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jueves, 3 de noviembre de 2022

Electroshock

(Publicado originalmente en Espacio Sonido el 27 de octubre del 2022.)

Tras varias búsquedas infructuosas en Internet, queda claro que Electroshock: Compilatorio Oficial (1999) merece -al igual que tantos otros trabajos diseminados hasta mediados de los 00s- una reedición digital que le ponga a consideración de nuevas audiencias/le preserve como legado de la escena independiente peruana. Pero al menos la existencia de esa cinta compilatoria es de dominio razonablemente público en el ambiente. Ello no sucede con su predecesora, que asimismo se llama Electroshock y que constituye el principal motivo por el que ...Compilatorio Oficial recibiera tal “subtítulo”. El primer Electroshock obra en poder de sólo unas pocas personas, coyuntura más que suficiente para dejarle en modo free download a quien lo quiera escuchar y replicar -y, de paso, contar parte de su historia.

ENTONCES, LA FRUSTRACIÓN NO LO CUBRÍA TODO (PERO CASI)

Con Maquinaciones (1997), el split al lado de los magallánicos Lluvia Ácida, el finado Leonardo Bacteria logró desembarazar a Insumisión del sambenito eurobeat que le había colgado su epónima grabación del ‘96. En efecto, Insumisión se renovaba en ese 50/50 encausándose hacia el industrial más artero, por momentos cercano al gabber (cf. “Raza Humana” o “Suicidio En Masa”). Leo andaba con todas las pilas puestas tras un año en el que también había lanzado la seminal producción peruano-chilena Infamia (Una Recopilación de Música Electrónica E Industrial), así que no pensaba en otra cosa que no fuera crear/editar/tocar. No necesariamente en ese orden. Decidió, pues, ensamblar una nueva muestra colectiva en tape; a la que bautizó Electroshock. Ésta vio la luz la noche del sábado 1ero de marzo de 1998.

Tengo muy presente la fecha por varias razones, todas ellas personales. Aquel día a las 7 pm, jugaban Sporting Cristal y Universitario De Deportes por la cuarta fecha del Apertura. Tras unos años magros en coronas, la U -equipo por el que he hinchado toda mi vida- había comenzado la campaña arrollando a Melgar FC 3-0. Desafortunadamente, los dos siguientes lances habían terminado en empates muy sufridos, contra el Sport Boys (que igualó 3-3 sobre la hora) y el Deportivo Municipal (al que Universitario emparejó laboriosamente). Se esperaba un triunfo contra Cristal, que al final no se dio -el match acabó empatado a 1. Yo estaba medio fastidiado con el desenlace, así que se me notaba en la cara una cierta molestia, más allá de mi habitual seriedad.

Arranqué para el depa de mi hermano Sebastián Pimentel, que entonces vivía en la cuadra 5 de Benavides. Lo había convencido para ir a un concierto planificado por Bacteria en El Más Allá del boulevard de Barranco -hoy un inmueble cayéndose a pedazos, que están rematando y/o alquilando-. Encontré a Sebastián con un primo suyo, que conocía de vista, y que esa noche me presentaron formalmente: Walter Rojas. Una persona con quien también hemos llegado a ser buenísimos amigos. Días más tarde, me diría Sebas que Walter -quien no se nos unió en la excursión barranquina- le comentaría que se me notaba medio asado (razón no le faltaba).

La performance comenzó a eso de las 11 pm. Eran los días en que, en lugar de darte un ticket, te sellaban el dorso de la mano. Más práctico, en cierto modo: podías entrar, salir y regresar; con sólo enseñar la marca impresa, prescindiendo del papelito de marras (que podías extraviar por accidente). Pese a los 24 años transcurridos desde aquella noche, ya casi 25, mis memorias serían más precisas si no fuera por algunas circunstancias. El Más Allá se parecía a la casa desvencijada en medio del bosque de The Blair Witch Project,  pues  se  trataba de  un  local  más  bien  diminuto,  y  encima  compartimentado. Para  peor, la iluminación -adrede o involuntariamente- era precaria, programada la cortadora de luz para disparar senescentes azules cerúleos. Lo avanzado de la hora, por último, nos impidió quedarnos hasta el final -creo que Insumisión y Kyleran fueron a quienes llegamos a ver.

