(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 9 de octubre de 2024.)
De tres a cuatro calendarios median entre EP
(‘20) y Lamentum, primer álbum del unipersonal Schmerz. Débese el lapso
al desfase existente entre la aparición online del 33 rpm (marzo del ‘23) y su
confección en físico (a la que, según se ha anunciado, nos hallamos ad portas).
Dado que el acto se mueve en circuitos que los músicos independientes
nacionales mismos considerarían independientes, aún apegándonos a la primera
fecha puede el debut en largo considerarse todavía novedad.
Destaca otra diferencia importante, esta vez
atenida a las dos producciones que Khrome Hitam Laga lanzase a través de
InfraVox Records -una tercera se ha colgado únicamente en BandCamp propio, a
mediados del presente: Ghost Tapes (Lost Demos)-. El extended de estreno
pregonaba una cierta policromía que le salvaba de caer en los lugares comunes
afectos al principal ingrediente de la retórica Schmerz. Éste era el gothic,
matizado por el minimal synth y la coldwave, etiquetas ambas de relativa consanguinidad.
Pese a que dicho protagonismo no ha cambiado, sí lo han hecho sus cotas de
hegemonía.
Muy poco en Lamentum se posiciona más
allá de las fronteras del dark fabulado durante los 90s desde factorías como
las estadounidenses Cleopatra, Metropolis o Pendragon; o ya en los albores del
nuevo siglo desde las holandesas Neophyte o Enzyme. Quizá por ahí las animosas
armonías de ascendencia Xymox circa “7th Time” o “No Words”, que recupera
“Eliza”. Quizá también el impulso de pop ambiental que cientos de bandas
duplicaron en la segunda mitad de los 80s, plasmado en “Frozen Heart”. No mucho
más. El color que abarrota la rodaja es el del gothic en simbiosis con la electrónica
afín a gradaciones metálicas -de Evil Toys a Haujobb, de Pressurehed a
Nosferatu.
A despecho de su notoria extensión, el CD no
termina aburriéndote. Escuchando “Hex”, pensé que ése sería el caso. Por
suerte, Schmerz demuestra suficiente talento como para alivianar el tempo en el
instante justo, amén de dosificar el cariz de sus canciones evitando atosigar
al/a la escucha. Mientras temas como “Thanatosis”, “Sanguis Rose” o “Chrysalis”
despliegan motivos de intenciones épicas, canales como “Dance Macabre”, “A La
Luné” o “Memento Mori” ilustran el lado más oscuro del electro-gothic. Los tiempos
más elongados suelen ir adosados a estos últimos, y los más rápidos a los
primeros, aunque no es una regla estricta.
Es evidente que el de Lamentum se corresponde
con perfiles de muy específicas tribus urbanas nacidas en el seno de la cultura
pop contemporánea. Hará las delicias de darkies y góticos, y probablemente
sucederá otro tanto con los head hunters de la EBM y del industrial -no en
vano, Hitam Laga toca asimismo en Monöchrome. Si bien he aludido a algunos
segmentos en que pululan iridiscencias menos gravosas, lo que cohesiona el
repertorio de cabo a rabo es la entonación de Khrome: distanciándose de EP,
su fúnebre cavernosidad es completamente mórbida, sepulcral (a veces no
funciona, cf. “Frozen Heart”, tan forzado como escuchar a Van Morrison cantando
en un grupo tontipop español). Atenúa con sus jaspeadas vocales Casiopea Amore.
El mismo día de su salida (3/8), fui
noticiado por Miguel Ángel Elescano de la aparición de éste, el último opus del
más conocido de sus múltiples alias. Por su intermedio, DJ Locopro se despide
de toda actividad, pasando a engrosar el catálogo de nombres a evocar como
parte del legado histórico de la música pop originaria de estas tierras. En
adelante, Elescano conducirá toda su creatividad artística utilizando
seudónimos como los de Teiza Raizi, Lutero, Lima Centro Project, Maria Reiche...
Es una naturaleza bastante disociada la de
este epilogal Locopro Is Dead. De un lado, es necesario enfatizar que si
bien el menú completo se acredita a la autoría del músico capitalino, ésta se
plasma empleando algunas de las diversas identidades que maneja. De otro lado,
DJ Locopro ha querido poner punto final a su andadura con un artefacto
recopilatorio, que empero reserva algunas plazas para material nuevo. Así
sucede cuando concurre Lima Centro Project, portándose con “Otros Planetas” y
“Gray Is Turning Blue”. Su sino es esquizoide: mientras que el primero luce un
big beat desestructurado, vencido por la propia gravedad, el segundo se ampara
en la IDM de los primeros años, ésa que no necesitaba del menor pálpito
percusivo para alzar vuelo. Completa la terna “Lejos De Londres”, ambient trip
al alimón con Afrosky MF.
En lo concerniente a discordancia
estilística, algo similar ocurre con Lutero y Teiza Raizi. Bajo el chaplín luterano,
tan pronto hace implosionar Elescano un tech house de repiques vítreos (“Play”)
como coser voluptuosas programaciones technoides a sampleos algo siniestros
(“Seven”), creando atmósferas de ciberdélico horror folk. En cuanto a TR, no
cabe esperar mayor congruencia: el armazón rítmico de “Jazzy Jungle” pondera su
prosapia rebosante de swing, surcado por sampleos de inequívoca raigambre sacra
en clave SD, al tiempo que “Time (Lucha Reyes Vs. Portishead)” hace honor a su denominación
recreando la estética bristoliana mientras mixtura “Roads” de los genios británicos
y “Regresa” de la fenecida cantante criolla.
El resto del track list es ocupado por DJ
Locopro, asistido de algunos invitados y premunido de algunos muestreos en plan
admirativo. Entre estos últimos quedan fijados los respectivos números techno y
house de “Ride Me” y “Mily Star”, sendos tributos a Voz Propia (de quienes
recicla “Llévame”, de su maqueta del ‘90, El Sueño) y a la artista
folklórica conocida como Princesita Mily, lo mismo que el poliédrico remix de
“Dudas”, de Vrianch. Entre los primeros, la vaporosa/quebradiza “Invisible”
junto a Coppé, la cadenciosamente rocktrónica “In The Light” al lado de Raúl
Santiago a.k.a. Rara Avis, el house anabolizado de “New Creature” en
sociedad con la nipona 34423.
De esta forma contradictoria y plausible, dicen
adiós DJ Locopro y el potente crisol de house y techno que lo acompañara en sus
días de esplendor. Es posible que algo de ello se reencause empleando Miguel
Ángel a tal fin cualquier otro de sus noms de guerre. Sospecho, sin
embargo, que no será lo mismo. Extrañaré su invencible constancia, su
comprometida prolificidad, la solidez de las convicciones vertidas en sus
discos -podía discrepar de su curso de acción, pero no de su entrega. Hasta una
próxima vida, Locopro.
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 14 de febrero de 2024.)
LOS DISCOS PERUANOS DE 2023 QUE NO ALCANCÉ A
RESEÑAR (III)
Un tanto elusivos -cuando no tímidos- los
chicos de Ruri. Formada en el ‘22 la banda, que se define a sí misma como “post
pandémica”, ésta sólo condesciende a una cuenta en Instagram que provee de muy limitada
información. Hay un poco más de chicha en la cuenta BandCamp, básicamente
referida a los géneros que le sustentan, por lo que habrá que seguir acreditando
a los integrantes usando sus nombres de pila: Rodrigo (primera guitarra),
Yamile (Olivas, voz y segunda guitarra), José (baquetas) y David (Acuña, bajo).
