(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 14 de junio del 2023.)

A propósito de
Los 5000, empecé a indagar acerca
de la vida y obra de
Juan Pablo Cacciuttolo, empresa en la que todavía ando
metido. No existe, desafortunadamente, un site en Internet donde puedas
encontrar sus principales señas; de modo que empaparse de su música ha sido una
elusiva búsqueda del tesoro. Lo poco que existe disponible corona al chileno
como uno de los principales referentes de la escena independiente mapocha posterior
al cambio de siglo, con un puñado de producciones y colaboraciones de lo más
dispersas. Allí está su participación electro-analógica teñida de dub para
Los Retoños (‘19), segundo largo de Las Mairinas, grupo paralelo de Walter Roblero
(Congelador). También, la alianza con su tocayo de apellido Abalo, concretada
en una hermosa jornada ambient de nombre
Quietud (‘21). Y una placa que
roza la categoría de capital para las subescenas sureñas que miran
constantemente hacia el horizonte -
La Yesera (‘18).
El año pasado, Cacciuttolo se portó con un esférico
armado de temas compuestos entre el ‘20 y el ‘22. Desde el título escogido, Puestos Varios es muy revelador de las distintas facetas que cultiva el santiaguino
como músico experimental, bien a través de sus colaboraciones, bien en plan
solista. En esa dirección, no es descabellado asignarle sitial de descendiente en
la estirpe de un Jim O’Rourke o de un Mark Clifford. En efecto, tan pronto Juan
Pablo se deja arrullar por el ensueño electrónico de los primeros 90s, como se
arroja a los brazos del intelligent techno de rostro más arisco. En medio de
estos dominio y rango, el individualista no cesa de explorar las gradaciones y
cortocircuitos que la alquimia de su talento le permite.

Austeridad timbral y riqueza percusiva no
tienen por qué moverse utilizando senderos divergentes. Ello es algo que demuestran
las seis pistas de Puestos Varios, cuatro de ellas registradas de una
sola toma. Modificando artefactos y gadgets varios, sometiendo las sonoridades
resultantes a tratamientos escherianos y manipulaciones hipnóticas, el autor se
adentra -iluminado por espíritu asaz libertario- en las espesuras de un
ambient a punto de mutar hacia el IDM sincopado y lacónico de Locust o de ese
híbrido maravilloso que fue alguna vez Seefeel, cumplimentando el trasvase
respectivo a medida que va afianzándose/intensificándose. “Infracrítica” y
sobre todo “Tiempos Modernos” son evidencia palmaria de esa sostenida
metamorfosis.
Por otro lado, piezas como “Tralkán” y “Mam”
son ejemplos de música hosca, a un paso de transfigurarse en ruido digital -pura
texturología con opción al sampleo, caso el gorjear de aves en “Mam”. Ya sea en
corto (“Tralkán”) o en largo (“Mam”), Cacciuttolo genera motivos sencillos que
loopea con el fin de ganar volumen y masa para sus instrumentales. Curiosamente
dos de ellos, los finales “Desnudar La Espera” y “Enfilaciones”, devienen en
pruebas irrefutables de sus exploraciones intuitivas -o cómo el tech-house se
transforma naturalmente en ambient-techno, pródigo y más suelto/desencorsetado
que el de sus pares, supeditando las guitarras a procesos de filtración empleando
el software, sugiriendo viñetas de dream pop e induciendo a través suyo
imágenes oníricas de mundos más allá de todo lo conjeturable.
Un seco, Juan Pablo.
Ha transcurrido algún tiempo desde la última oportunidad
en que me senté a escribir sobre
Vago Sagrado, ese combo de gallos debutantes
que teloneó a
Yajaira la noche en que el buque insignia del stoner chileno
festejó dos décadas de vida (’16), en El Bar De René. Cuatro años, en los que
han pasado algunas cosas relevantes para el devenir de la banda -como que la
medida bienal entre álbum y álbum de sus tres primeras entregas quedó en offside
sin afectar el promedio editorial (cinco en dos lustros), o que VS resignó su
condición de power trio para convertirse en cuarteto, sin renunciar a aquello
de power.
El cambio más notorio, sin embargo, se da en
las esferas por las que ahora su música deambula. Podría afirmarse que esta
conversión cobra impulso con Made Out Of Sound, su referencia del año
pasado, si no fuera porque el propio grupo señala que los temas del nuevo disco
provienen de una vespertina sesión de improvisación abierta registrada en el ‘20,
durante los meses más duros de la pandemia. Detalle harto relevante es el circunscrito
a los participantes de la sesión, que ya entonces eran cuatro, considerando que
Made Out Of Sound todavía se acredita al trío de siempre -Nick Vayolence
(batería), Alberto Parra y Carlos González Lihn (ambos dupleteando en guitarra
y voz). Made Out... queda, así, como un trabajo concebido todavía más
atrás; pero que necesitó mayor cantidad de tiempo para alcanzar su forma
definitiva antes de hacerse público.
La constante tersura enteogénica, el indeclinable
vigor, el aura de una experiencia religiosa; son rasgos que siempre han identificado
a Vago Sagrado. También están presentes en Mundo Tal, ahora con Ricardo
Guzmán sombreando el terciopelo desde un bajo de sutil distorsión gravitatoria,
pero la evolución que iniciase Vol. III (‘19) y que continuase con Made
Out... ha transformado el talante de los capitalinos. De momento, al menos.

No existen ya los niveles de tóxica densidad
que en un principio hicieron pasto del grupo, como tampoco los rangos de lúcida
iteración que le acercaban a géneros como el stoner o el post punk de ribetes
lisérgicos. Sí sobrevive, en cambio, cierto matiz dionisíaco; como en “Entre
Sombras” (relectura de “Deep Into The Shadows, inserto en el CD anterior) o en
algunos pasajes de los diecinueve minutazos de “Ahora, Siempre”. La regla, no
obstante, es la que ya prefiguraba
Vol. III: un sonido volátil,
apolíneo, de tempos atemperados y una guitarra que sobrevuela incesante sin
acometer, encabritarse o echarse clavados -cómo ocurría de continuo antaño.
Cuando se inició esta transustanciación, auguré
que los cambios tenían toda la pinta de ser para mejor. Cuatro años después, los
efluvios siderales que acoge en cantidades masivas Mundo Tal confirman
que estaba en lo correcto. Con todo, he sentido un poquito de nostalgia respecto
del antiguo output de Vago Sagrado. Pese a haber disfrutado, y mucho, de esta
fantástica demostración de música rock de riffs neblinosos; me ha sido
imposible dejar de extrañar la catártica borrachera de desprolijo heavy psych
que ponía de cabeza el cariz psicotrópico de sus temas. En la senda del
desarrollo se quedan cosas que los/as fans extrañamos, pero que para el artista
o grupo forman parte ya del pasado. De todas maneras un LP muy recomendable, próximo
a ser editado en físico por Volante Discos y la serenense Templo Sagital.
Hákim de Merv