(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 21 de junio del 2023.)
No he obtenido mayores señas de Arian, solista que ha saltado a la cancha hace poco más de dos meses. Ignoro si es ése su alias artístico o si su nombre civil. La cuenta de Instagram que se consigna como referencia ha caducado, y desconozco si el músico posee cuentas en Facebook o en Twitter. Así que, descontando su nacionalidad peruano-usamericana, no manejo otras pistas personales. Me centro, por ende, en el reciente estreno.
Ateniéndome a un punto de vista formal, Stranger Than Fiction es un fruto abundante en estos tiempos -el registro se queda a medio camino entre el EP y el mini-álbum, aunque hay más argumentos para posicionarlo dentro de esta última categoría. Presumiblemente realizada en Estados Unidos, la producción de la placa es notable, pues confiere al debut una enorme potencia adicional, además de magnificar esa espacialidad que mana de sus ocho composiciones.
Aunque pueda sonar levemente racista, en mi opinión, salvo muy contadas excepciones (la más notoria de ellas es la de la difunta Amy Winehouse), el r’n’b y el soul no-negros suenan a impostación, a copia lamentable, a plástico, a facsímil insustancial. Empezando por el desabrido de Michael Bolton y el insulso de Kenny G, y terminando por esos ídolos de barro que vende el mainstream -Christina Aguilera, J-Lo, Meghan Trainor, Dua Lipa, siguen nombres... La voz de Arian carece de autodominio, no tiene sobriedad, y eso hace que caiga constantemente en disfuerzos similares a los espetados por los antes aludidos. Cuando no es el caso, la performance que despliega es decente y punto.
Stranger Than Fiction está íntegramente elaborado
bajo estándares electrónicos en el formato del medio tiempo. Por suerte, lo
último no se traduce en un producto completamente pasteurizado. A veces, es el
hip hop el que toma el control de las bases, como en “Sour”. A veces, Arian
prefiere el ludismo al lucimiento, caso “Luckycharms” y “Odetous”. A veces, el individualista
se permite explorar -tímidamente, eso sí- el arte del sampleo, como el murmullo
del agua entre “Odetous” y “Theendfornow”. Sin ser perfectos, el antedicho
track y “Trip” enfatizan las direcciones en las que creo debe profundizarse de
cara al futuro. El chico tiene groove, vamos. Lo animo a que persista: este STF
puede haber fallado a mis oídos, pero es pronto para tirar la toalla.
Estupenda portada.
Sintomáticamente, el procedimiento es el mismo para Geografías Geométricas Vol. 1, eyectado usufructuando los bytes de la alemana Midira Records a comienzos de abril último. Se puede hablar, en efecto, de una metafísica idéntica; con la discrepancia de tener este volumen, primero de tres anunciados, un norte estético específico y preponderante -el de la iteración drónica. Dos largas suites divididas en dos partes (“El Ascenso I”, “El Ascenso II”, “La Ascensión I”, “La Ascensión II”), que en esencia bien pueden ensamblarse en un único tema de proporciones titanescas. De ahí la impresión de fades in y out algo arbitrarios, porque la música dispuesta aquí no parece haber tenido nacimiento ni llegar en el futuro a cesar.
Hace ya un tiempo que Burga se ha retirado a vivir en el corazón del Valle Sagrado, en Cuzco. Es posible que su larga estadía en medio de la naturaleza, rodeado de cumbres y de gargantas, del verdor por el que suspiramos en las ciudades y del constante rumor cristalino del agua, de espíritus de raigambre contrastante y de multitud de otras formas de vida; depurase las ideas que hicieron al fin combustión en este viaje. Lo que me queda claro es que eso es sólo la mitad del ticket. El otro 50% es cosecha del alma de Miguel Ángel -de las convulsas connotaciones telúricas de su proceso creativo, de la disciplinada contención introspectiva que ahora observa, de los febriles espirales horizontales con que acompaña la mecánica celeste que gobierna la Tierra en su incesante viaje siguiendo al Sol.
Hákim de Merv
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