Da la impresión de que Ruri -“desde adentro”
o “del interior”, en quechua- últimamente se ha venido fogueando mucho en
directo, habida cuenta de los recientes comentarios entusiastas que ha captado
el radar. No he tenido todavía ese placer, aunque sí les he escuchado su
primera publicación (29/12), que responde al escueto nombre de Ruri Demo
(EP). Son en total cuatro cortes, compuestos y grabados por el grupo, que respiran
entre el noise rock de los segundos 80s y el cajón de sastre alternativo de los
primeros 90s. Obvio, se permiten un par de veces traspasar los propios límites.
La prueba palmaria de esa inquietud por
probar otros sabores es “Héroes Muertos”, apertura del registro. En ésta su
principal carta de presentación, el cuarteto le hinca el diente al primigenio
dark rock con una performance espléndida. Yamile imposta su voz como emulando a
la de Siouxsie Sioux para entonar bonitas figuras literarias del tipo “Santos
Que Emergen En El Aire” y “Templos De Naipes Que Crecen Destrozados”,
mientras el resto del line up luce contundente. Igual de formidable es “La
Bomba”, si bien aquí el lúgubre input se disuelve adicionando guitarras más noventeras
-la curiosa conjunción me hizo pensar durante breves instantes en el Porno For
Pyros del debut (o en el unigénito mini-álbum de Psi Com).
De otro lado, “And I Try” y “Fucking
Teenagers” son demostraciones de lo bien que le sienta a Ruri adherirse al output
del modern rock. De hecho, se le percibe más en su medio ambiente natural que
cuando recula al decenio anterior. No experimentan ni con la singladura ni con
la discografía de la época para practicar ingeniosas vueltas de tuerca, algo
perfectamente válido por dos razones: 1) lo suyo no es la experimentación, y 2)
la “maqueta” vibra con esa energía característica de quien compensa falta de experiencia
con toneladas de lúcidas furia y juventud. Interesante arranque, al que sólo opongo
un reparo -el bajo necesita chambear ingentes horas extra.
Bastante peculiar la puesta de largo de
Troek, identidad que asocia a Alfonso Noriega (El Otro Infinito, Puna) y a Jorge
Rivas (Ionaxs, Philkophillips, Puna), de la que ya habíamos paladeado una muestra
de su accionar en el lado B de Seven 7’’. Allí anida “Primer Mensaje
Desde La Niebla”, masa noisica en combustión espontánea que se angosta crispada
por fantasmales progresiones electrónicas. Existen en el LP muchos indicios de (in)armonías
isomorfas, si bien los hay también muy distintos en el curso de sus 30 minutos.
Y es que parece agitarse en Intitulado
una urgencia por recalcar los contrastes, por atizar los contrapuntos. En una
esquina, son acogidos surcos susceptibles de asimilarse a los rasgos de “Primer
Mensaje...” (también incluido aquí), como el número titular, el cegador
audioextremismo de “Reminiscencias” y sus programaciones en fase larval, el
luminoso éter binario de “Miles De Cuerdas” y sus picapedreras pulsaciones percutantes...
En la otra esquina, tracks mucho más despojados de la obsesión por el Volumen,
como las lluviosas líneas de feedback de “Un Hoyo De Sombra En El Techo” y su
ausencia de secuencias, o la brumosa cajita de música que encarna “Cassette Del
Ático”. Cierto, no hay motivos para afirmar proporción equitativa alguna, o al
menos un timing reconocible, que fomente esos contrapesos. Éstos igual acaecen,
empero.
Encuentro que lo más valioso de disco y
proyecto es el acopio de géneros de que se sirven para bordar una obra repleta
de ambientaciones contingentes y resonantes landscapes surrealistas, llena de lóbrega
arquitectura sónica y de enigmáticos onirismos. Mejor aún, el logro definitivo
de Troek radica en la redefinición de estos mismos géneros para terminar siendo
fagocitados por dos grandes bolsones de estéticas hegemónicas en la placa: la
de un ambient en continua polución/degradación, y la de una suerte de bliss out
que se debate entre la hidrólisis y la condensación. La electrónica
experimental, el minimalismo, el dark ambient, la drone music: tarde o
temprano, estos códigos son forzados a acelerar su cariocinesis para
evolucionar y caer bien en un campo, bien en el otro. A veces, en los dos.
No queda mucho más por decir de este Intitulado.
Sus voces, sus teclados, sus disonancias; tienen un efecto evanescente. Pese a
ello, esta característica se pierde rápido en el horizonte cuando el canal se
agita con la distorsión de sus componentes. El CD se conmociona, entonces, bajo
el trauma de estos cataclismos continentales que se salen de escala. Con cuadros
así de contradictorios, deconstruyendo sin cesar el perfil del binomio, ¿hay
algo que quede indemne, de lo cual partir? Sí: la impresión subjetiva del/de la
escucha. Para free download, como siempre desde los bytes de Chip Musik.
Gracias a Machines EP, me topé con la arrebatadoramente
insolente música del joven maese Nicolás Prado. Algo tarde, eso sí: en el extended,
primera referencia para una escudería de renombre (Buh Records), el avezado
retoño de Andrés Prado y Paloma La Hoz se revelaba como paradigmático nativo binario
que había absorbido -con prestancia y entusiasta voracidad- las soberbias
lecciones impartidas desde las vanguardias electrónicas de fin-de-siècle.
En comparación con
el antedicho título (sale en noviembre del ‘22 y lo reseño ocho meses después),
ahora pesco más pronto Overload EP (diciembre), de nuevo respaldado por
Buh. Con enorme satisfacción, compruebo que lo de Prado se mantiene firme en cruzada
mega-distópica y ominosamente cyberpunk hacia la consolidación de lo que él mismo
ha catalogado como “webcore” -término bajo el cual el individualista tritura
noise digital, ambient emponzoñado, IDM de espectro sórdido y artcore delirantemente
maníaco.
Verifico, asimismo, que el énfasis del EP
extiende la hegemonía del breakcore que Prado mostrase en el episodio anterior.
“Lost Data” es una pista que abreva en el imaginario apocalíptico del
intelligent techno más oscuro, y sin embargo no hace falta escarbar gran cosa para
encontrar un ritmo roto abriéndose paso por entre su médula. En “Malfunction”,
en cambio, no hay rastro de junglismos. Desde “Particle Collision” y hasta que
finalice el extended, el drum’n’bass en modalidad bersek no se ausentará ni medio
minuto.
El breakbeat disparado a mil por hora de la
fugaz “Hysteria” y sobre todo de “Particle Collision” remite ciertamente a los
gloriosos días del techstep, cuando su mecánica era descrita como “mitosis del
sonido” -y de hecho, los bpms en Overload EP sugieren la velocidad
devoradora de una asesina metástasis agresiva. En el epónimo asalto de cierre,
por otra parte, volvemos a hacer frente a una mixtura similar a la de “Lost
Data”; de proporciones equivalentes, siendo la IDM la más pintada, pero donde
el jungle se niega a desaparecer. Epílogo cumplidor para un artefacto bastante
más corto que el anterior -apenas 11 minutos y sencillo, mi único reclamo.
Muchas cosas pueden escribirse sobre Sofia Kourtesis, ahora que la peruana residente en Alemania de padre griego ha cosechado
mayor reconocimiento a propósito de Madres (‘23). Podría alegarse que no
es éste realmente su estreno en 33 rpm, ya que ni Sarita Colonia (‘19) ni
Fresia Magdalena (‘21) ni su epónimo registro (‘19) son de corta
duración, ni mucho menos llevan incorporada -implícita o explícitamente- la
clasificación “EP”.
Podría deliberarse igualmente si lo suyo es el
mero diletantismo house, o si abraza el hechizo marca Chicago y derivaciones premunida
de auténtica convicción. O si en el revuelo que ha causado tras su aparición (This
Is It EP, ‘14), jugó papel no menor su linaje, “exótico” a ojos de la prensa
sonora del Primer Mundo. Cualesquiera sean las polémicas desarrolladas a partir
de tales preguntas, hay una circunstancia imposible de poner en entredicho: a
saber, que Madres se ha editado -lo mismo que el extended homónimo- gracias
a los buenos oficios de Ninja Tune, la legendaria plataforma independiente fundada
por los Coldcut entregada en cuerpo y alma al evangelio del trip hop y del
scratching. Que ello ocurra con una artista como Kourtesis habla a las claras
de lo flexible que ha devenido la filosofía de los Atunes Ninja con el correr
de los años.