El único testimonio objetivo de aquella ocasión, por ende, es el cassette; que escuché al día siguiente y que ha permanecido conmigo todos estos lustros. Un registro que, afirma Kyleran, se confeccionó apresuradamente: diseño y gigantografías corrieron por cuenta suya, y la maqueta se duplicó en masa contratando los servicios de una comadre especializada en hacer esa misma chamba para grupetes de idiotizante tecnocumbia favorecidos por el gobierno de turno. Para más señas, Electroshock sólo se pudo adquirir esa noche, al pagar el derecho de ingreso. No se puso posteriormente a la venta el saldo que no llegó a moverse durante la tocada: si luego ha aparecido alguna vez ofertado en tiendas, han debido ser ejemplares distribuidos el 1/3/98.

TROGLODITA DANCE

El valor de este Electroshock debe aquilatarse mensurándole a través de dos perspectivas diferentes. Empiezo por la menos obvia, al tratarse de una rara avis -la intrínseca.

Al establecernos en 1998 y mirar hacia atrás, la música electrónica perucha de vieja escuela todavía usaba pañales. Los combos y artistas adscritos a ella cultivaban el synth pop y el industrial/post industrial, y no muchas más gradaciones entre uno y otro extremo. Los subgéneros de sesgo rave y post rave apenas estaban dando sus primeros pasos. De modo que, con distinta suerte, los cuatro nombres involucrados en Electroshock propusieron rutas divergentes para oxigenar el incipiente panorama de nuestras músicas electrónicas, en una época en que éstas todavía libraban muchas y muy duras batallas para romper los prejuicios que dominaban al público consumidor promedio de la movida capitalina. Techno minimal, amagos de trip hop, esbozos de jungle, posología Detroit, gabber... Esos nombres fueron los de DJ Kyleran (cuyo chaplín quedaría reducido luego a Kyleran), Mupne, Vacuna Tu Hijo e Insumisión. Tres de ellos -los tres últimos- repetirían experiencia en Electroshock: Compilatorio Oficial, k-set de rango más abierto que incluyó proyectos experimentales cercanos al post rock y a la electrónica de nueva escuela como Evamuss, Triplex-b-Macnafusa y DiosMeHaViolado -es decir, el otro frente gracias al cual la electrónica nacional evolucionó y hoy goza de estupenda salud.

Con media hora de extensión y monedas, Electroshock abre fuego vía Javier Fernández (a) DJ Kyleran. Su póquer de cuatro surcos tienta practicar un dramático update respecto de lo que venían haciendo nuestros créditos hasta entonces. El individualista suena moderadamente cool y comparativamente trippy en “Meridianoø” y en “Casco Viejo”, muestreando este último una secuencia completa de drum’n’bass que taciturna se enyunta con la ominosidad dantesca del EBM (según qué oídos, la pista puede causar una paraplejia auditiva). Ambos números reflejan esa tensión urbana que no captan ni el esmerado ejercicio rítmico de “Conspiración” ni el trippeo devenido en proto jungle vuelta-de-tuerca-mediante de “V/F (Mezcla Errada)”. Sin embargo, la espina dorsal de las programaciones y secuencias de las cuatro piezas -armadas con el Sound Club, una reliquia tracker- es traspasada por el polirrítmico acid funk sci-fi y el tribalismo intergaláctico de los estetas de la Ciudad Motor.

A la de Kyleran sigue la intervención de Vacuna Tu Hijo, dúo formado por Renzo Ortega y Sun Cok que después editaría en CD su debut y despedida La Popular Electrónica (1999), referencia que nadie se ha tomado la molestia de rescatar aún. Las letras del dueto son inflamadas, denunciatorias, de airada filiación punk; lo que es un puntazo a favor teniendo en cuenta que en aquellos tiempos la dictablanda fujimontesinista había copado los medios masivos de comunicación y silenciaba toda exposición de los crímenes del/tentativa de crítica hacia el régimen. La conjunción de letras y estilo escogido, no obstante, no favorecía al binomio. Acaso lo más convencional de la cinta, VTH era synth pop del más elemental, que hace pensar en unos Depeche Mode o unos O.M.D., los dos en estado pre-larval. El vector resultante terminaba sonando demasiado naif, y eso les posicionaba cerca de lo que poco después hizo una parodia de banda como Hijo De Marx (Ayacucho).

