jueves, 3 de febrero de 2022

La Terminal: Acuérdate Que Morirás // Ayver: Ayver // Earthwomb: Becoming Immanence EP // Territorio Del Eco: Experimentalismos Y Visiones De Lo Ancestral En El Perú (1975​-​1989)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 26 de enero del 2022.)

LOS DISCOS PERUANOS DEL 2021 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (I)

Desde que comentase su epónima puesta de largo hace casi un lustro, he sabido de nuevas tan esporádicas como contradictorias concernientes a los arequipeños de La Terminal. Nada más publicar la reseña, de hecho, José María Málaga -segunda guitarra y voz- anunciaba la disolución del cuarteto. Si ésta se llegó a concretar, no duraría mucho, porque -bien como banda, bien como asunto del mayor de los Málaga- La Terminal continuó apareciendo en el scroll de las news feeds. A la muerte de un obispo, eso sí, presentando algún desamparado sencillo virtual o anunciando su colaboración en uno que otro compi (o eso creo recordar).

Hacia la veintena de octubre último, ese bastión trujillano del ruido corajudo, barriobajero y guapo que es Rip Off Records rescató una de las primeras maquetas del grupo. Nunca editada a escala masiva (lo mismo que Mala Práctica, demo del 2008 que completa el legado “prehistórico” del combo), Acuérdate Que Morirás ha sido recuperada por la escudería norteña en el hoy revalorado soporte del cassette. Perdió en el camino fragmentos de su nombre -Acuérdate De Que Morirás (2007-2014), se le denominó inicialmente-, pero ganó a cambio casi una cara completa de material inédito (o, en todo caso, rascuachamente difundido).

La versión 2021 de Acuérdate... respeta escrupulosamente el track list original, destinando cuatro de sus cinco números al lado A. El quinto y último de la primera edición, “Besando El Suelo”, encabeza el lado B seguido de una pista en la que se han encajado tomas en vivo de “17 Golpes”, de “Estar Peor” y de la que sospecho es la forma primordial de “Mientes”. Remata el side “La Fresa”, registro del 2007 en el que meten mano Málaga, Luis Cueto y Raúl Guzmán. De ellos, es Cueto quien no participaría en el debut oficial.

El valor de Acuérdate Que Morirás, que ya se percibía en su primer alumbramiento, es el de mostrarnos cómo lucía el repertorio de La Terminal en crudo -y, por supuesto, cómo sonaban los mistianos en estado “puro”. Esto es, sin Camilo Uriarte ni José Javier Castro tras la consola del estudio. Que La Terminal (2017) fue un opus de rock concebido en el corazón del Ruido no es un secreto para nadie que lo haya audicionado. Es con Acuérdate... que llegabas a ser consciente de cuánto de ese ruido delirante y audiotóxico tuvo que ser encausado y mitigado/cercenado para que pudiera brillar su pathos a través de encarnaciones algo menos informes -noise rock usamericano de los 80s (“Los Surfistas Nazis Católicos Deben Morir”), grunge (“NonXime”), rock alternativo (“17 Golpes”), tal vez punkgaze...

Consciente de ello, y de que no todo el impulso creativo primario de los rojinegros se codificaba siempre en raspantes (des)acoples y distorsiones mil. Ahí están “Besando El Suelo” o “La Fresa” para atestiguarlo.

Encantadora sorpresa la de José Luis Arango a.k.a. Ayver. Al caballero no lo conozco de ningún lado, así que empiezo lo que se dice tarde con quien ha venido labrándose una cumplidora reputación como músico desde agosto del ’19, cuando se estrenó gracias a su mini-LP Firmament. Última de sus entregas a la fecha, en Ayver (2021) muestra el proyecto un elevadísimo nivel de composición y ejecución. Pese a no haber tenido la oportunidad de escucharle anteriormente, pues, se me hace razonable suponer que dicho nivel es fruto de una evolución acaecida a través de dos mini-álbums y dos largos.