A decir verdad, Madres, y por
extensión toda la producción de la DJ disponible en Internet salvo Spotify; me remite
al celebrado Café Inkaterra (‘04) de Miki Gonzáles. “¡¡¡¿¿¿CÓMO???!!!”.
Sí: no porque la música de Sofia se asemeje a la que vertiese Gonzáles en el
volumen con que se ¿“reinventó”? como músico electrónico, sino porque Madres
es un plástico resultón. Tiene accesibilidad y pegada, es efectivo en traducir
los descubrimientos del house y variantes a formatos netamente pop, sus
melodías gestionan con estoicismo los densos estados de ánimo que la autora atravesó
durante el período de composición -dominados por el delicado estado de salud de
su progenitora, diagnosticada con cáncer cerebral.
Madres es, pues, un disco
de puntos medios. Estructura ósea, tendones y cartílagos llevan indeleble el
sello del house; mientras que el ADN de su carne, de su sistema linfático y de sus
órganos es compatible con el four-on-the-floor que saltó a conquistar el mundo
desde la Ciudad de los Vientos. Si “Moving Houses”, por ejemplo, es un lento
infestado de scratch y privado del más elemental armazón de beats; “How Music Makes
You Feel Better”, “Habla Con Ella” y “Funkhaus” tienen enredadas las
genealogías del tech house y del big beat. Si “Madres” y “Si Te Portas Bonito”
coquetean con las cepas chill y acid sin renunciar a la mirada pop, en “El Carmen”
la peruano-griega se deja seducir por la musicalidad afroperuana, asistida por
Miguel Ballumbrosio y “patrocinada” por el sampleo de “Beto Kele (Nosotros Somos)”
de Novalima. Si en “Estación Esperanza” el gravoso bombo se revela más funk que
nunca (incluyendo a Manu Chao, que aquí está SAMPLEADO, no participando de), en
“Cecilia” los golpes uptempo y los claps se sienten más cerca de un cóctel disco-soul.
Rodaja resultona, entonces. Funciona tanto para
perderse dentro suyo como para utilizarla de soundtrack realizando cualquier labor
física. Rescato asimismo las sinceridad y transparencia de Sofia, quien se abre
y expone en cada uno de los diez rounds de Madres. Simpático esférico, con
no pocos pasajes in extremis radiantes.
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 4 de octubre de 2023.)
Literalmente en las postrimerías de los 00s
(12/09), SuperSpace Records concedió luz verde a la que entonces se pensaba
sería la ópera prima de Sounds Of Salomon Jedidias & Space Rock, desmesurado
alias con que se estrenaba en lides de las escenas experimentales nativas
Rafael Díaz Portilla. A la sazón ingeniero de sonido de Leche Plus, el
debutante se plegaba entusiasta al pelotón de grupos que hacía de la neopsicodelia
el principio fundamental de su accionar: Transparente, Hipnoascención,
Pastizal, los mismos Plus et al.
Las cambiantes coyunturas vitales llevaron a
Díaz por otros caminos, alejándole de la actividad artística. El segundo LP
nunca se llegó a concretar, y el primero permaneció relegado a un link de descarga -felizmente nunca banneado- que le preserva hasta hoy, perteneciente a
un blog hace mucho tiempo inactivo. Afortunadamente, SuperSpace ha decidido
reeditar el artefacto en cuestión, disponible en BandCamp desde el 27 de junio
con el agregado de un corte inédito (rescatado de las sesiones de grabación de
la época por Díaz).
Aunque suene a barrabasada, una de las
primeras cosas que saltaban a la vista al escuchar SIX6SIX era que, si
las delirantes pesadillas cósmicas del célebre H.P. Lovecraft fueran a la
discoteca, la de Sounds Of Salomon Jedidias & Space Rock sería la música elegida
para contorsionarse en las pistas de baile. Desde los primeros acordes de
“Rebel On You Keep Up - Mantente Firme”, la aleación neopsicodélica de este
demoledor largo dejaba en claro que ha sido forjada al amparo de los
Charlatans, del Aphex house de Selected Ambient Works 85-92 (‘92), de los
maravillosos Happy Mondays y de Primal Scream; influencias varias que han sido
centrifugadas por el dub más tétrico y la dañina vibra confrontacional de los
Suicide.
Cómo estos componentes diversos lograron
calzar en el mismo puzzle, quizá lo explique el que el músico ya estaba curtido
en jornadas similares. El diseño sonoro en SIX6SIX prioriza ingentes dosis
de dub y reverb, lo que confiere a la música una fascinante tridimensionalidad
y un groove alienígena -que, cuando se desboca, convierte a varios de los canales
pauteados en desmadrados bad trips. A este respecto, el punto culminante es
“Mon Ami - Mi Amigo”, subyugado por un bajo retorcido y unos teclados de los
que hablaría bien si les tildara de perniciosos. La agobiante densidad de la
atmósfera la hace irrespirable, al punto que es casi un alivio cuando el láser reproduce
el siguiente track.
Pero la neopsicodelia vitaminizada de
SOSJ&SR no tenía sólo colores oscuros, como ya se mencionó líneas arriba.
Resabios del Aphex Twin apolíneo aparecen travestidos en la pileraza “Memory Of
Universe Elevating - Memorias De Un Universo Elevado”: su rítmica programación,
en clave de apacible house, es similar a la de “We Are The Music Makers” del
Gemelo. En otros pasajes (“Abba Father - Gracias Padre”, “Suit Is Out - El
Asunto Es Fuera”), el acto exprimía las reservas de ácido de The Chemical
Brothers y las combinaba con ramalazos de Stone Roses o los aludidos Mondays.
Aunque estos matices sean ocasionalmente opacados por otros más lóbregos, su
huella aparece codificada en cada cisura de SIX6SIX.
Para la anécdota quedan la correcta versión
del clásico de Alpha Stone, “Here It Comes - Aquí Viene” (extraído del algo
extemporáneo Life’s A Motorway, 2001) y la recuperada “Solar Radiation -
Radiación Solar”. Participa esta última de las virtudes mayores del CD, filia excesiva
al ensamble de los hermanos Ryder incluida, pero algo de agua hace la
masterización, que no logra repescar la pista vocal del fondo de la mezcla (el
resultado es de macilento barnizado).
Casi quince años atrás, Sounds Of Salomon
Jedidias & Space Rock tenía la ventaja de “haber salido de último”, luego
de los vivificantes ejercicios de Transparente y compañía. Poseía el plus,
además, de un ingeniero de sonido que conocía bastante bien su oficio, lo que
de paso le permitió adelantar a casi toda la escena local afín de entonces -Pastizal,
Hipnoascención. Lamentablemente, y como sucede en predios ligados a la música pop
de avanzada -con mayor razón en el caso de Perú-, la suerte no lo ayudó, y la
Vida dispuso otra cosa. Hoy que vuelve a estar disponible para nuevos oídos,
toca ser más prudente no en lo concerniente a réditos estéticos, sino al futuro
del proyecto. Quizás, quizás no.
Habíamos dejado a Miguel Ángel Burga en un
registro que conjugaba etéreas travesías siderales e iterativos soundscapes ctónicos
(Geografías Geométricas Vol. 1), producto acaso de las ondulaciones astrales
que de continuo afronta en su vida cotidiana, arraigada tiempo ha entre las
montañas cinceladas por el Vilcanota y el Urubamba. El guarismo hacía presagiar
que el limeño seguiría esa elipse hasta completar al menos una segunda entrega.
