jueves, 26 de diciembre de 2019

Carlos French // Artaud: Residencia En La Tierra // Aloysius Acker: De Arcana Celesta // Perra Vida: Eterno Retorno

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 18 de diciembre del 2019.)

Más de un año antes de que El Jefazo le diese luz verde al homónimo debut (2016), su bajista Carlos French saltaba al ruedo con el alias de Coca Negra. A través suyo, liberó para descarga gratuita envenenados escupitajos de dark ambient industrial que tendían a fisionarse con el doom y el black metal -cuando no con el sludge. Porque Has Guardado La Palabra De Mi Paciencia, Yo Te Guardaré De La Hora De La Tentación EP (2015) y Nunca Dejé De Odiarte EP (2016) atestiguan esa patológica mala vibra de sórdida lobreguez y negra tímbrica. Desgraciadamente, para Zeitgeist (2016) el ímpetu de CN había menguado bastante. Transcurriría un año antes de que el proyecto, cuyo fascinante avatar de BandCamp nada tiene que envidiarle a una figura Baffometi, soltase nuevo material con que actualizar su maléfico background -aunque sólo se ha animado por editar singles (en abundancia, eso sí).

En septiembre de este año, Carlos se decide a publicar otro tipo de experimentos, usando ahora su nombre civil. En efecto, muy poco tiene que ver lo mostrado en los mini-álbums Hospicio (septiembre) y Estudios Modulares (octubre) con el marbete Coca Negra. En esta nueva faceta, el bassman ensambla piezas de ornamentación iterativa, lo que no cuaja por fuerza ni siempre en partituras de armazón cíclica o circular. Posicionado tras una artillería de sintes y secuenciadores como el Model D, el Flashback Delay, el Korg SQ-1 o el Moog Mother 32; French esculpe pequeños bajorrelieves de incierto aire sepulcral plasmando micro-estados de ánimo que fagocitan porciones de psicodelia, synth, drone music y kraut de la variante berlinesa.

Con un título como “Devorador De Oscuridad”, Hospicio arranca prometiendo inquietantes brochazos de pánico cerval, dignos del prontuario más abigotado de Coca Negra. Otras muestras de esa estética cavernosa y lúgubre pueden rastrearse en Estudios Modulares, como “Oeuvre” y “Krell N1”. Empero, el fuerte de esta nueva aventura individual son los climas neutros que se avienen a las cruzas o permutaciones más excéntricas entre las influencias enumeradas -surcos que suenan a minimal kosmische musik (“Investigación), a oscurón synth analógico (“West Coast Rock”), a música generativa modular (“Tetsuo”). Como asimismo los minutos de tensión, son contadas las ocasiones en que el músico opera desde discursos nítidamente delineados como la Berlin School (“Ritual De Exhumación”, “El Brillo”, “Plano Inferior”) o el industrial (“Intro”). “Furniture music”, argumenta el bajista invocando a Satie.

En noviembre, French colgó el single “Camino De Los Sacrificios”, un nada disimulado guiño a la genial película de horror Midsommar (2019) desde la carátula. El aura dantesca y ritualista del 45 -de la que el bajista había adelantado algunos indicios en “Vivero”, de Estudios...- reconecta con el cable pelado de esa memoria tectónica y racial dormida en todo ser humano. Es como si, de pronto y sin advertirlo, te postrases ante el Sol Invictus y realizases cruentos holocaustos en memoria de las deidades paganas de cualquier panteón -qué miedo especular sobre lo que vendrá después.


Cuando en septiembre del 2018 reseñaba Cábala, primera referencia in extenso de Artaud, comenté lo que me había confiado Erick Baltodano sobre los intrilingüis de este grupo de formación abierta. A saber, que Cábala pertenecía a una tríada de discos terminada de registrar con distintas alineaciones a fines del 2017. Residencia En La Tierra, entonces, se ha escogido como el segundo de estos trabajos en ser editado. Inútil, pues, hablar de evolución: las composiciones de este álbum, como también las del que se prevé aparecerá en el 2020, pertenecen a un corpus masivo modelado en las mismas coordenadas temporales.