Mupne despacha el filo más intratable de Electroshock. Bajista en la formación punk Azmereír (donde su desempeño fue prometedor), Mark Reátegui colabora con el corte más largo, “Música Para Niños Especiales”. Es éste un conglomerado algo frankensteiniano de diversidad de estilos. Por espacio de más de 7 minutos y medio, Mupne testea diferentes códigos de un solo round. “Música...” empieza en fase proto synth, para luego utilizar beats de hip hop sobre los cuales juguetea la circularidad del artcore. El género de Goldie y Roni Size desaparece prontamente, pero no el pastoso pulso hiphopero. Traspasados los cuatro minutos, Reátegui samplea  una risa histérica,  a  la  que  intercala  la cadencia característica  del  reggae -golpe de batería en el tercer tempo de cada compás. No puedo decir que me agradara del todo Mupne como acto (menos me convenció el canal que coló en Electroshock: Compilatorio Oficial, “Cornolio For Bonholio”), pero no le puedo mezquinar su ingenio y su natural inclinación a pulverizar prejuicios.

Finalmente, Insumisión repite aquí dos de los tracks más logrados de Maquinaciones, “Legalicen” y “Retrógrado”. Una vez alabada la sampladelia del primero -ABBA/Erasure, la insípida Alanis Morissette, un cajón afroperuano- y la metamorfosis industrial que ambos comportan, de contundencia sin límite de caducidad, no queda mucho más para decir que lo que ya se ha dicho antes en muchas tribunas.

ESTUDIOS SIN TRABAJOS

Bytes atrás, decía que la valía de este Electroshock tiene que juzgarse desde dos puntos de vista. El segundo, el más evidente, es el arqueológico.

Junto con “Cornolio...”, “Música Para Niños Especiales” es todo lo que llegó a grabar el seudónimo de Mupne. Mark Reátegui parece haber guardado definitivamente esa piel en el baúl de los recuerdos. Mucho después, el hoy nuevamente Azmereír vivió una segunda vida -igual de corta- a través de su unipersonal Rat Brain Dub Sound System (Cerebro De Rata EP, del ‘11, todavía es su única entrega). En idéntico sentido, sólo una de las composiciones que Vacuna Tu Hijo cede aquí fue re-empacada en La Popular Electrónica (“Plástico Amarillo”). El tándem se desarmó en el año del Jubileo, fundando Ortega en el ‘04 la entidad R-Tronika, permaneciendo tanto él como Cok ligados al mundo de las artes digitales.

En cuanto a DJ Kyleran, al año siguiente eyectó su estreno Hábitat EP con tomas distintas -mayor duración, sampleos añadidos- de casi todos los temas de Electroshock. Casi. El único que no logró esa merced fue “Casco Viejo”. Luego apareció un disco que no he escuchado, Geometric, tras del cual Kyleran guardó un dilatado silencio antes de volver a sacar algo -Amarillo EP, 2016, por SuperSpace Records. Actualmente, Fernández es padre de familia y vive en Canadá. Parece retirado de la actividad artística; mas, como suele decirse, a todo viejo campeón siempre le queda una pelea más dentro.

Leonardo Bacteria fue el que más lejos llegó tras Electroshock. Siguió editando maquetas y discos, gestionando conciertos y participando en ellos, hasta dar por concluido su insumiso viaje en el ‘05 sacando Viva La Party, a medias con el ecuatoriano DJ Cholo. Leo se había cansado de Insumisión y se hallaba listo para adentrarse en los predios de la “electroestupidez” con Pestaña. Pero eso ya es parte de otra historia.

JUNTADO Y DOCUMENTADO

Digitalizado por el gran Dante Gonzáles -Sombras Del Teatro, Casus Belli, Inversor Demente, Estación Perdida, Pestaña, Varsovia-, Electroshock pasa a complementar el catálogo discográfico/maquetológico de nuestras escenas independientes, siempre necesitado de rescates al por mayor. Accede a este valioso documento sonoro haciendo click aquí. De nada. 

Hákim de Merv

jueves, 21 de abril de 2022

Jucsay: Kuntur Raymi

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de abril del 2022.)

Si bien ya avizorada a través de “Girasoles Tricolor” y de “Spiderdance”, tracks cedidos respectivamente a las compilaciones de Dorog Records Premoniciones (‘20) y Nuevas Anormalidades (‘21), no deja de sorprender la dramática metamorfosis que Jucsay ha experimentado durante los años pandémicos. Entre Mutante (marzo del ‘18), registro colectivo al alimón con los individualistas Pascal y Movan, y Kuntur Raymi (octubre del ‘21), rebotado hace unas pocas semanas por la independiente de Giancarlo Samamé; ciertamente parecen haber transcurrido muchos más años de los que ambas acreditaciones alegan.