Todavía es posible que lo haga, claro, pero con Landing cambia de fisionomía
sónica y decreta una pausa en el camino trazado por aquella parábola. Cuán largo
será ese alto, depende exclusivamente de él.
Colgado en su BandCamp al promediar julio, el
nuevo álbum del guitarrista recupera el hálito pop a que condescendían estetas insulares
de la talla de Windy Weber, Scott Cortez, David Pierce o Kirsty Yates. En efecto,
entre el post rock más volátil e ingrávido, el bliss pop antecesor directo del
harsh noise y las lecciones de kosmische musik reivindicadas en/volcadas a los
90s; Burga ha moldeado un disco de canciones antes que un documento sonoro a la
manera de Main, The Azuza Plane o Spacetime Continuum. Y sin embargo, esta media
docena de nuevos temas comparte con estos últimos la naturaleza conceptual, la
vocación trasgresora, el trascendentalismo de una tímbrica sublimada...
Pero si hay una impronta que destaca nada más
empezar Landing, ésa es la de Seefeel. Concretamente, en tracks como “E”,
“@2926” o “Z”. Sea la faceta más transparente y refractaria (“E”), sea la más
accesible y rítmica (“N Dub”, “Landing”), sea la más báquica (“Z”); es notorio
en el esférico el influjo del combo de Sarah Peacock y Mark Clifford en modalidad
Quique (1993) y/o Polyfusia (1994). “¿O sea que Burga ahora copia
esas referencias? Tsssssss”. No, huevón/huevona. Lo que estoy diciendo es que el
output que los británicos construyeron estrangulando slides a un punto de
no-retorno y filtrando efecto e instrumento -la guitarra- hasta límites
impensables, con lo que de paso alcanzaron un estadio semilíquido que les
permitió transmutarse hacia el ambient o retroceder hacia el post si lo consideraban
adecuado, resuena permeando las diversas capas que revisten al vinilo.
Resuena, he escrito. No copa, ni inunda. A través de
muchos volúmenes en el curso de varios años ya, Miguel Ángel ha desarrollado un
background lo bastante interesante y sustancioso como para sólo mimetizarse. Por
el contrario, y lejos de conformarse con ver/sentir/replicar, el eximio capitalino
entrecruza/anuda esos ecos a lo Seefeel con/a los suyos propios, cosechados durante
luengas estaciones. En esta alquimia es que Landing consigue
materializar un repertorio de tórrida belleza noventera e inamovibles bases ciclópeas
de enteogénico post rock. Sólo hacia el final, con “Qoylloriti”, el título cambia
de coordenadas a velocidad hiperespacial y desciende a la gleba para
reencontrarse con esa fuerza telúrica que, al parecer, nunca le será ajena al
autor.
Sí, es verdad. Una fina artesanía de
estructuras poliédricas, montadas sobre entramados metálicos forjados a fuego
lento, y cuyos cristalinos anversos reflejan fidedignamente la luz de las
estrellas. Hermosa.
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 13 de abril del 2022.)
Si bien ya avizorada a través de “Girasoles
Tricolor” y de “Spiderdance”, tracks cedidos respectivamente a las
compilaciones de Dorog Records Premoniciones (‘20) y Nuevas Anormalidades (‘21), no deja de sorprender la dramática metamorfosis que
Jucsay ha experimentado durante los años pandémicos. Entre Mutante (marzo
del ‘18), registro colectivo al alimón con los individualistas Pascal y Movan,
y Kuntur Raymi (octubre del ‘21), rebotado hace unas pocas semanas por la independiente de Giancarlo Samamé; ciertamente parecen haber transcurrido
muchos más años de los que ambas acreditaciones alegan.
Acrónimo ideado por el chachapoyano Juan
Carlos Salazar Yalta, autodidacta en las técnicas de inspiración audiovisual y
con una licenciatura en informática, Jucsay dio inicio a sus múltiples
actividades culturales en el ‘04 atravesando trochas muy distintas de las que hoy
recorre. Plasmadas a partir del ’13, las primeras experiencias discográficas que
publicase se encontraban plenamente instaladas en los ámbitos del arte sonoro
puro: composiciones electrónicas cuya retórica del Ruido epata un despiadado
minimalismo -el propio músico describe su estilo como harsh techno. Presiden la
mecánica de esa primera etapa la modelación de frecuencias, el incisivo procesamiento
de sonidos analógicos y digitales. Las grabaciones resultantes retratan hoscas ambientaciones
de distorsión reconvertida, que sutilmente aluden a crispantes sacralidades precristianas
-ahí están como ejemplos “Río Negro” y “Final De Tu Dolor” (mini-álbum Pétalo De Lata, 2014), o la post-humana “NHMDLG” y el inesperado vacío de “Oración”
(mini-álbum Muda, 2013). Esta faceta del artista amazónico continúa
vigente en otras actividades multimedia en las que despliega su talento...
Como músico, empero, Jucsay ha virado hacia
expresiones sónicas muchísimo más cercanas a formatos pop -esto es, imbuidas de
armonía y melodía. A este respecto, los antecedentes de “Girasoles Tricolor”
(ludismo proto IDM) y “Spiderdance” (jubilar electrónica de linaje house) daban
cuenta ya de la nueva topografía en que iba a trabajar nuestro connacional del
oriente. Sobre ella se aposenta resueltamente Kuntur Raymi, producido
gracias al beneficio de las Líneas de Apoyo Económico para el Sector Cultura dispensadas
por el ministerio ad-hoc. El disco, cuya denominación guiña a la Fiesta del Cóndor con que se rememora cómo los pueblos ancestrales del actual departamento
de San Martín recibían el solsticio de invierno (21/06), tiene dos mitades
perfectamente definidas: una empieza en “Río Marañón” y termina en “Aliento De
Tella”, mientras que la otra va de “Puyu” a “Shuka”. Ambos segmentos se
diferencian únicamente en los matices -mientras el primer tramo subraya entusiasta
la síncopa y se descubre favorable para intensas sesiones en las pistas de baile,
el segundo atesora una mayor inclinación no exenta de hedonismo hacia la
escucha no estática/el deleite en horizontal.
Descontando esa distinción, en conjunto lo
nuevo de Jucsay se adjudica suficientes trazas que le categorizan como vigoroso
update de los descubrimientos que los precursores de Detroit y de Chicago hicieran
en el período ’90-’92. Justo antes de la asonada ambient noventera: es
interesante paladear cómo el unipersonal emplea los potentes patrones de
ascendencia electro-funk que sacudieran la Ciudad de los Vientos y los mesmerizantes
graves ofrendados por la Ciudad Motor, para operar en territorios muy cercanos
al intelligent techno con un concepto infinitamente más elástico que el de sus
primeros días.
Golpea trepidante el house en canales como “Huayra”,
la dulzona “Aliento...” o “Allko”, de fuerte flirteo esta última con el canon chill
out. Aflora aplastante el techno otro tanto en “Tingorbamba”, la exquisita “Puyu”
o la enigmática “Duende Azul” (dancefloor neuronal si cabe), confirmando esa
plausible habilidad con que Salazar enhebra contundentes programaciones y melodías
seductoras/adictivas. Alusiones a la tímbrica de la selva peruana y a los imaginarios
de sus etnias mil terminan por darle homogeneidad a este excelente esfuerzo con
que se reinventa el solista. Edita su propia plataforma, Seqes Records.
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 3 de noviembre del 2021.)
#AguanteChile.
Durante las calendas de septiembre, la intrépida
escudería independiente serenense Templo Sagital colgó para free download el epónimo extended debut de Beat Cancino (sic). Este EP ya se había colgado bajo la misma
modalidad de descarga en agosto del año pasado, desde BandCamp propio, sólo que
anunciado como demo. Para el relanzamiento de hace dos meses, no se opera
ningún update respecto de las tomas originalmente subidas.
