

Haciendo un paréntesis en el normal discurrir de su discografía, Miguel Ángel Burga subió a fines de septiembre del ‘22 en su cuenta BandCamp un single virtual homenajeando a una artista que hoy es recordada más por su participación en el histórico debut absoluto de The Velvet Underground que por su obra firmada a título personal -Nico. Desde la carátula (fotograma del film experimental galo La Cicatrice Intérieure, para el que la nacida Christa Päffgen actúa y compone el soundtrack) y el bautizo que recibe (parte de la lírica de “König”), Lass Dich Leiten 7’’ declara sus intenciones de rendir tributo a la seminal cantante germana. Lo curioso, y de ahí la necesidad de hablar de un paréntesis, es que Burga parece haberse contraído sobre sí mismo para modelar sendas relecturas (“The Falconer” y la ya mencionada “König”) atravesándolas con todos los géneros que el peruano ha practicado alguna vez -exceptuando el stoner y el noise rock/shoegazing. Revestidas de una solemnidad reluctante, cavernosa, casi espectral; en las minimalistas reinterpretaciones se dejan escuchar ecos de la psicodelia primordial, de la kosmische musik, del space rock, del ambient, del post rock de tintes sublunares, de la drone music de nuestros días.

Sintomáticamente, el procedimiento es el mismo para Geografías Geométricas Vol. 1, eyectado usufructuando los bytes de la alemana Midira Records a comienzos de abril último. Se puede hablar, en efecto, de una metafísica idéntica; con la discrepancia de tener este volumen, primero de tres anunciados, un norte estético específico y preponderante -el de la iteración drónica. Dos largas suites divididas en dos partes (“El Ascenso I”, “El Ascenso II”, “La Ascensión I”, “La Ascensión II”), que en esencia bien pueden ensamblarse en un único tema de proporciones titanescas. De ahí la impresión de fades in y out algo arbitrarios, porque la música dispuesta aquí no parece haber tenido nacimiento ni llegar en el futuro a cesar.

Pese a que la repetitividad es la norma en GGV. 1, la percepción que genera se condice con muchas de las teorías maximalistas puestas en ejecución por Peter Kember. Cada vez que he decidido recorrer el disco, he experimentado sensaciones similares a la que describiera Eno cuando afrontó el episodio post-accidente vehicular que le inspiró para inventar el ambient. Sin ruidos externos que me interrumpiesen, era como si la rodaja abriera sus fauces para engullirme, mientras que el desaforado torrente circular de resonancias sísmicas iba creando el uniforme paisaje tectónico sobre el que avanzaba. Uniforme, y sin embargo de vez en cuando alguna vibración volcánica hacía vacilar las magnitudes ilimitadas/dimensiones colosales de ese paisajismo en serie del que se nutre el drone. Tal y como los icebergs que visionaba el genial ex Roxy Music, surgiendo en medio de un continuum de ruido ambiental -cláxones y sonidos de otros ingenios humanos, voces, trinos, el rugido ocasional del aire, el canto acuoso...

Hace ya un tiempo que Burga se ha retirado a vivir en el corazón del Valle Sagrado, en Cuzco. Es posible que su larga estadía en medio de la naturaleza, rodeado de cumbres y de gargantas, del verdor por el que suspiramos en las ciudades y del constante rumor cristalino del agua, de espíritus de raigambre contrastante y de multitud de otras formas de vida; depurase las ideas que hicieron al fin combustión en este viaje. Lo que me queda claro es que eso es sólo la mitad del ticket. El otro 50% es cosecha del alma de Miguel Ángel -de las convulsas connotaciones telúricas de su proceso creativo, de la disciplinada contención introspectiva que ahora observa, de los febriles espirales horizontales con que acompaña la mecánica celeste que gobierna la Tierra en su incesante viaje siguiendo al Sol.

Hákim de Merv

jueves, 11 de agosto de 2022

Chino Burga: Aero / Ouro // Resplandor: Tristeza

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 3 de agosto del 2022.)

Cotejando información para las presentes líneas, caigo recién en la cuenta de que, entre mayo del ‘21 y mayo del ‘22, se ha diluido un año íntegro sin haber recibido nuevas de un opus de Miguel Ángel Burga. El primer año en mutis casi perfecto del ¿ex? 3AM, después de mucho tiempo. Y digo “casi” porque sí existe referencia que le malogra parcialmente el récord, sólo que ésta no califica como aventura en solitario -estoy hablando de Panamerican Sonic Prayers, split entre el dueto canadiense Anunnaki y nuestro inquieto connacional. Si bien el vinilo es puesto a la venta el pasado 22 de mayo por la georgiana Echodelick Records, Miguel Ángel cuelga su parte del 50/50 horas antes de la última navidad.

Doce meses -y algunos días- han transcurrido entonces tras el recomendable Invokaciones. Una vuelta alrededor del Sol, hasta que el material de que se compone Aero / Ouro se hiciera público, añadiendo así un peldaño más en la ascendiente del experimentado músico. La disposición de la placa estrenada me hace pensar en Letanías (2020). El contenido, por otra parte, difiere no pocos grados.

Sí. Porque pese a tratarse de dos laaaaaaargos temas, que ocuparían sendas caras de un LP, éste es otro Burga. Sin calibraciones ni escalas específicas, el frontman de Culto Al Qondor se prodiga en el uso de loops, de recursos drónicos, de ornamentaciones tejidas a partir del Eco. Estilísticamente hablando, se podría decir que el limeño prefiere situarse ahora equidistante entre el ambient cuya principal fuente de combustión es el drone, la kosmische musik y el post rock. La diferencia estriba en que MAB encara su quehacer sonoro con muchas más seriedad y disciplina que antes, utilizándole como reconcentrado medio abstracto de expresión artística. A despecho de la austeridad reinante en su interior, el álbum consigue transmitir la misma energía emotiva que destilan las influencias que le presiden. Tanto “Ouro” como “Aero” ofrecen abundantes pruebas de ello.