Acrónimo ideado por el chachapoyano Juan Carlos Salazar Yalta, autodidacta en las técnicas de inspiración audiovisual y con una licenciatura en informática, Jucsay dio inicio a sus múltiples actividades culturales en el ‘04 atravesando trochas muy distintas de las que hoy recorre. Plasmadas a partir del ’13, las primeras experiencias discográficas que publicase se encontraban plenamente instaladas en los ámbitos del arte sonoro puro: composiciones electrónicas cuya retórica del Ruido epata un despiadado minimalismo -el propio músico describe su estilo como harsh techno. Presiden la mecánica de esa primera etapa la modelación de frecuencias, el incisivo procesamiento de sonidos analógicos y digitales. Las grabaciones resultantes retratan hoscas ambientaciones de distorsión reconvertida, que sutilmente aluden a crispantes sacralidades precristianas -ahí están como ejemplos “Río Negro” y “Final De Tu Dolor” (mini-álbum Pétalo De Lata, 2014), o la post-humana “NHMDLG” y el inesperado vacío de “Oración” (mini-álbum Muda, 2013). Esta faceta del artista amazónico continúa vigente en otras actividades multimedia en las que despliega su talento...

Como músico, empero, Jucsay ha virado hacia expresiones sónicas muchísimo más cercanas a formatos pop -esto es, imbuidas de armonía y melodía. A este respecto, los antecedentes de “Girasoles Tricolor” (ludismo proto IDM) y “Spiderdance” (jubilar electrónica de linaje house) daban cuenta ya de la nueva topografía en que iba a trabajar nuestro connacional del oriente. Sobre ella se aposenta resueltamente Kuntur Raymi, producido gracias al beneficio de las Líneas de Apoyo Económico para el Sector Cultura dispensadas por el ministerio ad-hoc. El disco, cuya denominación guiña a la Fiesta del Cóndor con que se rememora cómo los pueblos ancestrales del actual departamento de San Martín recibían el solsticio de invierno (21/06), tiene dos mitades perfectamente definidas: una empieza en “Río Marañón” y termina en “Aliento De Tella”, mientras que la otra va de “Puyu” a “Shuka”. Ambos segmentos se diferencian únicamente en los matices -mientras el primer tramo subraya entusiasta la síncopa y se descubre favorable para intensas sesiones en las pistas de baile, el segundo atesora una mayor inclinación no exenta de hedonismo hacia la escucha no estática/el deleite en horizontal.

Descontando esa distinción, en conjunto lo nuevo de Jucsay se adjudica suficientes trazas que le categorizan como vigoroso update de los descubrimientos que los precursores de Detroit y de Chicago hicieran en el período ’90-’92. Justo antes de la asonada ambient noventera: es interesante paladear cómo el unipersonal emplea los potentes patrones de ascendencia electro-funk que sacudieran la Ciudad de los Vientos y los mesmerizantes graves ofrendados por la Ciudad Motor, para operar en territorios muy cercanos al intelligent techno con un concepto infinitamente más elástico que el de sus primeros días.

Golpea trepidante el house en canales como “Huayra”, la dulzona “Aliento...” o “Allko”, de fuerte flirteo esta última con el canon chill out. Aflora aplastante el techno otro tanto en “Tingorbamba”, la exquisita “Puyu” o la enigmática “Duende Azul” (dancefloor neuronal si cabe), confirmando esa plausible habilidad con que Salazar enhebra contundentes programaciones y melodías seductoras/adictivas. Alusiones a la tímbrica de la selva peruana y a los imaginarios de sus etnias mil terminan por darle homogeneidad a este excelente esfuerzo con que se reinventa el solista. Edita su propia plataforma, Seqes Records.

Hákim de Merv

viernes, 18 de diciembre de 2020

Server: Server In Érebo & Éter IV // ÁtomoSynth: Supervoid EP // Marx Factor: Costa Verde

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 21 de octubre del 2020.)

Ateniéndose a las circunstancias fuera de lo común que la pandemia nos obligase a asumir en casi cada actividad humana, la asociación artística peruana Casa Bagre organizó en los primeros meses de cuarentena sanitaria un concierto vía streaming, que reunió a más de 30 artistas visuales, músicos y performers provenientes de siete países. Partícipe del evento, el dúo local Server publicó el registro de su presentación a fines de junio y en modalidad mini-LP.

Dos de las cuatro pistas que abriga Server In Érebo & Éter IV vienen pauteadas en su homónimo extended debut (Buh Records, 2019), “Tecnocacerismo” y “Tecnología Y Trabajo”, aunque este último ostenta aquí el agregado ‘Acid Lima Remix’. El par restante se ejecuta en directo bajo la advertencia explícita de estar aún en proceso de formación: “Italia (’84 Disco Demo)” y “Sexdroid Vs COVID-19 (Demo)”.

Si en Server EP Andrés Pérez y Antonio Ballester inferraban sobre la dialéctica del primer synth pop esa variable Moroder/italodisco henchida de soul futurista y rhythm’n’blues modular, decisiva para el rollo del tándem pero diluida un poquito más de la cuenta, en Server In Érebo... esa estilización retrocede unas cuantas zancadas. Consecuentemente, las bases rítmicas sufren una casi traumática estimulación, equilibrando el synthwave de Turquoise Days o Care y la ígnea marea de pasionales graves que surfean Jackie o el maestro Giovanni Giorgio.

Gracias a una suerte de inesperado efecto colateral, los repasos en vivo de “Tecnocacerismo” y del remix de “Tecnología...” son provistos de texturas más compactas y aplanadoras -incluso diría que punk. En sus pasajes más dulces y naif, “Sexdroid Vs COVID-19...” evoca en la memoria al Dante Gonzáles de Universos Paralelos (2015). Por contraste, en “Italia (’84 Disco Demo)” percibo una mengua del ímpetu que habita ...& Éter IV, al punto de transparentarse éste conforme el track va languideciendo -posiblemente, el cable a tierra de sesión tan intensa.

Se me hacen un tanto indigestos esos fades -in y out- aplicados para separar al canal 1 del 2 y al 3 del 4. Sin necesidad de entender su justificación, son tan evidentes que parecen medio caprichosos.

Compañero de Gonzáles en la disuelta terna El Hangar De Los Mecánicos -sobre la que desafortunadamente nunca escribiré, porque el tercer integrante es un fachoderechista ultraconservador y yo no publicito a esos subnormales-, debería ser el de Alfredo Aliaga un nombre bastante familiar para el consumidor promedio de la escena independiente nacional. Si no por el material que, escondido tras el alias de ÁtomoSynth, ha venido cediendo a compilaciones varias o publicando en CDs de escaso tiraje (y todavía menor difusión); al menos por el prestigio que ha ganado su encomiable chamba como constructor de sintetizadores caseros -al estilo de lo que ha venido haciendo en el campo de los moduladores otro ilustre de los circuitos ajenos al mainstream, Carlos García (a) Zetangas.

Radicado en Lima desde hace ya muchos años, Aliaga inaugura BandCamp propio recuperando el mini-LP AtomSmasher (2018) y estrenando en junio el Supervoid EP. El músico le otorga al último categoría de extended, pese a que sus piezas son lo suficientemente masivas -no bajan de los siete minutos- para que el conjunto bordee los dos tercios de hora. En cualquier caso, ambos títulos confirman lo que sus incursiones en discos colectivos pregonaban con más que diáfana claridad.

Y es que ÁtomoSynth cultiva una especial devoción por el Detroit techno, tan seguidor de los descubrimientos de Cybotron -el usamericano, obviamente- como de las épicas que rubricase Richie Hawtin bajo la piel de Plastikman. Su metafísica relectura del arsenal de beats que generaran los estetas de la Ciudad Motor, su enfoque sistemático/científico, su entusiasta minimalismo dance; convergen en extensos desarrollos de un techno que se ha desembarazado del synth y encuentra mirando al horizonte el amanecer deep house.

Por partida doble, he dejado sentado que los de Supervoid EP son surcos luengos. Esa infrecuente duración, en lugar de cansar, consolida el concepto detrás del extended -se llama “supervacíos” a las vastedades cósmicas entre una y otra galaxia, dentro de los cuales sólo existen el Tiempo, el Espacio, las Partículas, las Leyes Físicas y la Radiación. Son aquellas denominaciones, precisamente, las que volcadas al inglés recibe cada composición de un trip de bagaje viajero, visionario, soñador...

Confeccionado utilizando controladores MiDi, un sintetizador semi-modular ÁtomoSynth Perceptron y un iPad; me encanta el sonido crudo que Aliaga le saca al hardware en el EP. Amigos en común, no obstante, me confían que en lo sucesivo ÁtomoSynth le dará más peso al software. Mientras ello no conlleve una involución, por mí que grabe en la Luna, si le place.

Grata revelación la de Marx Factor, manejada desde el anonimato más estalinista. Lo único accesible online es su cuenta BandCamp: ello induce a pensar que se trata de un proyecto unipersonal, acaso la nomenclatura que utiliza alguien ya conocido/a para dar curso libre a sonoridades de una faceta bien distinta de la usual. Puede que sí como que no.

En su mini-álbum debut, Costa Verde, este acto limeño se echa un clavado allí donde el post rock original y el indie instrumentalmente más esmerado se difuminan el uno al otro. Algunos/as se apresurarán a decir que fue ésa la bendita fórmula inmortalizada para el post rock de segunda generación, el de Bardo Pond o Explosions In The Sky. Esa afirmación no es del todo falsa en MF, que adosa serenas guitarras acústicas a percusiones vivaces (“Toda La Tarde En El Parque”) y a secuenciaciones de una acrobática austera (“Nadie”), construcciones ambas acreditables a émulos exóticos de unos Sigur Rós.

Sin embargo, las esporádicas intrusiones de una electrónica de perfil bajo, que gusta de mirarse en el espejo de Lali Puna (“Coralia” y su cíclico ‘arpegio xilofonmático’ de intermitente glitcheo); me permiten afirmar que los tiros del combo/solista no van por ahí. El pathos irradiado en los cinco acápites de este trabajo es el de una emocionalidad balsámica, labrada con buen gusto, apertrechada en las dosis exactas de cadenciosos “brasilerismos”. Una vital sensación de cálida placidez sensorial, tan reconfortante como el delicioso cansancio que sientes tras una caminata no muy extenuante o un breve paseo en bicicleta.

El único desacierto está referido a la posición de su número más redondo, el que da nombre a la jornada. El deleitable trote remolón de “Costa Verde”, en sincronía con los momentos más dispersos/distendidos/relajados del primer The Sea And Cake, rompe los fuegos de una travesía a la que bien podría haberle bajado el telón. Exquisito entremés. A partir de ahora, el sónar también registrará ese andar.

Hákim de Merv

viernes, 15 de junio de 2018

Dopplereffekt: Celular Automata // Fading Language: Vessels Of Time // Droid Bishop: End Of Aquarius

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 6 de junio del 2018.)

Uno de los hallazgos asociados al 2014 que siempre tendré presente es el de Dopplereffekt. No es que editase nada ese año, sino que recién para esas fechas escuché su Tetrahymena EP (2013), creyéndolo además primera referencia. Nada más equivocado.

Dopplereffekt ve la luz pública en 1995, a través de varios singles que precediesen por años a su primer largo (Linear Accelerator, 2003). Hablan éstos de una historia anterior, en la que Gerald Donald y James Stinson se habían asociado como Drexciya, dúo underground de Detroit techno prácticamente desconocido más allá de los límites de Michigan y perteneciente a las filas del legendario colectivo Underground Resistance. Decidido Donald a probar fortuna en solitario, los 45s aurorales de Dopplereffekt todavía suenan mucho a Drexciya. Tuvo que discurrir casi una década para cumplimentar con Linear... el ascenso a la palestra IDM, pero para entonces ésta ya vivía sus últimos días como música de vanguardia.

Han transcurrido tres lustros desde Linear..., y el nativo de la legendaria Ciudad Motor sólo ha publicado dos álbums completos más, Calabi Yau Space (2007) y el que motiva estas palabras. Serísimo candidato a disco del ejercicio 2017, Cellular Automata puede acomodarse ciertamente en las cubetas IDM/post IDM, aunque tiene peculiaridades que lo muestran bastante diferente de otros compañeros de casilla.

Si convenimos en que el proyecto solista de Donald es IDM, pues hay que añadir que en un sentido fantasmal. CA tiene mucho más de ambient que de sonido Detroit. Auscultado de cerca, o el disco tiene los beats registrados en estratos infrasonoros, o simplemente ha prescindido de ellos -que no del ritmo: éste gana cuerpo gracias a los arreglos de teclados y sintetizadores. Como consecuencia directa, Cellular... imprime una emoción evocadora en sus melodías abstractas. Cortes espaciosos como “Isotropy” o “Mandelbrot Set” permiten aflojar/deshacerse de la tensión urbana que a diario recabamos, y lo hacen sin recurrir a la dureza o a la oscuridad. Todo lo contrario, se integran al decorado del lugar donde su escucha se lleva a cabo, causando un sedante efecto cimático en la percepción del oyente. Fantástico.