Lo de Beat Cancino asoma acto unipersonal santiaguino
que se ciñe al anonimato tercamente -cero información pública. Templo Sagital,
por su lado, nos cuenta que el man es Luis Valdebenito; quien batea para los
noisers de Vaso De Leche, para los hardcore-punks de AlgoTerror y para los
indies free-form-freak-out de Fracaso. La discográfica, además, glosa el
material a disposición tildándole de post punk cinemático e industrial. Las
toscas-pero-inalterables percusiones machaconas y filo-metálicas tanto de “Ruido”
(el despegue) como de “Hay Tabla” (el amartizaje) proporcionan ribera
suficiente, en efecto, para hablar de cierta inclinación hacia la música
industrial. La parquedad y precisión de las síncopas en el resto del artefacto
-con excepción de “Tema Para Un Final (De Película Que No Existe)”- avalan la
alusión a piezas sonoras de movimientos tangibles/mesurables que acaecen en
tiempo y espacio.
Post punk, en cambio, es un marbete más
difícil de sustentar. Las primeras escuchas remiten por descarte al período ’77-’84,
si bien no permiten establecer claras analogías con Wire, P.I.L. o Gang Of Four.
Varias vueltas después, se hace factible pensar en una versión prehistórica de
bandas más periféricas, tipo This Heat o The Pop Group en sus ratos menos
accesible. Al final, aunque te das cuenta que el sonido de BC es ubicable en los
días señalados, también notas que no proviene de la misma cepa. Lo suyo está
más influenciado por “anormalidades” como Nurse With Wound (la errática “Cría”)
o los visionarios Zoviet France (la impetuosa “Grises”).
Ígneas eléctricas angulares, un registro en
el micro que prefiere el spoken word a la vocalización convencional, atmósferas
brumosas que se alejan del cliché “oscurito”... Entre el after punk más
experimental y el industrial de garage, Beat Cancino se ha hecho de un sitio despachando
siete afilados zarpazos de rock agreste y raudo en poco más de quince minutos.
Suficiente para empezar.
En activo siete años, Sello Fisura trabaja en
los límites que comparten el indie del nuevo siglo y la electrónica de libre
código que de-evoluciona hacia la música rock. Un catálogo de referencias
puntuales, por demás atractivas, es el que maneja la label capitalina: ha
sostenido el reentré de Columpios Al Suelo y Dolorio & Los Tunantes, aparte
de haber reeditado tanto el Monstrws (2019) de Maifersoni como el disco
de su guitarrista Enrique Elgueta en comandita con el aedo Juan Santander (Que
Ningún Sentimiento Amanezca En Su Casa, 2020). Y ha liberado desde octubre la
serie Laboratorio De Malestar: cinco entregas que recopilan improvisaciones
realizadas por diversos músicos entre noviembre y diciembre del 2019 -esto es,
las primeras semanas del levantamiento ciudadano en el hermano país del sur.
Encargado de los teclados en Niños Del Cerro,
Diego Antimán reestrena faceta solista cambiando de alias -de CVSPER,
clausurado en el 2016, a Valet. Adore EP consta de cuatro números que en
realidad son tres. Emparejados/entrelazados el primero con el segundo y el
tercero con el cuarto, escuchar el “pareado” de entrada deja en evidencia que “Espejismo”
y “Vacío” son secciones de una única pista, lo que no sucede con “Febril” y “Halo”.
Las influencias fagocitadas por Valet provienen del ritualismo rave de fines de
los 80s: el angst pirético del trance, el house de consumo masivo, incluso el aborrecido
eurobeat de los primeros 90s... Lo curioso es que dichas influencias no son
abordadas siempre de manera frontal.
La dupla que arranca con “Espejismo” empieza
enclavada en el ruido angélico del bliss digital. Después de un breve
crescendo, al promediar minuto y medio sube a superficie una tremenda guiñada
trance a lo Paul Oakenfold, desarrollada durante 60 segundos. Tras del
diminuendo necesario para desacelerar las pulsiones, el lector pasa
imperceptible a “Vacío”, donde a partir del minuto y 20 segundos el aura rave se apropia rápida y paulatinamente del escenario -sampleo del mamarrachiento “clásico”
eurobeat de Sannie Charlotte Carlson (a) Whigfield “Saturday Night” incluido
(malditas sean las neuronas de mi cerebro que retienen ésta y demás información
similar).
El sucinto camino de “Febril” no es distinto.
Los orgiásticos estallidos trance comienzan antes del minuto, y llegan a su
punto culminante hacia el epílogo del tema, hermanado con “Halo”. El cambio se
produce, si bien de golpe, también con naturalidad, sin traumas. Es éste el momento
más valioso del EP, donde se apuesta por el techno tribal a un paso de metamorfosearse
en IDM de tintes étnicos. Ojalá Antimán, se decida por este último rumbo.
Al parecer, cierra Rodrigo Mardones para Música Casual la persiana del 2021 -Fluir, cuarto largo de la entidad,
abría el listado de lanzamientos del año en Chip Musik Records- con un extended
que modera la vigencia de algunos principios regentes en su estética sonora desde
la concepción misma. Pese a que el arquimédico punto de apoyo continúa siendo
la improvisación non-sense/surrealista, prima en Hegemonías EP una
metodológica deconstrucción del Ruido engendrado por ese proceso.
Deconstruido aquello que produjese espontáneamente,
en torno suyo Música Casual elabora despedazadas secuencias completamente
desiguales entre sí, de tamaño y densidad variable, que yuxtapone y enhebra
para lograr percutir los surcos recogidos en el extended. Fraguarlas hasta
hermanarlas no ha sido tarea sencilla, no obstante. Si Mardones lo consigue, se
debe a que son las microtonales texturas sónicas drenadas/desecadas las que conforman
la substancia molecular que hace las veces de aglutinante denominador común para
porciones y astillas tan dispares unas de otras.
Cuatro suites de nombre similar y numeración
progresiva ascendente, rayanas en los márgenes/extramuros de las últimas
vanguardias de fin du siècle con derecho a llamarse tales. De las
aguijoneantes resonancias post-dub a lo Scorn que regurgita “Hegemonía 3”, a la
informe tímbrica dominante en “Hegemonía 1”. Del escuezante morphing de “Hegemonía
2”, que se balancea entre el Scanner más minimal y el Seefeel más oscuro, a la
sorda aridez abrasiva a lo PanSonic de “Hegemonía 4”, llena de punzantes zumbidos/murmullos
nocturnos. Un suculento aperitivo, el primero para la nómina de la prestigiosa
escudería Pueblo Nuevo, que deja en suspenso el camino a tomar por Música
Casual en el futuro más inmediato.
Como sucede en todo Chile (creo), el otoño en
Gran Valparaíso es de contrastes marcadísimos. Llegué allá en medio de una
tarde que fue obliterando al muriente estío gracias a una nubosa resolana
pálida, por la noche comenzó una lluvia que no paró sino hasta la madrugada del
día subsiguiente, y despidió mis pasos portuarios una calcinante ola calorífica.
Me siento más a gusto en climas fríos más consecuentes, pero esa neurosis
meteorológica también me agradó -a diferencia de la plomiza Lima, que sólo en
el verano cambia de colores por obra de su fulminante sol.
Para su esperado segundo título -el primero, Espesura
EP, data del 2015-, el binomio Hammuravi ha retrocedido un par de pasos en
cuanto a estilo cultivado. El salto hacia adelante, empero, es cualitativamente
enorme. De la aleación entre shoegazing e indie rock que martilleaba el
extended, queda muy poco, acaso apenas el inicio con “Limbos” y no mucho más. El
tándem porteño ahora navega a través de un dream pop de baja resolución,
reinterpretado desde inequívocos planos pedestres, subrayando -a semejanza del
otoño- el almíbar y la nostalgia según la composición que acometa.