Moneda de cambio harto difundida en las músicas nacidas con posterioridad a 1977, Arango parece regirse por ese principio estético (y vital) que consiste en dosificar lo que se tiene para usarlo con sabiduría. Ello le mueve, ignoro si por vez primera, a hacer de su homónimo paso menos un disco que una gigantesca suite de doce movimientos que frisa los 2/3 de hora. Los temas en Ayver figuran todos entrelazados, y esa continuidad no sólo les hermana, sino que además tiende a asemejarles. Segmentos como “Towards The Uncanny Shores”, “Imaginary Friends (Reunion)” o “Spherical Abstraction In Progress” fluyen siempre orlados por vívidos y emotivamente solemnes arreglos de preciosismo y paisajismo sonoros, como pocas veces se han oído en la escena local -un plus que el limeño no resigna ni siquiera en sus momentos de mayor contundencia percusiva, como el colofón “Yenifrontiers” (que flirtea a la distancia con la indietrónica) o la sutil programación que asoma en la segunda mitad de “Newpocity”.

Me desconcierta algo el empleo que el propio músico hace de ciertas etiquetas en su BandCamp. Quizá el dark ambient o la experimentación tengan cabida en otros episodios de su discografía (episodios que acometeré con prontitud). No aquí. Tampoco la propuesta artística de Ayver empata con el post rock, como sí con un ambient de ascendencia neoclásica. La artesanía de sus cuerdas es abundante en toda la placa: desde el piano, con el que Arango se ha compenetrado mucho (“Glow Metamorphosis”, “Mellifluousleep”), hasta el violín (“Heaven Abscene”, “Essence Of Ayver”). Esa generosidad, sumada a los ocasionales efectos acuosos de sonido -el arroyo que discurre entre “Restored Consciousness” y “Glow...”, el mar en la crepuscular “The Souvenirs Of Enma”-, se traduce en cinemáticos soundscapes de nostálgico/melancólico talante.

Emocionante hallazgo, que mana evocación y resiliencia por todos sus flancos. Inevitable compararle con lo que hiciera en su última etapa el colectivo This Mortal Coil (cf. Blood, 1991), pero también con el recordado dueto noruego Secret Garden.

Destacar un surco por encima de los otros no me parece justo, así que recomiendo la escucha del álbum completo vía BandCamp -o mejor aún, su adquisición física.

Emergiendo del fondo de ese bullente agujero negro que es en todas partes la escena metalera independiente, propina su primer zarpazo una agrupación capitalina relativamente nueva. Fundada hace unos cuatro años, Earthwomb, terna compuesta por los guitarristas Eduardo Yalán y Pedro Zamalloa (encargado este último de mezcla y masterización), así como por el vocalista Giancarlo Melgar; dispara en octubre pasado el pistoletazo de salida Becoming Immanence EP. 31 minutos y monedas enmarcados con el inconfundible mazazo opresivo y oscuro del black metal atmosférico que restallase a inicios de los 90s -y que, a diferencia de su precursor ochentero, integra el manejo de teclados, sintetizadores y secuenciadores según corresponda.

Apertura el extended “Cosmic Revelation”, planteando sin atosigar lo que se escuchará de allí en más. Pétreo, titánico, ominoso; el instrumental anuncia tempos y contornos épicos, tras los que se parapetan ambientaciones glaciares constantemente quebradas por los agudos/rasgados chillidos de Melgar. Y si bien las guitarras pueden hacer gala de agilidad o desplazarse cachazudas, dependiendo del timing, nunca abandonan la crispante densidad del género metálico. En efecto, de “Fractal Phenomenon” -cuya versión demo se diera a conocer en abril del ’19- a la postrer “Vital Flux”, el pugnaz murallón de azorante ruido no concede tregua, salvo quizá en el breve interludio de tenso reposo que ofrece en su ecuador “Trespassing The Paragons Of Consciousness” (otro instrumental), o en las notas finales al piano de “...Flux”.

¿El resto? Queda ya dicho: una sucesión de sacrílegas sonatas fúnebres que van del desaliento y la desolación más negros a la exaltación y a la efervescencia más vehementes; con apenas lo justo para el brochazo melódico que confiere a tracks como “Walkscapes” o “The Gathering” ribetes de gestas legendarias.