Igual de admirable, pero en un plano totalmente distinto, es el debut en 33 rpm de Fading Language. Aunque Anthony LoPrete es natural de New Jersey, parece que se le ha adscrito a la escena ambient de Washington D.C., movida caracterizada por el uso de recursos como el drone y de instrumentos infrecuentes como el piano -pero en entornos de atmósferas apacibles, que rozan una estética chill. El maridaje, al menos en su caso, es devastador.

FL probablemente nace en el 2016. Antes del Vessels Of Time (2018), acredita un EP bautizado 2016-17 (julio del 2017) y el sencillo “Lightwall” (octubre del mismo año). Ninguno de estos títulos tiene lo que Vessels... a mares. Lejos de ser llorona, es una obra crepuscular. Mejor aún, post-crepuscular. Su minimalismo es líquido, al punto de que intermitentemente advertimos el golpeteo de una lluvia sin fin a partir de “Errance For A Flame”. Es éste el estímulo físico-sonoro que hace las veces de necesario cable a tierra para una iluminada sesión de terapia ambient. Bliss cadencioso montado a partir de estructuras ingrávidas, ideal para atardeceres invernales, para noches en las que sienta mejor perderse tras reflexiones existenciales que trasciendan tiempo, espacio y lenguaje.

Vessels Of Time maneja, en distintos niveles, conceptos de fondo sólidamente hermanados. La portada es la imagen de una noche límpida a cielo abierto, en medio de la foresta. En el track list, nombres como “Tomorrow; Never”, “Yesterday; Always”, “Today; Ever”, “Micros” y “Macros”; hablan de la ambigüedad en el alias escogido por LoPrete. ¿Se trata de un lenguaje fundido/difuminado/evanescente que va a materializarse? ¿O que va a desaparecer? ¿Y siempre sí será un lenguaje? ¿No podría ser un color -azul, como se sugería en la película Artificial Intelligence (“El azul es el color de los orga”, se confiaban entre ellos los mecha)-? Una cosa o la otra, VOT resulta igual de elogiable.


Termino este texto con la grata revelación de Droid Bishop, individual australiano instalado en Los Angeles que desde el seudónimo deja en evidencia su integérrima filia ochentera. Bishop es el androide, interpretado por el gran Lance Henriksen, que coprotagonizase Aliens (1986). El paisano de INXS y de The Go-Betweens escondido tras DB es James Bowen Falson. Su hermano Samuel es un cantante muy famoso en tierras del Canguro, bajo la identidad de Sam Sparro.

Droid Bishop inicia operaciones en el 2013 con el single “Galaxy: Unknown”, el Electric Love EP y el mini-álbum The Irrelevance Of Space & Time. A juzgar por lo que le he oído, es decir toda su obra posterior, al buen James le gustaría disponer de una máquina del tiempo con que regresar a los 80s. A confesión de parte, relevo de pruebas: casi la totalidad del arte de sus discos tiene esos colores en neón relumbrante, casi pastel, que poblasen mucha de la arquitectura de la época; desde los moteles baratos hasta los célebres Arcade. Su estética visual remite inmediatamente a los videojuegos y a las presentaciones computarizadas de ese ayer.

En el anterior Lost In Symmetry (2016), que incluía su particular homenaje al best seller de Ernest Cline (2011) cuya adaptación cinematográfica se estrenó en este 2018, Ready Player One; ya se percibía bastante del logro por el que difícilmente olvidaré a Droid Bishop. End Of Aquarius (2017), nuevo mini-álbum y última producción a la fecha, no es sino la confirmación que esperaba: a punta de trabajar en el formato del medio tempo que proveía el muzak ochentero, pero hibridándolo con los sonidos chirriantes, fríos y maquinales del mismo período; el Androide Bishop ha creado un subgénero que redunda en el pastiche sin dejar por ello de ser interesante -el vaporcläsh. Pequeñas maravillas de nostalgia kitsch como “She Don’t” o “Dead Before Dawn” ilustran esta rara y a la vez fascinante concepción, en la que las texturas inmateriales del vaporwave obtienen figura, peso y consistencia; mientras que los saltarines sonidos baratos pero subversivos de la new wave, que el electrocläsh insuflase de nueva vida con la dancelectrónica de los 90s, se muestran menos chillones que en los 80s. Era cuestión de tiempo que a alguien se le ocurriese.


