(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 18 de octubre de 2023.)
Hay un par de cosas que decir en torno a lo nuevo del alias bonaerense. Lo primero, es que aparentemente ha regresado a modo unipersonal. Si en Congelado (‘20) se acreditó a Christian Bocon, a Nicolás Garimano, a Jonathan Sansone y a Nicolás Castello; quien se mantiene bajo el nombre de Nax en Dejando... es su fundador y principal animador -Castello. Joaquín Karpinsky como dueño del bajo en la vespertina “Reflejo Lunar” es el único otro crédito concedido en las notas del lanzamiento, donde figura Nico en labores de composición letrística y sónica, ejecución de todos los instrumentos salvo donde se indica lo contrario, de mezcla y masterizado. De modo que se le puede señalar, sin ligereza, como responsable directo de la evolución del acto en este nuevo episodio.
Otra peculiaridad a subrayar es lo bien perfilado que ha sido el plástico. Repitiendo la experiencia de Congelado, algunos de cuyos números fueron eyectados/testeados cual singles meses antes de la aparición del debut, varias de las pistas recogidas en DTA han visto la luz incluso desde el ‘21. Este fogueo previo le ha permitido a Castello bocetar un esférico lucífero, donde las sombras no están ausentes, sino dispuestas de tal manera que le cohesionan sosegando sus a veces excesivos ímpetus. Una muestra de ello es la citada “Reflejo Lunar” y su vinílico efecto epilogal. Otra igual de crepuscular, aunque no tan melancólica, es la senescente “Bleu”.
El tercio final de Dejando Todo Atrás merece párrafo aparte. Nax oscila entre extremos, de “Animal” a “Verlos Partir”. En este último y en “Me Como Tu Voz”, por ejemplo, parece transmigrar del shoegazing a un estado que sólo se me ocurre tipificar como “dreamwave”. En “Animal” y en “No Soy Quien Debería Ser”, parece abrazar fervorosamente la herencia vaporosa de entidades como Alison’s Halo y Half String, sólo que con índices bajísimos en serotonina -que le reditúan cierta aura de desencanto y abatimiento, jamás al punto de abandonar los predios del dream pop. El segmento es una suerte de antesala para el final del CD, “Danza Cuántica”, con el que Castello regresa al sonido Just For A Day (‘91) -esta vez alternando el litio oftálmico que proporciona el sunset y las apagadas sombras rojizas que sobre éste va imprimiendo de a pocos la divina noche. A diferencia de Congelado, Nax consigue esta vez aprobar a la primera escucha.
Como para no olvidar nunca que en todos lados se cuecen habas, la segunda incursión de Gille Lettmann a.k.a. Sternenmädchen, liberada casi medio siglo después de la primera (Gilles Zeitschiff, ‘74); trae a colación uno de los grandes bluffs acaecidos en el devenir de la música pop. Esta vez, el turno es el del intocable kraut rock.
Ocurrió entonces que los astros se alinearon, posibilitando una reunión entre Hartmut Enke (bajista de Ash Ra Tempel) y Timothy Leary (gurú del ácido por esos calendarios). Lo que cerró en Berna (Suiza) como intento desastroso de colaboración entre el exiliado teórico usamericano y la banda de Manuel Göttsching, debido al abuso de sustancias non-sanctas, habría podido quedar archivado y no nos perdíamos de nada. De no haber metido Rolf-Ulrich las narices, obvio.
Por desgracia, Seven Up (‘73) acabó siendo una jornada bastante mediocre, terminada de grabar a las patadas y completada a posteriori por ignotos músicos de sesión que nada tuvieron que ver jamás con la movida kosmische. El disco de marras fue glorificado aquí por desubicados como Eduardo Lecca, que en su libro Vanguardia 1966 - 1998 hizo apología de una “...melodía del Cielo...”/un “...sonido del Cosmos infinito...”, allí donde sólo hubo paja y más paja de parte de Leary. Más mesurado/cauto se mostró Eduardo Lenti (Cinco Décadas De Rock 1955-2000: Origen, Evolución Y Análisis - Parte 1 (1955-1979)), quien enfoca la placa desde el lado de Ash Ra Tempel y le considera ejercicio distendido respecto del epónimo debut (‘71) y de Schwingungen (‘72), verdaderas gemas del kraut teutón.
Un buen día de este 2023, me entero de la puesta en venta de Gilles Zeitschiff 2 (mayo). Creía retirada de toda actividad a la pareja Kaiser-Lettmann, pero la edición de este segundo volumen, para más inri bajo el ala rediviva de Die Kosmischen Kuriere (en sociedad con Breeze Music); me convence de lo contrario. De lo que estoy seguro es de la antigüedad de las grabaciones. Ésta es gente que ya se está jugando los descuentos en la base siete, y para convencerse de ello no hace falta sino echar una mirada a la info del díptico: Harald Großkopf, Rolf-Ulrich Kaiser (a) Sun Courier, Dieter Dierks, Jürgen Dollase... El único al que no conozco es el italiano Roberto Cacciapaglia, que sí o sí es coetáneo suyo.
Aunque muy probablemente estos seniors se hayan juntado para arreglar/pulir/completar los tracks, éstos han sido recuperados de las grabaciones de la época -lo que comúnmente se conoce como “material de archivo”. No sólo por la acreditación ya consignada, sino por la tónica general del largo. Para estándares actuales, Gilles Zeitschiff 2 es un 33 r.p.m. muy apolíneo, lleno de luz, que se aventura en desarrollos electrónicos de ciencia-ficción anteriores a Kraftwerk -en tal sentido, su onda es muy Berlin School (“Tutenchanamun”), a lo sumo Jarre o Vangelis. Tan es así que “Beethoven” recuerda su poco al “Chariots Of Fire” del difunto esteta heleno. Sus motivos cósmicos como grecas remiten a la fluidez circular de muchos de sus contemporáneos de entredécada (“Overtüre”), tanto como sus tintineos y reverberaciones celestiales a cierta solemnidad espirituosa reinante entonces (“Leonardo”). Todo apunta, pues, a que se trata de una rodaja que recupera parte del trabajo que la artista dejó inédito hace cinco décadas. Si bien ello puede ofrecer una mayor perspectiva sobre cómo se hacían las cosas en aquellos días, su valor no se extiende mucho más allá del que le asignamos a la pieza que -no sabíamos que- faltaba para completar la colección.
PD: El intrilingüis de Kaiser al dedillo en
el décimo capítulo de Future Days: El Kraut Rock Y La Construcción De La Alemania Moderna, librazo de David Stubbs.
Hákim de Merv
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