Los fade-in y fade-out en las pistas, no obstante, para nada son gratuitos o arbitrarios. Cada una de ellas tiene su propia personalidad. Y si “Aero” es el viaje interestelar, prescindiendo de cualquier viso de andamiaje rítmico, conteniendo sin sobresaltos las eventuales ¿explosiones? decibélicas de la eléctrica empuñada por el guitarrista principal de La Ira De Dios; “Ouro” es el tour a través de guarderías de estrellas -las pulsaciones cósmicas, que al promediar el track asumen el rol de oleajes galácticos, mecen con pudor y cada tanto al viajero/escucha, sosegando su espíritu e invitándole a resignar la propia personalidad para fundirse con el entorno/el ideario/la alucinación que le circunda.

Distintos y a la vez parecidos, los números que bajo nuevo rótulo ha estrenado Burga este 2022. El mismo Burga de siempre y a la vez uno sutilmente nuevo. “The devil is in the details”, como se suele decir en lengua inglesa.

Parando mientes sobre la edición cassette de Sol De Hiel, extended play con que debutó un día de 1998, y retrocediendo un par de años más conforme al testimonio de amigos y terceros; sin mucha alharaca se halla Resplandor rumbo a las tres décadas de existencia. Considerable lapso de tiempo que no se ha visto adecuadamente reflejado en su producción discográfica: en efecto, la etapa más fructífera del combo se da entre la salida del antedicho EP y la irrupción de Ámbar (2002), siendo su siguiente paso lanzado en  el  ’08 (Pleamar).  Desde entonces, sólo  se  supo  del proyecto de Antonio Zelada a través de contadas presentaciones -las más de ellas teloneando a las bandas extranjeras que traía Automatic Entertainment al Perú (así como abriendo junto a Kinder el concierto para The Cure en Lima, aunque aquella vez se le anunciase como Stereonoiz).

Median pues 14 años entre el ya lejano Pleamar, reeditado en vinilo hace un lustro por Saint Marie Records, y la nueva entrega del grupo -de formación abierta: Zelada, Tatiana Balaburkina, Darko Saric, Naama Bengtsson, Joeri Gydé, Christopher Farfán, Henry Gates, Arianna Hume...-. Precedida de los singles digitales “Bocanada”, “Sensitive”/“Until She Comes” y “Adore (Robin Guthrie Mix)”; todos subidos durante el ’20, Tristeza trae de vuelta a unos Resplandor sumergidos en el mismo dilema en que les mostrase su episodio anterior. Sumergidos, que no es lo mismo que decir empantanados. Me explico. La naturaleza primordial del acto es y-sospecho-que-siempre-será la del shoegazing, aserción evidente para quienes han escuchado los esfuerzos de su primera época. Y aunque Ámbar todavía mostraba un fuerte enraizamiento en el baggy, también exhibía algunas señales de pretender evolucionar más allá del género (“Desolación”), sin por eso abandonarle. Con los lustros, la hesitación nunca absuelta por Zelada -único miembro original de Resplandor, hoy establecido en Holanda- se ha convertido en su principal rasgo identitario, para bien y para mal.

“Ser un autor purista es lo más difícil”, escribía el intelectual Sebastián Pimentel a fines de los 90s. Se refería al aluvión de fusiones/mixturas que se venía con el cambio de milenio, como también a la fidelidad principista que debe arriesgarse al abrazar un modelo o ideal estético. Un cuarto de siglo después, y mucho más que riesgos, todo purismo comporta desafíos y retos. Enormes. No creo que actualmente sobrevivan puristas absolutos, pero sí creadores/as guarecidos/as bajo normas que han tomado de una o dos fuentes, observadas inflexiblemente.

Ése es el caso de Resplandor. En un sentido similar al del postpunkgaze de escuela danesa (Catch The Breeze, Me & Munich), la agrupación enhebra la vivacidad de los colores festivos que pueblan ahora su catálogo timbral con la sobria base rítmica de un bajo herencia del vetusto post punk ‘77-‘84. Bastante menos abstracta que su contraparte en el mástil de cuatro cuerdas, la batería también aprehende las enseñanzas de esas eras, sólo que traduciendo los pulsos con una ductibilidad de la que antes Resplandor carecía. El grueso del repertorio de Tristeza está formado por canciones ágiles (“Rêverie”, “Blue”), no doblegadas por la adustez ni del shoegazing más bala, ni del post punk más ensimismado. Cuando tienen que desacelerar para cambiar el tempo, las baquetas no se hacen el menor problema (la excelente “Feel”, el corte epónimo del disco). Y si es imperioso entregarle la hegemonía al Ruido hasta que la medición de los armónicos se salga de las gráficas, como en “Océano”, “Adore” y “Silencio”; pues se hace sin chistar.

Hay en Tristeza una persistente evocación al Disintegration de The Cure. ¿Inconsciente? ¿Voluntaria? Sería interesante convertir esa interrogante en una certeza. Como me encuentro falto de ella, lo asumo un side-effect producto de buscar el equilibrio en la ecuación que vertebra el plástico. Otras prominencias sónicas, como la coda de travestido bliss pop hacia la declinación de “Feel”, parecen darme la razón. Así se mantiene en la brega Resplandor. Sumergido en un dilema permanente, pero intacto, escudado en una impenetrable pared de melódicas guitarras ahogadas en feedback.

Hákim de Merv