Hákim de Merv

lunes, 5 de junio de 2017

Kyleran: Amarillo EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 17 de mayo del 2016.)

La primera vez que escuché a Javier Fernández fue una estival noche sabatina del 98. O tal vez ya era otoñal. Entonces su nom de guerre era DJ Kyleran. ¿El escenario? El del desaparecido Más Allá, en Barranco. El difunto Leonardo Bacteria había organizado una tocada bajo el rótulo de “Electroshock”, en la que estuvieron implicados Insumisión, Vacuna Tu Hijo, Mupne y el mentado Fernández.  Aquella noche, estos proyectos me sonaron a híbridos entre new beat y technoise -salvo Insumisión, que era manifiestamente industrial. Pero como la memoria es frágil, y a veces también traicionera, se puede recurrir a la maqueta de nombre y contenido similares a los del concierto que recibías al pagar tu entrada (no confundir con la que saliese al año siguiente, de idéntico título y menú más nutrido).

Pasaron cerca de 18 meses antes de que volviese a saber de Kyleran, esta vez ya prescindiendo de las siglas “DJ” y con demo propio. Hábitat (1999) seguía el mismo camino que los temas publicados año y medio atrás, aunque ya había visos de una metamorfosis. Hacia qué, todavía no era claro -pero, allende de la ligereza de las etiquetas, Kyleran exhibía un registro más variado que el de su participación en Electroshock. Prueba palmaria: se incluyeron en Hábitat números del demo previo, que sonaban distinto, producto de la reingeniería a que les había sometido el músico (“Conspiracy”, “V/F (Mentiras)”, “Meridiano Cero”).

Y después, silencio. Mutis. Rara vez me topaba de nuevo con el alias de Fernández en tocadas del circuito local. Todavía era más raro encontrarle en algún disco colectivo. Hube de aguardar hasta el 2003 para tener noticias frescas otra vez. Fue durante ese calendario que Leo Bacteria orquestó la compilación ¿Realmente Amas A Sandra Bullock?, donde Kyleran dice presente con “Geometric” -convirtiéndose en el primer crédito nacional en crear, grabar y publicar aquí un tema de Detroit techno. Esta distinción, sin embargo, no lo alentó a una mayor continuidad. A decir verdad, en mi cabeza Kyleran era un acto unipersonal que hacía tiempo pertenecía al pasado. Por eso, fue sorprendente saber del lanzamiento de un nuevo trabajo suyo. Y la sorpresa fue doble al enterarme de que el lanzamiento se ha hecho al amparo de SuperSpace Records, el sello del músico ruidista y amigo personal Wilder Gonzales Agreda.


Pasada la sorpresa, y ya entrando en materia, Kyleran ha retomado su evolución sonora exactamente donde la dejó. Pese al evidente flirting con el IDM, Amarillo EP no llega a ser tal, sino una suerte de intelligent techno que ha retrocedido a su estadio inmediatamente anterior -es decir, Detroit techno. Grooveboxes de líneas cálidas y sensuales, relajados sintetizadores que burilan mandalas llenos de color usando indistintamente estiletes analógicos y digitales, jubilosas ¿drum machines? enmarcando ríos de magma house-tech -que no pocas veces coincide con, digamos, los primeros pasos de Dreams On Board... Una “interpretación abstracta de los ritmos de baile”, como proponía el crítico Raül Pratginestós hace tres lustros cuando trataba de describir el sonido de la Detroit más futurista.

Claro que lo de Kyleran es una obra depurada y estilizada de Detroit-tech. Amarillo EP es un disco alquímico, sí, pero accesible y/o fácil de escuchar; que le garantiza a Fernández cierta posibilidad de continuidad. ¿Se inclinará por ello? Yo espero que sí, aunque no hay ninguna razón de peso para suponerlo. Tan probable es que volvamos a saber de él próximamente, como que sea de aquí a 5 años, quién sabe más.

PD1: Guardo ciertas reservas para aceptar la definición de Pratginestós, pero digamos que se ajusta razonablemente a un género que bebía de la new wave, de Kraftwerk, del lado más sci-fi del p-funk y hasta de The Clash; pasando del scratching al sampling como Juan por su casa.
PD2: Kyleran ha participado en UnderPop... 2.2 y en UnderPop... 3.1.


Hákim de Merv