En Residencia..., el line up es más concurrido y fragmentado, toda vez que algunos instrumentos pueden ser pulsados por dos o más músicos según la pista que se considere. La guitarra, por ejemplo, pasa por las manos de Tomás Orrego (“Berlín” y “Cruzando El Agua”), del propio Erick (“Odas Elementales”) y de Camilo Uriarte en modalidad slide (“Magnetizado” y “Odas...”); aunque el segundo sea el dueño del puesto en Artaud. Otro tanto sucede con el bajo: Boris Baltodano, hermano de Erick y bajista inamovible de los trujillanos Ancestro, cede su lugar a Uriarte en “Cruzando...”. Para no hacerla más larga a este respecto, podríamos convenir en que las plazas titulares en Residencia... son las de Erick (guitarra) y Boris Baltodano (bajo), Israel Tenor (batería y percusión) y Patricia Saucedo (teclados y efectos). La nómina de colaboradores incluye, además de las personas ya mencionadas, a Chiara Rizo Patrón en violín y a Silvana Tello en el theremin (ambas en “Concierto Final”); así como a tres invitados en las voces: José Morón de Dios Hastío (“Concierto...”), Nuria Zapata (“Odas...”, “La Noche Boca Arriba”, “Magnetizado”) y la poetisa Victoria Guerrero (“Berlín”).

Planteado como el relato de resonancias milenarias desenterrado por una civilización llegada a nuestro deshabitado planeta desde los confines del universo (cinco de seis tracks les deben sus nombres a textos escritos de dominio público), RELT iza velas más pausadamente que Cábala. La cortazariana “La Noche Boca Arriba” preludia a la tormenta, que arreciará con “Cruzando El Agua”, sin llegar nunca a los crispantes niveles del primer opus distribuido. En términos generales, a este plástico se le percibe más ordenado en su caótica mixtura de kraut y noise, space experimental, prog e improvisación libre.

Pero si ése es el diagnóstico formal del CD, la auscultación de su anómala gramática sonora me inclina a equiparar a éste con su triate del año pasado. Residencia... no se desgalilla ni se desenfrena como Cábala porque no tiene necesidad de ello: su capacidad de hipnosis surreal-psicofónica le convierte en un trip monumental, emponzoñado, pétreo y llagado; marco inmejorable para que las vocales femenina adquieran ribetes ofídicos, sibilinos, báquicos (“La Noche...”, “Odas...” y sobre todo “Berlín”).

Cierra RELT “Concierto Final”, retrato profuso del último día de la Tierra, previo a la bíblica colisión con Melancholia -que nos convertirá en una diminuta nube de polvo estelar. Tal cual lo ha catalogado el propio Erick, el maestro de la orquesta ejecutante no podía ser sino José Morón: su voz rasposa y maléfica guiará el desarrollo apocalíptico de este concierto hasta su luctuoso, irreversible final.

Y pensar que falta, en promedio, un año para el siguiente paso...


Transustanciación. Transición y conversión. Cambio. El esperado primer largo de Aloysius Acker concreta nuevo giro en la todavía corta carrera solista del polímata José Rodríguez. Una metamorfosis coherente, verosímil, e incluso previsible; y no por ello menos sorprendente.

Repasemos. En el epónimo mini-LP debut, AA se hacía eco de los sonidos de avanzada que -mal que bien- todavía eran susceptibles de pacer en las planicies ofrecidas por el pop/rock a inicios de los 90s, conjurándolos y reinventándolos. En el Alba EP, esa brillante y muy personal movida revivalista era sobrepasada por corrimientos y avalanchas de Ruido, lo que invisibilizaba todo ingrediente que pudiese remitir al pop como estilo. Arriesgada maniobra, ya que el noise nunca ha podido ser integrado al mainstream -y aún hoy se le considera el último bastión de resistencia de lo que antes llamábamos “vanguardia”.

De Arcana Celesta desanda el camino del extended y se dirige hacia un campo que permanecía inexplorado por la etiqueta Acker: el avezado ambient electrónico noventero. Lo hace paulatinamente, sin renunciar -al menos por ahora- a las raíces shoegazing/ethereal noise/post rock del acto, ni correr tras de la nueva veta a minar. De ahí que el disco se vislumbre como un crisol: por un lado, las ensoñadoras atmósferas de mil guitarras que propone el shoegazing; por el otro, la metronómica metodología de un ambient que se desgaja entre el house y el techno, sin abandonarse a ninguno.