Palmas para el díptico que arman “Ulterior Revelation” y “Vital Flux”. El primero funciona como reptante crescendo para que el segundo explote en toda su extrema oscuridad y cósmica locura. El cierre perfecto de un volumen trabajado a consciencia, cuyas letras -créditos para Yalán y Melgar- se inscriben en la mejor tradición pagana/anticristiana de sus pa(d)res escandinavos. El tenebrismo de Wolves In The Throne Room, Burzum, Evilfeast y Summoning puede darse por satisfecho con la fresca cosecha que su maligna semilla ha propiciado en meridión: aquí están los jóvenes (turcos).

Douglas Tarnawiecki, Luis David Aguilar, Arturo Ruiz Del Pozo, Manongo Mujica, Julio “Chocolate” Algendones, Miguel Flores... ¿Qué tienen todos ellos en común? Lo más evidente es su proveniencia de inciertos circuitos sónicos concebidos tanto a la periferia del jazz y de músicas similares, como erigidos alrededor de determinadas teorizaciones propugnadas por el accionismo avant garde de mediados del siglo XX. Algunos de estos músicos se han conocido en décadas pasadas, y se ha dado el caso de haber colaborado entre ellos. No tomaron nunca, sin embargo, parte en ninguna escena articulada en torno a figuras señeras o a manifiestos culturales. La mendicidad que antaño padecía una escena pop tercermundista como la peruana hacía imposible siquiera contemplar la posibilidad.

Todos ellos, junto a Corina Bartra y a Omar Aramayo, han sido considerados en Territorio Del Eco: Experimentalismos Y Visiones De Lo Ancestral En El Perú (1975-1989). La rodaja pasa a engrosar en agosto del ’21 el catálogo de la línea de lanzamientos ‘Essential Sounds Collection’ que desde hace ya varios años cura Buh Records tenazmente. Diría que incluso de manera pertinaz -con la excepción de Aramayo y Bartra, el resto ya ha visto material propio editado por la misma disquera, lo que empieza a hacer un poquito quáker la insistente reiteración.

Tal cual apunta el subtítulo, este artefacto documenta la creatividad de los/as mencionados/as durante el período ‘75-‘89, un lapso de tiempo especialmente complicado en nuestra reciente historia nacional. El punto focal de convergencia para estas piezas repescadas es su diversa/múltiple aproximación hacia las distintas vetas del acervo autóctono peruano. Así, se postulan revitalizaciones de las tradiciones amazónicas, altoandinas y afroperuana; incorporando instrumentos vernaculares característicos de cada una. En el caso de las primeras, no pueden estar mejor representadas que por la tríada de inicio: “Nocturno” de Aramayo, “Invocación” de Mujica y “Jungle” de Bartra.

En lo tocante a la fusión afroperuana, sólo podemos contar el sabroso “Eleegua” de Algendones. Y refiriéndonos a los registros de filiación altoandina, figuran “La Tarkeada” de Aguilar (bautizada así debido al rol estelar de la tarka, flauta de seis orificios frontales y uno adicional en la zona inferior) y un resultón/fintero “Bosques Girando Al Ritmo Del Sol” (Espíritus, seudónimo de Tarnawiecki). Un poco más de méritos hacen el urbanita surrealismo jazzy de “Indio En La Ciudad” y el peculiar visionado caótico que el espacio citadino filtra a los vientos de “Llegué A Lima Al Atardecer”, visionado impuesto al migrante recién llegado. El detalle es que ambos cortes son protagonizados por Miguel Flores -a título personal el primero, como miembro de Ave Acústica el segundo. Ello me remite de nuevo al rollo de estar insistiendo constantemente con los mismos apellidos.

Y no sólo eso. Más allá de su valor arqueológico y testimonial, el menú de Territorio Del Eco... tiene muy poco que resaltar per se. Novedades respecto a lo que anteriormente la disquera ha rescatado, apenas. Quizá lo de Bartra (devenida con los años en cantante de jazz afroperuano que para las últimas elecciones presidenciales decidió apoyar la candidatura de la mendaz primogénita de los Fujimori), de todas maneras lo de Algendones, y de cabeza lo de Mujica -al lado de Paracas Ritual (2020), en comandita con el noruego Terje Evensen, lo más rescatable de un músico excesivamente inflado para mi gusto.

Hákim de Merv

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