Beat Cancino: Beat Cancino EP // Valet: Adore EP // Música Casual: Hegemonías EP // Hammuravi: Fuego Negro
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 3 de noviembre del 2021.)
#AguanteChile.
Durante las calendas de septiembre, la intrépida
escudería independiente serenense Templo Sagital colgó para free download el epónimo extended debut de Beat Cancino (sic). Este EP ya se había colgado bajo la misma
modalidad de descarga en agosto del año pasado, desde BandCamp propio, sólo que
anunciado como demo. Para el relanzamiento de hace dos meses, no se opera
ningún update respecto de las tomas originalmente subidas.
Lo de Beat Cancino asoma acto unipersonal santiaguino
que se ciñe al anonimato tercamente -cero información pública. Templo Sagital,
por su lado, nos cuenta que el man es Luis Valdebenito; quien batea para los
noisers de Vaso De Leche, para los hardcore-punks de AlgoTerror y para los
indies free-form-freak-out de Fracaso. La discográfica, además, glosa el
material a disposición tildándole de post punk cinemático e industrial. Las
toscas-pero-inalterables percusiones machaconas y filo-metálicas tanto de “Ruido”
(el despegue) como de “Hay Tabla” (el amartizaje) proporcionan ribera
suficiente, en efecto, para hablar de cierta inclinación hacia la música
industrial. La parquedad y precisión de las síncopas en el resto del artefacto
-con excepción de “Tema Para Un Final (De Película Que No Existe)”- avalan la
alusión a piezas sonoras de movimientos tangibles/mesurables que acaecen en
tiempo y espacio.
Post punk, en cambio, es un marbete más
difícil de sustentar. Las primeras escuchas remiten por descarte al período ’77-’84,
si bien no permiten establecer claras analogías con Wire, P.I.L. o Gang Of Four.
Varias vueltas después, se hace factible pensar en una versión prehistórica de
bandas más periféricas, tipo This Heat o The Pop Group en sus ratos menos
accesible. Al final, aunque te das cuenta que el sonido de BC es ubicable en los
días señalados, también notas que no proviene de la misma cepa. Lo suyo está
más influenciado por “anormalidades” como Nurse With Wound (la errática “Cría”)
o los visionarios Zoviet France (la impetuosa “Grises”).
Ígneas eléctricas angulares, un registro en
el micro que prefiere el spoken word a la vocalización convencional, atmósferas
brumosas que se alejan del cliché “oscurito”... Entre el after punk más
experimental y el industrial de garage, Beat Cancino se ha hecho de un sitio despachando
siete afilados zarpazos de rock agreste y raudo en poco más de quince minutos.
Suficiente para empezar.
En activo siete años, Sello Fisura trabaja en
los límites que comparten el indie del nuevo siglo y la electrónica de libre
código que de-evoluciona hacia la música rock. Un catálogo de referencias
puntuales, por demás atractivas, es el que maneja la label capitalina: ha
sostenido el reentré de Columpios Al Suelo y Dolorio & Los Tunantes, aparte
de haber reeditado tanto el Monstrws (2019) de Maifersoni como el disco
de su guitarrista Enrique Elgueta en comandita con el aedo Juan Santander (Que
Ningún Sentimiento Amanezca En Su Casa, 2020). Y ha liberado desde octubre la
serie Laboratorio De Malestar: cinco entregas que recopilan improvisaciones
realizadas por diversos músicos entre noviembre y diciembre del 2019 -esto es,
las primeras semanas del levantamiento ciudadano en el hermano país del sur.
Encargado de los teclados en Niños Del Cerro,
Diego Antimán reestrena faceta solista cambiando de alias -de CVSPER,
clausurado en el 2016, a Valet. Adore EP consta de cuatro números que en
realidad son tres. Emparejados/entrelazados el primero con el segundo y el
tercero con el cuarto, escuchar el “pareado” de entrada deja en evidencia que “Espejismo”
y “Vacío” son secciones de una única pista, lo que no sucede con “Febril” y “Halo”.
Las influencias fagocitadas por Valet provienen del ritualismo rave de fines de
los 80s: el angst pirético del trance, el house de consumo masivo, incluso el aborrecido
eurobeat de los primeros 90s... Lo curioso es que dichas influencias no son
abordadas siempre de manera frontal.
La dupla que arranca con “Espejismo” empieza
enclavada en el ruido angélico del bliss digital. Después de un breve
crescendo, al promediar minuto y medio sube a superficie una tremenda guiñada
trance a lo Paul Oakenfold, desarrollada durante 60 segundos. Tras del
diminuendo necesario para desacelerar las pulsiones, el lector pasa
imperceptible a “Vacío”, donde a partir del minuto y 20 segundos el aura rave se apropia rápida y paulatinamente del escenario -sampleo del mamarrachiento “clásico”
eurobeat de Sannie Charlotte Carlson (a) Whigfield “Saturday Night” incluido
(malditas sean las neuronas de mi cerebro que retienen ésta y demás información
similar).
El sucinto camino de “Febril” no es distinto.