Existen antecedentes de simbiosis similares. El de Silvania, que nosotros como peruanos sentimos más próximo, es uno de ellos. Otro es el de los checos The Ecstasy Of Saint Theresa. Y no faltará quien rememore la efímera fase ambient de Slowdive -el 5 EP (1993) y los remixes de “In Mind” acometidos por Reload y Bandulu. Asimilado el nuevo componente de extracción digital, el grueso del repertorio de DAC empata el maridaje gracias a una decoración oceánica que dosifica la nacarada distorsión del estilo que crease My Bloody Valentine y perfilasen Rachel Goswell y compañía. Salvo “El Hábito De Levitar”, “Invierno” o “Litoral”, en los que las capas de ruido ganan el asalto; el resto de temas ejemplifica esta nueva poética de Aloysius Acker -“5:00 a.m.”, “Garúa” y “Strato Nimbus” más que ningún otro.

Equidistante del Paisaje III (1994) de nuestros Cocó y Mario, y del Beat (1996) de Bowery Electric. Entre el Motion Pool (1994) de Main y el Succour (1995) de Seefeel. El pie hundido en la efectera y las manos afanándose con perillas y consolas (es un decir, vamos). La obra que aguardaba de parte de Rodríguez, y que finalmente firmó.


Una vez le escuché decir a alguien, no recuerdo quién ni exactamente cuándo, que ‘nunca se es lo suficientemente viejo para el punk’. Debió ser hace centurias, porque ahora la frase va de todas maneras entre signos de interrogación. Ésa es la cuestión que debo enfrentar al hablar de Perra Vida.

Originalmente integrada por Alejandro Delgado (guitarra), Diana Matos (voz), Tina Crisis (bajo) y José Diez Canseco (batería); la agrupación debutó en el 2018 con un poderoso EP auto-titulado. Admito que le escuché y me gustó. Admito también que no le comenté por falta de tiempo. Música y en menor medida letra concitaron mi interés, quizá porque ya hace mucho que no se cultiva punk nanométricamente puro en el país, quizá por reencontrarme con un género del que me alejé conscientemente y al que le reconozco más méritos “extracurriculares” que los estrictamente sónicos.

El caso es que supe del nuevo parto hace un tiempo y decidí oírlo. Lo hice a sabiendas de cambios en la formación -Crisis ya no forma parte de la banda (fue reemplazada por Noelia Cabrera, quien a su vez fue sustituida por Chiki), y tengo entendido que Matos acaba de liar bártulos, dejando al combo con una enorme incógnita pendiendo sobre éste. Lo hice a sabiendas de que PV replica tanto las virtudes como los defectos del hardcore punk melódico. Lo hice a sabiendas de que parte de su retórica me resulta incómodamente indigesta, por formulaica y panfletaria -y que fue esta circunstancia la que les ha granjeado críticas de un sector del público de la escena.

Lo que encontré fue un conjunto políticamente correcto en los contenidos. Aunque ya no milite en las filas de Perra Vida, Diana Matos va camino a convertirse en una vocalista de garganta sangrante. El soporte rítmico de la banda, además, garantiza el freno y el cambio de velocidad cuando se impone aplicar una cosa o la otra. Definitivamente, se nota un crecimiento con respecto al extended.

Por contraste, en el apartado de las letras y lo que ellas transmiten, no veo un update de las tradiciones británica o usamericana, sino peruana. Y me vas a disculpar, pero fuera del subte original, el punk nacional nunca ha destacado precisamente por el lucimiento de sus líricas. Eso es lo que para mí se trae abajo Eterno Retorno: airadas proclamas que de tan usadas ya se han fosilizado, clichés calcados sin más, berrinches de mozalbetes que porque tienen los huevos calientes resbalan en los errores de fondo de los dogmas que abrazan.

Hace 17 años, critiqué a Asido Tubalius cuando dedicó una canción de su segundo y último capítulo discográfico a amenazar al músico de otra banda con el que había tenido problemas personales. Escucho “Oportunista” y siento exactamente lo mismo. Escucho por ahí la frase “pensar es aburrido” o algo así, y me quedo absorto reflexionando en si de veras es lo que quieren decir, en si de verdad no pescan que han caído víctimas del panfleto por pecar de ardorosamente contestatarios, o en si soy yo el que está ya demasiado viejo para poder sintonizar con rollos derivativos que en nada innovan dialécticas con cuatro o más décadas a cuestas. Me gustaría creer que es esto último, pero no me engaño: mientras Buzzcocks, Black Flag, Stiff Little Fingers y los Pistols todavía me hacen saltar hasta el techo; con Perra Vida sólo marco el ritmo moviendo la testa.

Memo para Alejandro Delgado: chochera, si PV no va a continuar, avíspate y redirige esfuerzos a Reducidos. En caso contrario, te queda una muy empinada cuesta por superar.


Hákim de Merv

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