Entre las que ensalzan el trote melodioso y
tierno, cabe contar la placidez lacónica de “No Dejes Que Me Lleve El Río”, la
emotividad contenida de “Estrella Lunar”, la vitalidad casi baggy de “Puñal”
(donde participa Elisa Montes, de Slowkiss y los primeros tiempos de Supernova)
o la ya aludida “Limbos”. Entre las que se acomodan mejor sublimando la aflicción
y el bucolismo que innatamente soportamos los seres humanos, se puede enumerar a
la rigurosa sobriedad de “Desaparecer”, al doble movimiento de “Esto Se Va A
Terminar”, a la mirada lánguida de “La Ciudad” y al sutil feeling acibarado de “Dímelo”.
Acompañando a estos ocho cortes, Hammuravi
adjunta otros tantos interludios, algunos de nombre tan extenso como breve es la
duración promedio de todos ellos. Aplicando nuevamente la figura del otoño,
estos fragmentos remarcan el dulzor o la melancolía que fermenta el grupo, pero
no siempre para afianzar el color del track escoltado. Mientras la sincronía es
un hecho para esquirlas como “Corre A La Estación”, “Sangres” o “Me Voy A Tirar
Al Mar, Los Peces Me Esperan”; los contrapuntos llegan de la mano de “Bailando
Con El Fantasma De Mi Abuelo”, la ¿cueca?/¿chacarera? acústica de “Mi Padre” y
el postrer suspiro de “El Principio Es El Fin”. Magnífica jugada que agiganta
la majestuosidad senescente de este Fuego Negro.
Palmas para los dos tercios de Adelaida que
sacan adelante Hammuravi, el siempre elusivo Jurel Sónico y la gran Naty Lane -la
mejor bajista de esta parte del globo, que tiende a relajar en las obras de la mancuerna
valpeña su performance vocal, al punto mimetizarse con la de Alison Shaw
(Cranes).
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 26 de mayo del 2021.)
Mucha gracia no me causó escuchar por primera
vez a Elegante & La Imperial. Ni por segunda, ni por tercera. No porque me
disguste la electrónica mestiza. Todo lo contrario: me parece una vía
refrescante de hacer fusión que, tal cual sucediese con el rock mestizo en los
90s, oxigenó nuevamente las músicas más identitarias de nuestra latinidad. No
obstante, sucede que el alias aludía a una suerte de ósmosis -o en todo caso evolución-,
de la que participaba Elegante. Es este último el zarpazo inaugural de Daniel
Martinetti (quien después se reinventara como Sonoradio), cuyo unigénito legado
se convirtiese en uno de los más lánguidamente hermosos (y dilatados) álbums IDM
hechos en nuestro país: Desvaneciendo (2004).
Escuchar lo que antes era Elegante haciendo
cumbia digital o global bass, pues, me parecía harto afrentoso. Pero bueno, ya
pasó un tiempo. Además, el propio Martinetti ha reivindicado su primigenia
faceta a través de las chambas como Danny eM y Saeztti. El primer chaplín cuenta
con una seguidilla de EPs en un registro de inmaculado house -de los cuales he
podido audicionar Something To Say, Form & Function y All
Kind Of Things.
El segundo acaba de hacer su debut formal precisamente
el 26/5 con Esplendor Artificial, también tras unos cuantos EPs
publicados en Discos Aquelarre (sello del autor). En su primera parte, Saeztti repasa
casi todo el frente de estéticas post rave valiéndose del canon del intelligent
techno para proyectar sugerentes movimientos circulares, evocadoras ristras
melódicas, espaciosas notas de una calidez expansiva... No es el suyo, con todo,
un IDM de arte y ensayo: pistas como “La Transparencia Del Aire”, “Nada Ha
Existido” o “De Extraño Diseño” hablan más de un output abierto, permeable al
hechizo house y otros sortilegios equivalentes -el nutritivo ambient pop que
cocina “Detrás De Un Resplandor”-, enganchado a las cadencias retozonas de unos
Bandulu o un Speedy J.
Por otro lado, EA se pone un tanto
voluble de ”Historia Natural” en adelante. Me explico: las formas que modela
Saeztti persisten indemnes, su vocabulario y gramática son los mismos. No así
el contenido, que deviene mercurial. El magnetismo carnal de números como “Historia...”
y “Distant”, por ejemplo, es progresivamente atemperado por alternantes
sensaciones vívidas de nostalgia y melancolía. Con la tesitura de un paseo
subacuático, “Las Cosas Simples” borronea de a pocos los indicios de pulsión
rítmica, convirtiéndose así en la pieza más abstracta del repertorio. Y, pese a
las sofisticadas líneas de bajo que recodifican la energía primaria del funk,
tanto “El Falso Profeta” como “Esplendor Artificial” emergen sanitizadas hasta
la asepsia -si bien no cargadas de congoja, tampoco del dulzor que era moneda
común en el primer segmento.
En conjunto, el debut de Saeztti colma
sobradamente las expectativas. Entiendo que tal vez pudo ganar más puntos con
un trackeo menos disparejo, aunque la apreciación es asaz subjetiva. Provengan
de una u otra mitad, los sonidos de Esplendor Artificial hacen justicia
al íntegro del background que acredita ya el limeño...
...salvo Elegante & La Imperial.
¿Existirá, como es el caso de la entrada que
precede al plato principal, la salida? Alguien dirá que ésta es en realidad el
postre, y puede que razón no le falte. Aún así, no me nace pensar en Vergel,
nuevo mini-álbum de Aloysius Acker, como la sobremesa que contrasta/contrapesa
a De Arcana Celesta (2019); sino como el tentempié que extiende su
recuerdo en el paladar al complementarle.
Esta colección de seis nuevos episodios batalla
entre el shoegazing y el ambient digital, si bien la presencia de este último es
ahora mucho más manifiesta. Desde los primeros latidos de “Memorias De Un Lago”,
queda establecida la preponderancia otorgada por el unipersonal de José A.
Rodríguez a la electrónica de tintes ornamentales. Incluso en los minutos más dulces/ruidosos
del esférico -“El Alma De Flora” y “Fragancia De Ocaso”, vale decir su sección
media-, el timón de Vergel yace en manos del antedicho discurso binario.
Paradójicamente, esta dialéctica hace del baggy
el verdadero elemento decorativo de la jornada. En la senda del crossover
abierto por Silvania y similares, Aloysius Acker emprende travesía sobre ese
ambient rugoso cuyas bases están anegadas de iterativas figuras de programación
sintética (“Edhral”, “Memorias...”), que en más de una vez parece querer
echarse a correr pero que siempre sucumbe contenido por la placidez y laxitud en
que finalmente encallan las composiciones. Las pinceladas de dream pop -“Una
Estatua Que Sueña Nubes”, “La Lluvia Cae Desigual Como Tu Nombre”- se limitan,
en consecuencia, a diversificar/suavizar el impertérrito paisaje en derredor de
este apacible trip.
Sin trepidaciones, sin pulsaciones ni
proclamas vigorosas, todavía puede recurrirse a la figura del crisol para
describir a Vergel. Mas, a diferencia de DAC, ya se apunta
sutilmente hacia direcciones donde el shoegazing no encontrará cabida. Coedita
la moreliana Bifronte Records, discográfica mexicana desde hace un lustro
próxima a los circuitos independientes nacionales emparentados con la electrónica
más arriesgada.
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 27 de enero del 2021.)
LOS DISCOS PERUANOS DEL 2020 QUE NO ALCANCÉ A
RESEÑAR (I)
A propósito de Félix Pineda Méndez y su
pernicioso accionar usando la chapa de NRA Ruido, una de las propuestas más
irritantemente noise de Ari Quepay -ciudad donde este limeño lleva ya tiempo afincado-,
me fue dada a conocer la historia (detrás) de Hongoz En El Zerebro. Ese extinto
septeto capitalino subsistió entre el 2010 y el 2013, abandonando rara vez la
perdida sala de ensayo en la urbanización Santa Beatriz (Lima distrito) que le
sirviese de hábitat. Uno o más ex integrantes crea/n la respectiva página Facebook
a fin de preservar documentación sobre la desaparecida entidad, puesto que ésta
jamás editó de manera oficial. Videos de performances o acompañados de pistas
de audio recuperadas constituyen, en esencia, el material de que se alimentan esos
posteos.
Cuán grande fue mi sorpresa, ergo, al hacerse
de dominio común en diciembre el postergado testimonio del combo que formasen
Pineda Méndez, un tal “Primo” Mujica, André Cabriñara, Alonso Barrios, Pier
Gutiérrez, Frank Hernández y Jhonny Gamarra. La gracia se la debemos al
characato por adopción, que en el 2016 encontró en el cuarto que ocupase hacia
el final de su estancia en Lima La Horrible la grabación en cinta de un ensayo.
El 29 del aludido mes, el material es subido a Internet desde el BandCamp de Capitán Mou, label de Zárate -provincia de Buenos Aires, Argentina, a orillas
del Paraná.
¿Y se confirma la leyenda negra que envuelve
a HEEZ? No exactamente. Si el post punk '78-'84 soportara la descripción de criatura
de un solo cuerpo y muchas diferentes testas, rumores y audiovisuales sobre el fantasmal
grupo invertirían esa figura, trazando desde una única desmesurada cabeza múltiples
cuerpos en jodida convergencia hacia ella. Pese a que algo de eso tiene Beatriz Grau, luce de manera mucho menos caótica que la que cabría presuponer.
Entonces, ¿leyenda urbana? Para nada. No
olvides que ésta no es una recopilación de tomas registradas caseramente en
diversas fechas, sino el repertorio completo de un ensayo que sobreviviese de
milagro. Lo que el registro corrobora es que Hongoz En El Zerebro se escurría
por las cavidades más miserables, turbadoras, abyectas del post punk clásico. Sobre
todo durante la segunda mitad -“HERZA”, “CHAPTER”, “ARGA”-, se advierte un
estado mental colectivo en permanente colisión, un estilo de sofocante y
agresiva tosquedad, un sonido intrínsecamente masivo. O también: la obra de
unos Chrome latinoamericanos en mal viaje, llena de torvos latigazos de ruido,
de voces en incesante agonía que sólo atinan a emitir gritos lacerantes (“AAC”,
“GRIMA”, “AAB”) -y que condescienden a perorar “1, 2, 3, va” con el único
propósito de que las manos se autosaboteen yendo en la dirección más opuesta,
cada par por su lado.
Inhóspita, intensa y asesina la experiencia
que ofrece Beatriz Grau, sí; y con todo, apenas representa la cara más
limpia de los siete de Santa Beatriz (cf. los videos rescatados en Facebook).
Cosa juzgada es que, tras Lima De Blue
(2017), Miguel Elescano ha volcado todo esfuerzo en pro de su alias más connotado
-el de DJ Locopro. Con esa denominación lanzó en el 2018 los títulos Digital Avenida (mayo) y Designer Music (noviembre), amén de Recuerdos Atmosféricos
en octubre del 2019, todos ellos de aliento prolongado. Ya en el 2020, el
músico confirmó su prolificidad con El Ritmo De La Mente (marzo) y Madrugada
De Laptop (agosto), este último un EP.
No puedo hablar por los demás como sí por Madrugada De Laptop. El extended atestigua un vuelco del equilibrio mostrado en Lima...:
si antes la electrónica que restalló tras la declinación del fenómeno rave se
imponía con alguna ventaja a su ascendiente house, en Madrugada... compruebas
que Locopro prefiere ahora la dulce austeridad casi draconiana del sonido forjado
por el binomio Chicago-Detroit. Siempre lo ha preferido, en realidad, sólo que
antaño el puntillazo de remate a sus creaciones tenía más del abigarrado
detallismo propio del canon IDM británico. Si bien el intelligent techno
todavía aflora en “Goodbye Drugs” y la viñeta epónima, lo hace por interludios.
Predominan durante los 21 minutos de MDL EP, pues, los four-on-the-floor,
los claps, los hi-hats semifuertes, las inalterables/invencibles líneas de bajo,
los BPMs tentando de continuo saltar la barrera de los 132...
Cierto que para la tercera década del siglo
XXI el house y derivados ya no resisten que se les etiquete como “músicas de
avanzada”. Considerando que el poder evocador de imágenes neofuturistas que les
fuera concedido por la cepa acid funk sigue intacto, ¿importa eso algo? Frutos como
los de “Perfecta Sintonía” o de “After Hours” no se cansan de responder
negativamente a esa pregunta.
El consumidor informado de la movida
independiente nacional sabe que no se ha consumado la disolución oficial de La Ira De Dios, aún cuando asimismo sobreentiende que el vitoreado trío se
aletargó tras Perú No Existe (2012), último de una fantástica serie de
LPs que despegase con el majestuoso space post psicodélico de Hacia El Sol Rojo (2003). A posteriori, Miguel Ángel Burga priorizó muchas de sus otras identidades,
de las cuales he dado cuenta parcialmente en este espacio (Culto Al Qondor,
Ande, 3AM).
Durante el 2020, el grueso de la prensa
especializada se hizo eco de la efímera resurrección de la banda con un nuevo EP
que sumar al Horror City 3 (2009, apéndice vinílico del Apus Revolution Rock). Anuncio bastante peculiar, porque en realidad fueron
cuatro los extended eyectados a lo largo del año pasado: MMVIII (Sesiones Cosmos
Kaos Destrucción) EP, Woman (Peruvian Psych Garage Rock With Punk
Attitude) EP, 5 Segundos (High Octane Dirty Raw Rock'N'Roll In Mono From
Lima, Peru) EP (fue éste el voceado) y Lima Is A Punk Rocker (Garage
Dirty Rock'N'Roll In Mono From Peru) EP. Colgados todos en el BandCamp de Re-Psych-Led Records, estos artefactos repescan cronológicamente material que dormía el
sueño de los justos en el archivo de Burga. A despecho de la diversidad de matices,
los trece canales de este corpus liberado se mueven dentro de las fronteras
estilísticas que la terna cimentó y ensanchó con kilometraje y experiencia.
Existe, por ende, un limo nuclear común a ellos; sazonado de stoner, psicodelia
garagera, actitud punk y hierbas similares. Según cada EP, se ponderan tales o
cuales ingredientes -y sus subsecuentes cruzas...
La producción de Hermann Hamann, por ejemplo,
le saca lustre al stoner psicodélico que pululaba en Cosmos Kaos Destrucción
(2008) para trasplantarlo al MMVIII... EP, cover de Narcosis incluido (“Destruir”).
Éste es, además, el único plástico de los cuatro en el que aparecen tanto Hamann
como el baterista Enrique De Vinatea. Para los tres siguientes, la alineación
de LIDD -Burga en voz y guitarra, Carlos Vidal en voz y bajo- cierra filas con
las baquetas de Pepe Abad.
“Woman”, soundtrack seleccionado para la
serie Interrogation (primera temporada, tercer episodio), orquesta el
extended homónimo junto a “Ron De Quemar” y la emputada revisión de Discharge (“Society’s
Victim”). El EP (es Máxima Acuña la que aparece en portada, símbolo de
resistencia contra el abuso/la prepotencia de las grandes corporaciones mineras)
discurre anegado de punk psychobillesco y adrenalínico rock de garage -cada pista
es una contundente sacada de mierda, sobre todo la titular. Igual de intenso es
el 5 Segundos... EP, aunque aquí cortes como “Asco” y “Cólera” proponen
un híbrido stonerbilly con accesos beat y de encendida iracundia punk.
Breviario a medias sucio rockabilly
arrabalero -“Maldito En Cervezas”, “Lima Is A Punk Rocker”- y psicodelia
beat/punk -“I Wanna Get High”, el instrumental “Caronte”-, Lima Is A Punk
Rocker... EP rubrica el status de La Ira De Dios como extraordinaria entente
perpetradora de stoner rock/punk psicodélico/garage spacebilly, a contar entre
los créditos peruanos más talentosos del nuevo milenio; a la vez que le pone
punto final a su trayectoria. Momentáneo, espero: algún día volverá en regla y encenderá
nuevamente la mecha del éxtasis interminable del Armagedón.
Gustavo Santaolalla y la de gente que defendió
su bodrio Rompan Todo, provenientes del establishment y del underground
de la región, deberían ponerse en cuatro de la vergüenza por -entre otras cosas-
la afrentosa “coronación” de Andrea Echeverry como el “futuro” de la participación
femenina en el panorama pop/rock/electrónico latinoamericano. Al margen de los
méritos que se le quieran reconocer, la colombiana lleva ya por lo menos 3
décadas haciendo música. Así es difícil hablar de futuro, ¿no?
Ese Futuro les pertenece a Emilia Bahamonde (Ecuador),
a Naty Lane (Chile), a Silvana Tello (Perú), a Ana María Romano (Colombia), a
María Emilia Pérez (Venezuela)... Y a Dafne Castañeda también, por supuesto.
Esta joven limeña, me dicen que norconeña por añadidura, se estrenó a principios
de diciembre con la que de todas maneras debe ser la sorpresota del 2020 en el
plano local. Posguerra es una soberbia jornada de lo que todavía hoy puede
catalogarse como avant pop. En sus siete episodios, la novel compositora entroniza
como columna vertebral del disco un pop melancólico donde no son infrecuentes
deliciosas hipérboles como “Puede Más El Tráfico De La Ciudad/Ser Más
Paciente Que Yo Ahora” -para quienes han paseado bajo los cielos de la capital
peruana, la validez de este pareado es tan luminosa como el sol que nos cuece en
verano- o “Pierde Forma La Más Dura Roca/Se Derrite Feliz”.
No menos decisiva, empero, es la armadura de la
que se provee a Posguerra -un exoesqueleto de trinosonidos digitales y
borborigmos electrónicos, que acentúa la sensación de constante fragilidad y de
(con)tener las emociones a flor de piel. La conjunción se fructifica en una suerte
de glitch pop triperazo, algo reminiscente del Like Weather (1998) de
Leila -mientras muchos le consideraban IDM, a mí siempre me supo a trip hop-, con
la salvedad de que lo hecho por Castañeda asoma versión corregida y aumentada
de aquella vieja referencia.
Canciones vibrantes como las magníficas “Antes
De Nacer”, “Yo Ahora”, “Lo Digo De Verdad” o “Frío 2020” (donde la cantautora
se desarma/desangra sin ensombrecer la melodía); pasan a engrosar los recuentos
anuales de aciertos definitivos adjudicados a las huestes nacionales autárquicas.
Y aún así, marchan por detrás de “For No Long” y de “Si Alguien Pregunta” -sobre
todo la última: adelantada como single en abril, su asociación de vernácula percusión
folk y brillante envoltorio binario me hace pensar en una Björk realmaravillosa
post-Telegram, que después extiende su manto de plumas hasta el último
acorde de la rodaja. Subyugante.
José Gallo conmemoró el año pasado las dos
décadas acaecidas desde su entrée como Theremyn_4, cuando Fluorescente Verde En El Patio (2000) sepultó los vestigios de sus días en Huelga De Hambre y
le granjeó una segunda vida artística. No por nada se estima a éste uno de los
debuts más notables que acunasen los circuitos peruanos off-mainstream.
(Lamento, eso sí, que nuestra amistad no
alcanzase esa misma cantidad de años. Conocí a José gracias a Fluorescente...,
y desde entonces nos hicimos cercanos. Pero luego de analizar con una mano en el
pecho su discretísimo Lost Moments (2018), mediante el único texto redactado
en medios locales señalando sus falencias, el músico decidió eliminarme de sus
contactos. Aunque lo deploro, no me arrepiento de lo que hube escrito: la honestidad
antes que todo.)
Fluorescente Verde En El Patio Remixes no es la primera jugada
de esa laya en la historia de Theremyn_4: aparte del Peruvian Remixing Co.
(2004), está el fresco antecedente de Remixed Moments (2019). De éstos,
es el último el que se concibe pensando en remezclar el track list de un trabajo
específico (Lost Moments).
Similar es la gracia del Fluorescente... Remixes.
O debía serlo en teoría. De los 14 surcos originales, dos no han sido considerados
para la re-creación de rigor -uno de ellos (“La Insoportable Levedad Del Chamán
De Amplitud Modulada”) es un efímero sampleo de 35 segundos, al otro (“Proyecto
Echelon”) no le encuentro ninguna razón para exceptuarlo. En lugar de ese par,
se cuelan dos remezclas de “Carmín Ciclón”, “Al Fin Te Encontré Mañana” e “Intraterreno”;
alcanzándose la cifra de 16 tracks con la adición del remix de “Ruido Naranja”,
tema que permaneció inédito hasta que se le subió a SoundCloud con nueva mezcla hace 4 años (y cuya inclusión aquí parece confirmar que siempre se trató de un outtake
del Fluorescente...).
Separo ahora la (poca) paja del grano. Y por
(poca) paja me refiero a aquellas reelaboraciones que se descubren demasiado
respetuosas de los moldes primigenios. Es el caso de las dos versiones de “Carmín
Ciclón” -próxima al tech-house la de Saudade Café (ya había aparecido en Peruvian...),
tan afín al downtempo como la original la que enyunta a Zetangas con un tal
Miki Uza (que no debe ser otro que el ex Rayobac Miguel Uza)-, de la versión de
“Transmisión” (a cargo de 5 Esquinas, una agrupación que nunca hizo lo
suficiente), de la que opera Mr. Zoom Multiverse sobre “Intraterreno”, y de la
que ejecuta Marco Drago a “Al Fin Te Encontré Mañana”. Cinco lecturas que aportan
poco o nada a lo mostrado por sus modelos.
Más allá de los puntajes, el resto de Fluorescente...
Remixes cumple el requisito de darle giro(s) novedoso(s) a los originales a
través del consabido masajeo remixológico. Aquí se hace necesario destacar la
sobredosis de dub 3D que Nicolás Miranda inyecta en “AM”, los maridajes de big
beat y techno que Kollantes y Subtoniq implementan respectivamente en la otra
versión de “Al Fin Te Encontré Mañana” y en “Detonador, la deconstrucción que practican
Eléctrica De Lima de “SDF-1 8bit Groove” y Rua MKL de “La Termodinámica Intrínseca”,
el glitcheo trippy que inculca No One Name a “Lovesucks”, la relectura minimal
de “Motel” por cuenta de Juan Nolag, y la excesivamente respetuosa versión
ambient synth de “Chambi” a cargo de Tribilín Sound -un terrorista de la
sampladelia pacharaquienta con clase y estilo.
Lo demás, a pesar de las reconfiguraciones,
no consigue chuntarla -menos que ninguno El Lazo Invisible en sociedad con el
ex Jas Joni Chiappe. Ambos trastocan “El Aire Que Respiramos Es El Mismo”, una
de las más hermosas composiciones que haya firmado un acto incaico, en “La Mitad
Del Aire Que Respiro”, pálido reflejo de la suite que incrusta en el corazón Gallo
al piano.
Correcto ejercicio remixero con que sacar
lustre a cuatro lustros de idas y venidas.