Los orgiásticos estallidos trance comienzan antes del minuto, y llegan a su
punto culminante hacia el epílogo del tema, hermanado con “Halo”. El cambio se
produce, si bien de golpe, también con naturalidad, sin traumas. Es éste el momento
más valioso del EP, donde se apuesta por el techno tribal a un paso de metamorfosearse
en IDM de tintes étnicos. Ojalá Antimán, se decida por este último rumbo.
Al parecer, cierra Rodrigo Mardones para Música Casual la persiana del 2021 -Fluir, cuarto largo de la entidad,
abría el listado de lanzamientos del año en Chip Musik Records- con un extended
que modera la vigencia de algunos principios regentes en su estética sonora desde
la concepción misma. Pese a que el arquimédico punto de apoyo continúa siendo
la improvisación non-sense/surrealista, prima en Hegemonías EP una
metodológica deconstrucción del Ruido engendrado por ese proceso.
Deconstruido aquello que produjese espontáneamente,
en torno suyo Música Casual elabora despedazadas secuencias completamente
desiguales entre sí, de tamaño y densidad variable, que yuxtapone y enhebra
para lograr percutir los surcos recogidos en el extended. Fraguarlas hasta
hermanarlas no ha sido tarea sencilla, no obstante. Si Mardones lo consigue, se
debe a que son las microtonales texturas sónicas drenadas/desecadas las que conforman
la substancia molecular que hace las veces de aglutinante denominador común para
porciones y astillas tan dispares unas de otras.
Cuatro suites de nombre similar y numeración
progresiva ascendente, rayanas en los márgenes/extramuros de las últimas
vanguardias de fin du siècle con derecho a llamarse tales. De las
aguijoneantes resonancias post-dub a lo Scorn que regurgita “Hegemonía 3”, a la
informe tímbrica dominante en “Hegemonía 1”. Del escuezante morphing de “Hegemonía
2”, que se balancea entre el Scanner más minimal y el Seefeel más oscuro, a la
sorda aridez abrasiva a lo PanSonic de “Hegemonía 4”, llena de punzantes zumbidos/murmullos
nocturnos. Un suculento aperitivo, el primero para la nómina de la prestigiosa
escudería Pueblo Nuevo, que deja en suspenso el camino a tomar por Música
Casual en el futuro más inmediato.
Como sucede en todo Chile (creo), el otoño en
Gran Valparaíso es de contrastes marcadísimos. Llegué allá en medio de una
tarde que fue obliterando al muriente estío gracias a una nubosa resolana
pálida, por la noche comenzó una lluvia que no paró sino hasta la madrugada del
día subsiguiente, y despidió mis pasos portuarios una calcinante ola calorífica.
Me siento más a gusto en climas fríos más consecuentes, pero esa neurosis
meteorológica también me agradó -a diferencia de la plomiza Lima, que sólo en
el verano cambia de colores por obra de su fulminante sol.
Para su esperado segundo título -el primero, Espesura
EP, data del 2015-, el binomio Hammuravi ha retrocedido un par de pasos en
cuanto a estilo cultivado. El salto hacia adelante, empero, es cualitativamente
enorme. De la aleación entre shoegazing e indie rock que martilleaba el
extended, queda muy poco, acaso apenas el inicio con “Limbos” y no mucho más. El
tándem porteño ahora navega a través de un dream pop de baja resolución,
reinterpretado desde inequívocos planos pedestres, subrayando -a semejanza del
otoño- el almíbar y la nostalgia según la composición que acometa.
Entre las que ensalzan el trote melodioso y
tierno, cabe contar la placidez lacónica de “No Dejes Que Me Lleve El Río”, la
emotividad contenida de “Estrella Lunar”, la vitalidad casi baggy de “Puñal”
(donde participa Elisa Montes, de Slowkiss y los primeros tiempos de Supernova)
o la ya aludida “Limbos”. Entre las que se acomodan mejor sublimando la aflicción
y el bucolismo que innatamente soportamos los seres humanos, se puede enumerar a
la rigurosa sobriedad de “Desaparecer”, al doble movimiento de “Esto Se Va A
Terminar”, a la mirada lánguida de “La Ciudad” y al sutil feeling acibarado de “Dímelo”.
Acompañando a estos ocho cortes, Hammuravi
adjunta otros tantos interludios, algunos de nombre tan extenso como breve es la
duración promedio de todos ellos. Aplicando nuevamente la figura del otoño,
estos fragmentos remarcan el dulzor o la melancolía que fermenta el grupo, pero
no siempre para afianzar el color del track escoltado. Mientras la sincronía es
un hecho para esquirlas como “Corre A La Estación”, “Sangres” o “Me Voy A Tirar
Al Mar, Los Peces Me Esperan”; los contrapuntos llegan de la mano de “Bailando
Con El Fantasma De Mi Abuelo”, la ¿cueca?/¿chacarera? acústica de “Mi Padre” y
el postrer suspiro de “El Principio Es El Fin”. Magnífica jugada que agiganta
la majestuosidad senescente de este Fuego Negro.
Palmas para los dos tercios de Adelaida que
sacan adelante Hammuravi, el siempre elusivo Jurel Sónico y la gran Naty Lane -la
mejor bajista de esta parte del globo, que tiende a relajar en las obras de la mancuerna
valpeña su performance vocal, al punto mimetizarse con la de Alison Shaw
(Cranes).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario